V&W (Capítulo 5)
Confesiones, miedos...
Samantha sonrió emocionada ante su pequeña confesión. ¿Cómo podía conocerla tan bien? ¿Cómo podía hacerle sentir tan bien? Cada una de sus palabras conseguía calarle y traspasar hasta lo más profundo de su corazón.
-No suelo ser una persona difícil de complacer y hacer feliz, pero nunca nadie se ha esforzado por intentarlo. Además, ¿qué hay de tu propia felicidad?
John le sonrió con ternura, sin dejar de deslizar sus manos por las suaves piernas de la joven. Era cómo acariciar el terciopelo y la seda más fina.
-Seré feliz a tu lado.
-Hablas muy seguro de ello –afirmó con una sonrisa tímida en los labios.
No pudo decir nada más. La boca de John cayó sobre la de ella, abrasándola a cada segundo. Ella se estremeció, comenzando a devolverle el beso con extrema delicadeza.
Las manos de él parecían recobrar vida propia sobre su cuerpo, desabrochando su camisa nuevamente, entre suaves caricias. Pero las manos de Samantha no se avergonzaron ni por un segundo, volviendo a tirar de la camisa de John, cómo había hecho en el dormitorio, metiendo sus dedos por debajo de ella.
Su cuerpo se sintió liberado de las suaves ataduras de su corpiño. Debía de reconocer que John era más que diestro desnudando a las mujeres. Seguramente tenía muchos años que le abalaban en el arte de la seducción.
Pero Samantha, la pobre Sam era totalmente inexperta a su lado. No pudo evitar mirarle sorprendida, con una mirada cargada de timidez, mientras sus manos seguían deslizándose por el torso masculino, acariciando su piel.
Con el mayor cariño y cuidado, John la fue desnudando, besando suavemente cada porción nueva de su cuerpo descubierta.
-Te amo, mi vida –le susurró junto a su oído, como si aquellas palabras fueran demasiado importantes como para que la propia noche pudiera arrebatárselas al escucharlas.
Samantha suspiró como respuesta, buscando sus labios para besárselos con pasión y deseo. Nunca había sentido nada tan arrasador por un hombre. Nunca había sido capaz de entregar tanto en tan poco tiempo.
John la tomó entre sus brazos, levantándola como si fuera una pluma. Ella rodeó su cuello con sus manos.
-Que fuerte eres… -murmuró sorprendida, deslizando sus labios por la mejilla masculina, pasando por la oreja hasta su cuello, recorriéndolo con suaves besos.
Con cariño, dejó a Samantha sobre la alfombra y se incorporó comenzando a desnudarse con rapidez. Allí no se sintió tan tímida. Observaba con detalle aquel cuerpo masculino, perfectamente modelado, sesgado con varias cicatrices.
Ella se incorporó con cuidado cuando John se reunió a su lado completamente desnudo, y acarició una de sus cicatrices con sus dedos.
- ¿Cómo te la hiciste?
John bajó la mirada hacia la suave mano que le acariciaba el costado.
-Peleando en batalla contra los franceses.
-Debió de dolerte mucho –murmuró, acariciando otra de ellas. John asintió, absorto en las suaves caricias que recibía- Has vivido muchas batallas… Has vivido tanto… -su mano se deslizó por otra cicatriz y John no ocultó su sonrisa.
-Me haces cosquillas –confesó.
Samantha le sonrió y apartó la mano de la cicatriz. En cambio, John le miró de forma audaz y con una sonrisa provocativa en los labios.
-Y sin embargo, tú también tienes una cicatriz aquí que no sana –susurró con voz sensual, dirigiendo su mano hacia la entrepierna femenina.
Ella le miró sorprendida, y no pudo evitar apartar la mirada cuando se encontró con el insondable mar azul de sus ojos, turbios por la pasión, levemente sonrojada. John se apresuró en retirar su mano, temeroso de aquella reacción.
- ¿Te ha molestado?
Samantha negó con la cabeza.
