World Wildlife Zombie II
La ministra tensó su cuerpo esperando que mi boca se cerrase entorno a su sexo pero yo hice caso omiso y me dediqué a mordisquear y lamer el interior de sus muslos. Su Excelencia protestó y apartando el body a un lado empezó a masturbarse ansiosa.
Alrededores del domicilio de Josele el hurón, barrio de Lavapiés. Veinticuatro de julio, 1.40h.
—Dime la verdad, tío. ¿Es cierto que te follaste a la ministra el mismo día que te dio la medalla por la operación Colonoscopia?
Reinaldo, a pesar de ser el novato, ya sabía que no era conveniente tocar los cojones al sargento Fele, pero llevaban veinte horas vigilando a aquel camello y la tensión de estar cuatro tipos de uno noventa armados hasta los dientes y vestidos con los incómodos uniformes de combate en un serie tres empezaba a pasar factura. No había pasado nada desde que el sospechoso había llegado acompañado de otros dos tipos en un cotroso AX. Habían desaparecido en el interior de la casa del sospechoso y no habían vuelto a salir de allí en seis horas. Por eso Fele optó por no estamparle la culata de su Beretta en la cara al chaval y decidió seguirle el juego para pasar el rato y distraer a sus compañeros.
—Está bien pandilla de gilipollas, ya que queréis saberlo, sí, me follé a la ministra...
—¡Que huevos! —exclamó Fredo.
—¡Cojonudo! —dijo Nuno riendo —¿Le diste por el culo? No le vendría mal a esa gente un poco de su propia medicina.
—¿Queréis que os lo cuente o no?
—Sí , sí. Quiero todos los cochinos detalles. —replicó Nuno haciendo justicia a su ya legendaria fama de salido.
Fele se removió en su asiento intentando conseguir una postura un poco más cómoda y echó un vistazo a la puerta de la casa que vigilaban para cerciorarse de que no había ningún tipo de movimiento antes de comenzar su relato:
La operación fue un puto fiasco. Los listillos de arriba habían decidido que necesitaban un titular impactante en la lucha contra la droga para poder mejorar su expectativa de voto en las encuestas. Así que nos enviaron a abordar el arrastrero colombiano a pesar de las advertencias de los meteorólogos.
Cuando llegamos a las Azores el tiempo ya había empezado a empeorar, pero el director general encargado de la lucha contra la droga ignoró las recomendaciones del capitán Marzanas y haciendo oídos sordos nos obligó a continuar con la operación.
Dos horas después estábamos en el aire con destino a algún lugar en medio del Océano Atlántico . Éramos doce. Según los informes en el arrastrero "El Cabronazo" iban seis traficantes y ocho tripulantes con armas ligeras. Resultó que a parte de los cuernos de chivo tenían un par de misiles tierra-aire. El primero lo esquivamos por los pelos pero el segundo nos dio en el rotor de cola. Chencho, un tipo muy simpático, que Dios lo tenga en la gloria , se las arregló para estrellar el helicóptero en la cubierta de proa del arrastrero matando solo a la mitad de los pasajeros.
Sangrando por una ceja y con todos mis dientes bailando salí del helicóptero para ser recibido por una lluvia de balas de AK. Afortunadamente tuve suerte y en mi aturdimiento tropecé con una tubería cayendo de morros y esquivando todas la balas que iban directas hacia mi cabeza.
Toni, María y el arapahoe salieron por el otro lado y utilizando los restos del aparato como barricada abrieron fuego para cubrirme.
Yo estaba cabreadísimo así que cogí mi HK le di un manotazo al selector de disparo y lanzando un par de granadas aturdidoras me lancé sobre los putos colombianos. La tormenta en ese momento estaba en su punto más álgido y las olas zarandeaban aquella nave de casi cien metros de largo con si fuese una chalupa haciendo que yo tropezase constantemente y los mercenarios aturdidos errasen todos los disparos.
