Xalapa Erótica 1: Talía (Capítulo 2).

La emoción que envuelve a Talía por la llegada de su primo la hace planear, bastante bien, todo el evento... Pero antes le llegan a la mente recuerdos de lo que ha sido su vida sexual hasta ahora...

Xalapa Erótica 1: Talía (Capítulo 2).

El resto de la semana transcurrió normal para Talía. El papeleo del trámite para obtener el título universitario la dejó exhausta. Viajes inútiles que abundaron durante varios días. “Entrega esta a copia a…”, “lleva este documento con…”, “el acta de nacimiento no tiene sello oficial…”, “la constancia de calificaciones no se entrega aquí sino con…”, “hay que solicitar al Consejo Técnico que se te autorice a…”. Fueron sólo unas cuantas de todas las ordenes que había recibido. Pero el fin de semana llegó finalmente. Aunque el agotamiento físico le llenaba el cuerpo, la emoción psicológica la levantó abruptamente de su cama.

Primero miró el reloj de cristal que tenía en una mesita junto a su enorme cama. Determinó que aún era temprano, pero que tenía que ponerse manos a la obra si quería que las cosas salieran bien desde el principio. Se estiró aún bajo las sábanas y aguardó unos instantes para levantarse. Sonrió al recordar la gran ayuda que le habían brindado los Dioses.

-Tu padre tendrá que viajar de nuevo a New York. Se irá hoy mismo. Por favor ayúdalo con el equipaje. Sabes que es torpe con esos asuntos…

-Sí, mamá. Ahora mismo empiezo a hacer sus maletas.

-¡Ah! Lo olvidaba. Mi superior me pidió que armara un equipo de trabajo para un asunto en Yucatán. Tendré que ausentarme un par de días. ¿Puedes ayudarme con Skyshine y Blacky?

-Seguro, mamá. Las tendré bien cuidadas. Si tengo la oportunidad las sacaré a pasear mañana temprano.

-¡Gracias, cariño! Ahora ve a hacer las maletas de tu padre.

Sin sus padres durante todo el fin de semana, tendría la oportunidad que anheló durante los cuatro meses pasados. La casa sola para disponer de lo que deseara. Y ciertamente, lo que deseaba aún no había llegado. Pero no tardaría mucho. Sin esfuerzo se levantó y comenzó a arreglar todo lo que podía ser arreglado. Tendió su cama, levantó el desorden de su cuarto y bajó a echar un vistazo a la sala, el comedor, el cuarto de televisión, la cocina y por último el patio trasero, el cual tenía en el centro la piscina. Todo estaba en orden. No se tenía que hacer cosa alguna por la casa. Pensó que alguna fuerza divina había intervenido para que se dedicara a disfrutar del prometedor día.

Primero fue a su cuarto. Buscó en el tocador su celular. Tecleó con gran destreza un mensaje para Saúl, su primo. Antes de tocar el comando de “enviar” repasó con cuidado casa letra. El mensaje debía ser lo suficientemente claro, pero no era necesario revelar lo que ella pretendía hacer con la presencia de su familiar.

Saúl, te espero en casa. ¡Que tengas un buen viaje!... Tenemos algo que hablar.

Sutil, como ella. Pondría, quizá en guardia a su destinatario. Le daría algo en qué pensar durante las horas que le faltaban de camino. Talía dejó el celular de nuevo en la mesa del tocador. Pensó unos minutos en la situación que iba a propiciar. Nada de lo que se exhibía en su mente la hizo cambiar de idea. Se levantó de jalón del tocador y observó su habitación. Las ansias comenzaron a roer su paciencia. Hubiera dado todo su dinero por que el tiempo se pasara más rápido.

Dejó caer el babydoll transparente al piso. Luego, utilizando ambas manos, se quitó el panty de color rosado. Una vez que estuvo totalmente desnuda, caminó en dirección al gran armario. Sacó de ahí el vestido corto negro que usaría para salir con su primo. “Eso es para el final del día. Necesito algo para recibirlo a medio día… ¿Qué me pondré?” Pensó en sus adentros. Las posibilidades eran muchas, pero dependían en su totalidad de lo que ella se propusiera lograr. Y sobre logros, Talía era una experta. Desgraciadamente no los enfocaba a personas que valieran la pena.

