Y así comenzó todo

Todo ocurrió un día de verano en el que quedamos para charlar y decirnos que tal nos estaba yendo todo, ella apareció con un top negro, sus gafas de sol que siempre la acompañan a todos lados, su piercing de la nariz...

El relato de hoy será un poco especial, para empezar, mi nombre es Víctor, tengo 27 años, mido 1.81, tengo el pelo corto y rubio con mechas y barba pelirroja, soy de constitución normal, vamos, lo que se dice “del montón”, la chica se llama Andrea, os podría decir que tiene 23 años, que es más bien bajita, con el pelo largo, rizado y de color burdeos cobrizo y del que nace una rasta preciosa y enorme que tiende a perderse entre sus secretos más íntimos, con ojos profundos y de un intenso color marrón, os podría decir también que es delgada, que se nota que se cuida y con varios tatuajes que me vuelven loco, pero lo importante no es la descripción física, sino su mente, daría lo que fuera por poder colarme en su cabeza y saber que piensa, saber que dice y que oculta y descubrir hasta su más oculto secreto, y es que es su mente, fue lo primero en lo que me fijé y quedé prendado.

Todo ocurrió un día de verano en el que quedamos para charlar y decirnos que tal nos estaba yendo todo, ella apareció con un top negro, sus gafas de sol que siempre la acompañan a todos lados, su piercing de la nariz, colocado fuera de las fosas nasales para que no le diera alergia, un pantalón corto negro que dejaba ver esas piernas tan bonitas que tiene, y unas converse. Lucía radiante, yo iba con una camiseta de manga corta, gafas de sol y unos pantalones vaqueros cortos y tenis. Al vernos nos saludamos como de costumbre y empezamos a caminar, nos sentamos en una cafetería donde ella se pidió un dulce de chocolate y yo una limonada bien fresquita porque no tenía hambre. Conversamos durante varias horas y al momento de despedirnos, cuando se giró dispuesta a seguir su camino, la cogí de la mano girándola hacia mí y le confesé lo que sentía, ella titubeó un poco, pero antes de que pudiera decir nada le planté un beso en un impulso, al principio estaba tensa pero se relajó y continuamos el beso mientras rodeaba mi cuello con sus manos. No fue un beso normal, son ese tipo de besos que al terminar te quedas sin aliento como si hubieras corrido una maratón, besos de los de cerrar los ojos y volar, porque no fue solo besar sus labios sino besar su alma también.

Al separarnos no nos dijimos nada, la cogí de la mano y la llevé hasta mi coche, nos montamos y arranqué dirección a mi casa, mientras conducía, nos mirábamos, eran miradas cómplices, nerviosas, éramos como dos quinceañeros con nula experiencia, aunque teníamos un historial bastante amplio, le coloqué mi mano sobre la suya y se nos dibujó una sonrisa tímida en la cara.

Al llegar, aparqué el coche, salimos y en el porche antes de entrar nos volvimos a fundir en un largo e intenso beso, aquello no era normal, para entonces teníamos las pulsaciones que se nos iba a salir el corazón por la boca, abrí la puerta como pude, cerré tras de ella y colocando mis manos bajo su culo la cogí en peso sin dejar de besarla y subí con ella los 3 largos tramos de escalera que separaban el recibidor de mi cuarto.

Abrí la puerta de mi cuarto y, apoyándola contra la pared sin dejar de besarla, cerré la puerta con el pie, la tiré sobre la cama, conecté unas luces de ambiente, conecté el equipo de música, me quité la camiseta y me abalancé sobre ella cual tigre contra su presa, le quité la camiseta y empecé a besar su cuello mientras mis manos acariciaban su torso y cintura, me incorporé un poco y le quité el sostén con una mano mientras la miraba a los ojos y se me dibujaba una malvada sonrisa en la cara, acto seguido la vuelvo a besar con intensidad y voy bajando por su cuello hasta llegar a sus pechos y empiezo a estimularlos con mi lengua mientras me deshago en caricias por el resto de su torso.

