Want U Back (6: Pasado, presente y futuro)
Y así nos quedamos un rato en silencio. Él sumido en sus pensamientos y yo pensando en cómo es posible que lo quiera tanto.
Como os dije, aquí tenéis el siguiente relato.
Muchas gracias por leerme!
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Él ha echado a correr.
Pero yo no pienso rendirme tan fácilmente.
Para ser sinceros... No tengo ni idea de por qué estoy corriendo detrás suyo.
Solo sé que él ha querido decirme algo...
Y no pienso irme sin descubrir qué es eso que me ha querido decir.
Nos alejamos del colegio a todo correr y Alex de pronto gira a la derecha metiéndose por una camino estrecho.
No puede ser...
Me paro en seco.
Sé perféctamente a dónde lleva ese camino.
La última vez acabamos en el mismo lugar.
¿Existen las coincidencias?
¿O acaso existe el destino?
Lo único que sé es que Alex y yo vamos a acabar en el sitio donde todo empezó.
También es el sitio donde todo acabó...
Por fin me decido.
Me pongo en marcha mientras que mi mente se inunda de recuerdos...
El primero es de hace mucho tiempo.
Casi me parece que ha pasado una eternidad.
Yo por ese entonces tendría unos seis años...
-Héctor, ¿ya estás preparado?- me pregunta mi padre.
-Si.- le respondo sonriente.
Hoy empiezo el colegio, ya se han acabado las vacaciones de verano.
La verdad es que no me importa, tengo ganas de empezar.
En el colegio me lo paso bien, además tengo muchísimos amigos.
Si, si.
Y hoy no es un día cualquiera.
Hoy por fin empiezo el "colegio de mayores" como lo llama mi padre.
Yo estoy muy orgulloso, ¡ya soy mayor!
Y me van a enseñar cosas como a sumar y a restar.
Cosas de mayores que hasta ahora sólo se lo oigo a mis primos mayores.
Se burlan de mí siempre porque yo no sé esas cosas...
Pues bien, a partir de hoy eso se acabó.
A partir de hoy yo también voy a aprender cosas de mayores.
-Vamos Héctor, que no quiero que llegues tarde.- me dice mi padre sonriéndome.
Yo le sonrío y por última vez reviso que llevo todo.
El abrigo... si.
Algo de comer para el recreo... si.
Algún que otro juguete... bien.
Llevo todo.
Le doy un beso a mi madre y salgo de casa con mi padre.
Él me acompaña hasta la puerta del colegio donde se encuentran los demás niños.
A algunos ya les conozco y otros son nuevos.
Y así feliz me encamino hasta mi clase.
Ahí nuestra profesora ya no está esperando.
-Bien, como es el primer día os vais a poner por parejas y así os contáis los unos a los otros cómo han sido vuestros veranos.- nos dice amablamente la profe.
Puff...
¡Pues menudo rollo!
Y yo que creía que nos iban a enseñar cosas interesantes.
Miro a los niños que tengo en clase en busca de un compañero, pero en esas estoy cuando la profe se pone delante mío.
-Oye Héctor, ¿te importa ponerte con ese chico de ahí?- me pregunta señalándome a un chico que está a dos pupitres detrás de mí.
Le miro al chico y no me suena de nada.
Es un chico un poco más bajito que yo y muy rubio, es bastante flacucho, pero tiene algo que hace que me quede mirándole.
Azul.
Solo puedo pensar en esa palabra.
A mí siempre me han dicho que tengo los ojos azules... Pero el chico este los tiene más azules que yo...
Entonces...
¿De qué color los tengo yo?
¿No-tan-azules...?
Con esa duda me acerco al chico que parece nervioso.
-Hola.- le digo sonriéndole.
-Hola...- me dice un poco vergonzoso.
-¿Cómo te llamas?- le pregunto sin dejar de mirarle los ojos.
-Alejandro...- me responde en voz baja.
-Alex.- le digo sonriente.
-Alejandro.- me responde ahora serio.
-Alex...- le vuelvo a insistir yo.
-Pero que te he dicho que me llamo Alejandro...- empieza él.
-Ya...- le corto yo.- Pero es que un primo mío también se llama así y sus amigos le llaman Alex.
-Aaa...- me responde un poco confundido.- ¿Pero eso no sería cambiarme el nombre?
-Pues...- la verdad es que no sé qué responderle- no lo sé. Yo te voy a llamar Alex.
Él me sonríe tímido.
-Vale.
-Yo me llamo Héctor.- le digo.
-¿Y cómo quieres que te llame?- me pregunta él.
-Pues... Creo que a los que nos llamamos Héctor no se nos puede cambiar el nombre...- le comento pensativo.
-Aa vale.- me responde.- Entonces Héctor, me gusta el nombre.
-Pues a mi no.
-Es bonito.
-¿En serio?
-Si.- me dice sonriente.
Pues si él me lo dice...
Será que es así.
-¿Y qué has hecho este verano?- le pregunto animado.
Me está cayendo bien el chico este.
-Pues...- piensa él- he estado con mis padres.
-Que aburrido oye.- le comento.
Él se encoje de hombros y me sonríe.
Después yo le cuento todas las cosas guays que he hecho este verano.
Después de ese día ya he llegado a la conclusión de que Alex me cae muy bien.
Puede que al principio haya estado un poco tímido, pero es bastante majo.
Mi padre me viene a buscar a la salida del colegio y yo voy corriendo a abrazarle.
-¿Qué tal te ha ido el día hijo?- me pregunta abrazándome.
-Muy bien.- le respondo feliz.- no hemos aprendido nada de mayores, pero le he cambiado el nombre a un chico muy majo.
-¿A sí?- me pregunta mi padre que se empieza a reír.
No sé por qué se ríe la verdad...
Empezamos a andar en dirección a casa.
-No tengas prisa por crecer Héctor y disfruta de tu inocencia...- me comenta mi padre en un momento dado.
No estoy muy seguro de haber entendido lo que me ha dicho...
