Wrong Number (número equivocado) y IV

Donde asistimos al desenlace final de esta historia

Última parte de esta historia original de Phoenix Arrow aparecida con el mismo título en Literotica.


Algunos meses más tarde.

Ring, ring, ring…

— ¿Diga?

— ¡Hola, puta!

— ¡Oh, hola, Mistress! ¿Cómo está usted hoy?

— Muy bien. ¡Tan bien como la bien educada mami puta que eres, Pezonacos!

— Gracias, Mistress, pero por favor, ahora no. Usted sabe que cuando me llama me mojo toda y en este momento no puedo. Estoy a punto de ponerme a revisar las cuentas con mi marido.

— ¡Puta!

— Ohhh…

— Plop, plop, plop… Eres igual que un grifo que gotea. Y pensar que te mostraste avergonzada e indignada la primera vez que te llamé. Dime, ¿qué tipo de mamá eres?

— ¡Soy una mami puta!

— ¿De quién es esa mami puta?

— Suya, Mistress… y de mi hija…

— Me encanta la manera en que suena. “Mistress”, me alegra mucho el que mis amigas me lo sugiriesen. Suena mucho más apropiado que “Chica desconocida que hace que me corra al teléfono”, ¿no crees?

— Mi sonrojo está yendo a peor, Mistress. Necesito volver con Charlie antes de que empiece a sospechar.

— ¿Sospechar el qué? ¿De que te pones caliente al teléfono o de que tienes un vergonzoso lio amoroso con tu hija?

— ¡De ninguno! ¡Oh, Dios bendito, no vaya por ahí, por favor! El no puede…

— ¿Cómo están Jessica y ese chochito suyo hoy?

— Ella está… um… ambos están… bien. Ella está en su cuarto haciendo los deberes.

— ¿Ha tenido mami puta ya algún momento de diversión con ella hoy?

— Ummm… bueno… en cierto modo hice…

— ¿Qué fue lo que hiciste?

— Limpié de nuevo su habitación… en ropa interior… mientras ella estaba mirando.

— Hmmm, algo viejo, Pezonacos. ¿La había dejado bien desordenada para ti?

— Sí. Muy desordenada. Durante un buen rato tuve que estar a cuatro patas recogiendo su ropa.

— ¿Alguna braguita sucia?

—  Sí, arrojó unas cuantas en mi camino.

— ¿Cómo recogió mami puta esas sucias braguitas usadas?

— Oh, por favor, mi marido me está esperando y yo… ¡con mis dientes, Mistress!

—  ¿Estaban sucias y asquerosas?

— Mmmmm… y muy sabrosas…

— Apostaría a que esas rodillas se pusieron rojas de tanto gatear.

— ¡Ahá! Me he tenido que poner medias para que Charlie no vea lo rojas que están. ¡Oh, Charlie! Por favor, permítame volver con él…

— ¿Qué hizo Jessica mientras miraba a su mami criada limpiar su cuarto?

— Se sentó en su cama… y empezó a tocarse.

— ¿Se quedó sentada en silencio?

— Pocas veces lo hace. Usted sabe lo mucho que le gusta humillarme verbalmente mientras lo hago.

— Por supuesto, Pezonacos. ¿Entonces qué fue lo que te dijo hoy?

— Oh, lo típico: “¡Mami, he hecho este desastre especialmente para ti!”, “¡Mueve el culo o tendré que azotartelo!”, “Sólo las mejores madres limpian a la vez las habitaciones y los chochitos de sus hijas…”

— ¿Le echaste una mirada furtiva a ese sonrosado conejito mientras gateabas a su alrededor?

— Sí…

— ¿Estaba bonito?

— ¡Mucho!

— ¿Lo deseas?

— ¡Síííí!

— ¿Te ha permitido lamérselo después de que acabaste con la limpieza materna?

— ¡No! A ella le encanta atormentarme con eso. Hace que me caliente y me moje exhibiéndose para luego negármelo. ¡Es tan mala conmigo, Mistress!

— ¡No me vengas con esas! ¡Me ha contado cuan a menudo tu cara acaba entre sus muslos!

— Me prometío que dejaría de contárselo todo a usted. ¡Me lo prometió!

— No hay forma de que me puedas ocultar nada, Pezonacos. ¡Sé bastante sobre el tipo de puta e indecente madre que eres!

— Ohhh… por favor, no siga, no puedo excitarme ahora. Charlie se da cuenta enseguida de cuando me estoy caliente y sospechará que pasa algo.

— ¡Hombre! Se volvería loco si descubriese con que grupo de perras incestuosas está viviendo, ¿no crees?

— ¡Oh, Dios, no!

