World Wildlife Zombie XXI

Disfrutando de la tensión que se estaba estableciendo entre ellos, se agachó consciente de que su culo distendía el tejido de los leggins hasta hacerlos casi trasparentes.

Aeropuerto de Torrejón. Veintinueve de julio, 23.00h.

No había como disponer de dinero y contactos. En menos de veinticuatro horas había reunido un equipo de doce hombres, todos veteranos de su antigua empresa de seguridad, con varias estancias en Irak y Afganistán, los más duros, los más violentos, cero escrúpulos y los había trasladado a la capital.

Cuando  llegaron a la casa franca que la organización le había conseguido en Parla ya tenían a su disposición una colección de pistolas, subfusiles y hasta un lanzagranadas. Los hombres se lanzaron sobre el material mientras John recibía unos archivos en su tablet. Desgraciadamente no pensaban trasladar a los objetivos con lo que la operación se complicaba un poco. Afortunadamente Libio había conseguido minuciosos datos sobre la seguridad del complejo y no parecía imposible sacar a esos tipos de allí.

Antes de nada envió a dos hombres a vigilar el lugar. Necesitaba estar informado de cualquier circunstancia que pudiese alterar las rutinas de los servicios de seguridad.

Tenían prisa, el tiempo se les echaba encima, así que abrió los archivos y se enfrascó en su estudio intentando idear un plan para entrar en aquella vetusta fortaleza. Los examinó durante varias horas mientras el resto del equipo bromeaba con sus subfusiles y bebía cervezas hasta quedar tiesos sobre los colchones que había dispuestos por el suelo.

La verdad es que la información era oro puro y bien entrada la madrugada ya tenía un plan en mente. Era tosco y no tenía nada que ver con lo que hacía normalmente, pero por una vez no importaba nada salvo el objetivo y si lo conseguía, con el dinero que iba a sacar, no necesitaría dedicarse nunca más a ese trabajo, salvo por diversión. Comprobó todas las cosas que podían salir mal y tras tomar un último gin tonic se tumbó en uno de los colchones convencido de que aquello podía funcionar.

Motel El Ocaso. Humanes. Veintinueve de julio 10.30h.

Faltaba aun una hora para que les viniesen a buscar pero Agustina no podía estar quieta. Ya estaba vestida con un jersey de lana, una visera bajo la que recogía su melena, unos leggins negros y unas zapatillas.

Cuando Alberto la vio entrar en su habitación creyó que el corazón le escapaba de su pecho. La indumentaria, extremadamente ajustada, realzaba todas sus curvas y los nervios hacían que estas vibraran y se retorcieran haciendo que Alberto intentase buscar desesperadamente una excusa para acercarse a ella.

—¿Lo tienes todo preparado? —preguntó ella sonriendo nerviosamente.

—Sí claro, tengo las baterías cargadas, la cámara HD pequeña de repuesto y tres tarjetas de memoria preparadas.

—Joder, ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? Yo no puedo parar de pegar botes. Tengo la adrenalina a tope.

Alberto se limitó a sonreír con un aire indeciso mientras intentaba separar los ojos del busto de la joven sin conseguirlo.

Agustina lo detectó automáticamente y tuvo que contener una sonrisa de satisfacción. Fingiendo buscar algo se dio la vuelta y le dio una fantástica vista de su culo. No le hacía falta darse la vuelta para saber que tenía la mirada de él fija en él. Disfrutando de la tensión que se estaba estableciendo entre ellos, se agachó consciente de que su culo distendía el tejido de los leggins hasta hacerlos casi trasparentes. Oyó como la respiración de Alberto cambiaba haciéndose más rápida y ansiosa.

Cuando se dio la vuelta vio no solo hambre de sexo, el hambre que veía en cualquier hombre que la  veía por la calle, también había adoración. Percibía como Alberto la deseaba con todas sus fuerzas, pero también era consciente que después de todo lo que le había hecho pasar él no se atrevería a dar el primer paso.