El primer hombre en su vida fue un compañero de la secundaria. Anduvieron casi durante ocho meses. Él era, en lo posible para un tipo rudo, amable con Talía. En algún momento, quizá a la mitad, de la relación, se prestó la oportunidad para tener relaciones. Tanto él como ella eran nuevos en el tema, y por lo mismo no fueron consientes del gran paso que estaban dando. El recuerdo que se quedó en la mente de ella fue más doloroso que placentero. Se encontraban en la casa del tipo, y cuando estuvieron solos se dieron una buena sesión de besos y toqueteos, pero todo encima de la ropa; hasta que él se atrevió a dar el primer paso; dejó su mano reposar sobre los muslos de Talía, que a causa del pequeño short que llevaba puesto estaban desnudos. La suavidad de la piel y el contacto con una mano ajena los noquearon inmediatamente. La mano del niño empezó a moverse por todas las piernas de aquella chica que comenzaba a excitarse a granel. Cuando apenas tuvieron tiempo de reaccionar, ya estaban los dos desnudos sobre la cama de la habitación. Ambos se miraron fijamente durante unos segundos. Él aprovechó para deslumbrarse con los encantos, en vivo y en directo, de una mujer; después de todo, la gran cantidad de pornografía que guardaba en su ordenador era pura basura en comparación con la realidad. Sabían que lo que seguía se tenía que tratar con cuidado. Ella le preguntó si tenía algo con qué protegerse. Él afirmo y al tiempo que movía la cabeza de arriba abajo saltó fuera del colchón y corría en dirección a un librero, buscó dentro de una caja pequeña y regreso con un condón en las manos. Las cosas se dieron normalmente, y volvieron a hacerlo, al menos, una docena de veces durante el resto de su relación. ¿Problema? Infidelidad. Cerca de cumplir los ocho meses, él se interesó por otra chica, no sólo de la misma escuela, sino que del mismo salón. Ahí también se dieron las pautas naturales y terminó por sucumbir ante la tentación.

El segundo fue como un premio de consolación. Al poco tiempo de haber terminado con Matías, el primer chico con el que anduvo, encontró el cariño, y posteriormente el calor, de Ciro. Éste no era un hombre rudo o altanero como el primero, pero se notaba que tenía los ojos puestos en Talía. Aquí sólo pasaron un par de semanas cuando ya se habían acostado. Según ambos, fue cosa de un momento pasional. Entre besos, poco a poco fueron llegando a la locura. Otra vez, Talía dejó que él tomara la iniciativa, cosa que no volvería a pasar en su vida. La desvistió con relativa habilidad y la recorrió con sus labios de pies a cabeza. No abundó en los pezones o en el vientre, todo lo distribuyó bastante equitativo. Ella estaba disfrutando el momento, le dio gusto saber que Ciro sabía un poco más sobre satisfacer a una mujer que Matías. Cuando él estuvo satisfecho del ritual de calentamiento, se quitó la ropa. Aquí comenzó el tedioso acto de la comparación de miembros. El primero era más grande que el segundo. Pero eso no disgustó o decepcionó a la chica. Se le vino a la mente que eso podría traer otro tipo de ventajas; y así fue. Con un pene más delgado y más corto, Talía disfrutaba más del momento, pues sus genitales, en pleno desarrollo, no aguantaban mucho tiempo, estando con Matías, antes de que comenzara a ser todo doloroso. De Ciro se llevó su primer orgasmo. Casi lo recordaba como un trofeo obtenido en la Olimpiada del Conocimiento, que por cierto también ganó durante ese año. Aquí el problema fue que Ciro no era originario de Xalapa, de manera que al terminar el segundo año su familia regresó a La Paz. No volvió a saber de Ciro hasta que hubieron pasado ocho años. Él ya estaba casado, por obligación, con la mujer a la que embarazó.

