World Wildlife Zombie XVII
El GEO siguió unos instantes antes de cogerle por la nuca y darle un beso profundo y salvaje. Agustina intentó separarle con la excusa de poder respirar y Fele impaciente la cogió por la cintura y le dio la vuelta poniéndola de cara al espejo mientras se sacaba la polla erecta de los calzoncillos.
Exteriores del CAPEZ. Veintiocho de julio, 2.00h
Necesitaba estar sola, necesitaba pensar. Se había dejado llevar como una estúpida y ahora estaba en un callejón sin salida, a punto de perder a su colaborador más valioso, así que se había ido del motel para intentar poner sus pensamientos en orden. Condujo sin pensar en nada y cuando se dio cuenta estaba otra vez debajo de aquel plátano de sombra vigilando el laboratorio.
Tenía ganas de emborracharse llorar y gritar al mismo tiempo. Como podía joderla tanto...
Hubiese seguido así toda la noche pero un todoterreno con pintura de camuflaje salía en ese momento del complejo. Se paró unos instantes más de los necesarios en el cruce antes de salir como una flecha en su dirección y cruzar el vehículo justo delante de ella.
—¡Tenía que habérmelo imaginado! ¡Eres tú! —exclamó Fele al salir de su todoterreno y abrir la puerta de la Kangoo con la mano en las cachas de su Sig Sauer.
Agustina salió de la furgoneta con las manos en alto mirando al GEO con desprecio. El aire de la noche alborotaba su pelo y hacia que fustigase su cara, recordándole a Fele a una heroína de película. Llevaba unos vaqueros ceñidos y una camiseta de algodón de tirantes pero lo que más llamó su atención fue la forma de mirarle despreocupada, incluso desafiante.
Apartando la mano de la pistola invitó a la joven a entrar en el todoterreno y salieron del polígono. Le costó bastante encontrar un local abierto dada la hora de la madrugada, pero finalmente encontraron un Macdonalds que abría toda la noche.
La joven camarera que atendía el local les recibió alegre de tener algo que hacer aquella tediosa noche y les sirvió un par de hamburguesas y unas Coca Colas.
—¿Sabes que puedo detenerte solo por estar allí?¿Cómo nos has encontrado? —preguntó Fele.
Agustina dio otro bocado a la hamburguesa sin responder nada. Los ojos grandes de la joven le seguían mirando como si fuese transparente.
Cabreado Fele dio un puñetazo a la mesa haciendo que la joven pegase un salto sorprendida. Una vez obtenida su atención le volvió a preguntar y aunque la joven mostró más atención siguió sin responder a sus preguntas.
Harto de la situación y ante la mirada aterrada de la joven camarera, cogió a Agustina por el cuello y estampándola contra la pared le preguntó qué era lo que había averiguado. Agustina sonrió y frunció los labios provocativamente sin mostrarle ningún miedo.
Fele no pudo contenerse más y besó aquellos labios rojos y húmedos que sabían a mostaza. Agustina le devolvió el beso agresiva, colgándose del cuello del hombre y metiéndole la lengua hasta la campanilla.
Sin deshacer el beso Fele cogió a la reportera y se la llevó en volandas hasta el servició. De una patada abrió la puerta y tirando de la camiseta descubrió sus pechos redondos y tiesos con los pezones grandes y oscuros.
Cogiéndolos entre sus manos los magreó sin dejar de besar sus labios y su cuello delgado y moreno. Agustina no se quedó quieta e introdujo sus manos finas e inquietas por dentro de la camisa de Fele acariciando y tanteando el pecho musculoso mientras gemía suavemente.
—¡Eh! ¡Con cuidado! —dijo ella cuando el policía le pellizcó los pezones.
Fele apartó las manos y se metió los pezones en la boca lamiéndolos con suavidad, sintiendo como crecían y se ponían duros. La joven suspiró satisfecha y dejó que Fele le bajara los vaqueros.
