We are the champioooooooooons.... II

Después de ver a sus rivales, Zorro Carvallo está demasiado nervioso para pensar bien, necesita desfogarse para poder hacerlo, y su ausencia puede producir una cierta relajación en sus muchachos...

Por todos es de sobra conocido el talento innato de los despertadores para sonar siempre en lo mejor del sueño. Así que no es de extrañar que escogiera justo el momento en que Beto le quitaba a Dulce su cortísimo camisón transparente y justo cuando los jugadores levantaban a Carvallo en brazos por haber ganado seis a cero, para sonar estruendosamente en la habitación que el Zorro y Dulce compartían, sacando a ambos de sus delicias nocturnas, con muy poca delicadeza. Con un ligero gruñido, pero el inspector encendió la luz, y salió de la cama llamando también a su defensa:

-Las cinco… ¡vamos, en pie! Voy a despertar a todos estos, así tú mientras te vas vistiendo.

-Mmmh… sí, mamá, enseguida voy… - farfulló Dulce dándose la vuelta y cubriéndose la cabeza con el almohadón.

-¿Qué "mamá" ni que gaitas? ¡Soy Carvallo! ¡Venga, arriba!

-¡Ah! ¡Perdona, ya voy, voy enseguida! – la joven por fin se había despertado, y apenas vio salir al inspector de la habitación, cogió su chándal y corrió al baño a vestirse.

Carvallo recorrió todas las habitaciones, en principio pensó en sólo llamar, pero visto que tocando en las puertas y pegando una voz no se oía ruido dentro, pasó a la ofensiva. Como tenía llaves de todos los cuartos, directamente abrió y encendió las luces, dando palmadas y llamando en voz alta:

-¡Venga, panda de vagos, son las cinco, a entrenar! ¿Ahora, os lamentáis de no querer acostaros anoche temprano como yo os dije, eh? ¡Venga, en diez minutos frente a la escalera, el que se retrase, hará diez flexiones por cada minuto que pierda!

Perezosamente, pero todos se revolvieron y entre bufidos y recuerdos para la santa señora que en su día dio a luz a Carvallo, se levantaron y empezaron a vestirse. Finalmente, no se retrasó nadie, y todos juntos bajaron a desayunar su buen tazón de leche con galletas, "os convienen cereales, que son de combustión lenta, para que nadie se me arrugue a medio entrenamiento, y bien de azúcar, para daros energías", había dicho el inspector, y finalmente salieron al campo de fútbol.

-Sin duda pensaréis que vamos a hacer el entrenamiento de la abuelita que hacemos siempre… ¡pues no! – Dijo Carvallo, meneando el colgante del silbato, con una sonrisa peligrosa - Hoy, para variar, dado que tenemos un partido importante en puertas y aprovechando que estamos en la Sierra, vamos a hacer un poco de cross por el bosque… y aquéllos que me deben abdominales y cinco vueltas al campo, que no se hagan ilusiones, que no se me ha olvidado…

Los jugadores miraron hacia Merino, que era a quien Carvallo estaba taladrando con la mirada, y aquél agachó la cabeza, igual que Carretero, García y Martínez, pero no hubo tiempo de preguntar qué había pasado, porque el Zorro tocó el silbato para empezar el calentamiento antes del cross. Estiramientos, sentadillas, flexiones de cintura, y finalmente, a trotar a campo través.

-Lento… recordad que el ritmo debe ser relajado, no somos velocistas… - decía Carvallo, que corría en primer lugar, para asegurarse de que nadie le sobrepasase, y había hecho a Dulce correr a su lado derecho y a Beto al izquierdo. El resto de jugadores podía correr peligro de desmandarse si estaban en el hotel, pero esos dos tenían más peligro que un mono con un saco de bombas, si los dejaba correr juntos, SEGURO que acababan quedándose atrás y "perdiéndose" para quedarse a solas y darse un revolcón en pleno campo. De Beto, mal que bien, podía fiarse, por mucho que se quedase colgarrón mirando cómo se le movían los pechos a Dulce cuando corría, pero de ella… Dulce sería capaz de seducir a una estatua de mármol, no podía correr riesgos.

Pese a ir en plan de calma, lo abrupto del terreno, las cuestas, las bajadas, y sobre todo, la duración de la carrera hizo estragos en las filas de Los Incorruptibles. Por regla general, Carvallo era insensible al sufrimiento físico de sus muchachos, y ese día, después de lo sucedido la noche anterior, más aún, pero cuando apenas faltaba un kilómetro para llegar al hotel de nuevo, Dulce se colgó de su brazo porque estaba a punto de caer, y el inspector le permitió terminar así la carrera; así mismo, tampoco se enfadó, sino que se lo tomó con buen humor cuando, ya a punto de llegar, sus muchachos cambiaron la letra de la canción de marcha que a estilo militar iban coreando, y en lugar de repetir "hemos venido a ganar, no venimos de excursión", rimaron "nos vas a hacer reventar, Carvallo eres un mamón". Finalmente, en el campo de fútbol, les esperaba Gema de Blas, la colaboradora de Carvallo.

