Welcome: segundo día. ¿Por qué te escondes?
Publicado al día siguiente. Este es mi primer serie y relato, los comentarios se toman a consideración. Gracias, estoy aprendiendo.
De regreso de la escuela, rumbo a casa de Diana, yo me encontraba prácticamente perdida. Viendo a través de la ventana, pensando en lo que me había sucediendo. Esto no estaba bien y no podía permitir que siguiera ocurriendo.
-Martha, ¿estás bien? –Dijo Aby, mientras me observaba con cara de preocupación- has estado muy extraña hoy. ¿Podemos ayudarte en algo?
-Perdón, pero es que tengo muchas cosas en que pensar. Debo resolver algunos asuntos que están perturbándome mucho. Gracias chicas por su apoyo.
-No sabía que tenías novio –Dijo Diana observándome a través del espejo retrovisor-
-Yo no tengo novio. ¿Quién te ha dicho eso? –respondí molesta-
-Nadie me lo ha dicho, es solo que hace un momento alcancé a ver un chupetón en tu cuello.
Inmediatamente recordé que las marcas seguían allí. Traté de protegerme con mi abrigo e indignada me puse a ver nuevamente por la ventana. No era que el comentario me hubiera hecho enojar, si no que no estaba dispuesta a dar explicaciones de ello.
-No pasa nada –dije-
-Aby –dijo Diana- vamos a llevarte primero a tu casa porque parece que va a llover. Las nubes y el viento indican que se acerca una tormenta.
Diana pisó el acelerador rumbo a la casa de Aby y efectivamente, a los pocos minutos empezaron a caer las primeras gotas de lluvia. Aby se despidió de nosotras y yo me coloqué en el asiento del copiloto junto a Diana. Empezaba a llover más y más fuerte. El paisaje era hermoso, o al menos para mí, yo amo los climas fríos y sombríos, me hacen sentir bien. Al fondo muy a lo lejos se había formado un arcoíris. No quise desaprovechar la oportunidad de tomarle una foto, por lo que saqué mi celular. Al ver la pantalla, había más de veinte llamadas perdidas. Todas eran de Jesús, sin duda, estaba buscándome como loco. Pasaban de las ocho y yo aún no llegaba a casa, ni pensaba hacerlo. Coloqué el celular de nuevo en la mochila pero a pesar de lo fuerte de la tormenta, seguía escuchándose el timbre de llamada, insistente, era mi canción favorita pero en ese momento juro que la odié.
-¿No le piensas responder a tu galán? –Dijo Diana con una leve sonrisa en su rostro-
-No es nada importante, no te preocupes.
Llegamos a casa de Diana. Sus padres ya estaban en su recamara por lo que no había nadie en la casa. Hacía mucho frio, preparamos café y nos fuimos a su habitación a ver una película. En ese momento, revisé mi celular y entre todas las llamadas perdidas de Jesús estaba un mensaje de mi maestra, la misma de la que había abandonado su clase:
Hola Martha ojalá te encuentres bien. Me preocupó mucho el que te hayas ido de mi clase tan inesperadamente. Sé que te fuiste acompañada por tus amigas Diana y Aby, pero por lo visto no le notificaste a tu tutor Jesús R. que te habías retirado con ellas. Me llamó muy preocupado hace cinco minutos así que le di las direcciones de tus compañeras para que valla a buscarte. Buenas noches Martha, cuídate, saludos.
Mi corazón se detuvo. Ese mensaje tenía 15 minutos de haberlo recibido por lo que Jesús ya estaría buscándome. El problema era adivinar en donde estaba. Por un momento pensé en llamarle a Aby pero mejor decidí esperar a que él se comunicará conmigo. La película que veía con Diana seguía avanzando y yo no ponía atención. Cada minuto revisaba mi celular y ni noticias de Aby o de Jesús. Afuera, la lluvia era intensa. Diana reía como loca por causa de la película. Ya hacía ella en su cama, en pijama y cubierta por un enorme edredón. Yo por mi parte, estaba en su enorme sofá, cubierta también por una gruesa cobija, usaba una pijama que Diana me había prestado. Moría de frio y de nervios, cuando por fin sonó mi celular. Era Jesús.
