Xalapa Erótica 1: Daniel (Capítulo 2).

Con Emma golpeando a la puerta de la libertad, y la secundaria finalizada a la vuelta de la esquina; Daniel tendrá que aventurarse a darle rienda suelta u olvidarla por un tiempo más...

Xalapa Erótica 1: Daniel (Capítulo 2).

La ansiedad me comía las entrañas mientras esperaba a que sonara el timbre de mi casa. No recuerdo si en alguna otra ocasión previa me había sentido así; seguramente no. Revisé el reloj de pared que tenía enfrente del lugar en donde me encontraba sentado; cinco y media, la hora precisa en la que Silvio tendría que estar tocando mi puerta. Él había sido el elegido. Lo medité casi dos semanas, y sentía que el tiempo se me agotaba. Pronto saldría de la secundaria y tendría que adaptarme a un nuevo grupo de compañeros; me llevaría meses aprender detalles sobre sus vidas. Eso significaba que Emma no sería presentada a algún hombre durante ese tiempo. La decisión de llamar a aquel chico fue elaborada con suma precaución. Su historial lo convertía en el candidato por excelencia para la misión que le encomendaría. En el aspecto físico resaltaba poco, pero no me interesaba eso ahora. En el mental flaqueaba en mi interés de seducir a un verdadero hombre, pero si no empezaba por aquí, me faltaría la seguridad cuando fuera a por uno.

Mientras apretaba con fuerza el cuero del sillón, en mi sala, escuché que Paulina salía de su cuarto. Casi trotando se acercó a donde yo estaba. Cuando puede verla me pareció súper sensual. Llevaba puesta una de sus camisas texanas favoritas y una minifalda de mezclilla. Tenía el cabello suelto y el rostro ligeramente maquillado. Me sentí orgulloso de ella, y juro por los Dioses que hasta tenía ganas de decirle que saliéramos juntas. Yo podía arreglarme tan femenina como ella y así seríamos un par de hermanitas coquetas. Quizá el futuro nos deparaba algo así.

-¡Hey, Dany!... ¿No ha llegado tu amigo? Creí que habían acordado a esta hora.- me comentó aceleradamente, supongo que ya se le hacía tarde.

-Dijimos que a esta hora… aproximadamente. De todas formas no es mi amigo, es mi compañero de clase. Como siempre necesita de mi ayuda en Matemáticas.- le contesté sin quitar el ojos de su contorneada figura.

-Yo no entiendo cómo es que eres tan bueno en eso. Pero me agrada saber que se puede contar con mi hermanito para esas cosas.

-¡Gracias!... ¿Saldrás con Jesús?

-Intentaré salir con Jesús. Ya estamos en la cuerda floja. Estoy bien segura de que pronto terminará todo con él.

-¿Siguen con el problema que platicamos la semana pasada? Pensé que ya lo habían hablado…

-¡Ciertamente lo hablamos! Pero no se corrigió. Creo que ya no le intereso… Y en el fondo, supongo que él tampoco a mí.- una sonrisa de derrotismo brotó en sus delicados labios.

-¡Hey! Estoy seguro de que encontrarás a alguien más rápido de lo que imaginas. ¡Sólo mírate, Pau!... ¡Qué mujer!- ambos carcajeamos unos segundos. Pero la tristeza, leve o grave, que invadía a mi hermana se notaba a granel.

-¡Eres un tontito!... En fin, me voy. Mamá dejó comida instantánea en el refrigerador, sé que no es tu favorita, pero puedes compartirla con tu compañero. ¿Estarás bien?...

-¡No hay problema! Estaré bien. Vete sin preocupaciones, Pau.

Se acercó y me besó la mejilla, como siempre lo ha hecho, para despedirse de mí. Los tacones de las botas a la rodilla resonaban a cada paso. Incluso cuando iba en dirección a la puerta, no pude evitar pasar mi mirada por sus piernas, o lo que se podía ver de ellas. Sí, mi hermana era una mujer que estaba, como los hombres dicen en la mayoría de las ocasiones, “buena”. No me gusta sonar como un macho, pero esa es la palabra que se antoja indicada para describirla. Finalmente me quedé solo en casa. El silencio comenzó a asesinarme lentamente. Dudas aquí y dudas allá. El haber observado a mi hermana me provocó impotencia. Emma era hermosa, pero le faltaba lo equivalente de lo que le sobraba. Por suerte, ese día no se pondría a prueba real. Sería como un calentamiento o el inicio de un entrenamiento.

Me levanté del sillón y escuché el rechinido obvio que el cuero emite al ligero roce. El tiempo pasaba con lentitud, y mi mente se aceleraba poco a poco. Pensé en vestirme y recibir a Silvio como Emma, pero eso destruiría mi única oportunidad de aquel día. Preferí aguardar lo más tranquilo que me fuera posible. Justo cuando iba en dirección a mi cuarto, el timbre sonó finalmente. Corrí, como niña pequeña el día de navidad, abriéndome camino a través de las sillas del comedor. Llegué a la puerta, suspiré antes de abrirla y me armé de decisión para lo que fuera posible que pasara.

