Y pensé que mi mujer era una mojigata 2

Ya pasaron varios meses de mi primer relato, por fin les evio el segundo. las cosas van de mal en peor....

Voy a empezar por lo bueno, en el momento en que empiezo mi relato estoy detrás de unos condominios o ‘town houses’ escondido detrás de un árbol viendo directamente a mi mujer y su amante, ella sentada en el sofá, el frente a ella sobre la mesita de centro conversando animadamente. Luego de unos minutos, mi mujer comenzó a asentir que sí, y él preguntó varias veces y ella repitió que si. Se levantó él y preguntó una última vez, con las manos remarcando su pregunta a lo que ella dio un rotundo si reiterando con dos movimientos de la cabeza. El entonces se le acercó y la besó en los labios. Ya eso fue todo, pensé, pues el rubio se puso al teléfono mientras iba a la cocina por dos cervezas. El primer piso es solamente la sala y la cocina, y al fondo se ve la puerta al garaje. La pared de atrás, es prácticamente hecha de cristal, con una puerta corrediza, también de cristal, A mi derecha el bosque continua rodeando la casa, y está dividida de la casa de la izquierda por una barda alta de ocho pies que sale hasta casi unos veinte pies definiendo con efectividad los traspatios. La barda es efectiva, pues el vecino tiene que salir y rodear la pared para poder espiar, como yo, excepto que como no vivo en esta comunidad me las ingenié para poder colarme y luego tuve que caminar algo para llegar a mi escondite, no sin antes pasar por entre la hiedra venenosa, arbustos con espinas, y pelearme con los mosquitos hijos de puta que no me dejaban en paz.

De esto hace tres semanas, todo comenzó cuando estaba yo en un restaurante, después del trabajo, con un amigo de la oficina. Todo estaba bien hasta que vi al rubio. No había duda, era el amante de mi mujer y estaba sentado con otras dos personas. Por suerte que estaban a dos mesas de nosotros y pude escuchar a uno de sus amigos cuando se despedía diciendo que se verían mas tarde a eso de las siete. Mi amigo se despidió diciendo que tenía que regresar a la oficina. Yo dije que me iría a casa. Me salí detrás del rubio, que luego supe se llama Paúl, y lo seguí hasta su casa, una comunidad de condominios cerrada. Los condominios son de tres pisos, y de seis u ocho unidades por edificio. La unidad de Paúl esta al final y aunque tiene vecino por la derecha, está bastante aislada del resto del complejo ya que como dije, está al final del mismo, rodeada por el bosque.

Pues ahí estaba yo, por suerte estaba anocheciendo, y yo estaba vestido de negro. No que anduviera en uniforme de soldado, solo que por una razón u otra se me ocurrió vestirme de negro. Los putos mosquitos estaban batallando al principio, pero llegué a sentir uno o dos piquetes en las piernas a través del pantalón. Lo que me importó un bledo. Pues parecía que la función iba a empezar. Mi mujer se levantó a ver hacia fuera y pensé que me había descubierto, pensé que estaba viendo directamente hacia mí. Pero luego llegó el rubio por detrás besándole el cuello ofreciéndole la cerveza. Ella le dio un par de tragos y la puso sobre la mesita y se entregó por completo a los brazos de él. Se besaron apasionadamente mientras Paúl le quitaba la ropa. Puta, un pulpo le queda corto a este cabrón, las manos le volaban de la espalda a las nalgas y luego las tetas y después a las piernas y de regreso a la espalda. Mi mujer le sobaba el paquete mientras, poniéndoselo duro.

Ya pasaron varios meses desde que me decidí a escribir mi primer relato. Mi mujer, pensé, que era una mojigata y la sorprendí con este rubio en mi casa. Puse cámaras, pero hasta ahora la puta no ha hecho nada ahí. Yo sé que esta puteando con el rubio, y es que esas cosas se saben. En un matrimonio como el nuestro hay poco lugar para mentiras. Creo ella se piensa impune y no sabe que ya fue descubierta. Pues aquí la tengo, dejándose desnudar por este carbón y agarrándole la verga. No hacia nada en casa para evitar problemas y mejor se iba a casa de Paúl. Paúl le logró quitar la blusa dejando las tetas al aire libre, quiso seguir con la falda, pero mi mujer estaba interesada en otra cosa: se arrodilló frente a el, desabrochando el pantalón, liberando las ocho pulgadas de verga dura. De suerte que estaba en un buen ángulo y podía ver bien como entraba y salía el tremendo animalón por entre los labios de mi mujer. Ahora si se pone bien el asunto… Y yo me estaba poniendo duro.

Desde que escribí la primera historia anduve viendo en una tienda de aparatos y artilugios para espiar. Aptamente nombrada la tienda: ‘The Spy Store’, La tienda del espía. Y anduve viendo lo último en cámaras y video grabadoras. La que me llamó la atención fue un modelo que graba a disco duro pero el precio me enfrió. Luego de hacer un par de preguntas, el ex militar y dependiente dedujo que se trataba de un caso de problemas matrimoniales. Le dije que efectivamente, había yo sorprendido in fraganti a mi mujer con otro. Y quería recopilar evidencia contra ella antes de pedirle el divorcio. Lo que me dijo luego me dejó helado

Paúl tuvo que despegarla, la puso de pie y terminó de desnudarla. Algo nervioso pensando que alguien iba a descubrirlos, vi a mi izquierda a ver si algún vecino venía, pero no, nadie se percataba del cuerpazo desnudo de mi mujer y la agasajada que le estaban dando.

