Want U Back (2: Queso y esmeraldas)

Creo que me he quedado embobado mirándole los ojos. Es increíble el verde intenso que tienen. No sé si alguien alguna vez habrá visto una esmeralda atravesada por la luz del sol... Pero yo tengo la sensación de que lo estoy viendo... Dos de ellas. Dos piedras preciosas que refulgen y me iluminan.

Gracias a los que hayáis leído el primero y a los que no os animo a que lo hagáis antes de leer este.

Espero que os guste.

Retomamos la historia cuando Héctor vuelve de sus repentino viaje con su madre:

Mi madre abre la puerta de casa y entra en ella. Yo le sigo y suspiro.

Por fin estoy en casa.

Reconozco que ha sido una semana muy intensa.

Sobre todo para mi... Pero eso mi madre no lo sabe.

Sonrío cuando los recuerdos de esa semana inundan mi mente. Aunque, sin duda, hay algo que resalta sobre todo lo demás.

Alberto.

Ese chico ha sido como una medicina para mí. De no haber sido por él ahora mismo estaría todavía deprimido.

Llevo mi maleta hasta mi habitación... Me da mucha pereza deshacerla ahora, ya lo haré más tarde.

Cojo mi odenador portatil y me tumbo en la cama, casi con prisas abro mi correo y ahí está. Tal y como me prometió. Abro el mensaje de Alberto y lo leo.

"Ha sido una semana increíble, tú eres increíble.

Eres especial, único, que no se te olvide."

Mi corazón da un vuelco cuando lo leo.

Corto y efectivo, así es Alberto. Sabe exáctamente qué es lo que necesito oír en cada momento, y eso que solo le conozco de una semana.

Creo que es una verdadera pena no tenerle aquí conmigo, todo sería mucho más fácil con él por aquí.

Me tumbo en la cama y cierro los ojos. Una duda me asalta.

¿Y ahora qué?

Falta muy poco para que empiece otra vez el colegio... Sin duda ahí es donde peor lo voy a pasar. Estoy acostumbrado a sobrellevar el curso gracias a Silvia, pero ahora...

Sacudo la cabeza intentando alejar esos pensamientos de mí. No quiero deprimirme ahora.

La verdad es que tengo mucho sueño, supongo que ya tendré tiempo de preocuparme mañana.

Abro los ojos desorientado. Miro hacia mi derecha buscando el reloj-despertador de mi mesilla, vaya, he dormido mucho. Ya son las cinco de la tarde. Me levanto y me doy cuenta de que sigo llevando la ropa de calle puesta. Sonrío.

Voy a la cocina y ahí me encuentro con mi madre que aplaude cuando me ve.

-Vaya, parece que el bello durmiente ya ha despertado.- me dice sonriente mi madre.

-Muy graciosa mamá... - le digo a mi madre sin ganas, aún así sonrío.

-No te acostumbres demasiado a esto, si te he dejado dormir es porque ayer llegamos muy tarde, pero hoy y no más.- me dice mi madre apuntándome con una cuchara.

-Ya lo sé...- le respondo.

-Bien, pues necesito que vayas al supermercado a por algunas cosas.

-¿Ahora?- me sorprendo.

-Si, ahora. ¿Algún problema?- me dice mi madre levantando una ceja.

-Muchos problemas mamá... - le respondo poniendo los ojos en blanco.

No es que me apetezca demasiado ir ahora a comprar nada.

-Pues lo siento mucho, ya te pagaré un psicólogo. De mientras puedes ir haciendo la compra.- Se burla mi madre.

-Pfff... - resoplo.

-¿A qué esperas?- me pregunta mi madre seria.

A regañadientes me voy a mi habitación. Los supermercados no cierran hasta dentro de un buen rato, me da tiempo a ducharme tranquilamente. Luego ya iré a la compra.

Voy a mi habitación, tengo un baño propio al que se entra desde la misma habitación.

Entro en el baño y cierro la puerta.

Me miro en el espejo y suspiro.

Desde el otro lado del espejo un chico no muy alto me devuelve la mirada también suspirando. Supongo que no estoy tan mal... Bueno, o eso he querido pensar siempre.

