World Wildlife Zombie X

Lo único que se me ocurre es doblegar a la bruja para que se arrepienta y colabore, pero para eso necesitaría llevarla a la zona del monasterio, a las antiguas estancias reservadas al santo oficio, allí tengo herramientas adecuadas.

Despacho del gobernador civil. Veinticinco de julio, 10.15h.

Cuando se sentó en el escritorio Gálvez no podía creer su suerte. De estar todos acabados políticamente, habían pasado a estar a un paso de conseguir que el país se convirtiese en una potencia económica mundial, solo había que gestionar bien aquel desastre. Lo primero que hizo fue hablar con el presidente de la comunidad para que se pusiese a negociar con los americanos. Ahora la cosa había cambiado y le dijo al presidente que no se precipitase y que empezara  de nuevo con las negociaciones.

Cuando colgó llamó inmediatamente al director del CSIC.

—Hola Manolete, ¿Cómo va eso majote?

—Ya ves, aquí, un poco liado. Haciendo recuento de todo lo que hemos perdido con esta catástrofe.

—Va, déjate de chorradas, —dijo el gobernador— eso no es lo importante. Lo verdaderamente crucial es saber lo que nos queda. ¿Tenemos alguna instalación de investigación lo suficientemente grande y discreta para abordar un proyecto de alto secreto?

—Tenemos el laboratorio de Algete, pero lo conoce todo el mundo y ahora mismo con los de la capital cerrados y abandonados está de trabajo a tope. —dijo Rafa desde el otro lado de la línea.

—No, necesito algo más apartado, con instalaciones para manejar animales peligrosos y que no haya demasiada gente trabajando en ellos para poder desalojarlo y meter a nuestra gente.

—Mmm, creo que tengo lo que estás buscando. Es una fábrica de productos cosméticos y farmacéuticos. Lleva embargada desde el principio de la crisis. Es bastante grande y tiene una cuarta parte de su superficie dedicada a la investigación. La última vez que la vi estaba bastante bien equipada y tenía animalario. ¿Qué estas tramando?

—Ese sitio promete, mándame a alguien que lo conozca y me lleve a inspeccionarlo.

—¿Qué está pasando? —preguntó el director — ¿Tiene algo que ver con esos bichos?

—Has acertado. Te voy a mandar a un coronel de ejército y quiero que entre los dos  seleccionéis un equipo. Quiero saber todo lo relacionado con los zombis, no repares en gastos a la hora de equipar la nave y tráeme los mejores investigadores que tengas, pero eso sí, deben ser fiables.

—De acuerdo. ¿Para cuándo los quieres?

—Ya hemos capturado los dos primeros especímenes. —respondió el gobernador— Muévete, cojones...

Ministerio de Industria de Italia. Veinticinco de Julio, 11.00h.

Vicenzo cogió el contrato que el ministro Foglione le ofrecía y dándole una copia al abogado empezó a echarle un vistazo ante las ansiosas miradas de sus interlocutores. Las negociaciones habían sido un éxito,  utilizando a Madrid como señuelo había conseguido que los italianos se bajasen los pantalones. Al fin había conseguido las dos mil hectáreas al lado del Vesubio, a tres kilómetros de Pompeya y entre las concesiones que les había sacado al gobierno y los tratos que había sellado con la mafia disponía de libertad de acción casi total.

Estaba revisando las últimas páginas del acuerdo cuando Libio, su mano derecha, se acercó con el móvil en la mano.

—Es el presidente de la Comunidad de Madrid, quiere hablar contigo, dice que es urgente. —le susurró Libio al oído.

—¿Qué diablos quiere ahora ese stronzo di merda? ¿Es que todavía no se ha enterado de que le estábamos tomando el pelo?

—Tiene una propuesta que dice que no podremos rechazar...

—Está bien, cinco minutos más no me mataran. —dijo el empresario

— Excusi signore, il teléfono.  —se disculpó en un horrible italiano mientras  salía de la sala de conferencias asegurando que volvería en un instante.

—¿Señor Badalementi?

—Sí soy yo.

—Soy el secretario personal del presidente y haré de traductor ya que mi jefe no entiende el idioma...

—Desembuche, que tengo prisa. —dijo Vicenzo lacónico.

—Verá, supongo que se habrá enterado de las dificultades por las que estamos pasando.

—Sí, su ciudad es ahora un nido de criaturas harapientas y sedientas de sangre.