La reportera se quedó tan solo con un ligero tanga que apenas tapaba su sexo rasurado. El policía la levantó en el aire y separando sus piernas la sentó sobre el lavabo.
La reportera recibió los dedos del policía en su coño con un largo gemido una oleada de placer recorrió su cuerpo y notó como su interior empezaba a humedecerse. Con un gesto ansioso agarró la cabeza de Fele y abriendo aun más sus piernas la guio hacia su sexo.
Fele lamió y acarició con sus labios la vulva y el clítoris mientras sacaba los dedos del coño de la joven y se los metía profundamente en la boca. La joven los chupó unos instantes para apartarlos y concentrarse en el placer que irradiaba de su bajo vientre.
El GEO siguió unos instantes antes de cogerle por la nuca y darle un beso profundo y salvaje. Agustina intentó separarle con la excusa de poder respirar y Fele impaciente la cogió por la cintura y le dio la vuelta poniéndola de cara al espejo mientras se sacaba la polla erecta de los calzoncillos.
Agustina intentó ponerse cómoda pero el policía no le dio tiempo y cogiéndole con una mano la melena con la otra separó sus piernas y le metió la polla de un solo golpe. Ella gritó y arqueó la espalda abrumada por el miembro duro y candente que entraba y salía con fuerza de su sexo.
A pesar del placer Fele no estaba disfrutando, Agustina era joven y hermosa... pero no era Clara, no se movía como una gata en celo, no le insultaba ni buscaba su boca para devorarlo, no temblaba de placer con cada pollazo de Fele y no se desvivía porque él sintiese tanto placer como ella sentía.
Agustina gemía y disfrutaba, pero sentía los empujones duros y secos y las caricias violentas y apresuradas. No podía evitar compararlas con las suaves y amorosas caricias de Alberto aquella misma tarde.
Estaba tan despistada que el orgasmo le llegó por sorpresa obligándole a emitir un grito. Fele siguió empujando mientras agarraba con fuerza sus caderas y se separó justo antes de eyacular sobre su espalda y su culo.
Agustina reprimió a duras penas un gesto de contrariedad al notar el semen espeso y caliente del GEO correr por su columna y escurrir hacia abajo por su culo y el interior de sus muslos.
Cinco minutos después salían del local ignorando las miradas curiosas y lascivas de la camarera y se subían al todoterreno. Durante el camino de vuelta apenas hablaron más que unas pocas palabras sueltas y cuando la dejó en la Kangoo le dijo que si volvía a ver ese cacharro lo haría destruir en una chatarrería con ella dentro y se fue.
El Escorial. Veintiocho de julio, 13.00h.
Fele había dormido realmente poco. Cuando llegó a su camastro, eran casi las cuatro y media de la madrugada y a las seis tuvo que levantarse para hacer los preparativos de la expedición. Dejo a Reinaldo doblando turno en el CAPEZ y se llevó a Fredo al área de cuarentena. Echaba de menos a Nuno. Aun no habían averiguado nada de su paradero. Era casi imposible que hubiese escapado de allí sin que nadie del sistema de vigilancia se hubiese dado cuenta, así que debía seguir dentro del complejo aunque no tenía ni idea de para qué.
A las ocho de la mañana estaba todo listo menos un pequeño detalle, el transporte. El padre del rey había sugerido que todo debía ser perfecto así que sugirió utilizar el Mercedes G4 que había en el palacio del Pardo. Fele no sabía de qué coche se trataba pero cuando uno de los guardias reales le dio una descripción no le resultó demasiado difícil dar con él.
El coche era un bicho impresionante, un descapotable de siete plazas tres ejes y más de tres toneladas de peso regalado por Hitler a Franco en el año cuarenta y uno. Era un prodigio de tecnología para la época, un todoterreno con un motor V8 capaz de superar pendientes del cincuenta por ciento gracias a la tracción de sus dos ejes traseros.