-Pero si yo ya soy mayor.- le digo un poco molesto.
Mi padre se ríe.
-¿Tú? Pero si todavía eres un renacuajo.
Me cruzo de brazos y le dejo de mirar a mi padre.
-Ya verás, un día voy a ser más grande que tú.- le digo todavía sin mirarle.
Escucho que mi padre se ríe.
De pronto noto cómo me coje en brazos y me coloca sentado sobre sus hombros.
-¿Así de grande?- me pregunta mi padre.
-Si, o más.- le respondo sonriendo.
Ya no estoy enfadado con él.
-Si...- empieza mi padre.- Algún día te harás así de grande y tendrás que cuidar de tu madre.
-¿Yo? ¿No le cuidas tú?- le pregunto yo extrañado.
Mi padre suspira y de pronto se pone triste.
O eso me dice su cara.
-Claro, ya le cuido yo... - susurra él.
-Papá... ¿Por qué estás triste?- le pregunto extrañado.
No me gusta verle así a mi padre.
-No estoy triste hijo...- me contesta.
-Sí que lo estás.- le respondo convencido.
¿Por qué me miente?
¿No estaba mal mentir?
Mi padre me sonríe.
-¿Ves? Ya no estoy triste.
No me convence demasiado su sonrisa...
Definitivamente no hay quien entienda los adultos.
-No lo entiendo papá.- le digo.
-Ya lo entenderás hijo...- me dice él y esta vez estoy bastante seguro de que mi padre está triste.
Los días siguientes me lo paso muy bien en el colegio con Alex.
Ahora que ya hemos cogido confianza nos hemos hecho muy buenos amigos.
Es viernes y salimos del colegio juntos hablando animádamente.
-Te tengo que enseñar algo.- me dice Alex en voz baja.
-¿El qué?- le pregunto curioso.
-Dile a tu padre a ver si podemos ir al parque un rato.-me contesta.
Eso hago y mi padre nos dice que sí.
Vamos a un parque que está cerca del colegio.
Es un prado grande con una zona de juegos para niños en la mitad y más atrás hay un pequeño bosquecillo.
-Ven conmigo.- me dice Alex agarrándome de la mano y tirando de mí.
Yo sonrío y me despido de mi padre con la mano.
Este me guiña un ojo.
Alex me conduce a toda prisa por el parque, pero pronto lo cruzamos y nos encontramos en una de las entradas al pequeño bosquecillo.
Entonces Alex me suelta la mano y me sonríe.
-¿Qué me querías enseñar?- le pregunto impaciente.
-Tu primero.- me dice señalándome un estrecho caminito que atraviesa el bosque.
Me siento como en una de esas películas de exploradores.
En circunstancias normales no me habría metido en un bosque así... Pero estoy con Alex.
Y eso lo cambia todo.
Estos últimos días me he dado cuenta de algo.
Me gusta mirarle a Alex.
Así, sin mas.
Me sientro tranquilo cuando lo observo.
De hecho me pongo más contento cuando lo tengo cerca.
Todavía no lo entiendo muy bien...
Pero soy feliz así.
Alex me inidica que siga por ese caminito y pronto llegamos a nuestro destino.
Lo sé sin que él me lo diga.
Y la verdad es que es precioso.
Nunca antes había visto algo así...
Supongo que es un árbol, pero es diferente a los demás.
No parece crecer hacia arriba como todos los demás, sino que sus ramas parecen crecer hacia el suelo.
De hecho casi llegan hasta el suelo.
Casi se podría decir que las ramas caen desde la punta del árbol como cuerdas.
Así a simple vista me parece una especie de lechuga puesta del revés.
-¿Qué es?- le pregunto en voz baja a Alex.
Hablo en voz baja porque el lugar tiene algo de especial.
Como algo mágico.
-Es un árbol.- me dice Alex sonriente.-Mi madre me dijo que se llama Sauce Llorón.
-¿Llorón?- repito.- ¿Por qué llorón?
-Pues...- Alex me mira divertido.- La verdad es que no lo sé.
-No me gustan los llorones.- le comento.
Tengo un primo pequeño que llora mucho.
Y definitivamente no.
No me gustan los llorones.
-Vamos dentro.- me dice Alex cogiéndome de nuevo de la mano.
Alex me lleva hasta las ramas del árbol y con un brazo aparta las ramas como si de una cortina se tratase.
Y así de la mano pasamos al otro lado de las ramas.
Y de pronto todo se para.
Nos encontramos en lo que a mí me parece una fortaleza verde.
Las ramas y las hojas nos separan del resto del mundo.
Respiro hondo.
Me siento en paz.
-Me encanta este sitio...- le comento a Alex.
-Por eso hemos venido.- me dice sonriente.- Ven, siéntate. Aquí se está muy cómodo.
Me señala como una rama marrón gorda que sale del suelo y luego vuelve a entrar en él.
Raíces creo que se llamaban...
Me siento y apoyo mi espalda en el tronco del sauce.
Alex se sienta a mi lado y por un largo rato nos limitamos a cerrar los ojos y a disfrutar.
Cuando los abro Alex sigue con los ojos cerrados.
Aprovecho para observarlo bien.
Su pelo rubio le cae desordenado por la frente.
Tiene la cara como redondita a pesar de ser más bien flaco.
Su nariz y sus labios son finos.
Su expresión es de total paz.
-¿Sabes qué?- me pregunta de pronto Alex sin abrir los ojos.
Yo pego un ligero bote, como si me hubiera pillado mirándole fijamente.
-Dime...- le digo un poco nervioso.
-Creo que ya sé por qué se llama llorón este árbol.
-¿A si?- le pregunto.
-Si, es llorón... Porque está triste.- me dice él abriendo los ojos y mirándome con esos bonitos ojos azules.
Yo lo pienso.
Si.
La gente cuando está triste... Llora.
Así que supongo que tiene sentido.
De pronto me acuerdo de mi padre, él estaba triste...
¿Mi padre también llorará como este sauce?
