World Wildlife Zombie VII

Todos los presentes asistieron al diálogo con un aire un poco confundido. Solo la ministra del interior conocía a aquel hombre de aspecto sombrío y sabía que nunca daba puntada sin hilo.

Gabinete de crisis, Palacio del Escorial. Veinticuatro de julio 12.30h

—Se abre la sesión. —dijo la vicepresidenta.

—Antes de nada, sugiero que recemos una breve oración por el alma de nuestro difunto ministro de agricultura. —interrumpió el Arzobispo que había llegado acompañado de un miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe venido directamente desde Roma.

El arzobispo comenzó una oración a la que siguieron todos los presentes, inquietos al tener en la mesa a un tipo de la inquisición. Una vez hubieron terminado fue el rey el que tomó la palabra:

—Creo  que deberíamos emperezar por la labor del padre Matiacci ya que el resto de la reunión es confidencial.

—Gracias, seguramente el padre estará ansioso por empezar a trabajar. —dijo el Arzobispo disimulando como pudo la decepción por no poder estar presente ni poder intervenir en las decisiones que se tomasen a continuación.

—Padre Matiacci, sé que no le hemos dejado demasiado tiempo para informarse, pero nos gustaría saber si la situación que se ha creado es reversible. —dijo la vicepresidenta—¿Es posible realizar algún tipo de exorcismo o algo parecido para que toda esta pesadilla acabe?

El padre Matiacci era un hombre menudo, de rostro adusto y modales suaves. Como todos los habituales del Vaticano vestía ropa oscura y discreta, con alzacuellos, pero que le sentaba como hecha a medida. Se levantó y pasándose la mano por el cabello corto y plateado dirigió una mirada a los presentes y comenzó a hablar:

—La verdad es que he tenido tiempo de echar un vistazo a la información que nos habéis mandado en el avión y aunque no es completa va a ser complicado. Está claro que esto es un acto de brujería,  pero  no tratamos a una persona embrujada o endemoniada.

—¿Necesitas más información? —preguntó la ministra del interior.

—Tengo que hacerme una idea exacta de lo que ocurre. Debo hacer un análisis in situ. —respondió el inquisidor.

—De acuerdo no hay problema—dijo la ministra del interior—lo arreglaré  para que le acompañen, padre. No hace falta que le diga que estamos en una situación límite y que necesitamos un informe y un plan de actuación por su parte lo antes posible. Le asignaré un hombre para que le escolte. Será su sombra en todo momento, puede confiar en él, además fue testigo de lo ocurrido en la zona cero y le proporcionará toda la información que precise en primera persona.

—Estupendo, estoy deseando hacerle un montón de preguntas. —replicó el padre  Matiacci—Si no hay nada más, me pondré ahora mismo manos a la obra.

—Perdone, padre, pero yo tengo una pregunta. —dijo un tipo delgado y alto con unas profundas ojeras.

—¿Y usted es? —preguntó el cura levantando una ceja.

—¡Oh! Perdone, soy José Pérez del CNI y tengo una pregunta que creo que es importante. Esos... zombis o lo que quiera que sean esas criaturas...  ¿Tienen Alma?

—Esa es una pregunta que puedo contestarle sin dejar ninguna duda.—respondió el inquisidor con una gesto de suficiencia— Hay coincidencia total entre los estudiosos en que una vez que una persona muere el alma  abandonada inmediatamente el cuerpo. Puede estar seguro de que sean lo que sean, son entes sin alma.

—Gracias padre. —dijo el hombre sentándose satisfecho.

Todos los presentes asistieron al diálogo con un aire un poco confundido. Solo la ministra del interior conocía a aquel hombre de aspecto sombrío y sabía que nunca daba puntada sin hilo. Con un suspiro se levantó de la mesa para acompañar al cura y al Arzobispo fuera de la sala y presentarles a Fele que a partir de ese momento se encargaría de la seguridad del inquisidor cosa que al GEO no le hizo ni puta gracia.

—Acompaña al padre Matiacci a hacer una inspección sobre el terreno  y contesta a todas sus preguntas. Te hago personalmente responsable de su seguridad. —le dijo a Fele la ministra del interior a la vez que hacia las presentaciones.

—A sus órdenes excelencia —dijo Fele mientras cogía el teléfono para localizar al resto del equipo.

