Want U Back (4: Atisbo de tormenta)

Sus ojos me miran peligrosos. Se me forma un nudo en la garganta. ¿Realmente estoy teniendo miedo...?

Muchas gracias a todos los que habéis leído, comentado o valorado mis anteriores relatos.

Aquí os dejo el siguiente.

Espero que os guste.

Alex me coge de la mano y me sonríe tirando de mí.

Sus ojos azules están resplandecientes, está feliz.

Su azul se encuentra con el mío...

Me pongo nervioso, siempre he querido esto.

Desde que lo conocí, siempre he deseado este momento.

Cada vez está más cerca, y yo siento que me derrito.

Sus brazos me rodean la cintura y finalmente se inclina sobre mí.

Espero a que junte sus labios con los mios...

Casi puedo notarlos...

Pero algo va mal.

Oigo un llanto a mi espalda.

Alex me mira de manera extraña.

Sé que ya no me va a besar, el corazon se me estremece...

¿Qué he hecho mal?

Me giro y veo un niño llorando.

Está en el suelo sentado abrazándose las rodillas y con la cabeza gacha...

Quiero que deje de llorar pero no sé qué hacer.

El niño levanta la cabeza y me mira con esos ojos azules que tán bien conozco...

-¡Lo ha vuelto a hacer!- me grita el niño desconsolado.

No sé qué demonios está pasando...

-¡Dijo que no iba a volver a pasar... Pero esta noche ha vuelto a hacerlo!- me grita el niño mientras las lágrimas recorren sus mejillas.

El niño de pronto empieza a chillar mientras la sombra de un hombre enorme se cierne sobre él.

-¡Héctor ayudame!- me pide el niño con el miedo pintado en su cara.

Me doy la vuelta y ahí me encuentro a un chico de mi edad con los mismos ojos que el niño de antes...

No puede ser...

El chico está llorando y me mira de manera triste.

-Lo siento mucho Héctor...- me dice el chico sin apartar esos ojos azules de mí.

No...

¡No!

Todo esto es de locos.

-Alex...- susurro.

Me incorporo de golpe en mi cama.

Respiro agitádamente.

Tengo el cuerpo cubierto de sudor y la cabeza la noto muy caliente.

Un molesto pitido me sobresalta.

Dios...

Me va a estallar la cabeza como siga sonando así el despertador.

Lo apago.

No tengo fuerzas casi ni para mover las piernas.

Oigo cómo alguien toca la puerta de mi habitación.

-Héctor no te vuelvas a dormir, que vas a llegar tarde.- la voz de mi madre llega desde el otro lado de la puerta.

-Sí mamá...- le respondo.

Siento como si acabara de terminar de correr miles de kilómetros y además me duele mucho la cabeza.

Tengo el cuerpo ardiendo...

No me haca falta ser médico para saber que lo que tengo es fiebre.

Aunque quizá con una ducha fría consiga disminuir la temperatura de mi cuerpo...

Suspiro y me levanto a duras penas de la cama.

No quiero llegar tarde...

Y mucho menos el primer día de clase.


Me encuentro en un portal esperando a una calle de mi colegio y ya puedo ver el edificio...

Parece que no pasa el tiempo para mi colegio, el mismo edificio grande de color gris y con grandes ventanas en su fachada.

Tengo la sensación de que fue ayer mismo cuando Silvia y yo salimos por esa puerta grande marrón felices por las buenas notas que habíamos sacado.

En cambio me parece que ha pasado una eternidad desde la última vez que Alex y yo salimos por esa puerta juntos hablando animadamente sobre cualquie cosa...

Sacudo la cabeza.

No quiero pensar en eso...

Y mucho menos después de los sueños de esta noche.

Ya llevo unas cuantas noches soñando cosas parecidas, no lo entiendo.

Creía que había superado ya lo de Alex, la última vez que le vi en mi casa llorando... No sentí nada.

Ya no iba a pensar más en él, nunca más.

O eso creí el otro día.

Desde entonces no paro de pensar en sus ojos azules llorosos... Y no puedo evitar acordarme de la única vez que lo había visto llorar antes.

Fue poco antes de que él me abandonase...

Llorando.

Me pidió ayuda.

Yo no supe cómo ayudarle...

Esa situación... Esa situación era demasiado complicada como para que yo le hubiese podido ayudar.

Pero él confiaba en mí... Solo quería apoyarse en mí...

Y yo no supe cómo ayudarle...

Todavía me sigo sintiendo fatal por ello, pero él entendió que yo no podía hacer nada más que apoyarle y entenderle...

Lo entendió y sólo me pidió que me quedara junto a él y que nunca lo abandonase...

¡Me dijo que me necesitaba!

Todavía se me acelera el corazón cuando recuerdo sus ojos en ese momento...

"Te necesito Héctor..."

"No me abandones..."

Fue lo que me dijo.

No pasó ni una semana... Y fue él el que me abandonó a mí.

No me miraba, no me hablaba.

Lo intenté millones de veces, me plantaba delante suyo y le rogaba que hablara conmigo...

Pero nada.

Él hacía que no me veía, no me escuchaba y no tardó ni una semana en rodearse de un nuevo grupo de gente... Nuevos amigos que lo hicieron aún más inaccesible.

No quiero pensar ahora en ello.

Los recuerdos inundan mi cabeza y siento mareos.

Aunque también pueden deberse a que, aunque la ducha y una pastilla han ayudado, todavía no me encuentro muy bien.

Ni yo me creo las ganas que tengo de volver a clase...

Tranquilos.

No estoy loco...

Bueno, puede que solo un poco.

Supongo que es como si a un preso al que le han dado permiso para salir unos días de la cárcel quisiera volver a ella...

Supongo que estoy exagerando...

Pero... ¿Y si a ese preso ya no le queda nada fuera de la cárcel?

¿Y si ha conocido al amor de su vida en la cárcel?

Pues eso es lo que me pasa a mí.

Obviamente, ni yo estoy en la cárcel... Y por suerte el amor de mi vida tampoco.