—Exactamente, no lo podría haber descrito mejor, señor Badalementi. El caso es que aparte de la tragedia que supone estamos seguros de que esta es una importante oportunidad de negocio.

—¿Qué hay de rentable en un montón de zombis piojosos?

—En sí mismos no mucho, lo admito, pero lo rentable es lo que se puede hacer con ellos...

Los ojos del oscuro empresario se abrieron como platos a nuevas e increíbles posibilidades de negocio.

—Veo que lo ha cogido. —dijo el presidente al escuchar el prolongado silencio.

—¿Cuáles serían las condiciones?

—Tendría disponibles las trescientas hectáreas de las que habíamos hablado, eso sí a precio de mercado y además podrá alquilar edificios emblemáticos de la ciudad si lo desea. Las leyes de juego se mantendrán como hasta ahora y los sueldos de los empleados se deberán atener a la legislación vigente. A cambio podrá montar los casinos que quiera así como todo tipo de atracciones con los zombis. Yo no soy muy imaginativo pero se me ocurren peleas de gladiadores, actividades de aventura y le daremos cierto número de licencias de caza al año.

—Verá, ya casi tengo firmado el acuerdo con los italianos... —dijo el empresario intentando rebajar las condiciones.

—Me lo imagino señor Badalamenti, es usted muy dueño de firmar ese trato, estoy seguro de que la próxima persona a la que llame  se mostrara mas entusiasmada. Buenos días...

—Espere, espere. —dijo Vicenzo consciente de que con una competencia así su proyecto estaría muerto antes de empezar— Creo que debería ir para allá y discutir esto más tranquilamente.

—Estupendo, le estaré esperando. Páseme con su asistente y le enviaré mi nueva dirección. —dijo el presidente alternando los gestos de triunfo con los cortes de manga dirigidos contra el teléfono.

Vicenzo colgó el teléfono entre jodido y emocionado, como decía aquella sanguijuela, las opciones de negocio eran infinitas. Millones de americanos harían cola con sus pistolas y fusiles para meterse en su propio capitulo de El Virus VR. Las negociaciones iban a ser difíciles, pero estaba seguro de que si se hacía con la concesión, el resto de los casinos no tendrían ninguna oportunidad.

—Libio, dales largas, nos vamos ahora mismo a España. —dijo Vicenzo recogiendo su maletín y mascullando más excusas.

Despacho del Ministerio del Interior. Veinticinco de julio, 12.15h

—Bien, padre. ¿Alguna novedad? —preguntó la ministra saludando respetuosamente al legado.

—Me temo que no muchas. La bruja se obstina en no decir nada. He intentado hacer que se arrepienta de una vida de pecado, pero no es fácil y menos con los medios de los que dispongo aquí.

—¿Qué me puede contar? ¿Esta especie de maldición es permanente? ¿Hay alguna forma de deshacer el hechizo?

—Esa diabólica mujer es deliberadamente imprecisa, parece ser que no tiene una solución exacta debido a que los gilipollas esos realizaron mal la fórmula. Según he podido entender, lo normal es que si no se sigue la receta al pie de la letra no funcione, pero pasó lo menos probable y el hechizo se potenció. La bruja dice que si le dejamos el libro y tiempo para estudiarlo quizás pudiera dar con la solución aunque a mí me parece un truco para hacerse con el manuscrito y desaparecer para siempre.

—Ya veo, es una difícil situación.—dijo la ministra disimulando su entusiasmo— ¿Tiene alguna idea, padre?

—Tendría que consultarlo, pero creo que una bendición en un terreno tan extenso no serviría de nada. Lo único que se me ocurre es doblegar a la bruja para que se arrepienta y colabore, pero para eso necesitaría llevarla a la zona del monasterio, a las antiguas estancias reservadas al santo oficio, allí tengo herramientas adecuadas.

—¿Me está diciendo que la quiere torturar? —dijo Clara sin poder creer lo que oía— Perdone padre, pero a pesar de estar en Estado de Sitio, este sigue siendo un país democrático. No lo permitiré.

—Señora ministra... —dijo el padre Matiacci frustrado.

—No, es mi decisión definitiva. Puede darle un par de bofetones, privarla del sueño y tenerla retenida tanto tiempo como quiera, pero nada de daños físicos. ¿Me he explicado con claridad?

—Si señora ministra —dijo el padre girándose inmediatamente y abandonando el despacho de un portazo.

