World Wildlife Zombie XXIII

Llega el final de esta serie. Espero que os haya gustado.

Área de detención, palacio del Escorial. 1 de Agosto, 00.00h.

Llevaban más de una semana retenidos, sometidos a interrogatorios constantes. Respondiendo siempre a las mismas preguntas una y otra vez hasta el hastío. Pero eso no era lo peor para Carlos. Hacía más de una semana que no fumaban un canuto. Echaban terriblemente de menos la paz y la tranquilidad que les proporcionaban un par de caladas. Cada día que pasaba estaban más arrepentidos y los interrogadores no hacían más que recordarles que estaban bien jodidos y que iban a ser juzgados por un tribunal militar que les podía condenar a cadena perpetua.

El resto de su vida sin probar un porro. Dios, no se les ocurría nada peor...

Un estruendo procedente del exterior interrumpió sus negros pensamientos. Subiéndose sobre los hombros de Fernando, Carlos se aupó hasta la ventana enrejada y observó como unos tipos encapuchados volaban un par de vehículos policiales y se dirigían a la entrada principal dejando a dos o tres de ellos vigilando la plaza.

Tras un corto periodo de calma volvieron las detonaciones en forma del inconfundible ruido de ráfagas de armas automáticas. La incertidumbre empezó a dar paso al miedo a medida que ambos reconocían que los disparos eran cada vez más cercanos. Por un momento Fernando pensó que alguien venía a rescatarlos hasta que se dio cuenta, con un sudor frío, de que no le importaban un pijo a nadie. Si venían no sería para darles una palmadita en los hombros y dejarles marchar.

Un par de minutos más y el tiroteo llegó al otro lado de la puerta de su celda. Gritos amenazas y unos cuantos tiros... y a continuación el silencio. La puerta se abrió y un tipo grande y encapuchado se les acercó. No dijo nada, pero sus gestos y la frialdad de sus ojos no admitía réplica. Se levantaron y el hombre les ató las muñecas por delante con unas bridas. Un escueto ok a los tres hombres que iban con él bastó para que se pusiesen en marcha.

Sala de guardia del palacio del Escorial. 1 de Agosto, 00.15h.

La primera parte de la operación había ido como la seda. en menos de diez minutos habían irrumpido en el patio, habían destruido un par de vehículos policiales estacionados allí y habían entrado matando a los dos tipos que hacían guardia a las puertas.

Una vez dentro dividió el equipo. Dejó tres hombres vigilando el patio, mandó a otros tres escaleras arriba, en dirección a los despachos para evitar cualquier sorpresa y se dirigió con los otros seis hacia las celdas. Entraron en las estancias dónde estaba acuartelada la policía. Los pillaron durmiendo a todos menos a un tipo que saltó de la cama como una liebre y cubriéndose con una ráfaga de subfusil se coló en el baño poniendo ante ellos una pesada puerta de madera que había apuntalado sólidamente con algo por dentro.

Dejó a un hombre vigilando la puerta del baño y otro la del acuartelamiento y se dirigió hacia las celdas. no hizo falta matar al policía que vigilaba las celdas, estaba dormido como un tronco y antes de que se diese cuenta estaba encerrado y amordazado en una celda vacía. Le quitaron las llaves y abrieron la celda dónde estaba su objetivo. Afortunadamente estaban los dos allí sanos y salvos. Los ató con unas bridas y los sacó de la celda  a la carrera.

Área gubernamental, palacio del Escorial. 1 de Agosto 00.20h.

Fele bajó las escaleras de dos en dos con la pistola en una mano y el teléfono en la otra.

—Fredo, ¿Estás bien?

—Me he encerrado en el baño. ¿Qué cojones pasa?

—Vienen a por los dos estúpidos que tenemos detenidos. Voy para allá, prepárate para salir cuando oigas el primer disparo.

—Ok jefe —dijo Fredo colgando el teléfono.

Cuando llegó al acceso del área de detención se acercó con cautela consciente de que él, en el lugar de los intrusos, habría dejado a alguien vigilando ese cuello de botella. Ayudado por la suerte llegó al otro lado de la puerta si ser detectado. Sacó una moneda y la lanzó rodando por el pasillo. Parecía un truco sumamente tonto, pero si te pilla despistado proporciona al agresor el tiempo justo para conseguir una ventaja. Fele entró y vio como el tipo que estaba a la puerta tenía la mirada fija en la moneda. Se lanzó sobre él y lo desarmó de una patada. El hombre no era un aficionado y se recuperó rápidamente agarrando la muñeca con la que Fele sujetaba el subfusil. Durante un instante se produjo un duelo de voluntades. El desconocido intentó lanzarle un codazo con el brazo libre, pero Fele lo desvió sin demasiadas dificultades mientras le lanzaba un rodillazo en las bolas. El hombre gimió, pero no soltó la muñeca y le dio un puñetazo en el hígado. Consciente de que el tiempo volaba, Fele soltó el arma y cogiendo la muñeca del hombre la retorció y con un movimiento de aikido  lanzó al encapuchado contra el suelo. Sin dejarle reaccionar le pisoteó de nuevo los testículos esta vez con el tacón de sus Martins, retorciendo con saña hasta hacerle aullar.  Una última patada detrás de la oreja lo dejó ko y le permitió a Fele seguir adelante.

