X-Change 6: Le cuento a Magda mi situación
La decisión está tomada, viviré con Marcelo y le cuento a Magda la situación.
Ya desde el lunes me empezaba a imaginar cómo sería mi nueva vida. Suponía que dejaría mi trabajo. Y ¿Qué haría? ¿Me quedaría en casa de Marcelo siempre? ¿Y mi casa? ¿Mi familia? Todavía había muchas cosas que pensar. Le envié algunos mensajes a Marcelo comentándole mis preocupaciones y a todas y cada una él me decía que me apoyaría, de diversas formas. Yo dudaba de su veracidad o de su utilidad, es decir, si mi familia me despreciaba ¿Qué podría hacer él? De cualquier forma sus palabras me reconfortaban.
Al igual que la semana pasada, mi idea era evitar lo más posible a Magda, intentaba pasar desapercibido, me limitaba a trabajar fuertemente. Bueno fue así al menos lunes y martes, en donde no pasó demasiado. Luego el martes en la noche, Marcelo me dijo que ya dejara de ir al trabajo que él me iba a ayudar un tiempo mientras me ajustaba a la transición y que ya una vez que estuviese bien ajustado podía volver a trabajar o no. A mi claro que me asustó la idea de dejar el trabajo de pronto. Me gustaba la idea que él me hablara de eso, porque indicaba que era serio, pero de cualquier forma era un paso grande.
Le dije que lo pensaría, pero el miércoles en la tarde me di cuenta que era un poco más que pensarlo, el día se me iba soñando despierto sobre el futuro. Al darme cuenta de eso, hice un esfuerzo por trabajar, pero simplemente no podía. Fui al comedor por un café, quizá pudiera despejarme un poco y volver al trabajo. En esa situación fui consciente de otro cambio en mi personalidad. Mientras me servía el café pensaba en la inmortalidad del cangrejo un compañero de ventas en la empresa de pronto me hablo. Al girarme casi me quedé mudo. Era un tipo verdaderamente guapo. Alto, delgado, moreno, con un bello negro y grueso sobre sus brazos, en fin era bastante guapo. Comenzó a contarme algo, la verdad no sé que porque más que escucharlo, lo estaba mirando. Cuando terminó de hablar, se quedó mirándome, como esperando una respuesta. Yo la verdad no tenía idea que había dicho y que esperaba que respondiera. Sólo dije que sí, tomé mi café y salí del lugar antes de que mi compañero tuviera tiempo de decir algo. Por la cara de extrañeza que puso en su rostro me di cuenta que mi “si” no tenía lógica dentro de lo que él me decía, pero pues no podía pedirle que repitiera lo que dijo, así que mejor me aleje.
Al llegar a mi escritorio miré a mis compañeros de alrededor. Los evalué entre guapos y no tan guapos. Tenía que concentrarme en trabajar y mi ida por café solo había vuelto las cosas más complicadas. Salí temprano de la oficina y me fui a pasear. Caminé por el centro e iba mirando chicos, ropa, en fin cosas que normalmente no haría. Al caminar por la calle, de pronto noté a un chico muy guapo también. Delgado, con los pómulos muy marcados y la barba cerrada y no afeitada de un par de días; tenía punta de motociclista con pantalones y chaqueta de cuero negro. Supongo que lo miré demasiado fijamente porque de pronto me dijo: —¿Qué se te perdió amigo?—. Esa pregunta directa fue demasiado para mí, solo baje la cara y seguí caminado. —Pinche puto— alcance a escuchar el insulto, pero no podía hacerle frente.
Me fui a mi casa temblaba mucho. Le conté a Marcelo lo que había pasado y me dijo que me calmara. Que él creía que era normal, que ahora era una chica, pero que era su chica así que no anduviera viendo a otros hombres. Le dije que me disculpara, que tenía razón. Como siempre, me hizo sentir mejor. Luego me preguntó sobre que había pensado de lo dejar el trabajo. Yo casi sin pensarlo, le dije que el viernes hablaría con el jefe, para avisarle que me iba. Se alegró. Le dije que lo quería ver y me dijo que mañana después del trabajo fuera a verlo a su casa y a mí me gustó la idea, y nos despedimos.
Al despertar al día siguiente me preparé para ir al trabajo como todos los días, pero al empezar a vestirme y recordar que vería a Marcelo en la noche me dieron muchas ganas de ponerme una panty de mujer. Así que me puse una tanga roja de encaje que Marcelo me había comprado hace unas semanas. Me la puse, revisé que no se notará mucho ni por mi cintura, ni por encima del pantalón y a mi juicio parecía no notarse. Así que me fui al trabajo levemente excitado por mi ropa interior.