— ¿Por qué no vas y se lo cuentas ahora mismo? Tan solo tienes que ir a su lado y decirle que tu coño parece un horno.

— Mistress, por favor, no me obligue a hacer eso.

— Apuesto a que lo harías. Lo harías si de verdad te lo exigiera. Realmente se lo confesarías todo, ¿no?

— Yo… Yo… No lo sé…

— ¡Qué puta eres!

— Ohhhh…

— ¿Sabe él porque tu coño parece estar tan dilatado últimamente?

— No, no está muy seguro de la razón… Cree que es porque me estoy haciendo vieja…

— No tiene ni idea, ¿no es cierto?

— No, Mistress. ¡Me moriría si algún día él descubriese la verdad!

— ¿Jessica te ha proporcionado tus fistings diarios?

— Usted sabe que no. Le suplico una y otra vez que me meta el puño, pero como ya le dije, Mistress, a ella le encanta atormentarme.

— ¿Cuántas veces a la semana te lo hace entonces?

— Sólo cuatro veces, pero no es suficiente. Me meto en su cuarto por la noche y le suplico que lo haga, pero ella nunca hace caso de mis súplicas. Me siento como una idiota, arrodillada, suplicándole a mi sonriente hija que me meta el puño en el coño mientras ella se tiende en su cama como si fuese una princesa. Pasado un tiempo ella acaba siempre dándose la vuelta y se pone a roncar, logrando que me vuelva lloriqueante a la cama y a la polla de Charlie.

— Bueno, al fin y al cabo, ella es una princesa. ¡Tu Princesa! ¡De la misma forma que yo soy tu Mistress!

— ¡Sí, Mistress! ¡Gracias, Mistress! Ahora, por favor, ¿puedo irme?

— ¿Así que ese jugoso coñito suyo se ha empapado hoy viendo como te arrastrabas alrededor de su habitación con sus braguitas sucias en la boca?

— ¡Sí…! ¡Estaba chorreando! Aunque no lo deseaba. Ella quería seguir atormentándome, pero no podía evitarlo. Ella dijo que era muy excitante verme así, siendo tan sumisa.

— ¿De verdad? ¿Le calentó mirarte?

— ¡Aha! Sobre todo la forma desesperada en que me humillo ante ella. Dice que es como un subidón.

— De eso estoy segura. No todas las mamás se arrastran a los pies de sus hijas. ¡Incluso me ha contado que te dedicas a husmear su almizclado y sudoroso coño los fines de semana! ¿Es eso cierto? ¿Realmente metes la cabeza bajo su falda para aspirar el aroma de su entrepierna cubierta durante horas por sus braguitas?

— ¡Ohhhh, no puedo creer que ella se lo haya contado! Sí que lo hago, Mistress. No puedo evitarlo, es un aroma tan encantador… y a ella no parece importarle. Lo hago mientras ella está sentada en el sofá leyendo una de esas revistas para adolescentes. ¡Ella misecordiosamente separa sus piernas para mí cuando lo hago, así que puedo colocar mi nariz sobre su entrepierna y llenar mis pulmones!

— ¡Supongo que en estos días una chica de su edad nunca sabe cuando la puta de su madre se va a arrastrar hasta ella hasta conseguir su olor! Al menos te dejará que te toques mientras te embriagas con ella, ¿no?

— ¡Todo el rato! ¡Normalmente me corro al menos dos o tres veces!

— ¿De verdad? ¿Sólo por oler el apestoso conejito de tu hija? ¡Qué fuerte!

— Mmmmm… sí… Ahora, espero no ser irrespetuosa, Mistress, pero la puerta no está cerrada y Charlie vendrá a buscarme en cualquier momento. No puedo estar toda arrebolada con el teléfono en la mano. ¡Parecerá que le estoy poniendo los cuernos!

— ¡Pero es que se los estás poniendo, puta! ¡Estás engañando a tu marido con tu sexy hija! Si tanto miedo tienes tal vez deberías acabar con todo.

— Usted sabe que no podré dejar nunca de adorar a mi hija. Las cosas no pueden dar marcha atrás. Ha cambiado completamente los papeles con su madre.

— ¿Sí? ¿Cómo exactamente?

— Mientras ella crecía, yo siempre estaba diciéndole que hacer, cómo tenía que vestirse, qué debía comer, qué tenía que decir… Yo sabía que lo odiaba, pero yo era su madre.

— ¿Y ahora?

— ¡Y ahora yo soy la puta de su madre! Ahora es ella la que me dice lo que tengo que hacer, lo que tengo que decir y lo que debo comer, especialmente su sabroso coñito… ¡Ya ni siquiera soy la matriarca de mi popia casa!

