Y el lunes debo ir a la oficina

Esto son cosas que pasan...

Y EL LUNES TENGO QUE IR A LA OFICINA

Esto me sucedió, ayer viernes por la noche

Debo de explicar, que tengo veintiséis años, soy alta morena y dicen que muy bonita, con ojos grandes y boca de labios un poco gruesos bien dibujados y sensuales. Tengo pareja desde hace tres años, él es mayor que yo, tiene cuarenta y cuatro años, y nuestra relación es muy buena.

Ayer, celebramos los compañeros de trabajo una despedida, de una de las secretarias que se va a trabajar a otro país.

Mi empresa, es una empresa pequeña y yo soy directora de departamento.

La celebración consistía en juntarnos la gente de la oficina e ir a tomar algo y a bailar, yo le dije a mi marido si quería venir, pero puesto que no iban a ir ninguna otra pareja, él me dijo que mejor no iba.

Para el acontecimiento, me vestí con una falda blanca, por encima de la rodilla, que habíamos comprado el sábado anterior, la iba a estrenar, y una blusa, azul estampada, bastante transparente, me puse un conjunto de ropa interior con un tanguita blanco, con encaje delante, muy lindo y un sujetador a juego que se transparentaba a través de la fina tela de la camisa.

Mi marido, no puso muy buena cara, al verme salir así; tan apenas si nunca me pongo falda, a pesar de que tengo unas piernas magníficas, pero puesto que él sabía que le había dicho de salir y fue él, el que dijo que no, tampoco dijo nada más.

Nos juntamos, los compañeros, en una terraza que hay cerca de mi casa, allí tomamos una cerveza y de ahí fuimos a una discoteca, éramos seis, dos chicas, la de la despedida y yo, y cuatro hombres.

En la discoteca, pidieron de beber unos combinados, yo pedí una piña colada con sólo un poco de alcohol, no estoy acostumbrada a beber y muy pronto, siempre, se me sube a la cabeza.

Estuvimos bailando y como a la media hora, empecé a sentirme mal. Decidí salir fuera a tomar un poco el aire a ver si se me pasaba. Me apoyé en el coche, que era de Tomás, estaba mareada; al poco rato salió Miguel a ver como me encontraba, yo estaba cada vez peor, recuerdo que se puso a mi lado y yo le puse mi brazo en su hombro, por que tenía miedo de caerme, lo siguiente es que perdí el conocimiento, por unos segundos y cuando desperté, él estaba besándome en la boca con pasión, yo no sé, si le estuve respondiendo a sus besos, realmente no recuerdo nada, pero cuando recobré el sentido y me encontré en esa situación, lo aparté, diciéndole que, que hacía.

  • Chica, tu me has abrazado y has empezado a besarme… ¿Es qué no te acuerdas?

  • Disculpa, no sabía…-le respondí,- pero de todas maneras tú no debías

Olvidémoslo, entremos adentro, con los otros, estarán diciendo que, qué ha pasado

Entramos adentro, ya me sentía mejor, al rato vino Miguel, trayéndome una coca-cola

  • ¿No llevará alcohol?- le pregunté.

  • No, no te preocupes.

A mí. Miguel, no me gustaba nada, era todo lo contrario a mi tipo de hombre ideal, era gordo, un poco calvo, estaba casado, realmente nunca lo había visto de ninguna otra manera que no fuera, como una persona que trabaja conmigo, sin más.

De nuevo comencé a bailar, me encanta la salsa, creo que la bailo muy bien; allí estábamos los seis bailando en la pista, cuando de nuevo empecé a sentirme mal. Empezaba, otra vez, a marearme. Salí de nuevo fuera y me dirigí a donde se encontraba el coche, éste se hallaba en la parte de atrás del parking, en un sitio de poca visibilidad. Se que llegué hasta donde estaba el auto y que me apoyé, pero no recuerdo nada más.

Lo siguiente, que pasó, o al menos que yo me enteré, es que otra vez estaba allí Miguel conmigo, pero esta vez no a mi lado, sino delante de mí, me estaba besando el cuello, y su mano la tenía dentro de mi braguita, acariciándome el clítoris. Mi primera reacción fue de nuevo de perplejidad, y de apartarlo de mi lado, pero esta vez… el placer que estaba sintiendo, me impedía hacerlo, y decidí hacerme la dormida un poco más. Así estuve como un par de minutos, hasta que no pude, más que abrir los ojos y buscar su boca, con la mía. El se dio cuenta, como no, y empezó a besarme con ansia, mientras su mano seguía tocándome debajo de la falda, dentro del tanga y con la otra mano cogió mi mano derecha y la acercó a su paquete, cuando lo noté… lo tenía grande y duro, le bajé la cremallera y comencé a tocarlo dentro de su calzoncillo, su miembro, era mucho más grande que el de mi marido; poco después comencé a estremecerme, estaba teniendo un orgasmo maravilloso.

  • Ahora "bonita", métetela.- me dijo, cuando notó que me había corrido.

Abrí las piernas y con su polla, aún en mi mano la introduje en mi coño, apartando la braguita, estaba, tan mojada, que a pesar de lo grande que era entró sin ningún esfuerzo. El empezó a moverse, primero con unas embestidas suaves, maravillosas, que fueron aumentando de ritmo. Yo estaba ya encima del capot del coche, con mis piernas hacia abajo, pero sin llegar a tocar el suelo y él encima de mí, follándome, como nunca me la habían metido, estaba disfrutando como una loca, hasta tal punto que muy pronto me volví a correr, mojándome aún más, mientras él notaba, como me estremecía, y seguía follándome cada vez más duro.