—Podéis uniros al  batallón de la UME que viene de León y entrar en la ciudad por el noroeste. Una vez dentro, sigue las órdenes del padre siempre que esté garantizada su seguridad. —terminó Clara despidiéndole con un apretón de manos que retuvo unos instantes más de lo necesario— Tengan cuidado hay fuera.

Antes de ponerse en marcha, el inquisidor invitó al Arzobispo a acompañarle, pero este se escurrió aduciendo que tenía que encargarse de poner a salvo no sé qué reliquias y le asignó un ayudante para que hiciese la función de enlace.

Clara abrió la puerta  lamentando no haber tenido tiempo de haber estado a solas con el sargento y le echó un nuevo vistazo a su culo antes de volver a entrar y continuar con la reunión.

—Como todos saben, es muy poco probable que los dos personajes que acaban de salir de esta habitación puedan hacer algo para solucionar la situación. —dijo el ministro de defensa—El batallón de Torrejón y el de Valencia ya están en posición en el este, el sureste y el suroeste del perímetro y esperamos que el de Zaragoza lo esté en el norte en pocos minutos, el de León y el de Sevilla tardaran media hora más y  entraran por el noroeste y el oeste.

—La policía y los bomberos ya se han encargado de evacuar hospitales y geriátricos que son los que más riesgo corren y están instalando a los pacientes en otros hospitales del extrarradio y provincias adyacentes. Además la Cruz Roja está montando un hospital de campaña y un campo de refugiados para los heridos y los evacuados hasta que podamos  asignarles un nuevo lugar para vivir.

—Perfecto, —dijo la vicepresidenta— en cuanto al gobierno...

—Todos los cargos electos han sido localizados y  evacuados con sus familias. —dijo la ministra del Interior—Lamentablemente no hemos podido localizar a una docena. Creemos que tres de ellos han muerto en el asalto que han hecho los zombis a una...  casa de citas cerca del cementerio de Fuencarral. Tenemos a un equipo buscando sus cuerpos, aunque no tememos noticias de ellos desde hace horas. Tampoco sabíamos nada del ministro de agricultura hasta que Telecinco ha emitido ese espeluznante video. El grupo Beta de los GEOS se ha encargado de pegarle un tiro entre los ojos y recuperar el cadáver para su familia.

—¿Y la Familia Real?

— La reina venía de viaje desde Londres y hemos desviado su vuelo a Mallorca. Las infantas y sus familias también han sido evacuados —respondió el rey—pero mi padre se niega. Se ha ido a un piso que tenemos en el centro y se apostado en una ventana con el cañón de su Máuser 9,3 x 62 apuntando a la plaza de Cibeles con una sonrisa en la cara que no le veía desde que preparaba sus viajes a Sudáfrica.

—No hay ninguna razón para no empezar ahora mismo la operación de evacuación del resto de la población. —dijo la ministra del interior que se había vuelto a sentar.

—Antes de nada habrá que decidir qué hacemos con esos... individuos. —dijo el alcalde sin ciudad.

—Yo voto por exterminarlos a todos. —dijo el ministro de defensa apoyado por varios de los ministros que asentían con la cabeza.

—¿Y luego qué? —peguntó el tipo del CNI.

—¿Cómo que y luego qué? ¿A qué se refiere, José? —preguntó la vicepresidenta.

—Que no debemos olvidar el mazazo  que supone la pérdida de Madrid para la economía de este país, aunque solo sea temporalmente. Porque por muy limpia que la dejemos no podemos arriesgarnos  a  dejar volver a su casa a los madrileños.

—¿Y eso qué tiene que ver con la eliminación de esas alimañas?  —le interrumpió el ministro de defensa.

—Que ahora tenemos varios millones de personas que se han quedado sin casa, sin trabajo y sin familia. Deberíamos saber algo más antes de exterminar una posible fuente de ingresos. —dijo el hombre del CNI con una sonrisa digna del doctor Mengele— Todos convenimos en que el señor inquisidor ha dejado totalmente claro que esos bichos no tienen alma. ¿Qué más sabemos de ellos?

Todos los presentes se giraron al unísono en dirección al Doctor Quintanilla. Con su escasa estatura, su calvicie prematura  y sus gafas de culo de vaso parecía un rompetechos aunque sin el aire de seguridad de este. Con un gesto desvalido se sacó las gafas y las limpió con un pañuelo mientras esperaba  a que se apagase el murmullo de expectación.

