@}}---,--- (x)

-¿Me pesará? A ver- dijo lanzándome otra bofetada en la otra mejilla. Vi rojo y mi rostro se calentó y antes de que su mano se separara de mi cara, le propiné un puñetazo en el esternón, cosa que le provocó un ataque de tos...

Previamente en @}}---,---...

~ (...)A propósito, me encontré con tu novio(...) ~ (...)él me dijo que él sólo tenía ojos para ti, que niño tan divino(...) ~ (...)Siempre que estamos solos en la sala o en el patio, me empieza a coquetear, es muy pesado, no me gusta quedarme sola con él en un lugar(...) ~ (...)¿Vamos a mi habitación?(...) ~ (...)¿Cómo en una cita?(...) ~ (...)¿Así que de eso se trata? Lo usas para provocarme(...) ~ (...)Bueno… podemos quedarnos aquí y así yo podría quedarme en toalla todo el día(...) ~ (...)Esa es una reacción involuntaria por tu cercanía(...) ~ (...)espérate, te lo puedo explicar(...)

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X

Harvey

-¿De dónde viene el sonido de esa corneta?

-De un auto nuevo, eso es seguro.

-Y el propietario, de eso no hay duda- comentó Wanda irritada. Miré a todos lados tratando de encontrar la fuente del sonido y encontré un auto estacionado del otro lado de la calle.

-Encontré el problema- dije apuntando al auto, cuando este bajó el cristal de la puerta mostrando a Xander en el puesto del piloto –Y… creo que nos estaba llamando a nosotros- dije cruzando la calle.

-¿A nosotros?- le escuché decir desde detrás de mí. Corrí hasta la ventana para encontrarme con Xander.

-¿Van a alguna parte?- dijo con una sonrisita tonta.

-¿Desde cuándo tienes auto?

-Desde que entramos a clases.

-Y ¿Cómo es que no me lo habías dicho?

-Nunca me preguntaste, sube que se nos hace tarde, Harvey- le abrí la puerta de atrás a Wanda y luego corrí a la puerta del copiloto.

-Wanda, él es Alexander, Xander, ella es Wanda- dije mientras me ajustaba el cinturón.

-Mucho gusto- dijo Xander por el espejo.

-¿Son familia?- soltó Wanda de inmediato.

-¿Por qué? ¿Nos parecemos?- preguntó Xander mientras echaba marcha al vehículo.

-Son idénticos- reí al comentario.

–Xander, Wanda y yo íbamos a buscar a Dilan.

-Vale, vamos por él entonces- le di la dirección y llegamos hasta la parada donde se supone estaría y ahí lo encontramos.

-Cuidado con sonar la corneta, baja el vidrio y llámalo- le advertí a Xander.

-Vale- dijo bajando el cristal de mi ventana con una sonrisa tonta, el cabrón me la hizo. Bajé del auto para que pudiera verme.

-¡DILAN!- grité desde un costado del auto, el alzó la mirada y camino hacia nosotros, me había propuesto sólo verlo como un amigo, aunque me resultaba muy difícil, sabía que verlo como algo más me haría daño… más del que ya me había causado.

-Hola- dijo cabizbajo y casi para sí, cosa que me desconcertó. Volví a entrar en el auto y me ajusté el cinturón tratando de no darle mucha importancia.

En el recorrido hubo una conversación relativamente normal, excepto por la participación nula de Dil, no pronunció palabra durante el recorrido, él sólo escuchaba, o eso creo yo y fue algo que me preocupó mucho.

-Aquí estamos, Dilan- dijo Xander mirándolo por el espejo.

-Gracias, hasta luego- dijo sin más y se bajó del auto.

-Es impresión mía o…

-Mía también- se apresuró Wanda.

-Malos días hemos tenido todos, supongo- concluyó Xander, echando marcha hacia nuestro campus.

El día se me hizo muy largo y las clases inaguantables, no podía sacarme a Dil de la cabeza, me había descolocado su actitud; fingía estar despreocupado y traté de mantenerme activo en todas las conversaciones en las que me vi involucrado, pero lo hacía en piloto automático.

Al final de la jornada, decidí ir a buscar a Dil a su campus, ese había sido el acuerdo, irnos juntos, pero en el estado en el que se encontraba era muy poco probable que fuese a buscarme. Salí tan pronto la clase acabó y le pedí a Xander que fuese a buscarme a la sede colina arriba, traté de caminar lo más rápido que pude, a cada paso los nervios y la ansiedad se apoderaban cada vez más de mí.

En la entrada de la sede, me percaté de dos cosas; la primera, era que yo no sabía donde podía estar el edificio de la facultad de Dil y la segunda… no solamente no sabía donde podía estar Dil… no sabía donde podía localizar ni una puta facultad de ese lugar, yo nunca había estado ahí antes, y el uniforme de medicina me imposibilitaba acercarme a alguien a preguntar indicaciones, porque lo más probable es que mintiesen, había visto a Víctor hacerlo las suficientes veces como para pensar que cualquiera puede hacerlo, sólo necesitan la oportunidad; así que me acerqué al celador de la sede.