Tengo unos ojos azules bastante intensos, una nariz pequeña con muchas pecas pequeñas en ella. Tengo el pelo negro y un poco ondulado. No lo llevo muy largo, pero tampoco muy corto. Supongo que soy un chico más, uno del montón.

Me quito la camiseta y me observo en el espejo. Sí, la verdad es que no soy gran cosa. No estoy cuadrado como muchos de mi edad, pero por lo menos no estoy nada gordo. De hecho tengo un cuerpo fibroso, pero no tengo casi nada de volumen.

Me fijo en una pequeña marca roja que tengo en la parte baja del cuello, llevo mi mano hasta ella y me la acaricio. Es obra de Alberto.

Menuda locura de noche.

Sonrío y abro el grifo. Regulo el agua para que salga templada.

El recuerdo de Alberto me ha encendido, su cuerpo rozándose con el mío. Su boca estudiando mi cuerpo, su lengua explorando todos los recovecos de mi piel... Recuerdo perfectamente el tacto de su piel, mis manos apretándole esa tableta tan dura que tiene, sus pezones pequeños pero durísimos. Su boca, su lengua...

Me quito los pantalones y queda a la vista mi polla. Siendo sincero este año he notado que me ha crecido bastante el aparato. No suelo ser presumido, pero estoy muy orgullosos de mi polla.

Es bastante morena y no es muy larga, pero sí que es bastante gorda. El tronco lo surcan un par de venas bastante potentes y la punta la tengo rosada, sin llegar a ser un glande excesivamente grande.

Me meto en la ducha, el agua templada impacta contra mi piel y me da una sensación cálida y placentera. La polla ya la tengo durísima.

Con una mano rodeo el tronco, al tacto está caliente y muy dura. Y ahora mismo muy mojada por la ducha. Me apoyo en la pared y empiezo a subir y bajar mi mano por mi polla. Arriba y abajo, desde la punta a la base.

Subo hasta el glande el cual lo descubro y cubro con mucho placer. Luego bajo hasta la base y paso a mis huevos, nunca he tenido demasiado bello corporal así que los huevos los tengo casi lampiños. Me los cojo con la mano y los aprieto sutilmente, me encanta sentirlos llenos de semen.

Vuelvo a subir mi mano hasta el glande sintiendo todos y cada uno de los centímetros de mi polla. Mi imaginación vuela para transportarme a algún lugar con Alberto. Con mi mano libre me masajeo el pecho recordando cómo lo hacía él. Me masajeo el pecho y los pezones. Tengo unos pezones pequeños y morenos que en este momento están muy duros. Los froto con la palma de mi mano y luego me los pellizco. Siento oleadas de placer subiendo por mi cuerpo.

Con mi mano derecha sigo pajeándome sin prisas, envolviendo mi polla con mi mano. Masajeando el glande lentamente y apretándome los huevos. Con la otra sigo explorándome el cuerpo con los ojos cerrados. Deseando que Alberto estuviera ahí para besarme como lo hacía, para que me mordiera los pezones y me los lamiera como tanto me gustaba.

Me encantaría sentir su lengua chocar con la mía, sentir sus lametazos por mi cuello y por mi cara. Sus besos por todo mi cuerpo. Sentir su lengua rodeando mi glande y el calor de su boca en mi polla.

Voy aumentando el ritmo de la paja mientras recuerdo cómo Alberto me chupaba la polla, cómo bajaba hasta mis huevos y se los metía en la boca.

Abro un poco las piernas y cuando bajo mi mano hasta mis huevos me atrevo a rozar un poco mi culo. Con el dedo corazón me masajeo por encima mi ano. Luego empiezo a hacer una ligera presión, mi cuerpo se estremece del placer.

De pronto me acuerdo de algo y sin ni siquiera abrir los ojos me echo un poco de jabón en la mano derecha y lo esparzo por mi polla. El jabón que actúa como lubricante hace que mi mano coja un ritmo endemoniado. No me doy ni cuenta de que la espuma recubre mi polla, mi mano izquierda pasa de masajearme los pezones a mi boca.

Mientras me pajeo cada vez más rápido me chupo los dedos, me imagino que son pollas. Los rodeo con la lengua y los lamo. Los llego a morder incluso. Mi mano derecha aumenta el ritmo en mi polla que cada vez está más dura y más caliente.

