Y la magia siguió.

Sigo contando el encuentro posterior que tuve con Marta... Espero que os guste

Tras el encuentro inesperado con Marta la noche anterior, no decidimos acostarnos como puede ser la rutina socialmente establecida. Después de reposar con la sonrisa dibujada a fuego en nuestros rostros, fuimos a matar el hambre que teníamos después de todo lo vivido aquella noche.

Nos juntamos con el resto del grupo. Nuestras caras no delataron. Todo ello hacía que Marta me excitase cada vez más. Una parte de mi cuerpo me pedía descanso; sin embargo, otra ella me pedía seguir con ella y volver a dar rienda suelta a nuestros instintos más primarios. Ganó la opción del descanso, individual.

Fue una noche de esas en las que uno se duerme con el recuerdo de que algo bonito te ha sucedido. Como si rozaras el cielo con la punta de los dedos. El aroma de Marta, su perfume de marca desconocida, estaba aún impregnado en mi cuerpo. Así que, nos dormimos, cada uno en su habitación.

Aquella noche dormí muy poco. Tampoco soy mucho de dormir. Además, soy de los que se levantan con mucha energía. Así que, en cuanto abrí un ojo, ya estaba comiendo techo, por lo que decidí ir a la cocina compartida. Allí empecé a desayunar. Hasta que, ¡sorpresa! Apareció Marta con un atractivo pijama que le hacían mucho más atractivas sus curvas y sus pechos. Su sonrisa pícara la delató, al igual que hizo la mía conmigo.

-          ¿Qué tal has dormido? Me preguntó.

-          Bien. Normal, le contesté sin mucho entusiasmo. Continué la conversación ofreciéndole algo de fruta.

Un silencio un tanto raro hizo que, con la voz entrecortada, le preguntase:

-          ¿Te gustó lo de anoche? (no pude no esbozar una sonrisa absurda).

-          Estuvo bien, me contestó ella (riéndose)

Seguimos desayunando tan normal, hasta que Marta, se extendió:

-           Me moló mucho. Es más, aún sigo cachonda.

Yo no sabía dónde meterme. Era un sueño. Yo tenía unas ganas tremendas de abrazarla por sus caderas y besarla; acariciar y morder esos lindos pechos; lamer su cuerpo hasta hacerla correrse en mi boca.

Simplemente me reí. Dejé mi taza en el fregadero. Me temblaba todo. Cuando pasé al lado de Marta, la toqué el cuello. Ella puso mi mano sobre la mía. Eso era el pequeño viaje de ida. A la vuelta, repetí el gesto, apoyando mis dos manos sobre sus hombres. Ambas manos fueron correspondidas.

En ese momento decidí besarla el cuello. Estaba taquicárdico perdido, pero gozando de un placer irracional que superaba incluso a lo vivido horas antes, la noche anterior.

Empecé a besarla el cuello. Ella lo giraba buscando mayor placer. De repente una de sus manos comenzó a rozarme el muslo derecho, mientras que la otra ya hacía lo mismo con mi polla, la cual tenía una erección notable. Marta, no pudo más y se incorporó en pie. En ese momento comenzamos a besarnos alocadamente. Ella se sentó sobre la mesa. Mi polla reventaba el pantalón y rozaba su coño. Mis manos acariciaban su cintura y su culo. Ella hacía lo propio con mi espalda, la cual arañaba.

En un arrebato, decidí quitarla la camiseta que llevaba, descubriendo sus hermosos pechos.

Ambos nos dimos cuenta que estábamos en la cocina, que, aunque era temprano, podría entrar cualquier y pillarnos. Eso a mi me ponía mucho más. Sin embargo, la comenté:

-          Puede entrar cualquiera.

Marta soltó un gemido. En esos momentos dominaba la situación. Yo era un simple títere que gozaba y obedecía.

En ese momento, ella se alejó de mí, cerró la puerta y colocó una silla que impedía que nadie pudiera presionar el picaporte. Había conseguido un espacio de privacidad.

Una vez que Marta consiguió su objetivo; dominaba la situación. Volvió a mí y me quitó la camiseta. Seguimos besándonos.

Comencé a comerle los pechos. Mordía sus pezones mientras éstos crecían de tamaño y Marta gemía. Al mismo tiempo, mis dedos comenzaban a excitar su coño, mojado por el momento. Poco a poco fui introduciendo mis dedos sin dejar que mi lengua y mis dientes juguetearan con los pechos de Marta.

Para ganar comodidad, decidí quitarla el pantalón y tumbarla en la mesa. No era una posición nada cómoda debido a la altura y estabilidad de la mesa, pero nos importaba un bledo todo. Solo éramos dos cuerpos deseando darse placer. Por ello, comencé a penetrarla con mis dedos cada vez más fuerte, siguiendo el ritmo de sus jadeos. Su coño estaba súper mojado, así que, sin dudarlo, decidí lamérselo, no sin dejar de jugar con mis dedos.

Aunque la posición no era cómoda, me perdí en su coño. No me cansaba de lamérselo mientras mis dedos lo masturbaban. En un instante, Marta tuvo su primer orgasmo.

Yo disfrutaba salvajemente; si bien, la posición no era cómoda, tenía la polla dura como una roca. Cuando Marta recuperó un poco el aliento, me dijo que quería hacer otra cosa. Por ello, se bajó de la mesa, se puso de pie, me daba la espalda mientras cogía mi polla y se la introdujo en su coño. A pesar de mi grosor natural sumado a la excitación del momento, nada se interpuso para que yo pudiera sentir sus paredes calientes y sus flujos chorreando por mi polla.

Comencé a embestirla. Mis manos agarraban sus pechos mientras que fuertemente la penetraba. Ella no podía contener sus quejidos, los cuales iban en aumento. Sus brazos estaban extendidos en la mesa. No paraba de jadear, lo cual me ayudaba a embestirla con más fuerza. Sentía como mi polla no paraba de bombear. Entretanto, jugué con mis dedos excitándola su culo. Solo introduje un dedo cuando ella me dijo:

-          Sigue que me corro.

Tras oir eso, simplemente me dejé llevar. Estaba a punto de correrme.

En ese momento, ella se corrió y yo saqué mi polla de su coño y me corrí en su espalda. Borbotones de semen…

Tras esto, nos limpiamos, nos vestimos y nos dimos un gran beso mojado.

“Continuará, si quieres que continúe…”