La ira le reconcomía. Como podía ser esa gente tan necia y no permitirle sacar toda la información posible de esa mujer. Tras años de búsqueda infructuosa, siguiendo pistas falsas o rastros ya fríos había conseguido atrapar a una bruja de verdad. Sabía que con una bruja de tercera o cuarta generación la privación de sueño o el encierro prolongado no servía de nada y necesitaba urgentemente que hablase.

Esa mujer no le había engañado. Sabía perfectamente que las brujas estaban constantemente en contacto y que intercambiaban información. Hasta estaba casi seguro de que tenían informadores en el Vaticano. Ni siquiera con este desastre las autoridades se daban cuenta de lo peligrosas que eran.

El padre Matiacci se paró en el pasillo y  respiró hondo, la ofuscación producida por la rabia y la impotencia fue pasando y fue sustituida por la determinación. Tenía que hacer hablar a esa puta del demonio.

Consejo de Ministros, Palacio del Escorial. Veinticinco de Julio, 16.00h.

Ante la ausencia del presidente, que no tomaría un vuelo de vuelta a España hasta la mañana siguiente la Vicepresidenta se encargó de presidir el consejo. Esta vez se había reservado un asiento al otro extremo de la mesa para el rey. A la reunión asistían todos los ministros que seguían vivos,  un par de secretarios de estado, el gobernador civil y el alcalde de Madrid y el presidente de la comunidad autónoma.

Tras despachar rápidamente los asuntos cotidianos y  decidir los nombres de los sustitutos de los desaparecidos entraron en materia.

—Creo que al fin tenemos la situación controlada. —dijo la vicepresidenta— ¿No es así Clara?

—Eso parece. —respondió la ministra del interior levantándose de su asiento— La zona de cuarentena ha sido aislada con éxito. Hasta ahora no tenemos noticias de que ningún zombi haya conseguido evadirse. La evacuación se está desarrollando con tranquilidad y orden y habrá finalizado ocho horas antes de lo previsto si todo va bien. Vamos a dejar un par de batallones para que patrullen constantemente la zona de cuarentena y pillen a los  saqueadores.

—¡Perfecto! —dijo la vicepresidenta— Creo que deberíamos dedicar una unidad permanente para que se dedicara a evitar los saqueos y la caza furtiva.

—Excelente idea señora vicepresidenta —dijo el ministro de defensa tan pelota como siempre— me pondré en ello inmediatamente.

—Además tenemos en nuestro poder el libro, a los dos gilipollas que han montado todo este lío y a la anterior propietaria del volumen.

—¿Qué habéis averiguado? —preguntó el rey.

—No mucho. La bruja se niega a hablar más que para decir que los tipos lograron esto de pura chiripa y que no sabe como enmendarlo y los dos gilipollas... bueno son un par de gilipollas que no sabían lo que hacían, nada más.

—¿Se les va a acusar de algún delito?

—A los dos gilipollas es fácil,  un delito de profanación de tumbas por cada una que han destrozado. También les podemos colgar el de asociación ilícita y el de homicidio involuntario de tres mil personas y otros cinco millones en grado de tentativa. Eso debería bastar para que estén cerca de un millón de años en la cárcel. La mujer ya es otro cantar. El delito de brujería no figura en el código penal desde finales del diecinueve y no tenemos pruebas de que haya hecho nada técnicamente ilegal. De todas maneras hemos mandado un equipo a su casa para que le pase el microscopio. Sabremos más mañana.

—¿Qué más sabemos de los zombis? —preguntó el ministro de justicia.

—Que no son personas físicas ni jurídicas. —dijo el ministro de sanidad intentando relajar un poco el ambiente con un mal chiste— En este momento estamos seguros casi al cien por cien de que las mordeduras no son mortales si se tratan con antibióticos. Hay que tener en cuenta que algunos de los cadáveres no se han lavado los dientes en décadas y una mordedura de un zombi de esos puede ser más ponzoñosa que la de una víbora si no se limpia y se trata adecuadamente. También se ha demostrado que los heridos que han muerto fuera del área de cuarentena no se ha transformado.

—Eso sí que son buenas noticias. —dijo la vicepresidenta alborozada —¿Qué más sabemos?

—Estamos dotando un nuevo laboratorio para investigar con detenimiento a esas criaturas y ya hemos capturado dos para comenzar los experimentos antes de veinticuatro horas. En este momento estamos reuniendo el mejor equipo de científicos posibles para formar el equipo de investigación. Tendremos médicos, matemáticos, fisiólogos, bioquímicos y  expertos en Welfare Quality.

