X348 (01): v1

Desarrollo tecnológico en un futuro próximo. Ciencia ficción y, claro, sexo.

Cuando sacaron a la venta el X348, fue una revolución. Por primera vez habían conseguido una integración total con el núcleo, y aseguraban que la experiencia era difícil de distinguir de la vida real, que podías diseñar con tu Domus cualquier aventura y su inteligencia artificial la introducía en tu cerebro y conseguía hacértela experimentar en toda su plenitud.

Como era de esperar, su primera aplicación fue el sexo. Al comprar la unidad, podías instalar en el Domus una app que le permitía crear copias básicas de núcleo, y permitía integrarlas en otras fantasías. No tardó en aparecer un mercado de copias básicas de actrices, cantantes y celebridades varias, algunas de las cuales se vendían a precios astronómicos, y, prácticamente al mismo tiempo, se crearon redes sociales donde la gente compartía las suyas, de manera que, mediante conexión inalámbrica a tu propio núcleo, podías vivir una experiencia exótica con tu actor preferido, violar a la vecina del quinto, seducir a un autobús de colegiales, o torturar hasta la muerte a tu jefe, todo ello sin consecuencias, más allá del dineral que costaba el equipo y las licencias; y en la intimidad de tu habitación, sin el menor reproche social y con autoapagado programable.

Por entonces, hacía ya diez años que Jorge había muerto en un accidente en la central de plasma donde era ingeniero y que, para más inri, había quemado su núcleo, haciendo casi inútil el clon que habíamos encargado para reinstalarlo. Como las causas de la descarga no estuvieron nada claras, la compañía me había ofrecido una indemnización monstruosa, que acepté sin pensármelo, a cambio de que evitara cualquier escándalo, y me había convertido en una viuda muy rica.

Aunque me recomendaron instalarle un núcleo artificial de esos con una cierta personalidad, pero sin exageraciones, pensé que me resultaría raro convivir con un extraño con el cuerpo de mi difunto marido y una identidad mediocre, y preferí dejarlo con el pack básico: capaz de escuchar, obedecer, y cumplir con una serie de funciones básicas de entre las cuales, al menos durante los primeros años, hasta que me aburrí, la de follarme había sido la que más utilicé.

La verdad es que me fue útil. Con los clones estaba permitido experimentar con los avances genéticos más de lo que se consentía con personas “reales·, de manera que gozaban en general de una mejor forma física que nosotros, los humanos convencionales, y hay que reconocer que aquel B92 me follaba con una energía impresionante y, además de tenerla más grande y dura que el pobre Jorge, mostraba una capacidad de recuperación que me ayudó a sobrellevar la primera época de mi viudedad. Vamos: que le decía “fóllame”, y me clavaba aquel pollón hasta que le pedía por favor que parase; le decía más deprisa, y me dejaba el coño en carne viva; clávamela en el culo…; córrete en mi boca… Hasta me acostumbré a masturbarle. Me ponía bien cachonda meneándole la polla y sintiéndola dura en la mano, y hasta me daba morbo que se corriera sin un gemido ni un gesto, como si mirara el paisaje.

Pero claro, de todo se aburre una en esta vida, y aquel Jorge V2 no era precisamente un compañero encantador, así que lo fui abandonando y centrándome en las cosas importantes.

Cuando salió el X348, poco antes de las navidades de 2053, fue Julia, mi hija, que por entonces cursaba su último año de instituto, quien me convenció para comprarlo. No tuvo que insistir mucho, porque la verdad es que la campaña publicitaria resultó de lo más eficaz y yo misma estaba deseando tenerlo, pero es cierto que la naturalidad con que me habló de lo práctico y seguro que sería para ella tener sus primeras relaciones en un entorno seguro, me ayudó a decidirme. Además, algunas amigas que lo había comprado antes hablaban maravillas, y yo llevaba ya años atendiendo mis propias necesidades con una cierta monotonía, así que la idea me pareció excitante.