Yo no fallé. Me acerqué a los tres primeros y les descerrajé dos tiros en la frente. Mientras tanto mis compañeros me seguían y me cubrían cargándose a otros dos que intentaban rodearme por los flancos, yo seguí hacia adelante en dirección al puente con la sangre hirviéndome en los oídos y cagándome en la madre que parió a los putos politicastros.
—¿Y cuál era el problema? —interrumpió el novato — Ya solo quedaban dos traficantes.
El problema es que en vez de seis eran doce y todos hasta las cejas de coca y metanfetamina. Al vernos avanzar se retiraron a la superestructura atrancaron todas las escotillas esperando que la tempestad hiciese el resto.
Afortunadamente siempre llevo conmigo una preciosidad de estas. —dijo Fele mostrando una mina Claymore.—La coloqué en la escotilla de la cabina de mando y la hice volar por los aires, mala idea; en su paseo por el puente de mando, la escotilla mató a dos traficantes más pero también le arrancó la cabeza al capitán y un brazo al contramaestre para terminar despachurrando al timonel contra uno de los mamparos. En ese momento no nos dimos cuenta y seguimos limpiando el buque ignorantes de que el barco quedaba prácticamente a merced de la tormenta...
— ¡Eh! tío —le interrumpió Nuno— yo creía que nos ibas a contar una guarrada, para batallitas tengo yo bastantes más que tú, que para eso te saco casi veinte años.
—Tranquilo, ya llegamos. Pero permíteme ponerte en antecedentes para que sepas por qué pasó lo que pasó.
—¡Bah, chuminadas! Ella estaba caliente, tú estabas caliente...
Nos adentramos en las tripas del buque repartiendo estopa a diestro y siniestro hasta que lo dejamos como una patena. Al final no nos fue tan mal, sin contar el aterrizaje nos cargamos a todos los traficantes y a un par de tripulantes que se pusieron tontos y el único herido fui yo con una herida superficial en el hombro derecho.
Estábamos tan tranquilos, sentados sobre casi dieciséis toneladas de cocaína bajo nuestros culos, cuando un bandazo del barco al recibir una ola de costado nos devolvió a la realidad y subimos corriendo al puente.
El contramaestre había hecho lo que había podido y había logrado mantener aquel cascarón a flote durante veinte minutos antes de morir desangrado. En ese momento María apartó el cadáver y tomó los mandos.
— ¿María? ¿La que hizo el curso de lancha rápida conmigo en Ferrol? Hasta los instructores de la armada se acojonaron.—dijo Fredo— A que adivino, encaró el barco contra las olas y abrió gas a fondo...
No te equivocas, pero el caso es que ya fuese mérito de María o del altísimo, doce horas después estábamos fuera de la tormenta, el resto lo sabéis por los periódicos. La recepción en Las Azores, la foto de los capitostes con la montaña de droga, el desembarco de los cadáveres y el entierro de nuestros hombres con banderas y fanfarrias incluidos obispos, generales, jueces, reyes y ministros, todos peleándose por hacerse una foto al lado de los héroes caídos.
—¿Que tal la Leti? —Preguntó Nuno con la voz cargada de lascivia.
Seca, todo huesos. El caso es que diez días después recibo la notificación de que me van a dar la cruz al mérito policial con distintivo rojo...
— Joder para conseguir algo más hay que hacer de escudo humano en una explosión nuclear... —dijo el novato.
O diñarla víctima del misil de uno piraos. Bueno, por dónde iba... Ah, sí, ahí estaba yo, en el Ministerio del Interior, rodeado de viudas llorosas que recibían un besito, unas palabras de aliento y setenta y cinco gramos de chatarra, intentando no tirarme al cuellos de aquellos buitres.
La última parte de aquel vodevil fue una sesión de fotos de la ministra con las viudas, los huérfanos y un servidor en medio con una cara de perro muy mal disimulada.
Después de la sesión alguno de esos tiralevitas con cámara debió de chivarse a su excelencia que con cara de mal humor me hizo una indicación de que le siguiera.
Sin imaginar qué demonios podía querer aquella mujer de mí le seguí un paso por detrás mientras me guiaba por los laberínticos pasillos del ministerio.
