We are the champiooooooons... 3, final

Carvallo está descorazonado por la falta de disciplina de su equipo, ¿qué sucederá finalmente en el partido, y... después? Este, ha sido un relato especial que me autodedico por mi cumpleaños. ¡Felicidades a mí misma!

Apenas eran las siete y media de la mañana, una mortecina luz rojiza asomaba por el lado derecho del cielo, pero todos los contornos eran grises y fúnebres. El ambiente era frío y pesado, el aire helado apenas se movía, el vaho de las respiraciones de los once Incorruptibles creaba cercos en torno a sus cuellos, inmóvil. El único que se movía, paseándose lentamente frente a ellos, sin dignarse ni mirarlos, era Zorro Carvallo. La intensidad de su cabreo parecía fluir hacia sus jugadores como si éstos tuvieran una enorme pesa de varias toneladas encima de sus cabezas. Nadie osaba mirarle a la cara, todos permanecían con la mirada fija en sus propios pies. Apenas habían podido cerrar un ojo, no habían sido capaces de desayunar y todos tenían revuelta la cena de anoche.

Cuando Carvallo irrumpió en el cuarto de Beto y Dulce la noche anterior, ésta había intentado suplicar arguyendo que estaba desnuda, pero el Zorro declaró que "tresco le importaba, dado que ella le había visto desnudo a él", y estuvo a punto de lanzarse en su persecución por mucho que Beto se interpusiera. Sólo Gema le frenó, diciéndole que por favor, escándalos no… si sus rivales se enteraban de lo sucedido, ya sería el caos, sería como darles la victoria en la mano. El resto de jugadores, más o menos vestidos hicieron su aparición en el pasillo y Carvallo, peligrosamente tranquilo, dijo que se fueran a dormir… porque iban a necesitarlo todos y que al día siguiente se verían las caras. Los vecinos de la planta de abajo se quejaron del alarido, y Gema explicó al gerente del hotel que Los Incorruptibles, a veces seguían gritoterapia, esto es, que se ponían a vocear a grito limpio para descargar energías negativas… Coló.

Las escasas horas que habían dormido, no habían alimentado a nadie, quien más, quien menos, todos habían tenido pesadillas y sueños intranquilos. Cuando Carvallo, a eso de las seis y media había ido llamando a las puertas con perfecta calma y sin dar una sola voz, todo el mundo se había levantado corriendo y aterrado. Era indefiniblemente peor verle con el cabreo tranquilo que con el cabreo agresivo y gritón. Con el segundo, había esperanzas, en el primero había un tono de decidido último momento, de "me habéis defraudado tanto que ni siquiera voy a perder el tiempo en gritaros. Haced lo que os dé la gana".

La tensión se estaba empezando a hacer insoportable entre los Incorruptibles, a Dulce le temblaban las piernas, Jimeno intentó mirar la cara de Carvallo para hacerse una idea de lo que podría estar pensando pero no fue capaz, y a Beto le estaba empezando a temblar la barbilla… Finalmente, el entrenador interrumpió su paseo y se plantó en medio de la fila, mirándolos de un lado a otro, negando con la cabeza.

-Estoy avergonzado. – manifestó – Terriblemente avergonzado. Me habéis decepcionado. Yo pensaba que estaba entrenando a un equipo, a unos muchachos trabajadores, esforzados y valientes… y me he dado cuenta que no sois más que unos imberbes. Niños estúpidos que sólo pensáis en el jugueteo, en pasarlo bien, en hacer el burro, sin el menor sentido de la responsabilidad. Todo os da lo mismo, sólo os importáis vosotros mismos… No, ni eso siquiera, porque si os importaseis vosotros mismos, habríais cuidado de no someteros al ridículo que vais a sufrir hoy. Pero eso, os da igual, todo os da igual. Que mi prestigio quede por los suelos, os importa un pito. Que los Incorruptibles pierdan su prestigio, os importa un pito. Que todos los ministerios en general y el de Urbanismo en particular se vayan a chotear de nosotros, os importa un pito. Que vuestros compañeros que no juegan pero que van a venir hoy a animarnos se lleven una decepción y queden en ridículo, os importa un pito. Todas las personas que os quieren y están dispuestas a apoyaros moralmente… vuestras familias, vuestros propios hijos… a todos ellos les habéis escupido a la cara y les habéis dicho que os importan un pito. Podéis sentiros orgullosos del amor y el respeto que les profesáis.