Dio una vuelta alrededor de él, el coche estaba en excelentes condiciones y no tenía un rasguño. Al parecer la revisión a la que le habían sometido en la casa madre de Mercedes no había dejado ningún detalle por restaurar.
El coche arrancó a la primera y Fele notó como tardaba en coger velocidad, pero una vez comenzaba a moverse resultaba imparable. El generalísimo había mandado tunearlo poniendo una medalla de la virgen en el salpicadero con una lucecita a cada lado.
Fele llegó de nuevo al Escorial con un suspiro de alivio al poder haber llegado a su destino sin hacer ningún rasguño al exclusivo todoterreno. El padre del rey y el jeque ya estaban esperando con sus armas de caza fabricadas a mano.
La expedición no era demasiado grande el Mercedes y un par de coches uno para el sequito del padre del rey y otro para el del jeque Mahmud.
—Buenos días. —dijo el rey adelantándose con la mano tendida— Tú debes ser Fele Arienza. Encantado de conocerle. Le presento al rey Mahmud.
Fele estrechó la mano del padre del rey a la vez que hacía una torpe reverencia ante el jeque. En pocos segundos todo el mundo metió en los vehículos. El chófer del padre del rey se colocó al volante con el jeque a su lado que jugaba admirado con la banqueta abatible que le permitía mantenerse cómodamente de pie dentro del coche. En la segunda línea de asientos iba el padre del rey acompañado de Fele que se revolvía incómodo en su asiento con su traje de combate y sus armas a punto.
En la última fila estaba el presidente y el gobernador de Madrid vestidos de camuflaje y con cara de estar maquinando algo.
El vehículo no pasaba de ochenta por hora así que el GEO tuvo que entretenerlos contado lo que había visto la primera noche en el cementerio y dándoles unas sencillas instrucciones para acabar con los zombis.
Cuando llegaron al área de cuarentena el jeque amartilló su rifle sin dejar de aumentar el dinero que ofrecía al padre del rey por el Mercedes. Iba ya por los doce millones y medio cuando apareció el primer zombi por una esquina.
El jeque se puso en pie y sin dar tiempo a que el chofer frenara el vehículo disparo su arma. La bala de gran calibre entró por el ojo de la criatura y desintegró la parte posterior de su cráneo.
El presidente y el gobernador se pusieron de pie y alabaron la puntería del jeque sin ahorrar en adjetivos.
La columna pasó al lado de los restos inertes del zombi y se internó en la ciudad en busca de una zona con una mayor densidad de criaturas.
No pasó mucho tiempo antes de que el poderoso rugido del V8 atrajese a un considerable número de bichos. Esta vez hubo suficientes para todos. Los disparos se sucedían sin solución de continuidad hasta que alrededor de cuarenta de ellos yacían en torno a la expedición.
Hubo una pequeña tregua y el jeque aprovechó para mandar a uno de sus sirvientes a recoger una de las cabezas que estaba relativamente indemne. Con una gigantesca cimitarra le arrancó la cabeza a una rubia pequeñita de nariz larga y labios jugosos. El hombre la cogió por la melena y la llevó ante el jeque con exageradas muestras de respeto.
El disparo había destrozado la columna vertebral de la zombi a la entrada del pecho con lo que la cabeza estaba entera salvo una muesca en la oreja. El rey Mahmud sonrió al ver como la cabeza olfateaba y abría la boca hambrienta al sentir el calor de un ser humano cerca.
El sirviente del jeque sacó una pequeña nevera del maletero del coche y la abrió frente a su jeque, que después de observar con atención su trofeo, lo introdujo en ella con una sonrisa de extrema satisfacción.
—Así se hace un buen negocio. —susurró el padre del rey a Fele dándole un ligero codazo.
El jeque estaba satisfecho, pero había un par de extras en el programa. Se movieron unos seiscientos metros más calle arriba en dirección a una pub de moda en el barrio de Las Ventas que había estado en plena efervescencia de gente la noche que ocurrió el desastre.