-No… solo… estoy un poco nerviosa…
“Lo estás arreglando Sam. Ahora debe de pensar que eres una puritana estúpida”.
Intentó emendar aquel poco acertado comentario, haciéndole un gesto a John para que se pusiera a su lado, tumbándose de nuevo en la alfombra. Él asintió, acariciando su pelo y aproximando su cuerpo al de ella. Con las yemas de sus dedos, ella perfiló aquel atractivo rostro masculino, como si quisiera memorizarlo. Y cuando los labios de John se posaron sobre los de ella en un suave beso, Samantha no se apartó, sino que le correspondió con la misma dulzura.
-Eres demasiado perfecto para ser real –le susurró junto a sus labios.
John le sonrió divertido.
-Por eso estoy al borde de la realidad y la fantasía.
Ella le devolvió la sonrisa, acercando su cuerpo al de John.
-Será por eso que estás ahí… en el límite.
La mano de John se movió hasta su pecho, acariciándolo con suavidad. Un remolino de placer, deseo y lujuria recorrió todo el cuerpo de la joven. La pierna femenina se deslizó entre las de él, acariciando su piel desnuda con el dorso de pie.
-Lo sabes todo de mi, ¿verdad? –le susurró con voz seductora.
La cabeza rubia de John se movió en gesto afirmativo.
-He visto hasta tus momentos más íntimos.
Ella lo miró sorprendida.
- ¿Ah, si? Define más íntimos…
-Cuando te tocabas en la intimidad –le susurró deslizando sus labios en suaves caricias por aquel cuello tan frágil y delicado.
Samantha se sonrojó cuando tomó consciencia de aquellas palabras, apartando momentáneamente el deseo que bullía en su interior, ocultó el rostro en el hueco entre el cuello y el fuerte hombro de John.
-Qué vergüenza…A sabe que pensarías…
John le sonrió conmovido. Había vivido demasiados años fuera de aquellos gestos tan nobles, tan humanos… tan tiernos.
-Tenía ganas de hacerme ver y hacerte el amor como voy a hacerte ahora…
La joven sacó el rostro de su escondite y lo miró entre sorprendida e incrédula. Mientras, John volvió a acariciar con delicadeza el sexo femenino, a la vez que se adueñaba de su boca.
Samantha ahogó un gemido en sus labios, y todo su cuerpo reaccionó ante sus caricias.
-Demasiado perfecto –susurró a su oído cuando liberó sus labios durante unos instantes, con la voz entrecortada- Si sigues así, podría enamorarme locamente de ti –confesó, y mordisqueó con suavidad el lóbulo de su oreja.
-Eso pretendo, mi vida –sus manos no dejaban de recorrer aquel cuerpo que durante tanto tiempo había deseado- Te quiero… -y sus manos fueron sustituidas por suaves besos.
-Te deseo… -murmuró ella, retorciéndose con suavidad de placer. Aquel hombre estaba haciéndole el amor con una delicadeza que nunca antes había vivido- Empecé a desearte en el despacho… Nada más verte – “Sam… estás loca. Si sigues diciéndole eso lo asustarás y saldrá huyendo” - tan atractivo… Tan interesante… -confesó en susurros entrecortados por su agitada respiración.
El placer volvió a recorrer por todas sus venas cuando John comenzó a lamerle todo el cuerpo lentamente, reaccionando a sus caricias y sus atenciones como si de una droga se tratara.
-Fue duro para mí no lanzarme a besarte entonces –volvió a incorporarse colocándose a la altura de sus labios y la besó con pasión.
-Aguantaste muy bien –murmuró entre gemidos- Además, si lo hubieras hecho… Henry… el señor Oxford se hubiera quedado de piedra… -con un rápido movimiento, consiguió tumbar a John, colocándose encima de él. Sonriéndole de manera provocativa y sensual, comenzó a besarle y perfilar con su lengua el cuerpo poderosamente masculino, lamiendo cada rincón.
John rió al ver cómo ella lo tumbaba, y le retiró el pelo detrás de la oreja mientras varios gemidos de excitación escapaban de su garganta.
