World Wildlife Zombie XV

Nuno cogió el recipiente y dejó caer el liquido templado por la línea media del cuerpo de la bruja desde el cuello hasta el pubis. A continuación tiró el tarro al suelo y se subió a la mesa colocándose sobre ella y extendiendo el aceite sobre su cuerpo.

Consejo de Ministros, Palacio del Escorial. Veintisiete de julio 9.30h.

—Bien, esto... Parece que estamos todos. Deberíamos empezar.

—Ante todo bienvenido, señor presidente. —dijo el rey incapaz de resistirse— ¿Han ido bien las negociaciones en Estrasburgo?

—Bien, Bien, Majestad, gracias por preguntar. Creo que pronto tendremos buenas noticias.

—¿Pero aun no hay nada concreto? —preguntó el alcalde sin ciudad compungido.

—Espero una llamada de Mario Draghi de un momento a otro. ¿Y qué tal por aquí?

—De mierda hasta el cuello, —dijo la ministra del interior adelantándose a la vicepresidenta que hacía evidentes gestos de disgusto por verse desplazada a un segundo plano— pero tenemos un plan en marcha que puede devolvernos la iniciativa y hasta podría hacernos ganar las próximas elecciones...

La cara de disgusto del presidente fue cambiando paulatinamente hacia la sorpresa  a medida que Clara le contaba los detalles de lo que estaban organizando para terminar mostrando una tímida sonrisa. El asunto de los zombis fue seguido en el orden del día por el del realojamiento de los desplazados que iba incluso más rápido de lo esperado. Con satisfacción pudieron comprobar que los primeros madrileños eran realojados en la urbanización abandonada de Seseña mientras la diputación trabajaba a marchas forzadas para dotar de servicios al lugar y terminar de acondicionar las viviendas que no habían sido rematadas.

El resto comenzarían a marchar a distintos puntos de la comunidad y del país en menos de una semana.

A pesar de la crisis había un país que gobernar, así que el resto de la reunión se dedicó a temas más mundanos. Se aprobaron varios paquetes de ayudas a Pymes para intentar reactivar la economía y se tomaron medidas para limitar la fuga de capitales en unos momentos tan críticos.

Estaban a punto de terminar cuando el rey tomo la palabra:

—Se que no es un buen momento, pero como saben el proyecto del tren de alta velocidad  a Al Mansur está en peligro por las peleas entre el presidente de Intervial y el de Entramados y Destrucciones.

—Sí, alguna noticia me ha llegado. —dijo el ministro de industria— Por lo que me han dicho los del CNI el rey Mahmud esta tan cabreado que está pensando en darles la patada.

—El caso es que el rey está de vacaciones en Marbella y esta sería una buena ocasión para que mi padre, que lo conoce bien, tuviese una conversación informal con su majestad.

—No es mala idea. ¿Pero con qué excusa podríamos reunirlos?

—Creo que no sería mala idea una cacería. —dijo el rey.

—Estupendo, —replicó el presidente— precisamente el presidente de Eslovenia me ha regalado una Fabbri que ardo en deseos de probar. Podríamos organizar una montería en Extremadura.

—Señor presidente, creo que su majestad no se refería a ir a cazar ciervos precisamente... —dijo la ministra del interior con tacto.

—¿Cómo?¿Qué? ¡Ahh! —dijo finalmente.

—Exacto, creo que podríamos llevarle de safari por Madrid con mi padre para que cazase unos cuantos zombis y dejar que se lleve un par de trofeos. Si lo hacemos, mi padre está seguro de que podrá convencerle para que reconsidere su postura. El resto depende de esos dos alcornoques.

—De eso me encargo yo. —dijo el ministro de industria no permitiré que esos gilipollas jodan un negocio de más de mil millones de euros, ahora más necesarios que nunca.

—Está bien, entonces decidido. —intervino Clara— Yo misma en persona me encargaré de organizarlo todo. ¿Para cuándo piensa su majestad que podría ser la cacería?

—Ese es el mayor problema. El rey Mahmud estará solo cuarenta y ocho horas más en nuestro país, así que andamos un poco cortos de tiempo.

—Mmm, no hay problema creo que mañana por la mañana podré tener listo un operativo. —dijo la ministra del interior.

—Solo una cosa más. —dijo el rey para terminar— Mi padre conoce bien al rey Mahmud y sabe que le gusta disfrutar de la sensación de peligro, así que será mejor usar el menor personal posible.