— Déjate de chorradas—dijo Nuno—¿Está tan buena como parece en la televisión?
MQMF. —dijo Fele por toda respuesta—Mientras le seguía por los pasillos tuve tiempo de echarle unas cuantas miradas de soslayo. Tenía el pelo castaño oscuro. largo y un poco rizoso, aquel día lo tenía recogido en un apretado moño que dejaba a la vista un cuello delgado y terso y un escote pálido y lleno de lunares. Su cara era un perfecto óvalo que enmarcaba unos labios finos que le daban un aire de firmeza y unos ojos grises y almendrados, fríos como el acero. Solo su nariz pequeña y respingona le daba un toque de suavidad a un rostro bello pero afilado y frío como el hielo.
— ¿Y su cuerpo? —preguntó el novato con la voz ansiosa.
Llevaba un traje de sastre gris marengo que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel, resaltando sus rotundas caderas y una blusa de satén blanco, cruzada en torno a sus pechos grandes y firmes que vibraban con cada paso de las torneadas piernas enfundadas en medias oscuras y vertiginosos tacones.
Después de unos minutos llegamos a un amplio despacho ocupado por dos secretarias que resultó ser la antesala de un despacho aun mayor amueblado con teca y ébano.
—Cierre la puerta—dijo ella entrando en el despacho con paso firme.
Obediente entré tras ella y me cuadré en posición de descanso con las manos a la espalda.
—¿Quién coños se cree que es usted para joderme la rueda de prensa? —dijo la ministra tirando el maletín en el suelo y enfrentándose a mí con los ojos echando chispas.
—Yo...
—¡Usted, nada! ¡Debería estarme agradecido por haberle condecorado y hacer de usted un héroe y sin embargo solo recibo malas caras!
—Y ahí reventaste—interrumpió Fredo— Si es que esos imbéciles no entienden nada, creen que todos son igual de ambiciosos y avariciosos que ellos.
En efecto ahí ya reventé. Me acerqué a aquel bicho y mirándole como si fuese una cobra de la especie más venenosa le interrumpí el discurso:
—¿Por qué le tengo que estar agradecido excelencia? —le pregunté con recochineo mientras me acercaba a ella para dominarla con mi estatura— ¿Por haber desoído las recomendaciones de los tácticos causando la muerte de varios compañeros? ¿Por habernos obligado a atacar el pesquero con informaciones vagas, incompletas y en ocasiones totalmente erróneas? ¿Por recompensar a las viudas y huérfanos de mis compañeros con un pedazo de chatarra inútil para poder salir en la foto e intentar que la gente se olvide de vuestra incompetencia y rapacidad?
La ministra intentó retroceder unos pasos para evitar mi posición dominante pero tropezó con la parte delantera de su escritorio.
—¡No se le ocurra volver a hablarme así jamás, paleto! —dijo la ministra poniéndose de puntillas en sus tacones de mil euros y clavándome el índice en el pecho.
—Excelencia le ruego que no acabe con mi paciencia o me veré obligado a...
La ministra no esperó a que terminase la frase y me dio un bofetón con todas sus fuerzas y ahí ya perdí los nervios. Cuando vio el cambio de mi mirada de recochineo a la de enfado se dio cuenta de que había sobrepasado el límite, pero en vez de disculparse apretó los labios e intentó volver a abofetearme.
Esta vez no le salió tan bien y sin pensar le cogí la muñeca y se la retorcí contra la espalda. Con facilidad tire de su muñeca y de dos empujones la puse de espaldas a mí y estrellé su torso y su cabeza contra el escritorio procurando no hacerle demasiado daño. Debo reconocer que la tía tenía redaños. A pesar del dolor la ministra no se dejo amilanar e incluso estando dolorosamente inmovilizada intentó clavarme los tacones de aguja en la espinilla.
—Suélteme o le juro que...
—¿Que qué.? Lo que su excelencia necesita es una buena azotaina —dije agarrando el bajo de la falda con la mano libre.
—¡No se atreverá! —dijo ella retorciéndose enfurecida.