-¿Disculpe?

-¿A la orden, doctor?

-La facultad de administración, ¿Dónde la encuentro?

-Es un edificio magenta, está junto a los edificios de ingenierías, tiene el nombre de la facultad en el dintel de la puerta.

-Muchas gracias- “…por nada” ni siquiera se tomó la molestia de levantarse de su silla, así que tuve que abrirme camino por mi cuenta.

-Yo puedo acompañarte, si quieres- dijo alguien detrás de mí, me volví para ver de quien se trataba y encontré un chico delgado, de tez amarillenta, cabello castaño, corto, en púas, ojos cafés claros, pequeños, nariz recta.

-¿Vas hacia allá?

-Algo así, vamos.

-Gracias, supongo.

-No te preocupes, y ¿Cómo te llamas?

-Harvey, ¿y tú?

-Simón, es un placer.

Dilan

-¿Dilan? ¿Estás aquí? ¿En qué piensas?- dijo Sergio sacudiendo su mano frente a mí.

-¿Qué pasa?- dije irritado.

-¿Estás bien?

-Tengo dolor de cabeza- mentí

-¿Desde que llegaste? ¿Por qué no te has ido?

-Tengo organizadas mis prioridades, ya te lo dije- forcé una sonrisa.

-Deber antes que vida…

-Sólo es un dolor de cabeza, Sergio, le das más importancia que quien lo está padeciendo- no era jaqueca, me sentía terriblemente mal tras haber estado con Edward, desde el momento en que salió y me encontré sólo en casa, me invadió una sensación de vacío y de culpa que me apretaba el pecho y no lo entendía, no había hecho mal a nadie, los jóvenes tenían sexo todo el tiempo, y estoy seguro de que si se sintiesen así después de cada relación, no lo encontrarían tan bueno como se supone debería ser, y las cosas no mejoraron cuando vi a Harvey esta mañana, sentí como si hubiese roto una promesa, como si le hubiese fallado. No había visto a Edward en todo el día y francamente no sabía si quería encontrármelo.

Al finalizar la clase, tomé mis cosas y me mentalicé del hecho de que lo quisiera o no debía ir a buscar a Harvey a su campus, eso habíamos acordado el lunes anterior; bajé lentamente las escaleras, tratando de apagar la culpa en lo que tardaba en pisar su facultad; pero al llegar a la entrada de la mía, me di cuenta de que había cumplido la amenaza que me había hecho, y además que mi temor se había hecho realidad, Harvey estaba esperándome con Simón, estaban charlando y riendo, pero no estaba enojado con Simón, no tenía espacio en mí para eso en ese momento.

-Dil, ¡hola!- dijo Harvey entre risas.

-Hola, creí que yo iría a buscarte.

-Sí lo sé, pero, hablé con Xander y él vendrá hasta acá, es que, en vista de que no estás en las mejores condiciones, me pareció algo cruel esperarte allá cuando podía simplemente subir a buscarte.

-Gracias- eso me hizo pensar que pensaba en mí, y más culpable aún.

-A propósito, Dil, él es Simón- dijo señalándomelo.

-Mucho gusto, Dil- dijo estirándome la mano con una sonrisa, “que falso” pensé.

-Es Dilan- le corregí, siguiéndole el juego y estrechando su mano –no Dil.

-Claro.

-¿Nos vamos, Dil?

-Sí, claro, vámonos.

-Bueno, yo debo ir a mi edificio, ahora- dijo Simón disculpándose –Nos vemos luego- dijo lanzándole una mirada lasciva a Harvey y alejándose, gesto que él sólo respondió con una sonrisa, a veces era demasiado lindo, demasiado inocente.

-Creo que le gustaste- comenté en el camino a la salida.

-Estás exagerando.

-Te desnudó con la mirada.

-¿En serio?

-No me digas que no lo notaste.

-Te habrás dado cuenta que soy muy noble- comentó divertido.

-Muy… casi pasarías por ingenuo- comenté algo liberado al sacarme la espina.

-No te preocupes, Dilan, entre él y yo no pasará nada, en mi corazón sólo hay espacio para ti- dijo con una sonrisa.

-¿Me lo juras?- dije siguiéndole el juego, “entre chanza y chanza, el corazón descansa” o eso dicen.

-Te lo juro- dijo levantado su mano.

-¿Eres zurdo?- pregunta que provocó el cambio de mano inmediato.

-Gracias, Harvey, necesitaba eso- dije riendo. Él rodeó mi cuello con su brazo y chocó mi cabeza con la suya con una sonrisa; al llegar a la entrada divisamos a Alexander, apoyado a un costado del auto y lanzando las llaves en el aire, esperando por nosotros.

