X-Change 3: El Bautizo
Salgo nuevamente con Marcelo y ahora empiezo a plantearme la posibilidad de que sea permanente.
Al volver a mi coche luego de dejar a Magda, de inmediato el celular volvió a sonar. —¿Cómo estás bebe?— me preguntó Marcelo. De inmediato la sangre se me subió a la cabeza. —¿Cuál bebe cabrón?— Le contesté. —Perdón no te enojes, bato— me dijo al notar que no estaba para jugar. —¿Qué paso?— le pregunté.
—Nada quería ver lo de ponernos de acuerdo para lo mañana, ¿Cómo le quieres hacer?— Me preguntó mucho más cauto. —mmm, pues ¿a qué horas es todo el evento?— Le pregunté tratando de determinar si podría ir al trabajo aunque fuese un rato. —La misa es a las 12:00, y luego hay una comida a las 2:00 de la tarde—. Puta madre, pensé, no voy a poder ir a trabajar. —¿Qué los bautizos no son en domingo? Y a las 12:00 que no saben que la gente trabaja—. Marcelo se quedó en silencio. —Bueno, pues si tu sabes donde es, piensa más o menos cuando nos tardamos de mi casa al lugar y si es media hora pasa a las 11:30 por mí—. —Ok, me parece bien—, dijo. —Bueno pero me tienes que decir, ¿a qué horas pasas?— Guardó silencio un instante, supongo que estaba calculando el tiempo. —Paso entre 11:00 y 11:15—. Me molestó que no me diera una hora exacta, pero no importa, a las 11:00 estaría listo o lista. —Ok, nos vemos mañana—. —Ok—.
Encendí el auto y conduje de vuelta a casa. En el camino recordé que solo había comprado una pastilla, y ya la había usado. Tendría que comprar otra. La primera la había pedido por correo, pero tardan en llegar, no había tiempo para mañana. En las farmacias venden, pero mierda que vergüenza. Pero bueno tendría que hacerlo. Así que me paré en una farmacia, lo bueno es que estaba lejos de casa. Luego lo pensé mejor, pero estaba cerca de casa de Magda, no sabía qué futuro podría tener nuestra relación, y un caso como este, pues era mejor manejarlo con discreción. Así que busqué otra farmacia una a medio camino, ni muy cerca de mi casa, ni muy cerca de casa de Magda. Lo malo y lo sabía es que al ser una sustancia costosa, está tras el mostrador y tendría que solicitarla a la mujer, pero bueno habría que hacerlo, no hay forma de darle la vuelta.
Llegué a la farmacia y cuando me iba acercando al mostrador, puta, es un hombre el que está tras él. Llegó y se acerca. —Buenas noches, ¿Qué se le ofrece?— pregunta con actitud solicita. —Una pastilla X-Change Básica por favor—, intentó soltar con la mayor indiferencia posible. El tipo se quedó mirándome un segundo, pero fue profesional, entro a un pequeño apartado que tenían atrás y volvió de inmediato con la pequeña caja rosa. —Aquí está—. Tomé la caja rosa y fui a pagar. Tras la caja registradora estaba una mujer. Ya no me importaba, pagué y salí de ahí de inmediato sin mirar atrás.
Al llegar a la casa, recogí las bolsas que no había recogido desde el día anterior. El otro juego de ropa interior quedaba perfecto para mi vestido. Un juego de bra y panty de encaje blanco muy delgadito. Luego de acomodar un poco las cosas, me recosté en la cama. Qué buena cogida había tenido esa tarde. Podría seguir teniendo eso, o ¿lo dejaba? No sabía qué hacer. Bueno, ya veremos qué pasa, mañana tenía algo que hacer, y vería como me sentía.
Me despertó la alarma del teléfono. Eran las 9 de la mañana, en realidad había dormido bastante. Pero no tenía ganas de levantarme, me quedé un rato dando vueltas en la cama. Tomé mi celular, tenía varios mensajes de Magda. Decía que le había encantado salir conmigo, que quería salir otra vez. Le respondí brevemente, pero le dije que el fin de semana estaba un poco complicado, al final traté de hacerle ver que no saldría con ella, pero deje la puerta abierta: quizá la próxima semana. Me levanté finalmente y fui por la pastilla.