—¿No ha oído eso de que los GEOS tenemos más cojones que cerebro? —dije levantándole la falda y dejando a la vista unas piernas largas enfundadas en unas medias negras hasta los muslos y un culo redondo y firme parcialmente tapado por un body de encaje blanco.
Estaba tan cabreado que no me lo pensé y le di un cachetazo en el culo con todas mis fuerzas. La ministra tembló y se tuvo que morder el labio para no gritar. Un nuevo azote en el otro cachete firme y cremoso le hizo perder el pie por un momento y una pequeña lágrima le asomó por sus fríos ojos, pero de su boca solo escapó un leve suspiro.
Sorprendido aflojé un poco la presa y ella aprovechó para erguirse y mirarme con furia.
—¿Y ahora qué? —dijo la ministra desafiante tensando el culo rojo como un tomate.
—No sé, supongo que me acusarás de intento de asesinato, alta traición o algo así.—respondí yo con el cabreo disipado y las manos hormigueando.
—En algo tenías razón. —replicó la ministra deshaciéndose de mi presa y dándose la vuelta para encararse conmigo— Muchos cojones y poco cerebro.
Su excelencia no se había bajado la falda y no pude evitar echar una mirada a la parte delantera de sus ingles. Con satisfacción la mujer vio como admiraba sus piernas tersas y la pequeña mata de pelo negro que se podía adivinar a través del encaje del body. La ministra, en vez de sentirse intimidada y bajarse la falda, me echó una larga mirada a la vez desafiante y escrutadora.
Con una sonrisa torva la ministra volvió a clavarme las uñas en el pecho, pero esta vez no fue para intimidarme, bueno sí , pero de otra forma. Sus ojos grises se fijaron en los míos y sin apartarlos se separó de mí con un empujón. Cogió el teléfono y apretó el botón del intercomunicador.
—Alicia, María, ya no os voy a necesitar, tomaros el resto del día libre. —dijo colgando sin esperar respuesta.
Yo no pude evitar volver a tomar la postura de descanso mientras ella levantaba los brazos y se soltaba el moño dejando que una espesa capa de pelo castaño y rizado cayese sobre sus hombros.
—A pesar de lo que creas admiro a la gente con principios.—dijo la ministra apoyándose contra el escritorio con la falda aun remangada.
—¿Quieres que siga azotándote? —dije yo con una sonrisa de lobo.
—No me gusta el dolor, pero me gustó como tomaste el control. Hacía tiempo que no me sentía tan asustada y a la vez tan viva. —respondió ella mordiéndose el labio sensualmente mientras trataba de adivinar el cuerpo que distendía las costuras de mi traje de Caramelo.
Me acerqué a ella dispuesto a soltar alguna frasecilla graciosa, pero antes de que llegase a abrir la boca su excelencia me cogió por la corbata y tirando de ella me tapó la boca con un largo beso.
— Al fin llegamos a lo bueno —dijo Nuno— Creí que no ibas a hacerlo nunca.
Durante los siguientes minutos solo apartamos la bocas para poder respirar. La boca de la ministra era deliciosa y su lengua era una serpiente endiablada que me exploraba insaciable. Cogiendo aire le empujé con mi cuerpo contra el escritorio y tirando de su cabellera le retrasé la cara abalanzándome sobre su cuello besándolo y mordisqueándolo.
Mientras tanto ella no se quedó quieta y alargó sus brazos tirando de botones y cremalleras y dejándome en calzoncillos a una velocidad pasmosa.
— ¡Ah! Me encantan las cuarentonas, su habilidad para desnudarte no tiene comparación. —dijo Nuno con aire soñador— Las veinteañeras, o esperan que lo hagas tu todo o con la prisa te arrancan la mitad de los pelos púbicos cuando te quitan los gayumbos y las septuagenarias ya se sabe, los dedos pierden movilidad, los botones se les escapan entre los dedos...