— ¿Y a quién debes agradecer eeste maravilloso cambio en tu vida?

— A usted, Mistress. Muchísimas gracias por mostrarme cuáles eran mis verdaderos deseos.

— Podrás agradecérmelo personalmente en mi próxima fiesta de pijamas. ¡Las chicas están verdaderamente ansiosas por azotar ese enorme y sexy trasero tuyo!

— Sí, sé que todas son Mistress, pero ¿van a azotarme muy fuerte? ¡Charlie me ha estado preguntando por qué mi culo está tan sensible últimamente! Lo nota en mi cara cuando hacemos el amor.

— Hablando de fiesta de pijamas, ¿cuándo crees que conseguiremos finalmente que Jessica se una a nosotras?

— ¿Jessica? ¿Allí? ¿Conmigo?

— ¡Oh, vamos, no puedes guardártela para ti sola por siempre! ¡Tienes que compartirla!

— Ella nunca aceptaría. Piensa que es asqueroso lo que hago para vosotras. ¡Ni siquiera ha lamido nunca un coño!

— ¿Ni siquiera el de su madre?

— Ni siquiera. Y no es por no intentarlo. Lo hago generalmente cuando estoy metida de lleno en oler su entrepierna. Entonces, amablemente, le pido que me lo coma.

— Pero ella tan solo se rie de ti, ¿no es cierto?

— ¡Sí! Según ella, he caído lo suficientemente bajo como para comer el cocño de otra mujer, pero ella no va a hacer lo mismo. Dudo seriamanete que se degrade a hacerlo con otras chicas de su edad.

— ¡Qué lástima! Estoy segura de que si le damos la oportunidad ella acabará haciéndonos unas buenas comidas de coño.

— Supongo que sí, Mistress.

— Tengo que admitir que la idea de tener una pareja madre—hija como esclavas podría, realmente, condimentar las cosas. ¿No crees que, tal vez, es una idea lo suficientemente buena como para dejarla escapar?

— Por favor, Mistress. No lo haga. Ella me odiaría si la convirtiese en una puta como yo.

— ¿Entonces tal vez deba chantajearla, tal y como hice contigo? Conseguí que tu digno culo admitiese su fetiche por el fisting, tal vez pueda conseguir que ese remilgado coño se convierta también en mi perra.

— ¿Pero… cómo?

— Tal vez la amenaza de decírselo a papi sirva como detonante. Dudo que ella quiera sentir el oprovio de que yo exponga su enfermo, torcido y abusivo comportamiento hacia su propia madre. ¿Crees que eso la hará caer de rodillas ante mi?

— ¡Oh, no puede usted estar hablando en serio! ¡Él jamás debe enterarse! ¡Jamás! Él desaprobaría completamente este tipo de actividades. ¡Jamás nos entendería!

— Es por eso que la mierdecilla de Jessy y Pezonacos deben hacer todo lo que les ordene su Mistress, ¡a no ser que quieran que papá se entere de sus pequeños juegos de fisting!

— Oh… pero… ohhh…

— ¿Qué problema hay? ¿Tienes miedo de que Charlie realmente se entere?

— Sí, Mistress. Simplemente no puede ni sosprcharlo. ¡Se divorciaría de mí o me mandaría a la cárcel, o incluso algo peor!

— Relajate, puta. No voy a decírselo. ¡Sé lo mucho que te asusta que lo descubra y por eso esta charla te está haciendo que te mojes toda!

— Yo… ¿qué?

— Oh, no lo niegues. Ambas sabemos que la idea de que te pillen te excita más que nada, ¡incluso más que el puño de tu hija!

— Por favor, Mistress. No bromee con eso.

— Creo que deberías ir a la habitación de al lado y confesarlo todo. Cuéntale todo acerca de la incestuosa relación amorosa con la mano de tu hija, y también como le cuentas todos los jugosos detalles a tu Mistress adolescente a través del teléfono.

— Ohhh, Mistress, no me atormente así.

— Esto te moha, ¿no es cierto?

— Un poquito…

— ¿No desearías olvidarte ahora de esas tontas facturas y pasarte una mano entre tus muslos mientras me hablas?

— Sí, mucho, pero… Charlie… las facturas…

— ¡Vamos! ¡Desliza esa mano debajo de tu falda!

— ¡No! ¡Está justo en la habitación de al lado!

— Ahí está lo bueno.

— ¡No podría, ahora no!

— Eso esta bien, Pezonacos. Entonces solo tienes que llamar a Jessica para que lo haga por ti. ¡Estoy segura de que ella no tendría ningún reparo en tapar ese agujero tan caliente con su muñeca! ¡Solo espero que tu marido no te oiga gemir!