—De acuerdo, le daremos tres hombres más su escolta personal y el resto de la protección la haremos desde el aire con Tres helicópteros Tigre cargados de cohetes de 70mm hasta las cejas.

—¿Alguien quiere puntualizar algo? —dijo la vicepresidenta intentando captar un poco de protagonismo.

Tras unos segundos de silencio la vicepresidenta dio por aprobada la moción y despidió a los participantes convocándolos de nuevo en dos días. Clara salió como un tiro de la sala de reuniones intentando evitar a la vicepresidenta mientras organizaba mentalmente la expedición del día siguiente.

Bar Camacho, Humanes. Veintisiete de julio, 10.00 h.

No había tenido mucho tiempo para buscar un lugar decente así que cuando salió de la base con un coche prestado no se partió demasiado la cabeza y entró en la primera cafetería que le pareció medianamente decente. El mobiliario era de formica y eskay bastante pasado de moda,  pero el chocolate y los churros resultaron ser excelentes.

Tal como había quedado con ella hacía un par de horas Celia le llamó indicándole que estaba a quince minutos de allí. Isabel le dio la dirección y le dijo que no se retrasara mucho ya que no tenía mucho tiempo.

Mientras esperaba no paraba de pensar. Su cabeza era un revoltijo de sentimientos contradictorios. Deseaba seguir con su investigación sobre el alzheimer, pero aquellas criaturas eran fascinantes, no parecían tener sensaciones normales y tampoco pensamientos demasiado complejos ni otra necesidad que la de comer cualquier cosa palpitante.

La llamada de Celia no había mejorado la situación sino que había añadido nuevos interrogantes; ¿Estaba bien estudiar a esos zombis y tratarlos como si fuesen incluso algo menos que los animales? ¿Estaría cometiendo un delito al someterles a esos experimentos? ¿Debería permitir que aquella gente se cargase todo en lo que estaba trabajando? ¡Joder! ¿Por qué la vida tenía que ser tan complicada?

La llegada de una mujer de unos treinta y pico años con el pelo corto y vestida con un peto vaquero interrumpió sus pensamientos. Iba acompañada de una chica mucho más joven y guapa vestida con unos vaqueros ajustados y una camiseta de tiras. Miraron en torno suyo y no tardaron en localizarla.

La mujer del pelo corto fue la primera en acercarse y con una sonrisa tranquilizadora se acercó a ella mientras la joven se quedaba en la barra pidiendo dos chocolates más.

—Hola, soy Celia, tú debes ser la doctora Isabel Jover. —dijo tendiéndole la mano.

—Hola. —respondió la doctora lacónica mientras seguía estudiando a aquellas dos desconocidas—Tengo poco tiempo así que dime lo que quieres.

—Quiero saber como ha ocurrido todo esto y que estás haciendo exactamente.

—Al parecer todo esto ha ocurrido a consecuencia de un hechizo.

—¿Un hechizo? ¿Me estás tomando el pelo? —preguntó Celia sorprendida.

—Me creas o no eso es lo que me han contado. Al parecer un hechizo que estaba destinado a resucitar una persona se desmandó y ha terminado maldiciendo gran parte del área metropolitana de Madrid.

A continuación la doctora le contó lo que sabían sobre aquellos seres.

—¿Qué pretende el gobierno?

—Aun no lo sé, de momento me han facilitado un par de ejemplares para que los estudie, pero no me han dado instrucciones concretas.

—¿Se les trata humanitariamente?

—¿Estás de coña? —preguntó la doctora— Estoy segura de que no has visto ningún bicho de esos, si no, no serías tan comprensiva. Esas cosas no parecen tener ningún tipo de sentimiento ni siquiera respiran como un ser normal. No se puede razonar con ellos ¿Cómo quieres que los trate como a humanos?

—No me refería exactamente a eso. Solo quiero decir que deberían tener derechos. El gobierno no debería exterminarlos como a ratas o tratarlos como objetos.

—¿Y qué es lo que quieres de mí?

—Quiero que me lleves hasta el lugar dónde los estás investigando, quiero obtener pruebas de lo que está haciendo el gobierno para denunciarlo. Es nuestro deber informar a la opinión pública de lo que se está haciendo ahí.

—No sé si estoy de acuerdo contigo. Creo que es importante saber más sobre estas criaturas y no tenemos tiempo para andar con sutilezas.

—Por favor, piénselo. Hay una nueva especie. Debemos protegerla no torturar y exterminar sus individuos.

—No. —dijo Isabel levantándose— Creo que no sabéis en lo que estáis metidas. Esto no es una especie, son engendros sin sentimientos y creo que el gobierno hace bien en estudiarlos y en pensar cómo deshacerse de ellos.