-¡Hola, Daniel!... Se me hizo un poco tarde, pero ya estoy aquí. ¡Por favor, disculpa la tardanza!- me aventó antes de que pudiera decir cualquier palabra. Su voz afeminada era envidiable, cualquiera que ande en mis pasos debe saber que es algo a lo que se aspira si quieres ser mujer.

-¡No te preocupes, Silvio! Pasa y toma asiento en la sala. Será mejor que empecemos de una vez con esos temas que se te dificultan.- le invité cortésmente. La verdad es que no tenía idea de cuáles eran esos temas.

-¡Gracias!- caminó unos pasos y se sentó en el mueble para dos personas.- Mira, traje mis apuntes y algunos datos que encontré en Internet sobre las ecuaciones y sus gráficas.- pobre compañero; aún no sabía que reprobaría el examen y tendríamos que estudiar enserio en otra ocasión.

-Veamos qué podemos hacer para que se solucionen tus dudas.- en la escuela nos llevábamos bien, no éramos amigos, pero la relación estaba en positiva.

-Mira… Aquí es donde siempre termino por tomar el camino equivocado. Conozco la fórmula, pero no entiendo cómo seguirla. Además, cuando intento graficarla, hay puntos que no coinciden con lo que obtengo en la comprobación.- obviamente estaba totalmente perdido en la representación gráfica de las ecuaciones. Yo podía ayudarlo, pero eso me tomaría, al menos, cuatro o cinco horas… Y sin tomar en cuenta la práctica de los ejercicios.

-Bueno, será mejor que empecemos de una vez, estoy seguro de que algo se podrá hacer para el examen de mañana.

Me levanté y busqué entre mis cosas, las que siempre estaban en un rincón de la sala, mis apuntes y el libro de texto de la materia en cuestión. Cuando los encontré me detuve en seco. Comencé a temblar por algún motivo y sentía que en cosa de segundos también sudaría. Me di la media vuelta y observé el reloj de pared, el tiempo estaba pasando muy rápido. Me quedaban escasas tres horas antes de que mi madre, mi hermana o hermano llegaran a casa; tendría que ponerme manos a la obra si quería conseguir lo que me había propuesto. ¿Cómo proseguir? Mientras caminaba de regreso al sillón me imaginaba un montón de posibilidades, pero ninguna real o palpable. Tenía miedo de echar a perder la oportunidad, pero al mismo tiempo quería arriesgarlo todo por Emma. Me faltaba el valor para gritarle a Silvio que quería mostrársela y que le diera su apreciación. Finalmente me senté junto a él y puse mis cosas sobre mi regazo.

-Vale, vamos a ver… Ahora mismo determino que es mejor iniciar desde cero, así no dejaremos puntos en blanco. ¿Qué te parece, Silvio?- le comenté un poco estresado y decepcionado.

-Sí, por mi está bien. Oye, pero antes de eso. ¿Cómo nos vamos a arreglar? Espero no seas muy carero por la tutoría, ¿eh?...- una sonrisa amigable salió de sus labios. Esa era la oportunidad. Le diría que no aceptaría dinero, sino otro tipo de cambio. Pero con todo y eso, otra vez me llegó la impotencia de hablar con la verdad.

-Bien, pues no te preocupes. Supongo que con…- ahí me decidí a todo. Si no lo hacía en ese instante, todo lo que esperé se iba a ir a la basura. Primero, rechacé ayudar a otros compañeros, luego indagué entre las posibilidades y no encontraba algo en concreto, finalmente el destino me envió a Silvio, que me pidió ayuda hacía un par de días. ¿Cuándo se volverían a prestar las circunstancias?-… Yo no te cobraría con dinero, Silvio… Lo que apreciaría a cambio de mi ayuda es otra cosa.- en su rostro se notaba una expresión de duda, pero no le tomé mucha importancia, yo iba a lo que me importaba.- A cambio de la tutoría, quiero mostrarte algo y que me des tu opinión. ¿Qué dices?

-¿Es enserio? A cambio de la tutoría me mostrarás algo y sólo debo decirte lo que pienso… Suena más sencillo que nada, pero estoy seguro de que hay trampa… Vale, ¿qué es, pues, lo que quieres enseñarme?

-Será lo más rápido que pueda, lo prometo. Prende la tele y ahora regreso. No seas impaciente, te lo suplico.

-¿Pero de qué se trata?... Bueno, la verdad es que está el especial de Neil Young en VH1… Vale, te espero con calma aquí.

-¡Gracias! Regreso rapidísimo.