(Silencio)

— Dile a tu nenita que restregué tu caliente y húmedo coñito mientras hablas conmigo… Con la puerta sin cerrar, por supuesto…

— Oh, Mistress… Tal vez a solas… Cuando él no esté en casa…

— Sé que has pensado en ello de vez en cuando. Imaginando que tu marido os pilla en vuestros juegos incestuosos.

— No diga eso. Me moriría si nos viese juntas.

— Pero la idea te pone muy, muy húmeda, ¿no?

(Silencio)

— Puedo notarlo en tu voz. En la forma en que respiras. En cómo retrasas tu respuesta. Te calienta imaginar su cara de sorpresa cuando pille a las chicas in fraganti.

— ¡¡¡Nooo!!!

— ¡¡¡Sí!!! ¿Qué crees que haría si te viese con la cara enterrada en el coñito de tu hija?

— Mistress, esto me está poniendo muy nerviosa, por favor, deje de hablar de ello. Prometo hacer para usted y sus amigas todo lo que deseen. Me arrastraré por la habitación como una buena esclava. ¡Sólo prométame que dejará de hablar acerca de que mi marido nos descubra!

— Pero tú ya bailas al son que te marcamos mis amigas y yo, ¿no estás siendo un poco egoísta?

— Yo… ah… ¿qué?

— Tal vez a papi le gustaría involucrarse en los depravados actos sexuales que sus mujeres hacen a sus espaldas. Quizás siempre quiso verlas así a las dos. ¡O quizás se esté muriendo de ganas de follarse el apretadito coño de su hijita! Después de todo, todos los padres piensan en ello.

— ¡Nunca! Siempre ha sido muy conservador. Yo pensé que también lo era antes de que me llamase por primera vez, pero él estoy segura de que lo es. ¡Montará en cólera si nos descubre!

— ¿No crees que le gustaría ver como el puño de Jessic desaparece lentamente en tu húmedo coño?

— ¡No!

— ¿No crees que disfrutaría viendo como Jessica tortura tus tetas en venganza porque las suyas son más pequeñas?

— Oh, Dios, Mistress… ¿Le ha dicho eso? No puedo controlar cuáles de mis genes hereda…

— ¡Creo que lo que realmente le gustaría es agarrarte de la nuca y apalstarte la cabeza en el prístino y rosado coñito de su joven hija!

— Mmmmm… por favor, ya basta…

— ¿Te estás frotando?

(Silencio)

— Este tema hace que realmente sientas deseos de jugar contigo misma, ¿no es así, Pezonacos?

— Un poquito…

— Esto te excita, ¿verdad? Ser pillada por el esposo implacable. ¡Admítelo!

— Lo… admito…

— Y te estás haciendo un dedito por sobre tu falda, ¿verdad?

— Ajá…

— Lo sabía. Una madre cachonda y depravada. ¿No es suficiente para ti el que tu niña te clave su puño? ¿Tienes que dejar también que os pillen? ¿Y además por tu propio y amoroso marido?

— Oh, Dios, por favor, no me haga esto.

— Cuéntame como has fantaseado con la idea de ser descubierta. ¡Cuéntame como esta mamá tan puta se corre con los embates del puño de su hija! ¡Y no pares de jugar con ese coñito caliente!

— Yo… sueño que él entra por casualidad en la habitación de Jessica, sorprendiéndome gateando por el suelo mientras ella se masturba… O que me pilla mientras huelo su maravillosa entrepierna cubierta por sus braguitas mientras ella lee esas revistas adolescentes… O que nos pilla mientras ella me folla con el puño y yo grito como una cerda… ¡Sí, maldita sea! He fantaseado con eso… Incluso me he corrido pensando en ello…

— ¿Alguna vez has hablado con Jessica sobre ello?

— No, Mistress, pero ella sabe que la idea de ser sorprendida me pone mucho más. A veces ella bromea diciéndome que algún día sacará mi culo desnudo al salón para que mi marido lo vea, sentada a horcajadas sobre mi espalda desnuda, pateando mis muslos con sus zapatillas de deporte, apretando mis pezones y tirando de ellos como si de riendas se tratase mientras me arrastró ante mi sorprendido marido. ¡Cómo me mojo cuando me habla así!

— Ya me sospechaba algo así. De verdad que eres toda una mamá caliente y enferma, ¿no es cierto?

— Sí, Mistress. ¡Soy una mamá puta caliente y enferma! Pero eso no es lo peor, Mistress. Soy verdaderamente depravada. Hace solo cuatro noches, Jessica entró en mi dormitorio mientras Charlie y yo dormíamos.

— ¿Y?