-¿Y por qué está triste?- pregunto pensando todavía en mi padre.
-Pues...- Alex se lo piensa y de pronto se le ilumina la cara como cada vez que se le ocurre una idea.- ¡Ya sé! Estaba triste porque se sentía solo, pero ahora que estamos nosotros ya se puede poner contento.
-¿A si?- le pregunto a Alex.
-Sí, ahora que nosotros vamos a estar con él no va a estar triste nunca más. Podemos cambiarle el nombre.
Le miro a Alex y sonrío.
Sus ojos brillan de felicidad.
-¿Y qué nombre le ponemos?
-Mmm... - él se lo piensa- Ya está, se va a llamar el Sauce Feliz.
-Me gusta el nombre.- sonrío.
Alex se me queda mirando a los ojos y me sonríe.
-Oye, tienes unos ojos muy bonitos.- me suelta él.
-Si tú lo dices...- le digo poniéndome un poco nervioso.
No sé qué me pasa.
-Ven acércate un poco que quiero vértelos de cerca.
Dicho esto Alex se acerca a mí hasta que estamos con las caras muy cerca, bastante más cerca de lo que hemos estado nunca.
Sus preciosos ojos a la altura de los míos.
Puedo sentir el aire de su respiración en mi cara.
Yo me quedo mirándole sus ojos.
Y no sé por qué, pero no puedo apartar la vista.
Poco a poco voy notando que la cara me empieza a arder.
-Oye, ¿estás bien?- me pregunta sin apartarse.
-Si claro...- le respondo.
-Estás rojo.- me dice divertido. Dicho esto me pone una mano en la cara.- Y estás caliente.
En estos momentos me encuentro raro.
No me duele la cabeza...
Pero algo me pasa.
-Mi madre dice que eso suele ser fiebre.- sigue diciéndome Alex.
-Pues yo me encuentro bien...- le digo.
Alex me sonríe y finalmente se aleja un poco de mí.
-Me gusta que seas mi amigo.- me dice sonriente.
Yo noto que el corazón me da un vuelco.
¿Será que estoy enfermo?
¿Debería avisarle a mi padre?
-¿No notas que aquí dentro nadie nos ve?- me pregunta de pronto él.
-Si...- le respondo sin saber a dónde quiere llegar.
-De ahora en adelante este va a ser nuestro refugio personal. ¿Vale?- me sonríe Alex.- Aquí no puede entrar nadie más que nosotros y nadie nos puede mandar aquí dentro. Nadie nos va a hacer daño ni...
Alex sigue hablando entusiasmado, pero yo dejo de escucharle realmente.
Me quedo embobado mirándole.
La seguridad que me transmite.
Y es entonces, solo entonces.
En nuestro nuevo refugio privado.
En nuestro Sauce Feliz.
Es entonces cuando me doy cuenta por primera vez de que Alex es especial para mi.
No sabría explicarlo mejor...
Después de eso Alex y yo nos hicimos inseparables.
Siempre andábamos juntos y nuestros padres a base de vernos juntos se hicieron muy amigos.
Todo parecía perfecto.
El parque era nuestro lugar preferido.
Y ese árbol fue durante muchos años nuestra fortaleza particular, el simbolo de nuestra amistad...
Hasta ese fatídico día en el que todo cambió.
Fue hace ya cinco años por lo que yo tendría unos doce o trece años...
Realmente hace un día estupendo.
Me gusta mucho el hecho de que por mucho que se esté acabando el verano siga haciendo calor.
Así tengo la sensación de que el verano va a tardar en acabarse.
Pronto empezaremos un nuevo curso, pero la verdad es que no me importa demasiado.
Con Alex a mi lado hay pocas cosas que me preocupen.
Como se ha convertido en costumbre durante este verano, estoy enfrente de su casa.
Me acerco hasta el portal de su casa y toco el timbre de su casa.
Espero unos segundos...
-¿Si?- me pregunta una voz débil.
Tardo unos segundos en reconocer la voz de la madre de Alex.
-Soy Héctor, dile a Alex que baje por favor.
Después de esto escucho un sonoro sollozo.
¿Por qué llora la madre de Alex?
-Héctor... - solloza ella.- No sé dónde está Alex, hace un rato que ha salido corriendo de casa... No consigo localizarle.
La información me choca bastante.
Alex no es de los que se larga corriendo cuando tiene algún problema.
Por lo que... Supongo que algo grave ha pasado.
-Esto...- le digo a su madre.- Creo que ya sé dónde puede estar, si le encuentro te aviso.
-Muchas gracias cariño, no sabes cuánto te lo agradezco.- solloza ella de nuevo y cuelga.
-De nada...- le digo a nadie en particular.
Me doy la vuelta y con paso firme me dirijo al único lugar donde puede estar mi amigo.
No tardo demasiado en llegar y me doy prisa en cruzar el parque.
Cuando por fin entro en el bosquecillo mis pies me llevan solos a donde quiero ir.
Ya son muchos años yendo al mismo lugar.
Por fin me encuentro frente a la densa cortina verde que tán bien conozco.
Inspiro hondo y con un brazo aparto las ramas del sauce y paso a través de ellas.
Y ahí está.
Sentado en una de las raíces y con la espalda apoyada en el tronco del sauce. Tiene la cabeza gacha y con los brazos se rodea las rodillas.
Verlo así me rompe el corazón.
No se puede ni imaginar lo que daría por verle feliz.
Me muevo y me siento a su lado.
Le pongo una manos sobre su hombro.
-Alex...- le susurro al oído.
Él levanta la cabeza y me mira.
En ese momento a mí definitivamente se me rompe el corazón en mil pedazos.
Sus preciosos ojos están hinchados y de ellos surgen regueros de lágrimas que recorren sus mejillas.
No puedo aguantarlo más.
Y le abrazo con fuerza.
Al segundo de hacerlo me salta la duda de si a Alex le gustará que lo haga.
