Y la vida siguió

La primera relación después de mi ex gracias a internet.

Que grande es el mundo y que pequeño parece a través de Internet. Los sitios más lejanos los tienes a golpe de clic y las diferencias ni se notan, Es un remedio imaginativo a la soledad. Una vez que te conectas sabes que, en ese mismo instante, millones de personas lo están también.

Por el motivo de la soledad y por usar otro tipo de métodos para conocer gente nueva fue por el que me inscribí en una página de contactos. Bueno, por eso, y porque estaba viviendo el horrible final de una larga relación que me había privado del placer de entablar relaciones interpersonales con otras personas. Si es que los celos nunca fueron buenos.

En esa página vi la posibilidad de conocer gente de cerca sin tener que pasearme yo sola por los bares y, en esa página también, se dio una de esas casualidades curiosas que crees que nunca te van a pasar.

A los pocos días de inscribirme, recibí un mensaje de una chica en el que me dejaba su dirección de correo y me decía que, después de ver mi perfil, le interesaba hablar conmigo. La verdad es que también me interesó a mí. Según su perfil, vivía en una ciudad cercana a donde yo vivo, y eso me pareció una ventaja.

Los primeros contactos eran los típicos. Hablábamos de gustos, de cómo éramos, a que nos dedicábamos y cosas de esa índole. Supe de ella que era 11 años mayor que yo, que era profesional de un sector que yo conozco bien y que tenía un nombre que, aunque común, a mi se me antojó curioso.

Tan curioso que, aquí viene la casualidad, por ese nombre, supe quien era. Nos conocíamos, no en persona, pero si telefónicamente. Digamos que nuestras empresas tenían un lazo bastante grande en común. Pero para ella supuso un pequeño problema, ya que es típico de las empresas de ese tipo, prohibir a sus empleados relacionarse personalmente con los clientes. Eso, y que, en su lugar de trabajo, nadie sabía que ella era lesbiana. Sin embargo, para mí, fue un revulsivo para tener más interés en esa persona. Me daba morbo, pero no insistí demasiado, no me gusta agobiar a nadie.

Aunque, al final, también le pudo mas el morbo que el resto. Supongo que ese tipo de situaciones tienen su aquel, puesto que, nuestras "transcendentales" conversaciones del principio, se fueron tornando un poco más picantes. Era muy simpático estar hablando con alguno de sus compañeros de oficina al tiempo que ella me enviaba e-mails diciéndome algunas cosas sobre la persona en cuestión.

Manteníamos nuestro interés mutuo cada día enviándonos decenas de correos, muchos de ellos un poco subidos de tono y, sobretodo por su parte, algo sobrados de chulería típica de algunas trentañeras con respecto a las que son más jóvenes. Como en la película "Tienes un e-mail". Pero los correos se empezaron a quedar pequeños a tanta atención que se despertó entre nosotras. Nunca nos habíamos visto, ni tan siquiera nos habíamos enviado ninguna foto, pero nos teníamos muchas ganas.

No se quien lo propuso primero, pero acordamos en quedar para ver nuestras caras de una vez por todas, en su ciudad, y en casa de una amiga suya que no estaba. Esas eran las precauciones para que no nos vieran juntas. Después de ese acuerdo me dijo: "Tu pones el vino y yo pongo la chica". Y estaba muy claro que lo iba a hacer

Llegó el día y con el, la cita, el vino, la chica y yo. Me estaba esperando en el portal y la reconocí porque era la única mujer que estaba esperando en el portal. Lo cierto es que me la había imaginado un poco más alta. Era menuda, morena, con alguna cana, y muy delgada y, si, se notaba bastante la diferencia de edad entre ambas. Su voz era profunda, y su cara no era especialmente bella, mas bien, particular. No hubo dos besos, si no, un sobrio apretón de manos.

Subimos al piso y abrimos la primera botella de vino Mencía. De nuestras bocas salían palabras, pero lo que ambas hacíamos era estudiarnos con la mirada. Estaba claro que yo no era su tipo ni ella el mío, ni siquiera teníamos intereses similares, pero la tensión que se había creado previamente, no se esfumó por esos detalles.

Después de tanto tiempo sin tener contacto tan directo con otras mujeres, se me hacía muy raro estar allí y así. ¿Sería la primera relación después de mi ruptura? No sabía si estaba preparada. Supongo que quería hacerlo por demostrarme a mi misma que podía hacerlo, y, como ella no acababa de dar el paso, lo di yo.

Le pregunté si tenía pensado acabar conmigo en la cama (no me caracterizo precisamente por ser demasiado sutil). La respuesta que obtuve fue una sonrisa de asombro y un brindis con la penúltima copa de vino que había en la mesa. Después de ese comentario a penas cruzamos palabras, solo nos mirábamos. Era como si nos estuviésemos estudiando con rayos x a ver si conseguíamos, de algún modo, encontrar motivos para decir o si o no.

