Y acabé...
Relato corto sobre quien acabó tantas veces que termino acabando con todo
A veces estamos sin estar y la vida nos sorprende con las ganas de gritar y salir corriendo a donde ya no haya nada más pues sentimos que todo lo que había de pronto se fuga, sentimos que no tenemos nada de lo que creímos tener o perdemos la seguridad de los que nos hacia seguros… A veces estamos y dejamos de estar por recuerdos absurdos de un absurdo pendejo que nos quitó la sangre como un demonio nocturno disfrazado de ciervo, de ángel, o de amor…
A veces queremos gritar y por no tener voz o la garganta cansada… escribimos…
Así que aquí estoy… Escribiendo…
Espero que leas esto y entiendas quien soy; que se te venga a la mente cada cosa que me sacaste y permití que me sacaras, cada momento falso fuera de una cama y cada gemido ansioso que te arranqué de la garganta mientras te hacía el amor como se que nadie más te lo hará jamás; porque si algo fue real en lo que se sentías por mí, esos eran tus orgasmos, tu placer y tus gemidos… benditos gemidos…
Dejaré de reprocharte y lo guardaré para luego, ya que sé que nada te duele pues nada te importa y lo único que te importa es lo que te aleja y hoy cambias la entrega pura por el sexo barato con la libertad; la misma libertad que extrañamente te ha hecho su prisionero sin ser capaz de dejarte ir… La misma libertad a la que ahora te entregas de piernas abiertas buscando en uno y otro y en otro aquello que solamente yo podía hacerte sentir con el simple roce de la yema de mis dedos o con la fricción de mi erección ahogada por el pantalón mientras te sujetaba de espaldas a mí y bailábamos lentamente mientras te besaba el cuello tan lento como la eternidad… Lo triste del caso es que no lo encontrarás en otro cuerpo porque aunque no quieras reconocerlo, tu placer no venía de tu cuerpo sino de algo más profundo que sin duda no sabes que existe…
Nadie te besará suavemente al principio para hacerte perder la respiración y el aliento entre suspiros, volviéndose lentamente salvaje empezando a morderte los labios; nadie se apoderará de tu garganta con su lengua como yo sabía hacerlo… Nadie te hará cerrar los ojos con una palabra certera susurrada al oído o al sujetarte con la fuerza justa por la cintura mientras te devora el cuello y te libera de tu camisa…
Solamente yo sabía que el lóbulo de tu oreja izquierda era más sensible que el de la derecha; y lo sé porque mordía ambos con delicadeza mientras tú te retorcías placenteramente debajo de mí y arañabas mi espalda y te envolvías a mi cintura con tus piernas desnudas y ansiosas… Sólo yo sabía eso aunque ni tú mismo conocías de tu cuerpo… yo sí lo memoricé…
Lo primero era tu cuello, víctima constante de mis besos, mordidas, y la caricia tibia de mi respiración, alargado elegantemente para exhibir esa clavícula coqueta siempre coronada por un crucifijo… Luego tu mentón puntiagudo, tus labios rosados e hinchados de tanto besarme, brillantes y desesperados por recibir mi miembro, envolviéndolo y recorriéndolo de arriba abajo dejando espacio en tus fauces y tu garganta para hacerme gemir tú a mí… Y luego tu nariz perfilada llena de pecas discretas que se extendían hasta tus pómulos.
Tus ojos ámbar venían después, coronados por esas espesas pestañas negras que tanto vi aletear frente a mí… en cada mirada de fuego amarillo, en cada grito sin palabras y en cada “dame más duro” o cada “no lo saques aún” que apenado de ser vocalizado salía a través de ellos como un grito desgarrador…
Tus hombros estrechos y cintura diminuta con las huellas blancas de mis manos que se te hacían de la nada, en contraste con tu pecho y espalda anchos y musculados, ambos con pecas que imitaban a una galaxia; y más abajo mi estrella favorita… la que tantas noches me dedique a lamer y a descubrir nuevas maneras de explorar, dilatar y contraer, mientras se abrazaba como un guante a mis dedos inquietos y a mi pene que le colonizaba, reclamando propiedad y declarándote poseído… Tus nalgas siempre abiertas, siempre dispuestas y siempre enrojecidas, en una circunferencia diminuta y firme que servía de soporte a mis embestidas certeras…
Te gustaba tenerme dentro… Te gustaba verme mover y sentir todo mi peso sobre ti… Siempre dijiste que yo era un concentrado de masculinidad con mi cuerpo ancho y macizo, los vellos abundantes en mis piernas y recortados en el resto del cuerpo, mi barba tupida y mi cabello largo y desordenado… siempre dijiste que era el único hombre que te trataba como tal, y que aún así te hacía sentir perdido en un placer que para muchos siempre estuvo prohibido.
La forma en que te desnudaba, y sin pedirlo te arrodillabas frente a mí para sacar mi erección entre la cremallera de mi pantalón; la forma en que lo mirabas y sujetabas mientras me pedías autorización con esos ojos indiscretos… La forma en que sacabas tu lengua con discreción y la pasabas por toda su longitud mientras me mirabas a los ojos y yo sonreía… Jamás reconocerás que me hiciste tu amo y señor y que aunque ahora te vayas eso te encantaba.
Ojalá muchos te toquen y recorran tu cuerpo por todas las rutas que tracé sobre él; ojalá muchos te profanen e intentes encontrar en eso el mismo placer; ojalá que el mundo gire a tu favor y en otros cuerpos te sientas libre, libre de hacer y de sentir… y pido tanto y tan sinceramente que ojalá sea así porque de lo contrario sentirás vacío, frialdad, ausencia y soledad; entenderás de pronto que en mí lo tuviste todo, y me cambiaste por nada… y cuando quieras volver me encontrarás con otro y te dolerá haberte sentido seguro de que mi vida se detendría…
Me encontrarás con él, quien me abrazó cuando necesite tus brazos y me besó cuando busqué tus labios… Él, que estuvo esa noche a mi lado cuando busqué enroscarme en tu cuerpo sobre mi cama, él que con su piel morena contrasta lo que fue con lo que viene a ser; ese que me desea con locura y me arranca la ropa para admirarme desnudo, y me mira fijamente por un largo rato, antes de cerrar los ojos durante las horas que duro haciéndole el amor… Me encontrarás con él , quien me vuelve loco con su cuerpo a medida y sus habilidades, que me estremece con su forma de chupar y sus ganas insaciables, que me embelesa con sus movimientos y la forma en que bruscamente se sienta sobre mí, deslizando mi miembro en su interior, colocándose, encajando perfectamente y marcando el ritmo de la entrega que poco a poco borró tu nombre… Él, que me hace el amor a mí permitiéndome acunar mi erección y eyaculaciones dentro de su tan divino cuerpo. En sus entrañas y en su garganta, él que siendo tan hombre me hace sentir un Dios, mientras me cabalga abrazado a mi cuello y yo a su cintura…
Él, por quien ahora empiezo a escribir nuevas historias.
Él, que sin duda es un nuevo comienzo generalizado… en donde quiero empezar tantas veces y acabar otras tantas pero en el sentido placentero... ya que contigo acabé y acabé en tantas formas, millares de veces en ti, centenares sobre ti y una sola pero la más importante: Acabé contigo y con los dos.