Una vez me hubo desnudado se dedicó a explorar mi cuerpo y mis músculos con un gesto de avaricia. Yo seguí besándole el cuello, las clavículas y la mandíbula hasta hacerla suspirar de deseo. Volví a besarle mientras le quitaba la chaqueta del traje y tiraba del lazo que ceñía la blusa a su torso. El encaje de su lencería no podía ocultar unos pechos hermosos y enhiestos con unos pezones grandes y prominentes. Me abalancé sobre ellos con lujuria, besándolos y chupándolos con fuerza mientras ella recorría mi cuello y mi espalda con sus uñas escarlata.
A tirones le saqué la falda y seguí bajando por su torso hasta llegar a su pubis. La ministra tensó su cuerpo esperando que mi boca se cerrase entorno a su sexo pero yo hice caso omiso y me dediqué a mordisquear y lamer el interior de sus muslos. Su Excelencia protestó y apartando el body a un lado empezó a masturbarse ansiosa.
— ¡Diosss! ¿Cómo tenía el chocho? —preguntó Fredo— A mi me encantan los depilados. La visión de uno de esos con los labios hinchados y enrojecidos y con un hilillo de excitación escapando por su abertura me pone como un burro.
Mientras besaba el interior de sus piernas podía ver su sexo enrojecido y su clítoris hinchado manipulado con violencia por la ministra. Finalmente le aparté las manos y comencé a acariciar su monte de Venus con manos y labios. El aroma a sexo se mezclaba con el de su perfume excitándome y obligándome a recurrir a toda mi fuerza de voluntad para no abalanzarme sobre ella inmediatamente.
Por los gemidos y los insultos, ella no parecía pasarlo mucho mejor, así que no me hice más de rogar y sacando mi polla de los calzoncillos se la metí. El coño de su excelencia era estrecho, cálido y resbaladizo, vamos, una delicia y algo parecido debió de sentir ella porque todo su cuerpo tembló al sentir resbalar mi verga en su interior.
Con un gesto repetidamente ensayado, la levante en el aire y la mantuve ahí un instante, ingrávida, con mi polla alojada en su interior y todos los músculos contraídos por el esfuerzo. La ministra me rodeó con su piernas y se dejó penetrar a la vez que se agarraba con un gesto de admiración mis pectorales . Para exhibirme pasé mis brazos bajo sus piernas y comencé a elevarla sin hacer el menor gesto de esfuerzo para a continuación dejarla caer una y otra vez.
La ministra se dejó empalar gimiendo a la vez que se agarraba a mi cuello y buscaba mi cara y mis labios con ansia.
—Eso es. ¡Dale fuerte! —exclamó el novato que lo estaba viviendo.
Debido a mi sudor y los flujos de su sexo la cosa se había puesto resbaladiza así que me separé y la deposité sobre la moqueta con suavidad. La señora ministra se metió dos dedos en el chocho y arqueó el cuerpo para incitarme. Yo me abalancé sobre ella y ante su sorpresa comencé a tirar de su body como una bestia enloquecida. Con manos y dientes tiraba de la prenda rasgándola y arrancándola hasta hacerla girones. En pocos segundos quedó totalmente desnuda y a mi merced.
Dejando de lado toda delicadeza...
—¡Ah! ¿Pero hasta ahora habías sido delicado? —comentó Nuno con sorna.
... retorcí, chupé y mordisqueé sus pechos hasta hacerla aullar para a continuación cogerla por el pelo y arrodillarla para poder meterle mi polla en la boca. Su excelencia abrió la boca y se comió mi polla entera chupándola con maestría tal como esperaba en una mujer metida en política desde su más tierna juventud, de hecho, lo hizo tan bien que no tardé en sacar mi cipote para correrme abundantemente sobre sus pechos y su torso jadeante.
Con un grueso hilo de baba y mi semen escurriendo entre sus pechos se inclinó ligeramente hacia atrás mientras me miraba desafiante.
Cualquier mujer en su posición arrodillada, jadeante y con su cuerpo cubierto de sudor, saliva y semen, parecería un despojo, pero ella me miraba orgullosa y segura de sí misma, como una leona, haciendo que la desease aun más . Sin darle tiempo a mi polla de que se relajase volví a cogerle por el pelo y levantándola la empujé contra la pared. Su excelencia gimió y separó las piernas preparada. Con una sonrisa torcida mantuve su cabellera firmemente agarrada mientras con la otra recogía sudor y flujos para lubrificar con ellos su ano.
