Y esos gemelos… (3)

Don Julio se retorció y luego bramó como niña, para después con sus propios movimientos de caderas, hacer que Alberto chocara fuerte y parejo contra sus nalgas; haciendo un sonido como chapoteo de agua al frotarse uno contra el otro.

Y esos gemelos… (3)

Ya había pasado como un mes de la última vez que vi a los gemelos, estaba ansioso; quería tener a ese par solo para mí y disfrutar como loco de ellos.

Juan me llamó, para invitarme a ir a Catacamas en Olancho y pasar allí una semana que ellos tendrían libre y tomando el tiempo de vacaciones en esa semana allí estaba Yo.

Llegando a Catacamas, un pueblo bonito y sus habitantes mucho más.

Al solo llegar pude ver a Juan y José, que estaban vestidos con jeans un poco bajos del tiro, camisas a cuadros uno en verde y el otro en morado; sombreros idénticos y sus botas de cuero haciendo juego con sendas fajas con una hebilla plateada grande y ovalada con unos cuernos en dorado, preciosos los chicos.

La gente al pasar los quedaba admirando y quien no diría Yo.

Son un churro esos dos, a mí ni en sueños me pasó que fuera a tener un par de adorables hermanitos solo para mí.

Ufff, al bajar del bus; lo primero que sentí fue el calor que pegaba fuerte e inmediatamente comencé a sudar como loco.

Un abrazo fuerte y pude sentir el aroma a hombre que emanaba de esos dos, entremezclado con una loción que reconocí de cuando estuvimos juntos en la cama; esa combinación me extasiaba a tal grado que de solo olfatearlos la purrunga se me ponía tiesa.

Les pregunté por la loción y me dijeron que era una llamada MEN de Nicole Miller, Canadiense y les dije que tenía que comprarme una.

Juan andaba a caballo y José trajo un jeep descapotable en el cual fuimos a la casa, una casa muy bonita y amplia.

Al llegar sus padres salieron a recibirme y Yo muy contento de ver a los “suegros” les saludé con un abrazo a ella y con un fuerte apretón de manos a él.

Fuimos a dejar la mochila al cuarto que compartirían con migo y para ya lo primero que me dijeron es que íbamos para el río en Playa ancha, un caserío cercano.

Los tres nos subimos al jeep y al llegar pude observar una poza ancha y muy honda, dicen que no le han llegado al fondo nadie de lo honda que es.

Pude ver que solo hombres había en la poza, a lo que les dije en son de bromas: “y esta poza es la de los hombres, por lo honda”.

Aunque no lo creas sí, así es; las mujeres van a una al otro lado del peñasco que es menos honda.

Había alrededor de unos 7 chavitos pequeños y como 5 adultos, más nosotros, los críos rápido se fueron del lugar y solo quedamos los adultos; dos de ellos eran trabajadores de la casa de Juan y José, los otros eran familiares y vecinos de estos dos.

Todos estaban bañando en bóxers y en calzoncillos tipo biquini, eran tipos delgados en general; sus cuerpos mostraban fibra de trabajar en el campo y sus dorsos pintaban áreas más quemadas por la faena bajo el sol.

Sus caras eran muy masculinas y tenían una sonrisa a flor de labio.

Los gemelos eran muy queridos y conocidos por todos ellos, se les acercaban para abrazarlos y hablar.

Cada vez que se metían al agua podía ver como sus bóxers se bajaban un poco y mostraban parte de sus nalgas que se notaban bien claras al par del resto de sus cuerpos.

Cuando los gemelos se quitaron la ropa, se desnudaron completamente diciendo que así se nada aquí; los chamacos ya se fueron y solo quedamos los meros machos de Catacamas, Olancho.

Y dirigiéndose a uno de los muchachos que trabajaban con ellos le dijo que fuera al jeep y que trajera la hielera y las cosas que allí traíamos.

Así fue, José comenzó a repartir unas bebidas y cervezas y luego organizó con otros dos una fogata entre las piedras, la carne comenzaba a oler exquisito.

