World Wildlife Zombie XVIII
El hombre además de estar loco tenía una herramienta de respetable tamaño. Se la cogió aun morcillona y la golpeó contra el muslo de la zombi hasta que comenzó a ponérsele dura.
CAPEZ, Humanes. Veintiocho de julio, 18.00h.
Reinaldo llegó al cambio de guardia justo para ver el espectáculo. Después de despedirse de Fredo se acercó al laboratorio donde la joven científica discutía acaloradamente con el coronel Molina.
Fele había traído los fiambres a primera hora de la tarde en aquel enorme Mercedes y tras unas pocas palabras les dejó con los paquetes y dijo que iba a emborracharse. Ahora tenían a uno de ellos, una rubia en aceptable estado de conservación, atada a una camilla holgada, pero firmemente y totalmente desnuda.
Habían lavado su cuerpo, sus pechos operados se veían como enormes pelotas redondas a punto de estallar, su vientre liso, apenas abombado por los gases de la putrefacción y sus piernas largas y delgadas hacían que hasta Reinaldo se preguntase como sería echarle un polvo.
Su única imperfección era una larga costura que recorría todo su costado y que cerraba la espantosa herida que había causado su muerte. Uno de los ayudantes de la doctora le había suturado con dedicación y había conseguido una cicatriz bastante decente, aunque su aspecto verdoso y el líquido negro y viscoso que supuraba cada vez que la zombi se contorsionaba intentando librarse de sus ataduras, no daba la sensación de ser muy sana.
Desde allí arriba no podía oír muy bien lo que decían, pero la llegada de un tipo esposado con un mono naranja escoltado por dos hombres de uniforme y los inconfundibles signos de excitación que dio al ver a la rubia desnuda, le dieron una pista del origen de la discusión. Picado por la curiosidad se levantó de su asiento y se acercó un poco más intentando distinguir algo del la agria conversación.
—¡No entiendo que beneficio puede darnos para la investigación que un pervertido se folle a un zombi! ¡Esto no es ni moral ni éticamente correcto! —decía Isabel levantando la voz.
El coronel respondió algo que el GEO no llegó a entender a lo que ella replicó a grito pelado que no pensaba participar en ese experimento de chiflados. Sin esperar una réplica subió por la escalera y abriendo la puerta paso por delante de Reinaldo como un vendaval con la bata arremolinándose en torno a sus potentes piernas.
Reinaldo la vio pasar haciendo que por un momento olvidase a la rubia atada a la camilla, pero enseguida se dio la vuelta y vio como introducían al tipo en la sala donde estaba la zombi esperando y le quitaban las esposas.
Molina ni siquiera se inmutó y siguió observando lo que ocurría. El hombre, posteriormente se enteró de que era un violador condenado por múltiples delitos, que había permanecido casi veinte años en un psiquiátrico, se acercó y observó con detenimiento a la mujer. Inspeccionó la herida poniendo cara de asco para a continuación sonreír embelesado mientras sopesaba los enormes pechos de la zombi y acariciaba sus pezones. La criatura gritaba y se retorcía tirando de sus ligaduras y abriendo la boca para intentar morder al pervertido.
¡Joder! Eso no es justo —pensó Reinaldo decepcionado al ver que le habían arrancado los dientes a la zombi.
El pervertido también se había dado cuenta y metía el dedo en la boca partiéndose de risa mientras la zombi intentaba arrancárselo con sus encías. Poco a poco el tipo dejó de juguetear con la boca de la zombi y se apartó para desnudarse. El hombre además de estar loco tenía una herramienta de respetable tamaño. Se la cogió aun morcillona y la golpeó contra el muslo de la zombi hasta que comenzó a ponérsele dura.
Cuando terminó con la operación, lo que tenía entre las piernas parecía un enorme salchichón oscuro y recorrido por gruesas venas palpitantes. Tras exhibirlo ante la zombi y juguetear con ella poniéndole el nabo a escasos centímetros de su hambrienta boca, se subió a la camilla colocándose sobre ella de manera que su polla descansase entre sus melones.