Al bueno de Beto se le escapó un sollozo sin poder contenerse, y aunque los demás no llegaban a ese extremo, todos se sentían miserables como gusanos

-Vaya ejemplo… vaya ejemplo, aquéllos que tenéis hijos o que pensáis tenerlos… - continuó el entrenador, pasando a recorrer las filas – Podéis estar satisfechos, todas las reglas rotas en una sola noche, en unas pocas horas… Alcohol. Drogas. Juego… ¡sexo! No sé ni cómo os tenéis en pie, ni sé cómo os aguantáis la cara sobre el cuello, sólo robar y matar os ha faltado.

-Eeh.. – musitó Dulce, pero enseguida bajó la cabeza.

-¡¿Qué?!

-Pues que… hum… esto, es de Manzano… - la joven se sacó el mechero Zippo del bolsillo del chándal y extendió la mano.

-Así que se te había perdido, ¡ratera de tres al cuarto…! – masculló éste, apresurándose a recuperarlo, ante la mirada iracunda de Carvallo.

-Bien, corrijo – continuó éste – Sólo os ha faltado asesinar. Y aquí espero que nadie tenga nada que decir, si alguno ha cometido un asesinato, no quiero saberlo, que se las apañe solo. ¡Como vosotros en el partido de hoy, que también os las vais a apañar solos, porque yo no quiero saber nada de un equipo de críos incapaces de dominarse y pensar con un poco de juicio!

Un grito ahogado salió de las gargantas de todos. No, aquello no… Carvallo no podía renunciar a su cargo… era preciso impedírselo, tenían que hacer algo

-Carvallo… Míster… - empezó Beto – Sabemos que nos hemos portado mal, muy mal, pero no queríamos disgustarte tanto, estamos dispuestos a aceptar cualquier castigo, haremos lo que tú digas, no protestaremos… pero por favor, ¡no nos abandones!

-Dulce, tú eres, probablemente, la más culpable de todos los que están aquí, pero eso, no te priva de hablar tú misma, deja de utilizar a Beto, me repugna ese truquito… cuando me acuerdo que eras tú la que decías que los demás nos reíamos de él por hacerle una bromita de vez en cuando

-Oh… te has dado cuenta – dijo ella, soltando la mano de su novio detrás de la espalda, que hasta entonces tenía agarrada.

-¿Darse cuenta… de qué? – preguntó Jimeno, al otro lado de Beto.

-Conozco bien a Beto, sé qué tipo de cosas saldrían de su boca. Y estabas leyendo un manual de ventriloquía – contestó el Zorro - ¿de veras nadie más lo ha notado…? A veces, Dulce habla por Beto, le coge la mano para darle una señal, ella habla con el estómago imitando su voz, y él se limita a mover los labios. Y me parece repulsivo, la verdad.

-…Pero así, ningún malasombra se ríe de él. – susurró Dulce, mientras murmullos recorrían las filas de los Incorruptibles – No hace mucho, estábamos paseando, y un tío grosero se metió con nosotros diciendo que Beto no era bastante hombre para mí, que me fuera con él… Como Beto, claro está, no supo qué contestar, fui yo quien le mandé a freír churros, y se dio un punto en la boca, pero se marchó diciendo que qué poco valía Beto si su chica tenía que ser la que diera la cara por él… desde entonces, usamos ese truco a veces

-Es muy práctico – intervino Beto – porque yo a veces, no me atrevo a pedir cositas, y ella se las pide por mí

-¿Ves? Esa frase, sí es de Beto, se nota la diferencia – Dijo Carvallo – y ¿qué es esa tontería de que no os abandone…? ¿No os habréis hecho la ilusión, ni por un instante, de que yo vaya a dejar de entrenaros, verdad…?

-La ilusión, no… el temor, sí.

-Como has dicho que no querías saber nada de nosotros

-Lo que he querido decir con eso es, simplemente, que no pienso estar hoy con vosotros en el partido, os arruinasteis la concentración solitos, pues vais a jugar el partido solitos.

Aunque un halo de alivio recorrió a los Incorruptibles al saber que no perdían a su entrenador, eso no aminoró el disgusto de que pensaba dejarles solos.

-¡NO! ¡Eso no, Carvallo, no nos dejes solos… eres nuestro míster, te necesitamos!

-¡Por favor, sin ti estamos muertos!

-¡No queremos jugar sin ti….!

Los once Incorruptibles rodearon a Carvallo suplicándole. El entrenador fingió mantener la compostura durante algunos segundos, pero finalmente, maldiciendo su corazón blando, se rindió.