Con Andrea las cosas fueron diferentes desde el inicio. En primer lugar él fue resultado de un intercambio que realizó la secundaria con la “Scuola di Argento”, una institución italiana que permitía ese tipo de situaciones a chicos de corta edad. Cuando llegó a Xalapa, el chico estaba muy nervioso, la primera persona a la que conoció fue, precisamente, Talía. Entablaron una amistad que creció rápidamente, se confiaban, en su mayoría, todos los aspectos de sus respectivas jóvenes vidas. Ella aprendió algo de italiano, mientras que él perfeccionaba su español. Pero fue cuestión de tiempo para que ella se fijara en él como una pareja. Por más que salían juntos, que compartían experiencias y que interactuaban muy cercanamente, jamás ocurrió que él saltara al siguiente nivel. La chica tuvo que tomar las cartas en el asunto, y por primera vez en su vida tuvo que seducir a un hombre. La tarea fue fácil de realizar pero complicada de mentalizar. Le pidió que la acompañara a su inmensa casa, y ya estando ahí, le dijo que tenía ganas de nadar un poco. Se desvistió enfrente de él hasta quedar en ropa interior, el conjunto formado por una diminuta tanga y un sujetador de color azul. Andrea sucumbió pronto a su instinto masculino. Talía no tuvo tiempo, ni siquiera, de para llegar a la piscina cuando el niño ya la había quitado el bra. El sexo con el italiano fue gentil, con cariño, pero un tanto aburrido. Le faltaba pasión, inventiva y mucha más lujuria.

En la fiesta de graduación de la secundaria, ofertada por parte de la escuela y efectuada en el salón de recepción del Museo Interactivo de Xalapa, tuvo un encuentro que le volvió a revelar que atraer a los hombres era lo suyo. Haciendo gala de un micro vestido, lucía sus piernas con extrema sensualidad. Si tenía la oportunidad las cruzaba delante de algún chico y notaba con alegría cómo el pobre clavaba la mirada en ellas. Aquí descubrió que no sólo podía seducir a niños; algunos padres de familias estaban tan embelesados, como sus jóvenes hijos, por los encantos de Talía. Al paso de la noche, sucedió que entre tantas miradas se encontraba una que ella buscaba. Matías se acercó pronto a la niña y la invitó a bailar. Una hora de baile fue suficiente para ambos. Se dirigieron a la zona de cafetería del Museo, la cual, cuando ocurrían este tipo de eventos estaba cerrada; sin embargo, a la falta de guardias, ya sea por la incompetencia o la irresponsabilidad, los chicos pudieron escabullirse sin problema alguno. Sabía a lo que iban, de manera que las cosas fluyeron con rapidez. Matías la colocó de espaldas a él y ella se recargó de la barra de bebidas, ésta misma estaba a la altura de su cintura. Bastó con que Talía se inclinara un poco para lograr que su vestido se alzara por completo; el chico sólo se bajó el cierre del pantalón y sacó de su bolsillo trasero un condón. No fue necesario un calentamiento antes de la penetración, pues ella estaba mucho más que excitada, y él no conocía de límites en su erección de proporciones bárbaras. El plan original fue deslizar el panty, pero Talía le suplicó que mejor se lo quitara. Como ocurre en el sexo animal, Matías no se importó por acariciarla o tacarla, sólo la penetraba tan duro como podía; sus manos eran herramientas para mover las caderas de la mujercita al ritmo deseado. Cuando él anunció que la cosa se iba a terminar, ella sacó el pene de su húmeda vagina y sin voltearse quitó el pedazo de látex. Acercó sus firmes nalgas al miembro y permitió que el semen fuera arrojado contra ellas. Sin limpiarse en absoluto, se vistió de nuevo el panty y se acomodó el vestido de gala. Se besaron y regresaron a la fiesta. Fue la última vez que vio en persona a Matías.