Con más cautela se internó en el pasillo que llevaba a las celdas con la intención de pasar primero a buscar a Fredo, pero dos hombres aparecieron por la puerta que daba a las celdas. Aquellos hombres no se esperaban al intruso y una ráfaga de subfusil prácticamente les cortó por la mitad.


Fredo oyó el ruido de los disparos y salió rodando del baño. El hombre que lo vigilaba había vuelto la cabeza para ver lo que pasaba y no se llegó a enterar de las dos balas que entraron por su nuca. Tres segundos después entraba Fele de un salto  en el acuartelamiento.

—Hola, jefe. —le saludo Fredo con una sonrisa despreocupada—una suerte que la señora ministra tuviese picor de ingles. Si no seríamos los dos los que estaríamos encerrados.

—Vamos, coge granadas aturdidoras y ven hacia la puerta no podemos dejar que se lleven a esos cabezas de chorlito. Desde aquí cubriré el pasillo, tu vete a la puerta que da al recibidor principal y no dejes entrar a nadie que venga de fuera.

Fredo asintió y se dirigió o ocupar su sitio mientras Fele lanzaba una ráfaga para cubrirle.


John soltó un taco y se asomó de nuevo al pasillo. No había duda, alguien lo bloqueaba y era bueno. Solo hacía falta mirar la cara de  sorpresa de Striker y el limpio agujero que tenía en la frente. Debía ser uno de los GEOs. Eran tipos duros y no creía que fuese buena idea intentar forzar el paso por allí.

Sin soltar el arma sacó los planos que había imprimido la noche anterior y les echó un vistazo buscando una salida. Afortunadamente aquel edificio no estaba diseñado para mantener a la gente encerrada dentro y encontró unas escaleras que subían a una zona de almacenes al nivel del suelo. De allí podían salir al patio trasero y llamar a los coches para que viniesen a recogerles.

Le hubiese gustado dejar a alguien en retaguardia cubriendo su huida pero solo le quedaba un hombre y necesitaba vigilar a los prisioneros así que le hizo un rápido gesto a Bruce y se pusieron en marcha tirando de aquellos dos idiotas.


Cuando Fele vio que no intentaban forzar el paso por el pasillo supo que habían encontrado otra forma de salir. Se acercó con precaución hasta la siguiente esquina para descubrir que estaba vacía. Un ruido de pasos apresurados más adelante le indicó la dirección que tenía que seguir. Le dio una patada al cadáver que había en el suelo y les siguió guiándose por el sonido de los pasos.

Tras unos metros dejó el área de las celdas a la izquierda, siguió un estrecho pasillo y al  doblar la esquina, se encontró unas escalera. Se asomó por el hueco y vio unas figuras subiendo tres tramos por delante. Se lanzó a toda velocidad y cuando llegó al último tramo se topo con cuatro figuras, dos de ella encapuchadas abriendo la puerta que daba a los almacenes.

—¡Alto! ¡Policía! —dijo Fele empuñando el subfusil.

Uno de los encapuchados actuó con rapidez y cogiendo al chico más delgado le pegó un tiro en la espalda y  lo lanzó escaleras abajo. El cuerpo cayó encima de Fele derribándole en el descansillo. Cuando logró desembarazarse del hombre inconsciente, los intrusos habían cerrado la puerta. Intentó abrirla, pero se las habían arreglado para bloquearla por fuera. No podía hacer más, así que se inclinó sobre Carlos e intentó parar la hemorragia mientras pedía ayuda por el móvil.

Aeropuerto de Torrejón. 1 de agosto, 2.00h.

La operación no había sido un éxito precisamente, pero teniendo en cuenta el apremio y que habían conseguido al menos una parte del objetivo, tampoco era un fracaso completo. Había tenido que sacrificar a uno de los dos prisioneros, pero no había tenido más  remedio, lo peor de todo era que había perdido la mitad del equipo por culpa de los putos GEOs. En fin, aquellos hombres  sabían a qué se exponían y John se encargaría personalmente de que sus familias recibiesen el dinero que les correspondía.

