V&W (Capítulo 4)
Un nuevo despertar... ¿a una nueva vida?
Los ojos y la garganta le abrasaron tanto que perturbaron su descanso. Mareada, sin comprender muy bien que era realmente lo que había pasado. Tambaleante se incorporó hasta quedar sentada.
-Piensa, Sam… Piensa que ha pasado…
"Quiero pasar la eternidad junto a ti…"
Las palabras de John resonaban en su cabeza. “¿La eternidad? Por Dios, Samantha, ¿qué has hecho? ¿Qué ha pasado? ¿Te llamó <>? Esto es demasiado hasta para ti…”
A su mente acudió el recuerdo de los labios de John acariciando los suyos, y después la calidez de un líquido abrasó su garganta.
"Antes de que te vuelvas loca, piensa que te amo y lo hago por amor". Se estremeció ante aquel recuerdo. “¿Por qué se iba a volver loca? Un hombre atractivo e inteligente, con don de gentes… te dijo que te amaba… que lo hacía por amor… Pero, ¿qué hacía por amor? ¿Y cómo podía amarla si apenas la conocía?” .
Recordaba con claridad el cansancio que de golpe la había invadido mientras John empezaba a hacerle amor… y ahora… ¿Cómo podían quemarle tantos los ojos? Y su garganta… pedía a voces ser regada. Tenía una sed que parecía imposible de ser saciada.
Llevó sus manos hacia sus ojos para frotárselos, intentado mitigar aquel picor.
- ¿Qué me pasa? Me pican mucho los ojos… -los entreabrió intentando mirar a su alrededor.
-Señorita, ¿se encuentra bien?
Samantha dirigió su mirada hacia aquella voz femenina y dulce que parecía preocuparse por su posible bienestar. Ante ella, muy cerca de la cama, una muchacha que no aparentaba ser mucho más grande que ella, vestida con el uniforme de servicio, cuyo aroma era igual que un delicioso asado criollo recién hecho.
La cabeza castaña se movió en un gesto afirmativo.
- ¿Dónde estoy? ¿Dónde está John?
-El señor Hardestat se ha marchado… -la voz de la muchacha tembló, mientras que el sonido de su palpitar y el movimiento vibrante de su sangre recorriendo su cuerpo colapsaban la mente de Samantha.
La respiración de la joven comenzó alterarse.
- ¿Marchado? ¿A dónde? ¿Qué hora es? –preguntó, destapándose para comenzar a bajar de la cama.
-Me da miedo –murmuró la joven, caminando hacia la puerta y colocando su mano sobre el pomo para salir.
Y en aquel instante, todo movimiento se redujo. Deseaba ese vibrar, ese liquido preciado… Con suavidad, caminó hacia ella intentando no asustarla.
- ¿Me puede decir cuándo volverá el señor Hardestat?
-No… no lo sé.
Samantha logró su objetivo, colocándose delante de ella.
- ¿Por qué estás tan nerviosa? No creo que sea la primera mujer que pasa la noche con él –una sonrisa amable se dibujó en sus labios.
-Me da miedo… su aspecto –su pulso latía acelerado del terror que recorría su cuerpo.
Samantha la miró extrañada.
- ¿Mi aspecto? ¿Qué le sucede a mi aspecto?
La muchacha abrió la puerta nerviosa.
-Me… me tengo que ir.
Samantha impidió con la mano que terminara de abrir la puerta, volviendo a cerrarla con suavidad.
-No me has contestado, chérie…
-Déjeme salir –sollozó la muchacha.
Samantha abrazó con cuidado a la muchacha, intentando consolarla.
-Shhhh no llores –acarició su nuca con cuidado, apartándole el pelo- No pasa nada… -le acarició el cuello con su dedos- Cálmate… -bajó suavemente sus labios por el cuello de la joven, intentando calmarla.
No sabía porque lo hacía, ni porqué su mente deseaba tanto lo que a ella le daba la vida. Inconscientemente, entre beso y beso, le clavó sus colmillos en el cuello femenino, comenzando a alimentarse de ella.
El placer embotó todos sus sentidos. Pero aquel placer era algo que nunca antes había sentido. Siempre se había considerado heterosexual, sabía que lo era… pero el estar ahí, con esa muchacha… podía entrar en el ranking y en una posición de honor, como una de las experiencias más eróticas que había vivido en su vida.
