Wrong Number (Número Equivocado) II

La Sra. Bazel vuelve a ser atormentada por una llamada anónima.

Seguimos con la segunda entrega de este relato de Phoenix Arrow.


Ring, ring, ring…

— ¿Diga?

— Hola, ¿está la Sra. Bazel?

— Sí, al habla. ¿En qué puedo ayudarle?

— Hmmmm, con esta pequeña grabación, creo que sé como puedes ayudarme.

— ¿Qué significa es…? ¡Oh, Dios mío! ¡Eres tú!

— Me alegra mucho que te acuerdes de mí. ¿Me has echado de menos?

— ¡No! ¡Te odio! ¿Cómo pudiste mentirme sobre mi hija tal y como lo hiciste?

— Nadie te dijo que tenías que ponerte caliente con ella.

— Eres una chica horrible. Me humillaste y, peor aún, humillaste a mi Jessica. ¡Te odio!

— ¿Cómo se ha tomado tu hija el hecho de que su madre sea una puta incestuosa?

— Yo… yo no soy una puta. Y no he hablado con ella acerca de lo sucedido.

— No te extraña entonces el que no se haya comportado de forma diferente.

— Creí que el día después de lo que pasó, ella volvería del instituto avergonzada y cubierta de lágrimas. Pero no lo hizo y han pasado ya dos semanas desde entonces. ¿Qué hiciste con la grabación?

— ¡Ah! ¿Con aquello? Al final mis amigas y yo decidimos no reproducirla en el instituto. Sin embargo, la ponemos a todo volumen cuando dormimos fuera de casa. “Oh, Jessica… Oh, por favor, lame mi coño… Por favor, lame el coño de mami… hazlo como la buena chica que eres…”

— ¡Para…! ¡Para, para, para!

— ¿Qué pasa? ¿Te avergüenza oír que madre más puta pareces?

— ¡Maldita seas! ¿Qué demonios quieres de mí? ¿Torturarme otra vez? Esta vez no voy a dejarte. No voy a…

— La pequeña Jesicca no ha tenido aún que sufrir ser el hazmerreír del instituto, ¿no es cierto?

(Silencio).

— Ella no tendría por qué descubrir lo desesperada que está su madre por sentir la laaaaarga lengua de su hija en su caliente entrepierna.

— Por favor, no digas esas cosas, yo no pienso de esa forma en mi hija. Me engañaste para que dijese esas cosas. Me dijiste que mi hija era… era…

— ¿Qué mantenía relaciones sexuales con otras chicas? Y por ese motivo tú, naturalmente, decidiste meterte el puño en el coño.

— No sé que me pasó. Soy una buena mujer. Nunca antes había actuado de forma semejante.

— Siempre hay una primera vez para todo. Estoy segura de que sólo será cuestión de tiempo el que acabes arrastrando a tu hija hasta tu dormitorio y entierres su cara entre tus piernas.

— Jamás le haría eso a mi niña. La quiero demasiado como…

— Apuesto a que la amas. Amas la visión de ver como se pasea por casa en ropa interior.  Ver como presume de ese cuerpo tan firme ante tus hambrientos ojos. Dime, ¿se ha percatado ella de la forma en que te relames los labios cuando la ves así?

— ¡Oh! ¿Por qué me torturas así otra vez? ¿No has tenido suficiente con haberlo hecho ya una vez? ¿No has satisfecho todavía tus enfermos deseos con mi vergüenza?

— No, no lo he hecho.

— ¿Qué quieres ahora entonces? No voy a dejar que me engañes de nuevo. No voy a dejar que nos ridiculices a mi hija y amí otra vez. ¡No te dejaré!

— ¡Oh! ¡Pero creo que no tienes muchas opciones, querida mamita!

— ¿Qué…? ¿Qué quieres decir?

— Ejem… ¡La grabación!

(Silencio).

— Sigo pensando que para tu hija sería, simplemente, devastador si alguna vez decidimos reproducir la grabación en el instituto. Imagínate su cara cuando te oiga admitir tus depravados sentimientos hacia ella. ¡No sería capaz de volver a mostrar su horrible cara en público jamás!

— Por favor, no lo hagas. Ten un poco de compasión, algo de humanidad. Sería capaz de quitarse la vida si descubriese algo de esto.

— ¿Te refieres a que no sería la adolescente más feliz del mundo oyendo los gemidos de su madre empujándose el puño dentro de su dilatado coño?