—Pero ...

—Lo siento, pero no puedo ayudaros.

Estaba decidido, esas dos mujeres eran un par de majaras. Estaba claro que esos monstruos no eran seres vivos que se debieran proteger. Sin dejarles decir nada más se despidió y subió al coche arrancándolo sin darse cuenta que un Prius arrancaba y la seguía cincuenta metros por detrás de ella.

Sótanos del monasterio del Escorial. Veintisiete de julio, 11.00h.

Las últimas veinticuatro horas habían sido una pesadilla. Tras la brutal sesión de sexo a manos de los esbirros del padre Matiacci la habían dejado descansar apenas cuatro horas antes de que el padre en persona hubiese vuelto a la carga.

Sin ningún rastro de misericordia la había enganchado al potro y había tenido el honor de ser la primera mujer en Europa que volvía a ser víctima de aquel cruel instrumento en tres siglos. Sus articulaciones fueron distendidas hasta llegar al punto de casi descoyuntarse, pero Matiacci parecía tener el diabólico instinto de saber cuando no debía estirar más. Mientras lo hacía, sin apenas manchar de sudor su impecable camisa de Armani, no paraba de hacer las mismas preguntas. ¿Cuántas brujas constituyen tu aquelarre? ¿Dónde se esconden? ¿Cómo se puede revertir la maldición?

Continuó así durante lo que le parecieron años. Había que ver lo despacio que pasaba el tiempo cuando uno se estaba divirtiendo. Y el padre no dejaba de hacer las mismas preguntas alternándolas con raras oraciones en latín orientadas a debilitar su poder.

Cuando se cansó de estirar sus músculos y ligamentos, cargó con su cuerpo tembloroso y atándola a un cepo, le puso una mordaza y le sometió a una dolorosa sesión de azotes. Todo su cuerpo  volvió a enrojecer e inflamarse de nuevo. Le ardía cada milímetro de piel y el roce de la mordaza había provocado escoriaciones en la comisura de la boca.

A pesar de poder evadirse de una parte del dolor que el hombre le infringía, con el paso del tiempo su poder iba disminuyendo y el dolor, unido a la deshidratación, hacían que cada vez estuviese más cerca de desvanecerse.

El muy hijoputa se dio cuenta y le quitó la mordaza para darle agua. La bruja bebió el agua con avidez, dejando que escurriese por su cuello y entre sus pechos mezclándose con el sudor y la sangre que manaba de las finas heridas aliviando ligeramente su sufrimiento. Escotofia lanzó una mirada desafiante intentando seducirle pero no sirvió de nada. Le volvió a hacer las mismas preguntas y al no obtener más que silenció le puso la mordaza, le ató boca arriba a una mesa y comenzó a azotar la parte anterior de su cuerpo con la misma determinación.

En la profundidad de las mazmorras no llegaba la luz del sol así que solo podía calcular el paso del tiempo contando los latigazos. Tras los primeros cincuenta Escotofía perdió la cuenta y unas horas más tarde perdió definitivamente el conocimiento...


No sabía cuánto tiempo había dormido, pero no debía ser mucho ya que se sentía totalmente agotada. El agua helada que le echaron por encima los esbirros de Matiacci alivió el ardor que se extendía por toda su piel.

El negrazo la cogió por su melena, ahora mugrienta y pastosa y la arrastró de nuevo en dirección a la sala de torturas. Sin fuerzas, la bruja se limitó a agarrase la melena para aliviar el lacerante dolor mientras la arrastraban por el duro suelo.

Cuando finalmente le soltaron, estaba de nuevo desnuda en el suelo de la mazmorra en medio del circulo de tres hombres que la miraban con evidentes muestras de sádica lascivia.

En esta ocasión fue Martino el que tomó la iniciativa y la ayudó a levantarse. A pesar de que sus caricias no eran violentas su piel hipersensible por los continuos castigos protestó con aguijonazos de dolor. Escotofia se mordió el labio para no gritar y sonriendo se contoneó intentando atraer las miradas ansiosas de los tres hombres.

Dejando que ellos tomasen la iniciativa se quedó quieta dejando que observaran su pechos grandes e inflamados por los golpes y su cuerpo lleno de verdugones. Con el cabello mojado y tiritando de frío parecía la viva imagen de la indefensión. Ángelo se acercó y sonriendo le retorció los pezones. La mujer gimió y un grueso lagrimón corrió por su cara.