Y para aquella muchacha parecía suceder igual. Pues se aferraba a ella fuertemente, con la respiración agitada y suaves gemidos de pasión.
-Más… -suplicó con voz débil y jadeante de placer.
Poco a poco, las fuerzas de la chica fueron menguando, mientras que Samantha se sentía cada vez más pletórica, más eufórica… más viva. Sin detenerse, animada por el placer y la respuesta de ella.
Pero el placer llegó a su fin cuando Samantha sintió a la muchacha inerte y fría entre sus brazos, como una muñeca de porcelana, pálida como la muerte. En cambio, toda esa sed que la había atormentado desde que despertó, había quedado saciada. La separó un poco para mirarla detenidamente, y la mujer cayó al suelo como si de una muñeca rota se tratara.
¿Por qué no se movía? ¿Por qué no respiraba? ¿La había matado?… Miró a su alrededor, sintiéndose horrorizada, dando un par de arcadas con la vista clavada en el cuerpo sin vida. “¿Qué es lo que has hecho, Sam? ¿Qué te está sucediendo? Te sientes bien… y mal…”.
Sin pensarlo dos veces, abrió la puerta del dormitorio dispuesta a marcharse de allí, incapaz de soportar estar encerrada en las mismas cuatro paredes que aquella pobre chica. Una expresión de horror se marcaba en su cincelado y atractivo rostro.
Unos brazos fuertes y familiares le abrazaron en su apresurada marcha cuando no había hecho nada más que salir de aquel cuarto.
-Ya, mi vida, ya –la voz familiar de John aplacó todo aquel horror que la había invadido. Ya no quedaba huella alguna.
De manera inconsciente, frotó la punta de su nariz contra el cuello de John. Nada más importaba. Lo amaba. Amaba sentirse protegida por él, amaba su olor, tener sus brazos rodeándole… A pesar de haber matado, y de la imagen del cuerpo sin vida de aquella muchacha perturbando su mente, del dolor momentáneo, de saber que nunca podría olvidarla… Lo único que realmente importaba era su amor por John Hardestat.
-Está muerta… -murmuró desconcertada- está muerta… yo la he matado… no sé porqué… no sé que me está pasando.
John negó con la cabeza, abrazándola con ternura.
-No está muerta. Duerme eternamente, en un letargo de amor que tú le has regalado, mi vida –su mano se deslizó por los cabellos de Samantha en un gesto cargado de cariño- No te atormentes. Unos deben vivir y otros morir. Es la ley del más fuerte –le besó en la frente con un gesto paternal- Ahora tú estás por encima de la cadena alimenticia. Eres una depredadora.
Samantha la miró extrañada. ¿Qué clase de locuras estaba diciendo? Lo más normal era denunciarla por asesinato… porque aunque no tenía muy claro qué era lo que había sucedido, ni cómo le había arrebatado la vida a esa pobre desdichada, había sido un asesinato. Pero John, lejos de hacer algo así, la estaba tranquilizando y excusando su actuación.
- ¿Qué soy qué? ¿Una depredadora?… no entiendo que está pasando aquí, ni que ha sucedido en esa habitación… Recuerdo que me besabas, mientras me ibas quitando… -bajó la mirada para encontrarse con la camisa de él a medio desabrochar- tu camisa –murmuró en voz baja- Y las sensaciones eran increíbles cuando me besabas en el cuello… Pero no recuerdo nada más coherente… ¿Me dormí y soñé el resto? Y luego… cuando me he despertado… tenía sed, me picaban los ojos… y ella estaba en la habitación… y olía tan bien…
Por primera vez John le sonrió mostrándole aquel pequeño detalle que antes no había percibido. Largos, finos, inmaculadamente blancos, mortalmente peligrosos y brillantes. Unos incisivos perfectamente vampíricos.
-Vamos a dar un paseo… Françine limpiará esto.
- ¿Un paseo? ¿A dónde? –murmuró, acercando su mano para acariciar los incisivos de John con la punta de sus dedos. Sorprendida por su presencia allí. De manera inconsciente, cubrió con su mano su propia boca. “¿Vampiros? No podía ser verdad… Los vampiros no existían… ¿o sí? Porque él tiene esos colmillos… y tú…” ; se llevó su mano hacia sus dientes… y se pinchó el dedo con la punta de sus incisivos –No… no puede ser verdad.
-Si mi niña, tú también eres una vampyr , señora de la noche –suspira, mientras la guía hacia el salón- ven, siéntate…
Ella lo miró sorprendida, dejándose caer en el sofá con pesadez.