No sé cuál sería mi expresión, que Diana muy preocupada, me preguntó si me pasaba algo. Yo dije que no.
-Oh ya veo, así que tu novio se llama Jesús ehh. Qué casualidad, igual que tu primo…
-Debo hablar con él. Si es mi novio, perdón si no te lo había dicho, espérame poquito por favor.
Salí corriendo al baño. El celular seguía sonando hasta que por fin respondí:
-¿Hola? –Dije con voz baja-
-¡¡¡Pequeña!!! ¿Dónde has estado? Te he llamado como 100 veces. Porqué te escondes si sabes que necesito verte.
-Si. Ya sé que estás buscándome, por eso decidí responderte. Mañana voy a casa ok, mientras déjame esta noche estar con mi amiga.
-¿Cuál amiga? ¿Te refieres a la que vive en una casa color azul, de cortinas blancas y que además tiene un auto color negro?
Mi corazón se congeló junto con el resto de mi cuerpo. La descripción que me estaba diciendo era justo la de la casa de Diana. ¿Cómo era posible que supiera esos datos?
-¿Cómo sabes eso Jesús? ¿Acaso alguna vez has venido a su casa?
Su respuesta fue breve y justo lo que más me temía.
-Estoy afuera de la casa ahora.
Un escalofrío había recorrido todo mi cuerpo. Me acerqué a la ventana a ver si podía ver algo y efectivamente, allí estaba, esperándome, como un negro fantasma, en medio de la calle completamente sola y abandonada.
-Te veo pequeña, por favor sal, debemos hablar.
-Lo mejor será que te vayas Jesús, no voy a salir.
-Si no sales –dijo molesto- voy a entrar a la casa por ti.
Yo tenía tanto miedo de salir. Pero más miedo por la familia de Diana y sobre todo por ella, que inocentemente seguía feliz viendo la película.
-Debo salir Diana –Le dije mientras me colocaba mi abrigo-
-¿Pasa algo Martha? ¿Puedo ayudarte?
-No pasa nada, es solo que… mi novio está allá afuera y quiere que valla, me comprendes ¿no?
-Claro –dijo sonriendo- hay cosas que los novios deben hacer solos –me giñó un ojo- sal con cuidado y cúbrete que la lluvia se ha calmado pero pronto volverá a aumentar. Cualquier cosa me llamas.
Asentí, tomé mi celular y abandoné la casa con mucha precaución para que nadie de su familia se diera cuenta que salía. Pasaba de las diez de la noche. Salí de la casa y me dirigí directo a su auto. Abri la puerta del copiloto y me introduje en el. Ahí estaba Jesús, mojado por la lluvia, casi temblando y yo también mojada y con frio a pesar de mi enorme abrigo que me cubría casi hasta las rodillas.
-Pequeña, te he extrañado tanto –me abrazó junto a su pecho y sentí su corazón latir, su perfume y también lo mojado de su ropa. ¿Por qué me has ignorado todo el día? No sabes cuánto he pensado en ti. Pero ahora podemos irnos a casa.
-Yo no me voy a ir Jesús, comprende que necesito estar a solas. Mi mundo ha cambiado en solo unas horas y es por ti.
-Yo te amo Martha. Regresa conmigo y seamos felices.
-No puedo. Tú tienes hijos que cuidar y una esposa a quien responderle.
-Mis hijos están con su madre. Ella y yo ya hablamos y quedamos en darnos un tiempo. Le dije que ya no vivías en casa y se tranquilizó. Pero tú debes volver, no puedo estar sin ti. Además estamos mojados y debemos cambiarnos de ropa.