La tomé y nuevamente en un segundo había cambiado. Era otra vez la morena sexy que había sido hace unos días. Entré al baño, me desnudé y volví a mirar mi cuerpo, era hermoso. Me bañé rápido y salí a vestirme. El solo contacto con el encaje, me excitó. Me puse el conjunto de sujetador y panty y era bello, al mirarme al espejo era increíble. De verdad no podía creer que esa que se reflejaba fuese yo, era muy hermosa. Luego me puse el vestido, y seguía viéndome espectacular. El vestido era un vestido blanco, con un cuello circular, sin mangas, es algo suelto y tiene un cintillo muy delgado color café para marcar la cintura. Es corto, aunque no tanto como había pensado el día que me lo compró Marcelo. De todas formas deja lo suficiente a la vista para dar cuenta de mis hermosas piernas, además, aunque suelto lograba que bajo él se insinuaran las curvas de mi cuerpo. Me puse los zapatos y en ese momento sonó el timbre de la puerta. Mire por la ventana de mi habitación. Era el auto de Marcelo, me asusté, ¿qué horas eran? Eran las 10:15, llegó temprano. Bajé y abrí la puerta.
—¿Qué paso? ¿Por qué llegas tan temprano?— —Hola, bebe, que guapa estás—. Por alguna razón, como chica no me molestaba que me dijera bebe. El comentario me gustó, me di una vuelta para que me viera. —Entonces, ¿Por qué llegaste tan temprano?— —Pues te quería ver, y además traje un par de cosas extra, que creo que puedes necesitar—. Vi que en su mano traía unas bolsitas pequeñas. —A ver—, le dije emocionada de que me trajera regalos. Pasamos a la casa, y ahí, sacó una de las bolsitas. Vi que era de una joyería. Tenía una pequeña caja, en ella estaba un juego de aretes y collar. Eran muy discretos, pero elegantes. De inmediato pensé algo que me preocupó, no tenía hoyos en las orejas, y si me los hacía estos ¿desaparecerían o quedarían? Pero extrañamente al tocarme las orejas, ahí estaban los hoyos para aretes, no me los tendría que hacer. Bueno, le pedí a Marcelo que me los pusiera y también el collar.
Marcelo se acercó y con mucho cuidado, me puso los aretes, y luego colocándose detrás de mí, me puso el collar. Sentirlo tras de mí, fue un placer. Al finalizar de colocarme el collar, puso sus manos en mi cintura y me beso la mejilla. Fue un beso tierno, pero me calentó mucho.
Luego tomó otra bolsita, ahí había un pequeño brazalete o más bien una especie de bandita de cuero para mi muñeca. Era del mismo tono que el cinto y casi del mismo estilo. Además había un pequeño bolso, blanco, a juego con el vestido. Y en la última bolsa, un pequeño lápiz labial, un rímel y perfume. Al mirar la ultima bolsa, también me dio gusto, pero yo no sabía maquillarme. Y ya eran las 10:45, si lo arruinaba quizá no hubiera tiempo para estar listos e irnos al bautismo. Le dijo y él me dijo que él me ayudaba. Sacó el lápiz labial, nos sentamos en la sala, uno frente a otro, muy cerca y comenzó a pintarme con mucho cuidado. Luego, el rímel y al final un poco de perfume. A las 11:00 en punto estábamos listos.
Subimos a su coche y nos fuimos. En el camino, me preguntó como me había ido el día anterior. Le conté que estuve con una chica. A él le dio curiosidad, me preguntó sobre la chica, si pensaba seguirla viendo o pensaba hacer el cambio permanente. Le dije la verdad que no estaba seguro de nada, que disfrutaba del sexo como hombre, y con ella fue increíble, pero que no sabía. Que me había molestado cuando me dijo bebe como hombre, pero hoy que me lo dijo me había gustado. Que me gusto que me llevara regalos, y que me dijera que estaba guapa. De improviso el puso su mano sobre mi pierna. Comenzó a acariciarme, despacito, me acariciaba con la yema de los dedos, era muy agradable. —¿Te gusta?— —Si—. Ahí dejó su mano por momentos me acariciaba, por momentos simplemente la dejaba ahí, su peso era agradable.
—¿Dónde va a ser el bautizo?— Me explicó que era en una parroquia que estaba en la salida de la ciudad. Que ahí tenía uno de sus tíos una casa de campo y que luego de la misa ahí sería la comida. Ok. Llegamos faltando diez minutos para las 12:00. En la iglesia ya había mucha gente, casi todos familiares de Marcelo. Me tomó de la mano y caminando delante de mí, me guiaba, me presentaba con sus familiares. Íbamos de uno a otro y deje de tratar de aprenderme los nombres, se me revolvían. Me presentaba como su novia y yo sonreía. Las tías me decían que qué guapa y que qué gusto de conocerme. Los tíos le hacían chistes, de que por fin tenía novia, algunos, incluso medio en broma le decían que ya pensaban que era otra cosa.
