Y... ¿Por qué no? 2
Esta historia trata de una muchacha que conoció a otra por chat, hasta el momento sólo por motivos musicales. Sin mayores expectativas, la desconocida chica comenzó siendo su amiga, y luego seduciéndola sin piedad.
El segundo día de escuela fue largo y pesado. Me dirigí a mi casa para conectarme rápido y ver si charlaría con Rocío, realmente tenía ganas de verla y pasar un buen rato, o toda la tarde, justamente como ayer.
Almorcé y me conecté. Rocío no estaba online, pero aún así alguien me habló, era Julieta:
-¡Ale! - Hizo una pausa. - ¿Cómo estás?
-Bien, muy bien, ¿Vos, Romi?
-Bien, descansando, ¿Vas a hacer algo hoy?
-Me veré con una amiga, Rocío, ¿La conoces? Es de por aquí.
Tardó en contestarme, pero al fin contestó:
-¿Conocerla? ¡Claro que la conozco! Ella era compañera mía en mi antiguo colegio, ¿Son amigas? ¿Hace cuanto?-
No le mentiré, aunque pueda tener sus consecuencias:
-Eh… ayer comenzamos a hablar.- Dije, vergonzosamente.
-¿Estás de broma hoy? No te recomiendo a esa chica como amiga, tiene varios problemillas-
-Pues yo no lo creo así, parece una chica dulce y agradable, además le gusta la buena música- Dije, convencida.
-Créeme Ale, la conozco hace una buena cantidad de tiempo y es medio rara, se rumorea que es mitad lesbiana, pero haz como quieras, pero el que avisa no traiciona.-
Sus palabras me chocaron, aunque lo que dijo me confundió, realmente no sabía qué contestarle, si seguirle el juego y burlarme de Rocío con Romina, o defenderla y quedar como una lesbiana, o callar. Elegí callar.
-Veo. Esta tarde iré a su casa. Arreglemos para vernos otro día Romi, un beso.
-Otro, nos vemos Ale, no es que esté celosa, pero cuidado.-
Sonó mi celular. Un SMS, de Rocío. Qué curioso, no sé de dónde habrá sacado mi número de celular: “Ale, no puedo ir a tu casa, tengo taller de artística a las 3 de la tarde, me había olvidado, pero si quieres puedes aparecerte a las 5 en mi casa, un beso, contesta a este número.”. Mi sonrisa desapareció de mi rostro, pero aún así quizá pueda verla, en su casa, “Claro, no hay problema, a las 5 y moneda estoy allí.”.
El tiempo pasó rápido, ya eran las cinco menos cuarto de la tarde, me encaminé a lo de Rocío, otro viaje aburrido, y para colmo sin música. Llegué a su portón automático y me recibió su mayordomo. Me dirigí a su habitación y allí estaba ella, tan linda como siempre.
-¡Hola Ale!- Dijo, volteándose, con una sonrisa en su rostro. – Disculpa que no te recibí, estoy ordenando algunas cosas.- Dijo dando media vuelta y acomodando algunos papeles del escritorio.
- Hola Roci, ¿Cómo estás?-.
-Bien, recién venida del taller. Estuvo aburrido.- Dijo riendo.- Te he extrañado, ¿Cómo la has pasado hoy en la escuela?
-Bien, supongo.
Nos acomodamos y la conversación fluyó por sí sola, hablábamos y nos dirigimos al patio de su casa, para sacarnos algunas fotos y luego subirlas al Facebook. Era realmente precioso su jardín. Repleto de flores de todos los colores y aromas. Seguimos hablando y ella no apartaba su vista de mí, pero yo tenía también ganas o incluso más que ella de mirarla y observar sus gestos por un buen rato, así que fue una verdadera guerra de miradas, nos sentamos en el piso y seguimos hablando:
- Y es así como la mayoría de los videos de Manson están prohibidos en Youtube.- Dijo, con su mirada clavada en mis pupilas, aunque yo admito que casi ni le presté atención a las cosas que decía.
- Y bueno, contiene muchas escenas asquerosas.- Dije de reojo y las dos reímos. –Ese tipo es un sexópata.
-Puede ser, pero es sexy.- Las dos volvimos a reír. Su mirada estaba clavada en mí, y a mi no se me ocurrió otra cosa que mirar al piso y arrancar pastitos del suelo, sí, patética.