-Hubiera matado a Oxford –murmuró entre jadeos- Pero no merecía una muerte justo después de su jubilación. Acarrearía demasiados problemas.
Samantha se incorporó para besarlo en los labios con pasión, mientras todo su cuerpo se deslizaba junto al de él, para acariciarlo.
-Me alegro de que no lo mataras… Me dio la oportunidad de demostrar lo que valía cuando todo el mundo era incapaz de apostar por un abogado recién salido de la universidad… -sus caderas se balancearon con movimientos provocativos.
John se dejó hacer, colocando sus manos en las caderas femeninas, sonriendo con satisfacción.
-Podrías haberte quedado con la empresa. ¿Nunca te fijaste cómo Henry te miraba con deseo y lujuria? –sonrió con orgullo por ser él quién había conseguido aquel preciado trofeo que ahora se deslizaba sobre él- Estaba obsesionado contigo, pero no sabía cómo envalentonarse. Tuve que hacer acopio de mis poderes para que aceptara el más que generoso trato que le ofrecí –la besó, acariciándole con sus dedos el costado, rozando con su sexo el de ella sin introducirlo.
Samantha tembló de deseo al sentirlo tan cerca.
- ¿Me miraba con deseo y lujuria? Yo siempre pensé que era protector, pero nunca me di cuenta de nada… raro –deslizó su lengua por la garganta de él- ¿Tus poderes? ¿Qué poderes son esos? ¿No los habrá usado conmigo? –murmuró sin dejar de acariciar el cuello de John con sus labios- Sinceramente, nunca me interesó su empresa. No sabría qué hacer con ella. Me gustaba mi trabajo… ¿Y tú preferiste comprar toda la empresa sólo por mí? –profundizó el movimiento de sus caderas, recorriendo la virilidad de John con su sexo.
-Así era… -un gemido- él te protegía más… -otro gemido- más de la cuenta- John clavó su mirada cargada de deseo en los ojos de Samantha- Por ahora no me ha hecho falta usar mis poderes contra ti. A partir de ahora deberás aprender las disciplinas de nuestro poder –murmuró entre jadeos, acelerando el ritmo de las caricias.
-Si Henry hubiera sabido las intenciones que tenías… no te había vendido nada por mucho poder que usaras –bromeó, estremeciéndose- espero que no tengas que usar nunca tus poderes conmigo… Y en cuanto a lo que debo de aprender… Creo que ahora mismo puede esperar… -dicho esto, deslizó sus manos por el torso de John, besándole en los labios con dedicación mientras el movimiento de sus caderas se iba volviendo más insistente y provocativo.
John sonrió por unos instantes, cediendo a un gesto de placer.
-Se… seguro que los usaré, antes o más tarde –todo su cuerpo se encontraba sumergido en el placer que ella le estaba provocando, y cuando Samantha colocó sus manos en el torso de él y sus caderas se movieron de aquella manera, apuntó su virilidad en la entrada de su sexo- Te quiero- sus ojos azules se mostraron llenos de sinceridad.
- ¿Por qué? –preguntó, dejando bajar sus caderas de manera lenta.
Él dejó escapar un gemido de placer, sintiendo como poco a poco se iba adentrando en ella.
-Debo… -jadeó comenzando a mover sus caderas- hacerlo…
Samantha se estremeció con suavidad al sentirlo por completo, colmándola de delirante placer.
- ¿Por… qué? –murmuró con la respiración agitada y suaves gemidos, acariciando el pecho de John con sus labios.
Él la abrazó, comenzando a acelerar el ritmo.
-Te amo, Mary Anne…
Samantha se quedó petrificada, incapaz de moverse durante unos instantes. “Te amo, Mary Anne –las palabras de John resonaban en su mente- Mierda, Sam…” Instintivamente, se deshizo de su abrazo, separándose de él. Todo el amor, toda la pasión, todo el deseo que había sentido había desaparecido de un plumazo. Claro que a ella aquella palabras le habían dolido más que cualquier plumazo.