—Por ahora solo tengo datos provisionales, pero estos son los hechos. —comenzó mientras se colocaba las gafas—Esos zombis, que creo que es su nombre más adecuado, son cuerpos  muertos reanimados, aun no sabemos por qué método. Son extremadamente agresivos y difíciles de matar. Aparentemente solo les mueve un hambre insaciable y parece ser que solo les gusta la carne aun palpitante. En cuanto a sus presas, prefieren  humanos, aunque les vale cualquier mamífero o ave. Cuando este se muere y comienza a enfriarse deja de ser apetitoso y es abandonado. Evidentemente, esas personas en cuanto son abandonadas se convierten en zombis a su vez. Parece ser que el único requisito para convertirse en zombi es  morirse   en un radio de veinte kilómetros en torno  a la zona cero, el cementerio de La Almudena.

—¿Es contagioso? —pregunto el ministro de justicia.

—Depende de lo que entienda por contagioso, excelencia, es evidente que toda persona que muera por cualquier causa en el área antes descrita se convierte en zombi automáticamente, pero las personas que escapan heridas, si son tratadas con antibióticos de amplio espectro mejoran rápidamente y parecen no sufrir ningún efecto secundario aunque evidentemente aun  siguen en observación. También hemos podido constatar al evacuar los hospitales, que las personas gravemente heridas por ataques de zombis, si mueren fuera del área zombi, no se convierten, así que desde el punto de vista puramente médico no es contagiosa.

—¡Vaya, por fin una buena noticia! —exclamó la ministra de sanidad.

—¿Cuál es la forma más fácil de acabar con ellos?—preguntó el ministro de defensa.

—La verdad es que son bastante resistentes. Por los informes de la policía mientras conserven masa muscular, por podrida que esté y un resto del sistema nervioso central seguirán moviéndose e intentando alimentarse. —dijo el doctor— Lo mejor para acabar con ellos es un disparo en la cabeza o en la parte alta de la médula espinal. Obviamente otros daños como la perdida de miembros los ralentizan, pero no les detienen por completo.

—¡Ajá, perfecto! Entonces volemos unas cuantas cabezas. —dijo el ministro de defensa frotándose las manos.

—¿Es todo lo que sabemos? —insistió el hombre del CNI ignorando al ministro.

—Me temo que sin un individuo para estudiarlo y diseccionarlo sí. —respondió el doctor.

—Bien, José, suéltalo ya de una vez y déjate de rodeos. —le dijo la vicepresidenta  frunciendo el ceño.

—Creo que los zombis pueden ser una fuente de ingresos lo suficientemente importante como para hacer desaconsejable su exterminación.

—Explíquese... —dijo el presidente de la comunidad.

—¿Qué es lo que más le gusta a los americanos?—preguntó José.

—Jugar al póquer y pegar tiros. —se respondió antes de que nadie pudiese hacerlo—Tengo entendido que el señor presidente de la comunidad ha tenido ciertos problemas para  atraer al grupo de americanos que está planeando construir una réplica de Las Vegas en Europa. Ahora no solo no necesitarán hacer ninguna concesión, sino que podrán pedirles lo que quieran.

—Es absurdo. —dijo el ministro pensando que se le escapaba la única posibilidad de gloria militar para su ministerio.

—Y usted no debería ser tan negativo. —le interrumpió el funcionario — ¿Puede imaginarse un ejército de no muertos debidamente condicionados atacando todo tipo de objetivos sin la necesidad de tener que enviar incomodas cartas a  sus viudas? Unos tipos que no se cansan nunca y solo se paran cuando les haces puré. Por no decir lo que pagarían las empresas farmacéuticas por los ejemplares para estudiarlos y desentrañar la química que les permite ser prácticamente invulnerables a la muerte.  —continuó el hombre del CNI implacable.

—En fin y eso solo es lo que se nos ocurre a nosotros... —añadió el ministro de economía.

Las caras de los políticos allí presentes fueron cambiando desde el miedo y la incertidumbre hasta la alegría que les producía la pura avaricia. Y es que era difícil no pensar en la cantidad de dinero que se movería. Los puestos de trabajo que se crearían con los casinos y cotos de caza, los laboratorios farmacéuticos y militares y...  la construcción de una nueva ciudad, por supuesto, cada uno con su pequeña comisión al bolsillo de algunos de ellos...