Me quité de encima y sacando un pañuelo de uno de los cajones de la mesilla de noche le vendé los ojos y susurrándole al oído le dije –concéntrate en sentir-. Saqué del cajón unas correas para sus manos y las até al cabecero, di un trago a la botella de agua fría que siempre tengo en mi cuarto y empecé a derramarlo desde mi boca por su canalillo en línea recta hasta su ombligo mientras ella daba un gran suspiro que hizo que me calentara aún más. Soplé lentamente por donde había derramado el agua, mientras a ella se le ponía la piel de gallina, hasta llegar a su ombligo y con mi lengua recogí todo el agua llegando hasta su canalillo –esto no ha terminado aquí- susurre. Cogí una pluma y recorrí sus brazos, que se mantenían atados aun, y la pasé también por su cuello, por sus pechos y por su torso sacándole pequeños gemidos.

Con mis manos desabroché su pantalón y, con un poco de su ayuda, se lo quité junto a un minúsculo tanga negro que llevaba, desaté sus converse, se las quité y le quité también los calcetines. Allí estaba, la mujer de mis sueños, completamente desnuda, sobre mi cama. Embadurné mis manos con aceite de coco y empecé a masajear todo su cuerpo lentamente, empecé por sus pequeños pies y fui subiendo por sus piernas hasta su torso, subí hasta su cuello y bajé por el centro hasta llegar a su pubis, donde me detuve, no quería alterar el sabor de tan preciado cáliz, bajé hasta allí y posando mi lengua contra su clítoris, empecé a lamerlo lentamente mientras acariciaba sus pechos con mis manos, ella empezó a gemir y suspirar mientras se le entrecortaba la respiración. Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo paré, cosa que ella me reprendió- tranquila, merecerá la pena- seguidamente embadurné nuevamente mi mano con el aceite e introduje dos dedos dentro de su vagina colocándolos justo detrás de su clítoris y empecé a masajearlo muy suavemente mientras estimulaba con mi lengua justo delante, comencé a notar como se humedecía mi mano y dejé de estimular delante y aumenté el ritmo con los dedos mientras ella se retorcía de placer y empezaba a sudar, empecé a hacer círculos con los dedos para que siguieran humedeciéndose hasta que llegó ese orgasmo que inundó mi mano mientras ella se retorcía hasta tal punto que se soltó la cuerda de una de sus manos, cosa que aprovechó para buscar mi cuello y empujarme hacia ella para besarme y morderme el labio inferior, saqué mis dedos y volví a bajar a recoger mi premio, estaba tan excitada que no necesité más de 3 minutos en hacer que volviera a tener otro orgasmo.

Le desaté la otra mano y le quité la venda, me quité el pantalón, el bóxer y los calcetines y la coloqué encima de mí y lentamente fui penetrándola. Cuando terminó de entrar ella empezó a moverse hacia delante y hacia detrás con sus manos sobre mi pecho, esa maestría que tenía me volvía loco, duramos un rato así hasta que ella volvió a tener otro orgasmo, cuando paró de estremecerse la guié para que se pusiera en cuclillas y se echara hacia atrás colocando sus manos sobre mis piernas, en esa posición le elevé un poco la cadera de manera que quedara justo en el ángulo correcto, y empecé a penetrarla suavemente al principio estimulándole el punto G, y luego aumenté la velocidad hasta que llegó nuevamente al orgasmo, el sudor de nuestros cuerpos, sus gemidos, la música, la luz de ambiente me tenía totalmente a cien, la tumbé bocarriba en la cama colocándome yo entre sus piernas, y una vez la penetré, coloqué sus piernas sobre mis hombros haciendo que la penetración fuera más profunda y al estar más apretado, hubiera una mayor sensación y comencé a aumentar la velocidad de las embestidas hasta que ambos llegamos al climax, cayendo a su lado, totalmente agotado, con el pulso acelerado y con los cuerpos totalmente sudados.

Nos quedamos mirándonos sin decirnos nada durante un buen rato mientras la música y las luces seguían ambientando, nos levantamos y nos fuimos a la ducha donde cada uno enjabonó al otro, aun sin decirnos nada, solo mirándonos, nos secamos y vestimos y la llevé a su casa, en el trayecto seguimos callados pero con una gran sonrisa. Cuando la fui a dejar la besé y le dije –Esto es solo el principio- sonreímos los dos y así fue como empezó todo.

FIN