X-Change

Pruebo la nueva pastilla de cambio de sexo que acaba de salir al mercado.

Desde que tenía 10 años más o menos me di cuenta que me hubiera gustado ser mujer. Me gustaba la delicadeza de su porte, la feminidad, pero desde esa edad, me di cuenta que la sensualidad de la mujer tiene cierto poder. Un poder que pocos hombres pueden resistir.

Conforme fui creciendo esta certeza y deseo se mantuvieron. Pero los mantuve en secreto, en el exterior solo expresaba lo que espera de un joven hombre. Hacía deporte, tomaba, salía con chicas. Me fui desarrollando de manera bastante masculina, alto, espalda ancha y facciones toscas. Mis deseos de delicadeza y feminidad los escondí lo más al fondo de mi psique que pude. Y es que me atraía la idea de feminidad, la idea de con mi cuerpo masculino y mis facciones toscas estar con otro hombre no me atraía en lo más mínimo.

Así escondí como ya dije esos deseos y viví la mida lo mejor que pide. Estudié, trabajé, me divorcié. Todo cambió el día que vi el primer anunció de la pastilla X-Change. Una pastilla que cambia el sexo del cliente, era increíble. Sin embargo yo nunca he sido una persona de impulsos, así que intenté no hacerle caso. Seguir mi vida como la había construido. Estaba satisfecho, quizá no era lo mejor pero era una buena vida.

A pesar de eso, las ideas me asaltaban cada vez que veía el comercial y volvía a pensar en el poder que se esconde detrás de la delicadeza de las mujeres.  Podría ser aquello que tanto hubiera deseado. Pensé que era posible, pero además estaba el beneficio de que si no me gustaba al cabo de 24 horas volvería ser el de siempre. Empecé a informarme y a conocer los detalles de la pastilla, pero no me animaba. Comencé a platicar con chicos bajo los efectos de X-Change y casi todos eran hermosos o hermosas.

Así que un día decidí faltar al trabajo, reporte que estaba enfermo y me tomé la pastilla. Los primeros minutos no sentí, pero de pronto comenzó a cambiar todo. Prácticamente no tuve tiempo de notar hacer consientes los cambios porque fueron sumamente veloces. Sólo pude hacer un recuento hasta que ya habían terminado.

Había perdido varios centímetros de altura, aunque seguía siendo alta para ser una chica. Aunque no tenía sobrepeso, mi cuerpo en general se hizo más delgado. Luego notaría que mis músculos se habían perdido, es decir, seguía teniendo músculos, pero más débiles, como de las chicas. Mis brazos se habían adelgazado, pero seguían siendo atléticos, al estilo de las mujeres. Pero el cambió más notable fue al sentir el peso en mi pecho. Al desnudarme observé dos hermosos senos en mi pecho, un vientre plano y unas caderas anchas agradables. Mi rostro también había cambiado. Sé que está mal que lo diga, pero mi rostro era hermoso. Mi piel es de un blanco bronceado. Mis labios gruesos, sonrosados, mis ojos negros y grandes, mis cejas pobladas pero delgadas, y todo enmarcado por un cabello largo lacio, color negro. Incluso mis manos, que eran un poco toscas y con dedos gruesos y uñas mordidas, se volvieron delgadas y estilizadas, con las uñas bien cuidadas como un mujer cuidadosa hace.

Caminaba por la casa, sintiendo mi nuevo cuerpo, mirándome en todas las superficies reflejantes. Pasé así la mañana y conformé me miraba comencé a excitarme, me recosté en la cama y comencé a tocarme. Mis pezones eran una fuente de calor y mi vientre. Justo cuando estaba a punto de explotar, escuche un mensaje de whatsapp en el celular, casi me desconcentra pero seguí hasta que exploté.