Tras unos minutos de animada conversación el rey puso los ojos en blanco cuando todos llegaron a la conclusión de que era lo mejor para el país y ordenaron al ministro de defensa que se procediese a la evacuación total de la ciudad intentando causar la menor cantidad de bajas posibles entre los zombis.

El ministro de economía, auxiliado por uno de sus ayudantes, hizo unos números provisionales.  Las caras se distendieron ligeramente y algunas sonrisas tímidas empezaban a aflorar entre los presentes al calcular la cantidad de dinero de inversores extranjeros  y el número de trabajadores necesarios para construir una nueva capital  y un complejo de casinos y cotos de caza..

—¿Se ha informado al presidente? —preguntó el rey.

—Sí, el presidente está puntualmente informado de la crisis y nos transmite que hará una declaración desde Estrasburgo anunciando que la UE apoya y aplaude la manera en la que estamos llevando esta crisis.

El rey no dijo nada pero se limitó a volver a  poner los ojos en blanco. El ministro de economía sugirió que hablasen con el presidente para que pidiese ayudas para alojar a los millones de desplazados. La moción quedó aprobada y  continuaron la reunión  con los planes para evacuar el resto de la ciudad, las principales obras de arte y  el material imprescindible para que el gobierno siguiese funcionando.

Tras media hora más de actividad febril la reunión se dio por terminada y todos se retiraron a su nuevos despachos, había miles de cosas que hacer.

Valdemorillo del Risco. Veinticuatro de julio, 13.30h

Nuno abrió los ojos con dificultad. Le costaba enfocar la vista, sentía la cabeza abotagada y la boca pastosa. Estaba tumbado boca arriba sobre una cama enorme de nogal con un dosel ricamente tallado. Intentó moverse, pero se dio cuenta de que alguien había atado sus brazos y piernas contra los postes del dosel. Las ataduras eran cómodas, permitiéndole moverse y cambiar ligeramente de postura, pero no lo suficiente para poder desatarse solo.

Levantó la cabeza y la giró observando la habitación. Era cuadrada y grande, tenía un ventanal enorme y una chimenea en una de sus esquinas. Los muebles eran cómodos y robustos aunque la decoración era algo desasosegante. Las cortinas, la ropa de cama y hasta los dos sofás orejeros estaban tapizados en terciopelo negro con extraños bordados en plata. Su cuerpo blanco y desnudo hacía contraste con tanta oscuridad poniéndole la piel de gallina.

Cuando volvió la cabeza a la esquina contraría una figura menuda y enteca, parada de pie mirándole con los ojos vacios, casi le provocó un infarto. Pasado el sobresalto enfocó su mirada y reconoció al jardinero. Aquel hombre estaba en pie mirándole sin emitir ningún ruido ni hacer el más mínimo movimiento. De hecho, de no ser por la herida que tenía en la sien de la que supuraba un liquido oscuro y grasiento hubiese pensado que era una especie de momia que acompañaba al tétrico mobiliario.

—Estupendo —dijo Escotofia entrando en la habitación vestida con un salto de cama y una bata  negros de un tejido tan fino que permitía a Nuno admirar aquel cuerpo rotundo y lascivo.—Veo que estás de nuevo despierto. Lamento lo de las ataduras, —dijo ella acariciando con suavidad el muslo y la pierna extraordinariamente musculosos del GEO hasta llegar al nudo del tobillo—pero es para evitar que nadie pueda salir herido.

—Maldita  zorra, me has drogado. —dijo Nuno tensando su cuerpo al intentar librarse de sus ligaduras.

—Tranquilo, no voy a hacerte ningún daño. —dijo ella con una sonrisa mientras despedía al  jardinero con un gesto y recorría con sus largas uñas la otra pierna en dirección a sus caderas y su pecho.

Nuno notó frustrado como su polla empezaba a pensar por su cuenta como siempre y empezaba a crecer poco a poco a pesar de sus esfuerzos por contenerse. La mujer lo notó automáticamente y sonrió satisfecha.

—Siento haberte drogado pero te necesito desesperadamente. —dijo la bruja haciendo un mohín, sentándose al lado del cuerpo desnudo de Nuno y haciendo dibujitos con sus dedos sobre el pecho y los abdominales del veterano policía— ¿Sabes que tienes un cuerpo impresionante?