- Sonríe a la cámara, bombón- Dijo riendo, y a continuación me fotografió.
- Mmm… Eres más linda en persona que en fotos.- Dijo riendo y en tono burlón.
-¿Tan mal salí en esa foto que te burlas así de mí? ¡¿Eh?!.- Dije, siguiendo la broma.
- La verdad no saliste tan mal, solo que te ves más guapa si te miro en la realidad, no en foto.- Dijo esto clavando su mirada, pero no en mis pupilas, ahora en mis labios. –Incluso te observaría más de cerca.- Dicho esto se paró en sus rodillas y se acercó a mí, tomándome con una mano de mi pera y acercándome a su cara. Mi corazón se paralizó, literalmente. Como un reflejo, un maldito reflejo, me erguí y retiré mi cara de la cercanía de la suya, ruborizándome y mirando a un lugar apartado de su mirada. A continuación, y para romper el silencio incómodo que nos rodeaba, tomó su cámara, se acercó a mi lado y nos fotografió.
- Qué sexys, si seguimos así vamos a opacar a todas las chicas del mundo.- Dijo en tono de broma. Reímos al unísono.
- ¿Irás a ver a Manson al recital al final?- Le pregunté, curiosa.
- Sí, supongo. Debo convencer a mi madre.- Dijo esto sin mirarme y sin entusiasmo.
- No le convence a tu madre que te guste Marilyn Manson, ¿Cierto?- Dije, por pura intuición.
- Sinceramente no.- Dijo esto volviendo a levantar la mirada. – Supongo que ella hubiera preferido a la típica hija a la que le gustan las Spice Girls o Britney Spears, y le hubiera gustado que esté loca por Justin Bieber, y no por un tipo como Marilyn Manson.- Dijo, esta vez, sonriéndome con los ojos.
- Supongo que sí. Yo escuché metal desde que tengo memoria. Mi primer banda fue System of a Down, y la escuché porque pasaron un tema en televisión, y creo que mis viejos maldicen ese día.- Dije riendo. – Mi viejo adora la música disco, y dice que el metal son sólo tipos gritando, pero qué va, es su opinión.- Dije, sin dejar de reír, sin sumarle importancia. – Aún así,- Agregué. – Debe haber algún chico que esté antes que el raro de Manson, ¿Cierto?- Cuestioné, con vocecita pícara.
-La verdad, no.- Dijo, algo ruborizada. – Son todos unos estúpidos… Y feos.- Reímos las dos, luego me preguntó: - ¿Y tú que onda con los novios?- Dijo esto imitando mi vocecita picarona, y, clavando sus ojos verdes en los míos, por Dios, ¿Será cierto que los ojos son las ventanas al alma? Son mejor dicho las ventanas al cielo, porque esta chica realmente me hipnotizaba.
- Eh…- Dije, dudando por lo que a continuación le iba a decir. - Estoy saliendo con alguien.- Aparté mi mirada, cabizbaja.
-Y... ¿De verdad lo amas? No pareces muy feliz comentándome la noticia.- Dijo riendo, y sentí su mirada clavada, con un soslayo de tristeza en ella, en mí. La noté incluso sin verla ya que no levanté mi mirada.
-Si… Supongo que sí, es muy tierno y me cuida mucho.- Dije, y aún se notaba mi inseguridad.
- Pues llámalo, es una urgencia.- Susurró seriamente, y la miré confusa, sin emitir palabra.
-Necesitarás ayuda de él para escapar de las garras de Rocío.- A continuación de esto se echó a corretearme por todo el patio, y yo simulaba gritar pidiendo ayuda. Seguido de risas y amenazas terminamos tendidas en el césped a causa de un tropezón, y yo, un poco sin querer y otro poquito, ojo, muy poquito, queriendo, terminé arriba de Rocío.
-Se supone que Rocío debe atraparte a ti, no que termines arriba mío nena.- Habló con una sonrisa pero sin reír.