Desde el pasillo que me conduciría a mi cuarto escuché el televisor encenderse. Supuse que tal “especial” me daría un poco más de tiempo para arreglarme. Cerré detrás de mí la puerta y observé toda mi habitación; estaba impecable, le había dedicado un par de horas para recoger todo y limpiar lo que estuviera sucio. En la cama ya estaba preparado todo lo que necesitaría. Me desnudé rápidamente y cogí la ropa que haría llegar a Emma. Primero me metí en el panty rojo; como era de esperarse, comencé a tener una erección, de forma que acomodé ágilmente mi pene para que “apuntara” al lado izquierdo. Luego me puse el top deportivo del mismo color. Caminé por el cuarto unos segundos para practicar mi andar femenino, quizá no era el mejor de los andares, pero ya estaba afeminado a morir. Además, como ya expliqué anteriormente, mi cuerpo presenta rasgos bien delimitados, ya sea por el ejercicio o por que los Dioses quisieron hacer de mí una chiquilla traviesa. Seguí de inmediato con la camisa texana a cuadros rojos y azules. La abotoné hasta dejar un espacio sin abrochar cerca de mi cuello. Antes de continuar recogí mi ropa cotidiana y la guardé en el cesto para la ropa de lavar. Me gustó caminar un poco así como estaba; piernas desnudas, camisa puesta, un sexy panty escondiendo mi verdadero género; me sentí sensual y femenina. Para finalizar con el proceso de vestido, me metí la minifalda de mezclilla color negra. Me calcé las botas negras y tomé de una de las mesitas laterales mis aretes a presión y mi gargantilla. Corrí al baño y con la ayuda del espejo me maquillé lo mejor que pude. Volví al lado de mi cama y respiré hondo. Físicamente mi cuerpo se comportó como esperaba; los nervios y la fatiga mental me habían arrollado mi erección, las manos estaban empapadas en sudor y las piernas no me respondían correctamente. Psicológicamente las cosas no podían estar peor; el arrepentimiento me atacó de lleno y una ligera sensación a fracaso comenzó a diluir mi sueño.

Era momento de tomar un camino. Las cartas ya estaban echadas. Supliqué a los Dioses por su ayuda. Me encomendé a Emma y dejé que ella llevara la situación a su ritmo. Volví a respirar hondo con el afán de tranquilizarme, pero fue bastante inútil, con cada nueva bocanada de aire fresco mi abdomen daba pequeños brincos, y sentir esa inestabilidad me ocasionaba aún más ansias. Caminé elegantemente hasta la puerta de mi cuarto y la abrí sin demora. Asomé la cabeza por el pasillo y pude ver que  la tele seguía encendida. Me decidí a dar un paso fuera de mi habitación y el ruido del tacón en el pasillo vacio me enfrió por completo la espalda. Mis ojos se desorbitaron y comenzaron a buscar con frenetismo a Silvio, pero no lo encontraron. Cerré los ojos y los apreté con fuerza, me mordí los labios, llevé mis manos hasta mi cuello, ya me faltaba el aire. Pero en el fondo apareció una fuerza sobrehumana que me gritaba que dejara de actuar de una manera tan cobarde. Me envalentoné y con más calma me dije “lo que tenga que pasar pasará… lo que tenga que pasar pasará… lo que tenga que pasar pasará”. Caminé sin pausas todo el pasillo hasta que me encontré en el comedor. Sentado enfrente de mí, viendo el televisor y sin girar la mirada para verme, estaba Silvio, el primero, de algunos hombres, en conocer a Emma.

Salté de susto unos segundos después de ver su acelerada reacción. Se había levantado del sillón con una velocidad que apenas me parecía humana. Sus ojos se clavaron en los míos y sentí un peso titánico sobre mi cuerpo. Como era de esperarse, no fui capaz de pronunciar palabra alguna. Me puse en posición militar, firme como una estaca. Esperé con paciencia que Silvio me examinara, aunque no parecía mover su mirada, estaba también a la espera.

-¿Daniel?... ¿Qué diablos?... No estoy… ¡Pff!... Es que no sé…- sus manos paseaban en su cabeza y en ocasiones iban hacia el frente como para señalarme, pero siempre se detenían y volvían a su cabello.

-Silvio, por favor déjame explicarte.- no sé qué hecho me sorprendió más en mi vida, pero el que fuera capaz de articular las palabras en una tonalidad tan femenina me impactó.- Esto es lo que te quería mostrar…

-¡Esto no es algo que se pueda mostrar!... Es que… Daniel, por favor dime que estás de broma… No puede ser…- mientras hablaba, o como se pueda nombrar a ese intento por hacerlo, di un paso en su dirección, quería sentirme expuesta, que él no dudara que podía hacer lo que quisiera. Si estaba incómodo, podía irse, si quería agarrarme a golpes se lo permitiría, si iba a vomitar por la impresión no lo detendría… Yo sólo quería mostrarme, y eso fue lo que hice. Ahora estaba satisfecha parcialmente.

-No me llamo Daniel. Soy Emma… Ese es mi nombre cuando estoy así… Mira, Silvio. Yo quería que me vieras así, es sólo que jamás me he mostrado, y las ganas me quemaban el alma. Soy una idiota, y pensé que tú me tendrías un poco más de tolerancia. Veo que me equivoqué. Quiero pedirte perdón por esta gran pendejada… Si me odias puedes irte, te juro que de mi boca no saldrán chismes… Te lo repito lentamente… Perdóname, Silvio…- mi vos flaqueaba entre lo amanerado y lo masculino, pero no podía hacer nada para mejorarlo. En ese momento sentí el clásico nudo en la garganta, me empecé a desesperar y al mismo tiempo a resignar… Había cometido un error enorme.