-Su carruaje, joven Dilan- dijo este abriéndome la puerta de atrás. Me di cuenta que estaban verdaderamente preocupados por mí, a pesar del poco tiempo que llevábamos de conocernos, lo que me pareció egoísta de mi parte y decidí que si no me sentía bien, al menos lo pretendería.

-Gracias, Alex, eres un amor- dije entrando forzando una sonrisa.

-Eso dicen- dijo con una sonrisa. Cerró la puerta y vi que Harvey se quedó parado junto al auto mostrándole sus blancos dientes a Alex.

-¿Qué esperas? Sube- le lanzó Alex arrojando su pulgar sobre su hombro apuntando al auto.

-¿No me dirás “Su carruaje, joven Harvey”?

-Dilan está enfermo, Harvey, tú no.

-¡Bien!- dijo caminando hacia el auto apretando los puños, entró por la puerta del copiloto, se abrochó el cinturón y se cruzó de brazos.

-¿Todos listos?- preguntó Alex.

-Creo que te olvidaste de tus buenos modales en la otra sede, deberíamos ir por ellos- dijo Harvey mirando por el cristal, a lo que este sólo respondió girando hacia él con una sonrisa. En el trayecto intercambié algunas palabras con Alex, pero cuando este se dirigía a Harvey, él solo contestaba “No me apetece hablar ahora” cosa que hacía reír a Alex y cortar la conversación por momentos.

-Bueno, llegamos, Dilan, mejórate.

-¿No vas a abrirle la puerta y a sujetar su mano mientras sale y a cargarlo hasta su cama y a darle un beso en la frente y arroparlo? Digo… está enfermo- comentó Harvey sarcástico.

-Harvey, te prometo que mañana te abriré todas las puertas que nos encontremos, pero ya supéralo- dijo Alex dejando caer su cabeza sobre el volante.

-No, Xander, no quiero que hagas eso, debiste hacerlo hoy, cuando tuviste la oportunidad, ya olvídalo, eres un pésimo novio.

-Borra ese comentario, Dilan- dijo mirando por el espejo.

-Ahora, encima de todo, ¿te avergüenzas de mí? Creo que me iré caminando desde aquí- dijo desabrochándose el cinturón, a lo que Alex respondió poniendo seguro en todas las puertas.

-Gritaré.

-Adelante.

-Y va a ser muy vergonzoso para ti.

-Procede.

-Atacarán el auto.

-Estás tardando.

-Diré tu dirección.

-No sabes mi número de apartamento, Harvey- y sin un contraargumento, Harvey volvió a ajustarse el cinturón. Alex liberó los seguros y bajé del auto despidiéndome de ambos, la situación, incrementó mi buen humor, al menos podían brindar una distracción.

Al llegar a casa, me dejé caer en el sofá por un momento, necesitaba meditar, encontrar mi centro y dejar de castigarme en la forma que lo hacía.

-¿Dil?- escuché la voz de Harvey detrás de la puerta. Me apresuré a abrir y lo encontré apoyando su brazo sobre la reja, sonriendo, busqué las llaves en mi bolsillo y lo hice pasar.

-¿Te irás caminando?- pregunté detrás de él mientras pasaba.

-Sí- dijo girando hacia mí.

-¿No va a esperarte? Supongo que sí es un pésimo novio- comenté en broma. Él sólo se limitó a sonreír -¿No lo disculparás?

-No, Dil, esa discusión fue fingida.

-Lo sé, Harvey.

-No hablé en el recorrido… para forzarte a ti a hacerlo- lanzó a quemarropa.

-No entiendo.

-Va a sonar raro, Dil, pero… evité hacer comentarios para mantenerte dentro de la conversación, no quería que pasara lo que pasó en la mañana… me dejaste algo preocupado.

-¿Preocupado?

-Sí, pensé que algo malo había sucedido, sé que no estás enfermo Dilan, lo hubieses usado de excusa y te hubieses ido antes de la hora o no hubieses llegado a la universidad, me lo dijiste la primera noche que salimos a caminar el lugar, ¿recuerdas?- me desarmó su comentario, tenía muy buena memoria y empezaba a sentir la culpa nuevamente presionarme el pecho.

-Sólo fue un dolor de cabeza, por eso me quedé.

-¿Estás seguro? Puedes confiar en mí, Dil- “No, Harvey, no tengo dolor de cabeza, es culpa, porque tuve sexo egoísta, para olvidarme de ti y me di cuenta de que no funcionó y las cosas sólo empeoraron para mí; se me dificulta enormemente sostenerte la mirada por motivos que desconozco, tú y yo no somos nada y nunca lo seremos y eso me frustra, Harvey, me frustra enormemente porque me gustas muchísimo, deseo estar contigo en tantas formas que apenas me controlo, quería tener mi primera vez contigo y por un absurdo sentimiento fugaz decidí que no sería así y me odio por eso, pero lo que más me molesta es no tener el valor de decirte lo que de verdad siento, por miedo a perderte, a dejar de tener lo poco que me has dado de ti, por miedo a que me odies; y francamente tus atenciones y tu calidez sólo lo empeoran”.