— Ella llevaba puesta esa camiseta larga que hace que me derrita cuando la veo con ella puesta, se acercó a mi lado de la cama y se agachó. Deslizó sus manos bajo las sábanas hasta que encontró rápidamente lo que buscaba. Mis ojos se abrieron como platos después de que pellizcase mis pezones. ¡Me estaba pellizcando los pezones justo al lado de Charlie! ¡No me lo podía creer!

— Y como cualquier madre respetable, por supuesto que la hiciste parar de inmediato, ¿no?

— Me recosté sobre mi espalda, apreté con fuerza los párpados para mantener cerrados mis acuosos ojos mientras ella seguía atormentándome. Hice todo lo que pude para no gritar mientras los retorcía. ¿Cómo podría explicarle a Charlie lo que las manos de su hija le hacían a las tetas de mamá?

— ¡Guau! ¡Qué placer para él si llega a verlo!

— Oh, Dios, no! Pero ella no tardó mucho en subir la apuesta. Pronto me encontré mordiéndome el labio inferior para no gemir ante las maravillosas sensaciones que sus dedos propinaban a mi clítoris. Pensé que también me pellizcaría ahí también, pero solo me lo frotó hasta conseguir que acabase jadeando como una perra. No podía creerme que me estuviese haciendo aquello justo al lado de mi marido. Miré hacia él para ver si había descubierto lo que estaba pasando solo apenas a diez centímetros de él, pero seguía frío. Traté de hacer que Jessica se detuviese, realmente lo intenté, pero mis brazos parecían tan pesados y esos dedos me hacían sentir tan bien. La mocosa solo me sonrió y aceleró el ritmo.

— ¿Realmente te corriste al lado de tu marido?

— Casi, pero mis gemidos eran incontrolables y justo antes de que pudiese correrme se despertó, preguntándome que qué demonios me pasaba. Jessica rápidamente retiró su mano de mi entrepierna y se arrodilló a mi lado, en la oscuridad, para ocultarse de él.

— ¡Ohhh, que malo! Sé lo mucho que te apetecía correrte para ella.

— Bueno, Mistress, eso fue precisamente lo que Pezonacos hizo. Usted sabe que Charlie puede notar mi excitación, tal vez por el olor de mi ardiente coño o por mi respiración jadeante. Lo siguiente que supe es que estaba sobre mí deslizando su polla en mi humedad. “¡Dios mío, delante de ella no!”, pensé. ¡Mi Jessica no podía ver a sus padres haciendo el amor! Miré hacia ella con ojos suplicantes, rogándole que se fuera, pero ella se quedó allí arrodillada, viendo como su padre se follaba a su madre. Me sentí tan avergonzada… ¡Y pensar que ella era la que me había lubricado y preparado para él!

— ¿Cuál fue su reacción al ver como su padre se tiraba a su madre?

— ¡Ella tenía dibujada en su cara la mayor de las sonrisas!

— ¿Y él ni siquiera la vio?

— Supongo que estaba demasiado ocupado bombeando su polla dentro de mi coñito como para prestar atención a la adolescente que se masturbaba en el sulo junto a nosotros.

— ¡Qué putilla! Tocándose mientras miraba. Supongo que ha salido a su madre, ¿no?

— Hmmm… Sí, supongo que sí. Su mano se movía con rapidez dentro de sus braguitas.

— ¡Tengo la sensación de que aún no me has contado lo mejor!

— ¡Oh, Dios mío! Me conoce usted demasiado bien. Sí, aún hubo más. Ella no se marchó cuando su padre acabó dentro de mí y se rodó hacia un lado. No trató de levantarse y salir furtivamente del dormitorio mientras yo me tocaba tratando de alcanzar el orgasmo. Cuando su semen se escurrió de mi descuidado agujero, y aprovechando que Charlie se había vuelto a quedar dormido, ¡su delicada mano resbaló una vez más bajo las sábanas para encontarse con mi usado y húmedo coño!

— ¡Esto se está poniendo cada vez más caliente!

— No perdió el tiempo y con rapidez metió sus dedos en mi viscoso y chorreante sexo. Mis ojos se abrieron como platos mientras ella esperaba a aque me sometiese. Me resistí un momento, pero luego cedí y me dejé hacer. Jadeé cuando varios de sus dedos entraron dentro de mí. Era la primera vez que estaba lubricada para ella y su mano se deslizaba con facilidad dentro de mí. Pronto tuve que acallar los gritos de placer que su puño me provocaba al follarme al lado de su padre. Sé lo erróneo que fue permitir que todo eso sucediese, especialmente por la forma en que me siento pensando que el nos descubre, pero me sometí totalmente a cada centímetro de aquel puño. Pronto estuve gimiendo y temblando como una ballena varada. Charlie permaneció dormido a mi lado todo el tiempo, gracias a Dios.