Asi que bueno...

Bueno, que ya me habéis entendido.

De pronto noto cómo alguien me abraza por la espalda.

Unos brazos me rodean la cintura y tiran de mí hacia dentro del portal.

-¿Me has hechado mucho de menos?- me susurra una voz al oído.

En la penumbra de su portal con sus brazos rodeándome me siento la persona con más suerte de la tierra.

Ahora mismo estoy en la gloria.

-Ya te gustaría...- le respondo girándome.

Y por fin lo miro a los ojos.

Esos ojos que me tienen totalmente hechizado.

Esos ojos que me dan fuerzas para continuar.

Esos ojos verdes.

Sin decirme nada David me sonríe y se inclina sobre mí.

Nuestros labios se juntan y se dan los buenos días.

Le echo mis brazos sobre sus hombros y así abrazados con nuestras lenguas entrelazadas siento que me derrito por dentro.

Nos separamos un momento para tomar aire, él me mira de esa manera tan intensa...

Prácticamente solo hace una semana que nos conocemos, pero parece que llevamos toda la vida juntos.

Tengo una urgente necesidad de volver a besarlo, sentirlo.

Saber que está ahí.

Saber que no es un sueño.

Cerciorarme de que no me va a abandonar...

Sus resplandecientes ojos se vuelven a inclinar sobre mí, pero con mucho esfuerzo me separo ligeramente de él.

-Vamos a llegar tarde.- le susurro.

-Como si me importara...- me responde dándome un rápido beso en los labios.

-David...- empiezo pero no consigo continuar.

Sus labios acaban de empezar a bajar de mi boca a mi cuello.

Sus labios depositan besos por mandíbula hasta llegar a mi cuello... Debo decir que siempre he tenido el cuello especialmente sensible.

Así que en cuanto su boca se posa sobre mi cuello noto un escalofrío de placer recorrerme el cuerpo.

Sus labios suben y bajan por mi cuello depositando en él suaves besos y pequeños mordiscos.

Hace un rato ya que he cerrado los ojos y he inclinado la cabeza hacia un lado para facilitarle el trabajo.

Supongo que alguien que nos viese en este momento se pensaría que estamos reproduciendo alguna escena de alguna película de vampiros...

Pero en este momento para mí solo existen David y sus labios... Su boca, la cual va presionando todo mi cuello suavemente provocándome ligeras descargas por todo mi cuerpo.

De pronto noto que David me rodea con sus brazos y mete sus manos por debajo de mi camiseta.

Con ellas recorre mi espalda, palpando mi piel con sus manos desnudas.

Su suave piel contra la mía me producen oleadas de placer.

Su boca vuelve a subir por mi cuello para poder dirigirse otra vez hasta mi boca y así probar de nuevo mis labios.

Nuestras lenguas se juntan y lo único que sé es que soy todo suyo.

Cierro los ojos y me dejo llevar por el mar de sensaciones que David me transmite con sus caricias.

Su lengua rodeando la mía.

Sus labios acariciando los míos.

Sus manos masajeando mi espalda, las cuales suben y bajan para así darme un placentero masaje.

En este momento con mis manos sobre sus hombros y con sus brazos rodeando mi cuerpo me doy cuenta de hasta qué punto me tiene en sus manos.

Podría pedirme cualquier cosa en estos momentos... Yo se lo daría. Podría olvidarme del colegio... Incluso de volver a mi casa.

Me iría con él hasta el fin del mundo.

Me siento vulnerable ante el poder que ejerce sobre mí.

Pero me gusta.

Con él a mi lado siento que esta vida tiene sentido y que merece la pena seguir con esta locura.

Estoy ya totalmente entregado a él... Para mí solo existimos él y yo.

De pronto él para y me mira divertido.

Yo me abrazo más a él, no quiero que pare.

Nunca.

Con delicadeza David me aparta un poco.

-¿No llegábamos tarde?- me susurra sonriéndome.

Lo ha vuelto a hacer.

No me gusta que nadie sepa que tiene poder sobre mí...

Y David lo sabe.

Aunque sé que él nunca se aprobecharía de eso.

Lo miro fastidiado...

-¿Y me dices esto ahora?- le pregunto fingiendo enfado.

Me doy la vuelta y salgo del portal.

La verdad es que no podría enfadarme con él.

No miro atrás...

No tarda ni dos segundos en aparecer junto a mí y pasarme un brazo por los hombros.

A la vista de cualquiera solo somos un par de amigos por la calle.

Pero yo sé que somos algo más.

Mucho más.

Y eso me encanta.

Aunque a veces me fastidie no poder tratarlo como a mi me gustaría por estar en público.

Lo hemos hablado y él me ha pedido un poco de paciencia.

Le entiendo y le respeto.

No es fácil para nadie dar un paso tan importante.

A mi personalmente ya me da bastante igual que la gente se entere de mi... "asuntillo sin importancia" como diría Silvia.

No tengo a nadie a parte de a mi mejor amiga que ya lo sabe, mi madre que supongo que lo entendería y a mi novio...

En cambio David tiene a mucha más gente y supongo que todavía le da miedo dar ese paso .

Lo último que quiero es presionarle.

No tardamos nada en llegar al colegio, ya que David vive sólo a una calle de este.

Supongo que debo aclarar que David se ha mudado a la ciudad hace bastante poco y por suerte en esta ciudad no hay muchos colegios...

Asi que tengo la suerte de que vayamos a compartir todo un año en el mismo colegio.

¿Que por qué se ha mudado?

Creo que por algún tema del trabajo de sus padres.

La verdad es que me importa bien poco el por qué del cambio, lo único que me importa es la suerte que he tenido de haberle conocido.

Llegamos a la puerta principal del edificio y nos quedamos un momento parados.

No hay mucha gente en la entrada, solo algunos que llegan un poco tarde como nosotros.

David, que está a mi lado, se pega un poco más a mí y me coje de la mano.

Me la aprieta cariñosamente.