Miró una vez más el reloj. Aun había tiempo de sobra. Dio unos paso hacia atrás y se apoyó contra el borde de una mesa, posó las manos sobre su superficie y le lanzó una mirada inequívoca.

Alberto la captó y dudó. Estuvo a punto de dar un paso adelante, pero se paró de nuevo, congelado por las dudas. Agustina estaba cada vez más excitada e impaciente. Se quitó la visera y dejo que su pelo oscuro y sedoso resbalase por su pecho.

Durante un segundo creyó que aquello tampoco iba a funcionar,  pero tras unos instantes él se acercó a ella y con timidez alargó sus manos y le apartó la melena hacia atrás dejando a la vista su cuello.

El contacto de aquellos labios en su cuello fue tan leve como placentero. Agustina suspiró y cerrando los ojos abrazó a Alberto pegando su cuerpo contra él.

Las manos de Alberto agarraron su melena tirando de ella suavemente hacia atrás mientras sus besos se hacían más intensos. En pocos segundos todo su cuerpo estaba inflamado. La necesidad de tenerle dentro de ella era casi dolorosa, pero él no se apresuraba. Lentamente subió hacia arriba, mordisqueó su barbilla y tras unos segundos besando y acariciando su nariz y sus pómulos le besó en la boca.

Agustina no aguantó más y de un empujón lo arrinconó contra la pared frotándose contra él y devorando sus labios y su lengua. La polla de Alberto creció contra su muslo hasta notarla dura y caliente como un hierro al rojo.

Cuando sus labios se separaron ambos estaban jadeantes. Agustina le miró un instante más a los ojos y satisfecha con lo que vio le dio la espalda. Con lentitud volvió a acercar su cuerpo contra él. Sus cuerpos entraron en contacto y notó la polla de Alberto rozar contra su culo. Suspirando de deseo se puso de puntillas presionó con fuerza contra ella frotando y golpeando cada vez con más decisión.

Alberto soltó un gruñido y tirando del jersey se lo sacó apresuradamente por la cabeza. En un instante notó como las manos se cerraban sobre sus pechos estrujándolos  a través del tejido del sujetador.

Agustina no se podía aguantar más. Se dio la vuelta y arrodillándose le bajó los pantalones. Su polla era algo más grande de lo que había imaginado y tenía el glande ligeramente curvado hacia arriba. Lo acarició y tras soltarse el sujetador se la metió entre los pechos.

Alberto suspiró y se movió suavemente mientras ella apretaba los pechos contra su miembro, lo notó duro y caliente.  Se separó un instante y  cogiendo la polla con sus manos se la metió en la boca. La chupó lentamente, saboreándola, recorriendo con su lengua toda la longitud del falo mientras Alberto recogía y acariciaba su melena.

Un instante más y Agustina se vio alzada en el aire y depositada sobre la mesa. Alberto tiró de su leggins y se deshizo de ellos a la vez que de sus zapatillas. Abrió las piernas para acogerle ansiosa y él se inclinó sobre ella observando los dos finos regueros de flujos que rebosaban de su coño. La lengua de Alberto se inclinó y recogió con deleite las dos pequeñas lágrimas acariciando sus muslos y sus caderas.

Cuando la lengua de él contactó con su sexo se creyó morir. Agustina tensó su cuerpo y combó su espalda, mitad acosada por el placer, mitad por la necesidad de exhibir su cuerpo ante él. La boca y los labios de Alberto se cerraron en torno a su coño y la lengua  lo exploró con torpeza, pero a esas alturas ya nada importaba, solo gemía y se retorcía apretando sus muslos en torno a la cabeza de su amante.

Alberto apartó la boca, todo su sexo hervía y los labios de su vagina y su clítoris palpitaban transmitiéndole una sensación de placer y avidez a lo más profundo de sus entrañas. Sin esperar un segundo más, se dio la vuelta y apoyando las manos sobre la mesa retrasó su culo y separó las piernas justo en el instante en que Alberto la penetraba.