Nuno no respondió totalmente hipnotizado por la silueta de los pechos grandes y tiesos moviéndose con la respiración de la mujer y tensando el tejido de su salto de cama. La mujer volvió a darse cuenta de su excitación y cruzó sus piernas sensualmente,  permitiéndole atisbar su entre pierna un instante y dejando que el camisón se subiese mostrándole la piernas brillantes y tersas en su totalidad.

El policía se revolvió inquieto y la mujer con una sonrisa maligna bajó un poco su manos hasta su pubis y rodeando su falo acarició suavemente sus huevos.

—Esa droga no solo era para dormir, ¿Verdad? —preguntó  Nuno al ver su polla fuera de control estremecerse ya totalmente erecta.

—Me has pillado —dijo la mujer subiéndose a horcajas sobre el abdomen del policía sin dejar de sonreír— Es una vieja receta de familia, le añade un toque de vigor y determinación a tu segundo cerebro. —añadió ella dándole unos ligeros golpecitos al escroto del policía volviendo a provocar un espasmo de su polla.

Nuno irguió su cabeza todo lo que se lo permitían sus ataduras dispuesto a cubrir a aquella zorra del infierno de improperios pero sus palabras murieron ante el espectáculo.

La bata se había entreabierto dejando a la vista el cuerpo de la mujer filtrado por la tenue seda del salto de cama. Sus pechos eran redondos y turgentes con los pezones grandes y tiesos. Por el profundo escote del camisón podía ver que su piel era pálida y suave con multitud de pecas que le recordaban a un cielo estrellado. Poseído por la lujuria recorrió con los ojos su vientre liso y sus caderas firmes. El bajo del camisón tapaba su pubis casi totalmente aunque unos pocos pelos rizados y rojos como la sangre escapaban por debajo de la tela. Las piernas eran largas y un pelín gruesas, pero eran tersas y brillantes.

Escotofia dejó que el hombre la observara a conciencia antes de empezar a moverse sobre su abdomen, dejando que su sexo rozara sus duros abdominales.

La bruja retrocedió poco a poco dejando que la polla de Nuno acariciase su culo hasta tenerla totalmente erguida entre sus nalgas. Con una sonrisa comenzó a subir y bajar dejando que el miembro excitado del hombre resbalase una y otra vez por el estrecho canal que las separaba mientras su vulva golpeaba con fuerza el pubis del policía.

Nuno se estremeció e intentó liberarse frustrado, deseoso de arrancarle la ropa aquella furcia y follársela hasta dejarla seca. La mujer captó sus pensamientos y despojándose de la bata levanto su brazos , se recogió su  melena roja y abundante por encima de su cabeza mientras  levantaba sus caderas para dejar que la polla de Nuno descansase sobre su abdomen y comenzar a acariciarla con su sexo inflamado.

El borde del camisón se subió con ese gesto permitiendo a Nuno observar el pubis de la mujer adornado con una fina capa de bello rojo atormentar su polla con sus caricias y golpeteos.

Escotofia empezó a mecerse y a murmurar sin parar de excitar el miembro de  Nuno que parecía un misil a punto de estallar.

Con un gesto rápido la mujer elevó las caderas y de un golpe se metió la polla de Nuno hasta el fondo. Sin dejar de murmurar lo que parecía una canción en un idioma desconocido siguió moviendo sus caderas como una abeja obligando a Nuno a recurrir  a toda su fuerza de voluntad para no correrse.

La bruja siguió cantando con un ritmo sincopado solo interrumpido por algún que otro gemido de placer.

Nuno ya no pensaba, se limitaba a tensar su cuerpo e intentar empujar con sus caderas al ritmo que la mujer movía las suyas  disfrutando de aquel  coño estrecho y cálido como el infierno.

Al ver al GEO a punto de correrse la bruja se apartó  y se agachó sobre sus ingles. La abundante melena roja de la mujer se extendió por su vientre impidiéndole ver como la mujer  le cogía la  polla entre sus manos y se la metía en la boca sin abandonar su salmodia.  Nuno cerró los ojos  intentando imaginar los labios gruesos y la lengua suave y ágil que estaban acariciando su polla haciéndole estremecer.

Adelantándose al inminente final Escotofia apartó su boca y  le meneó la polla con una de sus manos mientras mordía y arañaba con la mano libre el  escultural abdomen del hombre.