La ministra tenso sus nalgas y sus piernas al notar como mis dedos le exploraban el ano pero no protestó.
— Esa zorra estaba más caliente que el mismo infierno. —dijo el novato.
Su culo resultó deliciosamente apretado y la sensación de su esfínter contraerse repetidamente intentando expulsarme volvió a resucitar mi deseo instantáneamente.
Su excelencia soltó un largo gemido y arañó el papel pintado cuando logré enterrar la totalidad de mi polla en su culo.
Durante unos instantes no me moví y me dediqué a acariciar con suavidad su sexo. En pocos segundos los quejidos se transformaron en gemidos y fue ella la que empezó a mover sus caderas para empalarse con mi miembro. Le dejé un rato moverse a su ritmo hasta que con un empujón que la hizo vacilar en sus altos tacones tomé el mando. Así comencé una fenomenal cabalgada. Entraba y salía de aquel culo estrecho y cálido como el infierno sin dejar de azotar y acariciar su culo, sus flancos , sus pechos, su sexo...
Incansable seguí follándomela hasta que todo su cuerpo empezó a temblar incontenible producto de un monumental orgasmo. Sujetándola por la cintura para que no se cayese, seguí asaltándola con ímpetu prolongando su placer hasta eyacular en su interior.
Aquella mujer era insaciable. Sin darme tiempo a respirar se abalanzó sobre mi polla y ...
— ¡Vamos tíos! —interrumpió Fredo arrancando el coche— Se acabó la juerga, los sospechosos están saliendo.
Domicilio de Josele el hurón. Veintitrés—veinticuatro de julio.
Despertaron diez horas después totalmente descansados. Mientras Josele metía unas pizzas en el microondas, Carlos y Fernando se liaron sendos petardos para relajar un poco sus nervios. La expectación roía sus nervios y de no ser por los beneficiosos efectos de la droga estarían dando botes por la habitación.
—¿Se puede saber por qué coños estáis tan nerviosos? —pregunto el hurón cogiendo el porro que Carlos le ofrecía.
Los dos amigos se miraron con los ojos velados por el efecto de la droga y soltaron una prolongada serie de risitas tontas.
—Joder tíos, dejaros de risitas y contadme lo que estáis maquinando. Os he ayudado en todo lo que me habéis pedido.
Carlos y Fernando se volvieron a mirar y con una risa conspiratoria se lo contaron sin ser del todos conscientes de que habían introducido a un nuevo miembro en la sociedad. Cuando Josele se enteró de lo que estaban tramando sus colegas, no dejó de acosarles hasta que le permitieron acompañarles al cementerio.
La noche era perfecta para sus planes. Gruesos nubarrones tapaban la luna haciendo el ambiente especialmente oscuro. Un fuerte viento del oeste las empujaba impidiendo que se quedasen para soltar la carga de agua que contenían. Se acercaron al AX y abrieron el maletero para asegurarse de que estaba todo en orden y el gallo seguía vivo. Un ruidoso y agresivo canto les confirmo que así era.
El AX arrancó a la primera como un campeón y los tres amigos se incorporaron al tráfico sin mirar atrás, dónde un BMW encendía sus luces e iniciaba su marcha tras ellos.
Barrio de las Ventas. veinticuatro de julio, 1.50 h.
—¿A dónde coños irá a estas horas? —preguntó el novato— ¿Y qué pintan esos dos?
—No lo sé. —respondió Fele— quizás sean sus guardaespaldas...
—Sí y el AX el coche blindado —dijo Fredo— estos traman algo...
Los sospechosos conducían el pequeño y ágil vehículo entre el escaso tráfico a una velocidad suicida. Fredo tuvo que emplearse a fondo para poder seguirlos y evitar que fuese demasiado evidente que lo hacía, sin saber que los sospechosos, ansiosos por llegar a su destino, no habían mirado una sola vez hacia atrás.