-No Jesús. Entiende que debo pensar. Aunque mi decisión ya haya sido tomada. No voy a volver a tu casa, ni siquiera porque mi ropa estuviera mojada. Además, Diana ya me prestó una pijama, muy ridícula por cierto y no estoy mojada, solo de mis pies, por las calcetas.
-Haber –dijo Jesús mientras veía mis piernas.
Poco a poco fue subiendo mi abrigo hasta más arriba de mis rodillas. Mis piernas estaban mojadas pero aun calientitas.
-Debes quitarte esos calcetines, te van a hacer daño. Y también ese abrigo, que se seque un poco.
Flexione mis piernas y traté de quitarme los calcetines, era muy difícil para mí, por lo que él se me acercó y suavemente me quitó el primer calcetín, después el de mi otro pie también. Acariciaba mis piernas a la vez y desde el tobillo me empezó a besar, subiendo lentamente. Llegó a mis rodillas y continuó subiendo. Mis muslos empezaron a ser besados pero se detuvo.
-Creo que ese abrigo también esta mojado.
Dicho esto, me quitó suavemente el abrigo, hasta dejar mis brazos descubiertos. Yo usaba como pijama, un vestido corto, de esos que son como camisones para adolescentes, con la imagen de un gatito. Era demasiado infantil.
-Te vez tan tierna pequeña.
Besó mi mano y poco a poco empezó a besar el resto de mi brazo. La lluvia aumentó rápidamente su fuerza, asiendo casi imposible ver hacia afuera. El ruido de las gotas sobre el auto era intensas por lo que las palabras que nos dijéramos tenían que ser al oído.
-Es imposible que te vayas ahora –me dijo mientras besaba tiernamente mi oreja- vallamos a la parte de atrás del auto. Yo estaba como en otro mundo, olvidé que debía regresar a casa de Diana y que no debía de estar en esos momentos con Jesús. Primero el pasó a la parte de atrás, después me ayudó a pasar. Me vio fijamente a los ojos, acaricio mis mejillas y empezó a besarme dulcemente en los labios, mi cuello, mordiéndome levemente. Me acariciaba de arriba abajo, mis piernas, mi espalda, mis brazos, hasta que empezó a meter sus manos por debajo de mi pijama, acarició mis senos, sobre mi bra, el cual desabrochó. Me quitó mi camisón de pijama y mi sostén, dejándome únicamente con mi bóxer puesto. Seguimos besándonos y el empezó a pellizcar cada vez más fuerte mis pezones. De repente se detuvo.
-Hoy has sido una niña mala pequeña, así que voy a tener que castigarte. Aparte de esconderte de mí, has provocado que mi amigo, ese dulce que te comiste ayer, hoy se encuentre despierto así que ya sabes que tienes que hacer con él ¿verdad? –Dijo esto mientras se acariciaba su entrepierna.
No sé qué pasaba por mi mente, que únicamente me limitaba a decir que sí con la cabeza. Me arrodillé, le quité el pantalón y su bóxer también. Tomé su pene con mi mano y esta vez con menos miedo, me lo llevé completo a la boca. Empecé a mover mi boca y mi lengua para que se pudiera endurecer y así fue. No me costó trabajo ponerlo erecto. Pasaba mi lengua rápidamente sobre la cabecita mientras al tiempo empezaba a chupar. Realmente me gustaba el sabor que tenía. Jesús, ya se había quitado el resto de su ropa y mientras yo seguía jalando y chupando. Cuando menos me di cuenta ya estaba casi completo en mi boca. El, tomó mi cabeza y de nuevo empezó a controlar el ritmo de movimiento. La lluvia estaba fuerte afuera por lo que no había nadie que se diera cuenta de lo que estábamos haciendo. Las chupadas que le daba a su miembro eran más intensas y se veía reflejado en su rostro. Sus expresiones y movimientos me indicaban que estaba haciendo un buen trabajo.