Al final, ocupamos nuestros lugares, nos sentamos junto con la familia de Marcelo, aunque éramos amigos hace bastante tiempo yo solo había visto a sus papás una vez y hace bastantes años. Además de nosotros, estaba una de las hermanas y el hermano. La hermana con su esposo y el hermano solo. Pude notar un par de miradas furtivas que el hermano de Marcelo me lanzaba y también uno de los tíos, que aunque estaba con su esposa, se giraba para verme. Al final la ceremonia fue mucho más breve de lo que pensé y salimos. La hermana de Marcelo se me acercó, y empezó a platicar. O más bien a preguntar, qué dónde nos conocimos. Que cuanto teníamos juntos. Para evitar problemas, dije más o menos la verdad, que éramos amigos desde la prepa, pero que habíamos empezado a salir desde hace poco. Que yo estuve casada, pero me divorcié y poco más.
Ella me contó que se había casado hacía cuatro años y estaban pensando en tener un bebé. Que si a nosotros no gustaría tener niños. Me dio risa, le dije que todavía no pensamos en eso, que estamos conociéndonos. En la comida, también nos sentamos juntas. Marcelo estaba junto a mí. La comida estaba muy rica, y ahí empecé notar que la familia de Marcelo era bastante adinerada, la casa era muy hermosa. Contrataron un servicio de catering bastante elegante. Había bebidas de todo, a mi Marcelo me pidió unos mojitos deliciosos. Casi sin notarlo, mojito tras mojito me fui poniendo ebria. No era una ebriedad completa, solo lo suficiente para darme cuenta que no estaba bien. Me daba un poco de mas risa los comentarios, pero lo más notable, es que me puse muy caliente. Agarraba más a Marcelo, de la pierna o del brazo. Y creo que él lo notó. Empecé a buscar un poco más su boca, solo un poco, quería ser discreta, no quería que su familia pensara que era una puta, la primera vez que me veían.
Como a eso de las cinco y media Marcelo dijo que ya nos fuéramos. Me despedí de todos, particularmente de la hermana, que se mostró muy efusiva. Yo ya quería irme, si estaba muy caliente. Me le pegué como lapa a Marcelo. —¿Cómo te sentiste?— me preguntó. —Muy bien, me cayó muy bien tu hermana—. Le dije, aunque en realidad quería dejar de hablar de eso. —Tú también le caíste muy bien, ella me dijo—. Me gustaba que me dijera eso. —Y mi abuelita, dijo que eras una chica muy linda, que no te debía dejar ir—. —¿En serio eso te dijo?— Su comentario de verdad me había sorprendido, y me había gustado mucho. —Que lista es tu abuelita, ¿le vas a hacer caso?—. —¿En qué?— —¿En no dejarme ir?— Supongo que él la pregunta le sorprendió tanto como a mi formularla, ¿qué me estaba pasando? Pero me gustó su respuesta. Me abrazó fuerte y me dijo —Voy a intentar que no te vayas si, como dijo mi abuelita, eres una chica muy linda—. Sus palabras, los mojitos y todos los sucesos del día hacían que ya mi panochita estuviera al 100.
Subimos al carro y de inmediato empecé a tocarlo. Acaricié su pierna, el encendió el coche. Cuando fui hacía su pene, sentí como estaba durísimo. —Está bien duro bebe—, le dije. No sé de donde salían esas palabras. —Es por ti—. Empecé a masturbarlo por encima del pantalón. Nos besamos un poco, pero él tenía que concentrarse en el camino. Así que abrí su pantalón y salió su verga gruesa y enorme. Así me agaché ella y empecé a mamar. Su olor de verga era muy intenso, era como a sudor pero fuerte. Me embriagaba. Intentaba llegar lo más hondo posible, pero no me era fácil por la posición. De todas formas mamaba lo más hondo que podía, luego de unos minutos, aunque seguía manejando, Marcelo empezó a marcar el ritmo de la mamada. Puso su mano sobre mi cabeza y me guiaba. Yo estaba muy excitada, pero por mementos se me dificultaba respirar, pero eso a él no le interesaba. Siguió marcando el ritmo, cada vez más rápido, hasta que de pronto me hundió completamente la cabeza hasta el fondo y sentí como explotaba. Su semen inundó mi garganta. Luego de unos segundos, se relajó y dejó que me sentará nuevamente bien. El sabor de su semen inundaba mi boca y mi vagina pedía verga, estaba intensamente mojada.
Llegamos a casa de Marcelo. Nos bajamos y tan pronto como entramos yo me fui sobre él besándolo y deseándolo. El también me besaba y pasaba sus manos por mi cuerpo. Iba a pedirle que me ayudara a quitarme el vestido, cuando metió su mano por debajo de la falda y me quitó la pantaleta. Luego me recostó en el sillón. Y empezó a mamarme ahora él a mí. El placer era indescriptible. Increíble. Su lengua exploraba toda mi parte. Quería tenerlo adentro. Que rico. Luego se levantó. Ya estaba duro otra vez. Se bajó el pantalón y se sentó en el sillón. Yo solo me levante el vestido y dándole la espalda, me senté sobre la verga. Fue increíble sentir como entraba su verga dentro de mí estaba tan caliente que ya no me aguantaba. Subía y bajaba, pero era difícil era como hacer sentadillas con la verga adentro. Así que me levante y sentí como una gran gota de moco cervical salió de mi. Pero no me importó, puse una rodilla a cada lado de la cadera de Marcelo y guie su verga hasta mi interior.