— ¡Guau, eso fue muy intenso!

— Pero eso no es todo, Mistress. Ella necesitaba humillarme una última vez al lado de mi marido. Estando yo todavía jadeando a un ritmo acelerado, ella acercó a mis labios su brazo cubierto de esperma y esperó. Ese fue le momento más bajo de mi depravada y enferma vida. ¡Lamí el semen de mi marido del puño de mi hija con una resplandeciente sonrisa!

— ¡Estoy realmente impresionada! No tenía ni idea de que fuese tan obscena con su propia madre. En verdad es la dueña de tu petético culo, ¿no es cierto?

— Sí, Mistress. ¡Lo es!

— Bueno, ¡no olvides que me perteneces!

— Sí Mistress, lo siento…

— De hecho soy tu primera y única Mistress. Tu hija puede tenerte cuando estés en casa, pero no olvides que ha sido gracias a mi. Con esta cinta de casete te estoy chantajeando, no tienes elección.

— Sí, Mistress, perdóneme, por favor… Y usted sabe muy bien que no necesita ya chantajearme. He llegado a aceptar su dominio sobre mi vida de puta. ¡Soy Pezonacos, su mami puta!

— A veces me sorprende que te entregases a muchachas con la mitad de tus años con tanta facilidad. Siempre fuiste una puta bollera, aunque no lo sabías.

— Lo sé. ¡Gracias por ayudarme a descubrirme a mi misma!

— Entonces, ¿ahora sigues tocándote?

— Oh, sí…

— ¿Están tus dedos aplicándose a la labor duramente debajo de tu falda?

— Ajá…

— ¿Estás colocada frente a la puerta para que Charlie pueda ver como su esposa se masturba al teléfono cuando entre?

— ¡Oh, Dios! ¡Por favor, no…!

— ¡Dilo! ¡Di que quieres que suceda!

— Yo… ¡Quiero que suceda!

— ¡Dilo!

— Yo… Quiero que me pille… a nosotras… juntas…

— Quieres confesárselo todo, ¿verdad?

— ¡Dios mío… sí! ¡Sí!

— Quieres confesarle cuan bajo has caido y la depravada esposa que realmente eres, ¿no?

— Oh, sí Mistress… más que nada… Ohhh…

— Vamos Pezonacos, pellízcate esos largos pezones y masajea ese encharcado y húmedo coñito mientras se lo confiesas. ¡Cierra tus ojos y dile lo guarra que puedes llegar a ser!

— Yo… Oh, Dios… Charlie… por favor ven y mírame… nosotras…

— ¡Sigue!

— Charlie, soy una… puta. Soy una puta total…

— ¿De quién eres la puta?

— Soy la puta de mi hija. Soy una cachonda mami puta sinvergüenza…

— ¿Y qué es lo que hace una cachonda mami puta sinvergüenza con su preciosa hija adolescente?

— ¡Darle placer! ¡Hago que se sienta… oh… muy bien…! ¡De la forma en que una mami puta debe hacer con su hijita mimada!

— ¿Y cómo le das placer? Cuéntale a Charlie como haces que se humedezca su hija.

— ¡Comiéndole su coñito, Charlie! Me meto entre sus piernas o debajo de su falda y lamo y lamo durante horas. Soy una buena mami para ella, de la forma en que ella quiere. ¡Lamo y lamo hasta que sus muslos se aprietan alrededor de mi cabeza y ella comienza a gritar!

— ¿Qué clase de madre degenerada lame el coño de su propia hija?

— ¡Una mami tan puta como yo!

— Cuéntale a Charlie que más hace la Sra. Degenerada con su preciosa jovencita.

— ¡Me encanta cuando me humilla!

— ¿Qué te gusta? Pero, ¿no es malo para una hija hacerle eso a su respetable madre?

— Sí, Charlie, es malo y me encanta cuando ella lo hace. ¡Me mojo toda!

— ¿Y cómo? ¿Cómo humilla Jessica a su despreciable y arrogante intento de mamá?

— Tengo que masturbarme para ella. Me obliga a hacerlo con esas Barbies que le compraste cuando cumplió seis años. Me follo bien con ellas, Charlie, tal y como ella exige. Me siento tan hundida cuando las meto y saco dentro y fuera de mi empapado conejito… ¡Pero acabo corriéndome siempre!

— ¡Como una mala esposa!