-Detente pequeña, que ahora te toca recibir la segunda parte del castigo.
Me hizo dar la vuelta, poniéndome en posición de perrito, con mi cara hacia la ventana derecha de la parte de atrás, justo en sentido a la banqueta y de rodillas sobre el asiento. El, se acercó, acarició mis piernas, besándolas y respirando vapor caliente en ellas. Yo no podía ver porque estaba respirando justo en la ventana y disfrutando. Al tiempo, sentí como su lengua empezaba a chupar mis labios vaginales, metiéndose y chupándome el clítoris.
-Mmmmm amor, sigue- fue todo lo que pude decirle.
Pero de estar en mi clítoris poco a poco fue subiendo más y más hasta que sentí que su lengua rozaba los límites de mi ano. Me quedé inmóvil, pues nunca había sido chupada en ese lugar.
-Jesús, no quiero que me chupes ahí, se me hace muy asqueroso.
Se detuvo. Creí que había decidido hacer otra cosa cuando en ese momento, abrió mis nalgas con sus manos y se fue directo a chupar mi pequeño orificio anal: metiendo su mojada lengua y pasando por todos lados, de arriba abajo, mordiendo mis nalgas de vez en cuando. Mi trasero no es muy grande pero en ese momento parecía crecer ante las cogidas que estaba sufriendo por la lengua de mi fantástico amante.
La sensación era extraña, pero empezaba a gustarme. Acariciaba mi clítoris y pellizcaba mis pezones.
-¿Te gusta lo que te hago pequeña?
-Se siente raro pero me empieza a gustar.
-No se trata de que te guste, esto es un castigo por mala y ahora tienes que pagar.
Diciendo esto, me jaló de las piernas, tumbándome boca abajo sobre el asiento del auto. La lluvia era muy fuerte por lo que los ruidos eran casi nulos. Repentinamente, abrió la ventana del auto, entrando la brisa fría que me hizo temblar.
-¡Levántate perra!- me dijo, jalándome del pelo.
-¿Qué haces?, ¡déjame!- le dije mientras trataba de liberarme de sus manos.
Me empujaba hacia la ventana y por más fuerza que hacía yo, no podía ganarle.
-Vas a sacar la cabeza por la ventana y no se te ocurra gritar, porque si lo haces, todo mundo verá lo que haces en el baño de la escuela ehhh.
Comprendí que me tenía en sus manos una vez más, con ese video llamada que habíamos tenido. Saqué la cabeza por la ventana. La lluvia me golpeaba la cara y la cabeza, no podía ver nada, por lo que agaché la mirada hacia el piso, dejando que el agua callera sobre mi pelo y este a su vez, sobre mi cara.
-Vas a pasear como las perras, con la cabeza hacia afuera, pero recibiendo un castigo por ser mala con tu amo.
Dicho esto, se colocó detrás de mí, sentí un líquido caliente que escurría por mi espalda entre mis glúteos: estaba escupiéndome. Metió uno de sus dedos en mi pequeño ano para abrir la entrada y colocó su mano sobre mi espalda: voy a castigarte, y recuerda que las perras no hablan ni gritan. Sabía lo que venía, solo cerré los ojos, llovía demasiado fuerte cuando lo sentí:
-Aaaaaaaaaaaahhhhh, grité de dolor.