—Se estará haciendo en secreto y reclutando a gente leal. ¿No? Ya sabes que las universidades están trufadas de gente del coletas...

—No te preocupes, —dijo el ministro— la mayoría los estamos sacando de los laboratorios. estatales, funcionarios de toda la vida y solo alguno especialmente escogido y totalmente leal en las universidades.

—¿Y de los americanos que sabemos?

—En cuanto les llamamos han dejado plantados a los italianos y se dirigen hacia aquí con el rabo entre la piernas. —dijo el presidente de la comunidad satisfecho— Pan comido estoy seguro de que aceptarán todas nuestras condiciones.

—¿Y mi ciudad? —dijo el alcalde con cara compungida— ¿Es que nadie está pensando en una manera de limpiarla y volver a hacerla habitable?

—Mira Marquitos, sé que es difícil de digerir, pero con las elecciones a la vuelta de la esquina sabías que tu tiempo estaba contado. —dijo el presidente de la comunidad— Deja ya de lloriquear.

—Además pasarás a los libros de historia. Dentro de cien años nadie recordará a Tierno Galván,  pero seguro que todos recordarán el nombre del último alcalde de Madrid. —dijo con sorna el ministro de industria.

El alcalde con un gesto hosco soltó un taco descargando toda su rabia e impotencia. Sabía que no había sido el mejor regidor de la Villa pero ahora pasaría a ser el último en unas nefastas circunstancias sobre las que no había tenido ningún control.

La reunión continuó con los detalles de las exigencias que les iban a hacer a los americanos. En un ambiente distendido y optimista y se dio por concluida cuando  el presidente de la comunidad tuvo noticias de que los empresarios habían aterrizado y estarían allí en menos de una hora.

Sala de audiencias del Escorial. Veinticinco de Julio, 19.35.

A Vicenzo le gustaba tenerlo todo controlado y saber antes de una negociación lo que iba a sacar a su oponente. La mayoría de las veces era así. Ya fuese mediante el soborno, la amenaza o la violencia siempre tenía controlada la situación. Por eso mientras subía por las imponentes escaleras de mármol se sentía tan sumamente incómodo. Esta vez eran sus enemigos los que tenían la mano ganadora. Lo único que podía hacer era controlar los daños.

En lo alto de la escalinata ya esperaban el presidente de la comunidad, el gobernador civil y un tipo delgado y de aspecto taciturno que le observó con detenimiento hasta parecer desnudo.

—Bienvenido, Vicenzo. Siento lo de la escalinata. —dijo el presidente al ver llegar al voluminoso empresario resoplando a su lado— Pero esto son unas instalaciones provisionales y me temo que en el siglo dieciséis no había ascensores. Creo que ya conoce al gobernador y este es José Pérez.

Después de estrecharse las manos brevemente el presidente tomó la delantera con el empresario a su lado. Mientras les llevaban a la sala de conferencias improvisada, el presidente de la comunidad le relató por encima la historia del edificio. Vicenzo no pudo evitar impresionarse ante la magnitud de las proporciones del palacio y la antigüedad del edificio.

Segundos después estaban en una gran sala de techos altos y paredes recubiertas de tapices. Mientras los asistentes preparaban la reunión Vicenzo dio una vuelta por la estancia admirando los tapices y cuadros que colgaban de la pared hasta que llegó a uno de los extremos de la habitación donde había un par de sillas de madera sobre un pedestal con un tapiz a su espalda en el que figuraba el escudo de España.

—Aquí se sentaba Felipe II para recibir las audiencias de personas de todo el mundo conocido de aquella época, desde embajadores chinos hasta indios aztecas.

Vicenzo observó las sillas de  madera labrada y aspecto incómodo e intentó imaginar el poder que se debía sentir manejando un imperio a capricho.

—Adelante, siéntese si quiere. —dijo el presidente.

Vicenzo agradeció el gesto pero rechazó la invitación pensando si le dejarían alquilar alguno de los palacios de la capital para montar allí un casino.

En un par de minutos estaba todo preparado y se sentaron a la mesa.

—Bien, aquí estamos. —dijo Vicenzo— ¿Qué es lo que me ofrecéis?

—La posibilidad de montar el mayor espectáculo del mundo. —dijo el presidente llevando la voz cantante— Señor Badalamenti le ofrezco la oportunidad de montar el mayor parque temático del mundo para adultos.  Creo que se puede imaginar la cantidad de posibilidades que tiene el disponer de una ciudad que se remonta a los visigodos y que ha sido la capital de un estado para usted solo.

