Y esos gemelos… (2)

Agáchate me dijo, Yo me agaché y nuestros cuerpos se tocaban, no me movía para que no se notara que estábamos allí, mi verga morcillona; ahora si estaba en contacto con el trasero de Chico y mi mano en su cadera.

Y  esos  gemelos… (2)

El hielo ya había sido roto, los gemelos Juan y José ya habían gozado con migo lo que se puede gozar entre hombres, el sexo.

Eso sí, falta adentrar aún mucho, pero mucho más en todo lo que se puede hacer dentro de ese gozo sexual que solo otro hombre te puede dar.

Los días pasaron desde aquel sabroso encuentro entre los gemelos y Yo, Ricardo continuaba su noviazgo y Yo me llamaba por teléfono con ellos, en ocasiones era uno, otras veces hablaba con el otro y muchas cuando estaban juntos.

Les decía lo sabroso que sería que tuviéramos un fin de semana juntos y poder gozar a lo grande de sus vergas y saborear con mi boca sus exquisitos culitos, para aprenderme de memoria sus cuerpos con mis labios.

Ambos me decían que eso los ponía calientes, que en ese momento que estábamos hablando se estaban pajeando y que incluso acababan en ocasiones unas dos veces solo con la llamada.

Yo por mi parte sentía igual, de solo pensar en ese par de cuerpos idénticos, sin un poro puesto en lugar distinto me encendía como loco.

El asunto es que en una de esas, me invitan a que fuera a Olancho, un Departamento de Honduras, a su casa; pero que después iríamos a la casa de los abuelos de ellos que tienen una pequeña hacienda en las afueras y prometieron llegar a visitarlos y es buena época para salir al río, a la laguna e incluso andar en caballo.

Nunca había andado en caballo, me parecía exótica la situación a mí.

Pues el día llegó, pedí permiso por una semana y me lo concedieron, ellos me esperaban en la estación del bus; ambos vestidos idénticos, como si no bastara ver esos rostros masculinos y esos cuerpos de infarto.

Al verlos nomas, volví a pensar que ese par están como quieren y no como Diosito manda, son un churro ambos.

Fuimos a casa de ellos, me presentaron a sus padres; a ambos en muy mis adentros les agradecía ese sabroso polvo que fue la chispa para darle vida a este par de portentosos machos Catrachos (sobrenombre de los hondureños).

Me dijeron que no desempacara nada, que nos iríamos al rato a donde viven los abuelos.

Llegamos, los abuelos súper contentos de ver a sus nietos y que tuvieran amistades que les visitaran.

Me quedé en el mismo cuarto que ellos dos, las habitaciones en esa casa eran enormes, muy simples, pero bien establecidos.

Casi al instante nos fuimos a caminar por los alrededores y me mostraban el ganado, los establos y como trabajaban con los animales, sembradíos y lo demás.

En eso estábamos, cuando salió un tipo bien regordete, de más de doscientas libras de peso, con su ropa un tanto sucia, un sombrero de ala ancha, pistola al cinto.

Hola muchachos, ¿Cómo están?; ya días sin verlos.

Que tal está Don Gerardo, mire; él es Luis y es amigo nuestro, va a estar aquí con nosotros esta semana y si lo ve por allí caminando solo dispare a matar….  Jajajajja aja jaja a son bromas Luis, dijo Juan.

Mire jovencito, estos dos son unos píos; téngalos a cabuya corta.

Hasta pronto muchachos, que la pasen bien ¡!!!!!!

Gracias Don Gerardo.

Anduvimos la mañana por todos lados, llegamos a un área de unas casas separadas de la casa principal y me dijeron que allí viven los trabajadores que son foráneos; que no son del pueblo y que temporan en la hacienda.

Hay tres casas, dos de hombres y una de mujeres.

Ven, para que conozcas todo y veas cómo viven ellos cuando trabajan para mis abuelos.