-Sí, Harvey, estoy bien- dije fingiendo que estaba harto –me sobreproteges, como mi madre.

-Vale, lo siento, pero, si pasara algo, Dil, lo que fuese, cuentas conmigo, ¿vale?

-Gracias, Harvey- dije con una sonrisa; y luego de esto se dio vuelta y caminó hasta la salida, tomando sus audífonos de su mochila -Me gustas, Harvey, eso pasa- articulé detrás de él sin efectuar sonido.

Caminé detrás de él hasta que salió de la terraza y tomó rumbo hacia casa dela Sra.Elaine, caminé más allá del marco de la puerta para verle y encontré a Edward caminando hacia donde me encontraba, “no puede ser”, pensé, Le envió una mirada chocante a Harvey, que creo que este ignoró ya que tenía el dispositivo puesto.

-Hola- dijo al llegar a la reja de la entrada en donde me encontraba parado.

-Hola.

-¿Puedo pasar?

-Claro- dije dándole paso.

-¿Cómo estás?

-Tengo un poco de dolor de cabeza.

-Tengo el remedio perfecto para eso- dijo cerrando la puerta y acercándose a mí dándome un beso en los labios. El momento se prolongó por un rato, me dejaba llevar por él, el sexo influía en una forma inmensa sobre mí en el que la necesidad de placer y de un orgasmo era grande, había esperado demasiado por eso, por lo que sólo me dejaba llevar. Lentamente, sentía como Edward intentaba sacarme la camiseta por lo que alcé mis brazos para permitírselo, acto seguido, saqué la suya y él empezó a recorre mi pecho con sus labios, mientras yo acariciaba su cabello y su miembro que empezaba a despertar lentamente, al igual que el mío.

Volvió a mi boca para con sus manos proceder con mis jeans, desabrochándolos y dejándolos caer; al tiempo que avanzaba con Edward en el sexo, decidí al menos luchar contra esto una vez, al menos un intento, para luego convencerme a mí mismo de que lo había intentado parar y de esa forma la culpa no sería tan difícil de llevar.

-Lo siento, Edward, pero no creo poder llevarte tan lejos en esto, el dolor de cabeza, puede dejarnos a la mitad.

-No Dilan, no llegaremos hasta la penetración, sólo relájate, disfrútalo- y dicho esto me fue empujando hasta el sofá haciéndome caer en él de espaldas, me quitó mis bóxers y se llevó mi miembro hasta su boca, presionándolo suavemente con sus dientes cubiertos por sus labios y luego lamiéndolo muy lentamente desde la base hasta el frenillo, la lamía y lo besaba con ternura, me excitaba, lo pasaba por su rostro y su cuello al tiempo que se masturbaba.

Al rato, se incorporó y pasó a sentarse junto a mí, empezó a besar mi cuello y sujetó mi verga con su mano y empezó a masturbarme, hecho que me llevó a hacer movimientos casi involuntarios con mi pelvis hacia arriba, hacia su mano; Edward tomó mi mano y la llevó hasta su mástil esperando que yo hiciese lo mismo y así lo hice, se sentía cálido y tieso, empecé a subir y a bajar mi mano con rapidez sobre este, lo que causó que Ed comenzara a gemir en mi cuello, de donde se trasladó hasta mi boca entre gemidos.

Pasaban los minutos y la paja que me hacía Edward no flaqueaba, por momentos me apretaba con más fuerza, sacándome un violento gemido, sentía que se acercaba el orgasmo, pero no se lo dije, lo dejé que continuara, él por su parte había tomado mi muñeca con su otra mano y empezaba a follarse la mía; de golpe empecé a sentir como el líquido corría por dentro mi verga y saltaba al exterior en una varias explosiones que cayeron en mi vientre y en la mano de Edward, que este se llevó rápidamente a su boca y luego se dispuso a lamer mi torso para tomarlo todo y habiéndolo hecho, se subió sobre mí, metiendo su rodilla entre mis piernas y frotando su verga aún erecta en mi muslo y me besó apasionada, compartiendo el contenido en su boca conmigo, de principio, me tomó por sorpresa, así que me disgustó un poco pero luego lo disfruté, hurgué con mi lengua toda la boca Ed, en busca de restos de semen para probar, hasta que ya no quedó nada, tras esto, Edward se incorporó y se masturbó un poco más hasta que dejó su néctar sobre mi vientre y efectuó el mismo proceso con este, sentándose sobre mí, frotando nuestros miembros flácidos y fundiéndonos en un beso, donde compartimos todo el contenido de Edward, hasta que lo acabamos y él se sentó completamente en mis piernas y apoyó su cabeza en mi cuello para recobrar energía.

-¿Dilan?

-¿Ed?