Luego de descansar unos minutos tomé el celular para revisar quien me hablaba. En realidad casi nadie me escribe o me escribía. Al verlo me doy cuenta que es un amigo, me dice que habíamos quedado para ir a tomar unas cervezas. “Mierda” pienso, como lo pude olvidar. Inventé varias excusas, pero me decía que no podía quedarle mal. Al final acepté, le dije que iría, pero que no en el bar de siempre, sino en una cafetería que está cerca de la casa. Protestó un poco pero logré que aceptara.

Mientras hablaba con él me fue excitando otra vez la idea que él me viera. Pero solo quería que me viera, nada más. Luego me puse a ver que ropa podía usar. En realidad ese fue un problema. Las chicas con las que había hablado justamente me recomendaron eso, que era un problema habitual el cambio y no tener a mano ropa de chica. Si la había escuchado, pero como en realidad mi plan para ese primer día era solamente pasar el día en casa, pensé que no necesitaba la ropa. Si me sentía mejor ya luego conseguiría ropa. Pero ahora tenía que salir, así que me acerque a mi guardarropa a buscar que tenía que fuese femenino, o que al menos me pudiera poner.

En realidad no había nada que pudiera, usar, las camisas eran demasiado grandes. Las probaba y me veía ridícula. Se me ocurrió probarme una camisa blanca interior, de las de tirantes. Me quedaba no tan mal, de hecho, bien, porque era muy ajustada, pero como no tenía brasiere, se me notaban los senos por debajo de la camisa, así que me pondría una sudadera por encima, aunque hacía bastante calor, pero no importaba. El pantalón fue algo más complicado. Los pantalones me quedaban ajustados en la cadera y muy sueltos en la cintura. Así que arregle el asunto con unos pants y unas sandalias. Me miré en el espejo, no era un atuendo sexy. Sin embargo era lo suficientemente hermosa para lucir relativamente bien, aún en ese atuendo.

Así que me subí al auto y fui a la cita con mi amigo. Al mirar el reloj, me doy cuenta que en realidad ya voy tarde, así que me apresuro a llegar. Cuando estaba bajando del auto, entró una llamada al celular, era mi amigo. Preferí no contestar. Entré a la cafetería y casi de inmediato lo vi sentado en una de las butacas, junto a una ventana. El me vio entrar pero de inmediato alejo la mirada, no me reconoció, sólo vio a una chica que entraba. Caminé hacía donde él estaba, no quise hacerlo de manera sensual, simplemente caminé como caminó o como podía caminar con este cuerpo nuevo.

Al estar cerca, él volvió a sacar su celular y rápidamente comenzó a sonar nuevamente mi celular, cuando llegue junto a la mesa, solo me senté y saqué el celular. Él me miró, miró el celular, sin entender nada. Solo dijo algo así como ¿Qué? Solo le dije, Soy yo. Él me miraba de arriba a abajo en silencio. Al final, luego de unos 15 segundos dijo. Alberto. Si. Se hizo nuevamente el silencio, supongo que ninguno de los dos, sabía bien como continuar la conversación. Así que agradecí cuando la mesera se acercó a preguntar si deseaba algo de tomar. Le dije que una cerveza y se fue, Marcelo, mi amigo ya tenía una, pero no sabía si seguir tomando o preguntarme algo o irse de ahí supongo.

Al final para interrumpir el silencio, le dije, pues si soy yo. Pero ni eso pareció despertarlo, me empecé a sentir muy avergonzada, y le dije, mejor me voy creo que fue un error haberte visto. Pero me pidió que me sentara y lo hice. La mesera trajo la cerveza y creo que él pensó en ese momento sus palabras. Perdón, me dijo, pero es que no lo esperaba, de ¿verdad eres tu Alberto? O me estás jugando una broma. No, no estoy jugando, soy yo, tomé las pastillas esas, seguro las has visto. Bueno no las he visto, me dijo, pero sé de qué hablas.