— ¡Oh, Dios mío!

— Sí, sería un poquito embarazoso el que lo oyese.

— ¿Qué… qué es lo que quieres?

— Hmmm,  eso es una pregunta, ¿verdad?

— ¿Cuánto quieres por la grabación? Te pagaré lo que quieras.

— ¡Tsk, tsk, tsk! ¿Eso es todo lo que la dignidad de tu hija vale para ti? ¿Puedes ponerle precio a algo como eso?

— Entonces… ¿Qué quieres?

— ¡A ti!

(Silencio).

— ¿No era eso lo que deseabas oír?

— Por favor, seamos serias. Te daré quinientos dólares por la grabación.

— En realidad, sabes que al final tampoco será tan malo para ella. Estoy segura que después de algunos meses de burla y escarnio, Jessica aprenderá a lidiar con el hecho de que su madre se ponga caliente con ella.

— ¡Oh, Dios mío! ¿Cómo puedes ser tan malvada?

— ¿Malvada? No, no lo creo. Pero mala… Síp, ¡muy, muy mala!

— ¡Mil dólares! ¡Te daré mil dólares por la grabación!

— Ahhh… ¡No!

— No sé como las adolescentes de hoy en día pueden ser tan crueles. ¿Qué puede pasar por tu cabeza para que trates con tanto desprecio a una mujer adulta?

— Creo que las ganas de pasarlo bien. Además, mis amigas y yo hemos estado esperando durante mucho tiempo a tener a una adulta con la que jugar.

— ¿Con la que jugar? ¿Qué quieres decir con eso?

— Oh, ya sabes, hacer el tipo d ecosas que una mujer adulya jamás debe hacer con jovencitas.

— ¡Sois unas criaturas horribles! ¡Vais a ir directas al infierno, lo sé, soy una mujer decente! ¡No voy a dejar que me uses para tus enfermos jueguecitos!

— Demasiado tarde, ya formas parte d ellos. Y esta decente mami va a hacer muy feliz a este grupo de chicas o puede que le demos al botón de reproducir en el instituto.

— ¿Por qué me haces esto?

— Porque cada chica debería tener una atractiva mujer madura con la que poder jugar. Además, incluso creo que funcionaría a la inversa.

— ¿Cómo? ¿A qué te refieres con que funcionaría a la inversa?

— Pues bien, de la misma forma en que mujeres maduras desean servir a chicas más jóvenes que ellas, ¿no es así? ¿No pensáis todas las mamás en arrastraros a nuestros pies?

— ¡Por todos los Cielos! ¿De dónde has sacado esas ideas?

— Vamos, las dos sabemos que es cierto. Te mojas toda imaginando que besas los preciosos pies de tu hija mientras ella se ríe de ti. Sé que lo haces. ¿Por qué entonces no te follas ese coño tuyo con el puño mientras te lo imaginas?

— ¡Para! ¡No lo volveré a hacer más!

— Sucia puta. Te duele oír la verdad, ¿no es cierto?

(Sniff).

— Creo que sí, es obvio. Ahora, lo único que nos queda por decidir es que haremos a partir de este momento.

— Por favor, no quiero que mi hika salga herida.

— Entonces ya sabes que decisión debes tomar.

— Tiene que haber otra manera. ¿No puedes simplemente aceptar el dinero y dejarnos en paz?

— ¡Nop!

(Sniff) (Sniff)

— ¡Criatura horrible! ¿Qué… qué es exactamente lo que tengo que hacer?

— ¿Cuál es el primer pensamiento sucio que se te viene a la cabeza?

— Oh, no…

— ¡Ja! ¡Qué linda! Vamos a pasárnoslo pero que muy, muy bien contigo y con tu cuerpo. Dime, ¿tienes las tetitas grandes?

— De verdad que no me siento cómoda hablando de eso.

— Será mejor que sean grandes. Me gusta que haya algo que exprimir cuando juguemos con ellas.

— ¿Exprimir? ¡Dios bendito! ¿No irás a hacerme daño, verdad?

— Baja de tu pedestal. Vamos a pellizcar y sobar cada centímetro de tu cuerpo.

— No quiero. Eso es horrible.

— Apuesto a qe ahora mismo tienes los pezones duros, ¿verdad? Imaginar que estás desnuda e indefensa en una habitación llena de jovencitas te pone los pezones duros como gomas de borrar, ¿verdad, mami putita?