-¿“Ed”?- repitió alzando su cabeza con una sonrisa.

-Sí- dije respondiendo a su sonrisa, se acercó y me dio un beso lento y apasionado que me aceleró el pulso, nuevamente la culpa estaba siendo opacada por el deseo, no era algo fuerte, pero estaba ahí -¿Qué ibas a decirme?- pregunté separándome de él por un instante.

-No importa, no vale la pena dañar el momento- dijo tratando de besarme nuevamente.

-¿Es sobre Harvey?

-¿Así se llama?

-Sí.

-¿Qué hacía aquí?

-Él y un amigo me trajeron.

-¿Amigo suyo o tuyo?

-De él.

-¿Sabe de mí?

-No… nadie sabe.

-¿No crees que le gustes o sí?

-No, no lo creo- “aunque eso sería lo máximo”; Ed me miraba con preocupación -Aunque le guste, que no creo que sea el caso, no va a suceder nada entre nosotros, porque estoy contigo- dije tratando de tranquilizarlo y acercándome para besarlo, esta vez el beso fue más intenso y Ed me apretó contra él.

-No confías en mí- le lancé.

-Sí confío, es sólo que… no quiero perderte, Dilan- dijo quebrando su voz. Edward se había involucrado de más en la relación, de ahí las cosas sólo podían ir a peor.

-No me perderás, Ed- dije sosteniendo su mejilla con mi mano –te quiero a ti, a nadie más.

-¿Seguro?

-Completamente- dicho esto, volvió a apoyar su cabeza en mi hombro y envolviendo mi cuello con uno de sus brazos “ay, Dilan, ¿Qué has hecho?”

Harvey

-…y yo le dije “saca eso de tu boca, estúpido, no hay forma de que caiga nieve amarilla”

-No entendí- dijola Sra.Elaineponiendo su dedo índice en la sien, con su codo sobre la mesa, mientras yo caía sobre el suelo entre risas arrastrándome hacia una pared sobre la cual recostarme.

-¡Sra. Elaine, por Dios!- comentó Alicia sorprendida –Harvey, no es para tanto- dijo girando hacia mí –Creo que lo entendiste mal o tampoco lo entendiste.

-Ponte de pie, hijo, no hice el aseo hoy- comentóla Sra.Elainerestándole importancia a la historia de Alicia.

-¿Alicia?- dijo una voz desde fuera.

-¡Cami! ¡Mi amor!- gritó ella desde dentro.

-¿Salieron temprano?

-Sí, aunque no me dijeron por qué, creo que algunos están en capacitaciones o algo así.

-Hola, Elaine; Harvey, ¿Qué haces en el suelo?- dijo entrando en la sala, yo respiraba hondo tratando de reponerme.

-La historia de la nieve amarilla- comentó Alicia.

-Esa historia es buenísima, Alicia, me hizo llorar, las dos veces que la escuché.

-Yla Sra.Elainepor tercera vez, no la entendió.

-Creo yo que no la entiendo, viendo como todos ustedes reaccionan, yo me imagino reaccionando así, pero no- lanzóla Sra.Elaineen su defensa.

-Y ¿Para donde vamos, Cami?- pregunté desde el suelo, tratando de integrarme, secándome las lágrimas.

-A la biblioteca, iba a pedirte que me acompañaras- dijo algo avergonzado. Desde el sábado tras la cita en la que al final de esta, Camilo vio el moretón en mi cuello, el ambiente se cargaba de algo de tensión cuando estábamos en la habitación solos, aunque fuese por un momento en el que uno de los dos entrara a buscar algo, él esquivaba mi mirada y durmió de espaldas a mí los siguientes días; me incomodaba que sucediera eso entre nosotros, pensé que acompañarlo podía remediarlo de alguna forma.

-Seguro- dije incorporándome.

-¿En serio? Gracias, tomaré algo de agua y subiré por mis libros- dijo apresurándose.

-No hace falta, yo los traeré, debo ir por mi billetera y mi teléfono- respondí sacudiéndome el polvo del suelo.

-Gracias, Harvey- le escuché decir a Cami mientras abandonaba la sala; ingresé a la habitación, tomé las cosas y rápidamente volví.

-Listo- dije desde la reja alzando su mochila.

-Vale, vamos.

-Hasta luego- grité hacia el interior.

-¡Chaito!, Harvey, ¡cuidado con engañar a Dilan! Y tú también Camilo, pórtate a la altura, Harvey tiene novio- dijo Alicia levantándose de la mesa, Camilo me miró confundido, yo le hice una seña para que nos fuésemos.

En el autobús, no hubo intercambio de palabras y al llegar a la biblioteca no fue la excepción, sólo hablamos para que él me diera conceptos sobre los cuales debía buscar en libros y luego entregárselos con la página en donde estaba.

Miraba a todas partes, mientras Camilo escribía y me di cuenta que unas chicas miraban hacia nuestra mesa, al voltear hacia ellas desviaron la mirada y empezaron a reír.