-Quince minutos de descanso, y luego seguimos… bebed mucha agua y comed los dulces que ha traído la señorita de Blas… - el Zorro quería aparentar que no estaba tan cansado como los demás, pero lo cierto es que tuvo que inclinarse y apoyar las manos en los muslos, estaba tan reventado como el resto de compañeros que se dejaron caer sobre la hierba, amarados en sudor, jadeantes y exhaustos. Y no era para menos, teniendo en cuenta que habían salido a las seis menos veinte de la mañana y eran ya casi las once, y todo sin hacer una mala parada ni para echar un pis.

Cuando Gema empezó a repartir botellas de agua y tabletas de chocolate, los funcionarios se lanzaron a por ellas como si llevaran cuatro semanas sin probar bocado. Martínez directamente se volcó la botella por la cabeza, y Jimeno, que no podía desenvolver bien su tableta, le pegó un bocado sin quitarle el papel ni nada.

-¡Masticad bien, hombre, parecéis niños…! – se quejó Carvallo mientras bebía agua intentando hacerlo pausadamente.

-Aaaagh… quiero morirme… - se oyó decir a Dulce, que, tirada en el césped, no tenía ni fuerzas para coger la botella.

-No, Dulce, eso no… - Beto parecía hasta asustado y él mismo le inclinó la botella en la boca para que bebiera, dándole besos en la frente. Puesto que la pobre chica estaba demasiado cansada para responder a esos besitos, Carvallo hizo como que no se enteraba y, mordiendo su chocolatina, se dirigió a Gema.

-¿Qué tal todo por aquí… qué tal nuestros rivales? – dijo, confidencial.

-Pues… Luciano, son buenos. Diría incluso que son MUY buenos. También ellos están entrenando, en el gimnasio del hotel, vendrán a usar el campo, pero después de nosotros, dicen que nos ceden el primer turno de entrenamiento, para que no digamos que no nos han dado todas las facilidades.

-Me fastidia que me traten con condescendencia… Vamos a echarles un ojo a esos tíos machitos, quiero ver yo mismo cómo son de buenos. ¡Muchachos, aprovechad el descanso, cuando vuelva, seguiremos!

Los once Incorruptibles emitieron al unísono un gemido de derrota, ¿no bastaba con eso ya? Serrano buscó una zona de sol y se acurrucó para echar una cabezada, y otros siguieron su ejemplo. A Dulce le hubiera gustado sugerir a su novio que se alejaran un poquito, aunque no fuera nada más que para darse un magreo… pero no tenía fuerzas ni para mover un brazo, así que también ella se tumbó en la hierba, con Beto a su lado. Inadvertidamente, se acodó sobre él y éste la rodeó con un brazo, muy sonriente. Antes de darse cuenta, estaban dormidos.


El aire del amplísimo gimnasio estaba lleno de ruidos y jadeos esforzados, los jugadores del Rangers Universitarios se entrenaban febrilmente, saltando a la comba, corriendo, chutando balones, haciendo flexiones… en un rinconcito de las enormes puertas acristaladas, que dejaban ver perfectamente el exterior de los terrenos del hotel, estaban Carvallo y Gema. La colaboradora del inspector ya lo sabía porque los había visto antes, pero a éste le había pescado de sorpresa y su cara reflejaba todo el estupor que sentía: los jugadores del Rangers eran atléticos, tenían piernas como cachiporras, saltaban como si tuvieran muelles en los pies, eran más jóvenes que la mayor parte de sus jugadores… uno de ellos se quitó la camiseta y se pudo ver un torso en forma de tableta de chocolate. Era descorazonador. Gema sabía que su jefe no lo admitiría, pero su pensamiento estaba tan claro como si brillase sobre su cabeza: "nos van a hacer pedazos".

-Gema, encárgate de que ninguno de nuestros muchachos se encuentre con éstos tipos. Si nos buscan, mala suerte, pero accidentalmente, QUE NO PASE…. Se me desmoralizarían al instante. – la colaboradora asintió y el Inspector se quedó mirando al tipo que entrenaba a los Rangers, no era el mismo que el de anoche. - ¿Quién es el que les entrena? No lo conozco.

-Es el entrenador suplente. Me han dicho que le ha cedido el entrenamiento de hoy a él, porque se trata de un partido que ganarán silbando.

-Tienen exceso de confianza, quizá podamos perderles por vanidad… ¿Se supone que no se va a pasar por aquí el otro?

Justo en ese momento, se oyó la frenada de un coche, y un brillante Porsche Cayenne aparcó cerca de la puerta. De él, bajó el entrenador titular, vestido con pantalones blancos, polo y un jersey rojo anudado al cuello.

-¡Qué sorpresa! – dijo con una falsa sonrisa - ¿Han venido para ir haciéndose a la idea? Porque usted es el entrenador de los Incorruptibles, ¿no? ¿El señor… Caracaballo?

-Car-va-llo – corrigió éste, estrechando la mano que el entrenador rival le ofrecía. Estuvo a punto de dejar salir su enfado, pero en lugar de eso, lo canalizó por otras vías – Parece ser que entrenar profesionalmente, aunque sea un equipo de tercera, da dinero…

A su rival se le heló la sonrisa en la cara, viendo con qué ojos zorrunos miraba Carvallo el coche en que había venido.

-Eeeh, bueno… no crea, para ir tirando.

-Ir tirando de un Cayenne, es tirar bastante.

-Bueno… e-en realidad, es… es un seminuevo. Lo tengo muy cuidado, eso sí, pero no es de primera mano.