— Te equivocas, ¡no están duros!

— De verdad que no me importa si empiezas a jugar con ellos mientras hablamos. Sé lo difícil que es para una mujer madura como tú quedarse quieta cuando se excita.

— No quiero hacerlo.

— Me parece bien. Sólo mete la mano debajo de la camisa y pellizca esos bultitos para mí, ¿ok? Sácate de encima la frustración.

— Para. No permitiré que me digas lo que debo hacer.

— ¿Ya tienes la mano por debajo de la camisa?

— Por favor… yo… ¡yo no puedo!

— Escúchame, si tus pezones están duros, eso sólo significa que necesitas jugar con ellos.

— ¡No! ¡No significa eso! No voy a…

— ¡Ja! ¡Te pillé otra vez! Tienes los pezones duros, ¿lo están?

— ¡Oh, Dios mío! ¡Voy a ir al infierno!

— No, no irás. Simplemente vas a servir a un grupo de chicas muy malas.

— ¡Necesito ayuda!

— ¿Te estás pellizcando ya esos pezones?

— Por favor, no me hagas hacer esto.

— ¡Hazlo!

(Sniff)

— ¿Estás exprimiéndotelos?

— S… no…

— Mejor no mandes mañana a tu hija al instituto. No le va a gustar lo que va a oír.

— Ok, ok, por favor… Yo… yo… me estoy pellizcando los pezones…

— ¡Pezonacos! ¡Llámalos pezonacos!

— Um… Me estoy pellizcando los pezonacos.

— Buena mami, como la puta que eres. No te olvides también de darles un buen tirón. Ah, y retorcerlos. Sé lo exquisitamente bien que te hará sentir eso.

— ¡Ahhhh!

— Sigue jugando con ellos, puta. Ahora, como te iba diciendo, lo más probable es que siempre estés desnuda mientras estés con nosotras.

— ¿Desnuda? ¿por qué?

— ¿Cómo se supone entonces que vamos a reírnos y mofarnos de como rebota tu carnoso cuerpo cuando te hagamos saltar frente a nosotras?

— Me estoy mareando…

— Sí, lo sé, estoy segura de que se te hará cuesta arriba esperar a que llegue ese momento. ¿No se te hace agua el chocho imaginándolo?

— No. Creo que es una horrible indecencia. Es vergonzoso…

— Sí, es deliciosamente indecente. Así además de todas las caricias y toqueteos a los que te someteremos, también habrá un montón de lametones y chupeteos, la mayor parte de los cuales serán llevados a cabo por ti.

— No creo posible que pueda hacer nada de eso. Nunca jamás he estado con otra mujer, y mucho menos…

— ¿Comerte un chochito adolescente? Tsk, tsk, tsk, no se como has podido vivir hasta ahora sin eso.

— No vas a parar hasta degradarme aún más, ¿verdad?

— Eres tan mojigata. Una vez que le cojas el gusto, serás incapaz de apartar tu cara de entre nuestras piernas. Te degradarás voluntariamente para nosotras. Serás una sucia mami.

— Por favor, deja de decir eso. Realmente yo no…

— ¿Sigues todavía jugando con esos pezonacos?

— Uh… sí…

— ¡Pellízcalos fuerte!

— Pero… pero eso duele…

— Ese es el punto, en efecto. ¡Dale una buen retorcida a esos grandes pezones para mí, mami puta!

— Esto está mal. No puedo seguir…

— ¿Dónde quieres que ponga la grabación?

— Auuu, auuu… Estoy retorciéndolos… Auuuuuuuu…

— Ya sé que duele,  pero es una sensación maliciosamente buena, ¿no es cierto?

— ¡No!

— Eso es una horrible mentira, puedo notarlo en tu voz. Disfrutas de esto, ¿verdad que sí? Disfrutas de que una adolescente te diga como tienes que tocarte. Te pone. Si tu hija pudiese verte ahora, al teléfono mientras deslizas una mamo bajo la camisa para retorcerte tus pezones. Ysk, tsk, tsk… ¿Qué pensaría al verte?

— ¡No lo quiera Dios!

— En realidad, ¿no debería ya estar llegando a casa? ¿Dónde estás exactamente hablando por teléfono?

— Estoy… en el salón…

— Perfecto. ¡Quítate la camisa!