En el bachillerato, que pasó tan rápido como si se tratara de una película animada de Disney, tuvo cinco amantes adolescentes, cada uno más decepcionante que el anterior. Todos pasaron por su cama, y todos la dejaron en pocas semanas. Talía se sentía como la chica atractiva de la escuela, pero la verdad era que otro tipo de etiqueta se formó en sus espaldas; “la fácil del plantel”. Ella le daba poca importancia a los comentarios de otras colegialas, no obstante, con cada nuevo semestre, le irritaban más. Aquí también tuvo otro tipo de experiencia. Estando en quinto semestre, retando a sus compañeros en juegos de hombres, terminó por perder y tener que cumplir la apuesta. Debía besar a la chica matada del aula. Todos sabían que sus inclinaciones sexuales eran hacia las mujeres, de forma que los bribones pensaron que Talía resultaría más que ideal para la tarea. Ella se acercó a Dolores, la antes mencionada, y le murmuró algo al oído; la tomó del rostro con ambas manos y la besó sólo en el labio inferior, pero “Lola”, como le llamaban algunos de sus amigos, no se conformó con eso y terminó abriendo su boca para saborear más el momento. A Talía le causó repulsión, y terminó con el beso en el momento en que sintió la lengua de la otra chica rozando su labio superior. Con eso supo que las mujeres jamás serían lo suyo. Independientemente de ese descubrimiento, nada importante tuvo lugar en esa etapa de su vida.

La Universidad fue algo extraño. Sentó su visión del mundo, y entendió el lugar que tenía en la sociedad. Aunque no abusó jamás del poder conferido a base del dinero de sus padres, si le sacó provecho. Compró un par de calificaciones aprobatorias en materias, que para ella, eran más difíciles que resolver cálculos limitantes. Se hizo pronto de amigos influyentes y fue reconocida a su paso por la institución como una mujer que conseguía lo que quería. Su físico llegó a su máximo potencial. Se delimitaron las curvas en su cuerpo y maduró a gusto de la naturaleza. Alta, rubia, senos grandes, abdomen plano, nalgas abundantes, piernas largas, firmes y pálidas. Se convirtió en una mujer deseada por casi todos los hombres en la Facultad. Curiosamente, sólo hubo un par de tipos que se atrevieron a invitarla a salir. Fueron aventuras cortas y con poco que destacar. Se preguntó si era su personalidad la que evitaba que otros se acercaran. Pero prefirió conservar todo, en lugar de cambiar y tener a más detrás de ella. Sin embargo, la vida le guardaba un momento crucial en su formación. En el último periodo de la Licenciatura, falló en la prueba final de “Administración Eficiente del Personal”, una materia que se antojaba fácil, pero que sus descuidos y presiones la orillaron a reprobar. Atrasar su titulación no estaba en sus planes, y al saber que dicha asignatura no sería ofertada para el siguiente periodo, sus nervios se dispararon a lo más alto. Tuvo que recurrir de nuevo al poder del dinero. Buscó al maestro en su oficina particular, o cubículo escolar como es llamado por aquí, y puso la oferta sobre la mesa. ¡Le ofreció cerca de doce mil pesos! Pero el viejo no accedía. Dentro de su desesperación, puso en la mano del profesor un cheque en blanco, listo para que aquel hombre diera su precio. Pero también se negó. Dijo ser un académico recto, y que lamentaba mucho que ella se encontrara en esa situación. Cuando la joven se decidió a darse por vencida, se levantó y se dirigió a la puerta, pero antes de abrir giró para pedirle una disculpa y fue entonces que ella lo descubrió con la mirada clavada en sus piernas; ese día vestía una minifalda negra de algodón y unos flats del mismo color, de manera que el tipo podía andar de mirón por todo el territorio. Una idea fatal llegó a la cabeza de Talía, una que podía traerle serios problemas, que se perfilaba como una última alternativa para no atrasar su titulación un año más. Se dio media vuelta y se quedó mirando al profesor, éste repitió el discurso de la moralidad, pues pensaba que la estudiante volvería a hacer la misma oferta. Ella se recargó de la puerta y le dijo en voz baja e incitante que tenía otro tipo de propuesta; que ella se desnudaría para él en ese mismo momento y que así pasaría la materia. Por sorprendente que parezca, el señor desaprobó la idea y aventuró una más interesante. Le daría el seis necesario para aprobar si se dejaba “coger” en ese mismo instante. Ella sabía que en el juego del atrevimiento había sido derrotada. Pero como buena, y futura, Licenciada en Gestión y Dirección de Negocios, quiso regatear un poco; dejaría que el viejo la tomara pero sin quitarse prenda alguna. Una vez más el maestro mostró su gran habilidad en los negocios y ultimó la situación. La chica sería suya totalmente desnuda, o sería suya con ropa pero sin condón; sólo aceptaría una de las dos opciones. Aquí es donde la lógica perdió todo sentido en el universo de aquellos dos entes consumidos por la perversión; Talía prefirió la segunda opción… Aunque al principio fue asqueroso para ella sentir el pene de un anciano luchando por entrar en un orificio que no estaba húmedo, lo que siguió fue en realidad repulsivo. El maestro, al notar que aquella no estaba excitada, tuvo que valerse de su saliva para lubricar el agüero vaginal y poder abrirse camino por ahí. Con la tanga corrida a un lado y ella sentada sobre los muslos del profesor el acto no duró mucho tiempo. Aquel patético hombre eyaculó en su interior abundantemente, y ella percibió cada expulsión del blancuzco líquido. Cuando todo terminó, ella se ajustó la ropa interior, y él se subió el pantalón y el calzón. Antes de retirarse el acuerdo fue concluido, y la calificación cambiada inmediatamente. Durante esa tarde, Talía compró la afamada “pastilla de los errores” y se liberó de toda preocupación. De aquel encuentro lo que más fresco tiene en la mente son las náuseas que sufrió durante casi un mes cada vez que veía al maestro en los pasillos de la Facultad.