Aunque tampoco puedo decir que me quedo más tranquilo cuando Alex me abraza con fuerza y apoyando su cabeza en mi hombro empieza a llorar con fuerza.
Yo cierro los ojos y le dejo que se desahogue.
Algo pesado me aprisiona el pecho.
Escuchar sus sollozos en mi oído es de las peores cosas que he escuchado en toda mi vida.
Así pasamos un rato hasta que poco a poco su respiración se va calmando y sus sollozos se van haciendo más suaves.
Cuando se separa de mí suspiro.
Él me mira todavía con los ojos un poco hinchados, aún así puedo ver que está más tranquilo.
-Gracias...- me susurra.
Yo le sonrío intentando transmitirle ánimos.
Y así nos quedamos un rato en silencio.
Él sumido en sus pensamientos y yo pensando en cómo es posible que lo quiera tanto.
-Todo es un asco...- suspira de pronto él.
-No todo es un asco.- le respondo.- Este sitio por ejemplo.
Alex me sonríe y yo siento que me derrito.
Aunque no tarda en ponerse serio de nuevo.
-Te tengo que decir algo importante.- me dice.
-¿Qué pasa?- le pregunto intrigado.
-Aunque...- continúa él mirando hacia otro lado.- No sé si debería decírtelo.
Abro mucho los ojos.
Eso me ha pillado por sorpresa.
Normalmente Alex y yo nos contamos todo, nunca tenemos ningún problema para abrirnos el uno al otro.
-¿Has pasado por mi casa?- me pregunta de pronto.
-Si... Tu madre está muy preocupada.
-No quiero volver a casa...
-No digas eso...
-Es que es verdad.- afirma él.
-¿Qué ha pasado?- le pregunto suavemente.
-Verás... Te...- empieza él y de pronto un escalofrío le recorre el cuerpo.- ¿Te acuerdas de lo que te conté que había pasado con mi padre?
Lo miro fíjamente.
Claro.
Cómo voy a poder olvidarlo.
Hace un tiempo que su padre tiene problemas con la bebida.
El problema nunca había sido demasiado grave hasta que no hace mucho la situación se le fue de las manos y volvió a casa demasiado borracho.
Su mujer y su hijo sufrieron las consecuencias.
Yo asiento con la cabeza.
-Pues... Anoche... Bueno, volvió a pasar...- me dice destrozado.
Yo me pego un poco más a él y le paso un brazo por los hombros.
-Y...- continúa él- Lo... Lo peor es que yo tuve la culpa de ello.
Una lágrima vuelve a surcar una de sus mejillas.
-Oye... No digas eso.-le digo.- No estás siendo justo contigo mismo.
-¡Pero es que es verdad!- exclama él.- Todo está siendo una pesadilla... Cómo desearía que él no estuviese aquí.
Sus palabras me atraviesan el pecho como una daga helada.
Me estremezco ligeramente.
Es entonces cuando Alex se da cuenta de lo que acaba de decir.
Abre mucho los ojos y me mira espantado.
-Oye... Lo siento... Yo no quería decir que...
Yo niego con la cabeza y miro al suelo.
-Está bien...- le susurro.
Pero no.
Sé perfectamente que no está bien.
Mi padre... Mi padre murió hace ya casi dos semanas y...
Todavía está muy reciente.
Noto que los ojos se me llenan de lágrimas, pero los aprieto fuertemente.
No.
Ahora no es el momento de eso.
Alex me sigue mirando con una expresión de culpabilidad horrible.
Yo le intento sonreír.
Su cara se relaja ligeramente.
-Es que...- continúa él- se lo conté anoche y él... Bueno, que lo volvió a hacer.
-¿Qué le contaste?- le pregunto suavemente.
Él me mira con una expresión...
¿De miedo?
Pero enseguida se repone.
Alex me aparta la mirada y se queda pensativo.
A mí de pronto se me ocurre algo.
-Eso... Eso que le has dicho a tu padre...¿Es lo mismo que me quieres decir a mí?- le pregunto dubitativo.
Él traga saliva y se tapa la cara con las manos.
Tengo una horrible necesidad de echarme a llorar.
No es solo por el hecho de verle a Alex así, sino también el recuerdo de mi padre en un momento así me ha dejado hecho polvo.
-No quiero que cambies Héctor...- me dice todavía tapándose la cara con sus manos.- No quiero que me abandones...
Yo lo miro estupefacto.
¿Por qué iba yo a hacer eso?
-Yo...- empiezo sin saber muy bien qué decir.- ¿Cómo te voy a abandonar? Si yo te...- me muerdo la lengua a tiempo.
No creo que sea el mejor momento para abrumarlo con mis sentimientos.
-Héctor yo te necesito...- susurra Alex todavía sin mirarme.
Todas mis tripas me dan un vuelco y siento que el corazón se me derrite.
Pero un pinchazo de dolor en el pecho me recuerda cuál es la realidad.
Qué bonito sería escuchar eso y saber que él siente lo mismo que yo.
Pero yo sé que no es así.
Me necesita... Si.
Pero como amigo.
Y yo me conformo con eso...
Pero no por ello duele menos.
-No quiero cagarla...- me dice él.
Finalmente él me mira a los ojos.
Sus ojos azules están llenos de emoción.
Algo muy fuerte le pasa.
-Yo... No... No te entiedo...- le digo.
-Claro.- responde él sécamente.
Miro a mi alrededor.
Corre una cierta brisa que hace que las hojas del sauce se balanceen ligeramente, casi parece que lo que tenemos delante es una pared verde que se balancea ligeramente.
Todo es tan precioso...
Pero... ¿Por qué entonces la sensación de que algo va rematádamente mal?
-¿Y si lo haces?¿Y si te olvidas de mi?- empieza él- ¿Y si... Y si te dejo de importar...?- acaba él en un susurro.
-Para.- le corto.
Duele que me diga esas cosas.
¿Acaso no le he demostrado lo mucho que me importa?
¿Cómo puede dudar de mi lealtad...?