-L-lo sien-t-to.- Dije avergonzada. Mis manos terminaron al lado de su cara evitando una peor caída, y ella golpeó a propósito sin lastimarme mis brazos debilitándolos, y caí dejando mi cara a vagos centímetros de la suya, pero era aún menos la distancia que separaba su roja boca entreabierta de la mía. Las dos estábamos agotadas así que respirábamos entrecortadamente. Comenzó a mirarme fijamente y luego bajó su mirada a mis labios, acercando su cara a la mía, ya sentía su respiración tan cerca de mi cara que parecíamos una sola persona de lo cerca que estábamos. Un calor insoportable recorrió la boca de mi estómago para posarse en mi garganta, sin permitirme respirar.
- Ya verás, niña mala.- Dicho esto maniobró de manera que ella quedase encima de mí, puso sus piernas al costado de mi cadera y riendo maliciosamente dijo:
-Ya nada podrás hacer para escapar de mi súper ataque, ni tú ni tu noviecito.- Y a continuación me atacó con cosquillas, intenté resistirme en vano hasta que pedí por favor que parara.
- Acá mando yo.- Rió y volvió a acercar su cara a la mía, me guiñó un ojo y tomó mis cachetes, meciéndolos suavemente.
-Tienes razón, toda la razón señorita, por favor, déjeme ir.- Dije, simulando piedad y misericordia.
Soltó una carcajada demoníaca y se apartó de encima mío, quedando las dos sentadas de frente.
-Ahora sabes que puedo ser muy mala.- Dijo, presentando una nueva amenaza.
-Es cierto, tendré mas cuidado con usted de ahora en adelante.- Bromeé.
- Más te vale.- Reímos. – ¿Salimos por ahí? Así de paso pasamos por la oficina de mi madre y le pregunto si quieres pasar la noche en casa, si quieres, por supuesto.- Dijo, ruborizándose, pero sin apartar la mirada de mí. Maldita sea, cómo me hipnotizaba su mirada.
- Claro, no hay problema.- Contesté sin dudar una palabra.
Se levantó del césped y me tendió su mano para ayudarme a levantar, a la cual accedí encantada. Nos encaminamos al extenso centro de la ciudad, siempre encontrando algo con lo cual divertirnos, ya sea hacer caras raras a la gente que iba en autos o hacer el ridículo cuando nos cruzábamos alguna persona. Aunque no faltaban los tipos desubicados que miraban de más y de hecho, innecesariamente, a mi o a Rocío. Supongo que ya estábamos acostumbradas, pero me molestaba de sobremanera que la miren así a mi amiga, con intenciones pasadas de línea, ella era MI amiga.
-¿Por qué esa cara compañera?- preguntó, con un gracioso tono de vaquera.
- Por nada.- Mentí. – Sólo me molestan un poco las pervertidas miradas de algunos tipos.- Dije, sin mirarla.
-No te hagas problema, no deberían molestarte, sólo un poco, ya que deberíamos empezar a cobrar.- Hizo una pausa y reí. - ¿Qué te parece 30$ los 10 segundos de mirada?
-¡Pucha! ¿Tan caras somos?- Sonreí.
- Y sí, ¿Cómo quieres que nos ganemos la vida? ¿Que alimentemos a nuestros hijos?- Chistó, siempre tan graciosa. – Con ti me haría una fortuna nena.-
Me ruboricé, y por suerte ya llegamos a la “oficina”. Era un edificio lleno de vidrios, sombrío y lúgubre, de gran tamaño. Ingresamos y Rocío se dirigió al ascensor, saludando a casi todo el personal del edificio, yo la seguí. En el ascensor hicimos caras raras en el espejo. Aún haciendo la cara más deforme se veía hermosa.
-Mi madre se llama Narcisa, pero digámosle Nancy.- Comentó mientras recorríamos el extenso pasillo. Llegamos al final y nos encontramos con una gran habitación de una mesa larga. Estaba lleno de personas sentadas y una mujer exponiendo. Supongo que estaba ocupada.
-Mierda, está en un Congreso, esperemos tomando algo. ¿Café o un chocolate caliente?- Dijo, torciendo la sonrisa, se veía hermosa.
- Prefiero un chocolate caliente, gracias.-
-De nada su majestad.- Bromeó, y comenzaba a preguntarme dónde había quedado su acento, típico de la realeza. Aunque así me gustaba más.