Nuno no pudo contenerse más y con un gemido se corrió manchando el suave satén negro de las sábanas con interminables chorros de blanco semen.

Con una sonrisa satisfecha la bruja se quitó el camisón y fue adelantando su cuerpo arrastrándolo por encima del  de el GEO. Los pechos de la mujer rozaron la polla y el vientre del hombre para a continuación hacerlo con su sexo húmedo y anhelante.

—¡Puta del infierno! —masculló Nuno ligeramente recuperado.

La mujer no dijo nada pero le sacudió un sonoro bofetón marcando la cara indefensa del policía para a continuación darle un violento beso en la boca. Cuando se separó Nuno notó el metálico sabor de la sangre en su boca.

A continuación Escotofia acercó uno de sus pechos y dejó que  Nuno los chupase y los mordisquease mientras los gemidos y el ritmo de la melodía se aceleraban.

Con desesperación Nuno tuvo que dejar pasar aquel delicioso pecho mientras la mujer iba adelantando su cuerpo. Frustrado besó y mordió las costillas y el vientre de la mujer  hasta que el Monte de Venus quedó a la altura de su boca.

Un fuerte olor a sexo y almizcle le aturdieron por un momento, pero la vista de aquel coño incendiado por el deseo balanceándose le devolvió a la irrealidad y se lanzó sediento sobre él. El tiempo se diluyó mientras saboreaba la dulce intimidad de la mujer hasta que con un grito y una última nota la mujer se corrió.

Agarrando a Nuno por la cabeza, la bruja comenzó a moverse aun más rápido sobre su boca hasta notar como un cálido liquido escurría de su coño. Con un grito la mujer cerró sus piernas en torno a la cabeza del poli inmovilizándole a la vez que le  tapaba la nariz obligándole a tragarse todos sus flujos orgásmicos.

Jadeando y aun estremecida se apartó dejando al hombre respirar por fin.

—¡Hija de puta! ¡Casi me ahogas! —dijo Nuno tosiendo— Cuando me sueltes te voy a...

—¿A qué?  —dijo ella—soltando uno de los nudos que ataban al GEO a la cama.

—Te voy a follar—respondió Nuno con el único objetivo en su mente de satisfacer por todos los medios posibles a aquella mujer.

Palacio del Escorial. Veinticuatro de julio, 14:30h

Los malditos gerifaltes no se habían olvidado de nada y un servicio de catering había dispuesto un buffet libre en una de las dependencias del palacio. Mientras el  inquisidor echaba un vistazo al menú y llenaba un plato de jamón cinco jotas,  Fele se retiró un poco y llamó a Fredo

—Perfecto —respondió Fele por teléfono tras escuchar el informe de sus hombres— Habéis hecho todo lo que habéis podido. Coged un coche y traed a esos dos imbéciles hasta El Escorial, y cuando los dejéis en un sitio seguro venid a buscarme a la puerta principal, tenemos una nueva misión, vamos a hacer de niñeras de un enviado del papa, no os olvidéis las espadas.

—¿Para qué han traído a un tipo de Roma?

—Ni idea, como para saber que se les pasa por la cabeza a esos cabrones. No sé lo que traman pero hay nuevas órdenes. Tenemos que procurar causar las menos bajas posibles entre los zombis.  Nos limitaremos pasear al señor inquisidor y velar por su seguridad.

—Joder, eso no es justo. —dijo Fredo al otro lado de la línea— ¡Con lo que nos estábamos divirtiendo  Julita y yo!

—¿Julita? —preguntó Fele temiendo la respuesta.

—Mi maza, estoy empezando a cogerle cariño a este cacharro a pesar de que pesa como un muerto.

—Déjate de tonterías y venid para aquí zumbando. —dijo el sargento haciendo movimientos negativos con la cabeza. —¿Por cierto, sabéis algo de Nuno?

—Ni idea. Hace tiempo que debería estar de vuelta con la bruja pero ni siquiera coge el teléfono. Espero que no le haya pasado nada.

—A mí tampoco me ha llamado. En fin, ya aparecerá en el momento más inesperado. Ahora venid hacia aquí rápido —dijo colgando y acercándose al bufet.

—Bueno, padre —dijo Fele cogiendo una cucharada rebosante de caviar y untándola en una pequeña tostada—¿Cuáles son los planes?