  • ¿Te gusta eh..?

  • Si, sí, sigue… sigue

  • ¿Te gusta que te folle…?

  • Si, me gusta mucho, me follas muy bien… sigue

  • Me voy a correr….

  • Sí, córrete, quiero sentir tu leche, córrete.

Se corrió, en el momento que yo volví a tener mi tercer, maravilloso, orgasmo.

Mis sensaciones eran contradictorias, por una parte lo había pasado fantásticamente bien, como nunca en mi vida, pero por otra estaba totalmente avergonzada y más aún cuando descubrí a Tomás, que en el trabajo es mi asistente, que estaba parado a unos cinco metros de donde me encontraba, con Miguel; apartándose, éste, de mí, mientras se arreglaba el pantalón; y yo, con la falda remangada hasta mi cintura e intentando limpiarme un poco el semen, que me habían obsequiado de forma tan agradable. ¿Qué estará pensando ahora de mí?- me preguntaba.

Miguel, pasó al lado de Tomás, mirándolo, con orgullo, pero sin decirle nada, de alguna manera estaba pavoneándose y con el ego, totalmente subido, porque me había follado. Tomás me miró a los ojos, yo estaba totalmente avergonzada, se dirigió al coche, abrió su puerta y sacó una caja de pañuelos de papel que me ofreció.

  • Límpiate.- Me dijo escuetamente.

  • Gracias,… no creas… yo no sabía.

  • ¿Lo que hacías?... que te he visto, como le pedías más y más

  • Yo… la bebida.

  • Sí te has bebido todo el biberón enterito. ¿Quieres que te la meta, yo?

  • ¿Qué…? ¿Tu que piensas?, su pregunta directa, me había dejado ko. ¿Qué se creía el muchachito?, pero por otra parte debo admitir, que oírselo decirlo, así sin más, me excitó.

  • Yo pienso que lo estás deseando. Entra dentro del coche,- me dijo mientras abría la puerta trasera.

No se porqué, entré. Me senté en el asiento, alisando mi falda y con las piernas juntas, él se sentó a mi lado.

  • Quiero que me la chupes,- me dijo, mientras sacaba su hermosa polla del pantalón, era grande y gruesa, aún más que la de Miguel y muchísimo más grande que la de mi marido.

  • Tomás, no.- le dije, mientras no podía dejar de mirar esa maravilla, que tenía el muchacho entre las piernas; el me agarró mi mano e hizo que se la tocara. Supongo que el joven estaba excitado desde hace rato, mientras contempló como me follaba su compañero.

  • Te gusta, ¿Verdad?, me dijo, mientras yo comenzaba a mover mi mano de arriba abajo, sintiéndola, y notaba, como cada vez estaba más excitada.

  • Tomás yo….

  • No te preocupes, cariño, no vas a ser más zorra, porque disfrutes un poco más.

El haberle oído como me llamaba zorra, aún me hacía tener más deseo, pero intenté evitar la situación, aunque en el fondo sabía que no podía.

  • Ya vale. – le dije. Conforme se lo decía, él me cogió la cabeza por la nuca, situándola sobre su increíble pene. Cuando lo noté tan cerca de mi boca, no pude por menos que abrirla e introducírmela, apreté los labios sobre esa maravilla y se la empecé a recorrer, comiéndomela con verdaderas ganas, él con sus manos, agarró cada uno de mis pechos, dentro de la camisa por encima del sujetador, buscando mis pezones. No estuvo mucho con sus manos sobre el "suje" bien pronto me las metió dentro, apretándome los pezones. He de reconocer, que me los aprieten me excita muchísimo. Estuvimos así un buen rato, él no se corría.

  • Puta, métetela, quiero ver como mueves tu coño y tu culito para mi.

Me levanté la falda, aparté el tanguita y me la metí sentándome encima de él, frente a él. Y… empecé a moverme de arriba abajo, era tan grande, que notaba como acariciaba todos los recovecos de mi vagina.

  • ¿Te gusta como muevo mi culito?.- le dije.

  • Putita lo mueves de maravilla.- me contestó mientras, con su mano en mi trasero, acompañaba mis movimientos intentando apresurarlos y con su boca, buscaba mi pecho. No tardé mucho más, en correrme, me sentía exhausta. El cuando notó como me estremecía, con mi orgasmo, la sacó y poniéndose delante de mí, me levantó las piernas, colocando los tobillos en sus hombros y me la metió. En esa posición yo notaba, como esa grandísima polla me entraba hasta las entrañas. Con Miguel me había sentido, tal vez por primera vez en mi vida, verdaderamente follada, pero esta vez, era aún más, me sentía jodida, violada, poseída, todo lo que una mujer puede pensar; mientras el seguía moviéndose, sin parar de metérmela, y yo… yo ya no podía ni pensar, solo gozar, gozar y gozar, al menos me corrí otras dos veces, estremeciéndome como una loca, antes de que sintiera como me inundaba con su leche.

Cogí los pañuelitos y me limpié lo mejor que pude, el me esperó fuera del coche. Juntos entramos de nuevo en la discoteca, y nos dirigimos, donde estaban los demás, no intenté disimular mi felicidad, estaba segura que todos sabían ya, que habíamos estado follando, aunque Miguel no les hubiera dicho nada. Mis compañeros, conocían a mi marido, muchas veces venía a buscarme al trabajo y sabían que nos llevábamos muy bien, Aunque ellos no lo supieran, nunca hasta ese día le había sido infiel. ¿Qué pensarían ahora?... y además el lunes… con pantalón, como siempre, o falda… TENGO QUE IR A LA OFICINA.