Decidimos cambiar de estancia. Nos fuimos a una sala que contaba con un equipo de música. Puso algún CD con ritmos rápidos y agresivos. Esos sonidos definían bien mi estado de ánimo. Estaba nerviosa, asustada y excitada. Y no sabía muy bien como actuar ante esa situación tan nueva para mí. Pero, cuando me pongo nerviosa, en vez de quedarme parada, suelo hacer lo contrario.

"Y, si te beso ahora, ¿te vas a apartar?" Dije directamente, sin rodeos ni medias tintas.

"No lo se, inténtalo." – y lo hice, la besé. Y no se apartó, en un principio, pero el beso fue una mierda.

"Mira, me caes muy bien, pero no eres mi tipo"- me dijo ella mirando con un inexplicable gesto en su cara.

"Tu tampoco el mío".

"A demás, nunca me enrollo con una persona que acabo de conocer".

"Yo tampoco"

"Soy mayor que tu"

"No se a donde quieres llegar con toda esta exposición de cosas"

"Pues, a que no tiene sentido que sigamos adelante con esto".

"¿Tu crees?"- dije poniéndome sobre ella y mirándola directamente a los ojos.

No me contestó a eso, solo me miraba poniendo más y más excusas poco creíbles. Imagino que ella también tenía miedo y eso me hizo tranquilizarme y desear tener un rato de pasión con ella. Nada más.

Comencé a desabrocharle la cremallera de la sudadera. Por debajo llevaba una camiseta oscura. Comencé a acariciarle la cara y el cuello. Despacio. Dejó de hablar y me miraba con cara de sorpresa. Cambié de lugar la mano y, levantando su camiseta, empecé a acariciarle abdomen con caricias suaves.

"¿No me vas a besar mas?"

Sonreí y posé mis labios en su hombro y le di un pequeño mordisco. Seguí ese camino y notaba como su respiración se iba agitando a medida que subía. Llegué a su mandíbula y continué con todo el contorno de la misma, hasta el otro lado de su cara y, seguidamente, en dirección descendente hacia su otro hombro. Conseguí desesperarla, siempre me tomo mi tiempo para hacer las cosas, y eso no le debió gustar demasiado, puesto que, antes de que me diera cuenta, la que estaba debajo era yo.

Fue como un cambio de chip total. Se apoderó de mi boca y la mordía con ansia, como si se muriese de hambre, agarrándome la cabeza como si temiera mi imposible fuga. Ante tal disposición por su parte, me tomé la libertad de meter mis manos bajo su camiseta una vez más y desabrocharle el sujetador. Se incorporó, me miró y casi me asfixia con la ventolera de besos que me dio al notarlo.

Como pude, me fui incorporando un poco hasta tenerla sentada sobre mis piernas. Sus pechos eran muy pequeños y sus pezones estaban totalmente erizados. La verdad es que me moría de ganas de morderlos, así que, alcé su camiseta y dirigí mi boca a sus mamas mientras mis manos iban desabrochando su pantalón.

Gracias a que era mas menuda que yo, y bastante manejable, la fui tumbando poco a poco a mi derecha para no sentirme tan aprisionada por sus efusivas muestras de intenciones. Con mi boca aferrada a sus pezones, mi única mano libre fue en bajada libre hacia su entrepierna, topándose allí con toda la humedad en estado líquido de su cuerpo.

Jadeó, gimió, me arañó, me mordió y me besó apasionadamente mientras mis dedos era un ir y venir de movimientos rítmicos e imposibles. Hacia arriba, hacia abajo, hacia la izquierda, hacia la derecha. Hacia adentro y

"Tu dijiste que no era tu tipo, que no te ibas a acostar conmigo. Y ¿si paro?

"Si paras ahora te corto la mano".

Su voz, su cara y su mano sujetando mi muñeca me hicieron sonreír y seguir con el movimiento de penetración acelerado que ella misma me impuso.

Me gustó mucho comprobar como se iba acercando el momento en que sus músculos vaginales se contraían y sus piernas se tensaban mientras mis pequeños "penes" hacían estragos en su interior y mi travieso dedo gordo masajeaba su clítoris que estaba hinchado. Empujó mi cabeza hacia sus pechos y me "obligó" a besarlos y morderlos hasta que su cuerpo se tensó como un bloque de cemento y, con un aullido, se corrió.

Después de que eso sucediera, estuvimos un rato más tumbadas besándonos, hasta que me entró prisa y decidí marcharme. Nuestra aventura había terminado, ambas lo sabíamos. Habíamos pasado un buen rato, pero era lo único que queríamos.

Yo buscaba demostrarme que había vida después de mi ex y ella probar que podía acostarse con una desconocida. Seguimos manteniendo el contacto durante algún tiempo, pero al final acabamos por perderlo. Estoy convencida de que ninguna de las dos se arrepintió de lo ocurrido (yo no) y también de que no teníamos nada que nos uniera después de aquello, pero fue bonito mientras duró.