—¿Será para mí solo? —preguntó el empresario desconfiado.

—Bueno, si cumple con nuestras exigencias. —replico el gobernador civil— Y siempre recordando que estará sometido en todo momento a la ley española. Tenemos previsto establecer un cuartel de la guardia civil que se encargara de proteger a los visitantes. Realizar las funciones de control de licencias de caza, evitar el furtivismo y  funciones policiales y de control del tráfico.

—Pensaba que las seguridad correría de nuestra cuenta ya que no viviría nadie más en la zona de exclusión...

—Lo siento, pero Madrid sigue formando parte de nuestro territorio soberano. —dijo el gobernador— Los pequeños problemas como los hurtos y las trampas en el juego serán cosa suya, pero en cuestión de delitos graves espero su total colaboración.

—Entiendo. —respondió Vicenzo sin extrañarse de que quisiesen conservar la autoridad— ¿Y cómo piensan entonces proteger a mis clientes?

—Bien, la idea es que los clientes lleguen por avión al aeropuerto de Torrejón, fuera de la zona de exclusión y desde ahí habilitar pasillos hasta el centro de la ciudad y la zona de las obras. La idea es aislar esos pasillos para evitar el acceso a los zombis mediante muros y alambradas.

—¿Será suficiente?

—Esos bichos son fuertes y agresivos pero no son muy listos. Siempre vienen de cara. De todas formas se le permitirá a su servicio de seguridad  llevar armas cortas y de filo. Por lo que tiene visto mi gente, lo más eficaz y barato son las espadas y las mazas.

—¿Qué más precauciones debo tomar? —preguntó el empresario.

—Tiene que tener en cuenta que sus negocios estarán dentro de la zona de exclusión así que  deberá incluir como requisito imprescindible un sistema de monitorización de las funciones vitales de los visitantes para que en el caso de que mueran por cualquier desafortunada circunstancia se eviten incidentes al convertirse en  zombis. —intervino el presidente.

—Entiendo, no será problema. Les regalaremos un reloj con GPS y pulsómetro que no se podrán quitar ni para dormir. Así estarán controlados. En  cuanto a la caza...

—Estará vedada y solo se podrá cazar con licencia. El cincuenta por ciento de las licencias serán para usted y no supondrán sobrecoste. Si quiere más tendrá que comprarlas.

—¿De qué número estamos hablando? —preguntó Vicenzo pensando que ya se las cobrarían de otra forma.

—De unas cinco mil al año. Dos mil quinientas serían para ustedes con derecho a comprar otras mil quinientas más. El resto se otorgarían a cazadores con licencia en España.

—No son muchas.

—En efecto, pero el suministro de zombis no es renovable así que hay que pensar en el futuro.

—Claro, claro —dijo el empresario con una idea tomando forma en su mente— ¿Y las condiciones económicas?

—Bien. —respondió el presidente frotándose las manos— Como ya les dije por teléfono les cederemos las trescientas hectáreas a precio de mercado. Además ayudaran en el traslado del palacio de la Moncloa, el palacio de la Zarzuela y las obras de arte de los museos.

—¿Se van a llevar muchos edificios?

—No, el resto se quedará dónde está, es demasiado caro. Quizás la iglesia quiera llevarse la catedral de la Almudena y un par de santos pero poco más.

—Me parece bien en cuanto a las condiciones laborales y las normas que habíamos negociado antes...

—Al dejarnos y optar por Italia entendemos que esos acuerdos ya no tienen vigor. A cambio hemos redactado un nuevo pliego de condiciones. Como puede ver esta todo especificado. Los trabajadores  se regirán por las leyes vigentes. Creo que las ventajas de su situación hacen que no sea necesario restringir el juego por internet. Y tampoco nos parece bien que se fume en las salas de juego.

—Son unas condiciones muy duras, mi ventaja sobre los casinos Online no sería tan grande como para compensar su competencia no sé...

—En efecto, pero quizás podríamos ser un poco flexibles en ciertos puntos —intervino el agente del CNI con una sonrisa— Estaba pensando que podríamos inspeccionar con más diligencia a las empresas de la competencia, permitir fumar en el setenta y cinco por ciento de las salas de juego, siempre que dispongan de los mejores sistemas de extracción y aumentar el número de licencias de caza a cambio de un pequeño favor.