-Nos están mirando- dije girando hacia la mesa.

-¿Quién?

-Mira en nueve.

-¿Mira Dónde?

-En nueve, Camilo.

-¿Qué es eso?

-Posiciones de reloj análogo.

-¿Reloj análogo?

-¡El de los palitos, coño!

-¿Nueve?

-Tu izquierda, Camilo, tu izquierda- dije entre dientes, dándome por vencido. Giramos juntos y una de ellas levantó la mano en saludo, al que respondimos al tiempo.

-Un poco incómodo- dijo Camilo volviendo al papel.

-¿Saludar?

-Vendrán acá eventualmente, Harvey, si no vamos, vendrán.

-A lo máximo que podemos llegar, sería compartir números de teléfono, no te preocupes, Cami.

-Que bueno que ya falta poco para irnos- dijo sin levantar la mirada; lo sentía frío, apático, como si no me quisiese ahí y no lo entendía, fue él quien me invitó en primer lugar.

-Hola- dijo una de las chicas de la otra mesa casi sobre mí, cabello rubio, corto, recogido en un moño, la caída de este no llegaba siquiera a su cuello, tez blanca, nariz recta, ojos cafés claros, un nueve en escala del diez.

-Hola- respondí algo azarado.

-Te he visto varias veces aquí y me preguntaba si me podías ayudar a buscar un libro- esa frase tenía muchas inconsistencias, obviando su propósito real; en primer lugar, yo sólo voy a la biblioteca deLa Regionaly a ella no la había visto jamás en la sede, aunque esa no era información muy sugerente, estábamos empezando semestre, podía ir a primero, eso en segundo lugar, número tres; para buscar libros, quien mejor que la bibliotecaria, que podía verse desde la mesa, no podía decir que estaba ocupada, estaba sentada, leyendo una revista de chismes, entre tantos libros de real utilidad a unos pocos pasos de su humanidad.

-Sí, seguro- sentí el peso de la mirada de Camilo mientras me ponía de pie, que no volteé siquiera a mirarlo “¡jódete, por apático!” pensé.

-Y ¿Sobre qué exactamente estás buscando información?- dije.

-Cálculo diferencial- dijo sonriente.

-Vale- dije iniciando mi marcha hacia el mostrador de la bibliotecaria. Al llegar la mujer ni siquiera alzó la mirada hacia nosotros.

-Ahem…

-¿Diga?- dijo mirándonos solamente alzando sus ojos hacia nosotros, su cabeza seguía en dirección a la revista.

-Libros de cálculo diferencial.

-Los libros están organizados por categorías y en orden alfabético- dijo apuntando con su esfero hacia un estante de libros.

-Eso lo sé bien, pero venimos de allá y no encontramos nada- la chica me miró con una sonrisa mientras juntaba sus cejas extrañada.

-Buscaron mal, entonces.

-Estamos aquí para que nos ayude a buscar, llevamos un rato en los estantes- mentí; la mujer lanzó un suspiro y salió del cubículo caminando hacia el estante seguida de nosotros.

-Cálculo- dijo alzando con la palma hacia el interior de los estantes, para hacernos proceder, pero no volvería a su revista tan fácilmente.

-Diferencial, por favor- le sonreí; la mujer caminó de mal humor hacia los libros, señalando exactamente un grupo que entre otros términos de adorno en su título, resaltaban las palabras “Cálculo Diferencial”.

-Gracias- le lancé.

-Gracias- respondió algo tímida la chica.

-Siempre a la orden- espetó la mujer casi automáticamente, sugiriendo que era así como ella debía responder siempre, no porque de verdad tuviese la disposición.

-“Venimos de allá y no encontramos nada”- repitió la chica para sí entre risas mientras hurgaba entre los libros.

-Sólo quería que se pusiese de pie, a ella no le pagan por leer revistas en el trabajo- lancé mientras también seleccionaba algunos libros.

-Que odioso eres- dijo entre risas.

-¿Te diste cuenta que ni siquiera mostró disposición para hablarme? Sin mencionar la mala vibra que emanaba de ella, puedes decir que fue un escarmiento- dije buscando títulos entre los lomos.

-Ya no creo necesitar más libros- dijo acomodándolos entre sus brazos.

-Vamos- dije estirando mi mano hacia ella para sujetar los libros que ella cargaba. Al llegar a las mesas, me di cuenta de que Camilo no estaba, ni la otra chica, pero los libros y cuaderno de Camilo seguían ahí, no estaban lejos, nos sentamos en una mesa y ella empezó a buscar información en los libros al tiempo que hablábamos, pasado un rato sentí que me llamaban.

-Harvey, ya terminé, vámonos- dijo Camilo con los libros en sus manos, estaba sentada también en la mesa con él la otra chica, amiga de la mujer con la que me encontraba.

-¿Te llamas Harvey?- preguntó esta.