-Para...- suspiro.- Eso no va a ocurrir.
Alex de pronto me mira con dolor en su mirada.
-Tú eso no lo sabes.- me dice mirándome a los ojos.
-Yo...- pero no sé cómo seguir.
Quiero decirle que lo quiero más que a ninguna otra cosa en este mundo.
Que por nada del mundo lo abandonaría.
Que daría mi vida antes de dejarle de lado...
Pero no puedo decirle todo eso.
Solo sé eso... Que no puedo.
Y ese sentimiento se me clava en el pecho causándome uno de los peores dolores que he sentido nunca.
Alex me mira triste.
Y malinterpreta mi silencio.
-Lo que yo pensaba. Ni siquiera tú sabes eso...
-Alex...- empiezo.
-No.- me corta él levantándose de golpe y poniéndose de espaldas a mí.- No pienso jugármela...- me dice sin mirarme.
Su voz suena rota.
Destrozada.
Acto seguido Alex sale corriendo sin mirar atrás.
En cuanto cruza la espesa capa de hojas que nos rodean dejo de verle.
No puedo evitar sentir que una parte de mí se va con él.
Y que lo que durante tanto tiempo nos ha protegido a los dos, ese cortina de ramas verdes, es ahora lo que nos separa.
Después de ese día no volví a saber nada de él.
Simplemente dejé de existir para él...
Los días siguientes a ese fueron una auténtica tortura.
No solo había perdido a mi padre.
No.
También había perdido a mi mejor amigo...
Y probablamente al amor de mi vida.
Tengo los ojos inundados y la respiración agitada.
Las lágrimas corren raudas por mis mejillas.
Tanto recuerdo me está destrozando.
Pero cuando finalmente entro en el parque...
Me quedo quieto y miro a mi alrededor.
En el parque hay unos cuantos niños jugando y corriendo.
No puedo evitar vernos a Alex y a mí en ellos.
Pero mucho peor es cuando atravieso el parque y entro en un pequeño bosquecillo.
Y ahí en la mitad está el sauce...
Nuestro Sauce Feliz...
Menudo nombre...
Todo está prácticamente igual, como si el tiempo no transcurriera en este lugar...
Como si fuese ayer mismo cuando Alex y yo hablamos por última vez.
Suspiro.
Me acerco a las ramas del sauce que caen hasta casi rozar el suelo.
Con un brazo aparto las ramas para internarme en ese mágico lugar que durante tanto tiempo fue nuestra pequeña fortaleza.
Cuando lo hago no puedo evitar estremecerme ante la inmesa belleza de lo que veo.
El día está soleado y la luz del sol se filtra entre las ramas colgantes del sauce. Esto hace que las largas ramas tomen diferentes tonalidades de verde y amarillo.
En todo el perímetro interior rodeado por las ramas el sol hace que haya sombra en ciertos lugares.
Pero sin duda lo que lo hace mágico es la brisa que corre que hace que las ramas del árbol se balanceen ligeramente haciendo así bailar las sombras del interior.
Es como si el sauce me diese la bienvenida de nuevo.
Como si se alegrara de verme después de tanto tiempo.
Sonrío.
Miro a los lados.
Ni rastro de Alex... Bueno, no pasa nada.
Puede que no haya sido tan mala idea el volver a este sitio.
Me acerco lentamente hasta el tronco del árbol y lo acaricio suavemente con cariño.
-Yo también me alegro de volver a verte...- susurro.
Apoyo mi espalda en el tronco y poco a poco voy resbalando por él hasta quedarme sentado en una de sus raíces.
Mi sitio.
Cierro los ojos y disfruto del mar de sensaciones que estoy teniendo.
Infinidad de recuerdos...
Infinidad de buenos momentos.
Abro los ojos y observo una de las vistas que más me han gustado en toda mi vida...
Sentado en la raíz y con la espalda apoyada en el tronco del sauce frente a mí se presenta una curiosa visión.
Las ramas caen hasta casi rozar el suelo, por lo que a penas se ve el exterior.
Todo esto me da una sensación de intimidad y de protección increíble.
De pronto escucho a alguien toser a mi derecha.
Abro los ojos y veo que Alex está medio asomado al interior del sauce.
Alex me mira un poco indeciso.
-Esto...- empieza él- ¿se puede?
Yo le miro.
Sus ojos azules denotan tristeza.
Supongo que lo mismo que los míos al volver a este lugar.
-Claro...- le respondo.
Alex se adentra entre las ramas y tras unos instantes de vacilación se sienta a mi lado.
En su sitio.
Y es en ese mismo instante, con Alex a mi lado como hace ya mucho tiempo, cuando me doy cuenta de lo mucho que he echado esto de menos.
-No me puedo creer que esto siga igual...- comento en voz baja.
Alex me mira y me medio sonríe.
-Tanto como igual...
Yo lo miro sorprendido.
-Verás...- continúa él- es que parece que algún grupito ha decidido que este es el mejor lugar para hacer botellones de vez en cuando...
-¿Qué?- le pregunto sorprendido.
-No veas cómo suelen dejarlo todo...
Mi sorpresa no es tanto por el hecho de que alguien haya decidido montar botellones en este lugar...
Sino por el hecho de enterarme de que Alex ha seguido viniendo a este lugar.
-Tú...- empiezo.
-Sí,- me corta él- no me gusta que ensucien este sitio.
Le miro de reojo y veo que está mirando fijamente al suelo.
Tras esto hay un incómodo silencio.
No sé muy bien cómo empezar...
De hecho no sé qué es lo que le quiero decir.
-Esto...- intento decirle.
-Yo...-me dice él al mismo tiempo.
Los dos nos callamos a la vez y nos miramos.
Alex me sonríe y me hace un gesto con la cabeza como diciendo "empieza tú".
Vale.
¿Por qué no?
-Bueno... Antes de nada gracias por lo de antes.
-No ha sido nada...
-Sí que ha sido, no tenías por qué haberte metido y aún así...
Alex asiente.