— ¿Qué? ¿Por qué?

— Así Jessica, cuando abra la puerta y entre en casa, podrá ver a su caliente madre jugando con sus propias tetitas.

— ¡Nunca! Huiré… Me esconderé… No puedo dejar que me pille de esa forma. ¡Por favor, no me hagas hacer eso!

— Estoy perdiendo la paciencia contigo, puta. ¡Hazlo!

— ¿Es que acaso esta tortura no va a acabar nunca?

— Oh, vamos, sí sólo estamos empezando. Personalmente, no puedo esperar a tenerte en mi habitación entre mis piernas.

— ¿Tus… tus piernas?

— Hmmmm sí, mis jóvenes y firmes piernas. ¿Te llama la atención esa idea?

— Es asquerosa, no puedo…

— ¿No te pone la idea de estar encajada entre mis muslos? Observando mi, hasta unos momentos antes, goteante coño…

— ¡Para! ¡No digas nada más!

— Sabes que, tarde o temprano, sucederá. Dime, ¿te gustaría ver tu trasero azotado?

— ¿Azotado? ¿También quieres azotarme?

— Yo no, pero Samantha siempre ha tenido debilidad por eso. Ella pondrá el culo de mami todo rojo cuando empiece contigo, una vez tras otra.

— No puedes hacerme eso. ¡No soy una niña! ¡Soy una adulta!

— ¡Exactamente! ¿Por qué no lo disfrutas entonces?

— ¡No! ¿Qué clase de mujer disfrutaría siendo azotada por una jovencita?

— En estos momentos creo que tú lo harías. Sólo imagina nuestras risas al ver como se menea ese gran culo que tienes bajo los golpes. Serías capaz de empapar con tus jugos de mami las rodillas de Mary en cuestión de segundos.

— ¡Nunca!

— ¿Te has quitado ya la camiseta?

— Por favor, permíteme que me la deje puesta, esto es de locos. ¡Ella puede volver en cualquier momento!

— Ya sabes cual va a ser mi respuesta. Ahora sigue jugando con esos pezonacos duros como piedras hasta que tu chocho esté bien hinchado y húmedo. Espera, ahora que lo pienso, ¿no está ya tu coño húmedo?

— Yo… ah… ¿qué?

— Ya sabía yo que lo estaría. Todos esos tirones en los pezones te han hecho efecto. Pasate un dedo por ahí abajo y dímelo.

— Oh, esto es demasiado. Voy a sufrir un colapso nervioso.

— Estoy esperando…

— ¿En serio? ¿En medio del salón? Pero Jessica…

— Te he dicho que examines tu chorreante coño, así que ¡hazlo!

— Sí… Estoy un poco mojada…

— ¿Un poco?

(Silencio).

— ¡Quítate las bragas!

— ¡No!

— Me temo que debo insistir.

— ¿Pero por qué?

— Porque quiero que te toques mientras hablamos.

— Ohhh, pero mi niña aparecerá en cualquier momento. ¡Es demasiado arriesgado! Déjame subir las escaleras. Te prometo que haré cualquier cosa que me pidas.

— Creo que quieres que ella te vea así. Que atraviese la puerta y pille a su caliente mamacita con las tetas fuera, pajeándose mientras está al teléfono. Oyendo como confiesas tu icestuoso deseo lésbico hacia ella.

— ¡Dios bendito! ¡No, por favor!

— ¿Ya te las quitaste?

(Sniff)

— Sí…

— Ahora frótate el coño. Consigue que tus dedos estén húmedos y pringosos. Pero no te metas el puño en el chocho como hiciste la otra vez. Solo frota esos hinchados labios para mí, ¿ok?

(Sniff) (Sniff)

— Ok…

— Buena chica. Apuesto a que ya te has masturbado antes imaginando que son los dedos de tu hija los que te follan, ¿no es verdad?

— ¡No!

— Suplicándole a tu hija que frote ese agradecido botoncito. Las dos sabemos que es cierto.

— Jamás, eso es horrible…

— ¿Y qué me dices de tu trasero? ¿También te has masturbado imaginando que te lo folla con sus dedos?

— ¡¿Qué?!

— Vamos… ya sabes… inclinada, con el culo en pompa, ¡gimiendo como una idiota mientras ella tapona con sus dedos tu culo! Te has corrido pensando en eso, ¿verdad?