No lo dudo, saco mis dedos de mi boca y los llevo directamente a mi culo. Me meto un dedo de golpe y gimo de placer. Empiezo un ligero movimiento dentro de mi ano, me estremezco de placer. Las piernas me tiemblan y mi mano derecha va ya a tal velocidad que mi polla está ardiendo.

Echo la cabeza hacia atrás y aprieto los dedos de los pies y noto cómo mi polla expulsa al fin todo el semen que tenía guardado en mis huevos. Tres, cuatro, incluso cinco trallazos abundantes de semen salen de la punta de mi polla que van a parar a la pared de la ducha.

Me siento en la ducha de lo intenso que ha sido.

Ha sido brutal.

Ya mucho más despejado salgo de casa. Supongo que me viene bien que me de un poco el aire, de camino al super voy admirando mi ciudad. Es curioso como a veces uno no se da cuenta de las cosas tan bonitas que tiene a su alrededor, ya sea por costumbre o por aburrimiento la gente suele perder la capacidad de apreciar lo que tiene en su entorno.

Voy a paso tranquilo así que tardo un poco más de lo normal en llegar, cuando entro veo que no hay demasiada gente. Supongo que ya no son horas de que la gente vaya a comprar cosas.

Saco del bolsillo la lista que me ha dado mi madre y me sorprendo por la cantidad de cosas que hay en ella escritas.

Joder, ni que llevaramos dos meses sin comer.

Cojo un carro y con paciencia voy tirando en él todo lo que mi madre me ha pedido.

Cuando llevo ya un buen rato cogiendo cosas me paro un momento para mirar qué mas me queda para terminar de una vez.

Vaya, ya solo me quedan un par de cosas y una de ellas es... Pff... ¿Queso de untar? No se cómo a mi madre le gusta tanto eso... Yo lo odio, bueno de hecho el queso en general no es algo que me emocione demasiado...

Busco el pasillo donde están los quesos y por fin lo encuentro. Busco con la mirada el queso de untar y me doy cuenta de que se encuentra en la estantería en la cual está parado un chico.

Así a primera vista diría que es mas o menos de mi edad, está repasando con el dedo los precios de todos los quesos de untar... Supongo que no tendremos los mismos gustos.

Cuando me acerco un poco más me fijo más detenidamente en el chico que tengo delante.Es un poco más alto que yo, aunque no mucho. Tiene el pelo de color castaño muy clarito, aunque sin llegar a ser rubio. Lo estoy mirando de perfil así que me doy cuenta de que tiene una nariz fina, redondeada y la boca con unos labios finos. Tiene los ojos entrecerrados en un gesto de concentración así que no llego a vérselos bien.

Creo que acabo de llegar a la conclusión de que tiene cara de ángel. Y no lo digo porque sea muy guapo (que también), sino que las facciones suaves y redondeadas de su cara le dan un aire de niño tierno.

Lleva puestos unos pantalones vaqueros cortos y una camisa a cuadros azul y roja con las mangas recogidas hasta los codos. La verdad es que parece un modelo... Si no fuera claro, porque estamos en un supermercado.

Sacudo la cabeza e intento decidir si es mejor dejarle acabar o sería mejor acercarme. En esas estoy cuando derepente él se gira y me mira.

Vale, me acaba de pillar mirándole.

Como es obvio que me ha visto observándole no tengo otra que acercarme.

-Perdón, ¿querías algo de aquí?- me dice con una voz firme pero a la vez muy tierna. Y me enseña una sonrisa perfecta.

Pero no es ni por su voz ni por su sonrisa por lo que me quedo boquiabierto...

¡Joder!

¡Que ojos!

Creo que me he quedado embobado mirándole los ojos. Es increíble el verde intenso que tienen. No sé si alguien alguna vez habrá visto una esmeralda atravesada por la luz del sol... Pero yo tengo la sensación de que lo estoy viendo... Dos de ellas. Dos piedras preciosas que refulgen y me iluminan.

Lo que supongo que no es tan impresionante es la cara de embobado que se me acaba de quedar. El chico me mira sonriente todavía.

Espera... ¿Me había hecho una pregunta?

No me acuerdo...