- ¿Cómo? Yo… ¿por qué? ¿Tú me has hecho esto? –clavó su mirada en John, de manera insistente y nerviosa, esperando su respuesta.
John asintió con tranquilidad.
-Soy tu hacedor. Desde hoy estás muerta en vida. Tu único alimento será la sangre de los vivos, y a cambio vivirás una inmortalidad a mi lado. Viviremos felices unidos para siempre.
Samantha arqueó la ceja sin poder dar crédito a todo lo que estaba sucediéndole y a lo que estaba escuchando.
- ¿Inmortalidad? –Cerró los ojos intentando poner en orden toda la información que él le había dado- ¿Eres… soy… somos vampiros? ¿Cómo los vampiros de las películas? No puedo creerlo… -se quedó en silencio durante unos segundos- ¡Por eso estabas helado! No es que tuvieras frío… ¡Me engañaste! ¿Y qué es eso de que eres mi hacedor? ¿Qué se supone que somos ahora? Porque antes ibas a ser mi jefe… después eras el hombre seductor y atractivo que me gusta… Y ahora… ¿porqué yo?
John se sentó con cuidado a su lado, sonriéndole con confianza intentando evitar que se asustara más de lo que ya estuviera.
-Te he seguido todos y cada uno de los días de tu vida: tu primer novio, tus llantos, tus alegrías, tus penas, tus sueños… Lo sé todo de ti, y por eso te amo. Cuando no eras más que un bebe te tuve entre mis brazos, y lo recuerdo con tanta facilidad que asusta. Y ahora… -extiende su brazo para acariciar con mimo la mejilla femenina- ahora que te tengo aquí, delante de mí, todo parece casi un sueño para mí. Estoy descubriéndome ante ti con una facilidad que hasta otro vampiro se sentiría aterrorizado y con ganas de enviarme a la muerte definitiva.
Samantha lo miraba atónita.
- ¿Cuándo era un bebe? ¿Cuántos años tienes? –le preguntó nerviosa, levantándose del sofá y mirándolo directamente a los ojos- Y dices que me amas desde hace tanto…
John asintió.
-Hace tanto que perdí la cuenta… Puedes ponerme los que quieras. Recuerdo haber vivido épocas victorias… -se quedó durante unos instantes pensativo para luego volver a repetir para sí mismo- épocas victorianas… Y si, te amo desde entonces.
-Épocas victorianas… -repitió Samantha en un murmullo- y dices que desde entonces ya me amabas… Pero si yo no había ni nacido… ni existía… ¿Cómo podías amarme entonces? –volvió a sentarse a su lado en el sofá- Todo lo que ocurrió antes… ¿lo tenías planeado?
-En otro tiempo te llamaste Mary Anne –clavó sus ojos azules en los marrones de ella- La tatarabuela de tu abuela se llamaba May Anne –con sumo cuidado, cogió un pequeño marquito de plata y le mostró el retrato que guardaba.
El retrato de una joven vestida de época. Sus ojos, sus cabellos, sus labios… Era asombroso el parecido que había entre ellas dos.
-Pero no puede ser… Mary Anne… Nunca me hablaron de ella –pasó sus dedos por el rostro de la mujer- Somos iguales… ¿Estabas enamorado de ella? ¿Qué sucedió?
John asintió, con una mirada triste clavada en el retrato.
-Los franceses atacaron Londres y se la llevaron. Meses después, cuando conseguí encontrarla… estaba semi desnuda, violada y muerta… -varias lágrimas sanguinolentas resbalaron por sus mejillas.
La joven lo intentó consolar, abrazándolo con ternura.
-Lo… lo siento… debió de ser muy duro para ti –su delicada mano se deslizó por su nuca hasta su espalda, intentado reconfortarlo.
John le devolvió el abrazo, rodeándola con cariño.
-Pero ahora vamos a ser felices, Sam. Tú y yo. Nadie nos quitará esto –acarició su pelo- Te haré feliz y tú a mí –una sonrisa casi demente asomó a sus labios.
Samantha lo miró un poco asustada, por su sonrisa y por el ritmo acelerado en el que estaban sucediendo tantas cosas.
