Y fui a por más

Era el día después a la noche que pasé con Felipe. Iba recordando que me había comportado como una ramera y él me había conocido totalmente transfigurada por la calentura que su sexo provocó en mí.

Yo sentía un nudo en el estómago mientras caminaba, de polera, jeans y zapatillas, acercándome al local de mi trabajo. Era el día después a la noche que pasé con Felipe. Iba recordando que me había comportado como una ramera y él me había conocido totalmente transfigurada por la calentura que su sexo provocó en mí.

Yo sentía un dolor en las caderas porque a Felipe le encantó separarme exageradamente las piernas mientras me penetraba. También sentía una molestia en mi vagina producto del uso y el abuso del cual esta había sido objeto por parte de su pene duro. Mis caderas adoloridas y mi vagina resentida me recordaban a cada momento todo el placer que me había hecho sentir Felipe la noche recién pasada.

Al entrar en el local saludé a todos. Allí estaba Felipe. Le obsequié una sonrisa y un rápido beso en la mejilla. Inevitablemente recordé al instante nuestros calientes forcejeos sobre su cama. Lo que hizo que me retirase inmediatamente de su presencia pues noté que mi rostro se ponía colorado jaja.

Ese día entraron muchas personas a la tienda y todos tuvimos mucho trabajo con ellos. Pero yo me sentía con un ánimo excelente y no paraba de hablar como una cotorra con cada cliente mientras iba y venía por toda la tienda con una sonrisa. Es increíble lo que puede ocurrir con una mujer cuando un hombre le ha echado un polvo como dios manda.

En determinado momento pudimos conversar rápidamente Felipe y yo. Él me comentó que mañana sería su día libre y que además sabía que yo tampoco trabajaría.

-Me gustaría verte otra vez Catalina. No dejo de pensar en ti. ¿Te veo mañana de tarde?

La verdad era que yo andaba pensando a cada momento en cómo me había hecho el amor. Lo único que deseaba era entregarme a él nuevamente. Ya había decidido que lo vería mañana si o si. Pero no se lo iba a decir ahora mismo y tan fácilmente. No no. Él debía sufrir un poquito jaja.

-Felipe, no sé todavía si voy a estar desocupada mañana en la tarde. Pero sería bueno vernos. Llámame o envíame un wsp tipo al mediodía y entonces te digo si podemos o no juntarnos un rato. Le dije.

Ese día al terminar mi trabajo me pasó a buscar Alan, mi novio. Busqué alguna excusa para no acompañarlo a su departamento y después de comer algo en un bar del Barrio Bellavista, le pedí que me llevara a mi casa. Para tranquilizarlo, debido a mi negativa de quedarme con él por la noche, no tuve más remedio que hacerle un mamón dentro del auto jaja en un parque cerca de la casa de mis padres. Mientras lo chupaba él acariciaba tiernamente mi cabeza y mi cabello. Su pene estaba exquisito y no me costó trabajo hacerlo acabar. Entonces me tragué su leche… pero todas las ganas de sexo que mi vagina tenía me las guardé para el día siguiente, con Felipe.

Esa noche me metí en mi cama temprano. Estaba muy excitada. Apagué las luces. Pero evité tocarme. Mi mente divagaba pensando en mi pololo Alan, en mi compañero de trabajo Felipe, en mi pronto retorno a la universidad… y así, sin darme cuenta, producto del cansancio, me dormí profundamente.

Al otro día, durante la mañana, no me vestí ni me duché. Anduve de pijama ayudando a mi madre con las cosas de la casa. Yo no dejaba de mirar la hora a cada rato. Iba muy atenta a mi teléfono. Felipe no debía tardar en comunicarse conmigo. Me llamó pasado el mediodía. Me hice un poco la importante pero al final quedamos en que yo iría a su departamento a las cuatro de la tarde. Le dije a mi madre que iría a la casa de una amiga. Sólo entonces entré al baño y me preparé cuidadosamente para visitar a mi feo, cuarentón y delicioso compañero de trabajo que me llevaba por lo menos veinte años de edad.