-Sí.

-¿Como el novio de Sabrina?

-Como el novio de Sabrina- asentí

-Que lindo nombre- dijo con una sonrisa.

-¿Y el tuyo?

-Elizabeth.

-¿Como la de “Piratas del Caribe”?

-Como la de “Piratas del Caribe”- asintió sonriendo, tenía una hermosa sonrisa.

-Se parecen mucho, sólo que tú eres una versión mejorada… muy- le lancé descaradamente. Ella sólo rió y volvió la mirada al libro avergonzada.

-Harvey- llamó Camilo.

-Te dejo, Liza, hazme un favor y antes de irte deja los libros sobre la mesa, para que la bibliotecaria venga por ellos.

-¿“Liza”?- dijo mirándome sonriente levantando una ceja –Está bien, lo haré, eres de lo peor- comentó volviendo al libro divertida.

-Gracias- me acerqué y le di un beso en la mejilla y rápidamente me incorporé aproximándome a Camilo. En el recorrido de regreso no hablé con Camilo en lo absoluto, su antipatía estaba dejando de ser incómoda para empezar a ser molesta.

Al llegar a la habitación, decidí ponerle frente a la situación.

-Ten- dijo entregándome un papel con un número en él.

-¿Qué es esto?

-El número de teléfono de Maira, la amiga de tu amiga- dijo en tono apático.

-Pero te lo dio a ti.

-Yo no voy a llamarla, tú en cambio, se te notaban las ganas de quedarte con tu musa del cálculo- dijo dándose la vuelta de forma altiva. “Ah no, no te irás, la discusión ni siquiera ha empezado”.

-Camilo, espérate- dije sosteniéndolo de la muñeca y tratando de darle la vuelta.

-¡Suéltame!- lanzó sacudiendo su brazo. Detoné.

-¿Cuál es tu problema?- dije tirando de él, sosteniéndolo por el brazo con tal fuerza hacia mí que su cuerpo chocó con el mío.

-¡Suéltame, Harvey, no sé de qué hablas!- dijo casi gritando.

-Sí lo sabes, Camilo, te has portado súper raro conmigo, ¿Qué pasa?- me sentía más desesperado que molesto, quería que me hablara.

-Me enfurece que pretendas ser el hombre ideal, cuando en realidad no lo eres, ¡Te quieres ligar a todo el mundo!- me lanzó en la cara, comentario que me pareció irrisorio viniendo de él.

-¿Cómo que me quiero ligar a todo el mundo?

-¡Así como me oíste! ¡Eres un cerdo! Quise convencerme de lo contrario pidiéndote que me acompañaras a la biblioteca y resultó que eso sólo lo confirmó.

-Tu comportamiento fue altanero mucho antes de llegar a la biblioteca.

-¿Qué está pasando?- se oyó la voz de Sandro del otro lado del pasillo, ambos giramos y vi que se aproximaba a nosotros, por lo que, cerré la puerta con mi pierna para que no interviniese, pero no se quedó del otro lado, después de todo se trataba de su compañero de cama.

-¡Suelta a Camilo!- dijo metiendo sus manos entre ambos -¿Por qué no mejor te metes con alguien te si pueda darte pelea?- dijo altivo y dándome una bofetada lenta arrastrando su áspera palma por mi mejilla, sentí que me encendía de ira.

-Si vuelves a tocarme la cara, te pesará- le lancé iracundo.

-Sandro, ya déjalo, ya no me está haciendo nada- dijo Camilo detrás de él, se oía asustado.

-¿Me pesará? A ver- dijo lanzándome otra bofetada en la otra mejilla. Vi rojo y mi rostro se calentó y antes de que su mano se separara de mi cara, le propiné un puñetazo en el esternón, cosa que le provocó un ataque de tos, bajó su cabeza a una altura considerable, levanté mi puño a la altura de su cara para darle el último golpe, lo noquearía en dos movimientos, y sin vacilación golpeé su tabique por un costado con el nudillo del dedo medio, haciéndolo caer de rodillas cubriendo su nariz con los ojos apretados, rápidamente ido por el cólera se lanzó sobre mí enviándome contra pared y apretando mi cuello haciéndome toser; Sandro respiraba entre dientes, su nariz sangraba abundantemente, había despertado al gigante y presentí lo peor, me propinó un golpe en el abdomen que sacó un poco de aire de mí “así que los abdominales sí tienen funcionalidad anatómica, y yo que pensé que sólo eran un lujo”, su mano era grande y reprimía mi cuello con facilidad, si no actuaba rápido perdería el conocimiento.

-¡Sandro, déjalo!- gritó Camilo, con la voz entrecortada, estaba estático, justo donde yo lo había dejado antes de que Sandro irrumpiera en la habitación.

-¡No necesito tu ayuda!- grité -¡Si le haces caso, te irá peor!- le lancé con dificultad a Sandro, mi orgullo no flaquearía.