Al entrar la casa era un solo ambiente, unas 6 camas distribuidas en todo lo largo, una mesa central y sillas, un estante con unas botellas vacías de cerveza, unas de ron a medio gastar y unos cuantos litros de aguardiente nacional.

Se nota que los muchachos sí que empinan el codo, ¿verdad? Dije y José me respondió que en vez que ellos salgan de la hacienda y corran peligro fuera, los dejan que se tomen sus traguitos aquí después de una larga jornada de trabajo y así rinden mejor en sus labores, además no tienen que caminar hasta la cantina que está a 3 km. de distancia.

MMMmmm inteligente idea, es mucho mejor claro está.

En esas estábamos cuando de una puerta lateral sale un chamaco de unos 19 años, trigueño curtido por el sol, venía solo envuelto en una toalla pequeña que se ajustaba a su cintura y casi no llegaba a tapar un lateral de su pierna que se mostraba a cada paso, su cuerpo era de un color cafe parejo, mi vista se fue a sus pies; grandes y bien formados, sus dedos gruesos y sus uñas bien recortadas.

Saludó a los gemelos con mucho entusiasmo, cada uno de ellos le dio un abrazo y luego me lo presentaron como “CHICO”, el hijo de Don Gerardo.

Chico nació en la hacienda, su madre ya falleció hace algunos años y su padre se encargó que aprendiera todo lo referente al manejo de la hacienda para que le ayude en la chamba me comentó Juan en voz baja, mientras José hablaba con Chico.

Chico se miraba un poco intimidado por mi presencia, la ropa de él estaba tirada en el suelo y él seguía con la toalla a la cintura, dejando ver lo largo de su pierna y lo parejo del color de su piel.

José, le dijo a Chico que no tuviera pena con migo, que era muy amigo de ellos dos y que ya me llevarían a la poza de hombres y que pasaría toda la semana en la hacienda.

Y como expulsado por un resorte, la toalla de Chico cayó en la cama y quedo completamente desnudo; en efecto, su piel era toda como tostada al sol, asumo por el trabajo del campo, pero y las marcas de pantalón o calzoneta, ¿No hay?, no importa me dije; es un catracho arrecho de buenote que está.

Chico tendría a lo sumo 1.70 mts. de alto y el cuerpo bien definido, aunque delgado; era un tipo de campo, sus piernas se miraban gruesas y unas pantorrillas bien hermosas, sus pies pues…, un deleite a mi vista, el trasero era como una burbujita cada nalga, redondita, paradita y se miraba durita al andar.

Su verga, no, no la he olvidado; es un cuento aparte, no era muy larga, estaba en reposo, pero su grueso era considerable.

Yo me le quedé viendo y Juan lo noto; me señaló e hizo un ademan de no.

Cambié mi vista, pero mis ojos me traicionaban de vez en cuando y cambiando de posición, ahora podía ver su trasero sin que él se diera cuenta y esos brazos eran un portento, que maravilla de brazos, su pecho era un poco más ancho de lo normal, con unos pectorales que parecían cortados con cincel y almágana.

Que ricura de hombre, en cuerpo superaba a los gemelos, su cara no tan agraciada; pero con un aire súper masculino y como si estuviera escudriñando algo en lo más profundo de la persona que estaba delante de él.

Un chico muy interesante, sabroso y masculino sobre todo.

Poco a poco las prendas fueron cubriendo ese sabrosísimo y nos comentó que iba al pueblo por unos insumos del ganado, que si lo acompañábamos.

Fuimos todos en la camioneta de la hacienda, una camioneta un tanto destartalada, pero con una potencia que era la envidia en los lugareños.

Cuando llegamos al pueblo, las chavas se arremolinaban a nuestro alrededor, los gemelos estaban en la hacienda y eso era de mirar.

No las envidiaba, ellas soñaban con tenerlos y Yo los tenía para mí.