-Está bien… soportaré con vosotros la vergüenza que vamos a pasar. Nos van a hacer trizas por culpa de vuestra irresponsabilidad, pero… sois mis muchachos. Y eso significa dos cosas: la primera, que tengo que estar con vosotros a las duras y a las maduras. La segunda… que esta humillación, vais a pagármela muy cara. – el semblante zorruno de Carvallo se cargó de promesas de entrenamientos dantescos, pero aún así, todos los jugadores respiraron tranquilos, y fue Jimeno el que pronunció las palabras mágicas.

-Carvallo, nos iban a hacer trizas de todas maneras… - el Zorro se le quedó mirando con sorpresa - ¿Pensabas que no sabíamos que nos enfrentamos a unos tíos armarios que pueden chutar de puerta a puerta del campo…? No quisimos decirte que lo sabíamos, porque temíamos que pensaras que no nos lo tomábamos en serio por eso, y no sería verdad… pero sabemos que todas las magníficas enseñanzas futbolísticas que nos has inculcado, todo el sentido del deber, el esfuerzo y el trabajo en equipo, no nos servirían contra profesionales… - Carvallo no pudo evitar sonreír, qué bien le había quedado la coba, casi no se había notado – pero si es cierto que no podemos ganar… también es cierto que hay modos de no perder.

El Zorro sonrió. Hablaban el mismo idioma, y adoptó un tono confidencial.

-Bien, escuchad: el partido es difícil, pero tenemos modos de salvarlo, es cierto que se me ha ocurrido algo, y no pensaba contároslo, pensaba dejaros perder estrepitosamente para ver si así aprendíais, pero visto que estabais dispuestos a eso con tal que me quedase con vosotros, os diré lo que vamos a hacer


A mediodía, ambos equipos saltaron al terreno de juego, en el modesto campo de fútbol del hotel, que estaba llenito de familiares y compañeros de Hacienda y Urbanismo. A primera vista, nadie hubiera apostado nada por los Incorruptibles al ver a los Rangers Universitarios, mucho más fibrosos y fuertes… pero los compañeros y familiares de Hacienda los abuchearon con tanta fuerza como aplaudieron a los suyos.

-Mira, tío, es verdad, ¡tienen una chica entre ellos! – dijo uno de los Rangers, sin molestarse ni en bajar la voz.

-Señor árbitro – llamó Dulce de inmediato – me gustaría que quedase claro a nuestros rivales que mi condición femenina no es una excusa para hacer chistecitos de mal gusto ni comentarios inapropiados, ni ninguna otra táctica de juego sucio psicológico. Soy un jugador igual que mis compañeros, y exijo que me traten como a tal.

-Tiene razón la chi… el defensa – se corrigió el árbitro. – Por favor, juguemos el partido sin ocuparnos de asuntos de sexo.

-¿Quieres que te tratemos como a cualquier jugador….? – susurró otro de los Rangers - ¿Qué tal si vienes con nosotros a las duchas, como uno más…?

-¡Señor árbitro! – protestó Beto esta vez, con la mano de Dulce a su espalda - ¡No estamos dispuestos a tolerar que se le falte el respeto a uno de nuestros compañeros por culpa de la inmadurez de los contrarios! ¡No tienen derecho a insinuarle proposiciones deshonestas!

El árbitro intentó poner paz sin tirar a ningún lado, pero los Incorruptibles estaban indignados.

-¿Qué pasaría si fuese tu hermana, eh? ¿Te gustaría que, sólo por practicar un deporte, la tratasen de ese modo?

-¿Qué piensa tu madre de cómo tratas a las mujeres…?

El colegiado, que también tenía madre y hermanas, consideró justa la queja, amonestó al jugador bocazas y dio comienzo el partido. Los Rangers estaban picados y de eso se trataba. Desde el banquillo, Carvallo, junto a Gema, miraba el partido intentando disimular los nervios que sentía. Los Rangers eran veloces y fuertes, a pesar de todos los esfuerzos de sus muchachos, subían constantemente al ataque, uno de ellos llegó muy cerca de la portería, Dulce se interpuso, el jugador intentó chutar y de pronto, la joven chilló. El Ranger se echó hacia atrás levantando las manos y la joven, con gesto iracundo, despejó de un izquierdazo.

-¡CERDO! ¡¿Cómo te atreves a tocarme un pecho?, vuelve a hacerlo y te sacudo, me importa un pito si cometo una falta, te volveré la cara del revés!