-Pero… yo no soy ella. Nos parecemos… Pero no soy ella –su mirada volvió a pasearse por el retrato- Debiste amarla mucho…
-A ti también te amo, Samantha. Te amo desde el primer día de tu existencia –le hace un gesto para que se acerque más a su lado- Voy a contarte todo sobre ti…
Y bajo una mirada muda de admiración, John comenzó a relatarle año tras año todos los acontecimientos importantes de su vida. Sorprendiéndola en más de una ocasión con algún detalle secreto que nadie conocía.
Hora y media después, John se quedó en silencio, observándola como si fuera un enamorado adolescente ante su primer amor.
- ¿Ves? ¿No haría eso un enamorado?
“O un psicópata, Sam… Pero bueno, ese es un tema por el que ya no te tienes que preocupar. Estás muerta…”
-No… no lo sé. Creo que nunca nadie estuvo realmente de mí. Nadie ha sabido tanto de mí cómo tú ahora. Pero… ¿por qué me preguntaste cómo era Samantha James si veo que lo sabes perfectamente?
John le sonrió con picardía.
- ¿Qué querías que te dijera? Hola Samantha Anne James, soy un no muerto de cientos de años y quiero que seas mi esposa… Queda poco creíble.
Samantha rió divertida.
-Creo que la situación en sí queda poco creíble… Hace unas horas tenía una vida, un puesto de trabajo, amistades… Familia… mi madre… Mi pobre madre, ¿qué dirá? Mi padre la abandona antes de que yo naciera. Y ahora… -suspiró pensativa- ahora soy una no muerta. Lo poco que sé sobre el tema es lo que haya podido ver en películas o leer en algún libro cuándo estaba en el instituto y la universidad. Ni si quiera sé que es lo que tengo que hacer… -miró a John- No mentiste cuando en tu club dijiste que hacía cien años que no te habías enamorado… ni tampoco exagerabas. Por eso te reíste cuando te pregunte cómo era John Hardestat y me respondiste que necesitaría toda una eternidad a tu lado para poder saberlo… -Samantha apoyó su espalda en el respaldo del sofá, recostándose un poco sin percatarse de que la camisa se le había subido un poco al hacerlo, mostrando parte de sus delicados muslos- ¿Y ahora qué? –le miró un poco incrédula- ¿De verdad me hubieras pedido que fuera tu esposa?
John se acercó hacia ella con movimientos provocativos, y Samantha sintió como si un millar de mariposas flotaran en su estómago, conteniéndola respiración y el deseo que él despertaba en ella.
-Ahora quiero que seas no sólo mi esposa. Quiero que seas mi amante, mi amiga, mi hija, mi confesor, mi ayudante, mi aliada,… Todo en uno. En cuanto a tu madre… ya debe creer que has muerto, mi vida. Los vampiros no deben existir al ojo humano, o habría una nueva inquisición esta vez mucho más destructiva que la primera. De hecho, no creo que la policía tarde mucho en llamar a su casa, comunicándole el desagradable incidente. Tus amigos pronto conocerán todo el suceso… Pero yo te enseñaré todo lo que necesitas saber de tu nueva condición –la palma de John se fue deslizando por la parte interior del muslo de Sam- Imagínate toda una eternidad siendo joven, con un hombre que te ama y que moriría por ti si es necesario. Una felicidad eterna, juntos.
-Así que para todo el mundo habré muerto tarde o temprano… -suspiró y bajó su mirada hasta la mano de John, conteniendo el aliento. Después alzó la vista lentamente hacia él- Ya sabía yo que me acabarías metiendo en un lío… nunca imaginé que me darías una nueva vida. Hay muchas cosas que desconozco –murmuró con la voz temblorosa.
John clavó su mirada en los ojos de ella.
- ¿No te complace la idea? –su voz sonaba triste y preocupada.
Samantha le sonrió sin apartar su mirada de la de él.
-Más bien me abruma un poco la idea… Pero eso no es malo. Es solo que toda esta situación es algo que nunca me había imaginado que pudiera ocurrir… Y menos aún que pudiera sucederme a mí.
John volvió a sonreír alegre, mostrando sus incisivos, inconsciente de su condición vampírica.
- ¿En serio? –cogió la mano de Samantha entre las suyas, acariciándola con más cariño aún- Entonces, entonces vivirás aquí conmigo –murmuró ilusionado- ¿cómo siempre debió ser?
-No tengo a donde ir… -miró su mano más pequeña en la de John y sonrió con timidez- ¿de verdad quieres que esté aquí, contigo?
John asintió.
-Quiero hacerte feliz el resto de la eternidad.