Los amigos de ellos eran bien amables y al calor de los tragos tomaron más confianza y hasta Yo era objeto de sus abrazos.

Que ricura de hombres, me sentía como doncella protegida por los caballeros, jajajaj ja ajjajaja

Pase bastante tiempo en la orilla, sentado más bien en lo alto de una piedra desde donde podía admirar a todos ellos, los gemelos desnudos mostrándose sin pudor, de los ocho que estábamos allí solo dos no se quitaron sus interiores; pero ni falta que hacía, se les pegaban como segunda piel y sus vergas quedaban súper dibujadas y sus nalgas eran bien paraditas.

Bueno, como que requisito para vivir en ese caserío es que sean bien nalgones y las pompis bien paraditas, riquísimo espectáculo el que me ofrecían.

Todos gozábamos de lo lindo, unos tirándose de clavado; otros con los bocadillos y bebidas y Yo con la vista, como había llevado mi cámara pude tomar varias fotos sin que fuera tomado a mal, incluso me sugerían poses para que los tomara y salieron unas más ricas que las otras.

La tarde iba avanzando y Yo disfrutando de las ricuras que mi tierra produce.

No podía ver a alguna parte sin que una verga media parada me llamara la atención o que un machito de estos se me acercara y me abrazara y se quedara platicando con su brazo sobre mis hombros pegando nuestros cuerpos y es allí en donde mi calentura me comenzaba a jugar feo, mi verga comenzaba a crecer por momentos y a otros lograba controlarme; pero muy difícil era el lograrlo.

Después de tener todas las hormonas revueltas con esa ida a la poza, los gemelos me contaron que allí por lo general todos bañan desnudos y que muy raro es que los niños vayan pues es muy hondo y las madres no los dejan.

En el recorrido a la casa me contaron que una vez encontraron a dos tipos del pueblo bien clavados dentro del agua y que no se dieron cuenta que ellos llegaban porque los caballos quedaban arriba, cerca de la poza de las mujeres y tuvieron que llegar a pié.

El asunto es que cuando ellos llegaron a la poza por arriba, les pareció raro que no hubiera nadie pues es muy concurrido.

Al asomarse el primero en notar que estaban clavados o sea teniendo sexo fue José, que le hizo señal de silencio a Juan y se asomaron muy discretamente.

En efecto, a quien tenían hasta las chanclas con la verga bien adentro era nada más y nada menos que a Don Julio; un joven señor ya casado y con tres hijos, se encontraba con Alberto; un chaval de unos 19 años, un tipo muy apuesto y que se cargaba una manguera en vez de pene.

Don Julio como le decían, no pasaba de los 28; pero como eran de los hacendados del lugar lo trataban todos con mucho respeto.-

Alberto no es otro que un primo de ellos.

Esperaron un rato mirando como Alberto lo tenía embrocado sobre la orilla y metidos en el agua hasta la cintura.

Don Julio era un toro bufando a cada estocada que recibía.

Pasaron como 7 minutos, antes de que se decidieran en presentarse y dejar que los miraran, como venían desde atrás; no fue hasta que estaban Juan y José en la mera orilla que se percataron que estaban siendo observados.

Juan tomó una piedrecita y la lanzó pegándole a Alberto en una de sus nalgas y este se volteó de un solo sacando la tremenda verga del trasero de Don Julio.

Bien primito, vemos que estas acomodándole el almuerzo a Don Julio.

Don Julio, se volvió colorado como tomate y cambió de colores como vitrina a contraluz.

Alberto intentaba tapar su enorme verga que estaba todavía bien tiesa y eso de taparla era una tarea imposible de lograr.

Don Julio, se salió del agua como pudo y también intentaba tapar su desnudez con sus manos y en el trayecto de salir de la poza; Don Julio levantó su pierna derecha bien alto y esto logro que su culo quedara expuesto y se pudiera apreciar que aún no había cerrado por completo por efecto del cilindro que allí estuvo depositado.