-¿Preparado?- me dice.

-¿Juntos?- le respondo.

-Juntos.- me sonríe David.

Y entramos sin saber lo que nos espera ahí dentro.

Una vez dentro no tenemos mas remedio que separarnos ya que cada uno tiene que ir a su clase, hubiera sido genial poder estar en la misma clase que David... Pero él ha elegido el bachillerato tecnológico mientras que yo soy de letras.

Me doy prisa en llegar a mi clase, cuando entro en ella están ya todos sentados. El profesor que va a ser mi tutor este año me sonríe, por suerte le conozco de otros años.

-Vaya Héctor, se ve que lo de llegar tarde se ha convertido en una costumbre para ti.

La cosa es que el año pasado llegaba tarde casi todos los días, supongo que es porque me cuesta bastante levantarme de la cama por las mañanas...

Le sonrío a Martín, mi tutor, y busco con la mirada un sitio libre.

Como solo hay uno me dirijo hasta ahí.

Me fijo en que han juntado los pupitres por parejas.

No me emociona demasiado la idea.

Bueno, aunque ahora que lo pienso mejor...

Acabo de ver al que va a ser mi compañero de pupitre.

No le conozco personalmente, pero me suena de haberle visto alguna vez por los pasillos.

Me siento a su lado y él me sonríe.

Vaya...

La verdad es que parece sacado de algún catálogo de tios buenos.

Martín empieza a hablarnos sobre cómo va a ser el curso y sobre la importancia de éste.

Yo francamente no le hago demasiado caso, ya que aprovecho ahora para fijarme en mi compañero con más detenimiento.

Tiene la piel bastante morena, como si hubiese tomado mucho el sol este verano. Su pelo negro lo lleva corto y la parte delantera levantada en una ligera crestita. Sus ojos son oscuros, tanto que casi parecen negros. Pero sin duda alguna lo que más te llama la atención de este chico es su cuerpo.

Parece que mi compañero es aficionado a ir al gimnasio...

Tiene una espalda ancha y fuerte, bajo la tela de la camiseta se puede adivinar un pecho muy marcado y amplio, los pezones se le marcan ligeramente a través de la tela.

Sus brazos son fuertes, alguna vena se le marca bastante y los biceps los tiene abultadísimos.

Me está dando la sensación de estar sentado al lado de un jugador de rugby o de algún guardaespaldas.

No creo que mucha gente se atreva a meterse con él.

Pero, sin duda, lo que más llama la atención de este chico es el contraste entre su macizo cuerpo y su cara. Sus facciones son suaves y redondeadas lo que hacen que parezca un niño bueno, aunque la expresión que tiene ahora mismo en la cara le da un toque travieso.

Al final me va a gustar venir a clase...

Pasados unos interminables minutos Martín termina su charla y nos deja unos minutos tranquilos para prepararnos para la siguiente clase.

Mi compañero se gira hacia mí y me sonríe.

Una hilera de dientes blancos aparecen frente a mí.

Sigo pensando que hay algo en su cara que le da un toque travieso. Como si estuviera a punto de hacer alguna broma o se acabara de meter en algun problema.

-¿Te llamas Héctor no?- me dice educadamente.

La verdad es que me sorprende su voz.

No me esperaba que sonara tan suave.

Para tal armario empotrado me esperaba un tono más duro y firme.

-Si, ¿y tú?

-Diego.

-Encantado.- le respondo sonriéndole.

No te imaginas cuánto...

Hay un pequeño silencio no muy cómodo.

-No sabía que fueras de letras.- le comento más que nada por hablar de algo.

-Es que este año me he cambiado, antes cursaba el bachiller tecnológico.- me responde.

-Vaya, no sabía que se puediera hacer eso...- le digo sorprendido.

-Pues sí, aunque este verano he tenido que trabajar mucho para ponerme al día...

-No me extraña...

Parece que Diego es toda una caja de sorpresas.

El cambio de modalidad de bachiller no se suele permitir, más que nada porque para alguien que se ha perdido un curso entero de ciertas asignaturas le es muy complicado seguir el ritmo de los demás.

Encima de guapo, listo.

Asiento sonriente.

Me alegro de haber llegado tarde.

-Así es que no me sonabas demasiado.- le comento.

-¿Y eso?

-Es que a los de otras modalidades no os conozco demasiado.

-No me extraña, para mí sois todos nuevos este año.- me dice sonriente.- Aunque del tecnológico seguro que conoces a Alex Hernández...

Le miro sorprendido.

Aunque pensándolo mejor no es tan sorprendente que me hable de él.

Todo el mundo le conoce... O por lo menos sabe quién es.

Suspiro.

No se puede hacer una idea de lo bien que le conozco.

Aún y todo le sonrío a Diego.

-¿Y quién no?- le respondo.

El tono de mi voz es un poco amargo.

Aunque Diego parece que no ha notado nada.

-Ya, todo el mundo le adora... Aunque a mí tampoco me cae demasiado bien.- me dice Diego como si fuera lo más normal del mundo.

Abro mucho los ojos y le sonrío a Diego.

Sin duda el chico me cae bien.

El tiempo pasa rápido al lado de Diego.

Me lo estoy pasando genial con él al lado, ni siquiera me importa que algún profesor nos haya llamado la atención más de una vez.

Con Diego es difícil aburrirse, es muy divertido y tiene mucho ingenio.

Me está contando una anécdota de su verano y estoy casi llorando de la risa. Tengo la cara cubierta con mis manos para que el profesor no me vea y Diego me sigue contando al oído su historia.

En esas estamos cuando suena el timbre que anuncia el final de la clase.

En cuanto el profesor sale del aula me destapo la cara y me río con ganas en alto.

Diego me mira con esa expresión traviesa.

La gente de mi clase nos mira intentando entender el por qué de mi risa, pero la mayoría solo salen de clase en dirección al patio.

Vaya.

No me he dado cuenta de que han pasado tres horas.

Me levanto y me estiro.