— ¡No, no, no!

— Bien, será mejor que vayas practicando con tus propios dedos, Samantha tiene un dildo muy grueso con tu nombre escrito en él.

— ¡Oh, por favor! ¡No podré soportar nada como eso ahí dentro!

— Hmmmm, pronto suplicarás por tenerlo. Aunque tampoco es que tengas elección, a no ser que quieras arruinar para siempre la vida de tu hija.

— ¡Dios mío! ¿Es esta la única forma que hay de protegerla? ¿Dejar que me tortures a cambio de tu silencio?

— Felizmente, en realidad así es. Principalmente porque es la única manera de que una amante y conservadora madre puta como tú acabe entre mis piernas.

— Pero estás arruinando mi vida, mi dignidad

— ¿Sigues jugando con ese chochito?

— Sí… sigo… tocándome.

— Métete un dedo…

(Silencio)

— Muévelo bien dentro tuyo unos instantes, luego sácatelo y llévalo hasta tu cara.

— ¡Oh, no! Por favor, no me hagas…

— ¿Tienes ya el pringoso dedo en frente de tu cara?

— Sí, pero por favor, no me hagas… lamerlo…

— ¿Lamerlo? ¡Guau, que magnífica idea! Simplemente pensaba preguntarte si estaba húmedo. Pero ahora que sé lo desesperadamente que quieres…

— Por favor, no me hagas probar mi propio sabor… ¡Es asqueroso! ¡Por favor, no lo hagas!

— Solo cierra los ojos y trata de imaginar que es el jugo del chochito de tu hija el que gotea de ese dedo. Que sigilosamente te has colado de noche en la alcoba de tu hija, que has separado sus piernas en su cuerpo dormido y deslizado un dedo dentro de su mojado y calido chochito. Ahora, se una buena puta, abre la boca y desliza ese dedo sobre tu lengua.

(Silencio).

— ¿Qué tal el sabor?

(Silencio).

— Vale, quieres hacerlo. Siempre has querido saber a que sabe tu niña. Ambas lo sabemos. Pruébala. Saborea a tu niña.

(Sniff)

— ¿Qué tal sabe?

— Horrible.

— Vamos, dime como de sabroso estaba ese asqueroso dedo.

— Estaba… estaba bien.

— Vuelve a meterte el dedo y pruébalo otra vez.

— ¡Oh, Dios mío…!

— ¡Vuelve a meterte ahora mismo el dedo y llévalo otra vez a la boca, puta…! ¿Mejor esta vez?

— ¡Sí!

— ¿Sí, qué?

— Sí, sabe… bien.

— ¿Sabes bien tú o sabe bien tu hija?

— Mi… hija. Mi hija sabe bien.

— Tal y como pensaba. Vuelve a meterte el dedo en el chocho una vez más.

— Por favor, Jessica puede volver en cualquier momento. Déjame llevarme el teléfono al piso de arriba y podremos… continuar.

— ¡Uh! ¿Estás disfrutando de esto? Quieres ir al piso de arriba para que así yo pueda seguir humillándote un poco más de manera más privada. Pues bien, ¡no! No puedes buscar la privacidad de tu habitación.

(Sniff).

— ¡Mueve con rapidez ese dedo y humedécelo otra vez!

(Sniff). (Sniff).

— Ahora sácalo, tiéndete, se una buena puta y métetelo en el culo.

— ¡¿Qué?!

— No creo que no me hayas entendido, pero te lo repetiré de nuevo. ¡Inclinate como una puta barata y metete ese dedo cubierto de los jugos de tu coño en el culo!

— No puedo dejar que Jessica me vea así. No puedo dejar que entre y vea a su madre haciendo… eso…

— Hmmm, ¿sabes que tienes razón? Esa sería realmente una visión extraña. Ver a su madre inclinada con la mano escondida bajo uno de esos vestidos que usas. En ese caso, gírate para que tu culo quede en dirección a la puerta, remángate el vestido por encima de esas grandes caderas que tienes y, luego, ¡métete el dedo en el culo!

— ¡Estás loca! ¡No vas a parar hasta que arruines total y absolutamente mi vida!

— Es eso o la de tu hija, tú decides.

— ¡Oh, Dios mío!

— ¿Y bien?