-Eeee... Puees... - le respondo.

Me muerdo la lengua con fuerza. Tendría que aprender a mantener la boca cerrada. Supongo que eso de "mas vale no hablar y parecer tonto que abrir la boca y demostrarlo" no va mucho conmigo...

El chico me mira ahora divertido.

-Te decía si necesitabas algo de este estante, perdona, que estoy en el medio.- me dice sin perder esa estupenda sonrisa.

-Si... Bueno... - Carraspeo un poco para aclararme la garganta.- El queso para untar.

-¿En serio?- me dice emocionado el chico.

-Pues si...- le respondo confundido.

No entiendo como el queso puede hacer que alguien se emocione tanto...

-Perdona,- se ríe él- es que el queso me encanta. ¿De cuál sueles coger tú?

-Puees...- miro rápidamente a la estantería en busca de ideas.

-Aissss.... - me dice él moviendo negativamente la cabeza.- Tranquilo, toma este.- me dice pasándome uno de los quesos.

Cojo el envase que me está dando y por una fracción de segundo mi mano roza la suya. Siento un pequeño calambre en la espalda. Tiene la piel muy suave.

-Gracias.- le respondo intentando sonreír.

-De nada hombre, ya verás cómo éste te gusta más que los demás.- me dice dándome unas palmaditas en el hombro.

Siento que me muero ahí mismo, en la mitad del pasillo de los quesos.

-Bueno, hasta luego.- se despide él amablemente.

Veo como se da la vuelta y se va.

Dios mio, tengo que preguntarle cómo se llama. Saber más de él. Si no lo hago ahora seguramente no volveré a encontrármelo.

Pero por alguna razón mis pies no responden y no me muevo del sitio.

Por fin termino de pagar todo en la caja del super y les pido que por favor lleven todo a casa. No puedo ir cargado con todo eso yo solo.

Sigo arrepentido por no haber hablado más con ese chico, no le he vuelto a ver. Puede que haya perdido la oportunidad de conocer al hombre de mi vida...

Sacudo la cabeza.

No.

¿Pero qué digo? Seguramente no le vuelva a ver... Además que un chico como él no se fijaría nunca en alguien como yo... Y todo eso contando con que sea...

Bueno, eso, que tenga los mismos gustos que yo.

Al día siguiente me despierto agitado. No recuerdo muy bien qué he soñado, solo tengo una cosa segura. Dos ojos verdes intensos aparecían en mis sueños.

Me estiro en mi cama y bostezo.

La verdad es que es una pena que no le vaya a volver a ver al chico de los quesos.

Me levanto de la cama y voy a la cocina para desayunar.

La sorpresa que me espera en la cocina no me la esperaba.

Entro en la cocina y derepente algo se abalanza sobre mí tirándome al suelo. Algo pesado y baboso...

De fondo oigo la risa de mi madre.

Tardo varios segundos en darme cuenta de que lo que tengo encima es un perro bastante grande. Me lo quito de encima como puedo y me levanto.

-Buenos días hijo.- me dice mi madre todavía riéndose.

-¿Buenos?- le pregunto yo mirándole al perro. Reconozco que nunca me han gustado mucho los animales. -¿Y esto? - le digo señalándole al perro que me mira con la lengua fuera.

- Eso se llama Jack y es tu nueva mascota.- me responde mi madre muy seria.

-¡¡¿Qué?!!- Me horrorizo yo.

Mi madre se echa a reír con ganas.

-Era broma hijo, ya sé que no te gustan.- me dice mi madre que ha tenido que sentarse para no caerse de la risa que le ha entrado.

-Joder mamá...- le digo molesto.

Vaya manera más estúpida de empezar el día.

-Bueno, aunque no te gusten esto es un favor que me tienes que hacer...- Me dice mi madre sonriéndome de manera inocente.

-No.- Me limito a responder.

-Es el perro de la vecina y quiere que se lo cuidemos y yo tengo que trabajar así que ya sabes...

-No pienso cuidar de un chucho todo el día...- le digo indignado.

-¿Tienes algo mejor que hacer?- me dice mi madre seria.

-Pfffff....- Bufo muy molesto.

-Eso pensaba.- me dice mi madre.- Te lo quedas hasta las cinco, luego se lo puedes devolver a la vecina.