Unas horas después yo salía de la estación del metro Cumming en Santiago de Chile. Me encontraba a unas cinco cuadras del departamento de Felipe. Era un día muy caluroso y yo me sentía muy bien… y con muchas ganas de entregarme todita a mi amigo. Sobre mi calzón y mi sostén me había puesto un liviano y colorido vestido corto de verano. Calzaba sandalias. El viento tibio agitaba mi largo cabello, y también me acariciaba las piernas, mientras caminaba sintiendo algunas agradables miradas masculinas sobre mí cuerpo.

Cuando Felipe abrió su puerta, sonrió al verme y me dijo: Te ves hermosa, Catalina. Yo entré y pasé frente a él sonriendo y le dije, gracias amoroso. Sobre su mesa tenía varias cosas ricas para comer y beber juntos durante la tarde.

Yo todavía no había terminado de mirar toda la mesa, cuando sentí que Felipe me abrazaba por la espalda. Puso sus manos en mi cintura y sentí como apoyaba su bulto en mi trasero. Entonces él levantó mi vestido y me sorprendió que lo sacase por sobre mi cabeza, dejándome en ropa interior y sandalias. -¡Y yo recién acababa de entrar a su casa!-  Desde atrás él iba acariciando con sus manos mis caderas, cintura y abdomen. Comenzó a besarme en el cuello, diciéndome palabras tiernas al oído. Mmm que rico se sentía. Le dije que siguiera.

-Mi bella veinteañera. Cuanto me gustas, preciosa. Quiero besarte entera. Toda.

Desabrochó mi sostén y me quedé con las tetas al aire, jaja. Sus manos subieron y comenzó a acariciármelas. Primero suavemente y luego con mayor fuerza. Lo que hizo que mis pezones se endureciesen e hinchasen. Era todo tan placentero que yo había comenzado a gemir bajito.

Me obligué a no llevar mi mano hasta su pene para no parecer una desesperada. Pero sentía su miembro duro rozando mis nalgas y yo no podía evitar el contonearme buscando su contacto. Felipe bajó su mano derecha y la metió por la parte delantera de mi calzón. Acarició mi recortado vello púbico y después separó mis labios vaginales. Yo estaba excitadísima y él lo descubrió al instante. Sus dedos empapados con mis fluidos viscosos subieron y bajaron por mi concha. Me metió tan fácilmente un par de dedos que yo cerré mis ojos dejándome llevar. Acariciándome un seno yo misma. Apretándomelo y gimiendo.

Felipe me giró y comenzamos a besarnos en la boca de manera ardiente. Ambos nos desnudamos sin interrumpir nuestros besos. Saboreando nuestras lenguas. De pie. Mi calzón y su ropa tirados en el suelo. Yo refregaba mi vagina en su pene y él apretaba y masajeaba mis nalgas, atrayéndome hacia su sexo.

Después de un rato mi amigo me llevó hasta el sillón y me acomodó encima. Nuevamente separó mucho mis piernas y tomándome por los tobillos puso estos junto a mi cabeza. Yo estaba toda expuesta frente a él. Su pene largo y delgado me apuntaba amenazante. Esta vez él no jugó en mi entrada y lo metió enseguida en mí. Su pene se deslizó dentro de mí sin ningún tipo de dificultad pues yo estaba muy lubricada. ¡Slup! Mi vagina lo engulló entero de una sola vez. Esta vez Felipe desde el inicio comenzó a embestirme con energía. Las fricciones que producía su pene combado y caliente en mi vagina me estaban volviendo loca. Intenté varias veces sostenerle la mirada fija pero mis parpados se cerraban o mis ojos se giraban hacia atrás poniéndose blancos. Yo sacudía mi cabeza de un lado al otro sin control. Que placer inmenso estaba sintiendo al ser llenada y vaciada por su miembro una y otra vez. Adoraba sentir sus bolas golpeando mi ano en cada embestida. De repente Felipe salió todo de mí y yo sentí un vacío terrible e incómodo en toda mi concha. Pero controlé mi desesperación lo mejor que pude y le pedí que me penetrara de nuevo. Pero él cayó con su boca sobre mi vagina mojada. Ay dios mío. Que rico. Comencé a oír los bufidos y gruñidos que yo misma emitía sin querer. Lamió toda mi vagina, clítoris y ano. Además mordisqueaba la zona interna de mis muslos. Felipe volvió a introducirme su pene durante un rato, para después retirarlo y volver a chuparme la concha otra vez. Repitió este proceso muchas veces. Que cabrón, pensé, este hijo de puta me va a volver loca. Yo sollozaba de placer y le dije frases que sabía que no debía decirle.

