Xalapa Erótica 1: Talía (Capítulo 1).

¿Cuántas historias nos esconde nuestra amada ciudad?... No estamos hablando de ese tipo de historias. Ésta es una Xalapa Erótica, llena de sorpresas para sus lujuriosos habitantes... Talía, una chica proveniente de una familia "acomodada" es nuestra siguiente protagonista...

Xalapa Erótica 1: Talía (Capítulo 1).

Cuando recibió la noticia de la visita de su primo, Talía sólo pensó en una cosa. ¿Cómo lograría deshacerse de sus padres? Por ser un fin de semana activo, seguramente se quedarían en casa. Eso complicaba en absoluto los planes que llevaba cavilando poco más de cuatro meses.

-¿Todo bien, Talía?- preguntó la chica que estaba sentada enfrente de ella. Su rostro reflejaba un poco de preocupación, quizá producto del desconocimiento del tema.

-¡Sí, perdón! Era mi mamá. Me avisó que este fin de semana tendremos visitas en casa...- contestó Talía matizando el final de la oración.

-¿Vendrá familia?- observó una tercera chica. Ésta estaba menos interesada, pero por inercia quiso proseguir con la plática.

El silencio se presentó durante unos segundos. Finalmente, Talía volvió al mundo material y sacudió su cabeza en señal de confusión. Sintió el peso de la mirada de sus amigas, de forma que se apresuró a salir del supuesto trance.

-¡Sí, vendrá mi primo Saúl! Va a presentar un examen de admisión en la Universidad Veracruzana. Mis tíos y mis padres hicieron un acuerdo y cada tanto lo ayudo con algunos temas para que apruebe sin problemas.

-¡Buh!... ¡Qué aburrido estudiar con los primos!... Te lo digo, amiga, cuando mi primo quiso entrar en el bachillerato, me obligaron a estudiar con él, y sólo sirvió para perder el tiempo.

Las tres rieron unos momentos, se lanzaron algunas bromas al aire, y con el paso de las palabras, el tema de la conversación cambió. No más de una hora después, Viviana pidió la cuenta a una mesera que se encontraba a unos pasos de distancia.

-No se preocupen, amigas. Yo invito hoy.- presumió con altanería Viviana.

-¡No! Ya invitaste la semana pasada, déjanos pagar esta vez.- respondió fuertemente Talía.

-¡Ya no seas así!... Hoy tengo dinero, mañana no sabremos. Hay que aprovechar. Además, no lo hago por amable, lo hago por agradecida. ¡Me encanta salir con ustedes, niñas!

Las tres chicas se dedicaron a recorrer los atiborrados pasillos de Plaza Américas, un centro comercial, que más que eso era un centro social. No acostumbraban comprar. Sólo caminaban por horas observando todo tipo de objetos en venta. Como obligación de cada nueva salida, entraban en Liverpool a admirar la nueva moda semanal. Se probaban un par de mudas o simplemente palpaban la suave tela de cada prenda que tenían enfrente. “Salida de chicas” es un término que a ninguna agradaba. Se trataba de un encuentro amistoso que mantenía unidos los lasos que había entre las tres.

Llegó la hora de despedirse. Hilda, la amiga menos adinerada, pero con más suerte en todos los aspectos de la vida cotidiana era la encargada de recoger a las otras dos y llevarlas de vuelta a la puerta de sus respectivas casas. La primera en descender del auto era Talía, vivía en una zona residencial cercana a la plaza, y no está por demás decirlo, era un lugar particular, casi privado. Las viviendas se confundían con mansiones o villas que estaban adornadas con hectáreas de fachada. Talía camino unas docenas de pasos hasta atravesar todo su patio delantero, cuando entró, finalmente, a la casa, lo primero que hizo fue sentarse en uno de los sillones que componían la elegante sala.

¿Qué se debía hacer a continuación? Las cosas que pensó durante esos cuatro meses fueron, al principio desastrosas, al final prometedoras. Se llevó ambas manos a la cara. Cerró los ojos con fuerza para intentar recordar cada pequeño detalle la última visita de su primo…

-¿Qué me estás viendo, canijo?

-Nada, prima. Es sólo que… Bueno, no es nada en realidad.

-¡No me engañas! Todo el día me has dirigido esa mirada. ¡Mejor dime de una vez de qué se trata?

-¡No es nada, pues!... Ya mejor vamos a repasar ese último tema. Ya tengo sueño y si no terminamos, podríamos desperdiciar el tiempo invertido.

-Bueno, entonces nos ponemos inmediatamente a trabajar.

Abrió los ojos. Suspiró con tristeza. Se iba a levantar, pero por cosas del destino, un cojín cayó al suelo. Sin levantarse del lugar se estiró hasta alcanzarlo y lo recogió para llevarlo a su lado. Vio sus zapatillas. Negras, tacón alto, cerradas al frente y atrás, nobuk. Un nuevo recuerdo la atacó tan duro que tuvo que recostarse unos instantes en el aterciopelado sillón.

-Bien, pues muchas gracias por la ayuda, prima. No tengo idea de cómo te voy a pagar los días que me has dedicado.

-Sólo pasa tu examen, con eso me sentiré más que satisfecha. Aún nos faltan temas, de todas formas…

-Sí, pero no podré regresar hasta dentro de cuatro meses, sabes del viaje de mis padres, y por ser el último semestre, seguro estaré lleno hasta el cansancio.

-Recuerda estudiar los apuntes que te di. Eso te mantendrá en forma para el esperado día.

-¡Vale, lo haré!... Ahora sí me retiro.