-¿Emma?... Pero no lo entiendo. ¿Pensaste que tendría más tolerancia porque soy gay?... ¡Vaya!... Hasta eso tiene límites. Yo no me visto como mujer, de hecho, ni siquiera me gustan lo suficiente como para sentirme una de ellas. Es verdad que he pasado un par de años de fastidios por parte de los hombres. Soy más que tolerante con todo lo “diferente”… Pero esto me lleva más allá del margen.- se dio media vuelta y comenzó a caminar a la puerta de salida. Se detuvo un momento, supongo que recordando que tenía que guardar sus cosas de estudio.

-¡No, espera Silvio!... Tienes razón… Soy un completo imbécil… No debí abusar de esa manera de nuestro compañerismo. Lo lamento tanto. Deja que por lo menos valga la pena tu visita. Te voy a ayudar con los temas de matemáticas. Nos llevará escasos minutos.- era pura mentira, con el conocimiento que tenía Silvio de las ecuaciones me faltarían algunas horas para ponerlo al corriente. Sin embargo, él se quedó unos segundos mirando el sillón de cuero y con indiferencia me volteó a ver.

-La verdad es que sí necesito eso… Pero ahora estoy bastante incómodo. Vale, ayúdame de una buena vez con esto. No perdamos más tiempo que el examen es tan temprano como las misas.- se sentó en el lugar que había escogido desde su llegada a la casa.

-Bien, como lo prometí, te prepararé para el examen. Sólo iré a cambiarme y estaré de vuelta en unos minutos.- me di la media vuelta y di un par de zancadas cuando escuché de la voz de Silvio la respuesta a mis plegarias y planes.

-No es necesario… Eso sólo ocasionará que perdamos más tiempo. Quédate así y comencemos de una vez. ¿Está bien para ti?...- me preguntó como si de verdad lo dudara.

-Por mí no hay problema.

En el fondo sabía que la balanza estaba más de mi lado. A mis cortos quince años reconocía la diferencia entre el fracaso y el triunfo, era capaz de distinguir esos pequeños comentarios que hacen merma en la personalidad más estricta que pudiera existir. El que Silvio llevara prisa en estudiar y no me permitiera cambiarme significaba un progreso notable para Emma. Comencé a caminar en dirección al sillón, y cuando estuve a la vista de mi compañero me detuve unos segundos para que me mirara. Él lo evitaba con elegancia, pero no resistió para siempre, y por unos instantes sentí el delicioso juicio físico en sus ojos; los noté vagando con delicadeza por todo mi cuerpo. Vio primero mis botas de tacón que me cubrían hasta la mitad de la pantorrilla; se deleitó con mis largas piernas; observé que no tuvo reparo en mi falda y mi blusa texana; finalmente me miró directo a los ojos. Luego, con un poco de confianza acumulada, caminé lo más femenino posible hacia el sillón en donde se encontraba. Me senté al otro lado del mueble y crucé mis piernas mostrando más de mis tensos muslos a Silvio. Tuve una batalla interna sobre si debía seguir actuando como Emma u olvidar eso y volver a ser Daniel. Pero me sentiría brutalmente avergonzado si me comportaba como hombre al estar vestido de mujer. Otra vez tiré los dados al aire y me aventuré. No parecía que tuviera más que perder.

-Bien. Calculemos puntos débiles en tus procesos. Te daré una ecuación y me dirás la fórmula que utilizarías para resolverla. Si ya conoces bien todas las fórmulas, pasaremos al proceso de resolución, para finalizar con la gráfica de la misma.- todo lo dije con matices suaves y agudos. Me gustó ser Emma, me mostró otra forma de ver las cosas.- Voy a ser honesta contigo, Silvio, debiste buscar tutorías desde hace un par de semanas. Aún así, siento que puedo ayudarte a conseguir un seis o siete, de esa forma no te sentirás presionado para el final. Igualmente te sugiero que si te sientes cómodo conmigo, continuemos el camino la próxima semana para fortalecer todos los temas.

-Bueno, me parecen buenas propuestas.- contestó con una tranquilidad que me transfirió mucha paz. Tomé mi libreta y comencé a dictarle ecuaciones. Extrañamente, él tenía razón, conocía a la perfección todas las fórmulas. Disparé un total de doce ejercicios y no hubo error en sus afirmaciones.

-¡No lo entiendo, Silvio! De verdad conoces las fórmulas. Espero que no te confunda en el proceso a seguir. Veamos, ahí va una “clásica”.- le dicté una gráfica lineal. Era de mis favoritas, pues tenía una trampa en uno de los componentes. Supuse que sería ahí donde él se quedaría “atorado”.

