Wendy, un ramo de rosas para ti...

Hoy que se cumplen dos años de que estás conmigo, haciéndome el hombre más feliz del mundo. Relato no erótico.

Luego de comprar un ramo de rosas, Alfonso tomó el autobús. Había pensado en regresar a su casa caminando, pero aún tenía que preparar la cena y no faltaba mucho tiempo para que su novia saliera de la oficina. No eran muchos los asientos ocupados. Además del conductor, viajaban en el transporte una señora con un niño y un hombre de avanzada edad a quien Alfonso, pareció reconocer. Se trataba del Padre Antonio, señor cura de la iglesia a la que asistía. Se sentó junto a él.

  • Buenas tardes, padre. - Saludo el muchacho.

  • Buenas tardes, hijo. ¿A dónde tan contento y con ese ramo de flores? - Preguntó el religioso.

  • Son para mi novia. Hoy cumplimos dos años de ser pareja. Voy a preparar yo mismo la cena de celebración. - Respondió Alfonso.

  • No sabes cuánto me alegra que estés tan feliz. Debes quererla mucho. - Aseguró el sacerdote.

  • Claro, la amo con todas mis fuerzas. Desde que ella está en mi vida, todo parece moverse en un perfecto ritmo, disfruto más de las cosas y mi vida está, completa. Desde que estamos juntos, soy el hombre más feliz del planeta. Ella es mi vida, mi todo. - Dijo emocionado el joven.

  • Que bueno. Me da gusto saber que ese sentimiento no ha pasado de moda entre ustedes los jóvenes. No hay cosa más hermosa ni más bendecida por Dios, que el amor entre un hombre y una mujer. Dime algo, ¿quién es la afortunada? - Lo cuestionó el Padre Antonio.

  • Usted la conoce. Se llama Wendy y es la mujer más hermosa del mundo. - Exclamó con júbilo el enamorado.

La expresión del sacerdote cambió al escuchar ese nombre. Bastó que Alfonso le dijera como se llamaba su novia, para que el Padre Antonio cambiara de opinión en cuanto a la relación. Eso que antes dijo era la cosa más hermosa y bendecida por Dios, entonces le pareció algo horrendo, monstruoso. No podía creer que ese muchacho a quien consideraba una buena persona, un ejemplo de cristiano, fuera capaz de vivir en semejante pecado y aún peor, verlo como la cosa más normal.

  • ¿Cómo es posible que ella sea la persona a la que amas? ¿Te das cuenta del pecado que estás cometiendo, de la manera en que estás insultando a Dios? - Preguntaba indignado el Padre Antonio.

  • Pero, ¿por qué es pecado? Usted mismo dijo, que no hay cosa más bella que el amor entre un hombre y una mujer. No puede cambiar de opinión sólo por escuchar el nombre de mi pareja. - Le reclamó Alfonso.

  • Claro que puedo. Ella es tu madre, por Dios santo. - Gritó horrorizado el sacerdote.

Alfonso se quedó callado por unos segundos, mirando al Padre. Por su mente pasaron miles de cosas, pero ninguna de ellas escapó de su boca. Aunque le molestaba que alguien pudiera ver su amor como algo sucio, por el simple hecho de que a quien amaba era su madre, no era oportuno reaccionar de manera violenta contra quien, después de todo, merecía su respeto. Respiró profundamente para calmarse. Lo único que hizo, fue formular una última pregunta para el religioso.

  • Y nada más por eso, porque somos madre e hijo, ¿lo que sentimos deja de ser amor?