  • Las letras de la matrícula son de las últimas que han salido, ¿cuánto lo tuvo el primer propietario, seis días? – Gema prácticamente se derretía de deseo, como siempre que veía a Carvallo olfatear un posible defraudador. El inspector, con su peligrosa sonrisa, ni siquiera había soltado la mano de su rival, y éste había empezado a sudar.

  • No… no lo sé, la verdad – intentó sonreír despreocupadamente, pero la voz le salió un poco más aguda de lo que deseaba – Ya sabe… con esto de la crisis, había mucho nuevo rico que abarcó más de lo que pudo y… ahora intentan vender lo que pueden.

-Sí, sin duda… es posible que le haya salido a buen precio, pero aún así, asegurarlo ya le saldrá por un pico… y tengo entendido que consumen mucho.

-Oh, eso no, no crea… malas lenguas. Por cierto… tengo que ir con mi subordinado, para que me pase el parte, si me permite…

Carvallo por fin le soltó y el entrenador rival respiró a gusto y casi salió huyendo a refugiarse en el gimnasio. El inspector soltó su maliciosa risa:

-¿Le has visto? ¡Se le han puesto de corbata! – pero no pudo continuar la frase, porque Gema se le echó encima y le besó. El inspector la alejó de él rápidamente - ¡Loca, aquí no!

-Luciano, me muero si no te beso ahora mismo… - Gema tenía las mejillas rojas y los ojos vidriosos, no podía evitarlo, el ver al Zorro en acción la ponía increíblemente caliente. El inspector la tomó de la mano y tiró de ella para llevarla a un sitio más discreto; él estaba felizmente casado, no podía permitirse que nadie supiera que de vez en cuando pasaba ratos agradables con su subordinada. Detrás del gimnasio no había ventanas, el edificio hacía esquina y por allí no pasaba nadie, todo estaba desierto. Obedeciendo tanto al deseo de Gema como al suyo propio, la encajonó contra la pared y se besaron ardientemente. Su colaboradora, aún de pie, separó las piernas, haciéndole sitio entre ellas, se frotó contra él, y el propio Carvallo sintió que sus caderas se movían buscando el calor de la joven… pero se contuvo. – Por favor… Aquí y ahora, uno rápido… anda, venga…

-No… no puedo, ahora no… antes de un partido, no… - susurró el Zorro sin dejar de besarla, con los ojos cerrados y las manos en sus pechos.

-Pero si tú no juegas, ¿qué más da…? – Gema besaba frenéticamente la cara y el cuello de su jefe, enterrando sus dedos en su corto pelo rizado y acariciando bajo el chándal con la otra mano.

-Trae mala suerte… todos estamos concentrados, los muchachos y yo… - Carvallo aumentaba la fuerza de sus besos, pero su cuerpo ya no se movía, su fuerza de voluntad era asombrosa, le dolían hasta las piernas de intentar contenerse. – Mañana por la tarde… después del partido, entonces no te salvará nadie… - La abrazó, apretándola con fuerza y la besó como si quisiera absorberla. Y después, se separó lentamente de ella. Gema podía ver en sus ojos el esfuerzo que hacía, y no le tentó más.

-De acuerdo. –Consintió – Pero prométeme que… es poco probable, pero si acaso perdemos… - Carvallo sonrió. Qué diplomática… - prométeme que no te entrará la murria por no haber ganado y no irás a rajarte.

-Prometido. Sea cual sea el resultado, después del partido, seré todo tuyo, palabra. – Carvallo remató su frase con un rugido malicioso y Gema dejó escapar un sonidito de "¡mmmh!", devorándole con los ojos.


Finalmente, casi a las dos de la tarde, el Zorro dio por finalizado el agotador entrenamiento, y sus muchachos se fueron a las duchas poco menos que apoyándose unos en otros, "¿y mañana, tú quieres que juguemos…? Como no sea al tute arrastrao…" "¡Si vamos a tener agujetas hasta en los párpados!" "¡Me pesan mucho las gafaaas….!", se iban quejando Los Incorruptibles. Carvallo los miraba con aprensión… habían hecho todo lo que habían podido, pero, había que ser sinceros, eran simples aficionados, y los Rangers, aunque fuesen de tercera, eran profesionales… ni entrenando diez años podrían derrotarlos.

El inspector no era alguien que precisamente se fuese a dar por vencido antes de empezar, él sabía que sus muchachos lucharían hasta el final, se dejarían las costillas en el campo. Pero le dolía saber que aquello, no iba a servir para nada, que iban a ser el hazmerreír del público de todas maneras… habría que aguantar el choteo de los de Urbanismo durante mucho tiempo, el prestigio que Los Incorruptibles de Hacienda y él mismo como su entrenador se habían ganado tan duramente, se vería enfangado, perdido… Estaba nervioso y malhumorado. Nunca se sentía así antes de un partido, ni siquiera en las finales, en las innumerables finales que habían jugado y que en la mayor parte de las veces, habían ganado. A Gema le dolía verle así, pero eso le hacía concebir esperanzas… esperanzas de disfrutar de él antes de lo acordado, porque Carvallo podía ser duro como la roca, pero cuando estaba nervioso, un "encuentro" le calmaba bien, y él sabía que necesitaba estar calmado…

Los Incorruptibles se ducharon (Dulce aparte, claro está, y cómo estaría de agotada, que no hubo necesidad de vigilar que no se llevase a Beto para que "le frotase la espalda"…), y comieron, salteado de verduras con gambas sin nada de picante y filetes de carne magra asada poco hecha. Lógicamente, ni patatas, ni guarnición, ni postre, ni copita de licor, y la carne en su propio jugo, sin más… como comida, bastante sosilla, pero la concentración era sagrada.