-¡Pero si yo no….!

-¡Lo has hecho, lo he visto! ¡Árbitro! – gritó Manzano, el portero. El árbitro no había podido ver la agresión porque había habido mucho movimiento, pero dado que el jugador había sido el mismo de la bromita de las duchas, le sacó tarjeta amarilla.

Los Rangers se enfurecían cada vez más y presionaban con mayor ímpetu, pero cada vez que se arrimaban al área, se encontraban a Dulce, y un encontronazo con ella implicaba la posibilidad de una nueva queja. Intentaron entonces esquivarla, y la joven se demostró mucho más ágil de lo que parecía, no era sencillo darle esquinazo. Los Rangers eran más fuertes, pero ella tenía los reflejos de un gato y no perdía de vista el balón, apenas intentaban esquivarla, su bota se colaba para patear el esférico. Es cierto, puntería no tenía más que de casualidad, pero despejar, despejaba que daba gusto.

-Estoy harto de esa tía, voy a enseñarle quién manda aquí – dijo uno de los Rangers, Rubén, que también era camarero del hotel – después de esto, se queda en casita haciendo calceta para el resto de su vida.

Subió al ataque como un cañón, Dulce se interpuso, pero él no se molestó en esquivarla, sino que directamente la embistió. Carvallo y sus hombres gritaron como si el empujón que la hizo dar una vuelta de campana sobre el césped se lo hubieran llevado ellos. A Beto tuvieron que frenarle entre cuatro, porque vieron que se lanzaba contra el jugador como un ariete.

-¡Penalti! ¡Penalti! – gritó todo el público, y el árbitro lo impuso y expulsó a Rubén, que salió abucheado por el público y ante las iras de sus compañeros, que sostenían que Dulce se había tirado, que siendo una chica no tenía peso para aguantar un simple encontronazo, que el fútbol es deporte de contacto… Jimeno se preparó a lanzar el penalti mientras Dulce bebía un poco de agua, no había sido nada serio. Los Rangers hacían pared frente a la portería. Jimeno tomó carrerilla, se preparó para lanzar un patadón, los rivales para recibirlo… y en lugar de eso, dio un ligero toquecito lateral para pasarle el balón a Beto, que sí pegó un patadón desde una zona desprotegida, el portero no se lo esperaba, se estiró todo lo que pudo, pero

-¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL! – Gritó Carvallo, pegando saltos en el banquillo mientras los Incorruptibles abrazaban a Beto, y Dulce se aguantaba las lágrimas de emoción y las ganas de darle un beso de los de meterle la lengua hasta la campanilla.

El gol no hizo más que caldear los ánimos entre los Rangers, mientras el concejal de Urbanismo se retorcía el puro entre las manos y el entrenador no cesaba de gritarles:

-¡Pero bueno, qué clase de inútiles sois vosotros! ¡Que son aficionados, coño! ¡Vamos, darle sangre, que yo entreno a paralíticos o quéééééé!

Los Rangers de nuevo subieron al ataque, de nuevo estaba Dulce allí, que no podía reprimir la sonrisa, y su rival no aguantó más:

-¿Os está saliendo bien el truco del sexo débil, eh, zorra? – Dulce no se molestó en contestarle, le lanzó un besito sin mirarle a los ojos, el jugador se enfureció, lanzó la mano, y esta vez, el árbitro no pudo decir que no lo había visto. Ni él, ni nadie del público, porque el muy bestia, cuando la joven intentó echarse hacia atrás para protegerse el pecho, le pegó un tirón de la camiseta que se la desgarró de arriba abajo.

-¡Expulsado! ¡Por abusos deshonestos a un jugador! – gritó el árbitro, mientras Dulce lloraba sujetándose las dos mitades de la camiseta.

-¡Yo misma me imprimí ésta camisetaaa…! – sollozaba, mientras sus compañeros la rodeaban. Carvallo le acercó otra prenda, al tiempo que intentaba poner orden, pero los Rangers no dejaban de provocar e insultar a Dulce, y finalmente Beto no aguantó más y aunque detestaba la violencia, el que alguien intentase hacer daño a su novia lo detestaba mucho más, se quedó mirando fijamente a uno de los insultones, y cuando éste le preguntó qué miraba, tonto del nabo, y le pegó un empujón, Beto se lo devolvió con el pecho, el jugador le abofeteó y aquello fue la salida.