Cuando llegó a casa el paquete, resultó ser una caja blanca de aluminio de alrededor de 15 cm, plano, muy parecido al servidor de televisión. Julia, excitada por la novedad, me ayudó a instalarlo y me enseñó a hacer la compra: caminé por el supermercado tocando y oliendo la fruta y hasta pude probar las muestras que me ofrecía una joven encantadora y me asombré de la vívida impresión que recibían mis sentidos. Sin siquiera levantarme del sofá, la vivencia era extraordinariamente real, salvo porque cualquier mínima molestia había sido eliminada por los programadores: no había una mosca, ni un ruido desagradable, ni una dependienta antipática, ni una cola de clientes en la caja. Nada, sólo la perfección.

Ni que decir tiene que, mientras Julia enredaba con el nuevo “juguete”, pasé la tarde nerviosa pensando en la noche. La experiencia del supermercado me había parecido tan sugerente, que había comprendido al instante lo que aquello podía dar de sí, y se me hicieron eternas aquellas horas de espera húmeda y excitante.

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Oye, Domus.

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Dime, Carolina.

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Quiero instalar una app de sexo en el X348.

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Existen un total de cuatro apps de sexo.

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¿Cuál es la mejor valorada?

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Unlimited tiene una valoración de 4,86 sobre cinco y un precio de 16.000 créditos.

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¿16.000?

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Sí.

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¿Deseas algo más?

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… Instalar.

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Instalación completada en 2,78 segundos.

Al dar la orden de compra sentí una agitación intensa. Era una cantidad impresionante que, en cierto modo, incrementaba mis expectativas y, con ellas, mi excitación. Realmente, 16.000 créditos no suponían un problema en mis cuentas, pero, en general, era austera. No es que no me permitiera lujos, es que no los necesitaba.

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¿Puedo hacer algo más por ti?

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Iniciar X348

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Selecciona una opción: comprar un núcleo de celebridad; experiencia abstracta; buscar personas por características; experiencias de diseño.

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¿Qué es “experiencia abstracta”?

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El equipo producirá placer sin objeto. X348 hará que alcances el orgasmo como una ola de placer sin una historia ni una impresión tangible.

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¿Qué me recomiendas?

Al activar la app, la voz de domus se había transformado. En lugar del tono neutro masculino habitual, me hablaba una mujer de acento sugerente que parecía cargar el ambiente de deseo.

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La mayoría de nuestros usuarios prefieren las búsquedas de personas normales por características.

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Busca una persona normal.

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¿Deseas introducir algún criterio? Muchos de nuestros usuarios prefieren encontrar personas reales en su entorno cercano.

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Hazlo.

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Puede seleccionar cualquiera de las siguientes personas a menos de medio kilómetro de distancia.

En mi cerebro comenzaron a formarse imágenes en movimiento de personas normales y corrientes, algunas de las cuales me resultaban familiares. Podía escuchar sus voces. Resultaba una sensación inquietante.

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Si lo desea, puede acotar más la búsque…

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¡Para! ¡Esa! ¡Quiero esa!

María José, la estirada de mi vecina de enfrente, la mujer el director de la sucursal del banco de debajo de casa, me sonreía desde la pantalla mientras repetía una y otra vez “¿Quieres jugar conmigo?, ¿Quieres jugar conmigo?

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Has seleccionado a Horny Mary. ¿Deseas algún escenario concreto?

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¿Un escenario?

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Puedes elegir un escenario cualquiera de entre tu memoria o de los que la usuaria objeto haya decidido compartir.

Permanecí un rato en silencio. Siempre me había caído mal aquella idiota que parecía tenerse por una princesa y miraba a todo el mundo por encima del hombro. Creo que sonreí al decidirme.

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Quiero que sea en la oficina del Banca99 de la calle Azcona.

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¿Desea que otras personas intervengan en la acción?

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Sí… Bueno… Los empleados, clientes… ¿Puede ser?

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Buscando información en el núcleo… Inicializando… ¿Desea guardar el encuentro?

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Guardar. Activar.

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X348 recomienda programar una duración máxima de 15 minutos en la primera experiencia.

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Programar quince minutos. Activar.