Dicho esto mi madre se levanta de la cocina.

-Tienes todo lo necesario en esa bolsa de encima de la mesa.- me indica mi madre ya yéndose.- A, e intenta no cogerle demasiado cariño, que no podemos quedárnoslo.- Y se larga riéndose como si fuera graciosísimo lo que acaba de decir.

-Descuida...- le respondo.

Perfecto, todo el día con el chucho este encima.

Menuda mierda.

Miro al perro que ahora me mira sentado. Sacudo la cabeza, esto no me puede estar pasando.

Abro la bolsa y me encuentro con su correa, unas pelotas de goma y un frisbee.

El perro empieza a olisquear mi cocina... Mal asunto, supongo que querrá cagar... Tendré que sacarle.

Voy a mi habitación a cambiarme y el perro me sigue. No le hago demasiado caso hasta que me doy cuenta de que se ha tumbado encima de mi cama.

-¡A no!- le grito al perro.- Esa es mi cama.

Veo que el perro me mira pero no me hace ni caso...

-¡Jack fuera!- le insisto al chucho.

Jack me mira, ladea la cabeza y por fin se mueve. Cuando creo que me ha hecho caso, me doy cuenta que lo único que está haciendo es ponerse patas arriba en mi cama y empezar a frotarse en mis sábanas.

-Dios... ¿Por qué a mi?

Ya vestido salgo a la calle con el perro con la correa puesta. En cuanto Jack pone un pie (bueno, en su caso una pata) en la calle no se le ocurre mejor cosa que empezar a tirar de la correa como un loco.

Al primer tirón casi me tira el maldito pero a base de tirar de la correa consigo que se calme un poco. Vale... Ahora... ¿A dónde le llevo?

Supongo que la mejor idea es ir a un parque muy bonito que hay no muy lejos de aqui. No suelo ir mucho por ahí, pero la gente suele llevar a ese sitio a sus perros. Me encamino hacia allí y el perro parece reconocer el camino porque parece que su emoción va en aumento según nos vamos acercando al lugar.

Cuando llego me paro un momento para observar el sitio. Tengo que reconocer que el parque es precioso, es un prado grande con bastantes árboles, un pequeño río que lo atraviesa y un puente de madera para cruzar el río.

Hace un día espléndido así que hay bastante gente ahí. Niños jugando al fútbol, familias con niños y por supuesto perros. Muchos perros.

Parece que Jack también se ha dado cuenta de esto último porque empieza a tirar de la correa como un loco para ir corriendo de todos los perros que pasan.

Yo un poco harto ya le suelto para que ande un poco a su bola. No creo que al perro le de por escaparse, y si así fuera no lo sentiría demasiado.

Hace calor así que busco un sitio a la sombra. Me siento a la sombra de un árbol apoyado en su tronco. La verdad es que se está muy bien.

Cierro los ojos y respiro hondo.

Paso un rato así hasta que noto como si alguien me mirara.

Abro los ojos y me encuentro a Jack sentado enfrente de mi con la lengua fuera. Me mira fijamente.

Que cruz...

-¿Que quieres?- le pregunto al perro.-¿Quieres jugar?- le digo sacando una pelota de la bolsa.

Parece que le ha gustado la idea porque se ha levantado y ha empezado a mover la cola.

No tengo ninguna gana de jugar con el perro...

Estoy a punto de lanzarle la pelota cuando una niña pequeña se acerca corriendo hasta Jack.

-¡Perrito lindo!- grita la niña sonriente y se abraza al perro.

Pues hombre... Yo no lo habría descrito así... Mas bien diría chucho sarnoso... Pero aún así le sonrío a la niña.

Es muy mona la niña, tiene el pelo muy rubio y rizado. Lo que más me llama la atención son sus ojos. Verdes y muy grandes... De hecho me recuerdan mucho a los de...

Sacudo la cabeza, no es el mejor momento para pensar en él.

-¿Te gusta el perro?- le pregunto a la niña.

Ella mueve la cabeza afirmativamente poniéndose roja repentinamente. Supongo que no está acostumbrada a hablar con mayores.

-Se llama Jack.- le digo amablemente a la niña que me sigue mirando con sus preciosos ojos.