-Luego te sigo contando.- me dice Diego.

-Vale, hasta ahora.- le respondo sonriente.

Tengo mucha suerte de que me haya tocado con él.

Salgo de clase.

Miro a los lados del pasillo, el cual está lleno de gente.

Cualquiera encuentra así a nadie.

Tenía pensado buscarle a David, pero creo que va a ser mejor buscarlo en el patio.

Antes de eso necesito ir al baño.

Me encamino hacia allí y entro.

De los tres cubículos uno está estropeado y los otros dos están ocupados.

Me apoyo en la pared y espero.

No pasa mucho hasta que por fin escucho que que alguien ha tirado de la cadena en uno de los baños.

Se abre la puerta y sale un chico que me mira y me sonríe.

Mis tripas dan un vuelco como cada vez que le veo.

Sus ojos verdes me miran intensamente.

-¿Que tal las primeras clases?- me pregunta David sonriente.

-Divertidas.- le respondo rodeándole el cuello con mis brazos.

-¿Divertidas?- me pregunta extrañado mientras da un paso atrás separándose de mi.

Ahora soy yo el que le mira extrañado.

David sin decir nada mira significativamente al baño que está ocupado.

Suspiro.

Hay alguien ahí y podría salir en cualquier momento.

Me resigno y le intento sonreír.

-Si, me ha tocado con un chico muy majo al lado.

David levanta una ceja.

Me río.

-Además es muy divertido el chico.- añado con cara burlona.

-¿Divertido e?- me dice David serio.

Le sonrío y me acerco rápidamente.

Le doy un rápido beso en los labios y me aparto antes de que le de tiempo a decirme nada.

David se sorprende.

Aún así me sonríe y me guiña un ojo.

-Ya te lo presentaré.-le comento.

David se acerca a los lavabos para lavarse las manos.

Me acerco a él y me quedo a su lado.

David me mira a través del espejo mientras se moja las manos.

Cuando veo aparecer en su rostro esa cara burlona ya es demasiado tarde.

David coje agua con las manos y me la tira a la cara.

Doy un salto hacia atrás.

Me acaba de empapar la cara.

-Serás...- le digo intentando parecer enfadado mientras él se ríe.

Rápidamente cojo yo agua y se la echo a la cara también.

Él deja de reírse.

¿Quien se ríe ahora?

David se vuelve a llenar las manos de agua e intenta mojarme otra vez.

Yo soy más rápido y me aparto.

Para cuando David se da cuenta ya le he vuelto a empapar.

David se empieza a reír y vuelve a la carga.

Riéndonos no paramos de tirarnos agua el una al otro.

Sin darnos cuenta nos vamos empapando el uno al otro.

Y obviamente encharcamos el suelo.

David parece que no se ha dado cuenta de esto último.

Da un paso y cuando intenta volver a mojarme se resbala y se cae al suelo de culo.

Ya no puedo más y me empiezo a reír a carcajada limpia.

David me mira un momento serio y con una ligera expresión de dolor.

Pero en seguida se empieza a reír conmigo.

En ese momento la puerta de uno de los baños se abre.

Vaya, no me acordaba de que quedaba alguien dentro.

La sonrisa se me borra de la cara cuando veo quién sale del baño.

Supongo que lo último que se espera Alex al salir del baño es encontrarse conmigo y con David, los dos empapados y con el baño encharcado.

Su cara lo dice todo.

Primero me mira a mí con la boca abierta y luego le mira a David que sigue en el suelo.

-¿Pero qué...?- empieza Alex.

Desde que lo he visto salir de uno de los baños la alegría se ha esfumado de mi cuerpo.

Me cuesta respirar.

Algo me aprisiona y aplasta el pecho.

Dolor.

Mucho dolor.

No puedo entender por qué me sigue afectando tanto su presencia.

Creo que los sueños de los últimos días me han trastocado un poco...

Los ojos de Alex se clavan en los míos.

Intento mantenerle la mirada.

Mi estómago se revuelve.

Mi cabeza empieza a dar vueltas.

No puedo más.

Aparto mis ojos de los suyos.

Sin decir nada más Alex sale al pasillo y se va.

Cuando sale me roza con un brazo el mío.

Supongo que ha sido algo no intencionado...

Aún asi... No puedo evitar estremecerme ligeramente ante el tacto de su piel.

Tengo un nudo en la garganta y miro hacia el suelo.

No me he dado cuenta hasta ahora.

Estoy temblando.

El frío se me clava en el cuerpo.

David, todavía en el suelo, me mira serio.

Tose un poco y me vuelve a mirar.

Yo lo miro y veo en su mirada algo que no me gusta.

Comprensión.

Lo último que quiero es que David se piense cosas que no son.

-Pues... - empieza David.- Al final se ha ido sin lavarse las manos...

Yo lo miro perplejo.

Él me sonríe.

Y no puedo evitarlo.

Una sonrisa se filtra en mis labios.

David se levanta y se acerca a mí lentamente.

Sus ojos verdes me miran cálidamente.

Me miran intensamente.

Me miran con amor.

No puedo evitar sentirme culpable.

Él me quiere...

El dolor se instala otra vez en mi pecho.

Me giro un poco para que David no me vea la cara.

No quiero que vea mi expresión.

¿Cómo es posible que teniendo a David pueda seguir soñando con Alex?

No es justo para él que a mí me siga afectando tanto la presencia de Alex.

Porque... ¿Qué se supone que significa para mi Alex?

Me gustaría decir que nada...

Pero sé que no es así.

Desde que era pequeño Alex lo ha sido todo para mí.

¿Por qué no puedo simplemente olvidarme de él?

Sé que le quiero a David... Y mucho.

Pero no voy a poder sentirme a gusto hasta que no me saque a Alex de la cabeza.

Me siento mal conmigo mismo.

¿Soy una mala persona?

Mis ojos empiezan a humedecerse.

¿Realmente me merezco a David si no puedo sacarme a Alex de la cabeza?

No puedo evitar sentir que le estoy decepcionando a David...