-Aquí está la fórmula, y yo comenzaría más o menos así…- error inicial.-… luego llevaría la “X” al otro lado con el denominador que estaba multiplicando…- error común en novatos del mundo del álgebra.-… y supongo que el despeje de la “Y” se invierte de la misma forma.- ¡fatal! Tres errores básicos del proceso. Me acerqué un poco más al centro del sillón. Observé con detenimiento los cálculos de Silvio. Definitivamente había mucho que corregir. En mi inconsciencia separé mis piernas y las volví a cruzar ahora intercambiando lugares entre ellas. La izquierda, que ahora ocupaba el lugar de arriba, comenzó a mecerse de arriba abajo con naturalidad.

-¡Ya!... Aquí es donde…- alcé la mirada hacia Silvio y noté que estaba clavado en mis piernas. Un aire de excitación recorrió mi espalda. Un ligero sudor comenzó a manar de mis articulaciones. No perdí el hilo del asunto. No quería que se diera cuenta de mi perspicacia.-… tendremos que entrar. Veamos…- separé mis piernas y las dejé juntas. La minifalda ya estaba unos milímetros más arriba. Mientras tenía la libreta sujetada con la mano derecha, llevé la izquierda a mis piernas. Acaricié con suavidad y lentitud el borde de la mezclilla.-… aquí estás cometiendo un error muy común. Recuerda lo que vimos al inicio del curso…- él no me prestaba atención, seguía embelesado con el movimiento de mis dedos en los límites de la prenda con mis muslos de tono caucásico y sin bronceado. Me decidí a provocarlo un poco más, o al menos así es como me imaginé que se provocaba a un hombre. Con la yema de mis dedos hice recorridos cortos desde mi rodilla hasta la comisura de la tela negra. Yo misma estaba comenzando a encenderme. Pero no quería arruinar el momento. Lo mejor sería dejar que todo avanzara como él deseara. Seguí con mi jugueteo mientras explicaba a Silvio los detalles del asunto.-… “X” no pasa del otro lado así. Si la tenemos como un divisor lo que hay que hacer es convertirla en…

-¿Emma?...- me interrumpió inesperadamente. Yo bajé la libreta y le observé con tranquilidad. No puedo describir, obviamente, el nivel de felicidad y satisfacción que me causo el escuchar mi nombre en una boca ajena.

-¿Qué pasa, Silvio?- le contesté a manera de pregunta.

-Tu ganas… ¿A dónde querías llegar con esto hoy?...- parecía nervioso, no articulaba bien las palabras. Supuse que el hombre no había hecho nada semejante en su vida.

-¿A qué te refieres, Silvio?- estuve a una nada de llamarlo “cariño”, “amor”, “niño”, etc. Creí que así lo animaría a reaccionar como yo quería que reaccionara. Me propuse que en la próxima oportunidad lo haría.

-Pues a eso… ¿Qué querías que pasara hoy? No lo entiendo bien. ¿Qué objetivo perseguías como Emma?- seguía mostrándose un poco nervioso, pero intenté apoyarlo para que pudiera expresarse bien.

-Lo único que quería, niño, era expresarme. Ya me cansé de ser Emma a escondidas. Nadie lo sabe, y siento unas increíbles de dejar a Daniel atrás y continuar por este camino. ¿Me entiendes?... Yo quiero mucho a Daniel, pero su momento ya terminó, y aún cuando no quiero ser él, me veo obligada a regresar. Hoy tomé la decisión de salir de las paredes de mi cuarto y mostrarte quién soy en realidad.- me expresé lo más natural que me fue posible.

-Te entiendo. Al principio creí que en mi caso fue un error. Pero también me aburrí de idolatrar a otros hombres, encerrado en mi mundo. Hace un año tuve la valentía de hablarlo con mis padres. Curiosamente no se alarmaron ni exageraron cosas. Hoy no tengo miedo de ser quien soy. ¡Qué valor tienes para salir de ahí, Emma!- ya no sonaba dubitativo. Adquirió tranquilidad y parecía que ahora él me daba clases a mí.

-¡Gracias, niño!... Eres un amor. Sabía que me entenderías. No sabes lo bien que me siento ahora. Bueno, ¿quieres continuar con el estudio?- un alivio me llegó de golpe y reconocí la sensación de un examen final, más que difícil, aprobado con una buena calificación. Ahora ya tenía un cómplice para Emma, al menos un ser humano más la conocía. Estaba de verdad feliz.

-No, niña. No tengo cabeza para seguir estudiando. Ahora te voy a decir algo que no esperaba decir jamás. Me gustas. Y eso debe ser tomado enserio, pues las niñas nunca me llamaron la atención.- cuando terminó su frase una sonrisa coqueta me salió involuntariamente. Por vez primera alguien me decía que le gustaba. Incluso como Daniel, eso no había ocurrido. Me sentía alagada, y a la vez extrañada.

-Sólo lo dices por amabilidad, travieso. Ya no seas tontito y vamos a seguir preparándote para el examen de mañana.

-¿Puedo besarte?- la pregunta me golpeó con tanta fuerza que fue imposible mover mi cuerpo. Mis ojos se clavaron en los suyos y no fui capaz de sostener su mirada. El rostro se me llenó de un calor espantoso y cuando observé mis piernas noté que estaban tan petrificadas como el resto de mis extremidades. Intenté hablar pero era inútil, mis labios, con el peso del labial rojo claro, no podían hacer los movimientos correctos para articular. Finalmente salí del “shock” y parpadeé unos instantes.