La cabeza de su pene hacía fuerza para entrar por mi ano. Me dolía mucho, pero lo que más me preocupaba era que alguien apareciera y me descubriera siendo follada en un auto. El dolor era insoportable con cada embestida que me daba. Sentía como si me rompieran, incluso me imaginaba sangrando pero él no se detenía. Tras varios intentos y una vez dentro, empezó a follarme lento, tomándome de las caderas e impulsando mi cuerpo hacia afuera, estaba empapada de mi cabello y mi cuello, no se distinguía entre mis lágrimas de dolor y las gotas de lluvia que resbalaban por mis mejillas. Supongo que debo merecer esto, por esconderme de él este día. O eso pensaba cuando sentí que sus penetraciones se detuvieron y empezó a cogerme por mi vagina. El placer que ahora sentía se mezclaba con el dolor de mi recién desvirgado ano. Estuvo dándome hasta que volvió a mi entrada anal, usando mis propios jugos para lubricarme. Esta vez se sentía diferente, la sensación empezaba a gustarme, me percaté de esto cuando empecé a gemir, y a tragarme el agua que caía en mi cuerpo. En cuestión de minutos, me cogía rápido, como si tuviera libre acceso a mi entrada, yo gemía cada vez más y sus cogidas eran riquísimas. Me empujó más hacia afuera del auto, dejando mis hombros y mis senos descubiertos al aire y a la lluvia. Me agarré de la orilla de la ventana para poder soportar sus embestidas, ni la lluvia ni el que me descubrieran podía detenerme, estaba entregada a la pasión que me daba el momento.
Una vez más, el calor empezó a subir por mis piernas, como centro principal, mi ano siendo profanado y mi vagina siendo penetrada por sus dedos, era simplemente maravilloso. Pellizcaba mis pezones y mi clítoris pero siempre procurando penetrarme por los dos lados. Arquee mis caderas abriendo mis piernas y el momento llegó:
-Aaaaaaaaaahhhhhh siiiiiiiiii!!!- grité sin importar que alguien en la calle me oyera, pues a pesar de la lluvia, bien podría haber otras personas que pasaran por la calle o estuvieran haciendo lo mismo que nosotros.
El seguía penetrándome rápido hasta que me jaló hacia dentro y tomándome de los hombros con fuerza, se descargó totalmente en mi ano, dejándome llena de leche calientita hasta el fondo.
Poco a poco fuimos tranquilizándonos, aunque seguíamos en la misma posición. Yo estaba tan cansada que me tumbé sobre el asiento con el de rodillas sobre mí. Besó mi cuello y mis hombros, lamiendo el agua de lluvia que había sobre ellos, bajó por mi espalda y colocó mi abrigo sobre mí.
-No quiero que te resfríes pequeña- dijo esto mientras me abrigaba.
Él se vistió de nuevo y me ayudó a vestirme. Regresamos a los asientos de adelante mientras mi cara se encontraba roja del frio, mis manos moradas y mi cuerpo temblando. Había sentido mucho calor pero probablemente el cambio de temperatura me hizo daño. El me abrazó con dulzura y yo empecé a llorar.
-¿Qué vamos a hacer? Yo no quiero que las cosas sean así Jesús, tu familia debe ser lo más importante para ti, yo sólo soy una intrusa, que te ha amado desde niña- dije esto, a la vez que mis lágrimas no se podían detener mientras lo abrazaba fuertemente y me acurrucaba en su pecho.
-Siento mucho haberme comportado así pequeña pero es que la idea de perderte me hace volver loco. Yo sé que siempre me quisiste pero este sentimiento se ha hecho mayor. Tienes razón en cuestionar el qué vamos a hacer, lo mejor será que te deje aquí con tu amiga y mañana hablamos. Debemos pensar las cosas. Pasaré por ti al salir de la escuela. Cuídate y nos vemos.
Abrí la puerta del auto, la lluvia había parado un poco pero seguía siendo fuerte, no dije nada y cuando iba a cerrar la puerta me dijo:
-Recuerda que te amo.
Di el portazo y me fui corriendo hacia la casa de Diana. Cuando entré, ella estaba dormida, con el televisor encendido.
-Ya llegué- le dije al oído.
Se dio la vuelta envuelta en su cobija y siguió durmiendo. Me di un baño, me puse otro pijama y me acosté a dormir en el sofá. Mañana sería otro día y las cosas debían cambiar.
Para cualquier comentario nuevamente menciono mi Skype martha.zombie, Gracias.