-Ya sabes que no me gustan las peleas...- me dice él.
-Si, lo sé.- le digo yo sin pensar.- Bueno, supongo que lo sé...
Alex me mira un momento confundido y luego mira hacia otro lado.
-Oye...- empieza Alex.
-Alex...-digo yo al mismo tiempo.
Vale.
Bien.
Ni que lo hiciésemos a propósito...
Yo me muevo un poco incómodo.
En cambio Alex me sonríe.
-No creo que lleguemos a mucho si hablamos a la vez... ¿no crees?- me dice relajado.
Yo le miro y veo que parece que está un poco más animado que antes.
El ambiente poco a poco parece que se va destensando.
-Vale, déjame empezar ahora a mí.- me dice él.
Yo asiento y le miro a los ojos.
En sus ojos azules hay un brillo especial.
Un brillo que me recuerda demasiado al Alex de antes... Ese que decía que nunca nos íbamos a separar...
Sacudo la cabeza.
No creo que sea el mejor momento para pensar en eso.
-Héctor...- empieza Alex- yo... Lo siento mucho.
Yo le miro.
No quiero que esta conversación empiece igual que la que tuvimos en mi casa...
Sobre todo porque no quiero que acabe como aquella vez.
Alex parece que está pensando en lo mismo.
-Siento mucho lo del otro día... Yo iba borracho y... Bueno...
Lo miro.
Tiene la expresión de estar bastante confundido.
Suspiro.
-¿Desde cuándo bebes?- le pregunto.
-Yo... Bueno, no bebo nunca... Pero últimamente lo he hecho un par de veces.- me dice él un poco avergonzado.
-Creía que nunca te vería borracho...- le digo con un ligero tono de decepción.
Parece que se ha dado cuenta de ello.
-Las cosas cambian Héctor...- me dice mirando al suelo.
-Y que lo digas.- le reprocho.
Alex mira hacia delante, tiene la mirada un poco perdida.
Abre la boca un par de veces pero no dice nada.
-Ha vuelto.- se limita a decir.
Yo le miro y tardo un par de segundos en comprender lo que me está diciendo.
Esas dos palabras se me clavan en el cerebro y de pronto una infinidad de recuerdos me inundan la mente.
Alex destrozado...
Alex confuso...
Alex llorando.
-No sabía que ya había cumplido la condena.- susurro.
No mucho después de nuestra última conversación me enteré por mi madre de que el padre de Alex se había emborrachado tanto una noche que se metió en una pelea con otro hombre.
El padre de Alex... Bueno, casi acaba matándo al otro hombre.
Lo detuvieron y lo mandaron directo a la cárcel.
En un principio le iba a caer una larga condena, pero a base de un buen abogado y una buena conducta en la cárcel se ve que la ha cumblido antes de lo previsto.
-Sigue... Sigue siendo el mismo cabrón de antes.- comenta Alex.
Yo cierro los ojos un momento y pienso en sus palabras.
"Las cosas cambian Héctor"
Sin duda alguna que cambian.
Antes yo le habría abrazado a Alex ante la simple mención de su padre...
Ahora no me atrevo ni a mirarle a la cara.
-Bueno,- continúa él- que no quiero rallarte con esto... Ya no es cosa tuya y...
Sus palabras son como tortas en la cara.
"Ya no es cosa tuya"
No, puede que Alex ya no sea... Cosa mía.
-Bueno, tampoco quiero decir que...- se apresura a decir Alex, pero se calla.
Los dos nos quedamos un rato en silencio.
De fondo solo se escucha el sonido de las ramas del sauce meciéndose al compás del viento.
-Oye,- empieza de pronto Alex.- ¿David y tú...?- Pero no termina la frase, sino que gira de golpe la cabeza y se queda mirando el suelo.
-¿David y yo... Qué?- le pregunto confuso.
-Nada... Solo que no sabía que os llevárais tan bien.
Hay algo raro en su tono.
Y no sé por qué, pero de pronto me siento molesto.
A santo de qué tiene que opinar Alex sobre David y sobre mí.
-¿Algún problema?- le pregunto un poco desafiante.
-No...- se apresura a contestar él.- No le conozco demasiado, es nuevo y... Bueno, tiene algo raro ese chico.
Yo lo miro sorprendido.
¿A qué demonios viene esto ahora?
Un familiar burbujeo ha empezado a bullir en mi estómago.
Mal asunto.
-¿Y tú qué sabes?- le pregunto duramente.
-Nada,- me responde él sin mirarme.- ese es el problema...
-Mira, no te entiendo,- empiezo yo.- pero no tienes nigún derecho a juzgar a...
No termino la frase porque algo acaba de vibrar en mi bolsillo.
Mierda.
Bueno, puede que sea lo mejor.
Saco el móvil.
Un mensaje.
De David.
"¿Dónde estás? Tenemos que hablar"
Le voy a contestar...
Pero me lo pienso dos veces.
¿Qué le digo?
¿Que estoy con Alex?
No, definitivamente esa no es una buena idea.
"Estoy en casa, ¿tú?"
Se lo envío.
La verdad es que no me gusta nada mentirle, pero más vale esto que luego pelearnos por no mentirle.
No tarda en responderme.
"Estoy en casa, vente porfa"
Le miro a Alex, el cual me mira curioso.
Suspiro.
-Tengo que irme.- le digo .
Alex asiente y suspira.
Me levanto y miro una última vez el interior de nuestra "guarida especial".
Suspiro y sin mirar atrás me voy.
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No tardo demasiado en llegar a casa de David.
Inspiro hondo un par de veces y llamo al timbre.
No tarde en abrirse la puerta del portal.
Mientras espero al ascensor no puedo evitar pensar en qué es lo que nos vamos a decir David y yo.
No me gustaría pensar que esas tres palabras que me ha dicho antes...
"Tenemos que hablar"
Significan lo que yo creo que significan...
Cuando por fin llego a su piso me lo encuentro en el marco de la puerta de su casa.