-¡Nadie pega a nuestro Beto! – gritó Dulce y se lanzó a por el jugador, y ninguno de sus compañeros la frenó, sino que el encuentro de fútbol cambió a encuentro de boxeo sin guantes, al menos durante los escasos segundos que tardó el árbitro en poner orden. Los Rangers acusaron al colegiado de estar vendido por tolerar aquello, el entrenador adversario saltó al terreno de juego y se quejó de que una chica en el equipo no traía más que problemas y que debía ser expulsada porque ponía nerviosos a los demás jugadores.

-¡No es una chica, es un jugador! ¡Si tus hombres no saben distinguir una cosa tan simple, no es culpa de nadie! ¡Salvo quizá tuya, por no haberles enseñado a ser deportivos! – intervino Carvallo y su rival le levantó la mano, el árbitro pitó de nuevo para hacer silencio.

-¡Este ambiente violento es insoportable, no pienso dejar que el terreno de juego se convierta en un campo de batalla por culpa de los prejuicios de uno de los equipos, doy por finalizado el encuentro; vencedores por uno a cero: Los Incorruptibles de Hacienda!

-¡BIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN! – Gritaron los muchachos de Carvallo, mientras el entrenador rival gritaba a sus hombres lo inútiles que eran y discutía con el árbitro que llevaría el caso a la Federación, y al Tribunal Supremo y al de la Haya incluso, y éste le decía que despejase el campo. Los Incorruptibles levantaron en hombros a su entrenador al cántico de - ¡CARVALLO, CARVALLO, CARVALLO ES COJONUDO, COMO CARVALLO, NO HAY NINGUNO! – Y éste disimulaba como podía que se le estaba escapando la lágrima


Aquélla tarde, los Incorruptibles, acompañados de sus esposas, se pegaron una comilona con aperitivos, asado, patatas, montañas de postre, licores y muchos de ellos, también un puro; se pegaron una siesta histórica con preludio sexual y todo ello, con la bendición de su entrenador, que no cabía en sí mismo de contento. En medio de la comida, levantó su copa de coñac Napoleón y dijo:

-Muchachos… ¡Estoy orgulloso de vosotros! De todos – recalcó mirando a Dulce, y ésta se sintió realmente aliviada por primera vez en más de doce horas. – Mañana volveremos a casita con la cabeza bien alta, por haber ganado, y sobre todo… por haber jugado limpiamente, no como nuestros desgraciados rivales que han preferido el uso de la violencia física sobre la inteligencia… - "Cínico, más que cínico…" pensó Gema, que se sentaba a su lado, sintiendo que se derretía de deseo por él – Pero esta tarde, os aconsejo que disfrutéis al máximo de nuestra estancia en éste lujoso hotel, a la salud de nuestros ilustres compañeros de Urbanismo, que tuvieron la gentileza de traernos a gastos pagados (Un sonoro grito de alegría subrayó esta frase y Carvallo, muy sonriente, alzó las manos para pedir silencio). Naturalmente, el martes por la tarde os recuerdo que tenemos entrenamiento y una deuda pendiente… pero esta tarde, voy a libraros de mi presencia. Tengo algo muy necesario, muy urgente y…. muy satisfactorio que hacer, así que podréis pegaros la gran juerga, que el Zorro Carvallo no estará de aguafiestas.

Risas y aplausos corearon a Carvallo mientras volvía a sentarse y todos hacían planes acerca de lo que harían esa tarde. Las especulaciones sobre la tarea del Zorro, ni se produjeron siquiera, todos la sabían... ni siquiera al inocente de Beto se le escapaba que "alguien" iba a suplicar piedad aquélla tarde.


Eran ya más de las nueve cuando el árbitro iba hablando con dos hombres que llevaban sendas libretas y una cámara de fotos.

-Entonces, usted piensa que su decisión no ha sido precipitada, ni por corrección política… - preguntaba uno de ellos.

-Desde luego que no… - contestó el colegiado, que se dirigía al bar-discoteca del hotel a tomar una copa mientras oía música.– Miren, una cosa es el feminismo que nos invade, y otra muy distinta, ser objetivo y no tener ojos en la cara. Los Rangers han salido pensando que el partido era suyo, y se han encontrado con unos rivales fuertes y eso no se lo esperaban. Todavía hoy, muchos hombres piensan que por definición, ellos son más fuertes que cualquier mujer, y encontrarse con una que les planta cara, les enfurece. Eso, les ha hecho perder. Eso, y que sus rivales se han portado como gente seria. Es posible que sólo sean aficionados, pero se han portado como auténticos deportistas, no como ganado. ¿Quieren tomar algo conmigo?