-Aaaahhh… soy toda tuya amor… cuando quieras puedes tenerme… soy tu puta personal y estoy siempre a tu disposición… no me prives nunca de tu pene por favor… sigue, sigue…

Felipe y yo estábamos todos sudados por la refriega sexual que manteníamos en el sillón. El sudor escurría por mi cara y por mi pecho. Este hombre me poseía con firmeza. Y yo no pude protestar cuando él me estrujaba las tetas, me daba palmadas en las mejillas y tiraba de mis cabellos. Yo estaba demasiado caliente y Felipe sabía que en aquellos momentos podía hacer conmigo cuanto quisiera. Yo me encontraba indefensa por causa de mi propia calentura.

En medio del mete y saca exquisito al que me tenía sometida con su pene duro, mi vagina ya no pudo resistir más. Me sobrevinieron unas ondas de placer intensas que me pillaron desprevenida. Me aferré a Felipe con todas mis fuerzas. Lo rodeé con mis piernas y brazos. Desesperada. Y gruñí de placer por el orgasmo que hacía temblar mi sexo.

Partiendo desde mi vagina una electricidad deliciosa recorrió mi ano y subió por mi espalda hasta llegar a mi nuca. Clavé con violencia mis afiladas uñas en su espalda mientras él seguía penetrándome cada vez más intensamente. En ese momento Felipe gimió alto y se quejó de una manera tan masculina. Me encantó verle y oírle así. Él tuvo ahora su orgasmo y sentí como lanzaba en mi interior unas deliciosas descargas de leche caliente. Mi orgasmo no se detenía. Involuntariamente saqué la lengua como una ahorcada jajaj cerrando además con fuerza mis ojos.

-Lléname toda con tu semen amor mío… quiero volver a mi casa llevando tu néctar dentro de mi… te amo amor... macho mío… no me dejes nunca. Balbuceé.

Ese día otra vez le pedí que no me penetrara analmente. Porque yo quería postergar ese placer para nuestros encuentros posteriores. Él prometió usar únicamente mi vagina. Aunque Felipe podía usar mi ano ya mismo y yo nada haría por evitarlo. Estando caliente yo no podía razonar ni negarme. Pero él cumplió su palabra.

Aquella tarde todavía tuvimos sexo una vez más cuando nos duchamos juntos antes de marcharme. Allí, bajo el agua que caía sobre nosotros, pude chupar el pene de Felipe todo lo que quise. Una delicia. Quédate esta noche conmigo, me dijo.

Estuve a punto de aceptar su ofrecimiento y quedarme con él. Pero me obligué a no ser tan golosa con su sexo. Vamos con calma Catalina, me dije, no seas una guarra. Que yo tendría más oportunidades para disfrutar de las calientes caricias de mi amigo.

De noche, frente al espejo de mi cuarto, descubrí horrorizada que estaba llena de moretones y mordiscos. En la parte interna de mis muslos, nalgas, hombros, cuello y boca. Y tenía varias e inconfundibles marcas de dedos sobre mis senos. Literalmente me los habían estrujado mientras era follada. También mi vagina estaba irritada por el uso. Me dolía todo. Pero yo estaba muy feliz y satisfecha. ¿Por qué me pongo tan caliente dios mío? Me dije con una falsa preocupación mientras me sonreía al espejo.

Ahora más encima tendría que ingeniármelas para poder hacer el amor con mi pololo sin que él descubriese todas las señales que Felipe había dejado en mi cuerpo. Pero ya se me ocurriría algo. Sólo tenía que pensar sobre ello con calma y ya hallaría la solución… de eso estaba segura.

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Espero que mi nuevo relato les haya gustado. Desearía leer sus comentarios y sugerencias. ¿Quieren que les cuente algo en especial? ¿Algún detalle que yo quizás olvidé mencionar? Escríbanme a: catapaula95@gmail.com

Besos cariñosos desde Santiago de Chile