El avión despegó sin complicaciones. Era un Gulfstream V con lo último en tecnología furtiva. La mafia lo empleaba para llevar droga a través de la frontera y mientras se mantuviesen en el límite de la detección del radar, su equipo de interferencias le permitiría llegar a casa en menos de doce horas sin tropiezos.

John se aseguró de que el prisionero estaba bien y a continuación se arrellanó en el cómodo sofá y cogió el teléfono cifrado.

—Hola, jefe. —dijo el asesino evitando llamar a Libio por su nombre.

—Buenas, míster Doe. Espero que interrumpa mi sueño con buenas noticias.

—Tengo buenas y malas noticias, señor. —dijo John.

—La felicidad nunca es completa. ¿Qué ha pasado?

—Debido a la premura de tiempo, no tuve más remedio que realizar un ataque frontal. Aprovechamos que la mayoría de las fuerzas del orden estaban entretenidas con los sucesos del laboratorio para entrar en el palacio. La primera parte fue bien, pero uno de los GEOs estaba fuera del acuartelamiento y nos hizo bastante daño. Son buenos esos hijos de puta.

—¿Lograron sacar a los prisioneros?

—Solo a uno señor. Nos vimos obligados a deshacernos del otro.

—Entiendo. —replicó Libio intentando no trasmitir con su voz la satisfacción que sentía. Con la copia del grimorio y uno de los cocineros tenían más que suficiente para reproducir el experimento, o eso esperaba y además solo tendría que pagar la mitad de la abultada factura.— No te preocupes, me hago cargo de la dificultad y cobrarás el precio estipulado por uno de los objetivos y aumentaré la parte de los caídos en un quince por ciento en beneficio de sus familias.

—Gracias, señor. Las bajas han sido bastante altas. Hemos perdido a la mitad del equipo.

—¿Hay riesgo de que hable alguno? —preguntó Libio.

—La verdad es que el sistema jurídico Español es bastante blando, pero de todas maneras todos murieron, esas jodidas fuerzas especiales españolas son bastante más eficaces de lo que creía y hemos  pagado caro el infravalorarlas.

—Son gajes del oficio. Lo siento por los tuyos, pero quiero que sepas que en las alturas están muy satisfechos con el trabajo. Le esperamos, tengan cuidado y procuren no llamar la atención hasta que estén sobre aguas internacionales.

—Gracias, señor nos vemos en doce horas.

Palm Cheyenne Cementery, Al norte de Las Vegas. 5 de agosto, 03.00h.

El tiempo apremiaba. Los españoles, conscientes de que probablemente era  él el que les había mangado al prisionero llevaban un par de días presionándolo para que firmara el acuerdo, Así que Vicenzo se había desplazado con todo el material y varios hombres armados hasta los dientes en el momento en el que estuvieron preparados para repetir el ritual.

Había elegido aquel cementerio por estar en un pueblo abandonado a casi trescientos kilómetros al norte de Las Vegas. No importaba que hubiese pocos ejemplares para reanimar y estuviesen decrépitos. Libio ya se estaba ocupando de conseguir un buen suministro de cuerpos al comprar discretamente todos las empresas de servicios fúnebres que se le ponían a tiro en Estados Unidos, Europa del Este y parte del sureste asiático y Centroamérica.

Además había conseguido los ingredientes más puros posibles y había doblado la dosis para conseguir un lugar apartado dónde conseguir reanimar los cadáveres discretamente en lo más profundo del desierto.

Libio acercó la olla al fuego y preparó los ingredientes. Durante diez minutos la tensión fue creciendo. Cuando el agua rompió a hervir Libio se desnudó dejando a la vista un cuerpo delgado, pálido y cuajado de lunares. Comenzó a recitar el conjuro que, con la eficacia habitual en él, había memorizado al detalle, mientras echaba los distintos ingredientes a la olla. Había sido duro traducir la receta desde el castellano antiguo, pero con la ayuda del gordito lo habían conseguido en un tiempo record.

Estuvieron a punto de seguirla al detalle, pero no querían unas criaturas dóciles así que optó por conseguir los principios activos más potentes y puros posible añadiendo una pequeña dosis de metanfetamina de última generación al cóctel.

La olla borboteaba alegremente cuando Libio terminó de hacer el complicado dibujo entorno a una de las tumbas. Vicenzo echó un vistazo al gordito. Le había hecho un contrato como asesor, con lo que consiguió su plena cooperación sin tener que recurrir a la violencia y ahora estaba allí agazapado detrás de los guardias. con una expresión entre temerosa y adormilada producto de los porros de los que tenía siempre una abundante provisión.