Los tres, Juan, Chico y José; eran un trío de portada, hombres hermosos y vigorosos, sus pantalones jeans entallados y los pantalones tipo bombero (de bolsas abundantes y anchas) de Chico marcaban en todos una peculiaridad, sus culos.

Se les miraba a todos ellos unos traseros bien formados, duros, paraditos y juguetones sobre todo al caminar.

Yo me sentía el Rey del Pueblo, andaba acompañado con los hombres más deseables de todo el lugar.

Hasta podía notar como algunos hombres jóvenes y mayores los volteaban a ver, algunos los saludaban con muuucha  efusividad, otros con un apretón de manos y un abrazo; algunos otros con un saludo de lo lejos, pero estos eran los más interesantes; pues, después de mostrar algo de desinterés, al caminar quedaban volteándolos a ver una y otra vez… sería envidia o deseo; eso quien sabe.

Compraron unos sacos aquí, otras cosas allá y volvimos a la hacienda justo para el almuerzo; tipo una de la tarde.

La Abuela María y el Abuelo Francisco, en honor a quien a nuestro acompañante lo habían llamado de igual forma, no sin antes pedir la autorización del patrón, que gustosamente dijo que sí.

Ambos ancianos nos esperaban ya con todo listo en la mesa y Don Francisco le dijo a Chico: Ve al granero para que bajen las cosas, luego vienes que te quiero encargar algo; pero primero comes y luego vienes.

Sí Don Francisco, ya vuelvo.

Así fue, Chico en tipo media hora ya estaba de vuelta a la casa, seguía con la ropa de calle por si lo que deseaba el patrón fuera del pueblo.

Dígame Don Francisco, fueron las palabras de Chico al solo llegar y bajar su sombrero en señal de respeto.

Chico, los chicos aquí van a estar toda una semana con nosotros y quiero que los lleves a todos los sitios que ellos te digan y que sea necesario con la camioneta.

No te preocupes por tus labores, ya hable con tu padre y el tiene resuelto todo.

Claro Don Francisco, lo que usted ordene.

Se dirigió a los gemelos y les dijo: “Bueno, ¿a donde quieren ir por la tarde, ya tienen planeado algo?

Los chicos hicieron un sinfín de proposiciones y la que ganó fue la laguna.

Huy estupendo dijo Chico, en estos días está bien llena y el agua está sabrosa.

Vamos a cambiarnos dijo Juan y nos colocamos una calzoneta, tenis, camiseta, lentes y gorra.

Al salir, Chico tenía la camioneta al frente y esperándonos, estaba sin camisa y solo le mire una calzoneta y sandalias.

Ese hombre, ese chavalo era otro churro catracho que me estaba dando un colirio (gotas refrescantes para los ojos) sin haberlo pedido.

Cuando nos sentamos José y Yo en la parte de atrás, se me acercó y me dijo al oído: ¿Te gusta verdad, está lindo el Chico no es cierto?

Sí le asenté con la cabeza, luego le digo; cuando vienen ustedes, ¿van muy seguido a la laguna?

Claro dijo Juan, si podemos por lo menos cada dos días.

A este par, dijo Chico; allí les enseñe a nadar, no sabían.

Huuuy, solo espero que no sea muy honda, Yo sé nadar pero no muy bien.

Tras un par de minutos más llegamos, era una lagunita muy linda, de algunos 85 metros de diámetro y tenía una cascada por uno de sus lados, un grupo de arboles altos que tapaban un playón y había un bote arrimado a un costado.

Chico, sacó del carro unas cosas como hielera, carbón y demás.

Pronto los chicos comenzaron a quitarse los tenis, la camiseta, la calzoneta y a mi sorpresa debajo no traían nada, Chico los imitó y los tres estaban en pelotas corriendo al agua.

Yo solo atiné a hacer lo mismo y corriendo como ellos, llegué a una especie de atracadero chiquito a una orilla de la cual se lanzaban a lo hondo de la laguna; era agua muy refrescante, liviana y transparente.