El hombre escupió un par de veces en el canalillo y ante la furia impotente de la zombi que tiraba de sus ligaduras cada vez más cabreada, apretó las tetas en torno a su miembro y comenzó a follarlas con lentitud disfrutando de su frío tacto.
La zombi agachaba la cabeza intentando morderle el capullo cada vez que asomaba por la parte superior de su busto y llegando a rozarlo con sus labios provocando en el hombre gemidos de satisfacción.
Con un suspiro el presidiario se retiró de la camilla y hurgó en su ropa hasta encontrar un preservativo. Reinaldo no podía creer lo que estaba viendo; aquel hombre estaba dispuesto a entrar en aquel saco de líquidos putrefactos. Con una mirada tierna el hombre acarició el interior de los muslos de la criatura, tensos como cuerdas de piano y tirando de la caderas hacia él todo lo que permitían las ligaduras, guio su polla hacia el culo de la zombi.
Reinaldo no podía oír lo que decía el pervertido, pero la mueca de intenso placer era inconfundible. Incluso desde allí podía ver como la zombi se combaba con el terrible esfuerzo que realizaba al intentar rechazar la gigantesca polla que poco a poco se enterraba en los más profundo de sus entrañas.
El hombre abrió la boca y empujó cada vez con más fuerza mientras la zombi no paraba de luchar contra las correas que la mantenían presa y pegar salvajes alaridos. En pocos minutos ambas figuras quedaron cubiertas de sudor. A punto de correrse el pervertido sacó la polla del ojete totalmente dilatado de la zombi.
Su polla se estremecía aun hambrienta con el preservativo cubierto de un liquido negruzco de aspecto maloliente que no parecía repugnar demasiado al delincuente.
Las siguientes palabras que dijo el hombre al ponerse frente a la cara de la mujer las entendió sin necesidad de estar en la habitación:
—¿Tienes hambre zorra? ¿Quieres comérmela?
Sin más dilación cogió la cabeza de la zombi y le metió la polla hasta que la punta del capullo empezó a hacer relieve en su cuello. Alucinado, Reinaldo observó como el gigantesco miembro del pervertido entraba y salía de la garganta de la criatura una y otra vez sin dejarle respirar. La falta de oxígeno no parecía influir para nada y pudo notar en la cara de la zombi la frustración mientras mordía y trataba de tragar aquella cosa grande y cálida sin más efecto que producir un intenso placer en su agresor.
El sudor corría en profusos regueros por el torso tatuado del presidiario que no paraba de empujar espasmódicamente hasta que incapaz de contenerse más se separó y descargó interminables chorros de semen sobre la cara de la zombi.
La criatura abrió la boca y tragó aquel líquido cálido y vital golosamente, sacando la lengua todo lo que era capaz para lamer los chorretes que impregnaban sus labios operados.
Tras apurar los últimos espasmos del orgasmo, el tipo acarició a la mujer con suavidad y amorosamente le acercó con los dedos el semen a la boca anhelante para que lo tragase ansiosa.
El espectáculo terminó apresuradamente y esta vez sí pudo oír las súplicas del pervertido para que lo dejasen con la zombi diciendo que estaba enamorado, que aquel bicho era la mujer de su vida y que prometía cuidar de ella mientras la zombi con la primera comida caliente en mucho tiempo se relajaba y relamía con un evidente gesto de éxtasis.
Mientras observaba como se llevaban al enamorado a rastras Reinaldo se levantó de la silla y se dirigió al servicio a echar una meada. En el pasillo se encontró a la doctora Jover sentada en el suelo abrazándose las rodillas con la mirada perdida en la nada.
—¿Se encuentra bien doctora? —preguntó el Geo inclinándose.
—Sí es solo que...
