Y la leche llegó detrás del postre
Escribo estas líneas mientras mi efebo sigue durmiendo, porque en cuanto se despierte voy a darle otra pasada antes de que se vaya para casa.
Escribo estas líneas mientras mi efebo sigue durmiendo, porque en cuanto se despierte voy a darle otra pasada antes de que se vaya para casa. Pero voy a contaros como mi joven y guapo amante de 19 años recién cumplidos está ahora mismo durmiendo en mi cama.
Ayer me tocó trabajar, otra vez de camarero. La crisis es lo que tiene. Pero bueno, los pases de boda y demás son fáciles y me dejan un buen dinero a final de mes. Y con cuarenta y pico de años tampoco es que pueda hacerle ascos a nada. No es mucho y cansa, pero mientras no haya otra cosa, son perfectos. La boda de ayer fue un tanto rara, casi todos los consumidores de algún tipo de droga estaban allí. Lo cual dificultaba mucho ir al aseo, parecía una pista de esquí. Pero por lo demás todo parecía tranquilo y normal, entre las mesas que me tocó servir, estaba la de los jóvenes. Todas jovencitas adolescentes y un chico, que luego supe que tenía 19, alto un metro ochenta, flaco, con unos pantalones de pitillo a cuadros que marcaban un culo redondito y unos muslos torneados y redondos que podía abarcar con una de mis manos. Tenía las facciones duras, barbilla marcada y pómulos rectos, ojos verde oliva y un pelo muy corto por los lados y con un flequillo rebelde y liso. Mirada intensa. Se pasó casi toda la boda jugando al móvil. La mesa de los jóvenes es siempre fácil, mientras les lleves bebida a escondidas y eso hice. Todo el pase se desarrolló con normalidad.
Había sido una boda de estas que se hacen a medio día. Hacia las 8 de la tarde ya no quedaba nadie en el salón y yo me dedicaba a recoger las últimas mesas. Me entraron ganas de mear y me fui para el aseo. Normalmente es difícil encontrar cola en el aseo de los hombres; pero claro, normalmente. Pero cuando la gente no va a mear, pues tarda más tiempo. Allí estaba yo esperando y delante de mí mi joven cliente.
Supongo que para hacerse el chulito o porque estaba piripi o simplemente porque se aburría se giró y me dijo: —¡Ei! ¿Me traes una cerveza?
—Bueno, si te esperas a que acabe, sin problema.
Contestó un vale y me volvió a dar la espalda, lo cual agradecí bastante, su culo era precioso. De vez en cuando se giraba y me miraba, a veces me sonreía, tenía una boca grande y larga; una sonrisa perfecta de dientes blancos. Por fin salieron dos tambaleándose de un cubículo, ensanchando el pecho y diciendo tonterías. Y se pusieron a hablar con mi muchachito (serían familia). Así que para no perder tiempo lo adelanté y me metí en el cubículo.
No cerré la puerta, no sé, los tíos para mear no solemos cerrarla. Estaba casi acabando cuando noté que se abría la puerta, cuando me giré para decir que estaba ocupado, mi joven amigo estaba cerrando la puerta con él dentro.
—¡Ei tío! Te has colado —y dicho esto se puso a mi lado, se saco una enorme polla flácida de punta rosada y se puso a mear. No podía dejar de mirar aquella monstruosidad. Y el seguía mirándome y sonriendo. Y en eso dijo: —¿Me das ahora la cerveza?
—Claro tío, quieres que me lave las manos o prefieres que huelan a otra cosa.
No dijo nada, solo se sonrió más. Así que cogí mi dedo índice lo pasé por la punta de mi polla que hacía rato que ya no apuntaba hacia abajo y se lo puse en la boca. Abrió la boca con cara de placer, sacando la lengua y lo lamió con deleite. Me cogió la mano con las suyas y me chupó el dedo como si no fuera un dedo. Su polla ahora suelta, tampoco apuntaba ya hacía abajo, así que con la otra mano se la cogí y empecé a pajearlo. Era tersa, gorda y muy bonita. Él siguió chupando el dedo y gimiendo.
Por fin le saqué el dedo de la boca, bajé la tapa y le indiqué que se sentara. Lo cual hizo solícitamente. Metí mi polla dentro de aquella boca preciosa y él empezó a chupar, lamer y saborearla por todos los lados. Me olió varias veces la entrepierna, y seguía chupando con ganas al tiempo que se pajeaba. De repente empezó a correrse, chorros de leche saltaron por todos los lados, llegando incluso hasta mi cara. Aquello me excitó mucho y me corrí, sin avisar ni nada en su preciosa boca. Cerró los ojos con cara de gusto y saboreó hasta la última gota de mi leche, enseñándome la lengua después. Lo besé con pasión. Él me limpió a lametones todo el semen que me había dejado en la cara.
