V&W (Capítulo 1)

Samantha Ann James es una abogada de éxito que a sus 23 años sólo le falta una cosa en la vida: AMOR. Este llega una noche en forma de caballero inglés; pero con él, llega también un cambio que no había pedido ni deseado..

Samanta Ann James tenía mucho más de lo que había esperado en su vida. Tenía una familia. Vale, estaba formada solo por su madre, pero era la única familia que había conocido en su vida. Era dueña de un bonito ático en Beverly Hills; una importante y joven abogada empresarial de éxito y trabajaba en el edificio más respetable de toda

“Luna Bay”.

Y pese a que la Navidad inundaba la calle con sus luces, los escaparates llenos de regalos, la gente corriendo de un lado para otro ultimando sus compras, y el frío que se calaba hasta los huesos… era la cuarta vez en el día que Samantha tenía que volver al rascacielos. Hacía media hora que Henry Oxford la había llamado para pedirle como favor personal que fuera, pese a que era su día libre.

Tiró de las solapas de su abrigo largo, ajustándolas, intentando resguardarse mejor del frío, mientras caminaba hacia su

Aston Martin

. Sus elegantes zapatos de tacón resonaban en la acera, pisando con la misma seguridad que siempre la había caracterizado desde que terminó su carrera universitaria en Columbia, y se mudó a California.

Con una suave presión en las llaves, el seguro de su coche saltó y abrió la puerta. Dejando en el asiento del copiloto su maletín y el abrigo que llevaba, entró en el deportivo metalizado.

  • ¿Por qué me tiene que llamar a estas horas? –masculló mientras colocaba el teléfono en el manos libre del coche y se ajustaba el cinturón- ¿Es que realmente se piensa que no tengo vida social? Vale… No tengo un marido… ni un novio al que darle cuentas… Pero eso no me impide llevar una vida normal en que la gente por las noches se va de juerga con sus amigos, cena o toma café… -Samantha suspiró con resignación mirándose a través del espejo retrovisor mientras lo ajustaba para poder salir- Tampoco es que sea un esperpento… -automáticamente, arrancó el coche.

El ruido del motor y el canal despertador de la radio la silenciaron durante unos segundos, concentrándose en salir correctamente sin que su coche se llevara ningún rasguño. Era un coche demasiado caro como para andarse con tonterías del estilo.

-Luego dicen que en Nueva York no sabemos conducir ni aparcar… En Los Ángeles no es que sea mucho mejor… Y el tiempo… ¡Es de locos!

A su mente acudió la argumentación final que su jefe le hizo para que aceptara cambiar de ciudad

“California, sol, playa, lujo, y vivir en unas vacaciones completas…”

Sonrió con pesar. No había tenido nada de eso desde que estaba allí. El trabajo la absorbía demasiado como para haber podido disfrutar de los días de sol cuando estos habían sido… Y el frío de ahora hacía que no añorara nada diciembre en Nueva York.

La voz de Celine Dion interpretando

“All by myself”

a través de la radio, la arrancó de sus pensamientos y de manera inconsciente comenzó a canturrear, mientras su coche bajaba a una velocidad considerable por

Sunset Boulevard.

Un rayo rasgó el cielo en el preciso instante en que el Aston Martin hacía su glamurosa entrada en el parking del edificio. El lugar se encontraba prácticamente desierto, un par de coches, el del portero, el de Oxford… y otro que le resultó totalmente novedoso a Samantha era lo único que allí había. Con rapidez aparcó en su plaza y cogió todas sus cosas, saliendo del coche.

Samantha suspiró mientras un escalofrío le recorrió la espalda.

“Deberían poner un sistema de calefacción aquí abajo… Los Ángeles no está preparado para el frío… y parece que yo deje de estarlo cuando me marché de Nueva York”.

Dejando su maletín sobre el capó del coche, se ajustó la ropa, se colocó el abrigo y comprobó que ningún rebelde mechón se hubiera escapado de sus cabellos castaños impecablemente recogido. Cuando comprobó que todo estaba perfecto, como siempre, volvió a coger sus cosas y se marchó hacia el ascensor.