—¿Qué favor? —preguntó Vicenzo consciente de que aquel tipo no era un chupatintas corriente.

—Cuerpos.

—¿Cuerpos?

—Vamos, señor Badalamenti. Todos a estas alturas sabemos con quien nos jugamos la tostada. —dijo José poniendo un dosier del empresario sobre la mesa— Sus negocios visibles son el juego y las cadenas hoteleras, pero los no tan visibles van desde el tráfico de armas hasta la extorsión y el tráfico de influencias. Si nos consigue cuerpos para soltar en la zona de cuarentena tendremos más zombis y tendrá más licencias. A cambio creo que mis colegas accederán a flexibilizar sus posturas.

El empresario frunció el ceño tan sorprendido como los otros dos hombres que tras unos segundos asintieron con la cabeza satisfechos. Las condiciones eran duras, pero menos de lo que esperaba después de cómo les había tratado antes, así que aceptó satisfecho mientras se ponía a discutir con aquellos tipejos los detalles.

Barrio de Tetuán, Madrid. Veinticinco de Julio, 22.00.

Estaba a punto de anochecer y se estaban dando los últimos toques en el maquillaje de camuflaje cuando llego Nico.

Todos llevaban el mismo traje, la armadura completa de motocross pintada de negro, pero cada uno había optado por distintas armas. Julio llevaba una réplica de Anduril convenientemente afilada para la ocasión, Jorge llevaba una ballesta, Nico se había decantado por una motosierra y Gerardo había optado por el típico bate de beisbol al que había añadido puntas, cristales rotos y  alambre de espino.

—¿Listos chicos? —pregunto Nico elevando su Husqvarna.

—¡A por ellos! —gritaron todos al unísono.

—Ya sabéis cual es la misión. Iremos hasta el museo del ejército, cogeremos más armamento y volveremos a la base. Limpiaremos está ciudad de esas bestias cueste lo que cueste.

—Sí. —respondieron todos emocionados.

—Bien, Julio, Gerardo y yo iremos en vanguardia desplegados en formación en flecha con diez metros de separación entre cada uno. Jorge tu iras por detrás y nos cubrirás con la ballesta. ¿Alguna pregunta?

Sin esperar respuesta nico se agachó, arrancó la motosierra y tras pegarle unos cuantos acelerones para calentarla la apagó ovacionado por sus amigos.

Con un "Vamos allá" Nico abrió la puerta y salió del edificio con la mano en el arranque de su Husqvarna XP 750.

Mientras caminaban por las calles casi desiertas, Jorge, con la ballesta preparada, apuntaba a todos los lugares buscando ser el primero en derribar un zombi, si lo conseguía obtendría cincuenta puntos que le harían mucha falta ya que tenía un número finito de virotes y no era probable que encontrase muchos por ahí.

Mientras caminaban con precaución Jorge recordó cómo se habían escondido cuando llegó la UME para evacuarlos y  la carrera que se habían pegado hasta la tienda de motos de la esquina para completar las armaduras que ahora llevaban puestas. Esperaba que la fibra de carbono aguantase los mordiscos, pero lo que realmente deseaba es que aquellos bichos no llegasen tan cerca.

Pasaron diez minutos de tensión sin que hubiese aparecido ningún zombi y estaban empezando a relajarse cuando aparecieron tres corriendo desde una calle lateral. Uno era un tipo alto y desgarbado tenía una enorme herida en un costado de la que manaba una sustancia negra y viscosa, el otro era un tipo bajito, bastante consumido y lleno de tierra de la cabeza a los pies, lo mismo que la mujer que los acompañaba que se abalanzaba sobre ellos con un vestido de novia puesto.

Jorge alzó la ballesta y apuntando con cuidado la mira laser a la cabeza del tipa apretó el gatillo. Con disgusto vio como el tiro le salía un poco bajo y se clavaba en la mejilla del bicho atravesándole la cara y saliéndole por la oreja pero sin derribarle. ¡Adiós a sus cincuenta puntos. Cuando recargó los zombis ya estaban a menos de diez metros y tuvo que dejar que sus compañeros terminasen el trabajo.

Nico, que ya había encendido la motosierra, se lanzó sobre el más alto con la máquina revolucionada al máximo y hundió la larga espada de setenta centímetros en el hombro  cortando en diagonal hasta sacarla por la cintura. Durante el proceso la criatura no dejó de estirar los brazos intentado arañar el casco y el visor de Nico soltando roncos alaridos.