Ya estaba yo apunto, empecé a cabalgar con fuerza su verga, y de inmediato sentí uno orgasmo sumamente intenso. Lo abrazaba por el cuello y lo besaba, pero casi no podía pensar. Seguí subiendo y bajando con fuerza, hasta que quedé cansada. Me detuve y me iba a salir de él, pero de pronto me tomó por el cuello fuerte, me asustó y me dice —¿Por qué te paras puta?— Él se levantó con su verga todavía ensartada dentro de mí y luego se dejó caer sobre el sillón, yo quedé casi aplastada por el peso de su cuerpo. Y él empezó a bombear. Aunque yo ya me había venido, seguí sintiendo un gran placer. Ponía sus dedos en mi boca, me manoseaba por encima del vestido, todo hacía que sintiera aun más rico la penetración.
Luego salió de mí, pero note que no había termiando. Hizo que cerrara las piernas, y así de ladito me la volvió a dejar ir toda. Hasta me dolió un poco, yo gemía y él notó mi dolor e incrementó la fuerza. Yo estaba sobre el sillón, recostada, y él casi de pie, puse mi mano en su vientre intentando evitar que entrara toda porque me dolia cada vez que llegaba hasta el final, pero él me quitó la mano y la sujeto, fuerte, de tal forma que ahora me jalaba y me empalaba cada vez más contra su verga. Yo le dije —Ayyy papi, ya—. —Ya ¿qué puta?, ¿Te gusta verdad putita?— —Si papi, me encanta tu verga papi. No mames papi la siento hasta la garganta, tu vergota—. Cuando escucho esto se agachó sobre mí y me beso las mejillas, luego tomandome del cabello, me obligo a girar la cabeza y empezó a besarme. De pronto se separó de mi boca y me miró. —Que hermosa eres—. Yo estaba a punto de sonreir, pero en ese momento me escupió en la cara. Su saliva me cayó en la frente justo en medio de los ojos, pero también cubrió casi todo mi ojo izquierdo, apenas iba a preguntarle que, qué estaba haciendo, cuando sentí una cachetada bastante fuerte. El golpe me sobre salto y Marcelo empezó a bombear más fuerte.
Extrañamente luego del susto y la sorpresa, tanto el escupitajo como la cachetada me excitaron más. Con su mano derecha empezó a manosearme por encima del vestido, la izquierda la llevó a mi boca y yo empece a chupar sus dedos con placer. Chuparle los dedos fue lo que acabo con él. Empezó a bombear cada vez más fuerte, me apretaba las tetas por encima del vestido también muy fuerte. Me metió los dedos muy hondo en mi boca, tanto que me ahogaba y tenía arcadas. Sentí como su verga estalló. Finalmente se detuvo, yo tosí un poco luego de que sacó sus dedos de mi boca. Estaba agotada. Él salió de mí y se quedó sentado en el sillón, también recuperando fuerzas.
Luego de unos segundos, él se levantó. Yo también me levanté. Me acerqué a un espejo. Me acomodé el vestido y lucía como si no hubiese pasado nada, quizá un poco despeinada, pero nada grave. Me encantaba mi reflejo en el espejo. Me gire un poco, levante el vestido coquetee con la imagen. En eso Marcelo se acercó a mí. Me acarició el culo. Y me beso tiernamente en la boca. —Quédate así—. —Se mi puta, mi esposa—. Estábamos abrazados, y él lo decía en serio, sentía su cuerpo sobre el mío, su calor.
—No sé todavía, pero lo voy a pensar de verdad. Es en serio ¿verdad?—. —Sí, princesa, le caíste muy bien a mi familia, somos amigos de toda la vida y así como estás me encantas—. Mientras hablaba, sus manos recorrían mi cuerpo, acariciando mis nalgas, mi cintura. —Ok—. Él vio que lo iba a pensar y ya no insistió en el tema. Se lo agradecí. Subimos, ahí me desnudé para él otra vez. Me encantaba como miraba mi cuerpo. Luego de un rato, nos pusimos a ver televisión y luego simplemente a dormitar en la cama. Hicimos el amor varias veces más, y me llevó a mi casa como a las 8 am. Le dije a esa hora, porque el efecto de la pastilla estaba a punto de terminar y no me gustaría que me viera así.