En ese momento noto cómo David por la espalda me rodea mi cintura con sus brazos.

Suspiro.

-¿Frío?- me susurra David al oído.

Yo asiento con la cabeza.

Él se pega más a mí abrazándome con más fuerza.

-¿Mejor?- me pregunta.

Yo me recuesto un poco sobre su cuerpo y asiento con la cabeza.

-Gracias.- le susurro.

David me besa en la mejilla y luego pega sus labios a mi oído.

Puedo sentir su aliento en mi oreja.

-Te quiero.- me susurra lentamente.

Me estremezco de pies a cabeza.

Mi corazón empieza a latir a un ritmo desenfrenado.

Me giro para quedarme de frente a él

David sigue rodeándome con sus brazos y le miro a los ojos.

Verdes.

Que en ese instante parece que refulgen solo para mí.

Dejo que sus ojos me reconforten.

Que me transmitan cariño.

Le echo mis brazos al cuello.

Cierro los ojos.

Y le beso en los labios.

Cuando nuestros labios se juntan siento como me transmiten calor.

Ese calor se mueve hasta mi pecho.

Directo al corazon.

Su lengua acaricia la mía.

La envuelve.

La protege.

Y yo siento lo mismo.

Entre sus brazos me siento protegido, me olvido de todo lo que no es él.

Para mí solo existe él.

David me empuja con delicadeza para movernos y yo me dejo llevar.

Sin dejar de besarnos en ningún momento nos metemos en uno de los cubículos.

David cierra la puerta y echa el pestillo.

Nos separamos un momento.

Aunque no mucho, seguimos abrazados.

Con nuestros cuerpos pegados.

Con las frentes pegadas.

Lo miro a los ojos.

Y por fin lo entiendo.

-Yo también te quiero.- le susurro.

David me sonríe y me vuelve a besar.

El timbre nos interrumpe.

Se ha acabado el recreo.

Nos separamos y nos miramos.

Sus ojos están encendidos.

Yo noto que mi cuerpo está ardiendo.

Lo miro y me doy cuenta de algo.

Los dos estamos empapados y nuestra ropa se nos pega al cuerpo.

Me fijo en David y el calor se hace más intenso.

Su pelo mojado le cae sobre la frente desordenado, así mojado parece de un color más oscuro de lo normal.

El cual contrasta con sus ojos verdes.

Los cuales resplandecen en este momento.

La camiseta se le pega al cuerpo dejándo poco de su cuerpo a la imaginación.

Debajo de su camiseta se advierte un pecho fuerte y firme, muy marcado. Los pezones sobresalen pequeños y duros.

Si bajo la mirada saltan a la vista sus abdominales firmemente marcados sobre su piel. Perfectos y fuertes.

No puedo evitar posar mis manos sobre estos y apretarlos.

Están muy duros.

No ceden ni un centímetro ante la presión que ejercen mis manos.

Dan la sensación de que son de piedra.

Sin perder el tiempo meto mis manos por debajo de su camiseta.

Su piel está caliente y húmeda.

Mis manos recorren su fuerte tableta sintiendo cada uno de sus músculos.

David baja sus manos de mi espalda hasta mi culo.

Ahí me lo aprieta ligeramente.

Se me escapa un suspiro.

Nos pegamos aún más con mis manos aún sobres sus duros músculos y las suyas sobre mi culo.

Por la dureza que advierto a través de su pantalón adivino que está igual de excitado que yo.

Nuestras lenguas se vuelven a juntar, esta vez más salvajemente.

En nuestras bocas se libra una dura batalla.

David no para y pasa de mi boca a mi cuello.

Ahora ya perdidas las formas David me muerde sin reparo el cuello y su lengua me repasa las venas.

Estoy muy caliente.

La polla parece que me va a explotar dentro de mis pantalones.

No tenemos tiempo.

Y yo necesito atención urgente.

Bajo mis manos por su abdomen y llego a su cintura.

De un tirón le desabrocho el pantalón y sin esperar le bajo los pantalones y los calzoncillos.

Con mis ojos todavía cerrados a tientas busco su polla.

Sonrío cuando la toco.

La primera vez que se la vi me asombré de su tamaño, ahora ya estoy un poco más acostumbrado a ella.

La tiene muy caliente y dura.

La envuelvo con mi mano, por su dureza al tacto puedo sentir cada una de las venas de su tronco.

Empiezo a recorrer su polla arriba y abajo con mi mano.

Bajo por todo su tronco hasta la base y subo hasta la punta. El glande lo tiene bastante gordo, el cual envuelvo con mi mano y le dedico atención especial.

Él por su parte no pierde el tiempo y ya me ha bajado los pantalones.

En cuanto me deshace de mis cazoncillos mi polla salta hacia arriba, por fin liberada puede mostrarse en todos su esplendor.

Su mano rodea mi polla y empieza a pajearme a un buen ritmo.

De mientras su boca se instala en mi lóbulo derecho.

Gimo con fuerza.

Su mano recorriendo mi polla.

Masajeándome el glande, bajando hasta mis huevos y apretándomelos ligeramente robándome gemidos de placer.

Mi mano recorriendo su mástil fuerte y duro. Las venas de su tronco están hinchadas y cuanto más rápido le hago la paja, más dura se le pone.

Nuestros cuerpos pegados, rozándose.

Dándose calor.

Su piel mojada contra la mía.

A través de nuestra ropa sus pezones se me clavan en mi piel y sus abdominales dan calor a los míos.

Su boca jugando con mi lóbulo.

Su lengua indiscreta introduciéndose en mi oreja.

Su lengua recorriendo mi cuello.

Nuestros gemidos cada vez son menos disimulados.

Nuestras manos toman ritmos insufribles.

Una segunda sirena suena a lo lejos indicando que empiezan las clases.

Pero no nos importa.

No voy a aguantar mucho más.

Le pajeo a más velocidad sintiendo cómo su polla se pone aún más caliente.

Él hace lo mismo con la mía.