—Adelante, puta del demonio. —dijo el negro— De nada te servirán esas lágrimas de cocodrilo.

Escotofia intento insultar a esa bestia, pero tenía la boca tan seca que de ella solo salió un ronco graznido.

Antes de que pudiera decir más Vitorio le obligó a arrodillarse y le metió la polla en la boca. El sabor a sebo y a sudor casi le hizo vomitar. Intentó escupirla para poder respirar, pero aquel cerdo le dio un bofetón que le hizo volver la cara.

En ese momento vio como una figura encapuchada asomaba por la puerta. Instintivamente supo que no podía ser otro, así que recurriendo a todas las fuerzas que le quedaban se levantó y comenzó a acariciarse el cuerpo irritado y sudoroso.

A pesar del dolor sus dedos supieron encontrar las zonas más sensibles y placenteras haciendo que pronto comenzase a gemir. Intentando mantener la atención de los tres hombres fija en ella, retrasó su cuerpo hasta tropezar con Ángelo y comenzó a frotar su culo contra su entrepierna a la vez que se acariciaba los senos y la entrada de su coño.

Los hombres estaban hipnotizados por los movimientos de la mujer hasta que Ángelo se sacó la polla de entre los hábitos y se la metió a la bruja en el culo. Escotofia gimió y con sus dedos separó los labios de su vulva desafiando a Martino que no se dejó intimidar y cogiendo sus piernas la penetró por delante.

Los dos hombres comenzaron a embestirla mientras Escotofia gritaba, les insultaba y reía como una posesa. Vittorio observaba la escena y sobaba los pechos de la mujer mientras se masturbaba.

El dolor y el cansancio parecieron esfumarse al ver como la figura, sin quitarse la capucha, se acercaba por la espalda de Vittorio sin hacer ningún ruido. Convencida de que llegaba su salvación comenzó a agitarse como una posesa y a gritar aun más fuerte para ocultar cualquier ruido que pudiera delatar a su salvador.

Cuando se dieron cuenta de lo que pasaba Vittorio estaba inconsciente en el suelo. Ángelo se separó inmediatamente haciendo frente a su agresor mientras que Martino intentaba librarse infructuosamente de la bruja que abrazada a él con sus piernas le arañaba y le mordía presa de un furor demoníaco.


Nuno se deshizo del engorroso hábito que le impedía los movimientos y lanzándolo a la cabeza de Martino se enfrentó a Ángelo. El gigantón no era manco. Acercándose a él le lanzo dos potentes directos que Nuno esquivo por los pelos.

Sabía que no tenía mucho tiempo antes de que el otro hombre se deshiciese de la bruja, así que se lanzó sobre el hombre protegiéndose la cabeza con los brazos desviando otros dos puñetazos y le lanzó una patada a la rodilla.

El negro era todo fuerza bruta, pero no estaba acostumbrado a pelear con un profesional, no vio el golpe con la suficiente rapidez para apartar la pierna y el pie de Nuno impactó con un crujido en la rodilla derecha del fulano.

En vez de colocarse en guardia el hombre soltó un grito e hizo el gesto de tocarse el miembro lesionado. Nuno no desaprovechó la ocasión y le arreó un patadón en los testículos que le hizo caer en el duro suelo en posición fetal soltando un apagado gemido.

Cuando se volvió vio como Escotofia seguía subida a Martino golpeándolo y chillando mientras el cura intentaba quitarse el hábito que tenia enredado en torno a su cabeza.

Con la mirada fija en aquel gusano Nuno se acercó, empujó su hombro hacia atrás hasta hacerle vacilar y con Escotofia aun subida a él le cogió por la cabeza y estampó su nuca contra el borde de la mesa.

El esbirro murió sin darse cuenta con su polla aun dentro del coño de la bruja.

Nuno se acercó a ella y cogiéndola por el cuello le dio un salvaje beso.

—Has tardado. —le espetó ella devolviéndole el beso.

—Aproveché para rezar un par de rosarios de camino aquí. ¿Dónde está el hijoputa de Matiacci?

—Supongo que descansando. Normalmente se turnan para mantenerme entretenida la mayor parte del día. ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Demasiado —dijo el GEO acariciando con suavidad los pechos en carne viva de la mujer.

Escotofia iba a resistirse, pero descubrió que algo comenzaba a despertar en su bajo vientre. A pesar de haber sido salvajemente maltratada, o precisamente por eso, no protestó sino que dejó que el hombre le subiera al caballete al que había estado atada hacía no tanto y separase sus piernas.