Una mujer que se acercó por detrás de nosotras interrumpió nuestra charla. Era alta, un cabello negro azabache largo, como el de su hija, grandes pero definidos labios, con ojos claros y grandes, haciendo conjunto con unas largas pestañas. Llevaba un vestido corto que resaltaba su figura, aunque sin perder elegancia. Yo diría unos 32 años, era muy guapa.
- Hola Roci.- Saludó amablemente, besándola en el cachete.
- Hola ma, lamento molestarte, vine con una amiga. Se llama Alex.-
Dirigió su mirada hacía mi y sonrió, saludándome como a su hija.
- ¿Y qué andaban haciendo por aquí?- Dijo, volteándose hacia Rocío.
-Pues te venía a preguntar si Ale se podía quedar a pasar la noche en casa.-
-Pues claro, yo pasaré la noche en el edificio, tengo mucho trabajo.- Y a continuación nos saludó y nos dirigimos a la puerta.
-¿Y qué te pareció mi madre? ¿Es digna de tu aprobación?- Chistó.
- Por ahora, sí.- Reímos al unísono.
- ¿Te apetece un helado?- Preguntó. – Andas muy flaca niña bonita.- Se plantó delante de mí y jugueteó con mi vientre, rió y la acusé de ser más flaca que yo, aunque perdí la guerra. Sus toques eran como colillas de cigarrillo en contacto con mi piel. Me gustaba.
- ¿Qué sabor es tu favorito?- Me interesé.
- El Alex me gusta, aunque esta vez pediré chocolate.- Qué chica graciosa.
- Yo pediré banana split.- Ignoré su indirecta.
Compramos los helados y nos dirigimos a una plaza cercana. Nos sentamos en un banco un poco apartado del gentío. Reímos y bromeamos un rato y jugamos a darnos helado en la boca con las cucharas. Todo iba bien hasta que anocheció y la lluvia nos tomó por sorpresa.
- ¡Mierda!- Exclamó. –Lave mi pelo apenas ayer.-
-Venga, es lluvia, no ácido.- Dicho esto tomé su mano y la invité a bailar bajo la lluvia. Mas tarde comenzó a soltarse y terminamos como dos locas bailando sin música bajo una tormenta. Jugamos un rato bajo la lluvia hasta que se nos hizo tarde en serio y caminamos todas mojadas hasta la casona de Rocío.
-Estamos locas.- Dijo seriamente.
Comenzamos a reír como si realmente lo fuéramos, hasta que el frío se apoderó de nosotras.
-Debemos quitarnos estas ropas mojadas, venga, yo te presto algún pijamita calentito.-
-Dios te bendiga.- Bromeé.
Nos dirigimos a empujones a su habitación, me ubiqué a un rincón esperando que me dé ropa calentita y seca. Pero para mi sorpresa, se dirigió hacia su armario, tomó un conjunto de ropa para dormir, se recogió el pelo y se quitó su remera. Yo no hacia más que observar con los ojos abiertos de par en par y sin respirar, ya que no podía. Hizo todo esto sin observarme a mí, como si yo no estuviera. Quedó completamente en ropa interior. Se podía apreciar el cuerpo perfecto de toda una adolescente desarrollada. Un vientre perfectamente plano, piernas perfectas y largas, con su pelo recogido dejando completamente su angelical cara al descubierto, con… bueno, sí. Miré sus senos. Eran de un tamaño perfecto, redondos y… Hermosos. Justo cuando yo miraba fijamente sus senos ella se cercioró de echarme una mirada. Me pilló in fraganti.
- Te estás congelando nena, venga, desvístete, somos dos mujeres, no tenemos nada que ocultar. Ya te alcanzo un conjunto de pijama.- Se dirigió al closet y me entregó el conjunto. Para entonces ya se cambió completamente. Caminó hacia la estufa y se paró a mirarme.
- Rápido que todavía tenemos toda una noche de fiesta.- Río.
Completamente ruborizada, y todavía sin emitir una palabra, tomé mi remera para quitármela, y aún tenía la incómoda mirada de las claras pupilas de Rocío. Me la quité, tapando mi ropa interior con mi brazo, y a continuación el mojado jean, teniendo obligatoriamente que usar las dos manos para sacar la apretada tela, quedando completamente en ropa interior. La mirada de Rocío me observó de pies a cabeza. Se acercó lentamente, manteniendo fija su mirada en mis ojos, como pidiéndome permiso con la mirada, permiso para tocarme.