Como Fele esperaba media docena de cadáveres frescos aparecieron por una esquina. El gobernador y el presidente hicieron amago de echarse la escopeta al hombro, pero Fele con un gesto se lo impidió.
Ajustándose el casco salió del todoterreno acompañado por Fredo que aunque se había quitado la armadura de cruzado por respeto al rey Mahmud no había renunciado a Julita.
En cuestión de segundos dos zombis se abalanzaron sobre ellos. A una seña de su jefe Fredo atacó al bicho más grande dándole un fuerte mazazo en el costado. El zombi rugió intentando atacarlo y ante el entusiasmo de los espectadores Fredo lo tiró al suelo con un movimiento de barrido y antes de que el zombi se pudiera levantar descargó la maza sobre su cabeza destruyéndola por completo.
Mientras su compañero entretenía al otro zombi, Fele recibió al suyo con una llave de yudo que lo inmovilizó contra el suelo. El zombi rugió cabreado, pero no había sido más que un adolescente canijo y no le costó demasiado tumbarlo en el suelo y ponerle una rodilla en los riñones mientras le colocaba una bridas en muñecas y tobillos.
El resto de los zombis se acercaron rápidamente menos una mujer que apenas podía moverse debido a los tacones de diez centímetros que llevaba puestos. Advirtiendo a todos que no tocasen a la mujer indicó a Fredo que se cargase a todos menos a un tipo que tenía pinta de ser el portero del pub.
El zombi era una mole de uno noventa de altura, más de cien kilos de puro músculo y una espantosa herida en el cuello. Fele se acercó a él y descargó dos puñetazos en su mandíbula con todas sus fuerzas. El zombi vaciló un segundo, pero con un grito se abalanzó sobre Fele que se apartó de su camino dejando la pierna atrás. La criatura tropezó y cayó de bruces sobre el suelo. Fele se tiró encima de él buscando sus brazos, pero el bicho era demasiado fuerte y se levantó con Fele agarrado a su espalda y descargando una lluvia de golpes sobre él. El zombi comenzó a retorcerse buscando el origen de los molestos golpes hasta que finalmente logró asir al GEO por un brazo y de un tirón se lo quitó de encima y lo lanzó por los aires.
Fele cayó sin resuello a cinco metros de distancia. Como pudo se levantó y se puso en guardia magullado pero afortunadamente ileso. El zombi estaba centrado en él, así que no se dio cuenta de que Fredo se lanzaba por detrás placándole a la altura de las rodillas y haciéndole caer de nuevo.
Esta vez el sargento no se entretuvo y se lanzó sobre el zombi con las bridas en las manos. Aquel bicho tenía una fuerza colosal, incluso con los dos GEOS encima se debatía a punto de levantarse. Estaban a punto de rendirse y volarle la cabeza cuando el sirviente del jeque llegó en su auxilio y les ayudó a maniatarlo y amordazarlo.
Con Fredo comentando lo contenta que se iba a poner la doctora con aquel ejemplar Fele se acercó a la mujer de los tacones que había optado por tirarse al suelo y caminar a cuatro patas hacia ellos.
La zombi había sido una joven espectacular de pelo negro y largo, unas piernas esbeltas y unas tetas grandes, todo apretujado en un escueto vestido de lentejuelas. Cansado de la pelea con el bicho anterior Fele no se recreó y dándole a la joven una patada en la cabeza aprovechó su momentáneo aturdimiento para inmovilizarla y arrastrarla al maletero del todoterreno de escolta dónde Fredo, con ayuda del moro estaba subiendo a los otros dos zombis.
Fele cerró el maletero con un juramento y fue entonces cuando los presentes prorrumpieron en una ovación. El sargento saludo incómodo mientras escupía una flema y Fredo repartía saludos y reverencias a partes iguales entre sus insignes espectadores.
—Hijo, ya sé que tu trabajo es una putada. —dijo el padre del rey— Pero no sabes la envidia que me das.