—Que todo el mundo está mal de la cabeza, ¿Verdad? —dijo Reinaldo con una sonrisa.
—No sé qué coños hago aquí. Creía que estaba haciendo algo para intentar remediar este desastre, pero no se me ocurre que objetivo puede tener el experimento de hoy. Yo estaba muy contenta con mi trabajo, salvando vidas no haciendo... esto.
—Piensa que no todo lo que estás haciendo es inútil. Gracias a tus investigaciones sabemos mucho más de estas criaturas.
—Eres muy amable. —dijo ella haciendo un mohín con sus preciosos labios— ¿Lo dices de veras?
—Claro que sí. —dijo el ayudándole a levantarse— A pesar de lo que quieran hacer con estos cuerpos está claro que hay muchos conocimientos potencialmente beneficiosos que puedes extraer de ellos. Estoy seguro que aunque no puedas solucionar esta plaga, creo que estas criaturas pueden darnos la clave para superar muchas enfermedades y estoy seguro de que eres la persona indicada para desentrañarlas. Ánimo doctora y no se deje manipular por esos politicastros.
—Isabel, llámame Isabel.
—De acuerdo Isabel. Por cierto, mi turno termina en unos minutos. Si quieres puedo llevarte al hotel. De paso podemos tomar un café y seguir poniendo a parir a esa pandilla de descerebrados. Cuando vengo hacia aquí, paso todos los días por delante de una pastelería que tiene una pinta estupenda para ahogar las penas en ingentes cantidades de azúcar.
Isabel asintió con una sonrisa sintiendo como una corriente de afecto por aquel hombre se apoderaba de ella. Siempre había pensado en esa gente como una pandilla de zumbados que se dedicaban a besarse los biceps y a meterse en los líos más gordos disparando primero y preguntando después. Caminando al lado de aquel hombre en dirección a la salida del complejo se preguntó cómo sería tener aquel cuerpo duro y fuerte entre sus piernas.
Motel Flamingo,Humanes. Veintiocho de julio 19.00h.
Después de que Alberto averiguara la identidad de los propietarios del Prius, Agustina había puesto en funcionamiento toda la maquinaria de la cadena televisiva en su beneficio hasta que logró dar con el paradero de los ecologistas. Eso le había mantenido alejada de las manos de Alberto y había evitado tener que dar explicaciones. El encuentro con el GEO la había confundido aun más, el sexo había sido satisfactorio en el sentido físico, pero no había sido liberador, mientras aquel hombre magreaba su cuerpo jadeante tras el orgasmo, una intensa sensación de futilidad se apoderaba de su ánimo.
El motel era aun más cutre y oscuro que el suyo. Siguiendo las indicaciones del conserje se presentaron ante la puerta de la habitación "turquesa" y llamaron al timbre.
Tras unos segundos una joven, apenas una niña, vestida con unos leggins y una camiseta de algodón holgada asomó su delicada nariz.
—Buenos días, ¿En qué puedo ayudaros? —dijo la joven con una cautivadora sonrisa.
—Hola me llamo Agustina y él es Alberto. Somos reporteros de televisión.
—Un momento... ya recuerdo. Sé quién eres. Tú eres la del reportaje del tanatorio...
Abriendo la puerta de par en par la joven les dejó pasar sin dejar de hablar y hacer preguntas sobre los zombis. Tampoco se le pasó por alto la mirada lasciva que Alberto le lanzó a aquel culito respingón apretado por la ceñida prenda y no pudo evitar un pequeño relámpago de celos.
La habitación era más amplia de lo que parecía por fuera y tenía una pequeña cocina con todo le necesario Lily, que así se llamaba la joven, les preparó un café y desapareció en una habitación a su izquierda.
Mientras tomaban el café oyeron la voces apagadas y tras unos minutos la chica estaba de vuelta acompañada de una mujer mayor que les observaba con un aire serio y suspicaz.