Siento que me voy a correr.

Le beso con fuerza en los labios introduciendo mi lengua hasta su campanilla.

Él me responde al beso con ansias.

Y con nuestro beso ahogamos el grito de placer que se nos escapa a los dos cuando nos corremos a la vez.


Mierda.

No quiero tener un retraso el primer dia.

Aunque habría merecido la pena.

Corro hasta mi clase y cuando entro en esta me choco con alguien.

Salgo disparado hacia atrás y casi me caigo al suelo.

Joder.

Por fin consigo mantener el equilibrio.

-¿Tienes por costumbre arrollar así a la gente cuando entras en los sitios?- me pregunta un sonriente Diego.

Me encantaría especificarle quién ha arrollado a quién exáctamente...

Porque él no se ha movido ni un centímetro mientras que yo he acabado en la mitad del pasillo.

-Muy gracioso, ¿no ha empezado la clase?- le pregunto.

-Tienes suerte, no va a venir la de matemáticas.

-Joder que bien.- sonrío.

-Oye... ¿Te acabas de bañar con ropa o que?- me pregunta divertido.

-Esto...- me miro la ropa.

Se me había olvidado que todavía estoy mojado.

Mierda.

Menudo espectáculo habré dado corriendo por los pasillos del colegio mojado.

-Te vas a pillar una pulmonía.- me dice Diego.

-Ya, pero no tengo más ropa.- le respondo.

-Puede que tú no... Pero yo sí.- me sonríe.

-¿En serio?- le digo alegrándome.

-Si, he traído algo para el entrenamiento. Te puede servir.

-Me salvas la vida...- le digo.

-Me debes una.- me comenta con esa sonrisa traviesa.- Ven y te la doy.

-Gracias.

Le sigo a Diego hasta su taquilla.

De la taquilla saca una bolsa de deporte y de esta un pantalón de chándal corto y una camiseta.

-Toma.- me dice dándomelo.- Cámbiate y pon tu ropa a secar en algún lado mientras tanto.

-Si claro.- le respondo sonriéndole.

Una vez ya cambiado estoy mucho más cómodo.

Es todo un alivio no estar mojado.

David estará todavía mojado...

Me río.

Que se aguante, se lo merece.

Entro otra vez en clase dónde Diego me espera sonriente.

Sin duda va a ser un buen año.


Y así sin casi darme cuenta de ello van pasando los días.

Para cuando me doy cuenta ya ha pasado semana y media de curso.

Está siendo un buen comienzo.

Paso mucho tiempo con David, los recreos nos los pasamos juntos.

Hablamos mucho y cuanto más tiempo paso con él más me gusta.

Por otra parte en clase estoy feliz.

Diego tiene la culpa de eso.

Es increíble cómo es capaz de alegrarme los días.

Uno se siente realmente a gusto a su lado.

Y como parece que yo también le caigo bien no tenemos nigún problema.

Con Alex...

Las cosas son más complicadas.

Cada vez que me lo cruzo por los pasillos me vuelve a pasar.

Vuelvo a sentir ese dolor en el pecho que me indica que Alex sigue muy dentro de mí.

Por mucho que lo intento cada vez que lo veo no puedo evitar pensar en hablar con él.

No puedo evitar tener ganas de correr hacia él y...

La verdad es que no sé muy bien qué quiero hacer.

¿Volver a pedirle explicaciones?

¿Mandarlo a la mierdad de una vez por todas?

¿Recuperarlo?

Estoy muy confundido...

Sin duda el tener a David a mi lado me ayuda mucho.

Con él soy capaz de relajarme y concentrarme solo en él.

En nosotros.

Es miércoles y me encuentro sentado en mi pupitre.

Diego me está contando algo mientras esperamos a que termine la clase.

Es la última clase del día así que paso de seguir intentando hacerle caso al profesor.

Por mucho que lo intento la Revolución Francesa me importa bien poco...

Por fin suena el timbre que anuncia el final de la clase.

Por fin.

Libre.

Me levanto el primero de todos meto lo que necesito en mi mochila a todo correr.

Diego me mira divertido.

-¿Y esas prisas?- me pregunta.

-Es que he quedado con...- me callo y le miro.

No sé por qué no puedo decirle que he quedado con David... Un par de amigos podrían quedar tranquilamente después de clase ¿no?

Un brillo de comprensión se filtra a través de sus ojos y me mira sonriente.

-Ya entiendo... ¿Con quién has ligado tú?- me pregunta pícaro.

-¿Yo?- le pregunto riéndome.

Si tu supieras...

-¿Una cita, no? Qué romántico oye...- me dice sonriente.

-Se podría decir...- le digo mirándole a los ojos.

No sé por qué, pero Diego me inspira confianza.

Tengo la sensación de que le podría contar cualquier cosa, que él se lo tomaría bien.

-Bueno, hasta mañana.- le digo con urgencia.

No me gusta hacerle esperar a David.

Pero... Cómo no, nada sale como yo quiero.

-Héctor, no te vayas todavía.- me dice Martín, mi tutor y profe de historia, haciéndome un gesto para que me acerque a donde él.

Que oportuno...

Voy a dónde él y le miro expectante.

-¿Tienes prisa?- me pregunta Martín.

Pongo los ojos en blanco.

Menudo lumbreras.

Acaba de llegar a la conclusión de que alguien que sale a todo correr de clase tiene prisa...

No sé si aplaudirle.

Martín al ver mi expresión me sonríe.

-Vale, seré breve.- me dice.

¿Breve?

¡¿Breve?!

Este hombre tiene la noción del tiempo un poco desajustada creo yo...

Me tiene en clase dándome la chapada de mi vida una media hora.

Que si tengo que hacer más caso en clase...

Que si este año es clave para mi futuro...

Blah, blah, blah...

Cuando me ve mirar al reloj por millonésima vez se ve que le llega el mensaje.

-Bueno, ya te puedes ir, pero recuerda lo que te he dicho.- me dice muy serio.