—Necesito saber exactamente cómo se comportan esas bestias y cómo reaccionan frente a distintos estímulos. —dijo el padre. Así que pensaba que sería buena idea ir a un sitio un poco tranquilo,  que me enseñéis unos cuantos zombis de esos y me hagáis una demostración de su resistencia. Luego tenemos que ir al cementerio de la Almudena necesito ver lugar donde se originó el suceso. En tu declaración dices que quedó el libro de brujería olvidado allí. Sería muy interesante recuperarlo.

—¿Tan imprescindible es? —preguntó Fele con un gesto  de hastío.

—Imagínate que otros tres imbéciles vuelven hacerse con él.

—Entiendo —dijo  Fele con resignación zampando un foie de pato entero a palo seco.


En cuanto llegó a su despacho Clara cogió el teléfono y llamó al sargento Arienza. El hombre contestó al segundo timbrazo. Por el ruido que se oía a la vez que hablaba estaba comiendo algo.

—Veo que aun no has partido. —dijo la ministra.

—Estoy esperando a mi equipo. Está al llegar y de paso estaba comiendo algo. Por lo que veo las crisis  sacan lo mejor de vuestros cocineros. El caviar está riquísimo. —respondió Fele con la boca llena.

—Ya que aun está por aquí ¿Podría hacerme el favor de acercarse hasta mi despacho un instante? Tercer piso, segunda puerta a la derecha. —dijo ella sintiendo una punzada de deseo en su bajo vientre.

—Claro, por supuesto.  —respondió Fele colgando el teléfono—Como si pudiera negarme.

Dejó al padre Matiacci  picando en el bufet y tras advertirle que volvería pronto se dirigió a las escaleras.

Entró en el despacho sin llamar. Con una sonrisa observó como la ministra adoptaba una postura casual apoyando una pierna  sobre la mesa y revisando unos informes. Cuando ella advirtió la sonrisa del GEO olvidó su pose con un gesto  contrariado.

—Pasa y cierra la puerta —dijo dejando el informe sobre la mesa y acercándose a él.

Aquel hombre le atraía y le enojaba a un mismo tiempo. En cuanto entró en la habitación la caló inmediatamente y sonrió con desdén. Aun enfadada no pudo evitar moverse hacia el cruzando las piernas ligeramente al andar  intentando provocarle.

—¿Qué necesita usía? —dijo Fele observando con desvergüenza el contoneo de sus caderas.

—Las órdenes han cambiado ligeramente. —dijo ella parándose ante él lo suficientemente cerca para que pudiese aspirar el aroma de su perfume.

—¿Y? — preguntó Fele olfateando divertido.

—Ha surgido nueva información a la vista de la cual el gobierno considera imprescindible que  recuperes el libro de encantamientos que según vuestro informe quedó abandonado en el cementerio y además necesitamos un par de sujetos para someterlos a un serie de pruebas.

—¿Sujetos?

—Zombis —dijo ella poniendo los ojos en blanco.

—¡Ah!  Perdone señora ministra, pero nosotros solemos llamar a las cosas por su nombre —dijo Fele dando un paso hacia ella para dominarla con su metro noventa.

Clara reprimió una mueca de disgusto mientras miraba los ojos oscuros de aquel hombre. Deseaba con todas sus fuerzas tenerle otra vez dentro de ella.

—A partir de ahora tú y tu equipo recibiréis únicamente órdenes mías, ¿Entendido? —dijo ella acercándose aun más a Fele y entreabriendo su  boca para provocarlo.

Antes de que el hombre pudiese hacer ningún gesto,  la ministra le despidió con un "eso es todo" y se volvió inmediatamente alejándose de nuevo hacia la mesa para que pudiese observar su culo a duras penas contenido por la estrecha falda de su traje. Sin girarse se acercó al ventanal y escuchó cómo tras unos segundos de pausa  el hombre se daba la vuelta y abandonaba el despacho en silencio. Una vez se hubo quedado sola soltó un largo suspiro, sentía como su cuerpo entero hervía de deseo. Ese hombre tenía que ser suyo.


Media hora después  Fele y el padre Matiacci bajaron por las escaleras y salieron por la puerta dónde les esperaban Fredo y Reinaldo en un Mercedes clase S con El Chivi sonando a todo trapo en los veinticuatro altavoces del sistema Burmester.