-Sí, porqué no… - El árbitro abrió la puerta de la discoteca y deseó que se le tragara la tierra.

-¡Y ES QUE ME PASO EL DÍA DE JUERGA, TODA LA NOCHE SIN DESCANSAAR, DÁNDOLE AL VINO Y LA GUITARRAAA….! – Jimeno, Vázquez y Ruiz, con las camisas por fuera y rodalones de sudor en los sobacos, se habían subido al escenario y cantaban cogidos de los hombros. Vázquez empezó a quitarse la corbata y su esposa le silbó como una loca, al grito de "¡que se desnude!", y poniendo mirada sensual, su marido empezó a obedecerla mientras los otros dos se partían de risa y sus respectivas mujeres los jaleaban a que le acompañaran en el strip-tease. Manzano y García echaban un mus de machos contra hembras con sus mujeres mientras fumaban porritos y García no dejaba de maldecir por la mala suerte que tenía con las cartas. Serrano hacía con Merino un concurso de beber chupitos y Martínez y Carretero bailaban con sus señoras haciendo el pino por la pista, Carretero llevaba la corbata en la cabeza y Martínez apretaba a su mujer como si quisiera exprimirla. Beto y Dulce estaban en un rincón de la barra, ella estaba sólo en vaqueros y sostén para aguantar con el canalillo un chupito de tequila, y le enseñaba a Beto cómo tomarlo sin manos, lamiendo primero la sal en su cuello, tomando el vasito con la boca, y cogiendo después la rodaja de limón que ella sostenía entre los labios… a Beto le daba la risa floja porque ya eran dos veces que se volcaba el chupito por la cara al intentar beberlo y ella le lamía el cuello y el descamisado pecho peludo para limpiarle. Ninguno de los dos se molestaba en disimular por el tremendo ariete que el bueno de Beto tenía en los pantalones


-No puedo creer que hayas perdido… ¡te compré precisamente para darle una paliza a ese petulante! Y os habéis dejado ganar, ¡como unos estúpidos!

González, el concejal de Urbanismo estaba echando un buen rapapolvo al entrenador de los Rangers. Éste estaba humillado y con un cabreo moruno.

-Lo sé… nos engañaron con el truquito de la corrección política. Era lo último que me podía esperar, que se amparasen en la chica para

-¡Con Carvallo, siempre hay que esperarlo todo! ¡Te dije que se sacaría de la manga algún truco!

-Sí, pero eso, no. ¡De haberlo sabido, hubiese advertido a mis jugadores! Pero son tíos, el fútbol nunca ha sido deporte mixto, ¿cómo esperabas que reaccionasen?

-¡Como los profesionales que son!

-¡Y los profesionales, no juegan contra mujeres!

El concejal pareció a punto de soltar una gorda, pero alguien llamó a su puerta, y la abrió.

-Perdone, señor González… El gerente estaba haciendo caja y el equipo visitante nos ha dicho que su cuenta, la pagaba usted

-Sí, eso es, gracias, niño – dijo al botones, cerrándole la puerta en las narices sin propina. Abrió el sobre en el que venía la cuenta y desorbitó los ojos, a punto de sufrir un ataque al corazón - ¡NUEVE MIL EUROS….! ¡¿Pero… pero qué han hecho esos MUERTOS DE HAMBRE!? – El entrenador saltó a cogerle, viendo que se caía redondo, y le ayudó a sentarse en el sillón, dándole aire con el sobre de la cuenta y leyendo ésta de reojo.

-Helados, comidas, licores… varias botellas de Möet Chandon, de Dom Pérignon, puros cubanos, vinos gran reserva, alquiler de sauna, jacuzzi, de la discoteca… ¡un jamón ibérico Cinco Jotas! ¡Copas de cristal de Bohemia rotas! ¡Han hecho una torre de copas de champán, y después de beberlas, las han tirado al aire! ¡Y la camiseta de la chica! ¡Han tenido el valor de cargarnos treinta euros para comprarle a esa tía una camiseta de marca nueva! ¡Y una revista de Playboy!

-Esto es el colmo… - suspiró el concejal. - ¿Qué puede ser peor…?

De nuevo llamaron a la puerta, González abrió, y ésta vez sí que quiso morirse. Vestido con su traje negro y su inseparable cartera, acompañado de Gema, tenía a Zorro Carvallo frente a él, con su más afilada sonrisa.

-Buenas noches… Inspección fiscal.