Como la verdad ya tenía pocas posibilidades de quedarme en el trabajo, ese día deje de trabajar y si quiera de esforzarme por ponerme a trabajar. Veía como se movía el minutero esperando el fin de la jornada. De pronto mientras estaba concentrado en cualquier cosa menos en el trabajo, Magda se me acercó. Me asustó con las primeras palabras que me dijo. Me preguntó que si la estaba evitando. Yo por supuesto lo negué, pero trataba de evadirla, salirme a como diera lugar de esa situación. Como ella no se daba por vencida, me levanté y fui al área de comida. Pero mientras caminaba escuchaba los pasos de Magda tras de mí. Pensé en un primer momento contarle la verdad, pero lo dejé, era demasiado problema contarle la verdad, era una pena por supuesto, ella no se merecía que la tratará así, pero yo no estaba listo para decirle nada. Sin embargo todo se desenvolvió por sí mismo.
Magda logró ver la tanga por encima del pantalón. Cuando llegamos a la estación de comida, ella metió rápido y fuerte su mano dentro de mi pantalón y sacó lo suficiente la tanga para entender que era. Antes de darme tiempo si quiera para pensar o hablar o hacer algo, me soltó una bofetada bastante fuerte, y me dijo sin gritar, pero con un despreció bastante doloroso: pinche puto. Afortunadamente para mí, la salita comedor es un espacio bastante privado, en realidad nadie se dio cuenta de lo que había pasado y Magda tampoco lo hizo con el fin de hacer un espectáculo. Su voz no fue un grito, ni hubo un llanto espectacular, se fue furiosa, pero no gritando. De todas maneras nuevamente me quedé temblando en la sala de comida, pensando que debía hacer. Decidí que me debía ir, no había por qué quedarme. Así que pasé rápido por mis cosas al escritorio y salí de la oficina.
En el carro enfilé a casa de Marcelo. Estaba por un lado tranquilo, quizá Magda con esto que acababa de ver no me molestara más. Pero por otro lado me molestaba que así se hubiese quedado todo, ella no se merecía que la tratara así. O hacerla sufrir así, quizá si platicaba con ella me pudiera entender. Era apenas la una de la tarde, Marcelo llegaría a su casa hasta dentro de un buen rato, así que detuve el auto. Todavía estaba cerca del trabajo y le marqué a Magda. Ella no me contestó, así que le mande una par de mensajes. Pensé que no me iba a contestar, pero al final lo hizo. Le dije que si podíamos hablar, al principio se mostro reacia, y me insultó un poco más. Aguante los insultos y le pedí que por favor nos viéramos. Al final accedió.
Nos vimos en una pequeña cafetería que está relativamente lejos del trabajo; relativamente porque ella iba a llegar a pie. Yo quería que fuese lo más lejos posible porque los compañeros siempre están bajando a comer y a comprar cosas en las cafeterías y espacios más cercanos a la oficina. Llegó bastante molesta, sin embargo se sentó y me dejó hablar. Antes que nada le pedí disculpas. Luego empecé a explicarle, todo, desde como Marcelo y yo éramos amigos desde hace tiempo hasta que tomaba la pastilla. Lo único que no le conté por vergüenza fue que también había estado con Marcelo como hombre, simplemente no me atreví a hacerlo. Mientras contaba la historia, noté que su humor cambiaba, de molesta a interesada. Incluso me hacía algunas preguntas, sobre cómo me sentía y todo.
Al final dijo que estaba bien, que me entendía un poco, que uno de sus hermanos era homosexual y que lo quería mucho. Yo no estaba seguro de querer ser comparado con un homo pero a la luz de los hechos me pareció mejor no pelear. Además creo que esto podía ser considerada una forma o no sé. Me dijo que si podíamos ir a mi casa y hacer el cambio, que ella me quería ver. Le dije que no me molestaba mostrarle mi forma femenina, pero que hoy no, porque el efecto dura 24 horas, y mañana tenía que ir al trabajo a pedir mi renuncia.
Se sorprendió un poco que la cosa fuera tan seria con Marcelo, pero le prometí que mañana por la tarde podía ir a mi casa y hacía el cambio. Ella se mostró de acuerdo. Su enojo había desaparecido, nos despedimos y ella volvió a la oficina y yo me fui a casa de Marcelo. En el camino iba pensando en el cambio interesante de situación, quizá Magda podía ser una buena amiga mía, ahora que sería una chica. Llegué a su casa con un poco de tiempo. Así que acomodé el carro en una sombrita. E intenté dormir un poco.
Unos golpes en la ventana de mi auto me despertaron. Era Marcelo. Salí del coche un poco modorro y entramos a su casa. —¿Quieres una pastillita?— me preguntó con una voz cargada de lujuria. —Si me gustaría, pero mañana voy al trabajo a decirle al jefe que ya no y tengo que ir así—. Pareció desilusionado con la respuesta. Para que no se sintiera triste ahí donde estaba parado, me acerqué a él y comencé a besarlo, mientras con mi mano derecha buscaba su bulto. Al principio estaba un poco bajo, pero fue levantándose lentamente. Quería complacerlo, que no se enojara por qué no me podía tomar la pastilla esa tarde.