Con un gesto delicado el policía cogió un cubo de agua fresca destinado a despertarla cuando perdía el conocimiento y arrancando un pedazo de su camisa lo empapó y le limpió los churretones de la cara.

El agua fresca corriendo por su frente y sus mejillas pareció revivirla y agradeció el gesto del hombre con un sonrisa. Con cuidado le limpió los labios evitando las grietas que se habían producido por el maltrato y la deshidratación y los besó, esta vez con suavidad. La saliva de Nuno inundó su boca con su sabor áspero a tabaco y la bruja la bebió sedienta mientras le chupaba la lengua cada vez más encendida de deseo.

Con un jadeo Nuno se separó y siguió lavando y refrescando su cuello y sus brazos. Aclaró el improvisado trapo y le limpió los pechos enrojecidos y marcados con pequeños derrames, pero con los pezones duros por las frescas caricias. Besando cada centímetro de piel que limpiaba bajó hasta su vientre  para a continuación rodear su cintura. Ante la visión de su espalda Nuno no pudo evitar separarse un momento y arrear una serie completa de patadas a los dos felones que aun respiraban.

A pesar del cuidado con el que realizaba la limpieza Escotofia no pudo evitar soltar un par de gemidos. Cuando terminó, bajó hasta sus piernas y limpió el interior de sus muslos haciendo que los gemidos de dolor se transformasen en jadeos de placer.

Nuno se entretuvo limpiando y besando las piernas y los pies antes de acercar el trapo a su sexo. Todo su cuerpo se estremeció y Escotofia incapaz de contenerse más le cogió la mano y le obligó a tirar el trapo al suelo mientras le abría la bragueta  buscando su polla desesperadamente.

Nuno no se hizo de rogar y  cogiendo la polla se coló entre sus piernas. Entró con suavidad alojando su verga en el fondo del coño de la bruja que gimió y se estremeció de placer.

La bruja se abrazó a él que la levantó en vilo y comenzó a penetrarla sin apresurase, disfrutando de tener de nuevo el cuerpo de ella en sus brazos. Los movimientos se hicieron más rápidos y Nuno se tumbó en el suelo dejando que fuese ella la que llevase el ritmo mientras acariciaba sus pechos y sus pezones.

Escotofia apoyó sus manos sobre los hombros de él y comenzó a clavarse el miembro duro y ardiente del GEO hasta que no pudo aguantar más y se corrió con un largo gemido.

—¿Qué coños? —dijo el padre Matiacci al entrar en la sala de torturas.

La voz de Matiacci hizo que Nuno reaccionase automáticamente y sin cambiar de postura sacó la sig-sauer de la sobaquera y disparó dos veces al cura.

La primera bala se fue alta, pero la segunda impactó en el hombro del inquisidor derribándole.

Nuno se levantó negándose a soltar a Escotofia y después de comprobar que Matiacci no iría a ninguna parte  apoyó a la mujer contra la pared y siguió follándola hasta vaciarse totalmente en su interior.

A continuación se metió la polla en el pantalón y con un gesto de despreció se acercó al cura que intentaba no demostrar el intenso dolor que sentía.

Una cosa era matar a uno de aquellos verdugos y otra a un legado papal así que tras cerciorarse de que la herida era limpia la vendó con un trozo de hábito y lo arrastró junto con sus esbirros a la celda dónde había estado encerrada Escotofia.

—Piénsalo bien, hijo. —dijo el inquisidor apretando los dientes— Si sigues con esto quedarás condenado para toda la eternidad. Irás al infierno.

—Entonces nos veremos allí, seguro que tú amigo ya está jugando al póquer con Saddam Husseim. —dijo señalando a la sala de torturas dónde yacía Martino y cerrando la puerta.

Tras asegurarse de que la puerta era sólida y estaba bien cerrada cogió a Escotofia en brazos y volvió a subir las escaleras. Era la hora del ángelus y el almacén y las cocinas estaban desiertos. Nuno sentó a Escotofia en un pequeño escabel, cerró la puerta y trasteó con la cerradura hasta inutilizarla. Después colocó la alacena y se volvió hacía la bruja que se había acercado cojeando a una estantería donde había hierbas medicinales y estaba cogiendo algunas de ellas.

—¡Vamos ayúdame con esto! ¡No tenemos mucho tiempo! —dijo la mujer pasándole un tarro con un aceite de olor denso y penetrante.