Todos jugábamos a alcanzarnos, jugando lo que aquí llamamos landa (uno persigue al grupo y al alcanzar a alguno lo toca en cualquier, “cualquier” parte del cuerpo y dice: LANDA fuerte, para que todos escuchen y este es el que persigue en adelante).

Como fui el último en entrar al agua, a mí me tocó perseguir primero; todos eran unos peces en el agua menos Yo y me costó localizar a alguno y al primero que alcance por un descuido fue a Chico, este estaba retozando con Juan, haciéndole hundidas y al estar de espaldas mías, cuando se dio cuenta de mi presencia ya era tarde e intentó salir huyendo, pero me lance y alcancé su trasero con mi mano.

Uff, sabroso como lo sentí; duro, muy duro y grandote, mucho más grande al tacto que a la vista me dije.-  Mí pija se me paró de inmediato.

Como no se valía tocar al mismo, este nado para alcanzar a alguno de los gemelos, estos huían; pero su maestro de nado a pesar de ser más joven que ellos los alcanzó con facilidad y tratando de escapar, nadando de brazada hacia atrás a uno de ellos lo atrapo de la mera verga y gritó: LANDA.

Luego este se dirigía hacia mí y Yo como pude cruce al otro lado del bote y pude escabullirme de él, dentro del bote me tope que estaba Chico escondido y como estaba boca arriba podía ver a toda plenitud su potente verga, a lo lejos escuchábamos decir: “Chico, Chico ven aquí, no te escondas cobarte, Chico”,  pero como no salía de ningún lado un hermano tocó al otro dándole un empujón en la cabeza hasta hacerlo hundirse.

Lógico, venía en mi busca, como pude me subí al bote sin casi moverlo para no ser detectado; el bote era un poco angosto y Chico y Yo quedamos pegados de costado, ambos boca arriba.

Los dos callados dentro del bote escuchábamos como los gemelos hablaban y se preguntaban que donde nos habríamos metido, que no nos habían visto salir.

Chico, se movió un poco para quedar de lado y poder asomarse de costado para vigilar.

Su trasero estaba expuesto a mi vista, era un trasero firme, todo su cuerpo era de un color muy parejo y ahora adivinada el porqué, bañaba desnudo todo el tiempo.

En un momento me dice, ven; mira a esos dos buscando en las orillas.

Yo me asomé a ver, mi cuerpo se pegó un poco al cuerpo de Chico; mi mano se posó en la cadera de chico y una de mis piernas rosó un poco el trasero del chavalo, él no se inmutó; Yo asomé mi cabeza y el movimiento natural del agua, hacia que el bote se balanceara un poco y mi pija morcillona topaba a poquito con el trasera de Chico.

Me separé, no quería que Chico fuera a pensar mal y les dijera a sus patrones.

Agáchate me dijo, Yo me agaché y nuestros cuerpos se tocaban, no me movía para que no se notara que estábamos allí, mi verga morcillona; ahora si estaba en contacto con el trasero de Chico y mi mano en su cadera.

Chico no asumió nada, volteó su cara para con su dedo índice indicarme silencio.

Era una labor imposible para mí el hecho de que mi verga no se erectara y ocurrió, se me paró la riata y Chico pudo sentir como mi pija iba cobrando tamaño, longitud; grosor en medio de su raja y como comencé a temblar de lo excitado que me encontraba.

Él solo pasó su mano derecho sobre mi sin dejar de darme la espalda y me dijo: “Tranquilo, es natural; estamos muy pegados y en pelotas”

Eso no cambiaba el hecho de que le estaba arrimando el rabo a su culo y que lo estaba disfrutando.

Al retraer su brazo sobre el mío, Chico tomo mi mano y la llevó a su propia verga y pude sentir como se iba estirando y engrosando hasta quedar bien templada.

Te fijas, es natural; estamos muy pegados y no debemos hacer ruido.