Sus ojos verdes me miran con una expresión de cierta tristeza.
-Hola.- le saludo yo en voz baja.
-Pasa.- se limita a decírme David.
Se hace a un lado y yo paso a su casa.
Ya he estado ahí más de una vez, por temas de trabajo sus padres no suele frecuentar su propia casa.
Esto nos ha dado hasta ahora una intimidad perfecta.
Esa intimidad es la misma que ahora me ahoga ligeramente.
El ambiente se nota cargado mientras me siento en el sofá del salón.
David se sienta a mi lado y me mira a los ojos.
Esos ojos verdes que tantas veces me han emocionado...
Ahora solo me transmiten tristeza y...
Cierta confusión.
-David...- empiezo yo.
Pero David me corta poniéndome un dedo sobre mis labios.
Él niega con la cabeza.
-Por favor, déjame hablar a mí.- me susurra.
Yo asiento.
No sé por qué, pero tengo un muy mal presentimiento sobre esto.
Me empiezo a poner nervioso.
-Verás...- empieza David.- Ya sé que esta última temporada he estado raro... Y... Bueno, lo siento por eso.
Yo le miro serio y asiento levemente.
Por mucho que me pese no puedo evitar comparar esta conversación con la que tuve con Alex no hace mucho en mi casa.
Solo espero que no acabe igual.
-No quiero que te pienses cosas que no son...- continúa David- A ver... Yo te quiero.
Cuando dice esto último me mira fijamente a los ojos.
Mis tripas se retuercen y mi corazón pega un vuelco antes estas palabras.
Yo abro la boca para decir algo, pero él me vuelve a poner un dedo sobre mis labios.
-Déjame terminar por favor.- me dice suavemente.
Yo asiento y me callo.
-Mira quiero que hablemos de tí y de mí... Pero antes de eso hay algo que te tengo que contar.
Yo le miro intrigado.
-El chico con el que me he peleado hoy.- me dice él.
Yo me remuevo un poco en el sofá.
-Verás...- sigue él- le conozco. Le conozco de antes de mudarme a esta ciudad.
Yo le miro fijamente a los ojos y me doy cuenta de que estos se han nublado en cuanto a empezado a hablar sobre el chico rubio ese.
-Le conozco y no sé por qué está aquí. Lo único que sé es que...- toma aire antes de continuar.- Es peligroso.
Yo abro mucho los ojos.
¿He escuchado bien?
-David me estás asustando...- comento yo.
-No quiero asustarte...- me responde él.- sólo quiero prevenirte. Si alguna vez te encuentras con él o te dice cualquier cosa... Simplemente no le hagas caso y ni se te ocurra creer nada de lo que te diga.
David me dice todo esto muy serio y yo no puedo evitar que un escalofrío me recorra la espalda.
-No...No entiendo...- balbuceo.
-No tienes por qué entenderlo, casi es mejor así. No quiero que te veas metido en esto.- me responde muy serio.
-Pero...- empiezo yo.
-Héctor.- me corta él- No. Es mucho mejor que no te veas involucrado en esto... Es algo entre él y yo.
-¿Qué pasó?-le pregunto un poco asustado todavía.
-Digamos que se obsesionó un poco conmigo...- me responde mirando al suelo.- Pero sé como manejar esto, no quiero que te preocupes ... ¿Vale?
Yo asiento.
Pero en el fondo sé que estoy preocupado.
A ver, resulta que hay un tipo peligroso obsesionado con mi novio... ¡¿Y no me tengo que preocupar?!
La verdad es que no me he recuperado todavía del shock y eso se debe reflejar en mi cara.
-Oye, no quería preocuparte así. No tendría que haberte dicho nada...- se lamenta David.
-No...No.- sacudo la cabeza- Está bien, si te puedo ayudar en algo...
Entonces David me sonríe ampliamente por primera vez en todo el día.
-Te quiero.- me susurra cogiéndome las manos.
Yo siento que me derrito por sus palabras y por su tacto.
Le miro a los ojos y me pierdo en ellos.
Las sombras de unos ojos azules en mi memoria se evaporan momentáneamente y por un rato solo existe David.
Lentamente me inclino sobre su cara y le beso suavemente en los labios.
David me sonríe tiernamente y me abraza para besarme.
Cuando nos separamos puedo volver a ver ese brillo en sus ojos.
Creo que por fin vuelve a ser el de siempre.
-¿No teníamos que hablar de tí y de mí?- le pregunto.
-Te quiero. No tengo nada más que decir al respecto.- me sonríe.
-Te he echado de menos...- le susurro.
-Yo también.- me dice y me vuelve a besar.
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No hemos tenido mucho más tiempo para estar juntos, ya que sus padres estaban ya en camino.
Por ello vuelvo ya a mi casa.
Me siento mareado y confundido.
El día de hoy ha sido toda una montaña rusa de emociones.
Empezando por la pelea de David con ese chico rubio...
Sigue habiendo algo de ese tema que me sigue dando escalofríos.
Si, sin duda es el hecho de que ese chico supiera mi nombre.
¿Y qué quiere decir David con "peligroso"?
¿Peligroso... De que tiene muy mal humor?
¿O... Peligroso de que es un lunático?
No puedo evitar mirar hacia atrás para ver si alguien me sigue.
No sé por qué, pero me siento observado.
Sacudo la cabeza.
Me estoy emparanoiando.
De seguir así me voy a volver loco.
Cuando por fin llego al portal de mi casa sigo con la imagen del chico rubio ese con esa sonrisa de loco en la mente...
Y como si mi mente lo hubiese invocado...
Ahí lo tengo.
Delante mío, en mi propio portal.
Me paro en seco y abro mucho los ojos.
Siento que me tiemblan un poco las piernas...
Podría ser una coincidencia...
Pero no.
El chico rubio me está mirando directamente a mí.
Había pensado en seguir como si yo no viviese aquí, pero ya no tiene sentido.
Está claro que me ha visto y yo a él.