— ¡Y adoro cuando me monta y me hace gatear por toda la casa como un pony cuando tú no estás por los alrededores, Charlie! Me encanta cuando ella me escupe en la cara y me hace limpiar su habitación en ropa interior. Me siento como una puta cuando ella me hace esto. Sé lo malo que es malcriar a las chicas jóvenes, pero su coñito mimado es el dueño de esta puta mamá. ¡La sensación que se apodera de mi vientre mientras ella se ríe de mí es más de lo que puedo soportar!

— ¡y qué pides cuando no puedes soportarlo más? Charlie quiere escuchar lo que el coño de su esposa suplica en cada momento de su anhelante espera.

— ¡Le suplico que me meta el puño, Charlie! ¡Lo necesito tanto! ¡Su puño encaja perfectamente dentro de mí! ¡Es a donde pertenece, a mi vientre! Sé lo horrible que eso suena, pero lo necesito.

— ¿Y qué haces para conseguirlo?

— ¡Cualquier cosa! ¡aría cualquier cosa que ella me pidiese con tal de que me de su pequeña mano!

— Sabes lo que Charlie piensa de todo esto, ¿no?

— Sí, Charlie piensa que soy horrible, ¿no? Lo peor de lo peor. Está horrorizado ante la mujer enormemente zorra y depravada que he resultado ser.

— ¿Y esa idea te pone aun más húmeda?

— Sí… Mistress… Mucho más mojada…

— ¿Están mojadas tus bragas?

— ¡Empapadas!

— ¡Bájatelas, Pezonacos! Bájate esas bragas húmedas y pegajosas por debajo de tu vestido. Bájatelas hasta las rodillas y hazle un dedito a ese coño caliente, ¡lo necesita! ¡Tu esposo está a un paso de descubrirlo todo! ¡Colócate frente a la puerta y mastúrbate para él, puta! ¡Atrévete a que el abra esa puerta y a que te pille! ¡El dedo te hace tanto bien!

— ¡Ohhhhh… Sí, Mistress! Ohhhh…

— ¿Qué objeto es el que más deseas en este mismo momento? ¿Con qué cosa quieres follarte, puta, cuando tu esposo entre y te pille?

— ¡El puño de mi nenita! ¡Oh… ahora lo necesito taaaaaaanto…!

— Pídelo, Pezonacos. Suplícale a tu hija que te empale como a una cerda… ¡para que papá te vea!

— Pero… oh…

— ¡Estoy esperando, esclava!

— Jessica… por favor… sé buena con mami… ¡empala el coño mojado de mami! Hazlo por papi. Deja que papi vea lo que tu mamá necesita más que su polla. Enséñale a papá lo que realmente adoro en todo momento… ¡Por favor, méteme el puño en mi coñito!

— ¡Dilo más fuerte!

— ¡Por favor, méteme el puño en el coño, Jessica!

— ¡Más alto!

— ¡POR FAVOR, MÉTEME EL PUÑO EN EL COÑO, JESSICA!

— ¡Una vez más, puta! ¡Correte para tu Mistress y permite que todo el mundo oiga tus palabras!

— Poooooooor favoooor….. Empálame mi empapado coooooooño, Jeeeessica… Ohhhhhhhh…

— ¿Hola…? ¿Cielo…? ¿Va todo bien? ¿Por qué estás gritando…? ¡Oh, Santo Cielo!

— ¡Oh, Dios mío! ¡Charlie, no!

— Hasta luego, puta. ¡Qué tengas suerte explicando esto!

(Tono de fin de llamada)

FIN

Epílogo

¿Qué? ¿No está bien así? ¿todavía quieres que esta historia continúe? Tisk, tisk, tisk… ¿No es suficiente lo que mis llamadas le han hecho a esta pobre, pobre mujer? ¿no ha sufrido ya lo suficiente en mis manos?

Supongo que tienes razón. Ella se merece todo lo que le ha sucedido. Claro que un poco sí que la engañé para que revelara sus depravados deseos por Jessica. Claro que también la chantajeé para que hiciese todo lo que mis amigas y yo le pidiésemos con la ayuda de esa preciosa grabación (¡Qué para empezar nunca existió realmente!). ¡Pero eso no le daba licencia para convertirse en una delirante, depravada e incestuosa puta!

Parece que algunas mujeres han nacido para ser humilladas por sus propias hijas y ésta, en concreto, era una de ellas. Fue una llástima que todo terminase. Francamente disfrutaba oyéndola hablar de todos los sórdidos aspectos de las sesiones de fisting madre—hija, o de las inhalaciones de braguitas o, incluso de las lindas limpieza de las habitaciones. Y el tiempo que pasó con mis amigas y conmigo es algo que atesoraré mientras viva.

Entonces, ¿me preguntas qué qué salió mal? ¿Cómo este precioso cuento de fistings y humillaciones acabó súbitamente con un grito?

