Welcome: día tres. Martha ardiente, Jessica sumisa

Mi rival de amores quiere ahora ser mi aprendiz...

Welcome: tercer día. Martha ardiente, Jessica sumisa.

-¡Martha!, ¿No piensas ir a trabajar?- me dijo Diana, despertándome de mi sueño y volviéndome a la realidad.

-Ya voy Diana, en un momento estoy lista- dije mientras me levantaba del sofá- ¿podrías llevarme a mi casa? Debo cambiarme e ir por algunas cosas que necesito.

Sabía que Jesús no estaría en casa, así que podría estar tranquila. No pensaba ir a trabajar, pues me sentía mal, además de que me dolía el cuerpo. Rápidamente nos alistamos y en unos minutos ya íbamos rumbo a casa. Diana debía ir a trabajar, por lo que tenía el tiempo justo para llegar a su empleo después de dejarme.

Bajé del auto, me despedí de ella y me dirigí a abrir la puerta de la casa, pero ya estaba abierta: alguien estaba en la casa. Por un momento pensé en irme, pero mi ropa estaba húmeda y no podía ir así a la escuela. Entré sigilosamente para no hacer ruido. Alguien estaba en la cocina y no quería que me descubrieran. Subí corriendo las escaleras con mis zapatos en mano para no hacer ruido y cerré la puerta. Mi alma descansaba de por fin estar en mi cama, relajada. Pensaba que desde la cocina Jesús jamás se daría cuenta que yo estaba ya en casa.

Nuevamente me di un baño y me quedé en ropa interior frente al espejo de mi recamara, era de esos de cuerpo completo. Realmente era hermosa, mis piernas color canela, mis caderas anchas, mi abdomen no muy plano pero lo que más resaltaban eran mis senos redondos, suaves y enormes cubiertos por un bra color negro. Observé las marcas que aún tenía: moretones en los hombros, pechos e incluso piernas, por lo que decidí cubrirlos con maquillaje y frotarlos con hielos que tenía en una pequeña nevera en mi cuarto. Era el lugar donde guardaba mis botellas de agua y desayunos.

Justo cuando estaba curando mis heridas, llamaron a mi puerta: no podía creer que Jesús se hubiera dado cuenta que yo estaba en casa. Volvieron a llamar y me quedé inmóvil, evitando hacer ruido hasta que se fuese pero no fue así. Todo volvió al silencio de nuevo cuando se escuchó una llave tratando de abrir el cerrojo de mi puerta, la cual cedió e inmediatamente la imagen que menos pensaba ver estaba frente a mí: era Jessica, viéndome fijamente, con un aspecto de enojo.

-¿Creíste que no te había visto pasar? ¡Por favor! Llevo todo el día esperando. Supe que no te habías ido así que decidí venir a hablar contigo de un asunto. Sé que te estas cogiendo a mi esposo. Desde que te vi supe que eras una puta y que probablemente mi matrimonio se iría a la mierda. Pero, ¿por qué te eligió a ti? ¿A caso yo no soy bonita? ¿Qué tienes tú que no tenga yo? - dijo esto señalando su cuerpo.

Empezó a llorar, dejándose caer de rodillas en la puerta de mi habitación, no pude resistir y me acerqué a levantarla, la llevé a mi cama y mientras nos sentábamos le dije:

-Jess, tu eres una chica muy hermosa, es sólo que no haces nada por cuidar un poco tu apariencia personal. No puedo mentirte con lo que tú ya sabes, Jesús y yo si hemos estado íntimamente relacionados pero prometo que no volverá a pasar.

Empecé a secar sus lágrimas con mis manos, mientras ella me veía tristemente.

-¡Ya sé!- le dije- por qué no te metes a bañar, mientras yo te busco ropa linda y sorprendes a tu esposo con un cambio de imagen. ¿Qué opinas?

Emocionada, asintió y salió corriendo al baño mientras yo me vestía para posteriormente dirigirme a la parte de debajo de su casa, por sus pertenencias. Su recamara estaba muy ordenada: cada cosa en su lugar, incluso estaban por colores. Tomé un vestido muy bonito color rosa con negro, unos tacones altos y ropa interior de encaje, un bra y una tanguita deliciosa que cualquiera quisiera quitar con los dientes.

Rápidamente subí y justo en ese momento ella salía de la ducha. Se puso la ropa que le llevé, peiné su cabello y maquillé su hermosa cara, si, era hermosa. Todo esto haciéndolo para atraer la atención de su marido. Nos pusimos frente al espejo y la observe: el vestido mostraba su figura perfectamente marcada. Se notaba que usaba tanga, lo que hacía que se viera más sexy. El escote que tenía no era muy pronunciado pero aun así era perfecto. Sus tacones altos provocaban que sus piernas se vieran estilizadas y hermosas.