-Descuida...- le respondo de mal humor.

Salgo corriendo de clase y recorro el pasillo a toda velocidad.

David estará hasta las narices de esperarme.

Bajo los escalones de las escaleras de dos en dos y cuando salgo por una puerta me choco con alguien.

Joder.

Por qué a mí...

Esta vez me caigo al suelo de culo y suelto un grito de dolor.

Cuando miro con quién me he chocado para cerciorarme de quién son los ancestros de los cuales me estoy acordando en estos momentos...

Creo que me estoy mareando...

Alex me mira confundido.

¿Por qué siempre está en medio?

Alex me extiende una mano para ayudarme a levantarme.

No la acepto y me levanto yo solo.

Si le ha molestado mi gesto no dice nada.

-Pues si que tienes prisa...- me comenta Alex con una estúpida sonrisa en la cara.

No sé si se está burlando de mí...

-Sí.- le respondo y sin mirarle me voy.

-Héctor espera.- me dice Alex a mi espalda.

De eso nada.

No pienso girarme.

De pronto noto que me agarra de un brazo y me obliga a mirarle de frente.

-Héctor, tenemos que hablar.- me dice muy despacio clavándo sus ojos en los míos.

-¿Y si no quiero?- le respondo desafiante.

-No seas infantil.- me responde serio.

¿INFANTIL?

Será gilipollas...

-Oye tengo prisa.- le digo enfadándome.

-De eso nada, me vas a escuchar.- me responde con un tono un poco amenazante y me agarra mas fuerte todavía.

¿Qué demonios le pasa?

Y entonces lo entiendo todo...

Un olor familiar llega hasta mi nariz.

-¡¿Has estado bebiendo?!- le suelto espantado.

Si algo le ha caracterizado siempre a Alex es que nunca bebe alcohol...

Ya veo que las cosas cambian...

-Héctor me tienes que escuchar...- me dice Alex suplicante.

No me lo puedo creer...

-¡Joder Alex estás borracho!- le grito enfadado.

¿Se puede saber en qué se ha convertido?

-Yo no estoy borracho...- me dice Alex un poco tambaleante.

Supongo que me lo acaba de confirmar.

-¿Has ido a clase?- le pregunto.

Al segundo de preguntárselo me arrepiento.

No tendría que estar preocupándome por él.

Ya no...

-No, pero las clases dan igual...- me dice serio.

-¿Pero qué dices...?

-Héctor te tengo que decir algo...- me dice Alex.

Me entra el miedo.

No quiero que me diga nada.

Y mucho menos en su estado...

-Alex suéltame...- le digo intentando mantenera la calma.

Lejos de soltarme me aprieta aún más el brazo.

-Héctor...- me susurra suplicante.

-¡Joder que me sueltes!- le grito ya un poco desesperado.

Solo quiero salir corriendo de ahí y olvidarme de que esto ha pasado.

Alex no me suelta.

Intento forcejear para que me suelte, pero él tiene más fuerza que yo.

Sus ojos me miran peligrosos.

Se me forma un nudo en la garganta.

¿Realmente estoy teniendo miedo...?

¡¿De Alex?!

Esto es absurdo.

-Héctor... Me vas a escuchar, mira yo tengo que decirte algo muy importante...- empieza Alex.

Su cara está muy cerca de la mía.

El hedor a alcohol me inunda la nariz.

Aparto la cara e intento no echarme a llorar.

-Alex por favor...- le susurro.

-¡JODER HECTOR!- me grita Alex de pronto.

Lo miro aterrado.

Sus ojos me miran con enfado.

No puedo evitarlo.

Empiezo a llorar.

¿Dónde está el que una vez fue mi amigo?

¿Dónde está el chico del que me enamoré?

¿De dónde ha salido esta persona que tengo delante?

Alex inspira hondo intentando controlarse.

-Lo estoy intentando... Pero no puedo si no paras de interrumpirme.- me dice Alex muy despacio.

-Suéltame por favor...- le suplico.

-Hasta que no me escu...-Alex no termina la frase.

Algo lo aparta de mí bruscamente.

Solo puedo mirar asombrado cómo Alex sale volando alejándose unos cuantos metros.

Noto una presencia a mi lado.

Alguien me acaba de ayudar.

No puedo evitar desear ver a mi lado esos ojos verdes...

Los necesito.

Pero cuando me giro no son verdes los ojos que veo.

Sino oscuros.

Casi negros.

Diego está a mi lado.

Y su expresión de ira da miedo.

Veo que Alex se levanta a duras penas del suelo mareado.

Diego no pierde el tiempo y rápidamente se acerca a él.

Diego lo coje por la camiseta y lo levanta del suelo como si Alex fuera de papel.

Ahora es Alex el que está aterrado.

-Tú...- le dice Diego a Alex.

Lo dice como si fuera el peor insulto del mundo.

Y es entonces cuando viendo la expresión de terror de Alex... Vuelvo a caer.

Los sentimientos vuelven a inundar mi pecho.

Esa expresión es la misma que tenía ese niño pequeño que en su día me pidió ayuda.

Alex... Seguía siendo Alex.

"Te necesito Héctor..."

"No me abandones..."

Sus palabras resuenan en mi cabeza.

Se me clavan como estacas en el pecho.

No puedo dejarlo así...

Necesita mi ayuda...

Él no está bien...

-Diego no...- le pido a mi compañero llorando.

Diego me mira confundido sosteniéndole todavía a Alex en el aire.

Sacudo la cabeza negativamente y él me entiende.

Diego le suelta a Alex de golpe, este se tropieza y cae al suelo.

Alex me mira, se levanta y sin decir nada se larga corriendo.

Cuando lo veo correr alejándose de mí...

Las piernas me fallan y me siento en el suelo.

Rodeo mis rodillas con mis brazos y entierro mi cabeza entre estas.

Las lágrimas caen por mi rostro.

Oigo unos pasos que se acercan a mí.

Una mano se posa en mi hombro.

-Héctor...- Diego me habla.