Bueno, hay una razón por la cual la mamá no aparece en este epílogo con sus propios cuadros de diálogo. Sí, está en la cárcel. Sí, ya sé que esa no es la manera en que la gente quiere que estas historias acaben. Ninguna historia de coños empapados, ninguna historia que ponga duras las pollas debe terminar de manera infeliz. ¡Pero así es la vida, amigos míos! Ya ves, todo comenzó a rodar cuesta abajo el día en que Charlie pilló a su buena y decente esposa en una posición bastante comprometida.

No, no, no. No sucedió cuando la pilló el final de nuestra última llamada telefónica. Aunque claro, le costó mucho explicar el porqué estaba gritando con el teléfono en la mano, con las bragas alrededor de sus rodillas, de pie, con una mano pellizcando un pezón y con la otra tirando del clítoris… ¡ruborizada como una niña en la noche de su primer baile! Sí, fue un milagro la forma en que salió de esa situación. Charlie sabía que algo había pasado ese día, pero realmente no tenía ni la más remota idea de en que su sexy esposa estaba metida.

Adelantemos el reloj hasta una semana después. El bueno y viejo Charlie, cansado de un largo día de trabajo, atraviesa la puerta de entrada con la esperanza de conseguir una buena cena y una buena noche de descanso. ¿Pero lo consigue? Ni de lejos. En vez de eso sus ojos se encuentran con una visión que ningún marido… ningún marido decente… quisiera ver jamás.

Dos horas más tarde, Jessica estaba ya en casa de su abuela y Charlie hablaba con su abogado sobre el divorcio y ¡la puta de mamá estaba dejando sus huellas con sus dedos entintados!

¡Pobrecita Pezonacos! Ella no pudo resistirse, ¿cómo hubiese podido? La pendiente por la que se deslizaba era condenadamente muy resbaladiza. Desde la primera vez que la llamé vi que abrí un camino en su vida para el que, tal vez, no estaba destinada a bajar. Desde las sutiles sugerencias al incesto lésbico hasta el ansia hambrienta o los fetiches repletos de fisting. Cuanto más lo exponía a su enferma mente reprimida, más lo abrazaba con los brazos abiertos. Lo que acabó de destruírla fue mi sugerencia de que Charlie la descubriese. Sí, ese desagradable último deseo de ser pillada. Hasta esa última llamada telefónica había cumplido todas y cada una de las fantasías que yo había puesto en su cabeza. Admitió abiertamente sus sentimientos a su hija, se abrió de piernas impaciente para su puño, gateó gustosamente alrededor de la habitación de su hija en ropa interior recogiendo cosas… No quedana nada que aquel coño caliente no cumpliese. Excepto, por supuesto, conseguir que su esposo la pillara in fraganti.

La verdad es que tarde o temprano, tal y como era, acabaría por ser descubierta. Quiero decir, ¿cuánto tiempo puede una madre esperar que ese tipo de actividades no sean descubiertas? Así que estuvo bien que fuese en sus propios términos, en el sofá de la sala de estar, a plena vista, frente a la puerta principal, ¡en un doble fisting! Sí, eso es, con dos puños dentro de ella. ¡Uno en el coño de mami y el otro en el culo de mami!

Charlie debió quedarse paralizado en la puerta durante unos buenos minutos viendo a su esposa rebotar tontamente sobre los brazos de su hija, totalmente sorprendida en el momento. Jessica ya había advertido con preocupación a su madre de las consecuencias inminentes de un fisting a unas horas tan tardías, sabiendo perfectamente que su padre estaría al llegar en cualquier momento. Pero no sirvió para nada. Pezonacos necesitaba que esta última fantasía de fisting se hiciese realidad, ¡y vaya si lo logró!

Cuando la policía vino a por ella, aún seguía rebotando sobre los puños de su hija, gimiendo como una mula. Por lo que me contaron sus vecinos, la policía tuvo que sacar con un sonoro POP los puños de Jessica de los dilatados orificios de su madre. ¡Qué vergüenza! Y con eso nos ponemos al día. Pero yo no me sentiría muy triste por Pezonacos. A pesar de que ya no podrá disfrutar del aroma de las braguitas de su hija, ni del sabor de su jugoso coñito, ni de las humillantes sesiones de limpieza o de sus fabulosos puños, al menos ahora obtendrá toda la atención amorosa que necesite y desee de las perras marimacho de la cárcel, las cuales solo podrán hacerla feliz llenándole sus agujeros con sus sucios puños.

¡Pásatelo bien, Pezonacos! Quien sabe, tal vez en prisión se te permitan llamadas telefónicas personales.

(Carcajadas)