- Te estás congelando pendeja.- me rodeó con sus brazos y me acarició con su ya seco cuerpo. Me tomó de la cintura, quedando de frente a mí, y me susurró.
- Sos linda hija de puta.- No pude evitar soltar una risita, mas por vergüenza que por otra cosa. Deslizó su mirada hacia mis labios y se acercó. Mi corazón se paralizó, ya no podía moverme. Ella tenía el control. A escasos centímetros del contacto de nuestros labios, bajó hacía mi cuello y aspiró profundamente, como si de un frasco de perfume se tratara. Me sentía totalmente indefensa ante su atrevimiento, pero… me gustaba, es decir, ¿Y por qué no?
-Rápido, cámbiate.- Se alejó de mí y volvió a su lugar inicial, la estufa. Se paró ahí a observarme.
Tomé el pijama en mis manos y comencé a vestirme, sin echar antes pequeñas miradas a Rocío, que yo apartaba rápidamente.
-Traeré algo de tomar, ya vengo, no me extrañes.- Dijo, y solté una risita producto de mi vergüenza, echándome una última mirada y retirándose por la puerta. Respiré aliviada. ¿Qué me estaba pasando? No lo sé, solamente tenía ganas de que me bese, solamente estaba segura de que si volvía a acercar sus labios los besaría, aunque esté mal solo lo haría, quería sentir el sabor de ella, quería saborearla en todo su ser, sentir el calor de su cuerpo y sus caricias. Quería que ella bese mi cuello y juegue a tomarme en sus garras de nuevo. Aunque esta vez no me resistiría.
-¿Estabas pensando en mí cierto?- Dijo esto y me tendió un vaso de jugo.
- ¿Sos adivina o qué?- Bromeé, aunque con algo de otra intención además de bromear.
Se sentó en su cama y sacó de su bolsillo una pequeña bolsa, de la cual sacó un cigarrillo. ¿Un cigarrillo? Sí, esta chica cada vez traía más sorpresa.
- Sssh, es un secreto.- Susurró. - ¿Fumaste alguna vez?-
- Eh, no.- Contesté interesada.
-Toma uno y prueba.-
No me parecía convincente en una primera instancia pero… ¿Por qué no?
Tomé un cigarrillo con los labios y me incliné a que Rocío lo prenda con el encendedor. Una vez encendido lo probé por primera vez. Qué placentero , me gusta.
Se levantó de su cama y puso algo de música, algo tranquilo, pero era una melodía sensual. Volvió a sentarse en la cama y prendió un cigarrillo, comenzó a fumar y se la veía relajada. Tomé mi lugar en una silla a ruedas que estaba en su escritorio y me acerqué divertidamente a su lado.
- ¿Te gustaría tomar algo mas fuerte?- Preguntó en un tono algo seductor.
-¿Fuerte? ¿Tienes alcohol en tu casa?- Esta chica es más viva de lo que pensaba.
- Yo no dije que tenía, pero si insistes.- Dicho esto se dirigió a una mini heladera del costado de su cama, de la cual tomó en sus manos una especie de licor de melón, la cual sirvió en unos cómodos vasos. Me entregó uno y me sirvió la bebida, sin apartar su mirada de mis ojos. El ambiente estaba tomando otra temperatura. Tomé del vaso, muy agradable, muy buen sabor.
- Amiga, me estás haciendo hacer cosas que no debería hacer.- Dije, graciosa.
-Ah, ¿Tu dices?- Preguntó con una mirada muy atrevida, dejó su vaso en el piso y apagó su cigarrillo en un cenicero que ni sabía que estaba ahí, tomó mi silla y la acercó a la cama, se inclinó hacia mí tomando mí cara entre sus manos, y deslizando su mirada desde mis ojos hacia mis labios, devuelta.
- ¿Esto dices que debería hacerlo?-
- No sé si está bien.- Dije nerviosa.
-¿Tú dices que está prohibido?-
Comencé a sentir cosquillas en mi entrepierna. Por dios, me estaba… ¿Excitando? No lo sé, ni me importa. Sólo quería besarla y hacerla mía.