-El cuerpo agradece una comida sana después del entrenamiento, ¿eh? – bromeó Carvallo y sus jugadores le miraron asesinándole. García, que todavía le guardaba rencor por la mano de póker que le había fastidiado la noche anterior, fue quien rompió el silencio.

-Está, como poco, tan cansado como nosotros, así que no podrá ofrecer mucha resistencia… propongo que lo linchemos y nos lo comamos a él. Poca grasa tiene, pero será una satisfacción moral, ¡yo me pido los sesos!

La carcajada fue general, sólo Beto puso cara de susto y Dulce, sentada a su lado, le explicó que se trataba de una broma. El bueno de Beto suspiró y mirando a Carvallo, dijo "menos mal, porque… ¡qué asco, qué ascoooo…!", y aquello provocó más risas todavía, y más aún cada vez que el funcionario, entre risas, preguntaba a Dulce qué había dicho tan gracioso…

La tarde pasó relajadamente, jugando unos al Trivial, otros al Parchís, otros a las cartas (Carvallo se negó a devolverle a García su baraja; las reinas eran tías en pelotas, y nadie iba a pensar en sexo a pocas horas del partido, se la devolvería después del encuentro, hasta entonces, se jugaba con las barajas del hotel y punto pelota) y cosas similares, en el saloncito que a su disposición había puesto el hotel. El Zorro estaba más nervioso de lo que quería aparentar, rogando porque ninguno de sus rivales tuviera la idea de venir a cotillear y enseñase a sus muchachos a qué tipo de enemigos iban a tener que enfrentarse… entre eso y tener que vigilar constantemente que aquél no fumase, que el de allí no llamase por teléfono a la mujer, que el otro dejase quieto el coñac del mueble bar… y que Dulce y Beto dejasen de hacer piececitos por debajo de la mesa, la verdad que se estaba empezando a poner eléctrico. Apenas eran las ocho cuando tomaron una cena fría ligerita y ni las nueve cuando los mandó a acostar.

-¡Pero si es muy temprano….! – Se quejó Merino – Y van a poner Sin City en la tele, ¿no podemos quedarnos a verla…?

-Eeeso es, una película llena de tiros y tías, que acabará a las tantas, y queréis quedaros a verla, ¡a la cama, venga! ¡La violencia, contra el balón mañana, que os quiero frescos!

-¡Pero si el partido es a mediodía…! – apoyó Dulce – Cinco minutos… Porfa, Zorro, porfa…

-¡QUE NO! – Pero la chica le miraba con esos enormes ojos ambarinos suplicantes, con las manitas juntas… Carvallo suspiró – Cinco minutos, ¡pero en vuestros cuartos, para leer o escuchar un poco la radio, y directitos a la cama!

-¡Bieeen! – gritaron Los Incorruptibles, y besaron las mejillas de Dulce, que no dejaba de sonreír. Beto no se puso celoso, en primera porque ni era especialmente celoso ni Dulce le daba motivos, y en segunda, porque sabía que convencer a Carvallo de alargar la hora de acostarse sólo cinco minutos, era un logro que ameritaba la atención de todo el equipo… y él mismo, aprovechando la coyuntura, le plantó el beso en la boca en lugar de en la cara, y es que el bueno de Beto era muy inocentón, pero siempre le había gustado coger galletas a escondidas…

-¡Vosotros! Vosotros dos, vais a subir separados. Dulce, tú conmigo, y Beto, tira p´alante, que subes el primero. ¡Hale! Que tengo que andar con mil ojos, que sois peores que críos…

-Sí, papá… -bromeó ella, lo que le valió una mirada asesina del terrible inspector.


Ya en la habitación, Carvallo no dejaba de dar vueltas en la cama. Las luces estaban apagadas desde hacía un ratito, pero no lograba conciliar el sueño, tenía los ojos como platos, y es que no podía dejar de pensar en el partido del día siguiente… "necesitamos una estrategia, eso es, una estrategia…" pensaba "pero hasta ahora, las estrategias que hemos usado, han sido sólo un pequeñín apoyo, nada más, en realidad hemos ganado por nuestros propios méritos, pero ahora… ahora va a ser diferente, necesitamos una pedazo de estrategia y no que nos ayude a ganar, ¡sino que nos evite perder! Estamos perdidos, ¡perdidos! Si no ganamos, a los de Urbanismo habrá que oírlos, nos perderán el respeto… ¡y nadie le pierde al Zorro Carvallo el respeto! Esto no puede seguir así, tengo que calmarme para poder pensar fríamente… Necesito a Gema, necesito desahogarme un poco."

Sabía que la joven estaba en el bar del hotel, entre ellos dos existía el acuerdo de esperarse en un sitio determinado hasta una hora determinada. Si pasada esa hora el otro no acudía, no había enfados ni resentimientos, otro día sería… en éste caso particular, allí lo esperaría ella hasta las once. Miró su reloj luminoso, apenas eran las nueve y media, se deslizó lentamente fuera de la cama, a oscuras se quitó el pijama y se enfundó su chándal negro para bajar al bar. Con lo que no contaba, es con Dulce. El inspector intentó salir en completo silencio, pero el ruido de la puerta, la sacó de su sueño casi recién iniciado.