Libio terminó y cogió el gallo. No un gallo cualquiera si no un verdadero campeón que le había dado el jefe del cártel de Sinaloa a modo de regalo de buenos vecinos.

Vicenzo empezó a olerse algo cuando la olla empezó a temblar con la primera gota de sangre que cayó en su interior. Intentó decirle algo a Libio, pero era demasiado tarde, un grueso chorro de sangre del gallo cayó en el diabólico caldo produciendo, primero u halo de un intenso rojo sangre y luego una explosión que no solo levantó las lapidas de todo el cementerio sin no que le lanzó a él y a sus hombres por los aires a casi diez metros de distancia.

Cuando se levantó tenía a todos sus hombres alrededor con las armas preparadas. Los zombis salieron de sus tumbas y se acercaron. Afortunadamente sus hombres habían sido bien adiestrados y acabaron con los pocos y ajados zombis del pequeño cementerio. Satisfecho subió a su limusina, mientras Libio se sentaba delante, tapado con una manta y restañando con un pañuelo un profundo corte en su frente.

Se pasó el viaje de vuelta bebiendo champán para celebrar su éxito intentando acallar la preocupación que crecía en el fondo de su mente.

Cuando estaban a pocas millas de  Las Vegas se dio cuenta de que su instinto no le había equivocado. Todas las luces estaban apagadas haciendo de la ciudad del pecado un lugar sobrecogedor. Apremió al chofer y  le indicó que se acercase a uno de los cementerios de la afueras. No pudieron llegar a menos de una milla, una multitud de zombis rabiosos se desplazaba por las calles creando el caos y matando a perros, gatos, putas, y Elvis por igual.

Encogido Vicenzo llamó a sus lugartenientes en Chicago para plantearles la necesidad de trasladar el negocio, pero lo único que consiguió fue voces dominadas por el pánico. Un halo rojo había llegado a la ciudad hacia unos minutos desatando el caos en Chicago y Detroit.

Cambió el destino de la limusina al aeropuerto y a sugerencia de Libio encendió la televisión y casi se cagó encima. No creía lo que veía, las televisiones emitían imágenes escalofriantes de todos los rincones del país a medida que la conmoción se extendía por todo el continente.

La limusina se paró bruscamente obligándole a despegar la cara del televisor.

—¿Qué demonios pasa ahora? —preguntó Vicenzo con un sudor frío recorriéndole la espalda.

—Lo siento señor pero no podemos avanzar más. Hay zombis delante.

—Pues atropéllelos. —replicó el capo exasperado.

—Me temo que va a ser imposible señor —dijo el chofer bajando el cristal de separación y mostrando varios millares de criaturas hambrientas acercándose hacia ellos.

—Tranquilo, señor. Está blindada. No podrán abrirse paso.

—Estupendo entonces nos moriremos de hambre aquí dentro. —dijo convencido de que aquellas criaturas nunca se rendirían...

GUÍA  DE PERSONAJES DE WORLD WILDLIFE ZOMBIE:

Carlos y Fernando: amiguetes y porreros que roban a la bruja.

Doña Escotofía Martínez: bruja perteneciente a una antigua estirpe  de brujas que huyeron de Centroeuropa en la edad media propietaria de un poderoso libro de magia.

Josele el hurón: traficante y colega de Carlos y Fernando.

Rafael "Fele" Arienza: Sargento de los GEOS.

Nuno rodríguez: El más veterano de los compañeros de Fele.

Fredo: compañero de Fele.

Reinaldo: el novato del grupo de Fele.

Clara Ayuso: Ministra del interior.

Margarita Alcazar : Vicepresidenta del gobierno.

Martín Gálvez: Gobernador civil de Madrid.

Conchita Cerrón: Prostituta de lujo especializada en dominación.

Agustina Juárez y Alberto Yeres: periodistas en plan freelance antiguos trabajadores de Telecinco.

Jose Perez : Oscuro funcionario del CNI.

Vicenzo Badalamenti: empresario del juego en Las Vegas.

Libio: consejero de Vicenzo.

Padre Giusseppe Mattiaci: Miembro de la congregación para la doctrina de la Fe emviado por el Papa.

Cecilia y Lily: Activistas de un grupo defensor de los derechos de los animales.

Manuel Llopart: Director del CESIC.

Pedro Molina: Coronel del ejercito de tierra jefe de la sección de guerra química y bacteriológica.

Isabel Jover: Neuróloga becada por el CESIC.

Fernando : Tertuliano de la pajarita en el programa de Al Rojo Escocido.

Pili : Tertuliana del pelo rubio  en el programa de Al Rojo Escocido.