—Apagad eso imbéciles, el tipo que viene conmigo es un pez gordo del Vaticano. —dijo adelantándose rápidamente y rezando para que el cura no supiese el castellano suficiente para saber lo que era una verga o no entendiese lo de "unos días maquinista, otros último vagón"—Por cierto, ¿De dónde habéis sacado este cacharro?

—Nuno se llevó el BMW y los compañeros necesitaban todos los vehículos  disponibles así que hemos requisado este a un saqueador.—dijo el novato mostrando la parte inferior del volante con todos los cables al aire.

— Además es lo menos que se merece un cardenal. —Añadió Fredo saliendo del coche rápidamente y abriéndole la puerta al inquisidor.

Fele se limitó a resoplar y se sentó en el mullido asiento trasero al lado del Padre Matiacci. Hizo unas breves presentaciones y salieron quemando rueda en dirección a la capital.

En algún lugar de Madrid. Veinticuatro de julio, 17.35 h

Lo del Humvee resultó ser una idea excelente. Durante las siguientes horas recorrieron Madrid de cabo a rabo con el escáner de la policía  como GPS. Invariablemente eran los primeros en llegar y en sacar las mejores imágenes de los enfrentamientos. Agustina conducía a toda velocidad esquivando los obstáculos y atropellando espectros harapientos mientras Alberto rodaba procurando no vomitar.

Además, gracias al vehículo se colaban entre las filas de evacuación de la UME  haciéndose pasar por uno de ellos, captando desgarradoras tomas de ancianos subiendo a camiones casi con lo puesto y de niños llorosos que no entendían porque sus madres les abrazaban sollozantes mientras abandonan su casa, puede que para siempre, con lo poco que cabía en sus utilitarios.

Entrevistaron a varios evacuados y la indignación y el desconcierto reinaba entre ellos. Las opiniones oscilaban entre los que creían que todo era un invento del partido en el gobierno para poder retrasar las elecciones y evitar así que el coletas se hiciese con el poder y los que habían visto los zombis actuando en primera persona y estaban deseosos por largarse y salvar la vida.

A pesar de que la policía lo intentaba, las escenas de saqueo y vandalismo se habían extendido por ciertas zonas de la capital. Cuando llegó la orden de procurar matar los menos zombis posibles a  todas las radios policiales  los  saqueadores también se enteraron y vistiéndose  con ropas harapientas,  maquillándose la cara y arrastrando las piernas  se echaron a la calle solo detenidos en ocasiones por los verdaderos zombis.

Todo había pasado tan rápido que hasta ese momento no se habían dado cuenta de que no habían comido nada desde el desayuno. Al pasar delante de una hamburguesería abandonada Alberto lo recordó de repente. Con un tirón del brazo  obligó  a Agustina a parar el todoterreno y se lo sugirió. Al parecer también Agustina tenía hambre y estrelló el culo del todoterreno contra la entrada de la Hamburguesería para poder entrar.  Sabían que el estrépito pronto llamaría la atención de algunos zombis así que se apresuraron cogiendo bollitos, jamón de York, panceta y bolsas con todo tipo de chucherías. Cuando volvieron al Humvee  ya había algunos zombis corriendo hacia ellos a menos de treinta metros.

Agustina no se cortó y atropelló a tres de ellos con una sonrisa de salvaje satisfacción en la cara en el momento en que la radio volvía a chasquear.

"¡Eh! ¿Hay alguien ahí? Somos el grupo Alfa hemos tenido una accidente y necesitamos ayuda. Estamos atrapados en el centro deportivo Santa Ana, en Fuencarral."

"Fele ¿Eres tú? ¿Qué demonios haces ahí?" —respondió otra voz mientras Agustina hacia un trompo con el todoterreno y pisaba a fondo en dirección norte.

"Sí , soy yo, llevamos con nosotros a un enviado del Papa en misión de reconocimiento. ¡Necesitamos un vehículo seguro ya!"

"Lo siento, pero ahora mismo estamos hasta arriba. Justo cuando empezábamos a tener controlada la situación ha llegado esa orden absurda de que no nos carguemos a ningún zombi más y la cosa se ha puesto imposible. Hablaré con los de la UME para ver si pueden prestarte algo, pero vas a tener que aguantar cuarenta minutos. Atrinchérate en el edificio de las piscinas y enviaré a alguien lo antes posible..."