Alberto les pidió que no fueran a decir nada, que era la primera vez que hacia algo así y que Don Julio había llegado cuando él estaba en el agua y como se estaba haciendo una paja le fue imposible ocultar su pija bien parada y de broma en broma Don Julio se la fue tocando y acariciando que por fin lo había ensartado y que sentía bien rico, que nunca le había metido la verga a nadie por el culo.

Los gemelos, al ver que Don Julio iniciaba a ponerse sus calzoncillos; le dijeron que no se pusiera nada, que para callar a ellos; debía dejar que Alberto terminara de cogérselo allí mismo, en frente de ellos.

Ese par, además de hermosos; perversos por hacerle pasar tal vergüenza al Señor.

Don Julio, les rogo que no, que lo dejaran irse y que les compensaría con dinero o con otra cosa; pero Juan y José querían volver a verlos bien ensartados.

Luego de un rato de negociaciones, Don Julio no tuvo otra que dejarse ensartar de nuevo.

A Alberto la verga ya se le había bajado y fue Don Julio quien a base de mamadas se la volvió a poner bien tiesa.

Al principio metió toda la verga de Alberto en su boca, pero a medida fue creciendo; no cupo mucho allí.

José y Juan se habían desnudado y dentro del agua a unos pasos de ellos Alberto ya con su troza bien dura metía hasta la mitad en las fauces de Don Julio y lo instaron a que ahuecara la garganta para que le entrara toda.

Don Julio hacia lo que podía, pero esa riatota era muy larga y gruesa.

La verga de Alberto tenía al menos 10 pulgadas en su largo y una redondez que con la mano no lograba abarcarla toda al tomarla y colocársela a Don Julio en la boca.

Luego de eso, logró meter más de la mitad en la boca y llegó a la garganta de Don Julio.

Primero tuvo arcadas, pero luego comenzó a tomar ritmo y logró meter completamente ese plátano descomunal y alojar la cabeza del mismo en la laringe.

La imagen era bestial, ese enorme mazo en una cavidad pequeña como lo es una boca.

Luego Alberto saco su pija de allí y volteando a Don Julio le dejó ir su daga hasta el fondo en ese hermoso trasero de gran Señor casado.

Don Julio se retorció y luego bramó como niña, para después con sus propios movimientos de caderas, hacer que Alberto chocara fuerte y parejo contra sus nalgas; haciendo un sonido como chapoteo de agua al frotarse uno contra el otro.

Tanto Juan como José, se estaban haciendo una riquísima paja con el espectáculo que su primito y Don Julio les brindaban.

Estaban en eso, cuando a Juan le vinieron las ganas de acabar y se salió del agua para colocarse al par de Don Julio y comenzar a descargar sus bolas que se habían llenado de abundante lefa.

Su pija lanzaba chorros de semen y salpicaba completamente la espalda de Don Julio y más de una vez también en el pecho de su primo Alberto.

Alberto al ver que Juan había llenado la espalda de Don Julio y su propio pecho, con su mano esparció todo aquel lecherillo en espalda y pecho.

Luego fue el turno de José, este no se salió del agua y colocándose atrás de Alberto; comenzó a descargar su leche en la espalda de su primo.

Este al sentir como lo bañaban de caliente semen por la espalda siguió bombeando en aquel culo apretado de Señor casado y dando fuertes empellones, fue depositando su juvenil semilla en el interior de la gruta de Don Julio.

Este solo jadeaba por la enorme pisada que le había propiciado tan hermoso chaval.

Al final, fue Don Julio que apurando su propia paja; lanzó su leche en la orilla y quedando exhausto por todo el ajetreo y susto quedó medio embrocado hacia adelante y Alberto sacó su formidable sable de ese culito respingón.

Luego de eso, los gemelos se marcharon y le dijeron a Don Julio que nada se sabría de todo eso y Alberto les pidió por igual que no fueran a decir nada en casa.

Se lo prometieron, pero sentenciado que mañana tendrían que hablar los tres.

Pues allí fue la primera vez que nosotros supimos de sexo entre hombres.

Ya saben amigos, bla bla bla con lo de nombres y lugares.

Gracias por los emails y demás mensajes recibidos.

LUDAVAGI

Joanve09@gmail.com