-¿Cómo dices?... ¿Besarme?... Pero…

-¿Qué ocurre? No me vayas a salir con que no esperabas eso. Mira Emma, no voy a negarlo, eres hermosa, me gustas mucho. No te conozco lo suficiente como para aventurar más elogios. Si eres parecida, en lo social, a Daniel, estoy seguro de que eres una gran persona también. Además, creo que tienes algo que me fascina, y que el resto de las chicas no tendrán nunca… ¿Me entiendes no?- ahora se invertían los papeles por completo. Me sentía ofuscada por la personalidad ascendente de Silvio. No era un hombre al estilo macho, y su afeminación lo volvía sutil y delicado con su selección de palabras. Era el tipo de chico con el que siempre deseé empezar a salir como Emma.

-¡Niño!... Sí, te entiendo.- una sonrisa pícara broto en mi boca.- La verdad creo que hoy mismo podría probar lo que fuera.- quité las cosas de Silvio y las mías de en medio de ambos. Me arrimé lo más que fue posible hasta aquel chico y cuando mis piernas quedaron pegadas a sus jeans, coloqué mis manos sobre mis muslos. Él hizo lo mismo con su mano derecha, pero la izquierda la dejó caer sobre una de las mías. Ambos miramos con detenimiento el contacto y el contraste de nuestra piel. Yo era más blanca que él, pero sus dedos eran, a cantidades estratosféricas, más suaves. Volteé mi mano y nuestros dedos se entrelazaron cariñosamente. Yo presioné y él hizo otro poco. Finalmente nos miramos a los ojos. Estábamos tan cerca, el uno del otro, que no podía ver todo su rostro en un solo cuadro. Milímetro a milímetro reducimos distancias. Yo no pude evitar mirar sus labios, no estaban tan carnosos como los míos, pero de cerca los noté tersos. Él pasó rápidamente su lengua por ellos y los humedeció, transformándolos en un platillo que debía ser probado de inmediato. Nuestras narices fueron las primeras en tocarse. Luego recargamos nuestras frentes. Ya no había más que recorrer. Era cuestión de milésimas de segundo para que nuestras bocas se encontraran.

-Vaya que eres hermosa.- me susurró quedamente. Yo no sabía qué hacer, de manera que sólo mostré una afirmación cerrando los ojos.

No soy buena describiendo sentimientos muy fuertes. Quizá sólo haría el ridículo en esta parte. Voy a restringirme a lo físico y lo común, es decir, a eso que todos hemos experimentado alguna vez. Silvio regaló con entusiasmo a Emma su primer beso. Fue sencillo al inicio. Mis labios encajaron perfectamente con los suyos. No nos separamos de inmediato. Los movimientos que él hacía eran casi imperceptibles, pero con la humedad de su boca todo parecía cobrar dimensiones colosales. Con los segundos convirtiéndose en minutos, mi cuerpo comenzó a buscar más excitación. Dejé, con un movimiento más que sutil, que mis manos vagaran por los brazos de Silvio, y él no hizo más que buscar con las suyas mis suaves muslos; los acariciaba como si fueran de cristal. No sé si fueron dos o tres minutos, pero finalmente nos separamos. Ambos quedamos mirando los ojos del otro, y buscando alguna excusa o razón para continuar con lo que habíamos empezado. Yo estaba totalmente anonadada, fue la primera vez de Emma, y con ello, nuevos horizontes se amontonaban en llegar a mí. Él estaba muy tranquilo, no nos atrevimos a desviar las miradas, sólo queríamos vernos a los ojos. Como el filo de una espada, la voz de mi compañero cortó de súbito el silencio tan romántico que nos envolvía.

-¿Lista para lo que sigue, Emma?- ¿y qué se supone que era eso? Pensé como respuesta. El beso fue abrumador, y con seguridad era más de lo que había esperado que pasara aquella tarde.

-¿Lo que sigue?... Silvio, niño… Tenemos que estudiar para tu examen. La verdad te agradezco mucho todo esto, pero debemos ponernos a trabajar si quieres pasar la prueba.

-No me cortes ahora, pequeña… ¿Está bien si te digo “pequeña”? No quiero ofenderte ni nada por el estilo…

-No te preocupes, puedes decirme así. Pero no es que te corte…

-Entonces…- me interrumpió bruscamente. Apartó, por fin, sus manos de mis muslos y las llevó hasta la parte posterior de su cuerpo recargándose de ellas y meciéndose con poco éxito sobre sí mismo.-… deberíamos continuar con esto. La escuela puede esperar otro poco. Mira, la verdad es muy probable que no pase el examen de mañana. Según me dices, no me falta mucho de entender, pero noto en tu rostro que mientes, por lo menos un poco. Sé que debí buscarte desde hace tiempo para que me ayudaras con todos los temas. Ahora es tarde para eso. Fallaré la prueba de mañana y tendré dos semanas más para la siguiente… Espero que sigas ayudándome desde hoy hasta ese día.