Salí contento y me fui a acabar mi trabajo con una sonrisa de oreja a oreja en la cara. Estaba en el almacén de las bebidas cuando apareció mi mamoncete, —tío, ¿Y mi cerveza? —dijo con un fingido enfado. No le respondí, lo cogí por la cintura y lo acerqué a mi cuerpo y empecé a besarlo con pasión, él respondió a mis besos y se abrazó a mí.
—Quiero destrozarte el culo a pollazos —dije entre beso y beso. Él no respondió solo se dio la vuelta y giró la cabeza para seguir besándome, mientras ponía su culo en pompa y apretándolo contra mi polla, que volvía a crecer y decía solícito: “dale, va, métela”. Lo hubiese hecho, pero podía entrar cualquiera.
Con mucho esfuerzo por mi parte tuve que parar y entre besos concretamos cómo lo haríamos. Él fue a despedirse de sus padres, familiares y amigos y cogió la moto en la que había venido y se fue. Yo que ya había acabado lo seguía con el coche. Seguir aquella moto fue terrible, me dolía la polla de lo dura que la tenía solo de ver aquel culo respingón en el asiento de la moto, tuve que hacer muchos esfuerzos para no correrme allí mismo, sin tocarme ni nada, solo de la excitación.
Por fin llegamos a mi casa, dejamos su moto en mi plaza de garaje y subimos en el ascensor comiéndonos a besos, mientras apretaba su culo con pasión. Le dije que tenía que ducharme y él me dijo que no tardase, mientras empezaba a desvestirse.
Cuando salí de la ducha estaba desnudo en la cama, medio tapado por la sábana. Ya tenía la polla dura que formaba una bonita tienda de campaña. Se chupaba un dedo con expectación de forma sensual, y la toalla con la que había salido de la ducha tapándome se me calló. Salté rápidamente a su lado y empecé a besarlo y a acariciarlo por todo su cuerpo, no tenía ni un pelo en todo su cuerpo, apenas unos pocos en sus pequeñas bolas. Se giró y nos pusimos en cucharilla, su culo solícito se restregaba contra mi polla y yo pasaba por toda su raja mi polla dura y chorreante de precum.
Entre besos me dijo algo nervioso que era la primera vez. Cuando le pregunté para saber los detalles, me dijo que era la primera vez que estaba con otro tío, que era hetero. —Tío lo heteros no se comen las pollas como tú lo has hecho ni ponen el culo como tú lo estás haciendo —respondí yo socarronamente a su oído y mientras me chupaba un dedo musitaba entre gemidos: —soy tu puta, fóllame, fóllame.
Tuve que dilatar bastante su agujerito con mi lengua y meter un dedo primero y luego dos. Lo tenía boca arriba con las piernas abiertas y lametazo a su culo, lametazo a sus huevos, como no paraba de pajearse se volvió a correr. Pero seguía empalmado, le limpié la polla a lametazos con lo que se excitó un montón. Así que me tumbé sobre él y poco a poco fui metiendo mi polla en su estrecho culo. Costó mucho y a pesar de estar tan excitado le hizo daño, porque se le saltaban las lágrimas.
Una vez estuvo toda dentro paré y, poco a poco, empezó a pasar el dolor, mientras nos besábamos apasionadamente. Y su polla empezó a ponerse dura otra vez, se había bajado bastante con la penetración.
—Tu polla dice que no eres hetero —le dije yo socarronamente.
—Mi culo reventado con tu polla lo confirma —respondió él fundiéndose conmigo en un enorme y húmedo beso lleno de pasión. Y empecé a bombearle suavemente. Pronto cambió su cara de dolor por otra de placer, lo cierto es que sus muecas de dolor me habían excitado mucho, lo cual había hecho que se me pusiera más dura y más grande que nunca. Al poco rato, su culo solícito ya tragaba polla sin ningún problema y mientras seguíamos abrazados y besándonos él movía la cadera.
Lo preñé como se merecía, llené su culo de blanca leche y lo disfruté mucho. Se me cayó hasta la baba de placer. Él se volvió a correr y nos llenó a los dos de leche caliente y deliciosa. Después de un rato y entre besos nos duchamos. Me volví a meter con su heterosexualidad y a modo de respuesta siempre me ofrecía su culo solícito. En la ducha entre el jabón y el agua caliente nos volvimos a calentar y allí mismo volví a preñar su culo.
No sé cuántas veces lo hicimos; pero por fin nos quedamos dormidos. Ahora mi lindo efebo heterosexual duerme plácidamente en la cama, mientras yo estoy aquí esperando a que despierte para darle un sabroso desayuno de polla y leche.
Comentad por favor que es muy gratificante.