-Jack.- repite la niña mirándole al perro.

Este se da por aludido y empieza a mover la cola.

Veo que la niña está mirando la pelota que tengo en la mano.

-¿Quieres lanzársela?-le pregunto.

A ella se le ilumina la cara y viene corriendo a coger la pelota que tengo en la mano.

-Jack coge.- le dice la niña inocentemente mientras le lanza la pelota.

El perro sale corriendo detrás de esta.

En esas estamos cuando oigo una voz que se me hace familiar.

-Lucía no molestes a la gente.

Me giro y le veo.

Mi corazón se olvida de latir por un segundo.

Es él. El chico del supermercado.

El chico va hasta donde su hermana y la coge de la mano.

-No puedes andar molestando a todo el parque Lucy.- le dice dúlcemente el chico.

-Tranquilo, no estaba molestando.- le digo intentando atraer su atención.

El chico me mira y de pronto me sonríe.

-Pero si eres el de ayer, que casualidad. - me dice sonriente.

-Ya ves...- le digo sin poder creérmelo todavía.

En ese momento llega Jack corriendo con la pelota en la mano.

-Vaya, ¿es tuyo?- me pregunta el chico rascándole la cabeza a Jack.

-Pues...- le voy a responder que no.

-Me encantan los perros. Una pena que no tengamos uno.- dice el chico.- ¿A ti te gustaría uno Lucy?

La niña asiente sonriente mirándole a su hermano con profunda admiración. Si yo tuviera un hermano así también le miraría de esa forma...

-Bueno, yo no soy mucho de animales...- le digo tosiendo un poco.

-Que pena.- me dice, aunque me sigue sonriendo.- Por cierto, que ayer me fui sin presentarme, que maleducado soy.- me dice dandome la mano.- Me llamo David.

David...

Tiene bonito hasta el nombre.

-Yo soy Héctor.- le digo dándole la mano.

-Encantado Héctor, vaya, tienes un nombre muy bonito.

Es curioso cómo todo lo dice con una naturalidad que lo hacen adorable.

-Gracias.- En este momento solo soy capaz de decirle eso.

-Y esta princesita que tengo aquí se llama Lucía.- Me dice David cogiéndole en brazos a su hermana pequeña, la cual se abraza a su hermano.- Di hola Lucy.

La niña me mira y se pone otra vez muy roja. Acto seguido hunde su cabeza en el cuello de su hermano y se abraza a él.

David se ríe.

-Vaya, parece que hoy estamos tímidos.- me dice el chico.

-Si parece.- le digo embobado, quién fuera esa niña en ese momento.

-¿Tienes hambre?- Me pregunta David.-Es que tengo allí mis cosas y he traído algo de comida.

Espera...

¿Me esta invitando a comer algo con él?

Creo que necesito sentarme

-Claro.- me apresuro a decir, no sea que cambie de opinión.

Así los cuatro (perro incluido) nos vamos a la sombra de un árbol más grande. Ahí David tiene una mochila con sus cosas.

Nos sentamos y David saca un pequeño mantel como si estuviéramos de picnic. Yo no salgo de mi asombro, tengo que estar soñando. Es la única explicación.

-¿Tienes hambre Lucy?- le pregunta su hermano cariñosamente.

La niña mueve la cabeza negativamente.

-¿Quieres jugar con Jack un rato?- le pregunto yo.

Lucy me mira y se vuelve a poner roja. Luego mira al suelo y asiente con la cabeza.

Le sonrío y le doy los juguetes del perro.

Un problema menos. (Hablo del perro)

Aunque... Ahora que lo pienso me acabo de quedar solo con David a los pies de un árbol. Los dos solos.

Noto como el calor me sube por el cuerpo.

-Gracias,- me dice David- si no se aburre bastante.

-Nada hombre.- le digo sonriendo.

Y entonces nos quedamos un momento mirándonos a los ojos. Noto algo. Un brillo especial. Las manos me empiezan a sudar y como si nada hubiera pasado David empieza a sacar comida de su mochila.

¿Que acaba de pasar?

Observo a David mientras saca comida.

Hoy lleva puesto un polo azul marino y unos pantalones blancos cortos. El viento le revuelve un poco el pelo haciéndole parecer aún más interesante.