Sin saber que responder Fele se encogió de hombros y se recostó en el cómodo asiento del Mercedes mientras esperaban la sorpresa final.
La comitiva se desplazó unos cientos de metros hasta llegar a una amplia plaza que consistía en un superficie plana y circular con suficiente amplitud y rodeada de edificios en construcción, adecuada para lo que la ministra del interior había pensado.
Antes de que el rey Mahmud preguntase por qué habían parado allí. Fredo lanzó una mezcla de bengalas y cohetes que estallaron justo en el otro extremo de la plaza.
Tal como esperaban en pocos minutos un respetable número de zombis se arremolinaron en el lugar husmeando y soltando roncos alaridos. Desde una cómoda distancia los cazadores observaron e instintivamente todos se preguntaron que se les estaría pasando por la cabeza a esos seres.
Con un gesto disimulado Fele sacó una radio y dio una corta orden. Tardaron apenas quince segundos en llegar desde sus posiciones de escolta y el estruendo de sus rotores sorprendió a los ocupantes del Mercedes.
Los tres helicópteros Tigre estaban unos veinte metros por encima de ellos rozando las azoteas de los edificios con sus patines. Mientras el rey emérito le contaba las bondades de los nuevos helicópteros, los pilotos giraron el morro en dirección a la masa aullante que al fin se había dado cuenta de dónde estaba la carne y se dirigía hacia ellos hambrienta.
A continuación todo ocurrió en cuestión de segundos el primer helicóptero abrió fuego con su cañón automático de veinte milímetros partiendo por la mitad las primeras filas de criaturas. La visión de miembros humanos y vísceras ennegrecidas volando por los aires no fue nada comparada con la explosión de los tres primeros cohetes.
Una inmensa bola de fuego cubrió a la multitud para luego expandirse y azotar a los presentes primero con la onda expansiva y luego con una vaharada de aire caliente que los envolvió.
Un intenso olor a carne socarrada invadió la plaza mientras los helicópteros giraban y totalmente sincronizados acometían un espectacular baile de muerte y destrucción lanzando cohetes y enviando cortas ráfagas de fuego de veinte milímetros limpiando las calles adyacentes hasta dejar todo el barrio limpio.
Los cazadores tardaron unos segundos en darse cuenta que el espectáculo había terminado. Los oídos les pitaban y la piel les picaba como si hubiesen estado demasiado tiempo al sol, pero la cara de entusiasmo del rey árabe no dejaba lugar a dudas, la exhibición había sido todo un éxito.
Con una gesto Fele dio la orden de retirada y los coches se pusieron en marcha con los helicópteros vigilando de nuevo invisibles en las alturas. En el tiempo que tardaron en llegar de nuevo al Escorial el sargento vio como el instinto del viejo rey para la diplomacia no se había oxidado, había conseguido arreglar el problema del tren e incluso consiguió arrancarle la promesa de compra de una docena de Tigres para su evaluación con vistas a hacer un pedido mayor.
Finalmente las seis ruedas del Mercedes se pararon en la puerta del palacio donde les esperaba un refrigerio a los cazadores. Fele salió de un salto y se apresuró a abrir la puerta a los dos hombres que charlaban en inglés animadamente. Desde la puerta la ministra les esperaba, tan elegante como siempre con las manos cruzadas bajo el pecho. Fele le hizo una leve y fría inclinación de saludo que la ministra no se dignó a responder y subió al Mercedes para llevar a los zombis capturados al CAPEZ.
Atlanta. Veintiocho de julio, 8.30h.
El ruido de las tragaperras y las luces del casino le resultaban estridentes e incómodos. Se sentó en una de las mesas del bar y una camarera escasamente vestida se inclinó ante él sonriendo y sirviéndole un Manhattan a la vez que le enseñaba buena parte de sus jugosos melones.