Por favor Sam, ¿puedes venir esta noche? Ya sé que es tu día libre, que hacía mucho que no tenías uno de estos… que te prometí que nadie te molestaría pero aún así has venido tres veces… Pero es muy importante y no puede esperar a mañana”

Suspiró cuando las puertas del ascensor se abrieron y una bocanada de aire cálido acarició su rostro al entrar en él.

-Bueno, por lo menos Hall hoy tiene la calefacción del edificio en marcha…

No habían pasado ni treinta segundos cuando las puertas del ascensor volvieron abrirse y antes Samantha apareció la elegante recepción del edificio. Con una sonrisa amable caminó hacia el recepcionista.

-Buenas noches, señorita James. Parece que esta va a ser una noche de perros.

La cabeza castaña se movió en gesto afirmativo.

-Buenas noches Hall. La verdad es que si. Fuera hace un frío que quita el hipo… -rebuscando en su bolso, sacó la tarjeta que usaba para fichar y la insertó en la máquina. Tras un suave pitido, volvió a sacarla- ¿Ha llegado ya Oxford?

-Si. El señor Oxford la está esperando en su despacho. Habló no-se-que cosa de que iba a subirle el suelo por su esfuerzo y no-se-que trivialidades más –el hombre dibujó una sonrisa feliz, como si hubiera sacado a la luz el mayor secreto del mundo.

En cambio, Samantha arqueó la ceja extrañada. ¿Henry Oxford la hacía venir sólo por un aumento de sueldo? ¿Eso era lo urgente que no podía esperar a mañana?

-Bueno, será mejor que suba antes de que Oxford se impaciente… Ya sabemos todos lo que opina por hacerle esperar.

Con una sonrisa amable se despidió del recepcionista y caminó hasta el único ascensor que subía directamente al ático del rascacielos. El despacho de Henry Oxford.

Vale Sam, estabas cómodamente tumbada en tu sofá…

-pulsó el botón del ascensor para subir y las puertas se cerraron de manera automática-

sin nada mejor que hacer… pero hoy era mi día libre. Y he tenido que venir tres veces antes… ¡Esta es la cuarta!”

–inspiró aire profundamente

-Calmate Sam… Calmate… ya sabes que la cuestión reside en no mostrar tus emociones… – se dijo a sí misma- se amable… sonríe… y no fulmines a Henry hasta que no sepas realmente porqué quería que vinieras con tanta urgencia.

Las puertas del ascensor se abrieron un minuto más tarde de entrar en él. Samantha salió de él y caminó con seguridad ante la sobria elegancia de la estancia. Henry Oxford no tenía secretaria, para ello ya tenía a su abogado personal. ¿Para qué complicarse más la vida? Samantha James sabía ser una buena abogada y una eficiente secretaria. Por algo su contrato era de total exclusividad. Quizás por eso mismo, ese ascensor daba directamente al despacho.

Alzó sus ojos castaños, dispuesta a saludar a su jefe y se quedó durante unos instantes enmudecida.

Henry Oxford se encontraba cómodamente sentado en su sillón, al otro lado de la robusta mesa de roble, charlando de forma animada con un atractivo hombre rubio, de pelo corto, con lo que parecía un caro Armani de color negro y que parecía ser un par de años mayor que ella. No muchos más.

Inspirando profundamente, recuperó el aliento y el tono confiado.

  • Buenas noches, caballeros. Siento haberles hecho esperar, ¿llego muy tarde? –interrumpió la charla, caminando hacia ellos mientras se desabrochaba los primeros botones de su abrigo.

Henry sonrió complacido a la joven.

-Por supuesto que no Sam. Le presento al señor John Hardestat.

Samantha asintió a las palabras de su jefe mientras estrechaba de manera cordial y segura la mano de aquel joven.

-Encantado de conocerla, señorita… ¿Cómo debo llamarla? –le voz viril y sensual con un leve acento inglés de aquel hombre provocó una sonrisa mecánica en el rostro de Samantha.

-Soy Samantha James, señor.

-Encantado señorita James –la cálida mano masculina cubría la helada de ella mientras que sus ojos azules se clavaban en los de Samantha. Un escalofrío recorrió su espalda. Era sin duda uno de los hombres más atractivos que tenía ante ella. Quizás, con diferencia, era el más atractivo que había visto nunca. Y enigmático, con ese aire de caballero inglés… -Henry la ha llamado para que firme su acta de renuncia para con las responsabilidades que tiene con esta empresa.