-Pero… ¿por qué te vas? –preguntó asombrado entre jadeos.
-Te dije que no soy ella –murmuró apenada, quedándose en un rincón de la alfombra, sentada, con sus piernas contra el pecho.
John se acercó a esta con cariño, sin entender realmente porqué se había molestado tanto.
-Se que no lo eres… -la abrazó por dentrás- Mi subconsciente me jugó una mala pasada –la besó en la mejilla- Perdóname por favor.
Samantha ladeó su rostro para mirarlo y sonrió con pesadez.
-No hay nada que perdonar… Pero quizás tu subconsciente prefiere que fuera ella la que estuviera aquí –sin decir nada más, comenzó a buscar la camisa y su ropa interior del suelo para cubrirse con ella.
Él la miró con fastidio mientras observó cómo se ponía su camisa, abrochándosela con rapidez.
-Sois idénticas. Es normal que os confunda… yo… yo te quiero a ti.
Un suspiro triste escapó de sus labios.
-Creo que ambos necesitamos tiempo –acarició con ternura la mejilla de John y le besó en los labios con ternura- Estás enamorado de ella áun… y yo no sé luchar contra los recuerdos. Nos va a hacer mucha falta paciencia si queremos que esto funcione.
-Dormirás conmigo –la voz de John sonaba autoritaria- Te quiero conmigo. Es peligroso para ti y para mí que no lo hagas de esa manera.
Samantha arqueó la ceja.
-No me gusta que me den órdenes –murmuró- Y no he dicho que me vaya a ir a ningún lado. Lo he pensado, pero de todas maneras no se ahora mismo ni en dónde estoy –empezó a recoger su ropa interior del suelo- Tampoco hace falta que te enfades por haber dicho que sigues enamorado de Mary Anne… Después de todo, tú mismo has dicho que la amabas cuándo se suponía que estabas haciendo el amor conmigo…
- ¡Basta! ¿Qué descaro es ese? ¡Habla con más respeto a tu sire! –dijo enfadado.
Samantha se encogió de miedo ante aquella explosión de carácter.
- ¿Mi qué? –con rapidez, se metió detrás del sofá, asustada y asaltada por los recuerdos de cuándo era niña y no de los novios de su madre se enfadaba y solía buscarla para golpearla.
John se levantó para mirarla enojado.
- ¡Soy tu maestro y tu hacedor! Me debes respeto solo por haber abierto tus ojos a este nuevo mundo –gritó lleno de ira- ¡Ven ahora mismo! –ordenó, señalando al suelo ante él.
La joven tembló muerta de miedo, acurrucada detrás del sofá, intentando moverse. Pero el terror y los recuerdos de aquellos golpes recibidos en su infancia agolpándose en su mente, le impidieron dar paso alguno.
-Lo… lo siento… -sollozó con voz infantil y temblorosa- No… no lo volveré hacer… perdóname… no me pegues, por favor…
El rostro de John se volvió más tranquilo y sosegado, al igual que su voz.
-Espero no volver a tener que decírtelo, o la próxima vez te daré tal paliza… y recibirás tanto dolor físico, que la palabra dolor dejara de te tener sentido para ti –su voz seria y calmada no ocultaba la amenaza latente en aquellas palabras- Ahora, ven aquí conmigo. No te voy a pegar.
Totalmente pálida y temblorosa por el miedo que la recorría, salió de su escondite, acercándose a él, cabizbaja.
Sin decir nada John la abrazó durante unos instantes, y repentinamente volvió a sentirse bien.
-Si eres buena no te pegaré nunca. Pero no me obligues a pegarte porque seré cruel a pesar de que te amo con toda la fuerza de mi alma –acarició el pelo de la joven mientras hablaba.
Ella permaneció inmóvil, sin decir nada, con el rostro oculto en el hombro de él.
- ¿No ves que yo te quiero mucho? Por ese motivo quiero que estés toda la eternidad a mi lado –prosiguió sin dejar de acariciarle.
Samantha asintió.
-Lo siento… No quería ofenderte… Solo… Es… que no estoy acostumbrada… -murmuró.