-¿Estás seguro de eso?- el chico hablaba con la verdad. Nunca le mencioné que sería imposible estudiar en lo que restaba de la tarde. Ya eran casi las siete, y eso significaba que sólo quedaban un par de horas, o menos, para que la familia comenzara a llegar a casa. Busqué el lado lujurioso del asunto y me aventuré a seguir con el juego.- ¿Qué es lo que quieres hacer ahora?- intenté sonar tan sensual como me fue posible.

-Ahora quiero conocerte bien. Vamos, levántate y camina un poco para que pueda verte.

Su propuesta me hizo sonrojar. No me opuse, y aunque sabía que Daniel era un tipo penoso, recordé que él ya no se encontraba presente. Emma debía romper todas las barreras que aquel mocoso le hubiera impuesto antes. Mi nueva vida tenía que comenzar en ese momento o volver al closet. Afirmé a las palabras de Silvio y me levanté del sillón. Apenas entonces, noté que mis manos estaban bastante sudadas. Caminé unos pasos hasta el centro de la sala y me quedé esperando sus instrucciones. Hay que remarcar que en ningún momento me sentí acosada o reprimida por él, pues su actitud amanerada lo obligaba a pedir las cosas con una tonalidad muy amable. Definitivamente había hecho bien en mostrarme por primera vez con él.

-¡Qué bien te ves, pequeña!- me dijo tranquilamente.

-Gracias.

-Vamos a ver…- se llevó la mano izquierda a la barbilla, como si tuviera un montón de cosas en qué pensar.- Como juez de tu nueva personalidad, me atrevo a decir que vistes muy bien. La camisa a cuadros te va de pelos, y supongo que eres muy atrevida, pues esa minifalda no deja mucho a la imaginación. No puedo decir algo negativo a las botas; me encantaron.

-¿De verdad lo crees?- yo me estaba divirtiendo a lo grande. Me gustó ser criticada por Silvio, y sin lugar a dudas él lo hacía de una manera gentil.

-Hay algo que no entiendo todavía… Quiero descubrirlo por m cuenta.

Se levantó también del sillón y luego hizo su camino hasta donde estaba parada. Me dio un par de vueltas, como analizando los errores que pudieran presentarse en la modelo. Se detuvo detrás de mí y se acercó hasta que nuestros cuerpos estuvieron juntos. Me tomó de la cintura con sus manos y buscó mi nuca con su boca. Fui capaz de sentir su respiración recorriendo mi piel. Cerré los ojos para disfrutarlo más, pero en ese momento noté otra cosa. Sentí que entre mis glúteos había algo que me estorbaba, algo que me presionaba con fuerza. Volví a abrir los ojos y me concentré en esa sensación, lo deduje unos segundos después… Silvio estaba excitado con lo que hacía.

-La duda que tengo…- escuché a través de la piel.-… es sencilla de resolver. Pero no me atrevo a buscar la respuesta… A no ser que me ayudes a buscarla.- sus palabras pronunciadas sobre los cabellos delgados que brotaban de la parte superior de mi nuca, me causaban un cosquilleo increíble.

-¿Cómo puedo ayudarte?- le contesté sensualmente.

-Sólo no me detengas… Eso es lo único que tienes que hacer…- dicho lo anterior comenzó a deslizar sus manos hacia abajo hasta que llegó a los bordes de mi falda. Yo comprendí que debía permanecer tranquila, pues a la falta de brusquedad todo me parecía confortable.

-No te detendré, niño… Encuentra lo que quiera que estés buscando.

Alzó la falda unos centímetros, sólo los suficientes como para “despejar” su área de trabajo. Yo sentí el aire fresco entrar a mis muslos, y para ser honesta fue delicioso. La mano izquierda, y traviesa, de Silvio se separó de mi cuerpo sólo unos segundos, cuando la volví a sentir di un pequeño brinco.

-Aquí está lo que buscaba.- me dijo mientras encontraba la forma de aquel “paquete” que apenas comenzaba a conocer.

Cuando lo hubo recorrido un par de ocasiones, y se familiarizó con lo que había debajo del panty, comenzó a presionar con un movimiento hipnótico. Primero fueron mis testículos, luego fue mi pene. La erección que sufría sólo era equiparable con la suya, que ahora tenía la oportunidad de sentir sin la mezclilla de la falda, pues la tenía levantada. Mis brazos se cansaron de estar congelados y decidí moverlos hacia arriba. Rodeé a Silvio, o mejor dicho, intenté hacerlo, pues era novata en este tipo de posiciones. Él seguía jugueteando con mis genitales, y yo, que me encontraba de espaldas con él no podía hacer otra cosa que disfrutarlo. En pocos minutos sentí que las cosas no iban a durar mucho tiempo más; de manera que intenté detenerlo.

-Silvio, esto está riquísimo. Pero ya debes parar… Me estoy poniendo muy mal… ¿Me entiendes, verdad?

-Claro que te entiendo, pequeña… Por esa misma razón voy a tener que hacerlo más rápido y más intenso.