Su voz suena dubitativa.

No sabe qué decirme.

Por eso se limita a sentarse a mi lado con una mano en mi hombro.

No dice nada.

No hace falta que lo haga.

Está conmigo y eso es lo único que necesito.

Rompo a llorar con fuerzas.

Así estamos un rato hasta que ya no me quedan lágrimas que derramar.

Poco a poco mi respiración se normaliza.

Yo me voy tranquilizando.

Me he desahogado.

Levanto la cabeza y le miro a Diego.

Me mira con una expresión de preocupación en el rostro.

No hay rastro de su expresión burlona.

Veo que está realmente preocupado por mí.

No puedo evitar pensar en la suerte que tengo de haberle conocido.

-Gracias...- le susurro mirándole.

Él no me responde.

Me sonríe y me aprieta cariñósamente el hombro.

Se levanta y me tiende un brazo para ayudarme.

Lo miro a la cara y veo su expresión tranquila.

Me transmite confianza.

Respiro hondo y le cojo la mano.

Me ayuda a incorporarme y juntos salimos del colegio.

Sea lo que sea que ha hecho que Diego vuelva al colegio en ese momento... Soy afortunado por ello.

Caminamos un rato en silencio.

-Espero que esa no fuera tu cita...- me comenta Diego pasado un rato.- Porque si no... Creo que podría ser al peor cita de la historia.

Lo miro un momento.

Veo que me sonríe.

Y como siempre que él me sonríe...

No puedo evitarlo.

Yo también sonrío.

-Así me gusta, que sonrías.- me comenta Diego.

-Gracias por todo, en serio.- le digo de corazón.

-No es nada, además ya le tenía ganas al tipo ese...- bromea Diego.- ¿Te acompaño?- me pregunta serio.

Lo miro agradecido.

Sin duda el chico se hace querer.

Aún así creo que necesito un rato a solas.

-Gracias, pero... Creo que necesito...- empiezo.

-Tranquilo, te entiendo.- me corta Diego.

Me sonríe y de pronto me abraza.

Torpemente.

Pero me abraza.

Se ve que no es algo que suela hacer habitualmente.

Aún así...

Es de los mejores abrazos que me han dado nunca.

Nos separamos y me sonríe.

-Te veo mañana.- me dice y me aprieta cariñosamente el hombro.

Y sin decir nada más se va.

Suspiro.

Me doy la vuelta y me encamino hacia mi casa.

Diego...

Sin duda alguna, es especial.

Los ojos de Alex vuelven a mi mente y un escalofrío me recorre el cuerpo.

Me estoy arrepintiendo de no haberle dicho a Diego que me acompañara...

Pero no.

Lo tengo que superar.

Y es algo mío.

Solo mío.


Por fin estoy en casa tirado sobre mi cama.

Lo sucedido durante el día pasa a toda velocidad por mi mente.

Pero...

¿Me olvido de algo?

Espera...

¿David?

¡David!

Me levanto de un salto de la cama y cojo mi móvil.

Pobre...

Seguro que me ha estado esperando y cómo veía que no salía se habrá ido.

Habrá pensado que ya me había ido...

Tengo que llamarle.

Marco su número y llamo.

Después de unos cuantos pitidos salta el contestador automático.

Vaya.

Vuelvo a intentarlo.

Nada.

Necesito hablar con él...

Marco otra vez su número.

Tiene que cogerlo...

Cuando estoy a punto de colgar me coge.

-Joder David ya creía que no me cogías... Ya lo siento haber salido tan...- le empiezo a decir.

-¿Quién eres?- me corta.

-¿Cómo que quién soy...?- le pregunto extrañado.-¿Estás de broma?

-¿Se puede saber quién eres?- me pregunta la voz.

Tardo un par de segundos en darme cuenta de que no estoy hablando con David.

-Yo... ¿Quién eres tú?- le pregunto sintiéndome idiota.

Miro la pantalla de mi móvil.

He marcado bien el número.

-Tú eres el que ha llamado.- me contesta la voz de un chico.

Sea quien sea el que me está hablando parece que le divierte la situación.

A mi no me hace tanta gracia.

-Mira... - empiezo perdiendo la paciencia.- Estoy llamando al móvil de David...

-¿Querías hablar con David?- me pregunta el chico.

Joder.

No, estoy llamándo a su móvil para hablar con su abuela...

No te digo...

-Pues claro.- le respondo de mala manera.

-Pues ahora no se puede poner, está...- se ríe.- Ocupado.

-¿Cómo que ocupado?- le pregunto ya enfadado.- Además, ¿se puede saber por qué coges tú el móvil de David?

-Tranquilo fiera,- me dice el chico riéndose.- Da igual quién soy yo. La pregunta es, ¿quién te crees tú que eres como para interrumpirnos?- añade ahora más serio.

¡Su novio idiota!

Pero no se lo digo...

Además...

¡¿Interrumpir?!

-¡¿Se puede saber qué interrumpo?!- le grito.

-David ya te llamará cuando termine conmigo.

Y sin decir nada más me cuelga.

Sus palabras se me clavan como agujas...

Pero no puede ser.

David no me haría eso.

Me estoy emparanoiando por nada...

Seguro que luego él me lo puede explicar.

Tiene que poder...

Vuelvo a llamar.

Teléfono apagado.

¡Mierda!

Me falta el aire...

¿Por qué tendría que pensar mal?

Dios...

Sin duda hoy no es mi dia.


Bueno, pues hasta aquí de momento.

Un par de cosas:

Primero muchas gracias a todos y en especial a los que os habéis tomado la molestia de mandarme emails. Sois los mejores.

Y segundo, avisaros de que tengo pensado ir publicando algún que otro relato suelto que no tiene nada que ver con ésta saga.

No os preocupéis, no pienso dejarla a medias. Es solo que me gustaría variar y experimentarun poco escribiendo otras cosas.

Muchísimas gracias otra vez.

Nada más por mi parte de momento.

Hasta la próxima!