-¿Te gusta?- Me dijo mientras sonreía.

-Claro que me gustas, eres hermosa.

-Yo preguntaba que si te gustaba mi vestuario, no yo- dijo sonriendo mientras me veía.

-Perdona, soy una torpe– dije sonriendo.

-Sabes, me parece ver a través de tu blusa, que tú tienes unos pechos más grandes que los míos, me gustaría saber cómo haces eso.

-Solo son un poco más grandes, mira- dije esto y me levanté la blusa.

La verdad era mentira, mis senos eran mucho más grandes que los de Jess pero no quería desanimarla diciendo lo contrario.

-Yo he leído- dijo Jess- que para que los senos te crezcan debes masajearlos diariamente, y jalar un poco los pezones, creo se hace así.

Dicho esto, bajó los tirantes de su vestido y empezó a masajear torpemente sus pechos, como intentando estirarlos bruscamente.

-No Jess- dije sonriendo. Se hace así.

Me quité la blusa y sobre mi bra empecé a acariciar mis senos, en cirulos pequeños y estirándolos levemente. Jessica me veía y no sé por qué razón, se había quitado el vestido. Estaba sólo en ropa interior. Intentaba hacer lo mismo pero sin resultados favorables.

-No puedo, ayúdame- me dijo.

Me acerqué colocándome detrás de ella, tomándola por los hombros le empecé a dar un masaje para que se relajara, hasta llegar a sus senos. Los tomé suavemente y los acaricié, sobándolos en círculos abarcándolos con mis manos. La imagen era perfecta. Jessica y yo frente al espejo, de pie, yo detrás de ella tocando sus senos mientras ella cerraba sus ojos, al parecer, lo estaba disfrutando.

Me decidí y metí mi mano por debajo de su bra, para poder tocarlos sin impedimentos. Sus pezones estaban muy duros. Sin dejar de moverlos, me agaché y con mi boca desabroché su bra, quitándoselo al instante. Acerqué mi cuerpo completamente a ella y le susurré:

-Te gusta, ¿verdad?- y metí mi lengua en su oído.

No pudo decirme nada, la tomé de los hombros y la empujé a la cama. Calló boca abajo, mostrándome todo su prominente trasero al cual no pude resistirme y le di un par de golpes. Al ver que gemía con cada uno, le seguí pegando hasta que se le pusieron rojas. La voltee boca arriba y se veía hermosa, acostada en mi cama, solo en tanga y caliente. Yo seguía en jeans y bra. Me monté sobre su abdomen y la besé con pasión. Nuestras lenguas se juntaban en una y ella estaba excitada. Se detuvo y viendo mis brazos dijo:

-¿Quién te ha hecho esas marcas?- señalando mis hombros y cuerpo.

Recordé lo que me había hecho Jesús y el cabrón de Antonio, lo problemas que esto había traído a mi vida y sin pensar, abofetee la cara de Jess.

-¡Que te importa! Pero para tu información, estas marcas me las hicieron tu esposo y su amiguito. Que porque yo le agrado mucho, pero ahora que has cambiado podrán cogerte a ti y dejarán de joder mi vida. –dije esto mientras Jessica me observaba con un gesto de sorpresa.

Me empujó y caí violentamente al suelo, ella se levantó y de pie sobre mí me dijo:

-Quizás a quien quería agradar no era a Jesús, sino a ti. Desde que te vi me gustaste Martha. Mi matrimonio es un fracaso porque yo soy lesbiana y tengo que vivir como si no lo fuera. Jesús no lo sabe pero me muero por coger con una mujer. Él no me provoca excitación así que levántate perra y follame hasta que me dejes bien abierta.

Sus palabras me excitaron mucho, a pesar de yo no ser lesbiana. La vi, la empujé de nuevo y me le fui encima a besarla, chuparla, dejarla igual como yo estaba. Nuestras lenguas se movían, ella gemía y yo me quité el bra, ofreciendo mis senos a su boca. Los empezó a mamar como un niño pequeño, chupando y mordiendo. Le volví a abofetear con más fuerza y ella me pedía más.

Rápidamente me bajé hasta sus senos, los mordí causándole dolor y placer. Me dirijí hasta su diminuta braga que estaba empapada de sus jugos por tanta excitación. Me agaché, y la empecé a tocar sobre su ropa interior, metiendo mis dedos en su vagina con todo y su tanga. Ella gemía más y más. Bruscamente me detuve, le abrí las piernas, hice a un lado su tanguita y metí mi lengua hasta el fondo.

-Aaaaaaaaaaaahhhhh- gritó ella inmediatamente.

Se la empecé a mamar. Su excitación era tanta que estaba por correrse. Seguí chupando y le metí un dedo en su cuevita chorreante, después dos hasta que al final fueron tres. Gritaba como loca y eso me hacía chuparla y penetrarla más rápido.