Tras hacer la selección fueron a la cocina que también permanecía desierta y se tumbó sobre una gran mesa Nuno cogió un trapo, lo humedeció en un recipiente en el que la bruja había mezclado distintas hierbas con agua templada y siguiendo las indicaciones de Escotofia le lavó todo el cuerpo con él. El GEO no pudo evitar volver a empalmarse mientras lavaba con suavidad el cuerpo desnudo de la mujer.

Escotofia notó casi instantáneamente el alivió allí por donde pasaba el trapo de Nuno. Las hierbas de la infusión, ayudadas por un sencillo conjuro de curación bastaron para reconfortarla y  eliminar el dolor ya que las heridas eran en su mayoría superficiales. El hombre le dio la vuelta con suavidad y se dedicó a hacer lo mismo en su espalda. Aquí tardo más en producirse el efecto ya que los daños eran mayores.

Una vez su cuerpo estuvo limpio y reconfortado la bruja le alargó un recipiente con aceite de argan y otro con sándalo y le ordenó mezclarlos y aplicarlos por su cuerpo desnudo. Oyó como el trapo caía al suelo con un ruido húmedo y a continuación sintió las cálidas y suaves manos del policía extendiendo el aceite por su espalda lentamente, dejando que  la bruja sintiese como los irritados poros de su piel absorbían sedientos el aceite.

Cerró los ojos y sin dejar de recitar el conjuro se abandonó al placer que sentía cuando las manos de Nuno bajaron hasta su culo y amasaron con suavidad sus cachetes, sus piernas sus gemelos y se recreaba en su pies. Olvidando la salmodia sintió como el hombre doblaba su pierna y se concentraba en la planta de sus pies para luego explorar y entrelazar los dedos de sus manos con los de sus pies obligándola a ahogar un suspiro de satisfacción.

Esta vez fue ella la que se dio la vuelta anhelando de nuevo las manos del aquel hombre sobre su piel. Nuno cogió el recipiente y dejó caer el liquido templado por la línea media del cuerpo de la bruja desde el cuello hasta el pubis. A continuación tiró el tarro al suelo y se subió a la mesa colocándose sobre ella y extendiendo el aceite sobre su cuerpo.

Escotofia volvió a perder el hilo de su conjuro cuando las manos del policía acariciaron sus pechos y se cerraron sobre sus pezones. La bruja gritó indignada, pero el hombre aprovechó para inclinarse y darle a la mujer un beso largo, húmedo, caliente y espeso como el aceite que le acababa de aplicar. Las campanadas que indicaban el final del ángelus les obligaron a interrumpir su sesión de masaje.  Con un "joder" que se tuvo que tragar Nuno ayudó a levantarse a la bruja y vistiéndola con un  hábito que había cogido del almacén salieron en silencio de las cocinas.

—Ahora saldremos de aquí y desapareceremos hasta que todo se haya calmado. —dijo él.

—No, —respondió Escotofia— Quiero el libro... y quiero venganza.

GUÍA  DE PERSONAJES DE WORLD WILDLIFE ZOMBIE:

Carlos y Fernando: amiguetes y porreros que roban a la bruja.

Doña Escotofía Martínez: bruja perteneciente a una antigua estirpe  de brujas que huyeron de Centroeuropa en la edad media propietaria de un poderoso libro de magia.

Josele el hurón: traficante y colega de Carlos y Fernando.

Rafael "Fele" Arienza: Sargento de los GEOS.

Nuno rodríguez: El más veterano de los compañeros de Fele.

Fredo: compañero de Fele.

Reinaldo: el novato del grupo de Fele.

Clara Ayuso: Ministra del interior.

Margarita Alcazar : Vicepresidenta del gobierno.

Martín Gálvez: Gobernador civil de Madrid.

Conchita Cerrón: Prostituta de lujo especializada en dominación.

Agustina Juárez y Alberto Yeres: periodistas en plan freelance antiguos trabajadores de Telecinco.

Vicenzo Badalamenti: empresario del juego en Las Vegas.

Libio: consejero de Vicenzo.

Padre Giusseppe Mattiaci: Miembro de la congregación para la doctrina de la Fe emviado por el Papa.

Cecilia y Lily: Activistas de un grupo defensor de los derechos de los animales.

Manuel Llopart: Director del CESIC.

Pedro Molina: Coronel del ejercito de tierra jefe de la sección de guerra química y bacteriológica.

Isabel Jover: Neuróloga becada por el CESIC.

Fernando : Tertuliano de la pajarita en el programa de Al Rojo Escocido.

Pili : Tertuliana del pelo rubio  en el programa de Al Rojo Escocido.