Está guapísimo.

Empiezo a ponerme nervioso.

-¡Aqui esta!- exclama David triunfal mientras saca...

No puede ser...

Queso para untar.

No se si echarme a reír o qué.

-Sabía que lo había traído.-sigue David. Finalmente saca también unos panecillos para untar.

-Vaya... - digo.

-¿Te gustó el que te di ayer?- me pregunta sonriente.

-Pues...- La verdad es que no lo había ni probado, pero no le puedo decir que no a esos ojos.- Si. Muy rico.

La sonrisa de David se hace más amplia.

-Pues este te va a encantar. Ya verás. - Me dice mientras abre el envase del queso y unta uno de los panecillos.- Toma.- Me dice pasándomelo.

Lo cojo e intento no poner cara de asco.

Fuerzo una sonrisa y el olor del queso me llega...

¡Puaj! Es peor de lo que pensaba...

Esperaba que David siguiera a lo suyo...

Pero no.

Se ha quedado mirándome para comprobar lo mucho que me va a gustar...

Sonrío otra vez y muy despacio me meto el panecillo en la boca. Mastico lo más rápido posible y me lo trago.

¡Argg! Que malo está.

Pero claro, David me sigue mirando. Así que sonrío.

-Que bueno está.- le digo sonriéndole.

-Te lo dije.- me dice comiendose uno él.

Y así estamos un rato, sentados mirando el parque comiendo el queso ese...

Yo sigo intentando que no se me note que me dan arcadas mientras él me habla sobre los árboles del parque, el río, el prado...

Estoy embobado escuchando cómo habla sobre la naturaleza, se nota que le encanta. Y la forma con la que habla hace que yo también me sienta fascinado por lo que me está contando.

Realmente es un chico muy especial.

De pronto él cambia de tema.

-¿Sabes qué?- me pregunta sonriente.

Yo le miro con curiosidad.

-Creo que a mi hermana le gustas.- me dice tranquilo.

Yo me río.

-Es una niña.- Le digo.

-¿Y qué? Ya has visto cómo te mira...- me dice.

Yo me sigo riendo.

-Además,- añade David con una sonrisa ahora pícara- no sería tan raro, eres muy guapo.

Espera...

¿Qué?

¡¿Qué?!

¿Me acaba de decir que soy guapo?

No guapo, sino MUY guapo...

Me pongo rojo y estoy acaloradísimo.

Ahora el que se ríe es él. Tiene una risa preciosa, pero en este momento no me siento muy a gusto...

De hecho, parece que le ha entrado un ataque de risa.

Genial...

-¿Que pasa?- le pregunto un poco a la defensiva.

-Tio, no te has visto la cara... - se sigue riendo.- Además, ¿podrías parar ya de hacer como si te gustara el queso? Que al final vas a vomitar...- Dicho esto se ríe con más ganas.

Vale, este es uno de esos momentos en los que me encantaría que en la tierra se abriera un agujero y me tragara.

-Yo...- empiezo, pero no sé qué decir.

David parece que se ha calmado un poco y se acerca a mí.

Está cerca...

Muy cerca.

Él clava su mirada en mis ojos y me susurra.

-Ademas tienes un poco de queso en la boca.

Tengo la respiración muy agitada. Casi puedo sentir la suya en mi cara.

Solo se me ocurre mover mi mano hacia mi boca para quitarme el queso...

Pero de pronto él me coge de la mano que estaba moviendo y se acerca aún más.

Solo nos separan unos centímetros.

No puedo apartar la mirada de sus ojos verdes. Parece que tienen luz propia.

-Ya que a tí no te gusta el queso...- me susurra David- Déjame que te ayude.

Y dicho esto lo siguiente que sé es que tengo sus labios en los míos.

Y que esto no es ningún sueño.

Es real. El chico de los ojos verdes, en la mitad de un parque con su hermana y un chucho asqueroso del que no me acuerdo ya ni de su nombre a pocos metros, me está besando.

¿Y que voy a hacer yo?

Cerrar los ojos y devolverle el beso.

Sin mas que añadir os agradezco que leáis este relato.

Tener la libertad de comentar lo que os parezca.

Muchas gracias y hasta el siguiente.