—Hola, soy Cecilia. —dijo tendiéndoles la mano. ¿A qué se debe el honor?
—Creo que tenemos un interés en común. Os hemos visto merodear por los alrededores del laboratorio donde tienen retenidos a los zombis.
—¿Los zombis? ¿Qué es lo que sabes? —preguntó Cecí súbitamente interesada.
—Poco más que tú. Sé que han adaptado ese laboratorio para experimentar con esas criaturas y sé que tienen al menos media docena ahí dentro...
—Tú los has visto de cerca. —le interrumpió la mujer antes de que pudiese terminar la frase— ¿Qué puedes decirme de ellos? ¿Sabes si esas criaturas piensan o sienten algo? ¿Se les puede convencer de que no cometan esas atrocidades? ¿Se relacionan entre ellos?...
Agustina respondió como pudo a las preguntas sin dejar de pensar que a esa gente le faltaba un tornillo, pero tras un rato de conversación le dijeron que tenían una plan para entrar en el complejo así que sin pensárselo dos veces se ofreció para filmar el reportaje prometiéndole hacer que fuese noticia de primera plana. Ceci, que ya saboreaba la publicidad y las donaciones les aceptó sin reservas.
Para terminar de ganársela le hizo una pequeña entrevista previa preguntándole por los objetivos de la irrupción en el complejo. La mujer contestó que solo pretendían que la opinión pública tuviese conocimiento de lo que pasaba allí y evitar que se experimentara con esas criaturas que les gustasen o no eran criaturas vivas... o al menos que no estaban muertas. Al observar a la mujer Agustina estaba convencida de que esta ocultaba parte de sus intenciones, pero estaba tan interesada en acceder al laboratorio que no insistió.
Ministerio del Interior, El Escorial. Veintiocho de julio, 21.00h.
Era casi de noche, y en cualquier otra circunstancia a Clara no se le hubiese pasado por la cabeza trabajar hasta tan tarde, pero tenía que reconocer que no le apetecía nada retirarse a descansar. Odiaba reconocerlo, pero echaba de menos a ese cabrón. Había estado a punto de llamarlo unas cuantas veces, pero finalmente había colgado el teléfono antes de marcar siquiera el número.
Al final se había rendido y había continuado con el trabajo para mantener la mente ocupada. Ahora estaba esperando al legado. Tenía una buena noticia para él.
Cuando la secretaría abrió la puerta para franquearle el paso al padre Matiacci, Clara se levantó para recibirle y tuvo que morderse el interior del labio para no sonreír de satisfacción al verle aparecer con el brazo sujeto por un aparatoso cabestrillo.
—Padre ¿Se encuentra usted bien? —preguntó la ministra fingiendo una preocupación que no sentía para nada.
—Oh, sí. No es nada. —mintió el cura reprimiendo el escalofrío al recordar el día entero pasado en la celda con la herida de bala ardiendo furiosamente hasta que los inútiles de los monjes les echaron en falta y bajaron a rescatarles— Me caí por las escaleras y me disloqué el brazo. Cosas que pasan.
—Es la voluntad de Dios. —dijo Clara sin poder evitarlo.
Matiacci se sentó con un gesto hosco. Estaba de un pésimo humor. En cuanto salió de aquel agujero intentó poner en marcha una búsqueda por todo el monasterio, pero los monjes insistieron en que lo primero era atender su herida. Intentaron llevarle a un hospital y solo la amenaza con la excomunión consiguió disuadirles de ello.
Afortunadamente uno de los hermanos era un antiguo cirujano plástico que se había arrepentido de la vida de crápula que había llevado. El tipo era bastante hábil y le había recompuesto el húmero y había colocado los tres pedazos de escápula sin que hubiesen surgido complicaciones. Desgraciadamente cuando terminaron de atenderle y despertó del la anestesia habían pasado más de veinte horas y consciente de que el policía y la bruja ya estarían muy lejos, ni siquiera se molestó en ordenar un registro que solo haría que revolucionar el monasterio y llamar la atención innecesariamente.