Sí, ella era una mujer que se debía, al menos en regla, al sexo. Pero lo de Saúl era totalmente nuevo y poco predecible. Desafiaba con creces los retos que la moralidad y la sociedad imponía, en especial, a los más adinerados de Xalapa. Un caso incestuoso podría bastar para desprestigiar al más honesto de los humanos, o para deshonrar al más valiente. Si sus padres o sus tíos se enteraban de lo que iba a pasar, significaría una vida de repudio hacia su persona y la de su primo. No más lujos ni diversiones. Todo correría ahora por su parte. Ahora comenzaba a dudarlo todo de nuevo. Pero su reflejo en el pequeño espejo del armario la hizo fortalecer y decidió que las cosas se quedarían como estaban planeadas.

Tomando el control de su cuerpo, buscó algunas prendas más y colocó todo lo que usaría sobre la cama. Luego se dirigió al baño de su habitación y comenzó a ducharse con calma y con mucho cuidado de limpiar y pulir cada milímetro de su cuerpo. No era una chica que estuviera acostumbrada a la masturbación, pero casi lo intentó aquella mañana. Al salir de nuevo a su recámara, se secó bien y se vistió un conjunto interior coqueto formado por un panty de color rojo con un par de moños a los laterales y un sostén del mismo color con detalles de holanes en las copas. Se miró en el espejo del tocador y supo que todo iría bien, que su primo apenas podría aguantar caerle encima. Pero no quería verse como una prostituta. Se puso encima del conjunto la misma falda negra de algodón que había usado un año antes con el profesor universitario y una blusa blanca con un escote pronunciado. Se veía provocativa, y eso le daría el primer punto del partido. Se dispuso a maquillarse, no sin antes voltear a la cama y observar un traje de baño azul de una sola pieza… Ya casi tenía el segundo punto del juego, sin siquiera haber comenzado a luchar…

CONTINUACIÓN: Talía (Capítulo 3).

Nota:: La publicación de la serie "Xalapa Erótica 1" me ha costado tiempo, tanto en la redacción como en la revisión, y aún así tengo errores visibles. Les suplico que sean tolerantes conmigo y me permitan mejorar a través del tiempo. Sus comentarios son importantes para mi, de esa manera puedo desarrollar el siguiente capítulo de la serie tomando en cuenta sus exigencias como lectores. Pongo a su disposición un correo que recién cree para esta página. Responderé a tantos como sea posible, dentro de mis horas "libres". Recuerden que no me interesa que las opiones sean positivas o negativas, lo que importa aquí es que sean constructivas y que permitan dos cosas: 1) A ti como lector, exigir cambios, y 2) A mi como escritora mejorar mi redacción y mi capacidad de causar impacto en ti... Estoy abierta a sugerencias. ¡¡Les mando un fuerte abrazo y un beso!! Aquí está el correo:

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