Y llegó el día (Parte I)

Dominación, abuso, fetichismo, exhibicionismo y degradación de mi propiedad en una noche magnífica… Primera parte.

Te maquillas como tu propietario te ha ordenado. Te gusta que te permita ponerte guapa. Sabes la razón. Cuando te permite abusar del rimmel es porque va a exhibirte. Y te encanta saborear esos momentos previos…

— Es la hora objeto. Acaba ya.

Mi voz es un detonante. Sería. Grave y profunda. Irrespetuosa pero cercana. Ese tono firme te pone en alerta y te recuerda que la desobediencia puede convertir toda la diversión en dolor, así que asientes y sales del baño casi al instante.

— Preparada y ansiosa. Cuando usted quiera…

Vistes como las instrucciones del día anterior exigían: vestido verde oscuro, de tela suave, con un escote lo suficiente poco provocativo para no llamar la atención sobre tus tetas, pero lo suficientemente practico para que pueda sacártelas con un solo movimiento de mis manos, sin pendientes ni medias, unas bragas nuevas blancas de algodón, lisas, compradas para la ocasión (junto a otras iguales, pero negras, que llevas en el bolso de repuesto como te ordené, porque sabes que esas no volverán, algún desconocido (o desconocida...) se las llevará para su uso y disfrute personal…), y zapatillas blancas de deporte de loneta.

Estas perfecta. Mi mirada te hace sentir dispuesta.

Te empujo hacia la puerta.

— Vamos zorra, no perdamos más tiempo.

Y salimos a la calle donde un taxi nos espera.

Nos montamos y me oyes decirle al taxista nuestro destino.

Tal y como te dije en tus instrucciones, te sientas más en el centro que en el lateral, abres las piernas y miras por la ventana. Le das al conductor una vista total de tus bragas, pero no puedes mirar si el se deleita con ello, no puedes saber ni siquiera si lo hará. Tu objetivo es comportarte como un animal y servir para que otros obtengan placer sexual contigo, ya sea directa o indirectamente. Oyes como hablo con el conductor de trivialidades, nos oyes hablar, pero no escuchas lo que decimos, no es importante. Sigues mirando las luces de la calle pasar, pero tampoco las prestas mucha atención. Llevas un par de dedos a tu boca y empiezas a lamerlos despacio. La situación ha empezado a ponerte cachonda, y necesitas sentir algo en la boca estando expuesta ante el primer desconocido de la noche. Mientras lames tus dedos, notas como tus caderas empiezan a moverse despacio adelante y atrás. Tu cuerpo está más ansioso que tu incluso y no intentas disimularlo. Sientes el roce del asiento del coche y con eso te vale para sentirte más cerda aún. Notas que te miro de vez en cuando porque sientes el calor de mi mirada en tu boca. Lo notas intensamente. Salivas cada vez más. Notas tus babas empezar a resbalar por tu muñeca. Pero no por eso paras por supuesto. Tienes orden de seguir hasta que lleguemos a nuestro destino.

Y de repente el coche se detiene.

— Sal del coche y espera fuera.

Sales del trance y, inmediatamente después, también del coche. Cierras la puerta y esperas a que pague al taxista. Estas de pie, con los brazos relajados al lado de tus piernas, esperando, notando como tú mano izq está empapada y gotea tu saliva desde la punta de tus dedos hasta la acera...

Frente a ti, está una puerta discreta y oscura. Pone algo encima, pero no te entretienes en leer lo que dice. Cierras los ojos y notas el frío en tus piernas desnudas. Y en tu mano izquierda. Ese frío te recuerda que las babas de tu mano tienen un efecto embriagadoramente delicioso. Sabes que te esperan unas horas de uso y notas tu boca salivar más aún...

Por fin salgo del coche. Te agarro del cuello y me acerco a tu oído para hablarte:

— Mientras pagaba al taxista, le he preguntado si le habían gustado tus bragas, y me ha dicho que no ha podido disfrutar contemplándolas porque tenía que conducir, así que me ha dado su teléfono para que le llamemos cuando acabemos aquí. He negociado con el que la vuelta a casa la cambiaremos por un buen espectáculo de ellas, y que al finalizar la carrera, se las podrá llevar de recuerdo...

Asientes con la respiración acelerada.

— Porque asientes zorra? Te parecía que te estaba preguntando? Jajajajaja! Te informaba puta, solo te informaba...

Vuelves a asentir en silencio. Tu respiración se acelera aún más...

Nos acercamos a la puerta, te llevo cogida del cuello todavía, notas que te freno justo en la puerta...

— Espera, abre la boca...

Te das la vuelta para mirarme y obedecer. Saco de tu bolso la gag ball negra con agujeros. Sabes que si he elegido la de agujeros es porque vas a llevarla puesta bastante tiempo y me preocupo por que puedas respirar. O porque los agujeros dejan que la saliva te caiga más fácilmente de tu boca tapada. Ni lo sabes ni te importa...

— Muy bien juguetito, esta noche vas a hacer que me sienta orgulloso de mi propiedad. No estás aquí para disfrutar. Estás aquí para que yo disfruté usándote. Como y con quien decida. Entendido puta?

Asientes. Notas la mandíbula haciendo fuerza por la goma de la bola y respiras por la nariz con dificultad...

— Perfecto objeto...

Te das la vuelta para abrir la puerta y entrar pero te agarro de la cara y te paro.

— No receptáculo. La bola no es suficiente para que los que te vean sepan que eres un objeto sexual. No. Yo entraré andando, y tú irás detrás de mi a cuatro patas. Eres un animal y así te vas a comportar...