-¿Zorro…? – preguntó, soñolienta. Nadie la contestó, porque éste estaba ya recorriendo el pasillo y bajando las escaleras a toda velocidad. La joven encendió la luz, y vio la cama del entrenador vacía. - ¿Dónde habrá ido….?

Carvallo llegó al bar casi sin respiración, Gema efectivamente allí estaba, sonriendo como una boba al imbécil del camarero, un tipo joven, moreno y estúpidamente atractivo, que le daba palique. Apenas el tipo se alejó un poco para atender a otro cliente, el Zorro se acercó a ella. Casi ni la miró, ni ella a él, pero los dos sabían que la cita estaba dada, y a Gema le temblaron las rodillas. Para disimular, Carvallo cogió una de las tarjetitas del bar y salió del mismo, quedándose junto al ascensor. Gema anotó en la cuenta el número de su habitación apresuradamente para que lo pusieran en esa cuenta.

-¿Ya te marchas, ojazos….? – dijo el camarero – Qué pena, mi turno se termina dentro de muy poquito… podríamos vernos.

-Quién sabe… - contestó ella, coqueta, aunque estaba deseando librarse de él. Casi corriendo salió del bar y se metió en el ascensor, seguida de Carvallo, los dos ignorándose mutuamente hasta que las puertas de éste se cerraron y con un jadeo impaciente se lanzaron a besarse como si les faltase el aire.

-¿Quién era ese cretino? – preguntó el inspector, agarrando a Gema de las nalgas.

-Tú te has contestado, un cretino… - la joven le tomó la cabeza y la llevó a su cuello para que la besara, pero no pudo reprimir una risita. – Zorro… ¿tú no estarás celoso, verdad…?

Mientras tanto, un par de pisos más arriba, Dulce había salido de la habitación con su camisolín negro transparente, a echar un vistazo por el pasillo, ¿dónde se habría metido Carvallo? Todo estaba desierto y en silencio, todos Los Incorruptibles estaban dormidos o en proceso de ello, ¿dónde había ido el entrenador? ¿Debía contárselo a alguien…? Pensaba en eso cuando oyó la campanita del ascensor deteniéndose en ese piso, y estuvo a punto de gritar, ¡no quería que nadie la viera con ese mini camisón con el que se le distinguían perfectamente los pezones! ¡Pero la puerta de su cuarto estaba ya lejos, si corría, la verían! "¿Dóndememeto, dóndememeto?", pensó atropelladamente; el cuarto de la señorita de Blas estaba a su lado, Carvallo tenía todas las llaves, no estaría cerrado, podría explicárselo; empujó el tirador, entró y cerró la puerta… pero el miedo no se le pasó, porque vio que la colaboradora de Carvallo, tampoco estaba.

Echó un vistazo entreabriendo la puerta un milímetro, y distinguió la figura de la joven… estaba besando a alguien, pero no podía ya ver a quién. "¡Fantástico, sencillamente genial!" Estaba claro que la señorita de Blas iba a querer usar su cuarto sin terceros, pero Dulce no podía salir, ni tampoco quedarse… "Recursos clásicos: ¡al armario!", y allí se escondió.

La joven y su pareja entraron en el cuarto, besándose desenfrenadamente, sin apenas hablarse. Dulce se hizo un ovillo en el estrecho cubículo y se tapó las orejas con las manos, qué cortazo… A pesar de eso, oía jadeos, frufrú de ropas, y risas.

-Oooh, me vuelves loca, ¡más! – la oyó gritar sin tapujos. "…cuánto echo de menos a mi Beto." Pensó Dulce, rogando porque acabaran cuanto antes y se quedaran dormidos para que ella pudiera eclipsarse discretamente. Como Carvallo volviese a la habitación y no la encontrase allí, menuda se iba a liar… pero la fiesta no había terminado todavía. Alguien llamó a la puerta y la señorita de Blas y su pareja interrumpieron su desaforado revolcón. Dulce se quitó las manos de los oídos, ¿y si era Carvallo que venía a preguntar por ella…?

-¿Señorita de Blas….? ¿Se acuerda de mí? ¡Soy Rubencito, el camarero….! Dejó usted anotado su número de habitación en la cuenta, le dije que acababa muy pronto mi turno… le traigo champán… - canturreó.

-¿Qué hace aquí ese idiota? – "Esa voz… No… no puede ser, he debido entender mal, estoy dentro de un armario, es como… como los teléfonos, hacen que todas las voces parezcan iguales, seguro que es eso…"

-Creo que no sabe que somos amantes – ironizó Gema – No te apures, ya me libro de él, escóndete.

-¿Porqué me tengo que esconder? ¡Que se largue y punto! – su compañero gritaba en susurros y Dulce negaba con la cabeza maldiciendo su suerte "No puede ser, no es posible… ¡ocho millones de adúlteros en éste país, y me tiene que tocar mi entrenador!"