Lo natural es el nerviosismo que me dio estar en esa situación, su culo se me antojaba de lo sabroso que sentía ese calorcito que emanaba de su raja y que envolvía mi propia verga.

Pensando en esto estaba, cuando escuchamos el chapoteo que se acercaba desde la orilla y eran los gemelos que adivinaron en donde estábamos.

Ambos saltamos al agua para huir, en la huída la erección se perdió, el encantó del momento acabó y el juego se reanudó.

Luego de muchas fricciones y toqueteos por causa de la “landa”, decidimos descansar y tomar algo.

Entre todos arreglamos el fuego, los tragos, para pasar una tarde relajada.

Todos nos quedamos en bolas tirados alrededor del asado y escuchando música de la radio.

Juan estaba boca abajo, mostrando su trasero y Chico estaba acostado boca arriba; utilizando la espalda de Juan como apoyo para platicarnos de sus últimas conquistas en el pueblo.

Juan y José comentaban sobre las chicas de que hablaba Chico y de cuando ellos habían estado también con algunas de ellas.

Y como se la montaban juntos ellos dos con una sola mujer.

Chico se levanta y tenía la pija bien parada, era un monstruo; era gruesa como ninguna vista por mí, ni en las pelis porno había visto algo así.

Chico fue hasta la orilla a lavarse del polvo recogido al volver encontró a José boca abajo que platicaba con nosotros y sin decir nada, suavemente se fue reposando sobre él y colocó su verga a todo lo largo de su culo.

José solo lo volteo a ver y no dijo nada, Chico sin embargo dijo: “Ya extrañaba esta ricura de culito para mí”.

Nunca se me hubiera pasado por la mente que estos tres habrían tenido sexo juntos entre ellos.

Son tan machos me decía.

José estiró su mano para indicarme que me acercara y le instó a ponerme frente a él y tomar mi verga para metérsela en la boca.

Es fenomenal, al aire libre en un lugar completamente abierto y estos se atreven a comenzar una orgía; no pensé que llegara a ocurrir así.

Juan por su parte, le puso la pija a la altura de la cara de Chico y este la engulló como desesperado, la verga se perdió toda en las fauces de Chico y hasta podía ver como algo se movía en la garganta de Chico y estaba seguro era el glande de Juan que taladraba la parte honda de esa garganta.

Chico, levantó un poco sus caderas para pasar su pija por la raja de José y estaba haciéndolo suavemente cuando de un solo empellón Chico clavó a José quien soltó mi verga para gritar a pulmón abierto por la estocada de esa riata que le acababa de entrar.

Chico tenía a José completamente tendido boca abajo y sostenido en sus brazos que apoyaba en las manos para poder alcanzar correctamente la paloma de Juan y seguir mamando sin detenerse para nada.

Yo comencé a masturbarme al ver el cuadro en que ese par de hombres se unía por medio de una cuarta de verga por un culo y con más de una cuarta por la boca del otro.

Juan me llamó y me dijo que había un hoyito que rellenar y me señaló el sabrosísimo culo de Chico.

Yo ni corto ni perezoso, me acerque por atrás de Chico y comencé un apetitoso beso negro en ese trasero que me invitaba a lamer y succionar su raja.

Ya la había sentido en el bote al arrimarle la pija y ahora la estaba saboreando, estaba averiguando a que sabe el hombre de campo en Honduras y te diré que es exquisito.

Su culo era terso a mis labios y un gusto singular al paladar.

Mi lengua hurgaba cuando podía en ese orificio oscuro pero achocolatado que tanto me tentaba, para poder penetrarlo allí mismo, en ese lugar y con la ayuda de la saliva que había depositado en su raja y en el ano mismo; mi glande resbalaba delicioso sin moverme si quiera, gracias a las penetraciones y extracciones que Chico hacía con su propia verga en el culito de José.

Mi pija fue encontrando el camino hacia su interior muy despacio, cuál era el ritmo que Chico imponía a la penetración.