Cuando empiezas a agacharte para ponerte de rodillas en el suelo, te freno poniéndote la mano en la barbilla. Levantas la mirada del suelo y me miras. Te sonrío. Pero mi mirada no se corresponde con una sonrisa. Y al momento sabes la razón...

Te escupo en la cara. Notas mi saliva resbalar por la bola y caer por tu barbilla mientras te miro. Notas la presión de la situación. Estamos en la puerta pero no hemos entrado todavía. Estamos en la calle. Pero aguantas estoicamente.

— Ahora si zorra, al suelo...

Es muy degradante. Mientras te agachas ves que mi saliva te ha caído en el vestido. Eso te vuelve a hacer entrar en trance. Piensas en la situación que está a punto de ocurrir. Y desconectas. Es involuntario. Casi un mecanismo reflejo de defensa contra la vergüenza y la humillación. No piensas. Obedeces.

Entras gateando detrás de mi. Notas la aspereza del suelo del sitio. Está sucio y te clavas pequeñas piedrecitas en las rodillas al gatear. Miras mis pies para saber por donde debes ir. Ves que gotas de saliva van cayendo de tu boca al suelo cada pocos segundos. Te estarán mirando? Cuanta gente hay dentro? La música es tranquila y además está muy baja de volumen. Eso te inquieta. Sigues gateando hasta que llegamos a una mesa con sillas. Lo sabes porque ves las patas. Esta oscuro, pero no lo suficiente para albergar la esperanza de que no te hayan visto entrar así...

Ves como me siento en una silla. Ves los pies de un camarero. Oyes como pido una copa. Sigues mirando al suelo. A cuatro patas. El camino hasta aquí desde la puerta te ha hecho descubrir que tienes el coño palpitante y húmedo…

— Postura de exhibición puta. Deja que vean la mercancía. A ver cuánto tardamos en entablar contacto con alguien...

Te incorporas para quedarte sentada sobre tus pies, con las piernas abiertas, y las manos encima de los muslos con las palmas hacia arriba. Te fijas a tu alrededor. Es una especie de bar, más oscuro que un bar normal, la decoración es fea, vulgar, mucho estampado rojo oscuro y negro, y luces tenues, tanto en la barra como en las mesas del local. Habrá unas 20 o 25 personas. Ves a unos diez tíos solos, unas cuantas parejas y un par de grupos de 3 o 4 personas. Algunos te miran y hablan entre ellos antes de sonreír maliciosamente. Te incomoda. Pero la situación te excita sobremanera y aguantas las miradas de los salidos que se tocan el paquete mientras te miran. Notas como tu escote esta llenándose de la saliva que resbala por la gagball y cae en tu pecho, mojándote el vestido...

— Hay que ver que desconsiderado que soy... Puta, sácate las tetas ahora mismo...

Las palabras te hielan la sangre. Ya es bastante humillante estar así de expuesta, y ya te miran con suficiente hambre todos los que tienes cerca, como para darles más razones...

Ante tu duda, te agarro del cuello y con la otra mano te las saco del vestido, sin cuidado, solo sacando la mercancía del paquete. Te escupo en las tetas y te doy una bofetada en una de ellas, salpicándote la cara con la saliva que había en tu piel. Ahogas un gemido de dolor. La gagball tiene muchas funciones y, sin duda, está es una de ellas...

— Mejor así agujero, mucho mejor así...

Y esperas pacientemente, mientras notas las tetas frías, húmedas y enrojecidas de la ostia.

Poco después, una de las parejas que estaba no muy lejos se acerca hasta nuestra mesa.

— Hola, enhorabuena amigo, tienes a tu puta muy bien enseñada... te importa si nos sentamos con vosotros?

Deben tener alrededor de 32-35 años más o menos. El es alto y corpulento. Rubio y con barba de varios días. Ella tiene el pelo corto moreno y lleva un collar en el que se puede leer "choke me" en dorado. Vulgar. Vestida con una minifalda y zapatos rojos de tacón. Predeciblemente vulgar...

— Hola... Tu si, tu puta no. Si quiere que esté en el suelo como la mía...

— Me parece lo más correcto... putita, de rodillas y calladita. Vamos! No tengo todo el día joder!

Y la empuja para arrodillarla. Queda justo frente a ti. Te mira. Para ti no es más que otro objeto sexual. No te llega ni a la suela de las zapatillas, pero también pertenece a alguien. Y eso lo respetas. A ella no por supuesto...

— Me llamo Elías. Mi zorra se llama Shane. Saluda a tu homóloga perra...

Se lleva una mano a sus bragas y se mete tres dedos en el coño...

Me oyes decir:

— Objeto, abre la boca y sé educada...

Te quito la gagball de un tirón. Te duele la mandíbula de aguantar con la boca abierta, pero obedeces y la dejas así...

— Elías, dile a tu perra que le meta los dedos en la garganta a mi propiedad y los deje ahí pase lo que pase hasta que le diga que los saque...

— Has oído Shane? Vamos, hazlo...

Sin rechistar, saca los dedos de su coño y los mete de un golpe en tu boca. Notas el sabor ácido del coño de esa desconocida en el fondo de tu garganta y notas una arcada. Shane nota que son sus dedos quienes provocan esa arcada y mira a su dueño esperando que le diga que los saque, pero Elías no pestañea si quiera. Tus ojos se humedecen. Notas otra arcada más. Y otra. Shane quiere sacar la mano, pero yo se la sujeto para que no pueda hacerlo...

— Todavía no. Mi propiedad puede y debe aguantar bastante más que esto. Continúa...

Y Shane te mira intentando pedir perdón con la mirada. Pero tú aguantas mientras las lagrimas recorren tus mejillas del esfuerzo. Esa puta te las va a pagar. Quizá no sea su culpa, pero es ella quien va a sufrir las consecuencias…

Continuará…