Clara se acercó a un pequeño armarito que había en la esquina de la oficina y lo abrió sacando de él dos vasos y un frasco de vidrio con un líquido ambarino fluctuando en su interior.
—Esto es Macallan de cincuenta años. —dijo la ministra poniendo un par de hielos en los vasos y sirviendo una generosa medida sin preguntar al legado— Me lo regaló el director de la destilería cuando visité Escocia, con un lingotazo de esto te sientes en el cielo. Le vendrá bien para el dolor.
El cura aceptó el vaso, aspiró el aroma y agitó el vaso con la mano sana, observando cómo los hielos flotaban en el dorado líquido. Bebió un sorbo y sintió como el calor del whisky invadía su boca y le abrumaba con intenso sabor a comino y a turba.
—Muy bueno, pero estoy acostumbrado al White Label. ¿Se sabe algo de la bruja? —preguntó el legado sin muchas esperanzas.
—Nada, se han esfumado en el aire. —respondió la ministra sentándose, poniendo sus Manolos sobre la mesa y mirando de reojo el brazo enyesado del cura— En fin, tarde o temprano aparecerán, es cuestión de tiempo. Lo importante es que este desgraciado suceso no sea un impedimento para las relaciones entre nuestros países. Por ello el presidente ha decidido acceder a su petición y le va ceder el grimorio el próximo día treinta.
—Es una gran noticia. —dijo Matiacci súbitamente animado por la noticia— Pensaba anunciarle que me volvía mañana a Roma. Aquí no hay nada más que pueda hacer, pero esperaré con mucho gusto hasta que el grimorio me sea confiado.
La conversación volvió a girar de nuevo en torno a los licores y se fue desvaneciendo a medida que el nivel del recipiente descendía. Finalmente, un poco achispado, el Padre Matiacci se levantó de la silla y agradeciéndole su hospitalidad se dirigió a la puerta con paso vacilante .
Con el dolor del hombro apaciguado por el Macallan que corría por sus venas se dirigió hacia el monasterio inconsciente de la sombra que le seguía por los oscuros pasillos.
GUÍA DE PERSONAJES DE WORLD WILDLIFE ZOMBIE:
Carlos y Fernando: amiguetes y porreros que roban a la bruja.
Doña Escotofía Martínez: bruja perteneciente a una antigua estirpe de brujas que huyeron de Centroeuropa en la edad media propietaria de un poderoso libro de magia.
Josele el hurón: traficante y colega de Carlos y Fernando.
Rafael "Fele" Arienza: Sargento de los GEOS.
Nuno rodríguez: El más veterano de los compañeros de Fele.
Fredo: compañero de Fele.
Reinaldo: el novato del grupo de Fele.
Clara Ayuso: Ministra del interior.
Margarita Alcazar : Vicepresidenta del gobierno.
Martín Gálvez: Gobernador civil de Madrid.
Conchita Cerrón: Prostituta de lujo especializada en dominación.
Agustina Juárez y Alberto Yeres: periodistas en plan freelance antiguos trabajadores de Telecinco.
Vicenzo Badalamenti: empresario del juego en Las Vegas.
Libio: consejero de Vicenzo.
Padre Giusseppe Mattiaci: Miembro de la congregación para la doctrina de la Fe emviado por el Papa.
Cecilia y Lily: Activistas de un grupo defensor de los derechos de los animales.
Manuel Llopart: Director del CESIC.
Pedro Molina: Coronel del ejercito de tierra jefe de la sección de guerra química y bacteriológica.
Isabel Jover: Neuróloga becada por el CESIC.
Fernando : Tertuliano de la pajarita en el programa de Al Rojo Escocido.
Pili : Tertuliana del pelo rubio en el programa de Al Rojo Escocido.