-¡Cállate, hijo de perra!- vociferó, propinándome otro puñetazo en el estómago, sentí como mis jugos gástricos subía por mi pecho; alcé mis palmas a lado y lado de su cabeza dejándola encerrada en lo que podía ser una especie de paréntesis “vale, que no sean dos movimientos, que sean cinco” y aplaudí con violencia en sus orejas, haciéndole soltarme aturdido y retroceder, le propiné un puñetazo en el estómago como él lo había hecho, pero Sandro sí apretó su estómago con sus manos y de nueva cuenta bajó su cabeza a una altura ideal, lo que me dio la oportunidad de propinarle el mismo golpe, del mismo costado y con el mismo nudillo, haciéndole caer de cuatro patas en el piso y vomitando tras el golpe en el abdomen.

-Te lo advertí, no vuelvas a tocarme la cara en tu vida- dije respirando con dificultad, sujetando mi cuello. Sandro no dijo nada, ni siquiera volteó a mirarme, me dispuse a salir de la habitación, pasé junto a él y frente a Camilo quien sujetó mi muñeca y mi codo  con sus manos y lo pegó hacia su cuerpo con delicadeza.

-¿Harvey?- dijo en tono bajo.

-¿Qué quieres?

-¿Por qué no me habías dicho que tenías novio?

-¿Qué?- lancé alterado y enfadado.

-El chico del que Alicia habló antes de salir.

-¿Fue eso? ¿Ese fue el motivo de tu altanería?- dije liberando mi brazo con disgusto.

-¿Fue él quien te hizo los moretones? ¿Por qué me buscaste si estabas con él? ¿Por qué jugaste conmigo así? ¿Y qué sobre la chica de la biblioteca?- reí con amargura.

-¿”Jugaste”? Camilo, mira a tu alrededor y pregúntate ¿Quién juega con quien…es?- le lancé divertido –Mira- dije girando mi cuerpo hacia él –Número uno- dije levantando mi dedo pulgar frente a él –Dilan, no es mi novio, él es hetero y está en una relación, lo que escuchaste fue uno de los chistes que Alicia me hace todo el tiempo desde que él vino a buscarme para una cita… doble, número dos- alcé mi dedo índice –Estos moretones, me los hizo alguien más, se llama Andrew, y para el miércoles a esta hora, estará a días de aquí, número tres – dije levantando el dedo medio –A Elizabeth, ni siquiera la considero una amiga, hablé muy poco con ella sobre cálculo y sólo pude atrapar el 20% de todo lo que dijo… quizás menos- Camilo rió –Me fui con ella porque me molestaba tu comportamiento, y ni le di mi número ni pedí el suyo, porque tenía mis ojos en alguien más… fatal error y número cuatro- dije levantando el dedo anular –tú; me abrí contigo, cosa que no había hecho con nadie, confié en ti, trato de estar cuando me necesitas, te cubro siempre que puedo, te invité a una cita ¡y tú sólo me respondes con trabas y bipolaridad y francamente me harté! ¡En quien más me esforcé por simpatizarle fue de quien recibí el peor trato!- hubo silencio, me había descargado, me sentía más liviano al decirle eso, Camilo me miraba el pecho nervioso y sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas.

-Harvey… lo siento, no tenía idea, creí que…

-No vas a ganarme con esa cara otra vez, Camilo, no necesito esta basura, ya no te creo, no vas a manipularme- dije llenándome de ira nuevamente al verlo iniciar la escena, su mano estaba empuñada, la alcé frente a mí, la abrí sin dificultad y tomé el papel con el número de teléfono y emprendí mi marcha hacia la puerta.

-¿A dónde vas?- preguntó Camilo sollozando detrás de mí.

-A la biblioteca, con Elizabeth- le dije sin voltear y seguí mi camino sin intenciones de volver y consolarlo tras el incidente.

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La próxima semana...

~ (...)No… yo vengo a ver a alguien(...) ~ (...)Pensé que no te vería hasta que estuviese en el aeropuerto(...) ~ (...)No fuiste el primero… pero sí el último(...) ~ (...)¿Sabes si está saliendo con alguien?(...) ~ (...)Si no atiende cuando son ustedes, ¿Por qué atendería tratándose de mí?(...) ~ (...)Intenta ora vez, empiezo a asustarme(...) ~ (...)suenas raro, como si te hubieses despertado o como si hubieses llorado(...) ~ (...)No es lo más extraño que ha hecho, creo que esto es bastante softcore en comparación(...) ~ (...)Un hombre que se deja hacer marcas de arañazos de otra tipa no es exactamente un santo(...) ~

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Aquí está el décimo capítulo, pido disculpas nuevamente por haberme ausentado por tanto tiempo, pero en realidad lo necesitaba, no dejen de valorar y comentar sobre este capítulo, agradezco sus críticas y opiniones en la entrega pasada y... nos vemos en ocho días.