Bueno pues así es, soy yo, no es una broma. Sus ojos seguían estando como platos, pero ya comenzó a tranquilizarse. Y ¿cuánto llevas haciendo esto? Sonreí y le dije, no me vas a creer pero es la primera vez. Sonríes como chica me dijo, soy chica le dije. Creo que fue en esa frase y esa respuesta donde todo comenzó. Me miró a los pechos, y creo que intentó adivinar de qué tamaño son por debajo del suéter. ¿Y esa ropa? Me preguntó. Pues es mía no tenía mucho que usar. ¿Me viniste a dar la sorpresa? Me volvió a dar risa, no claro que no, la verdad no me acordaba que habíamos quedado para vernos, si no lo hubiera hecho otro día. ¿Por qué no te negaste? ¿Cómo que no me negué? Te dije cien veces que mejor otro día, pero insististe que hoy. Se rió y dije ah tienes razón, con razón no querías venir hoy. Yo miré al techo y él se volvió a reír, no tienes ni un día como mujer y ya haces los mismos gestos de las chicas. Eso me sorprendió, pero trate de no revelar nada, y empezamos a platicar. Marcelo y yo éramos amigos desde hacía unos 15 años o más, nos conocimos en la preparatoria y nos seguíamos viendo, en la universidad éramos inseparables, luego me casé y no nos veíamos tanto, pero sí una o dos veces al mes. Luego me divorcié y volvimos a vernos un poco más seguido. Así que nos conocemos relativamente bien, pero bueno ese lado de feminidad como dije más arriba siempre lo tuve escondido, así que para él fue una sorpresa.

Así que le estuve explicando. Me daba vergüenza, pero al mismo tiempo me sentía tranquila, él no fue ni burlón, ni agresivo, ni nada, simplemente me escuchó mientras hablaba. Cuando terminé, ya nos habíamos tomando un par de cervezas y comido. Me decía que no lo podía creer que nunca lo hubiera imaginado. Pero que si era lo que quería estaba bien. Pero ¿era permanente? Me preguntó, No le dije, es temporal, sólo hoy, quiero ver cómo me siento. Ohh ok, ya veo, y ¿Cómo te has sentido?, pues bien, me agrada hasta ahora. Ok y ¿qué has hecho? Pues nada solo estar en la casa. ¿Sólo en tu casa? Si. Pero eso no cuenta, ¿cómo sabes si te va a gustar salir y eso? Bueno pues salí, aquí estoy ¿no? Pues sí, pero sigue sin contar, tienes que ver si te gusta cómo te miran los hombres, y como te sientes en general con la vida diaria, no solo con estar en tu casa. Yo lo miré, sabía que tenía razón, pero todavía no estaba lista para eso. Pero todavía no quiero. Le dije. Me miró y me dijo, yo te ayudo, vamos a Plaza Norte, una plaza que estaba cerca de donde estábamos y compramos un poco de ropa a ver cómo te sientes.

Yo estaba insegura, pero él me insistió y me gustó que lo hiciera. Está bien vamos. Le dije. Pidió la cuenta y cuando moví la mano para buscar mi cartera, él me dijo que no, que él invitaba. Me sorprendió, pero me dio risa, ¿ahora me invitas la cena? Ja es sólo un detalle, ¿quieres pagar?, no, está bien paga tú, le dije. Pagó y nos fuimos, era una sensación extraña, la que sentí de inmediato.

Al salir, dejó que me adelantara, y luego solo escuche, perdón que te lo diga pero estás buenísima. La verdad me quedé parada, ni siquiera me giré para verlo, no supe que responder, pero me gustó el piropo.  Vámonos en mi carro, al rato volvemos por el tuyo. No discutí y lo seguí hasta su coche, subimos y fuimos al lugar. En el camino, notó que estaba algo serio y me preguntó, ¿te molestaste por lo de que estás buena? Pues si estás, pero ya no te digo pues, además somos amigos acuérdate de eso. Ok le dije, no muy convencida, el resto del viaje fue un silencio un tanto incomodo.