-Yo le echo, pero no querrás correr el riesgo de que te vea, ¿verdad? ¡Métete al armario! – "¡No, al armario, no; al armario, no! ¡Métele en el baño!" pensó Dulce, pero desear no suele servir de mucho, la puerta de su armario se abrió y cerró, la joven cerró los ojos. Fuera, alguien encendió una luz, con lo que el interior del armario ya no estaba oscuro, y Dulce cometió el error de abrir los ojos. Estuvo a punto de gritar cuando vio unas nalgas desnudas casi frente a su nariz, y el borde una camiseta imperio.

Carvallo pensó que se estaba volviendo un paranoico cuando notó una presencia en el armario, pero cuando miró hacia abajo y vio a Dulce sentada abrazándose las rodillas, mirándole con cara de susto y al borde del llanto, estuvo en un tris de salir chillando del armario y se estiró de la camiseta de tirantes, intentando tapar su erección.

-¡Maldito demonio, ¿pero qué haces tú aquí?! – gritó en susurros

-Bueno, lo mismo podría decir yo, ¿no? – contestó Dulce con voz llorosa.

-Esto es el colmo, esto ya es el colmo… ¡ponte de pie, me da nosequé verte a esa altura! – Dulce obedeció, sorbiendo por la nariz. - ¡Y deja de gimotear, cualquiera diría que no has visto un pito en tu vida!

-Sí que he visto muchos, Carvallo… ¡pero nunca el de mi padre, jolines, y ver el tuyo, es como ver el suyo! - contestó la chica, mirando hacia la pared del armario.

-¡Ja! ¡Gracias por llamarme VIEJO, así como si tal cosa! – Carvallo suspiró. Fuera se oía la conversación que Gema mantenía con el camarero, intentando explicarle que le dolía la cabeza y no estaba para fiestas – Dulce… supongo que sabrás que me has puesto en una situación un poco… comprometida. Te agradecería que no dijeras a nadie nada de lo que hayas visto u oído.

-¿Ver…? – murmuró entre sollozos débiles – pero si yo no he visto nada, Carvallo… yo, nunca he estado aquí, esto, no ha sucedido.

-Chica lista. – Al fin, se oyeron palabras de despedida – Que Gema no se entere de que estás aquí, agáchate otra vez. – Dulce negó con la cabeza, pero Carvallo la apremió - ¡Venga, cierra los ojos y punto, a mí tampoco me hace gracia! Escúchame: dejaré la puerta entreabierta, le taparé los ojos a ella para que no vea la luz del pasillo, cuando me oigas decir "esto te va a encantar", sales de naja y a dormir, ¿entendido?

Dulce asintió, y se oyó que la puerta del cuarto se cerraba. La puerta del armario se abrió y Carvallo salió de un salto, lanzándose a besar a Gema, y dejando efectivamente la puerta sin cerrar. En cuclillas, Dulce atisbó por la puerta entreabierta y medio vio cómo la tumbaba en la cama y se ponía sobre ella, entre las risas alborozadas de ambos.

-Ya verás, esto te va a encantar - ¡la señal! Dulce corrió a gatas hacia la puerta, la abrió y salió.

-¿No has oído la puerta, Luciano…?

-Eeeh… es la magia de estar con los ojos tapados. Oyes cosas que no hay, sientes mucho más… - "y yo que quería relajarme… ¡a pulso me habré ganado el orgasmo!"

Fuera del cuarto, Dulce respiró tranquila. "Pues los hay peores que mi Beto, porque él se deja los calcetines, pero éste… ¡se deja la camiseta imperio!" Se sentía tan relajada que le dieron ganas de dormirse ahí mismo, pero… Una sonrisa pícara se abrió en su cara. El entrenador estaba ocupado… no había guardia… Seguro que a Serrano le gustaría ver a su mujer, y así podría dejarle a ella estar con Beto. Sin pensárselo dos veces, se dirigió al cuarto de su novio y llamó a la puerta. Serrano fue quien le abrió y la joven se cubrió el pecho con los brazos mientras su compañero intentaba mirarla sólo a los ojos.

-¡Dulce! ¿Ha pasado algo? Sólo se oyen abrirse y cerrarse puertas…

-No está Carvallo… - sonrió.

-¿Qué….? – En la cara de Serrano empezó a abrirse una sonrisa.

-Que el Zorro no está… nos han dejado solitos, y he venido a darle a Beto su beso de buenas noches.

-Pasa, pasa… espera que cojo el chándal, y me largo a ver a mi Lola, ¿lo saben los demás? – Dulce sacudió la cabeza - ¡Voy a avisar a Manzano, que me pase un porrito!

-¿Pero no se los había dado a Carvallo…?

-Le dio lo que llevaba encima, pero la cartera no se la registró, y ahí lleva siempre… con eso de que su mujer trabaja en la tetería…

Dicho y hecho, Serrano empezó a llamar bajito a las puertas y enseguida la noticia de que Carvallo no estaba, corrió como un reguero de pólvora. Dulce se metió en el cuarto de Beto, que dormía apaciblemente sin enterarse de nada, con su adorable sonrisa de tontorrón. Cuando ella sintió a Manzano, entreabrió, y tapándose con la puerta, chasqueó los dedos y extendió la mano. El citado le pasó un porro protestando, porque le estaban dejando sin suministro entre unos y otros.

-Hep… dame también un mechero, no lo voy a poner yo todo… - bromeó la joven, y resoplando, le entregó un mechero.

"¡Os-tris, un Zippo…! Cuánto lo siento, Manzano, pero éste se me pierde…"

-Oyes, Dulce, ¿y dónde se ha ido Carvallo?