El regreso al día siguiente fue muy tranquilo, con prácticamente todo el mundo adormilado y apenas unas palabras de despedida al dejar en su casa a cada cual. Había sido un buen fin de semana, pensaba Carvallo el frío lunes por la mañana mientras sorbía su café bien calentito en la barra del bar que había junto a las oficinas del Ministerio, ojeando el periódico distraídamente. De pronto, se le atragantó el café a medio sorbo y estuvo a punto de tirarse el vaso encima, pagó como un rayo y sin terminarse su consumición, salió corriendo con el periódico en la mano.

Dentro de las oficinas, todos los muchachos habían llegado ya, y estaban tomando posesión de sus puestos, abriendo sistemas… en el caso de Beto y Dulce, sacándose un chocolate de máquina antes de sentarse, cuando entró Carvallo como una tromba sosteniendo el diario en alto:

-¡Muchachos! ¡Salimos en el "Récord"! – todo el mundo se le quedó mirando en silencio. Dulce, que con Beto estaban junto a la puerta, casi se le cae el vasito.

-Es una broma, ¿no…? – preguntó, sonriendo - ¿Nos estás tomando el pelo, verdad….?

-¡Míralo! "…y como manchada… no, como machada de la…", léelo tú, yo no puedo – era asombroso ver al Zorro tan alterado, así que Dulce tomó el diario deportivo y empezó a leer, con Beto y Carvallo mirando por encima de sus hombros y los otros compañeros que se acercaron a hacer corro:

-"…Y como machada de la semana, reseñamos el partido, poco amistoso, que ayer se celebró entre el equipo aficionado de Los Incorruptibles de Hacienda, formado por trabajadores del temido ministerio, y el equipo de tercera los Rangers Universitarios, que finalizó con un resultado de uno a cero, a favor de los primeros…" Dios mío… salimos en prensa

-¡Sigue, sigue leyendo, ya verás!

-"Los Incorruptibles tenían una chica entre sus jugadores, la defensa Dulce Romero de Vallejo, y su presencia provocó chistes de pésimo gusto entre sus rivales. Los Incorruptibles, haciendo gala de un gran sentido del compañerismo y de igualdad de género defendieron a su compañera. Los Rangers, demostrando una agresividad fuera de lugar se hicieron acreedores a la pena máxima, que sirvió para que sus contrincantes marcasen el que sería el gol de la victoria, pero aquéllos, irritados por la diferencia en el marcador, llegaron incluso a atacar físicamente a la defensa, destrozándole la camiseta, ante lo cual, molesto por tanta violencia, el árbitro decidió dar por finalizado el encuentro, dando la victoria a los Incorruptibles de Hacienda"

Sonaron aplausos por toda la oficina y Carvallo pidió silencio.

-¡Dejadla continuar, que sigue!

-"Tuvimos la ocasión de entrevistar a su entrenador, el inspector fiscal D. Luciano Carvallo", ¡Zorro, esto no nos lo contaste, eres famoso!

-Bah, fue ya por la tarde, no pensé que saldría publicado… ¿qué dice, qué dice?

-"Mis muchachos se entrenaron duramente para éste encuentro – dijo el entrenador – Son unos chicos excepcionales, voluntariosos, trabajadores y muy esforzados. En especial, el objeto de la discordia, la señorita Dulce, ha demostrado una valía extraordinaria, y un afán de superación verdaderamente… encomiables…" – la joven hacía pausas sin poder contenerse porque se estaba empezando a emocionar – "Ninguno de mis hombres nunca se ha rendido, pero ella lo ha tenido más difícil, y nunca la he visto tener un momento de debilidad… es disciplinada en grado sumo… responsable, sensata y con un altísimo sentido del deber… Es una pena que nuestros rivales no hayan sabido ver todo eso en ella… Nos vamos de aquí felices y orgullosos por haber ganado, pero también un poco entristecidos de que nuestros rivales no hayan sabido estar a la altura, porque entonces mis muchachos hubieran podido demostrar lo grandes que son, y el extraordinario juego que son… capaces… de dar"….Eres el embustero más encantador que he conocido, Carvallo

El resto de Incorruptibles miraban al Zorro con ojos emocionados… después de mandar a la porra la concentración, y él se deshacía en elogios para ellos

-Bueno, ¿no creeréis que iba a dejaros mal ante la prensa, no…? Esto, lo pueden leer vuestras mujeres, vuestros hijos… ¡no iba a decir que sois la panda de gamberros que sois! Venga, sigue.