Cuando llegamos a la plaza en realidad no sabía por dónde empezar. ¿Qué quieres ver primero? Me preguntó. No sé, mmm, bueno la verdad me empezó a gustar la idea de buscar ropa interior, pero no la quise decir. Vamos a caminar y a ver que vemos, le dije. Sin embargo, él dijo, No mira ven, vamos a empezar por aquí. Estaba frente a una tienda de ropa interior, justo lo que yo había pensado. Entramos, pero yo me sentía insegura, como buscar lo que me pudiera servir y de que talla. Pero Marcelo no parecía tan perdido, le pidió a la chica que nos ayudara, y la chica lo hizo con eficiencia. Por la naturaleza de las prendas en ese tienda no me podía probar la ropa, pero me dijo más o menos mi talla de brasiere y me ayudó con que tamaño de pantys eran las más adecuadas para mí. Compré solo dos pantys, aunque Marcelo me decía que más, y un par de brasier a juego con cada una de las pantys. Me dijo que el pagaba, pero ya no quería que me pagara tantas cosas, así que mejor pague yo.

Salimos y fuimos a varias tiendas. En cada tienda me probé diversa ropa y pude ponerme las pantys y el brasier que la chica me recomendó. Al mirar mi cuerpo en ropa interior, tenía que reconocer que el piropo de Marcelo era realidad. No era demasiado voluptuosa, pero si estaba muy bien. El brasier levantaba mis pechos, mi cintura era delgada, mi abdomen plano, mi cadera ancha y mis nalgas levantadas. Me probé todo tipo de ropas, faldas, pantalones, tops ajustados, camisas, vestidos. Luego de un par de horas ya tenía algo de ropa, pero estaba bastante cansada. Nos compramos un helado y nos sentamos en una banca de la plaza. Al final casi toda la ropa la había comprado yo, aunque Marcelo me compró un par de cosas.

¿Cómo te has sentido? Bien, le dije. ¿Te vas a quedar así permanentemente? No sé, todavía es muy pronto. Luego de todo, me había quedado con pantalón de mezclilla y una blusa plana color melón y unos tenis para correr. Luego de que habíamos visitado un par de tiendas y que me había cambiado, empecé a notar la mirada de los hombres sobre mí. Me gustaba claro está. Ok, me dijo.

Quedamos unos instantes en silencio otra vez. Luego me dijo, oye ¿te puedo pedir algo? No me gustó el tono en que preguntó, dada la situación sospeche algo desagradable. El viernes tengo una evento familiar, es el bautizo de un sobrino, la hija de una de mis hermana. Y pues ya sabes, tengo casi 30 y no me he casado, siempre me están bombardeando con preguntas, sobre novias y esto y aquello. Acompáñame el viernes. No, Marcelo perdóname, pero todavía no estoy listo para algo así. Venga, apóyame, ¿eres mi amigo o no?, sabes que yo si te he apoyado. Maldita sea, me estaba chantajeando y yo lo sabía, pero pues si era mi amigo, debía apoyarlo. Esta bien. Le dije.

Sonrió y dijo gracias. Entonces falta un vestido más, y zapatos. Me dijo. Un vestido blanco y zapatos también. Fuimos a una tienda de vestidos de fiesta y me probé un par de vestidos. Al final Marcelo me compró uno, el que dijo que se me veía mejor. En realidad yo lo sentí un poco corto, pero a él pareció gustarle. Luego los zapatos que fueron unos blancos, de tacón corrido. Ya me quería ir a casa. Así que le pedí a Marcelo que me llevará a donde estaba mi carro para irme ya a la casa. Aceptó y salimos.

En su coche nuevamente se hizo un silencio incomodo. Cuando entrabamos al estacionamiento donde estaba mi carro, me preguntó ¿Puedo ir a tu casa? Marcelo estoy muy cansado de verdad. Déjame ir, quiero verte un poco más. Por alguna extraña razón no podía resistirme mucho a sus suplicas. Está bien pero solo un rato. Ok.