El ano de Chico fue cediendo a la dureza de mi verga y la lubricación de mi líquido pre-seminal que en ese momento emanaba a borbollones.

Tal era la cantidad de líquido que salida de la punta de mi verga que ya escurría hacia el perineo y comenzaba a alcanzar los huevos de Chico.

Cuando mí glande iba por la mitad de su camino en la entrada del culito de Chico, pude sentir como era de fuerte ese músculo y como poco a poco me iba cediendo paso a su interior.

Ya mi cabeza estaba adentro, su anillo apretaba la corona de la cabeza de mi pija y era una sensación sin igual.

Luego con un movimiento prolongado de su cola, entró parte del tronco de mi verga y  volvió a salir un poquito más.

Chico serpenteaba sobre José y esto hacía que mi pija se balanceara en sus adentros como formando un ocho; provocando que rosase todas las paredes de su gruta y pude sentir lo fruncido de su interior.

Mí excitación era enorme, en un momento; arrebaté la pija que golosamente Chico mamaba y la tomé para mí, quería volver a sentir ese jugo que sale de tan sabrosa llave de carne humana.

Juan, al ver mi calentura me arrebató su pija y la sacó de mi boca; se dirigió a mi trasero y la colocó en la entrada de mi culo.

Colocándose a horcajadas sobre mis nalgas su verga era lo único que me tocaba y con un movimiento rápido hizo que su pija me entrara de un solo hasta la mitad.

Esto provocó que en mi intento de zafarme de tan brutal intruso, mi pija se enterrara profundamente en Chico y este a su vez penetrara profundamente a José que recibió el peso de nosotros tres al empujarnos unos a otros en un tren sexual.

Nunca había estado en un trencito sexual y era fantástico penetrar y ser penetrado al unísono, sentir como te mueven todo tu interior con una espada caliente y dura y como tú arremetes dentro de un culo cálido y húmedo que te acoge el pene como guante que lo acaricia de forma brutal.

Todos nos lanzamos de lado de tal forma que el tren no se rompiera nunca, en ningún momento la pija del uno, salió del culo del otro y así levantando una pierna; nos acomodados de tal forma que cuando ensartabas y salías, eras ensartado por igual.

Todos bufábamos y sudábamos son sabor.

Todos besábamos a alguien o mordías sin pudor.

No hubo prejuicio alguno de sentirse usado y usar a tu parte sin igual.

Solo había que disfrutar de lo que te ofrecía el otro sin preguntar si quería algo más, todo se daba y todo se dio.

Cada uno cambió de posición, a todos nos tocó la cola, a todos nos tocó el frente, en un momento todos ya habíamos metido la pija a todos y todos te la habían metido a ti.

Pasó más de una hora y comenzamos a ceder, nuestras vergas comenzaban a soltar trallazos de leche a cualquiera que se situara al frente para recibir y de rodillas frente al benefactor, recibíamos baños de esencia masculina en nuestras caras y nuestras bocas.

Un coctel que ni el más experimentado barman podría ofrecer.

Delicioso, caí rendido de tanto ejercicio sexual.

No sabía que en el interior del país se gozara tanto al aire libre y con tres machos sin lugar a arrepentimiento, porque fuera de la fatiga queda aún mucho deseo sexual.

Luego de un merecido descanso, nos limpiamos en las aguas de la laguna y volvimos al rancho.

Los abuelos de Juan y José nos esperaban con una tasita de café y la cena.

Caí rendido en mi cama y fue un solo sueño hasta el día de siguiente.

Espero te haya gustado,

Ya sabes, nombres y lugares son bla bla bla, para proteger a los interesados.

Espero seguir recibiendo emails como hasta ahora y puedes dejar comentarios en TODORELATOS.

Gracias por todas las criticas, todas son reconfortantes y constructivas.

LUDAVAGI

Joanve09@gmail.com