El chico se acerca lentamente a mí.
Y lo primero que hago es sorprenderme.
Cuando le miro a la cara...
Me sorprende ver que no tiene una expresión de un loco recién salido de un manicomio...
De hecho, parece un chico de lo más normal.
Pero de pronto las palabras de David resuenan en mi cabeza.
"Si alguna vez te encuentras con él o te dice cualquier cosa... Simplemente no le hagas caso y ni se te ocurra creer nada de lo que te diga."
Doy un paso atrás, pero él se acerca un poco más.
El chico me sonríe y me tiende una mano.
De hecho... Su sonrisa es bastante bonita.
-Creo que no nos han presentado decentemente.- me dice- Me llamo Jorge.
Sigo sin fiarme un pelo.
Y la situación es de lo más rara...
-Tu ya sabes mi nombre.- le respondo secamente sin estrecharle la mano.
Por un lado creo que tendría que echar a correr...
Pero por otro lado...
Tengo... ¿Curiosidad?
Supongo que estoy jugando con fuego.
-Así es.- me responde él- Por tu expresión veo que ya te han prevenido de mí.
-¿Por qué me tendrían que haber prevenido de ti?- le respondo lo más friamente que puedo.
-Tienes razón.- me dice asintiendo con la cabeza.- Aunque supongo que el hecho de que antes me he pegado con tu novio no ayuda... ¿No?
Yo me quedo con la boca abierta...
¿Acaba de decir lo que creo que acaba de decir?
Jorge se ríe.
-Créeme, le conozco a David más de lo que él se cree. Además eres muy mono, siempre he sabido que tiene buen gusto...
Me mira divertido.
Aunque yo cada vez estoy más nervioso.
-¿Qué coño quieres?- le pregunto.
-Mira Héctor,- me dice poniéndose serio- por mucho que David te haya contado lo que sea... Yo no he venido aquí a matarlo, a violarte a ti o a nada por el estilo...
-¿Entonces qué demonios quieres?- me estoy empezando a cansar de esto.
-Tranquilo fiera... Si me dejas te lo explico todo.- me responde sonriendo.
Sus palabras me golpean con fuerza.
Y tardo un par de segundos en comprendérlo todo.
"Tranquilo fiera..."
¡Joder claro!
Ya sé por qué me sonaba su voz pero no su cara...
-Un momento.- le corto- Tú eres el que habló conmigo por el teléfono de David.
Jorge me sonríe aún más.
-No se te escapa una... Pues sí, ese día teníamos mucho de lo que hablar y no podía dejar que nadie nos interrumpiese.
-Espera...- empiezo a sentir que algo frío me aprisiona el estómago- ¿Estabas con él en ese momento?
-Claro.
-Pero...- no consigo seguir.
¿No me había dicho que estaba en un entrenamiento?
-¿Por qué debería creerte?- le pregunto desconfiado.
-Tienes razón...- asiente él- No tienes ninguna razón para creerme. Pero seguro que no se te ha pasado por alto que desde ese día David ha estado seguramente muy serio.
-Pero...
-Mira Héctor, no espero que me creas. Solo quiero que me escuches. David seguro que te ha dicho que no te fíes de mí, no le culpo por eso. Sé de él más cosas de las que a él le gustaría. Seguro que David te pareció enseguida el chico perfecto y estoy bastante seguro también de que no tardasteis demasiado en empezar a salir desde que le conociste. Si, David se suele dar prisa en esos temas...
Yo le escucho con la boca abierta...
¿Acaso me está mintiendo?
¿O...?
No.
Esto no tiene sentido.
-Pues bien Héctor, yo he venido hasta aquí para prevenirte de algo y ya de paso aconsejarte algo.
-¿Qué..?- balbuceo yo todavía sin creérme lo que está pasando.
-Aléjate de David.- me suelta Jorge con voz contundente.
Vale.
Hasta aquí hemos llegado.
-Mira, creo que esto ha sido suficiente. No tengo que estar escuchándo a un loco como tú...
-¿Te ha contado por qué se ha mudado aquí?- me pregunta rápidamente.
-Yo...- la cabeza me da vueltas y tengo ganas de vomitar.
-Aléjate de él.- me repite Jorge- David es peligroso. No sabes dónde te estás metiendo chaval... Te estoy advirtiendo por tu bien.
-Me voy.- le digo alejándome.
-Eso vete, pero ten por seguro de que nos vamos a volver a ver. A y por cierto, pregúntale a David por un tal César... ¡Seguro que le trae buenos recuerdos!- me grita Jorge desde lejos.
Yo me meto corriendo en mi portal y cierro la puerta tras de mí.
Miro y veo que Jorge ya se ha ido.
Dios...
Esto es como una pesadilla.
Me siento en el suelo del portal.
Estoy mareado.
¿Por qué me tienen que pasar estas cosas a mí?
¿No puedo tener una vida normal?
No puedo más con todo esto.
Necesito ayuda...
¿Y ahora qué hago?
Instintivamente saco mi móvil y abro la agenda de contactos.
Voy pasando uno a uno.
Paso por los móviles de Alex y David.
No.
No creo que ninguno de los dos me ayude en este caso.
Es entonces cuando veo su nombre.
Suspiro.
De perdidos al río...
Le doy al botón de llamar.
Un pitido...
Dos...
-¿Héctor?- me pregunta él.
-Necesito ayuda...- le digo con voz rota.
-¿Héctor... Estás bien?- me pregunta él.
-No...- Y finalmente el mundo se me cae encima. Empiezo a llorar- No estoy bien... Por favor necesito hablar con alguien...
-Joder Héctor, haberme llamado antes. Dame un cuarto de hora y estoy ahí.
-Gracias...- le digo sollozando- Gracias Diego.
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Espero que os haya gustado tanto como a mí escribirlo.
Muchísimas gracias a todos, en especial a aquellos que os molestáis en comentar o en eviarme mails.
Sois los mejores!
Nada más por mi parte.
Hasta la próxima!
Thot