-"A nosotros sólo nos resta decir que es una lástima que no existan en éste país más personas tan entusiastas y honestas como Don Luciano Carvallo, y sobre todo, tan trabajadoras, pues al preguntarle si iba a unirse a la celebración con sus muchachos, declaró que no podía hacerlo, puesto que había iniciado una… ¡una inspección fiscal contra el concejal de Urbanismo y el entrenador del equipo rival!" – una sonora carcajada y un montón de choques de manos y palmadas en la espalda para Carvallo subrayaron esta frase. Todos sabían de sobra que aquello era lo que iba a hacer, pero con eso, el tío se había colocado otra medalla pública. – "Es triste, porque se trata a fin de cuentas, de un compañero – manifestó el inspector – pero el ministerio de Hacienda no puede tener piedad, como tampoco tiene descanso, porque de nosotros depende la correcta y limpia gestión de todo el Tesoro Público, y esa es una responsabilidad enorme, pero que llevamos con el mismo orgullo y profesionalidad con los que lucimos los colores de nuestro modesto equipo…"

La sala entera prorrumpió en sonoros aplausos.

-"En definitiva, un hombre cabal y trabajador, aunque no parece que sus hombres estén muy de ac…" – Dulce se frenó en seco y dobló el periódico.

-¿Qué era eso…? – preguntó el Zorro.

-¿Qué? ¿El qué?

-Has empezado a leer otra frase

-Ah, no, me he equivocado, eso pertenece ya a otro artículo, por cierto, ¿qué tal tu domingo…?

-No me cambies de tema, que no te va a valer de nada, ¡trae acá! – Dulce intentó ocultárselo, pero Carvallo le quitó el diario de las manos y leyó en voz alta –"…no parece que sus hombres estén muy de acuerdo con que el ministerio de Hacienda no tenga descanso, porque ellos se tomaron uno, y bastante ruidoso en la sala de fiestas del hotel donde se alojaban a gastos pagados por el ministerio de Urbanismo, fiesta muy animada en la que corrió el champán, el baile y el ¿¡strip-tease masculino!?, hasta cerca de las siete de la mañana. En concreto, a la jugadora femenina del equipo, señorita Dulce Romero, que llorase desconsoladamente cuando un rival le rasgó la camiseta, suponemos que lo que motivó su tristeza fue sólo la pérdida de la prenda y que no debía tener otra, dado que se pasó la totalidad de la fiesta sin la misma, ofreciendo a su pareja, el delantero centro Humberto Homobono, bebidas sujetas en el entreseno. Pudimos ver, eso sí, que todos los Incorruptibles forman matrimonios muy bien avenidos, a juzgar por cómo las parejas se sobaban durante la fiesta y la cantidad de veces que desaparecieron rumbo a los jacuzzis. La señorita Romero y el señor Homobono batieron el récord, con cinco desapariciones, una de ellas de algo más de cuarenta minutos, tras la cual, la jugadora llegó gritando "¡sin calcetines, sin calcetines!", subida a la espalda de su pareja. Preferimos ignorar a qué se refería, pero podemos asegurar que no se trataba de un eufemismo para el sexo sin protección: la máquina expendedora quedó vacía al final de la fiesta. No nos cabe duda: Carvallo, es un entrenador exigente, porque para que sus muchachos resistan ese ritmo, sin duda han tenido que prepararse con mucha dureza…"

El resto de jugadores había empezado a retirarse prudentemente, y la propia Dulce, que se tapaba la cara con las manos y estaba roja como un pimiento morrón, hubiera querido también hacerlo, pero el Zorro la tenía sujeta de la chaqueta. Beto la abrazaba por los hombros, mirando al inspector con verdadero temor, mientras éste la soltaba para enrollar el periódico entre las manos con gesto adusto

-Vaya… vaya… vaya… de lo que se entera uno.

-Re…recuerda que tú dijiste que podíamos… tú-tú mismo dijiste que

¡PLAS! ¡PLAS!

Un sonoro golpe doble de periódico enrollado coronó las cabezas de Beto y Dulce.

-Os va a faltar mundo para correr, ¡sinvergüenzas! – y efectivamente, echaron a correr perseguidos por Carvallo blandiendo el periódico - ¡Habéis dejado en ridículo a todo el Ministerio, y a mí, que es lo peor; volved aquí, gamberros! ¡Y los demás, al trabajo, mañana entrenamiento de cuatro a doce de la noche, no vais a parar de correr hasta que las botas os pidan socorro…!