Me hinqué frente a él, y comencé a abrirle el pantalón, hasta que salió ese precioso pito que había aprendido a amar y que le había dado forma a mi culo. Así empecé a besarle la cabecita, a golpearme las mejillas con su miembro. Me lo llevé a la boca y empecé a chuparlo como una paleta, intentaba llegar lo más al fondo posible. Luego empecé a masturbarlo despacio con mi mano derecha, mientras acariciaba sus huevos con la izquierda. Cuando su verga ya estaba dura como mástil, lo senté en uno de los sillones que tenía en la sala. Me alejé un poco de él y comencé a desnudarme despacio.
Me quité la camisa y seguí moviéndome me puse de espaldas a él y me desabroche el pantalón. Lo miré por encima de mi hombro, sin girarme, y baje despacito el pantalón. Ver su cara cuando entendió que traía una tanga fue increíble. Dejé el pantalón en el suelo y me acerqué a él, siempre de espaldas, ofreciéndole el culo. Empecé a sentir sus manos sobre mi culo, su boca besando mis nalgas, sus dientes mordiéndolas, una nalgada fuerte. Me sujeto por las caderas y me jaló fuerte hacia su regazo. Sentí su verga caliente y dura entre mis nalgas, no me penetró, sino acomodada entre las nalgas. Me medio giró el rostro y comenzó a besarme fuerte, mientras aplicaba un poco de presión contra mi cuello. Me ahorcaba un poco. Bajo su mano y sentí su mano en mi pene, mi pene era una roca dura de excitación. —Te encanta ¿verdad puto?— me dijo como un susurro contra mi oído. —Si, me encanta—le contesté con el escaso aliento que me dejaba. Hizo un esfuerzo por levantarme, yo lo ayudé. Movió mi tanga un poquito a un lado, solo para darle espació a su verga de entrar.
La puso en la entrada de mi culo, de inmediato sentí dolor —Despacio papi, por favor— le dije. Me hizo caso, intentaba meterla, pero la verga simplemente no entraba. Me di la vuelta y escupí un gran pollo de saliva en la punta de su verga y la froté un poco, luego llene de saliva mi propio dedo índice y me lo lleve al culo. Me lo metí despacito, solo para abrirlo un poquito y lubricarlo también un poquito. Mientras lo hacía la cara de Marcelo era de excitación total. Me saqué el dedo y me puse en la misma posición que estaba antes, me iba a sentar sobre la verga de espaldas a él. Guié la cabecita hasta la entrada de mi culo. Al sentirla me detuve un poco. Luego hice un poco de fuerza y abrió mi culo.
Gemí un poco y eso emocionó a Marcelo, me tomó nuevamente de las caderas y me bajó un poco, un gran dolor se apoderó de mí. —Despacio, por favor— Él no dijo nada, pero no me jaló otra vez, despacito fue metiendo la verga. Daba pequeñas movimientos y lentamente fue entrando. Era muy doloroso para mí, y en la posición en la que estaba me dolían las piernas pues no tenía soporte, si me dejaba caer me la clavaba toda. Así que luego de unos minutos mis piernas me ardían, pero no quería decir nada porque Marcelo parecía estar disfrutando.
Cuando sentí finalmente que llegue hasta la base de su verga, deje caer mi cuerpo sobre el de él. Estaba rendido, me dolía el culo, pero más me ardían las piernas. Y poder relajarme así sobre él. Empezó a bombear despacito. Yo no podía ni detenerlo, ni hacer nada. Solo aguantar, pero luego de unas primeras embestidas suaves junto al dolor apareció algo nuevo, creo que podría ser placer, no estoy seguro pero empecé a disfrutar su verga despacio dentro de mi culo. Él tomó mi verga y apenas la tocó un intenso orgasmo estalló en mi culo y en mi verga, mis gemidos de placer debieron de haber tenido un efecto brutal en Marcelo, porque de inmediato sentí como sus embestidas se hicieron más fuertes. Su respiración se hizo más intensa junto a mi oído. Me apretó fuerte por la cintura, y un flujo de leche caliente me llenó el culo. Luego de unos segundos se relajó, los dos nos relajamos, con ese respirar satisfecho de un buen orgasmo. —No mames, ahh que buen culo—, dijo mientras me levantaba un poco para sacar la verga. Yo solo me dejé caer sobre el sillón, estaba demasiado satisfecho para moverme. Él se levantó primero, fue por unas toallas y me limpió un poco el culo. Luego de un momento me levanté.
Nos lavamos superficialmente en el baño y luego nos pusimos a cenar. Le preparé algo sencillo y mientras cenábamos le conté lo que había pasado con Magda. A él también le gustó la historia. Le dio curiosidad una chica que pudiera tomar tan bien que al hombre que se la cogía le gustaba que se lo cogieran también. Le dije que no le había dicho que también él me cogía como hombre, que me dio vergüenza, dijo que no le importaba. Y le tuve que decir que no iba a verlo el día siguiente, viernes, porque había quedado de ver a Magda. Me dijo que a lo mejor le podía plantear a Magda que si nos veíamos los tres. Le dije que le iba a decir, pero que no contará con ello. Luego de cenar nos fuimos a la cama, vimos un poco de tv, tuvimos un poco de caricias y cariños, pero no sexo y nos dormimos, al día siguiente renunciaría a mi trabajo.