-Está tirándose a la señorita de Blas. – contestó con ligereza, y, lógicamente, no se lo creyó nadie - ¡Lo habrá secuestrado la Mafia, ¿yo qué sé?! ¡Lo que cuenta es que se ha ido!

Era una respuesta juiciosa, y se produjo la desbandada, los unos a ver sus mujeres, los otros a esperarlas, era mejor no ir al bar ni a sitios concurridos, por temor a encontrarse con el feroz entrenador.

-¿Servicio de habitaciones…? ¿Qué tipos de helados tienen, por favor? ¿Helado de champagne…? ¿¡Y de arroz con leche!? ¡Suban de esos, por favor, y… también de chocolate! – Beto siguió dormido tan ricamente mientras subían el pedido y Dulce se encendía el porrito y le daba un par de caladas, ella no lo despertó. Cuando trajeron el helado, destapó el de arroz con leche, se sacó un pecho por el escote y se depositó una cucharada en el pezón. Con mucho cuidado de que no resbalase, se arrimó a Beto, dejándole el pezón sobre los labios.

El helado comenzó a fundirse lentamente, y Beto se relamió en sueños. Al notar el dulzor, su sonrisa se ensanchó y empezó a lamer aún dormido, pero la porción se resbaló y cayó, fría, sobre su boca, lo que provocó que despertara. Abrió perezosamente los ojos. Tenía uno de sus helados favoritos sobre la boca, un pezón de Dulce acariciándole los labios y la propia Dulce frente a él, mirándole con cara de deseo y con su camisolín negro transparente. Casi le dio un ataque al corazón, pero la erección fue instantánea.

-¡Dulce! – Miró a su alrededor, la cama de su compañero de cuarto estaba vacía, la habitación olía a maría y no parecían correr peligro… empezó a sonreír con apuro, adivinando lo que iba a suceder. - ¿Dónde… está Serrano?

-Supongo que encima de su mujer – Dulce le puso a Beto el cigarrito en los labios y éste aspiró, notando cómo las manos de ella se colaban por entre las mantas y le buscaban el pantalón, y lo bajaban lentamente. Beto tosió y dejó el porro sobre el cenicero de la mesilla.

-Dulce, qué… qué guapa estás con ese camisón… Te parecerá una tontería, pero no quiero que te lo quites… quiero hacer cositas, pero no quiero que te lo quites…

-Se puede… - murmuró, melosa, y se metió en la cama, acomodándose sobre él. Sólo se había quitado el tanga. Lentamente, dulcemente, se deslizó sobre él, en círculos. El miembro de Beto conocía bien el camino, y maravillosamente despacito se introdujo en su cuerpo. Los dos gimieron, ¡qué ganas tenían!


-Haaaaah… ¡aaaaaaaaaaah, Lucianoooo…! ¡Ya llegooo! – Gema gritaba sin poder contenerse, sabía que no debía llamarle por su nombre cuando tenían sexo, ¡pero no podía resistirlo! Carvallo siempre solía ser apasionado, pero lo de esa noche superaba todo lo imaginable. Tendido sobre ella y empujando como un animal, el Zorro se desfogaba intentando dar rienda suelta a todo su estado de nervios… y bien que le estaba costando, porque mientras su subordinada ya había acabado como tres veces, él no había logrado terminar ni una, se sentía realmente frustrado, pero tenía que conseguir llegar o sería peor aún… Sintió a Gema temblar debajo de él, estremecerse, convulsionarse, y finalmente quedarse relajada. Carvallo hizo una pausa, jadeando como un perro de caza.

-Carvallo… - musitó ella cuando logró recuperar el aliento – estás… estás muy cansado… déjame a mí encima… ¿o prefieres que te chupe?

La idea de la felación era realmente tentadora, pero esa noche necesitaba algo más intenso que eso para poder acabar, estaba claro…

-Vale… ponte tú encima. – A Carvallo le fastidiaba estar debajo. Le gustaba, claro que sí, pero le hacía sentirse… un poco viejo, le gustaba ser él quien dirigiera la función, pero después de tres orgasmos de Gema, creía poder quedarse debajo sin que su orgullo se resintiera. Así pues se tumbó y agarró a su colaboradora de los muslos cuando ella le montó y empezó a brincar sobre él. Un delicioso calor le invadió y el poder gozar sin moverse le dio un placer infinito, "ahora sí… ahora sí…" pensó torpemente mientras se abandonaba a la dulzura que le colmaba.


-Aaay… qué rico, pero qué rico… Dulce, me encanta… qué frío y qué calor… porfa, no pares… - Beto temblaba como si tuviera cuartanas, sentado en la cama, con los pantalones en los tobillos (junto con los calcetines), su adorable sonrisa de tontorrón y el miembro lleno de helado que su novia lamía golosamente, acariciándole a la vez éste y los testículos. Estaba de espaldas a él, de rodillas sobre la cama, de modo que él también tenía acceso a su sexo, que no dejaba de acariciar. Dulce se estremecía de gustito, qué bien sabía acariciar, haciendo cosquillas en su clítoris hinchado y metiendo sólo la puntita de uno de sus dedos en su abultado coñito.