Sin embargo fue Julio el que se llevó los cincuenta puntos ya que el tipo bajito al que atacó era el que estaba más podrido y bastó un corte en el vientre y un pinchazo con la punta de su espada en el ojo para que el cráneo del engendro se desintegrase.

La más difícil de matar fue la novia, Gerardo se acercó confiado con su bate y le arreó un magistral golpe a la altura de las costilla hundiéndole la mitad del pecho, pero la mujer sonrió con la flecha de Jorge aun colgando de su cara y extendió sus brazos hacia su agresor.

Gerardo tiro nervioso del bate, pero el alambre de espino se enredo en el traje impidiendo que lo liberara con facilidad. Todo ocurrió en un instante y apenas le dio tiempo al resto de sus colegas a reaccionar. La tipa se lanzó sobre el e intentó morderle el hombro. Afortunadamente la armadura resistió y lo único que ocurrió fue que la mujer perdiese tres dientes y la flecha terminase por desgarrarle la cara.

Con un empujón apartó a la zombi y esta vez Gerardo no se preocupó por su técnica. Levantando el bate por encima de su cabeza descargó el arma sobre la cabeza de la novia con todas sus fuerzas y siguió golpeándola una y otra vez hasta que la convirtió en una masa de astillas de hueso, sangre y tejido cerebral machacado.

—¡Toma! ¡Toma! ¡Toma! —repetía sin parar.

—Vamos tío, recuerda la misión. —dijo Nico separándolo por fin.

Con la adrenalina a tope, siguieron avanzando por la estrecha calle hasta llegar a una glorieta. En el centro de la glorieta había un pequeño jardín y en ella cuatro o cinco zombis deambulan sin rumbo fijo.  En cuanto se asomaron a la plaza el hedor de los restos de los zombis derribados que salpicaban sus armaduras les alertó casi de inmediato.

Está vez Jorge tuvo más puntería y se anotó dos bajas de dos limpios disparos uno en la cabeza y otro en todo el ojo.

El resto el equipo se despacho a gusto y esta vez Nico se adornó con su motosierra arrancando las extremidades de un tipo vestido de militar una a una. Alucinados observaron como el zombi intentaba acercarse a Nico para poder morderle justo antes de aplastarle el craneo con su bota.

Jadeando por el esfuerzo se pararon un momento para hacer recuento de puntos. Estaban discutiendo si debían disminuir los puntos por el primer derribo cuando un movimiento a su derecha alertó a Jorge.

—!Cuidado! exclamó echándose la ballesta a la cara.

Ahora los zombis eran más y aparecían por tres calles diferentes. Jorge apoyó la ballesta en un banco y comenzó a disparar mientras el resto se ponía en posición para detener los tres grupos de zombis.

Eran casi veinte, así que esta vez no se anduvieron con florituras y los derribaron tan rápido como pudieron. El bate y la motosierra funcionaron bien pero la espada de pega no aguantó más y al cuarto zombi se partió en dos.  El zombi tenía un enorme herida en el hombro pero eso no le impidió lanzarse sobre Julio arreándole frenéticos mordiscos.

Jorge se dio cuenta del apuro y disparó una flecha al engendro que le atravesó la cabeza de parte a parte.

—Gracias tío ha estado cerca —dijo Julio a Jorge.

En ese momento otro zombi se lanzó a sus espaldas derribándole y mordiéndole las zonas que estaban cubiertas por la armadura.

Jorge intentaba recargar desesperado consciente de que el resto de sus amigos tenían suficiente con contener a los zombis que cada vez llegaban en más número.

El zombi arañaba y mordía desesperadamente hasta que por fin encontró la parte posterior de la piernas de Julio indefensas. Con un alarido de triunfo se lanzó sobre ella arrancando tendones y músculos y lamiendo su sangre golosamente.

—¡Vámonos! ¡Retirada! —dijo Nico.

Al fin Jorge pudo cargar y derribar al zombi pero las piernas de Julio eran ya dos muñones. Sin pensárselo Jorge y Gerardo cogieron a un Julio gimoteante y lo arrastraron por los brazos dejando en el suelo un rastro de sangre roja y la espada  Anduril rota de nuevo.

Avanzando tan rápido como podían intentaban refugiarse en los portales, pero todos habían sido cerrados a cal y canto por sus propietarios para evitar saqueos. Los zombis estaban cada vez más cerca y Nico los detenía con su motosierra, pero el ruido que hacía el aparato los atraía aun más, creando un peligroso círculo vicioso.