Al llegar a la casa deje las cosas de las compras y me senté en la sala. Me quité los tenís y lo esperé descalza. Al poco tiempo llegó. ¿De qué quieres platicar? Le pregunté. No es tanto platicar, guardo silencio un segundo. Me gustaría verte un poco más. Nuevamente no me gustó nada la idea. A que te refieres. Venga amigo no te molestes, solo quiero verte un poco más, ver tu cuerpo. ¿Quieres que me desnude? No, claro que no, solo levántate y déjame verte.

Me daba órdenes, pero por alguna razón no podía resistirme. Así que me levanté y me paré donde él pudiera mirarme. Intenté modelar de manera similar a una modelo, esperaba no estar haciendo el ridículo, pero él no dijo nada. Di una vuelta y la cosa empezó a gustarme. Me quité la blusa y me quedé en brasier y el pantalón. Me giré otra vez y me dijo que me acercará a él. Lo hice.

Empezó a tocarme las caderas, luego el vientre, sus manos eran cálidas. Me desabrochó el pantalón y yo acabé de bajarlo. Me alejé otra vez. Me giré para que me viera, ahora estaba de verdad, excitada, me encantaba ver su mirada. Se levantó y se acercó a mí. Yo me quedé quieta, sentí sus manos en mi cadera otra vez, luego subir hasta mi cintura, mientras me besaba. Me acercó a él y sentí si miembro caliente contra mi estomago. Sentirlo, me estremeció, sentí una punzada en el vientre y como se humedecía mi parte. Él se abrió el pantalón y bajó su ropa interior y salió algo grande y caliente. Su pene era más grande que el mío, y más grueso. Lo tomé en mi mano y sentí su peso y su calor. Puso una mano sobre mi hombro y empujó un poco para abajo.

Sabía que era lo que quería y no me resistí. Me hinque frente a él. Su pene quedó a la altura de mi cara y lo besé. Luego lo tomé con mi mano y empecé a chuparlo. Su sabor era algo fuerte, pero no me detuve. Quería complacerlo, hacerlo disfrutar y que le agradara. De pronto el me levantó, me volvió a besar. Con movimientos firmes hizo que me girara y me agachara, de tal forma que mi culo quedó expusto. Bajó mi panty y empezó a besarme las nalgas, primero, luego empezó a chuparme la vagina y fue una sensación indescriptible. Solo el hecho de hacerlo hizo que estuviera a punto de estremecerme. Pero se levantó nuevamente, sentí como acercaba su verga a mí, pero no dije nada. Luego sentí como se abría paso. Me dolió pro no pedí que se detuviera. Ahhh puta madre estás bien apretada. Dijo, y casi de inmediato sentí como su verga empezó a estremecerse y yo misma exploté, fue una explosión de placer, mis piernas casi no podían con mi peso. Marcelo gemía y me sujetaba fuertemente por las caderas. Luego de un par de embestidas furiosas, se detuvo. Sacó su miembro de mí y se alejo. Se dejó caer en el sillón, yo me levanté despacio. Fui a la cocina por servilletas y le di unas a él y con las demás me limpié la entrepierna. Una vez limpia, me subí el calzón y me senté en otro sillón.

Simplemente quería procesar, lo que había pasado. Mi mejor amigo me había cogido y me había gustado. ¿Eso significaba que debía vivir como mujer? Todavía no podía responder a esa pregunta. Qué rica estás dijo Marcelo. ¿Vas a quedarte así? Tomé la blusa que traía y me la puse sobre el cuerpo, no sé. Y no me hables así ya. El me miró como sorprendido y extrañado. No te molestes, discúlpame. Ok. Entonces, ¿te piensas quedar así? No sé Marcelo, todavía tengo que pensar mucho. Ok. Bueno me voy para que lo pienses. Te hablo mañana para ponernos de acuerdo para lo del viernes, ¿ok? Está bien. Me levanté para despedirlo. Se fue, quería acomodar las cosas, pero estaba muy cansada, subí, me desnudé y me quede dormida.