Dando bandazos entraron en la M-30 en dirección a Las Ventas seguidos muy de cerca por el BMW de los policías. El tráfico era muy fluido a esas horas de la madrugada y pocos minutos después tomaban la salida de la plaza de toros.
—¿Y ahora? —se preguntó Fele mientras veía como el AX tomaba la avenida Daroca.
—Por aquí solo se va a La Almudena —añadió Nuno—¿Qué coños estarán tramando?
—No sé, pero pronto lo sabremos. —dijo Reinaldo viendo como los sospechosos aparcaban en un lugar discreto, lejos de la puerta principal.
Desde una distancia segura los policías vieron como los sospechosos se bajaban del coche y se repartían el contenido del maletero.
—¿Para qué coños quieren una perola de cobre? ¿Desde cuándo la metanfetamina se concina a fuego lento?—comentó el novato.
—Vete tú a saber, igual van a hacer una pulpada. —replicó Nuno relamiéndose.
A continuación los tres tipos acercaron los cachivaches al muro del recinto y mientras uno pasaba al otro lado y otro se quedaba en lo alto del muro el tercero les iba pasando el material. Cuando terminaron ayudaron entre los dos más delgados a subir al culo gordo hasta lo alto del muro y desaparecieron tras él.
—Bien, vamos a ver lo que traman esos imbéciles. —dijo Fele— En cuanto saltemos el muro nos desplegamos, yo iré en vanguardia, Fredo, Nuno a mis flancos, manteniendo contacto visual y tú Reinaldo a retaguardia. No creo que estén armados pero tomad precauciones por si acaso.
Las ordenes del Sargento fueron cumplidas con rapidez y eficacia y menos de un minuto después seguían a los sospechosos por la avenida principal del cementerio.
—¿Cómo sabéis dónde encontrarla? —Susurró el hurón mientras seguía a sus colegas arrastrando la pesada perola de cobre con el saco de carbón vegetal y un par de palancas dentro.
—Joder tío. —respondió Carlos encendiendo un porro— Tan listo para unas cosas y tan lerdo para otras. Solo tienes que meterte en el Facebook y mirar en su club de fans, ahí está todo. Y deja de susurrar que aquí no molestas a ningún vecino.
El recinto era enorme, así que les llevó un buen rato llegar. El panteón era visible desde más de treinta metros de distancia incluso en la oscuridad debido a la gran cantidad de flores que le rodeaban.
—Aun están frescas. —dijo Josele al acercarse— si lo llego a saber me traigo a Lupe, a esa golfa le encanta follar en los cementerios. El mármol y las flores le ponen cachonda.
—Déjate de chorradas y aparta las flores, que ahora toca el trabajo duro.—dijo Fernando tirando una corona sin mirar dónde caía.
Tras unos segundos la lápida quedó a la vista, Lucía Méndez, alias Lucy Like, la cantante más rotunda del momento, yacía en la tumba víctima de una sobredosis que la había mandado al infierno a los veintisiete añitos.
—"Aquí yace Lucy Like cantó a la vida y murió víctima de la maldición de los veintisiete" —leyó Fernando. Hay que joderse, estos imbéciles comparan a esta tetuda gritona con Hendrix y Morrison. En fin, pásame esa uña de cabra.
—¿Qué coños hacen jefe?—preguntó el novato por el intercomunicador.
—Ni zorra, no creo que tengan un laboratorio ahí dentro, pero creo que al menos podremos detenerlos por profanación de tumbas. Esperemos a ver qué es lo que se traen entre manos.
Había colocado a sus hombres en total silencio a unos veinte metros de distancia formando un arco de unos ciento veinte grados para poder tener una panorámica del lugar dónde los sospechosos trabajaban.
Durante unos minutos vio como dos de los tipos atacaban el yeso aun fresco del panteón y deslizaban la losa de mármol a un lado para poder acceder al interior de la tumba.