-En ninguna parte de la Constitución Nacional Argentina dice que esté prohibido.- Contesté, animándome por fin a algo más.
- Ah, ¿Sí? Entonces, lo que no está prohibido, está permitido.- Dijo esto, acercándose más, y soltando una risita pícara a escasos centímetros del contacto de nuestros labios.
- Mientras que no me asesines.- Dije esto, y me acerqué con la intención de romper la distancia de nuestras bocas, pero al acercarme ella rió suavemente de nuevo., alejándose y se arrojó a la cama, estirándose y cruzándose de piernas. Tomó nuevamente un cigarrillo y dio largas bocanadas de humo, tomando un sorbo del licor.
No me quedó otra que tomar nuevamente mi cigarrillo y saborear el licor, en vez de a ella. La miré aunque esta vez ella era indiferente. Esta chica si que es mala.
-¿Quieres mirar una película, nena atrevida?- Dijo, llenando al tope nuevamente el vaso de licor, esta niña estaba cruzando la línea.
-Depende cual.- Dije indiferente, aunque fallé.
- ¿Qué te parece algo de terror? Así te abrazo y tendrás que dormir a mi lado porque tendré miedo.- Susurró, extremadamente sensual. Si me vuelve a hablar así, pronto iba a asesinarme enserio.
- Me gusta la idea.- Comenté, seria.
- ¿Te dijeron alguna vez que sos medio atrevida?- Dijo mirando fijamente y aspirando de su cigarrillo.
- Sí, me lo acaba de decir alguien con ganas de algo más que mirar una película.- Me estaba pasando, pero qué va, el alcohol me anima a hacer otras cosas.
- Creo que lo que menos vamos a hacer es ver la película.- Se dirigió a la puerta y me señaló con el dedo que la siga. Nos dirigimos a otra habitación, una más grande, con una cama matrimonial en el medio. Supongo que era la habitación de la madre.
-Mi madre no va a venir esta noche, como siempre.- Entramos a la habitación sin prender la luz, lo que le dio oportunidad nalguearme. Prendió la luz, me guiñó un ojo e introdujo el CD en el DVD de la pantalla gigante que tenía su madre en la habitación. Se retiró nuevamente de la habitación. ¡Por dios! Voy a morir, ¡Voy a morir! Voy a arrancarle un labio de la boca si sigue así de egoísta. Volvió con dos botellas de cerveza en mano y otra caja de cigarrillos, esta vez, de menta. Se recostó cómodamente en la cama, otra vez como si yo no estuviera, tomó el control y… la película está por comenzar.
- No te quedes ahí parada, ven que hace frío.-
Seguí su voz como un vagabundo huele comida, y me acomodé a su lado. Tomé un cigarrillo y Rocío me alcanzó una cerveza. La película comenzó con esas músicas frías y oscuras. Ya era como la segunda botella que Rocío se acababa. Esto se estaba yendo fuera de control.
- Vas a terminar vomitándote si no paras de tomar.- Dije seriamente. Rocío hizo caso omiso de mis palabras.
- Mmm…- Soltó un gemido, sí, la hija de puta soltó un gemido que casi me hace saltar encima de ella.- Qué fea música, me da miedo.- Se acurrucó ubicando una pierna arriba mío y rodeándome con un brazo, apoyando su cabeza en mi pecho.
La película transcurrió normalmente, era más de comedia que de terror pero que va, no le presté atención, sólo mi cerebro permitía escuchar la respiración de Rocío y sus gemidos que, obviamente, emitía a propósito. Acomodó su brazo para mis caderas y sin querer rozó mis pechos.
- Mmm…- Soltó otro puto gemido. – Perdóname nena, me tenté.-
-El perdóname estuvo de más.- Dije, indiferente.
El film, continuaba, y solamente acababa de comenzar. Rocío bostezó y simulando acomodarse se acostó arriba mío, abriendo sus piernas al costado de mi cadera, con sus brazos a los costados, apoyando su cuerpo totalmente en el mío y su cabeza al costado de la mía.
-¿Estás cómoda arriba mío?- Pregunté curiosa.