John pegó un trago a su combinado y mientras observaba el culo de la camarera alejarse camino de la barra se revolvió nervioso en su asiento. Tras recoger el mensaje de Vicenzo en su apartado de correos solicitando una reunión en persona John había dejado de pensar en la próxima misión como dinero fácil. Que el mafioso no quisiese entrar en detalles por los medios habituales le decía que iba a ser una misión difícil.
Se revolvió en el asiento unos minutos más antes de que un hombre delgado y de abundante pelo negro, vestido con un elegante traje hecho a mano, se sentó frente a él.
—Usted no es Vicenzo.
—Muy observador, —dijo el recién llegado— soy Libio, el consejero de Vicenzo y su representante en este tipo de negociaciones.
—¿Cómo sé que es quién dice ser? —preguntó el asesino.
—El señor Badalamenti me encargó que le diese esto. —dijo el hombre entregándole medio billete de cien pavos que John comparó con la otra mitad que había recibido en el apartado de correos.
John los comparó y tras comprobar que encajaban perfectamente se relajó y pudo preguntar al fin que era lo que querían de él.
Lo que Libio le propuso le dejo sin habla. Una misión en un país extranjero, que requería un equipo de al menos media docena de hombres y en la que la discreción quedaba en segundo plano por detrás de asegurarse de conseguir el objetivo. No tendría una segunda oportunidad.
Conocía a gente de su antiguo trabajo para una empresa de seguridad privada en Irak, pero los costes iban a ser astronómicos y estaba el problema de conseguir armas en un país donde estaban rigurosamente controladas. Cuando le expuso el problema a Libio este le dio un cheque en blanco y le dijo que las armas ya estaba en camino en un avión de carga como valija diplomática del ministerio de agricultura de Senegal. Para cuando llegara con su equipo, las armas les estarían esperando en un piso franco en la ciudad de destino.
El regateo continuo durante una hora más y tras un par de combinados consiguió sacarle a Libio una cantidad astronómica de dinero. Con la impresión de que aun podía haber sacado algo más se despidieron con un apretón de manos y John terminó su combinando mientras hacía una lista mental de candidatos para le misión.
Con una sonrisa de satisfacción se levantó y pensando que un día era un día se dirigió a la mesa de blackjack dispuesto a apostar un par de miles y tuviese suerte o no, terminaría la noche con una puta de las caras.
GUÍA DE PERSONAJES DE WORLD WILDLIFE ZOMBIE:
Carlos y Fernando: amiguetes y porreros que roban a la bruja.
Doña Escotofía Martínez: bruja perteneciente a una antigua estirpe de brujas que huyeron de Centroeuropa en la edad media propietaria de un poderoso libro de magia.
Josele el hurón: traficante y colega de Carlos y Fernando.
Rafael "Fele" Arienza: Sargento de los GEOS.
Nuno rodríguez: El más veterano de los compañeros de Fele.
Fredo: compañero de Fele.
Reinaldo: el novato del grupo de Fele.
Clara Ayuso: Ministra del interior.
Margarita Alcazar : Vicepresidenta del gobierno.
Martín Gálvez: Gobernador civil de Madrid.
Conchita Cerrón: Prostituta de lujo especializada en dominación.
Agustina Juárez y Alberto Yeres: periodistas en plan freelance antiguos trabajadores de Telecinco.
Vicenzo Badalamenti: empresario del juego en Las Vegas.
Libio: consejero de Vicenzo.
Padre Giusseppe Mattiaci: Miembro de la congregación para la doctrina de la Fe emviado por el Papa.
Cecilia y Lily: Activistas de un grupo defensor de los derechos de los animales.
Manuel Llopart: Director del CESIC.
Pedro Molina: Coronel del ejercito de tierra jefe de la sección de guerra química y bacteriológica.
Isabel Jover: Neuróloga becada por el CESIC.
Fernando : Tertuliano de la pajarita en el programa de Al Rojo Escocido.
Pili : Tertuliana del pelo rubio en el programa de Al Rojo Escocido.