De repente, me sentí caer, el mundo parpadeó a mi alrededor, y me encontré en el banco. María José atravesaba la puerta en aquel preciso instante y miraba a su alrededor con esa suficiencia suya tan antipática. Me fijé en ella. Podía observarla con el desparpajo que quisiera, no habría consecuencias. La verdad es que era un pedazo de mujer, como de unos cuarenta, diez o doce menos que yo, alta, muy mujerota, de piel morena y rasgos semíticos, con el cabello negro, muy brillante y liso, que caminaba con mucha elegancia sobre unos tacones de aguja impresionantes embutida en aquel traje chaqueta de color beige con blusa blanca camisera que parecía que iba a estallar. Aquella voz femenina y sensual que había sustituido a Domus me susurraba al oído.

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¿Cómo quieres empezar?

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Quiero que se detenga en el centro y comience a sentirse excitada e insegura.

De repente titubeó y detuvo sus pasos en el preciso lugar donde había deseado. Me situé frente a ella y la saludé con mucha familiaridad. No necesitaba hablar con la app. Detectaba mis deseos y los llevaba a cabo.

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Hola, María José, buenos días.

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Ca… Carolina… ¡Qué… sorpresa…!

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¿Te pasa algo? ¿Quieres que te traiga un vaso de agua?

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No… Yo…

Parecía debatirse entre el temor y la vergüenza. Le temblaban las piernas. Acerqué mi boca a su oído y la susurré en voz baja.

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Pues cualquiera diría que estás cachonda como una perra, puta.

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Yo… no te con… consiento…

Cayó al suelo de rodillas y me incliné sobre ella como si la ayudara. En la oficina se formó un gran barullo y varios de los empleados se acercaron a nosotras para interesarse por ella. Le temblaban las manos y balbuceaba con las mejillas encendidas de vergüenza.

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Yo… no… no sé…

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Da igual que disimules, cabrona. Todos saben lo que te pasa…

Su respiración se volvía cada vez más agitada. Emitía leves jadeos y temblaba. En la confusión, desabroché disimuladamente un botón más de su blusa haciendo que mostrara el canalillo entre aquellas tetazas pálidas y el blanco perlado del sostén. La falda ajustada había empezado a subírsele y podía adivinarse el borde de la media color carne y el broche de una de las cintas de su liguero. Los hombres a su alrededor trataban de disimular, aunque resultaba fácil darse cuenta de que sus pollas formaban bultos evidentes bajo los pantalones. Una de las cajeras, una muchacha joven, rubia y de cara angelical, comentaba el espectáculo en un tono suficientemente audible como para que ella lo entendiera:

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¡Qué vergüenza!

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Es que hay cada una…

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Quién lo iba a decir…

Manoteaba cómo queriendo alejarlos. Gimoteaba y lloriqueaba incapaz de contener el movimiento de sus caderas que, poco a poco, hacía que la falda se le arrebujara más y más arriba. Pronto mostró a la concurrencia aquel culazo grande y pálido. Tenía las bragas mojadas.

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¡Ay dios mío! ¡Ay dios mío!

De repente, accidentalmente, en uno de aquellos manoteos, su mano cayó sobre la polla del interventor de la sucursal, y fue incapaz de apartarla de allí. Sin dejar de lloriquear entre jadeos, comenzó a acariciarla de una manera muy evidente, hasta el extremo de que no tardó en poderse apreciar una mancha húmeda en el pantalón de color crema. La escena se tornaba caótica por momentos, y pronto pude ver las manos del apoderado agarrándose a sus tetas.

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¡Pero será puta!

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¡Madre mía, doña Encarna, lo que tendremos que ver!

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¡Virgen santísima!