Decía que me quedé helado porque cada estado tiene sus propias reglas respecto al matrimonio. Aquí en la Florida las leyes juntan el valor de los dos en la pareja, ya sea propiedades o dinero en efectivo, cuentas de banco, de pensiones, lo dividen a la mitad… Y mitad para ella y mitad para él. Sin importar quién tenga culpa, o quien sea infiel. Me dejó atónito. Si me pudiera ver yo la cara, me hubiera visto muy estúpido. No vale la pena entonces hacer guerra y tomar la cosas a la mala. Lo único que podría hacer es pelear por la custodia de los niños y haber si la hago que pague por ellos.

Bueno. ¿Que jodidos se le puede hacer? Desalentado por esas malas noticias, deje de tratar de grabarla y seguí con mi vida lo mejor que pude. Las cosas en casa no iban de mal en peor, pero tampoco en mejora, estaba estancada la cosa. Los niños, ya casi adultos, mi niña de diez y ocho y el de quince, creo no se dan cuenta de la situación. Yo me comporto como si todo estuviera bien y ella parece distante. No se si es remordimiento o simplemente busca la salida para acabar ya con todo. Decidí enfrentarla y le pregunté si sentía mal, que podría confiar en mí. Dijo que no había nada y que era mi imaginación.

Pero los putos mosquitos no son mi imaginación. Me estaban comiendo vivo y aquí estoy parado, al anochecer, viendo como la desnudan y como le chupa la verga a Paúl. Y para acabarla de joder, yo también la tenía parada, calentándome viendo a mi mujer con otro.

Si la saco y me la jalo, de seguro los mosquitos se aprovechan, pero la verdad me importo poco y me empecé a jalar. Ya caída la noche, me envalentoné y me acerqué a la casa esperando que no hubiera luces con sensores de movimiento. Creo Paúl no ha tenido problemas en esta vecindad y no se preocupa con alarmas o con dichas luces activadas por sensores. Pues estaba a menos de diez pies de la acción. Paúl estaba de rodillas frente a ella, la tenía sobre el sofá, boca arriba con la piernas abiertas y metiéndosela, despacio, entraban las ocho pulgadas hasta la base, luego la sacaba, completamente para volver a arremeter. Mientras le sobaba las nalgas, las piernas, las tetas. Se levantó del suelo alfombrado y se sentó a un lado de ella. Quería, me imagino por la postura de sus brazos que se sentara sobre el, pero la puta de mi mujer se arrodilló frente a el para mamársela mas. Cosa que no pude ver bien por el ángulo en que estaba. Pero es obvio que tiene ese pedazo de verga en la boca cuando la cabeza sube y baja. Y mas obvio cuando los ojos de Paúl se ponen en blanco. Abrupto, el rubio se levantó y se la jaló llenándole la boca y algo en la cara, de leche. Pero la puta siguió chupando y lo mantuvo duro. Se quiso subirse a las piernas, pero Paúl ahora tenía otras ideas. La puso boca abajo doblada sobre el sofá, se puso de rodillas detrás de ella y comenzó con una follada bestial que la mantuvo con la cara sumida entre los cojines del sofá. Diez minutos metiendo y sacando salvajemente.

Luego la puso en el piso y se echó sobre ella, otros tantos minutos para terminar chorreándose dentro de ella. Mi mujer mientras tenía una pierna en el sofá, la otra sobre la mesita de centro.

La sorpresa de la noche fue cuando Paúl se levantó, dejando a mi mujer sobre la alfombra, ¡para ser reemplazado por el amigo del restaurante! El tipo había quedado de venir a follarse a mi mujer.

Mi mujer se incorporó sentándose al pie del sofá. El tipo se veía inseguro y no supo mas que saludar a con un apretón de manos y sentándose en el mimo sofá con ella pero al otro extremo. Paúl seguía desnudo y se había sentado en un sillón al lado de los dos. La verdad pues no supe que decían, pero a los pocos minutos el recién llegado se levantó para bajarse los pantalones y mostrar a mi mujer una polla grande, no tanto como la de Paúl, pero gruesa. Mi mujer se le acercó, y abrió la boca para chuparla. Y empieza de nuevo el reventón. El nuevo amante, el que ahora se cita con mi mujer una vez por semana, es un tipo de corte italiano. Pelo castaño, alto, no está muy fornido pero se ve que está en buena condición física. Aunque no tan grande como Paúl, la hizo gritar como la zorra que es. Paúl se había salido de la casa para dejarlos solos. Y yo tuve que chorrearme puñeteándome echando mi semen contra la pared. Ya no podía más. Pensé en quedarme y esperarla afuera, pero la verdad no se como encararla.

Para estas fechas, estoy mas dispuesto a seguir espiándola que terminar con el asunto. Me he puesto a pensar que como alguna vez dijo Pablo Picazo sobre su joven esposa, prefiero tener un pastel y compartirlo…. ¿Pero como le digo?

Me regresé a casa, y me senté a ver TV. Ella llegó a eso de la diez de la noche. Se sentó a mi lado, me besó las labios y me preguntó: ¿Te gustó la función?