No respondió, suspiró. Levantó su cabeza nuevamente para coger la cerveza, darle un largo sorbo y aspirar del cigarrillo, seguido esto levantó su cuerpo pero quedó sentada todavía en mis caderas. Dio dos pequeños saltos arriba mío que movieron la cama, y eso me excitó de sobremanera. Creo que lo notó y rió silenciosamente. Volvió a recostarse pero esta vez tomó mi cuello en sus manos y lo besó suavemente, dando pequeños mordiscos y contacto con su lengua. Mis manos y todo mi cuerpo permanecieron quietos. Ya no podía resistir más. Gemí.
- Mal educada, esos ruidos no se hacen.- Susurró entre risas. Besó nuevamente mi cuello y lo mordió, excitándome tremendamente.
- Pendeja maleducada, ¿Besaste alguna vez a una chica?-
-No, menos a una vampira.-
Rió picadamente y comenzó a mover sus caderas circularmente, dejé escapar un largo suspiro. Ella arqueó su espalda y rió, mordiendo sus labios.
Se detuvo, besó mi cachete derecho y se levantó de la cama. Seguido apagó la luz. Ya no podía ver una mierda, menos que hace un rato, y eso que estaba totalmente cegada. Comenzó a escucharse música, algo de Rock, supongo que de la película. Volví a sentir a Rocío cerca, trepó la cama y nuevamente se sentó arriba mío.
- ¿Quieres que te bese?- Dijo entre risitas.
- Bésame carajo.- Ya no podía resistir más, y que ella esté arriba mío no me permitía movilidad alguna. Igual tampoco quería quitármela de encima.
En lugar de hacer eso, tomó mi remera y comenzó a quitármela, la dejó al nivel de mi pecho y comenzó a besar todo mi vientre, hasta quitar mi remera completamente. Volvió a oler como si de una rosa se tratara y dio una especie de mordisco a mi pecho derecho, cubierto aún por el sostén, que casi me hace explotar. Volví a gemir. Se rió. Volvió a atacar mi cuello con sensuales besos mientras que movía sus caderas al ritmo de la música. Ya no podía disimular mi acelerada respiración. Deslizó sus manos hacia mi espalda y desabrochó mi sostén. Sí, lo hizo. Lo retiró tirándolo lejos de la cama y observó mis senos por 3 segundos. Luego posó sus manos en ellos y volvió mi cuello. Realizó unos masajes en mis pezones que me dejaron sin movilidad, más que gemir. Volvió a mis pechos pero esta vez creo que me sonrió y comenzó a succionar de uno de mis pezones, dando masajes con su lengua y al otro pezón lo masajeaba con su mano desocupada. Todo esto sin dejar de mover su cadera. Se entretuvo en mi pecho un buen rato hasta que rozó mi boca con sus labios, detuvo todo movimiento y volvió a preguntarme:
-¿Quieres que te bese?-
No contesté, no podía, y rió picadamente. En lugar de hacer eso se acercó a mí, tomó mi pantalón e introdujo una mano dentro, hecho esto dirigió sus caricias a mi cuello, y comenzó a masajearme circularmente por arriba de mi ropa interior. Gemí jodidamente con el contacto de su mano.
- ¿Te gusta? Mira que con lo que te voy a hacer esto solo te tendría que dar cosquillas.
Retiró su mano de mi pantalón y se las arregló para quitármelo completamente, dejándome en bragas. Comencé a desear sus senos, sentir la desnudez de su cuerpo, pero no me atrevía, no todavía.
-Mmm…- Gimió. – Qué piba atrevida.-
Volví a pensar que tenía poderes mentales y que leía mis pensamientos. De la excitación comencé a hacer presión con mis caderas en las de ella, simulando tener sexo con ella.
-Amm…Me gusta.-
Arqueó su cuerpo y posó sus manos en la cama para sostenerse, e inició unos rítmicos movimientos de cadera. El ambiente estaba a una temperatura inexplicable, pero mi cuerpo superaba el calor del fuego. Estaba desnudándome frente a una mujer y teniendo contacto físico con una, pero no cualquier mujer, con Rocío. Estaba haciendo algo que no tenía en mis planes hasta que la conocí, hasta que me sedució sin piedad, he perdido el control de toda la situación en la que ella estuviera involucrada, su imagen corrompía todos mis pensamientos. Raramente un chico lograba atraerme, y las dudas sobre mi sexualidad siempre estuvieron presentes, aunque me dolía pensar que debía aceptar si una chica me gustaba, que quería besarla, y no contraponerme a mis ideas pensando solamente que era una forma de admirar la belleza femenina. No, estaba equivocada. Los pensamientos religiosos de mis padres siempre me atormentaron, haciéndome doler aún más. Era mi primera vez con una chica, con Rocío, mis dudas se saciaron y aclararon con el contacto de su piel con la mía, sí… lo acepto, y me gustaba.