Apenas terminó de hablar y efectivamente sus esfuerzos se redoblaron. Ahora presionaba sólo la punta de mi glande, y su otra mano buscó con desesperación mis testículos. Yo gemí unos momentos, pero intenté acostumbrarme al nuevo ritmo de sus embestidas manuales… Fracasé rotundamente. Silvio estaba decidido a hacerme terminar, pero yo aún no estaba lista para eso.

-Niño… Por favor… Ya para de hacer esto… No voy a aguantar mucho más… Mejor déjalo, ¿vale?- todas mis palabras se empezaban a entrecortar, y me costaba mantener los ojos abiertos y las piernas desnudas firmes.

-¡Calma, pequeña!... Tú déjate ir. Estoy seguro de que lo disfrutarás.- me contestó con confianza.

Y como lo advertí, llegó el momento en el que mis piernas tuvieron que juntarse y presionarse con fuerza, mis brazos dejaron de rodearlo, mis manos se enterraron a sus brazos, tuve que morder mi labio inferior para no gritar de locura, mi piel se erizó como nunca antes lo había hecho y mis glúteos presionaron con fuerza el cuerpo que tenían junto. La primera contracción vino con mucha fuerza, y casi siento el desmayo. El primer chorrito de semen se dispersó dentro del panty rojo, la mancha ya comenzaba a notarse cuando salió el segundo y el tercer disparo. Era de esperarse que una tela tan delgada como aquella no detuviera por completo mi eyaculación. Para las últimas gotas, la mancha era inmensa, y el panty se veía bastante arruinado. Silvio no se separó ni un momento, y cuando en sus manos notó la viscosidad de mi orgasmo, sólo se dedicó a apretar mis testículos. Mi cuerpo no respondía todavía a tan feroz momento.

-¡Mira esto, Emma!... ¡Qué eyaculación tan abundante acabas de tener!- me dijo sorprendido.

-¡Niño!... Todo fue tu culpa, travieso.- intenté responderle pero mi respiración aún no se normalizaba.

Finalmente se separó de mí y me giró para que quedáramos de frente. Tuvo cuidado de no pegarse a mi cuerpo, pues sus jeans se hubieran humedecido con mi panty empapado. Me llevé las manos a la falda con la intención de regresarla a su lugar de origen, pero él me detuvo.

-¡No, pequeña!... Vas a manchar tu falda. Lo mejor sería que te lavaras bien. Además, tanta leche va terminar por regarse de ahí.

Sus palabras, todas y cada una de ellas, me golpeaban con emoción, y no dudaba que aquel chico lo había disfrutado tanto como yo. Miré nuevamente mi entrepierna y deduje que él tenía razón. La humedad de la ropa interior había cobrado dimensiones que no entendí al inicio, parecía que hubiera sido un pequeño accidente de la vejiga. Intenté dar un paso hacia Silvio, pero el movimiento me excitó tanto que tuve que soltar un pequeño gemido. La sensación del semen recorriendo mis genitales debajo del panty era estupenda, casi juraría que hubiera sido capaz de tener otra erección en ese momento.

-¿Tan delicioso fue, pequeña?... No te molestes en venir. Voy hacia allá.- se acercó bastante y tomó mi rostro con sus manos, noté el olor a hombre que manaba de sus dedos. Acercó sus labios a los míos y nos besamos nuevamente. Ahora el beso fue más húmedo y un poco más intenso. Nuestras lenguas jugueteaban como dos niños pequeños que llevan años de conocerse.- ¿A qué hora llega tu familia?

Volteé a ver el reloj del comedor y me decepcioné al notar que en poco más de media hora tendría grandes probabilidades de recibir a cualquiera de mi gente.

-No tardarán mucho, Silvio.

-Ve a cambiarte… Dile a Daniel que venga a verme. Quedaré de acuerdo con él para que empecemos a estudiar para el próximo examen desde mañana.

-Yo le paso tu mensaje.- un sonrisa coqueta salió de ambos.- Vale irá a cambiarme. No quiero tener problemas después.

-Aquí espero a mi compañero… ¡Ah!... Fue un placer conocerte, Emma… Eres la mujer más hermosa que jamás haya conocido. Espero con ansias volver a encontrarte pronto…

“Pronto” es una palabra que desconocía, pero a partir de aquella tarde, significaría algo así como “lapso de tiempo menor a veintitantas horas”… Caminé por el pasillo con una incomodidad impresionante y me metí a mi cuarto. Me miré al espejo y tuve que decir adiós a Emma por lo que restaba del día…

NOTA DEL AUTOR: Después de algo más de un mes; regreso a Todorelatos. He pasado buenas vacaciones y tengo muchas ganas de escribir para ustedes. Vuelvo donde me quedé. Espero continuar haciendo un buen trabajo y recuerden que si tienen comentarios o sugerencias pueden hacerlas sin dudar un segundo de que serán atendidas. Aquí dejo mi correo larisaqaz@hotmail.com... ¡Muchas gracias a todos por sus valoraciones! Y a los que ya me escribieron al correo, también quiero agradecerles por sus comentarios ;)...