— Tú… (Sniff)… ganas. Mi culo está… mirando hacia la puerta… y yo… me he arremangado el vestido… y… me estoy metiendo el dedo… ¡Oh, Dios mío! ¡Voy a ir directa al infiermo!

— Empújalo hasta el fondo, hasta el nudillo. Quiero que entre todo.

— Auuu… au… auuu…

— Sí, sé que duele, ¿pero no es una sensación maravillosa?

— ¡No!

— Ahora, cierra los ojos…

— ¿Por qué?

— ¡Porque yo lo digo!

— Vale…

— ¿De quién es el dedo que tienes en el culo?

— Mío.

— No, mami puta… ¿De quién imaginas que es el dedo que tienes dentro del culo?

— Mi de… ¡Oh, no…! Por favor, para… Esto es demasiado pervertido…

— ¿A quién ves metiendo el dedo en tu sexy culo blanco?

— Por favor, ella es una buena chica. ¡Ella jamás me haría algo como eso!

— Pero tú llevas soñando con ello mucho tiempo. Tenerla mostrando su total falta de respeto a su severa madre metiéndole un dedo en su tembloroso culo. Riéndose de lo patética que pareces empalándote y rebotando sobre su mano.

— ¡¡¡No!!!

— Adelante, puta, fóllate con el dedo de tu nena. ¡Enséñale lo que hacen las mamitas cuando sus hijas las ponen!

— ¡Oh, Jessica! No me hagas esto, por favor. Soy tu madre, ¡no, por favor!

— No te cree. Ella sabe lo desesperada que estás por que se lo hagas. ¿Está bombeando con el dedo?

— Sí, lo está haciendo… Jessica, por favor, para… Mami no quiere esto…

— Ah, pero mami sí que lo quiere, ¿verdad que sí? Mami quiere el dedo de su preciosa nenita dentro de su culo, ¿no es cierto, puta?

— No… por favor, dile que pare…

— Adelante, mami puta, dile a tu hija que te folle ese culo de perra que tiene su madre con el dedo. Dile cuan desesperadamente lo deseas.

— No lo haré. Por favor, no me hagas eso, nena. Mami es una buena puta…

— ¿Qué ha sido eso?

— Yo… ah…

— ¿Continúa ella follándose ese culo tuyo con su afilado dedo?

— Sí… Ella no va a parar…

— Tú sabes por qué ella no va a parar, ¿verdad?

— Porque… porque… mami no quiere que pare…

— ¡Díselo, puta! ¡Dile a tu hija qué es lo que quieres que haga!

— ¡Fóllame, nena! ¡Fóllate el culo de mami con tus dedos! Por favor, Jessica, mami lo necesita taaaaanto…

— ¿Está siendo una buena hija?

— Hmmmmm… Síííí… Esta siendo una bueeeeeena chica…

— Pidele que te meta otro dedo y que te folle más rápido.

— Nena, necesito otro dedo dentro de mí. Por favor, méteme otro dedo y fóllame más fuerte. Por favor, énseñale una lección con tus dedos a mami. ¡Enséñame como ser tu mami puta!

— ¡Maravilloso! Estás haciendo exactamente lo que se suponía que tenías que hacer. Follarte ese sucio trasero tuyo imaginando que son los propios dedos de tu hija los que lo hacen. ¡Vamos, puta, córrete en sus dedos!

— Ohhhhhh… ya casi… Más rápido, nena, fóllate más rápido el culo de mami…

— Espera… ¿Qué ha sido ese ruido?

— Es… ¡Oh, Dios mío…! ¡Es un coche! Alguno de sus amigos debe haber acercado a Jessica… ¡Por favor, déjame subir al piso de arriba!

— ¡No!

— ¡Pero está ya afuera! ¡Entrará en unos segundos!

— ¡Continúa follándote ese inútil culo tuyo hasta que te corras!

— Pero… pero…

— ¡No hasta que te corras como una cerda follándote el culo!

— Ohhh… ohhh… ella está… delante de la puerta… ohhh…

— Hmmm, entonces será mejor que te des prisa. No querrás que ella pille a la guarra de su madre haciéndolo.

— Ahhh… ohhhh… está metiendo la llave… Ahhh… Por favoooooooor…

— ¡Córrete para mí, puta! ¡Córrete ya!

— Ohhhhhh…

Click… Tono de espera…

— ¿Hola? ¡Mamá, ya estoy en casa!

— ¡¡Jessica!!