-Ya te acostumbrarás a mí y a obedecerme –sonrió feliz.
La joven suspiró, separándose un poco de él para mirarlo a los ojos.
-Creo que… será mejor que recoja mi ropa –bajó la mirada hacia la ropa interior que asomaba por un rincón en el suelo, junto al sofá.
John la miró con ternura.
-Quiero que sepas que me apetece ser un buen sire contigo, mi amor.
-No lo dudo –murmuró terminando de separarse de él, acercándose al sofá para recoger su ropa interior negra.
“Samantha Anne James, eres una estúpida… Una estúpida de remate. No sabes hacer nada bien cuando se trata de relaciones. Y lo menos que necesitas ahora es encogerte de miedo como cuándo eres una niña, porque ya no lo eres. Se supone que eres una mujer hecha y derecha. Y John no es él. Aunque será cruel si le obligas a serlo… y no necesitas más crueldad en tu vida. Bastante tuviste en tu niñez. Todo ha sido un error. Le gustas, pero está enamorado de Mary Anne…Aunque le gustas lo bastante como para sentirse atraído por ti y decir que te quiere… pero, ¿cuánto es por mi y cuánto es por tener su cara? ¿Por qué todo ha de ser tan complicado?
Las lágrimas acudieron a sus ojos, pero Samantha no permitió que resbalaran. Con mano temblorosa cogió la ropa, y varios recuerdos de la primera paliza que le dio aquel tipejo apestando alcohol acudieron a su mente.
John miró apesadumbrado a Samantha. Sabía que ella tenía razón cuando dijo que ambos necesitarían mucha paciencia… pero no soportaba ver lo mal que se sentía, todo aquel dolor que guardaba en sus adentros. Tenía que hacer algo para borrarlo. Si, había que hacer algo; y gracias a su condición vampírica, él conocía cómo logarlo. Un poco de poder vampírico ayudaría a que ella se sintiera mejo… sólo tenía que concentrarse un poco…
Todo el malestar desapareció, y un suspiro de alivio escapó de los labios de Samantha.
-Mi vida- la voz de John sonó dulce y serena- tan sólo quiero que estés bien y que no mueras ante lo desconocido… o que no incumplas las leyes podrían matarte –la miró de manera inocente- Nunca te pegaré si no me das motivos para ello. Deja tus enseres y vámonos. Ya los recogerá Françine y lo tendrás todo listo para mañana.
La joven comenzó a caminar junto a él, dejando a un lado su ropa interior.
- ¿A dónde vamos?
-A descansar a nuestro domirtorio –con sumo cuidado la cogió en brazos, acunándola en ellos.
Samantha apoyó su cabeza en el hombro de él, totalmente tranquila y relajada.
-Nuestro dormitorio… -murmuró frotando su nariz contra el cuello de él- Aún no estoy muy cansada… ¿Tenemos que descansar de verdad? –preguntó con voz inocente.
-Es tarde, el sol saldrá pronto. Debes aprender eso para sobrevivir, querida mía –la besa en la frente de un modo paternal- Pronto sentirás el cansancio de la noche, y te gustará estar en un lugar cómodo.
John abrió la puerta del dormitorio principal, el mismo que había sido su dormitorio durante años. En el que se había refugiado en soledad, sin permitir que ninguna mujer lograra cruzar el umbral. Y ahora, él la llevaba entre sus propios brazos, feliz y orgulloso de que se encontrara allí. Con cariño, la recostó sobre el lecho.
-Es verdad… la luz del sol… Lo leí… -le dedicó la mejor de sus sonrisas, estirándose de manera provocativa e inconsciente, acarició con sus dedos las sábanas de suave seda- es una cama muy grande y cómoda.
El sonrió, acariciando el vientre femenino para después besárselo con ternura. La arropó y se metió a su lado en la cama.
-Descansa cariño.
Samantha asintió, entrecerrando los ojos y acurrucándose junto a él, como una niña que busca protección.
-Ten dulces sueños –murmuró con voz somnolienta.