-Está bien, nos vemos pronto. Saludos a mis tíos y a tu hermana.

-Sí… Oye, ¿te puedo decir algo antes de irme? Es extraño, pero igual he querido hablarlo contigo…

-¿Qué pasa, Saúl?

-Pues… La verdad no sé… Bueno, no sé cómo lo vas a tomar. Yo sólo quiero que entiendas que luché para que no pasaran las cosas. Pero no logré retenerlo más tiempo.

-¿De qué me estás hablando?

-Talía, eres una chica hermosa, ¿lo sabías?... Eres una tipa espectacular, tanto física como mentalmente. Y yo, pues sólo quería decirte eso… Bueno, o más o menos eso…

-¡Gracias!... Espero que otro hombres opinen igual que tu. No me vendría mal que de vez en cuando alguno se fijara en mí.

-¡Sí, por supuesto!... Bueno, me retiro, suerte con todo y gracias otra vez.

Recordó que ese mismo día, cuando Saúl se fue, subió a su cuarto para acomodar un poco el desorden. En el centro de la cama notó una caja envuelta en papel fantasía. Tenía un moño de color verde y un pergamino improvisado dormía al lado del empaque. Dentro estaban las zapatillas que ahora llevaba puestas. El pergamino era harina de otro costal. Después de varios minutos de recuerdos en su sala, se decidió a tomar el camino a su alcoba. Subió las interminables escaleras y contó naturalmente las puertas blancas que pasaban a su lado derecho. Cuando llegó a la cuarta entró en ella. Caminó hasta el tocador y se sentó en un taburete que hacía las veces de silla para el antes mencionado mueble. Estiró un poco un brazo y alcanzó el último cajón. De ahí sacó un pedazo de papel con detalles medievales. Sin exagerar se trataba de una pieza de arte elaborada por un ser humano muy detallista. Los estiro al mismísimo estilo juglar. Pasó los ojos por cada letra que encontró escrita ahí…

No sé si logré decírtelo de frente. En todo caso, mi debilidad y falta de valor me obligaron a escribírtelo. Independientemente de las complicaciones que esto pueda traer, no puedo guardarla ni un segundo más.

Temo decirlo, pero aquí los tienes. ¡TE AMO, TALÍA! Me enamoré de ti lentamente, no fue algo que quisiera, pero así sucedió. No sé tampoco qué fue lo que me orillo a esto, pero seguro fue, al principio, tu personalidad tan abierta, tan despreocupada, tan responsable, tan coqueta. Tu rostro fue el siguiente, principalmente tus labios. No tienes idea de lo mucho que he sufrido aguantando las ganas de besarlos. No quiero detallar en tus azules ojos, me hipnotizan. Y tu cuerpo, ¡que los Dioses me ayuden a controlarme!, tus figura tan perfecta me conquistó sin esfuerzo.

No sé si volverás a recibirme o me delatarás con la familia. La verdad no me importan los problemas que se me vengan encima. Yo sólo quería expresarme… ¡Te amo!

Talía volvió a guardar el pedazo de papel. Se recargó del tocador, se miró en el espejo. Algo estaba mal de lo que pensaba hacer, pero al igual que a Saúl, ya no le importaba eso. Su primo se había convertido en el hombre más amable del universo. A sus veinticuatro años había conocido a varios tipos que la trataron al inicio bien, después la desecharon. Pero ninguno había tenido un detalle como aquel inesperado admirador. Quiso pensar un poco en las dificultades que una relación así podría acarrear, pero no lo logro. Él, apenas con dieciocho años encima, destruyó la defensa anti-machos que se era una de las características de Talía. Con Saúl nunca fingió nada, pero jamás notó los sentimientos que le encarnaba el chico.

Se levantó del mueble suspirando, dudando y planeando. Apretó los puños mientras caminaba en dirección a su enorme armario. “Lo haré, estoy decidida, quiero saber qué va a pasar” se decía en los adentros. Abrió la inmensa puerta de madera y tanteo la ropa que se amontonaba ahí. Sabía lo que estaba buscando, de modo que no le llevó mucho tiempo encontrarlo. Tendió sobre la cama un vestido corto de color negro, tenía un escote pequeño, la espalda casi desnuda y un detalle de holán al final de la prenda, mismo que resaltaba sus blancas y largas piernas. Combinaba a la perfección con las zapatillas que Saúl le había regalado.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de aquella joven. No experimentó el horror que causa la culpa incestuosa. Al igual que su admirador, comenzaba a olvidarse de repercusiones. ¿Qué planeaba exactamente? Lo recibiría en la casa aparentando tranquilidad. Le invitaría a salir, cine o café, eso se decidiría en el momento. Aprovecharía cualquier momento para retomar aquella conversación de hacía cuatro meses. Por último, cumpliría el deseo de su primo. Se dejaría besar por el joven. El plan no tenía ciencia, pero estaba perfectamente estructurado para dar origen a un episodio caprichoso en la vida de ambos.

Tomó el vestido y lo colgó en un gancho dorado. Lo mantuvo apartado del resto de las prendas. Se descalzó y se apresuró a buscar entre uno de los cajones de otro mueble la que consideraba su pijama. Se quitó la blusa azul que llevaba encima, desabrochó su bra y dejó libres sus pechos. Hizo lo propio con los ajustados jeans negros. Cuando estuvo sólo con el panty encima se colocó un babydoll casi transparente de color blanco. Volvió a tenderse sobre la cama y cerró los ojos. Ésta vez lo único que intentaba era dormir. Eso ayudaría que el tiempo pasara un poco más rápido.

CONTINUACIÓN: Talía (Capítulo 2).