Sintió como Alberto se contenía y trataba de no descargar toda la frustración de esos meses en su sexo, pero poco a poco se dejó llevar y en pocos minutos su coño se vio asaltado por salvajes empujones que hacían temblar todo su cuerpo. Al contrario que con el policía con cada empujón Agustina se sentía completa haciendo que el placer se volviese sublime.

Alberto no se pudo contener más y se derramó en su interior. Repetidas oleadas de semen caliente inundaron su sexo mientras ella se masturbaba intentando llegar al clímax.

Él se lo impidió y sentándola la penetró de nuevo. Su polla seguía estando tan dura como antes, pero su ansia se había apagado un poco. Sus empujones eran más suaves y sus caricias más dulces. La reportera le abrazó y le besó cerrando los ojos  y disfrutando de la sensación de tener a aquel hombre dentro de ella. El placer se hizo tan intenso que deseo que el tiempo se congelara en ese instante. Él notó la tensión y apresuró su ritmo acariciando su cuerpo y besando sus pechos provocándole un violento orgasmo. Agustina clavó sus uñas en el cuerpo blando y acogedor de Alberto mientras el placer recorría su cuerpo haciéndole perder el control.

El hombre siguió empujando suavemente unos minutos más sin dejar de acariciar y besar su rostro hasta que eyaculó de nuevo en su interior. Le dejó inundar su coño una y otra vez con su calor mientras permanecía abrazada y recostaba la cabeza en su hombro.

Cuando termino él acarició su melena con suavidad y cogiendo su cara entre las manos le dio unos besos largos y suaves, dejando que el miembro fuese mermando poco a poco en su interior.

Cuando todo terminó y se separaron fue como si hubiese despertado de un dulce sueño. Miró el reloj y sonriendo recogió su ropa y comenzó a vestirse de nuevo  mientras apuraba a Alberto para que hiciese lo mismo. Ceci y sus colegas llegarían en cuestión de minutos.

CAPEZ, Humanes. Veintinueve de julio, 11.30h.

Isabel estaba machacada. Se había pasado toda la noche anterior y toda la mañana siguiente follando como una loca con aquel hombre que parecía tan incansable como ella insaciable. Tenía todos los músculos acalambrados y le escocía el chocho producto de tanta fricción. En esas condiciones tan lamentables había tenido que ir a trabajar poco después del mediodía mientras Reinaldo se quedaba en cama ya que tenía turno de noche.

Faltaba media hora para que llegase y ya tenía ganas de verle de nuevo. Solo con pensar en él notó como se humedecía. Deseaba y temía  volver a verlo. Sentía que estaba enamorándose de aquel hombre y temía que para él solo fuese un entretenimiento pasajero. Ella Jamás se había entregado de aquella manera y el instinto la impulsaba a desconfiar de una persona tan diferente de las que solía tratar habitualmente. En fin, en menos de media hora, para bien o para mal, lo averiguaría. Mientras tanto se obligó a enfrascarse en su trabajo.

Cogió una carpeta y se acercó a la zona de las celdas. El animalario ahora estaba a tope. Esa misma tarde Fredo había traído un cargamento importante, incluyendo el cadáver emperifollado y la embarazada con el niño saliendo de su vientre que habían sido la sensación.

Aquel era un buen momento para estudiar un poco su comportamiento en grupo. Se dirigió a la celda más grande donde había seis individuos. Se paró frente a ellos y levantó la carpeta anotando la hora. Los llevaba observando desde que había llegado. Al principio se habían mostrado desorientados y golpearon repetidamente las paredes de su celda intentando escapar. Les costó más de dos horas y media darse cuenta de que aquella acción era inútil y se habían calmado, apiñándose todos juntos alrededor de la zona más luminosa de la celda como haría cualquier reptil. Desde ese momento no habían hecho nada digno de mención sin moverse ni interaccionar entre ellos, ahorrando energía. Durante las horas siguientes intentó sorprender algún gesto, alguna caricia o alguna palabra sin conseguirlo.