-Mmmh… me encanta cómo me tocas, corazoncito, sigue así… - suspiró ella, vertiendo más helado en la tita de Beto. Éste sabía que después iba a estar pringando y pegajoso, pero ahora mismo daba igual, era demasiado delicioso para poner pegas. Qué caliente estaba la boquita de Dulce, en la que apenas cabía su tita, pero ella le lamía con tanto afán para limpiar todo el riquísimo helado de champagne… - haaaah… sigue… si-sigue, corazón, sigue ahí… ahí… ahíííí… - Dulce se estiraba como un gato perezoso, el placer aumentaba en su cuerpo mientras Beto hacía círculos maravillosos en su perlita. El dulzor se extendía por su columna, cebándose en los riñones, dando pequeños estallidos en su sexo, y finalmente, la joven elevó el tono, subiendo ligeramente sus caderas y tumbándose enteramente sobre el cuerpo de su novio, al notar las oleadas de calor y placer que explotaron en su botoncito y la hicieron estremecerse deliciosamente, inundándola de bienestar, contrayendo su cuerpo, atrapando en su interior el dedo de Beto…

"Se le cierra solo…" pensó él, mirando sin perder detalle, sintiendo que su propio orgasmo se aceleraba al ver aquello tan de cerca. "siento no poder ver la carita de gusto que pone, pero esto también es muy bonito…"


-Sigue, Gema… - Carvallo intentaba pedir más, pero ya no podía, sudaba como un caballo de carreras y le faltaba el aliento, pero por fin, ¡por fin!, estaba llegándole. Gema botaba incansablemente, su sudor salpicaba a su amante, pero no paraba, intentaba acelerar, quería hacerle terminar, hacerle gozar… finalmente, el inspector la apretó con fuerza de las nalgas, sus caderas se elevaron y en medio de gemidos ahogados, se derramó triunfalmente… la cabeza le daba vueltas, estaba literalmente agotado… pero qué bueno había sido… le escocía toda la entrepierna, pero de un modo maravilloso. Gema, jadeando, se dejó caer sobre él, y el Zorro la abrazó. Era normal que también ella estuviese rendida, llevaba no sabía ni cuánto rato haciendo sentadillas sobre él a toda velocidad… el orgasmo se había hecho de rogar, vaya que sí… pero había valido la pena…


-¿Oyes, Betito? ¡No somos los únicos que lo pasamos bien…! – sonrió Dulce, tumbada frente a su novio, de lado en la cama, abrazándole con una pierna mientras los dos se movían lenta y rítmicamente, encontrándose. Beto estaba tan excitado que no podía ni contestar, una vez más se le había escapado la lagrimita, y todo porque Dulce finalmente se había quitado el camisón… para volcarse la tarrina de chocolate sobre los pechos y dejarle lamerlos durante un buen rato. Del cuarto de al lado, llegaban poderosos gritos femeninos de placer, y se entendía la voz de Ruiz dando unas carcajadas y unos gritos de alegría que le salían del alma… Lo cierto es que Dulce y Beto sólo podían oír a los del cuarto de al lado, pero en las demás habitaciones de la planta pareciera que se estuviera rodando una porno, no había cuarto donde uno de los Incorruptibles no se hubiera dejado corromper y no estuviera haciendo el amor frenéticamente como si fuera su último día en el mundo… Bueno, sí había uno: el de Vázquez, cuya mujer había caído rendida al primer asalto porque no estaba acostumbrada a fumar petas y se había quedado dormida como un lirón, de modo que él se puso a ver la tele, dio con un canal guarro, y… "A falta de pan, buenas son tortas"; y Martínez, García y Carretero, que, finalizado el ayuntamiento conyugal, estaban echando con sus mujeres la partida de cartas que no pudieran echar ayer, eso sí, con una baraja apta para todos los públicos, pero dándole al champagne a cuenta del ministerio de Urbanismo y contando los tantos con bolitas blandas de agua que habían sacado de los jarrones "doble pareja, proyecto de escalera, proyecto de nada…"*


-¿No te quedas a dormir conmigo….? Anda, quédate… - rogó Gema al Zorro, pero éste, después de reponerse y darse un buen rato de mimos, se preparaba para regresar a su cuarto.

-No, de veras no puedo… tengo que despertar en mi cama, no puedo permitirme que mis jugadores se despierten y no me encuentren.

-Porfa, Zorro, porfa… - dijo ella, juntando las manos como había visto hacer a Dulce. Carvallo sonrió, pero negó con la cabeza mientras se subía el pantalón del chándal. – Voy a ponerme celosa… a mí no me funciona, pero a esa niña la consientes el truco, a sabiendas que no puedes fiarte de ella…

Carvallo palideció. Gema tenía razón, ¡no se podía fiar de Dulce! Como un rayo, acabó de vestirse, salió de la habitación y entró en la suya como una tromba. Nadie. Salió al pasillo. Olía a maría. Olía a sexo. Olía a "oh, vaya, la concentración se ha ido al cuerno…"

La planta entera pegó un brinco sobresaltado, a Carretero se le escurrió la botella, García soltó las cartas justo cuando llevaba una escalera de color, Ruiz se cayó de la cama y Beto y su novia intentaron refugiarse bajo las mantas cuando se oyó un alarido animal en el pasillo:

- ¡¡¡DULCEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!! – la puerta del cuarto de Beto se abrió de golpe y la silueta de Zorro Carvallo se recortó en el vano – Te va a faltar mundo para correr….