-Me gustas Ale, desde la primera vez que te vi quise follarte.- Dijo esto y rió descaradamente. Sí, me ruboricé pero gracias a la oscuridad no lo notó. Mi vergüenza no me permitió articular palabra, otra maldita vez.
-Eres sensual Alex, mierda- Balbuceó y retornó a sus caricias, pero esta vez debajo de la ropa interior. Esta vez fueron más intensas y profundas. Acercó su cara a la mía y volvió a preguntarme:
-¿Quieres que te bese, bonita? - Otra vez no contesté, simuló una mordida a centímetros de mi cara sin contacto, y me realizó un beso francés, es decir, golpeó suavemente su nariz con la mía varias veces. Mi vergüenza no me permitía tomar su cara y sus cabellos para besarla profundamente, comenzaba a desesperarme, pero… no me animaba. El baile de caricias en mi entrepierna era inexplicable, comencé a retorcerme en la cama y a respirar fuertemente, y Rocío acercó más su cara a la mía y a corta cercanía de mi boca comenzó a gemir y su caliente aliento golpeaba mis labios, pero aún así, no me besó, así que rompí los lazos de vergüenza que me amarraban y acerqué mis labios a los de la muchacha, pero para gracia de ella se corrió a un lado, besándome el cachete izquierdo y descendiendo más hasta toparse con mi oreja, la cual acarició en el punto clave, haciendo aumentar mis latidos de sobremanera.
Una luz comenzó a asomarse por el ventanal de la habitación que llamó nuestra atención, junto con ruidos de vehículo, haciendo que las dos cesemos todo movimiento.
-Mi madre.- Dijo con tono furioso, besó mi cachete derecho y se quitó de encima mío, tomó mi sostén e hizo señales para que me levante de la cama, se acercó a mí y me acomodó el sostén para luego abrocharlo por la espalda, luego tomó mi remera, la cual también me vistió ella, los latidos de mi corazón seguían a su mismo ritmo. Me nalgueó y me susurró que me dirija a su habitación, la luz continuaba apagada así que media mareada logré cumplir su requisito. Una vez allí me quedé parada en la puerta, sí, una estúpida. La vergüenza continuaba en mí, aunque no me arrepentía de nada. Luego de unos minutos se oyó el ruido de la puerta principal, y Rocío ingresó en la habitación con las botellas y los cigarrillos, los cuales descartó o guardó en su mini-refrigerador. Tomó un perfume y se roció el cuerpo, haciendo lo mismo conmigo. Me empujó suavemente hacia la cama, cerró la puerta y apagó las luces, para luego acostarse a mi lado y taparnos con las sábanas. Los ruidos de los tacos de la madre comenzaban a oírse de la escalera, lo que nos hizo quedarnos quietas, yo me estremecí, con miedo a que haya visto algo.
- ¿Sabes algo?- Susurró en mi oído. – No tengas tanta vergüenza y remordimiento, sólo ten en cuenta que debes enamorarte del alma de una persona, y no de su sexo.- No contesté, pero esas palabras dieron paso a pensar, ella tenía toda la razón. Pero aún no podía remover de mis pensamientos que algo andaba mal, ¿Qué dirían mis padres, mis amigas y todo mí alrededor? No podían saberlo, no podrían saber que me gusta una chica, ¿Qué hago ahora? No puedo negar un sentimiento, una necesidad.
Mi cuerpo comenzó a tranquilizarse, me acomodé en la cama dispuesta a buscar el sueño, ubicándome de costado, dándole oportunidad a Rocío de que me abrace. Sentía su respiración en mi cuello, lo cual me puso de piel de gallina. No sé muy bien lo que pasó esta noche, de hecho sí, y quería que se repita, aunque lo haya negado en mis pensamientos.