La muerte de la joven estrella del rap les había pillado planeando el asalto al cementerio del pueblo así que cuando vieron a Escotofia revivir aquel mísero cuerpo la idea se le ocurrió a Carlos casi instantáneamente. Mientras empujaban la lápida no podían dejar de pensar que en pocos minutos aquellos pechos enormes y blancos, aquel culo gordo y terso y aquellos morros gruesos y lascivos serían suyos y harían todo lo que ellos desearan, obedientes, sin decir eso de "no, hoy tengo la regla" o "por ahí no que me duele".
Extraer el cadáver fue fácil gracias a los caprichos de la diva. No sé si fue idea de la joven o no, pero la habían enterrado en un ataúd de cristal con lo que ni siquiera tuvieron que retirar totalmente la lápida. Con un par de golpes de las palancas, el cristal quedó hecho añicos y pudieron extraer el cadáver que yacía en él vestido con una especie de salto de cama que no dejaba nada a la imaginación. Sin mucho esfuerzo la sacaron del agujero, la colocaron sobre la lápida y volvieron a colocar la tapa del panteón en su sitio.
—Coño, no sabía que estuviese embarazada —dijo el hurón señalando el prominente vientre de la joven sobresaliendo del escueto camisón.
—Espera yo me encargo de practicarle el aborto —dijo Fernando subiéndose al panteón.
Ante los ojos de los otros dos colegas Fernando dejó caer su orondo culo sobre el distendido vientre de la finada. Un sonoro y largo pedo acompañado de sonidos húmedos y un olor nauseabundo salió del culo del cadáver a medida que el vientre se deshinchaba.
—Joder, me imagino como habrá dejado el tanga la muy guarra. —dijo Carlos con cara de asco— En fin, procedamos.
—¿Se puede saber que van a hacer ahora? —preguntó Fredo al ver como ponían a calentar agua en una perola— No se la irán a comer.
Alucinados observaron a dos de ellos trajinando con la perola mientras el tercero abría un pesado libro y con un espray dibujaba algo alrededor del cadáver.
—Dios, esto se pone interesante. —dijo Nuno al ver como el tipo gordo leía el libro, se desnudaba y se ponía a recitar algo mientras sus otros dos amigos daban una última vuelta al potingue y se apartaban.—Creo que se la van a follar.
—Pues a mí se me parece más a una misa negra... —replicó el novato.
Mientras tanto Fele hacía rato que había cogido su Iphone y estaba documentando lo que estaba ocurriendo. Procurando que el aparato no se le escapase de las manos vio como el tipo sacaba un pollo de una jaula. El animal, sujeto por las patas, se revolvía y aleteaba indignado lanzando picotazos. El sospechoso lo separó todo lo que pudo de su cuerpo y cogiendo un cuchillo de carnicero le cortó el cuello de un tajo. El animal se revolvió aun sin ser consciente de que estaba muerto salpicando el cuerpo desnudo del tipo y el cadáver de la rapera con su sangre. Segundos después colocó el gallo sobre la olla dejando que la sangre escurriese en su borboteante interior.
Durante un instante no pasó nada y Fernando creyó que había fracasado. Pero tras unos segundos la olla empezó a espumear y un minuto después se produjo la detonación. La diferencia es que en vez de un suave pop y un tenue halo azul se produjo una explosión que tiró a Fernando de espaldas cubriéndole con el contenido hirviente de la olla y la onda expansiva y el fogonazo azul se expandieron por el cementerio con tal fuerza que levantaron las losas de los panteones y las tapas de los nichos a medida que se expandía aparentemente sin freno por todo el camposanto.
Fernando se levantó con la piel en carne viva y dando saltitos se acercó al cuerpo yacente con curiosidad. Josele se le había adelantado y subido al panteón se inclinó sobre Lucy y empezó a amasarle las tetas impaciente.
—Creo que no ha funcionad...
La frase del hurón quedo a medio terminar. En realidad todo había funcionado perfectamente, quizás demasiado bien. Con un grito sobrecogedor la rapera se levantó electrizada y se lanzó sobre el pobre Josele deshaciendo su cuello a mordiscos y deglutiendo golosamente la sangre que manaba de las heridas con fuerza. Fernando y Carlos no lo pensaron y salieron corriendo como balas.