Jorge y Gerardo seguían tirando del cuerpo de su amigo que cada vez soltaba quejidos más débiles.

—¿Por dónde? —preguntó Jorge soltando a Julio y tomándose un respiro.

En ese momento Julio dio un último estertor y dejo de respirar. Gerardo dejó el bate en el suelo y se acercó a Julio para tomarle el pulso. Mala idea. Julio abrió en ese momento los ojos y se lanzó sobre el cuello de su amigo con la boca abierta arrancándole un gran bocado del cuello y cortándole la yugular y la carótida.

Jorge se quedó petrificado con la sangre de la carótida de Gerardo salpicándole la cara, pero Nico reaccionó rápido y les cortó la cabeza a ambos.

—¡Vamos hostia! ¡No te quedes parado! —dijo Nico dándole un tirón a Jorge.

Jorge se dejó llevar y Nico lo introdujo en un estrecho callejón perseguidos por una horda cada vez más numerosa de engendros. Tras asegurarse de que podía dominar toda la anchura del callejón con la espada de la máquina le dijo a Jorge que disparase tan rápido como pudiese y se preparó para la batalla final.

Las primeras flechas pasaron sobre su hombro derribando a tres y clavándose inofensivas en otros dos más. Finalmente estuvieron lo suficientemente cerca y la motosierra de Nico empezó a cantar una canción de muerte y destrucción. Las cabezas empezaron a volar de tres en tres y de cuatro en cuatro. Los músculos de Nico empezaban a temblar con el esfuerzo de mantener la máquina en alto, pero con lo que no contaba era con la gasolina. Tras la vigésimo cuarta cabeza la motosierra se paró.

—Jorge cúbreme —dijo Nico derribando a otro zombi con el cuerpo de la motosierra mientras echaba una mirada hacia atrás.

Pero detrás de él no había nadie. Jorge se había ido sigilosamente y le había dejado tirado. Su primer impulso fue girarse y huir, pero dos bichos ya le habían agarrado las piernas impidiéndoselo. Agarrando la motosierra por la espada la descargo sobre la cabeza de uno e iba a hacer lo mismo con la del otro cuando un lacerante dolor atravesó su pierna. Le hundió el cráneo al otro zombi y salió corriendo, pero el dolor de la pierna era tan fuerte y la hemorragia tan abundante que pronto se sintió mareado. Tropezó con un cubo de basura y cayó. Sin mirar atrás se volvió a incorporar y dio unos pasos más pero un tercer zombi le derribó y detrás de él llegaron otra media docena que inmediatamente empezaron a comérselo vivo.

En pocos segundos el dolor ya no fue tan intenso, y mientras veía como los zombis se peleaban por sus intestinos aun humeantes no dejaba de cagarse en el hijoputa de Jorge.

GUÍA  DE PERSONAJES DE WORLD WILDLIFE ZOMBIE:

Carlos y Fernando: amiguetes y porreros que roban a la bruja.

Doña Escotofía Martínez: bruja perteneciente a una antigua estirpe  de brujas que huyeron de Centroeuropa en la edad media propietaria de un poderoso libro de magia.

Josele el hurón: traficante y colega de Carlos y Fernando.

Rafael "Fele" Arienza: Sargento de los GEOS.

Nuno rodríguez: El más veterano de los compañeros de Fele.

Fredo: compañero de Fele.

Reinaldo: el novato del grupo de Fele.

Clara Ayuso: Ministra del interior.

Margarita Alcazar : Vicepresidenta del gobierno.

Martín Gálvez: Gobernador civil de Madrid.

Conchita Cerrón: Prostituta de lujo especializada en dominación.

Agustina Juárez y Alberto Yeres: periodistas en plan freelance antiguos trabajadores de Telecinco.

Vicenzo Badalamenti: empresario del juego en Las Vegas.

Padre Giusseppe Mattiaci: Miembro de la congregación para la doctrina de la Fe emviado por el Papa.

Cecilia y Lily: Activistas de un grupo defensor de los derechos de los animales.

Manuel Llopart: Director del CESID.

Pedro Molina: Coronel del ejercito de tierra jefe de la sección de guerra química y bacteriológica.

Isabel Jover: Neuróloga becada por el CESID.

Fernando : Tertuliano de la pajarita en el programa de Al Rojo Escocido.

Pili : Tertuliana del pelo rubio  en el programa de Al Rojo Escocido.