-¡Ohhhh, me vengo en ti!- dijo, expulsando una gran cantidad de fluidos en mi boca y gritando fuerte. Su cuerpo se tranquilizaba y respiraba rápido. Yo seguí chupando pero más lento.

Una vez que se tranquilizó, yo me desnudé y me puse sobre ella. Le ofrecí mi vagina mientras ella seguía acostada y yo sentada sobre su boca. Empezó a meter tímidamente su lengua, besando mi pubis, mis labios vaginales y mi clítoris. Era muy inexperta pero cuando pasó justo sobre mi clítoris, gemí un poco para indicarle que camino debía seguir. Entendió en mensaje y se centró en chupármelo.

-Mmmmmmmm- exclamé mientras cerraba los ojos.

Sus chupadas se hicieron más rapidas y gemía también. Al girar la cabeza, la vi que se estaba masturbando de nuevo lo que me excitó mucho.

-Méteme un dedo en mi culito- le dije.

Quería volver a sentir una penetración anal, que realmente había sido deliciosa. Tomó un poco de mis fluidos y me introdujo un dedo. Un leve quejido de dolor salió de mi boca. Con una mano empezó a meterme los dedos a la vagina y con la otra, me metía ya tres dedos en mi anito.

-¡Aaaaaaahhh si, que rico lo haces! Mmmmmm más, más, máaaaaaaasss!- exclamaba yo.

Olas de placer recorrían mi cuerpo, en cuestión de segundos tuve mi primer orgasmo pero ella no se detenía. Yo movía mi cadera sobre su boca y sus dedos. Mis movimientos eran rápidos y los de sus dedos también lo que provocó que me viniera una segunda vez. Caí rendida sobre la cama pero recordé que la había visto tocarse por lo que me puse de pie frente a ella y le dije:

-Ponte en posición de perrito.

-No quiero. Creo que ya hemos tenido suficiente- dijo levantándose de la cama.

-¡Que te pongas te digo!- le dije jalándola del pelo y colocándola justo como yo quería.

Su cara era de miedo, por lo que me acerqué y la besé tiernamente a la vez que le mordí el labio, haciéndola sangrar. No sabía porque actuaba yo así. Quizás mi instinto sexual se había despertado, o quizás quería sacar el coraje de todo lo que me habían hecho o probablemente sólo quería cogerme a la tipa que me despreció desde el primer día que me vio.

Con mi mano, tocaba su clítoris, haciéndola excitar más de nuevo y con la otra le metí dos dedos. Ella empezó a gemir y yo enloquecí.

-¿Con que te crees muy sexosa verdad puta? Vamos a ver cuántos orgasmos resistes.

Después de decir eso, mis dedos tanto en su clítoris como en la entrada de su vagina, se empezaron a mover más y más rápido. Ella gemía y gemía y yo sin control, la penetraba a una velocidad bestial.

-¡Aaaaaahhh, vas a hacer que me venga!- decía ella.

No me importaba y continuaba follándola. Dos, tres veces más dijo lo mismo, orgasmo tras orgasmo. Mis manos estaban cansadas por lo que tomé el mango de mi cepillo para el pelo. Un objeto largo y grueso desde donde sostenía el cepillo. Sin pensar, le saqué mis dedos y le introduje de golpe el objeto de plástico.

-¡Aaaahhh!- dijo viniéndose una vez más. Movía más y más rápido dicho objeto provocándole múltiples orgasmos. Se lo metí sin piedad también por el ano. Le entró fácil, lo que me indicaba que ya había tenido una experiencia así anteriormente. Después de unos minutos más así, la hice correrse una ultima vez y ella quedó sobre mi cama, exhausta y yo sobre ella. Me recosté a su lado y su cuerpo estaba lleno de marcas. Mis marcas. Nos besamos, entrelazamos nuestras lenguas y piernas. Me metió el mango del cepillo a mi vagina y al tiempo que me masturbaba me hizo venir tiernamente.

Nos quedamos dormidas no sé cuánto tiempo. El día a su lado había sido agotador. Mi celular sonó y respondí:

-¿Hola?- dije con voz adormilada.

-Martha, me tenías muy preocupada, que bueno que me respondes. ¿Por qué no viniste a la escuela?

Era Aby, quien me había llamado. Vi el reloj. Eran las 8:15 pm. Jesús no tardaba en llegar. Sin despedirme de Aby, corté la llamada, desperté a Jess y bajamos rápidamente para pedir un taxi y que se fuera antes que Jesús llegara. Llegamos al final del pasillo cuando vimos que la puerta se abrió. Ahí estaba el…

Penúltima parte de esta, mi primer serie. Gracias por los comentarios y valoraciones.