Sin pensar en lo que hacía abrió un pequeño compartimento en la puerta y metió la mano por ella. La respuesta fue fulgurante. Apenas le dio tiempo a apartar la mano y cerrar la pequeña compuerta y ya tenía a casi todos los zombis apelotonados entorno a ella gritando golpeando el acero y lamiendo la superficie dónde había contactado su piel.

Cogió el cronometro y lo activó esperando pacientemente a que se calmaran. Anotó el tiempo que habían tardado en tranquilizarse y dándose la vuelta se dirigió a una de las esquinas dónde estaban el resto de los animales de experimentación y cogió una rata. Los pequeños ojillos del animal le miraban sin parar de olfatear la mano de Isabel que la sostenía delicada pero firmemente.

Cuando volvió los zombis estaban de nuevo arremolinados en torno a la luz. La doctora no esperó y abrió otra vez el compartimento dejando caer la rata dentro. Una anciana fue la primera en ver a la criatura correr desesperadamente en busca de una salida y se lanzó sobre ella. La rata la esquivó milagrosamente y entonces se desató el pandemonio. Los seis individuos forcejeaban  y se empujaban intentando llegar los primeros a  la pequeña pieza.

Finalmente fue un individuo joven el que atrapó a la rata la levantó y estaba a punto de llevársela a la boca cuando una mujer a la que le colgaba u ojo de la órbita dio un salto y de un mordisco le arrancó la mitad posterior de la rata junto con el dedo meñique de la mano. El hombre no pareció mostrar alarma ni dolor sino que se apresuró a comerse lo que quedaba del pobre bicho.

Isabel tomo unas últimas anotaciones mientras volvía a activar el cronómetro observando cómo los bichos se lanzaban sobre los dos afortunados que habían conseguido un bocado y lamían la sangre que salpicaba su rostro y el suelo de la celda.

Con un escalofrío se apartó unos pasos viendo como poco a poco volvían a calmarse y se apelotonaban bajo la luz, aparentemente inofensivos de nuevo.

Cuando terminó y se dio la vuelta, Reinaldo ya estaba allí sustituyendo a un compañero de aspecto aburrido. El policía levantó la mano y la saludó, ella sonrió  y no pudo evitar apartar un mechón de pelo de su frente mientras se acercaba a él contoneando sus caderas. En ese momento un ruido metálico a su espalda llamó su atención.

GUÍA  DE PERSONAJES DE WORLD WILDLIFE ZOMBIE:

Carlos y Fernando: amiguetes y porreros que roban a la bruja.

Doña Escotofía Martínez: bruja perteneciente a una antigua estirpe  de brujas que huyeron de Centroeuropa en la edad media propietaria de un poderoso libro de magia.

Josele el hurón: traficante y colega de Carlos y Fernando.

Rafael "Fele" Arienza: Sargento de los GEOS.

Nuno rodríguez: El más veterano de los compañeros de Fele.

Fredo: compañero de Fele.

Reinaldo: el novato del grupo de Fele.

Clara Ayuso: Ministra del interior.

Margarita Alcazar : Vicepresidenta del gobierno.

Martín Gálvez: Gobernador civil de Madrid.

Conchita Cerrón: Prostituta de lujo especializada en dominación.

Agustina Juárez y Alberto Yeres: periodistas en plan freelance antiguos trabajadores de Telecinco.

Jose Perez : Oscuro funcionario del CNI.

Vicenzo Badalamenti: empresario del juego en Las Vegas.

Libio: consejero de Vicenzo.

Padre Giusseppe Mattiaci: Miembro de la congregación para la doctrina de la Fe emviado por el Papa.

Cecilia y Lily: Activistas de un grupo defensor de los derechos de los animales.

Manuel Llopart: Director del CESIC.

Pedro Molina: Coronel del ejercito de tierra jefe de la sección de guerra química y bacteriológica.

Isabel Jover: Neuróloga becada por el CESIC.

Fernando : Tertuliano de la pajarita en el programa de Al Rojo Escocido.

Pili : Tertuliana del pelo rubio  en el programa de Al Rojo Escocido.