En pocos minutos, la situación se había desmadrado ya del todo: el buen Interventor había sacado su polla por la bragueta y, al acercársela a la boca, María José, sin dejar de decir que no, que no, la había abierto y se la estaba mamando mientras que el apoderado, que la había desabrochado el resto de los botones de la blusa con tanta urgencia que había hecho saltar dos de ellos por los aires, y le magreaba las tetas, que asomaban por encima del sostén blancas como la leche y con los pezones negros empinados y oscuros. Se las amasaba con tal fuerza, que se podían ver las huellas enrojecidas de sus dedos dibujándosele en la piel. A veces, la pobre María José, se sacaba de la boca la polla brillante del interventor invocando a la virgen y negando lo que hacía antes de volver a engullirla de nuevo con mucha glotonería. Alrededor, otra media docena de hombres se las había sacado también y se las meneaban sin quitarle la vista de encima, como esperando su momento. La pobre “directora” había agarrado otras dos con las manos y uno de ellos, víctima del nerviosismo, se le había corrido en la cara. Las lágrimas le dibujaban regueros negros de rimmel por las mejillas. La pobre gemía, jadeaba y tragaba polla con dos dedos del apoderado en el coño. A veces, se le ponían los ojos en blanco y chillaba al correrse.

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¡Donde vamos… a llegaaaaar…!

Doña Encarna, una mujer mayor, quizás de sesenta años, aunque bien cuidada y bien parecida, seguía protestando, pese a haber apoyado el culo en la mesa y tener bajo la falda la cabeza de la cajera arrodillada. Le temblaba la voz y no apartaba la mirada de María José, a quien el apoderado colocaba a cuatro patas para clavarle la polla por detrás mientras el interventor se le venía en la boca. Culeaba con los ojos en blanco y regurgitaba leche por la boca y la nariz. Varios de los hombres que la habían observado, la rodeaban ahora arrodillados y magreaban sus tetas y palmeaban su culo. Dos de ellos pugnaban por meterle las suyas en la boca, y ella se desvivía por alternar entre la una y la otra mamándolas de una manera ansiosa, completamente fuera de control, chillando incapaz de contenerse. De cuando en cuando, un chorretón de leche se le estampaba en la cara o en la espalda.

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¡Pero cariño!

Andrés, su marido, que se asomaba a la puerta de su despacho alertado por el escándalo, llegó a tiempo de observar cómo su mujercita, que tenía ya la blusa hecha girones y saltaba a horcajadas sobre un administrativo, chillaba al sentir clavársele en el culo la polla del apoderado. Debía dolerle mucho, porque gritaba como una gorrina sin dejar de tragar. Uno de los clientes, en aquel preciso instante, se vertía en su garganta sujetándole la cabeza con fuerza. Tenía la cara azulada por la hipoxia y le manaba esperma por la nariz.

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Está todo el mundo muy sorprendido.

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Pero…

Me había acercado a él y le había saludado amigablemente, como si la cosa no tuviera importancia, mientras le desabrochaba la bragueta, se la sacaba, y empezaba a meneársela. La tenía muy dura y grande. Supe que esa parte era invención mía porque, desde luego, yo no se la había visto. Fuimos acercándonos a ella, que nos miraba de reojo…

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Un minuto para el final. Activando estimulación directa. 59 segundos… 58… 57…

De repente estaba desnuda y los dedos de Andrés se clavaban en mi coño empapado. Comencé a temblar. María José se convulsionaba sola en el suelo. Le manaba esperma por el coño y por el culo y la rodeaban docenas de hombres que, meneándoselas, se corrían sobre ella salpicándola, ensuciándola. La joven cajera clavaba la mano en el coño de doña encarna, que la llamaba puta a gritos mientras se corría. La sentí palpitar en mi mano mientras me corría yo también con tal intensidad que la escena se me desdibujaba. María José temblaba y lloraba. La polla de Andrés vertía sobre ella cantidades gigantescas de leche tibia. Chillé.

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Cero. Encuentro finalizado. Confío en que haya disfrutado de nuestro producto.

Temblaba mientras la habitación tomaba cuerpo a mi alrededor. Me había caído de la cama y todavía culeaba sobre el suelo con la mano entre las piernas. Mis caderas golpeaban el aire de cuando en cuando y tenía los pezones como piedras. Recuperé el resuello casi sin fuerzas ni para volver a subirme.

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Sonreía mientras me dormía. Habían sido los 16.000 créditos mejor empleados de mi vida. Recordé que María José dormía al otro lado de la pared. Pensé en ella muy quieta, boca arriba, muy seria mientras Andrés la follaba y se le corría dentro. No sé porqué supuse que él la tendría pequeña, y ella el coño peludo, de pelos negros rizados y brillantes.