La sonrisa se borró de los labios de Samantha y miró extrañada a ambos hombres, apartando su mano de aquella calidez que tanto la desconcertaba.

  • ¿Cómo? ¿Mi renuncia? ¿Por qué? ¿He hecho algo mal? Creía que todo iba bien…

-Y así es, Sam –Henry decidió intervenir y tomar cartas en el asunto. Después de todo, Samantha estaba dónde estaba gracias a él. No era más que una estudiante de Derecho en el primer año de carrera cuándo fue asignada a su empresa para realizar las prácticas. Y fue allí cuándo descubrió todo el potencial que tenía. Y desde entonces… ya no la había dejado ir… hasta ahora- Pero no te alteres, querida. El señor Hardestat ha comprado

“Walthers and Nutchers”

, y le gustaría que comenzaras a trabajar a su cargo. Para ello necesita que renuncies al contrato de exclusividad que te vinculaba a esta sociedad. Ahora John Hardestat va a ser tu jefe, y espero que a él le profeses la misma lealtad que me tuviste a mí. Yo voy a volver a Miami. Mi jubilación se ha visto adelantada muchos años, y todo gracias a ti –una amplia sonrisa de orgullo se dibujó en sus labios.

-Señorita James, me han hablado muy bien de su trabajo… He comprado esta empresa sólo para tenerla entre mi abogados, y créame cuando le digo que usted tendrá las mismas condiciones que tenía con

W&N

, salvo con algunas mejoras, ¿qué le parece?

Samantha miró desconcertada a ambos hombres y finalmente su mirada se clavó en John Hardestat.

-La verdad es que ahora mismo estoy anonadada. La verdad, me asombra y me halaga el pensar que habéis comprado toda una empresa sólo para contar con mi presencia entre sus abogados, señor Hardestat –con el rostro sereno y movimientos elegantes, Samantha dejó su abrigo bien doblado sobre el respaldo de una de las butacas dónde ya había dejado su maletín instantes antes- Espero saber estar a la altura de las expectativas generadas por las habladuría sobre mi trabajo- sonrió con amabilidad durante unos instantes- y por lo que veo, ya lo tienen todo más que hablado y no me dan mucha opción de elección –después su mirada se posó de manera amable en Henry- Me alegra haber contribuido en algo a tu feliz jubilación, Henry. Muchas gracias por la oportunidad que me diste y por todo lo que hiciste por mí. Ha sido un verdadero placer trabajar contigo… y ya sabes cómo encontrarme si alguna vez me necesitas.

John sonrió de manera encantadora cuando escuchó con atención cada palabra que ella había dicho. Durante un instante había dudado que lo hiciera. Sólo durante un instante inferior a una fracción de segundo.

-Sabría que aceptaría. Queda formalizar su contrato con una rubica –en un rápido movimiento, le ofreció a Samantha una pluma de marmoleado diseño, junto con varias hojas.

Samantha observó las hojas extrañadas, cogiendo la pluma y leyéndolas con rapidez.

-Es un contrato standard de renuncia a trabajar en mi nombre, y justo debajo encontrarás uno en el que accedes a trabajar para la firma

Hardestat Ltd

. En las mismas condiciones que las que yo le daba antes.

-Bueno, también al trabajar para mí, usted ganará lo mismo que mis empleados más cualificados, que es un poco más de lo que ganaba en

W&N

. Al igual que cuando usted sea madre, podrá disponer del servicio de guardería que hay en el propio edificio. Y a partir de ahora, tendrá los fines de semana libres para salir con su pareja –sonríe de manera encantadora, acariciando un anillo de oro de su mano derecha.

Samantha suspira asintiendo, con la vista clavada en aquel gesto. “Casado… ¡Pues claro que está casado! Últimamente todos los hombres guapos parecen estarlo… y tú, como no tienes vida social gracias a tu trabajo absorbente no tendrás un triste novio en la vida con el que pasar los fines de semana libres… ¿Fines de semana libres? ¿Eso ha dicho?” Vuelve a fijar su atención en ambos contratos y firma, entregándole a Oxford el de renuncia, y el nuevo contrato a Hardestat.

John se apresura en guardar el contrato con una sonrisa orgullosamente triunfal, mientras Samantha cogía su abrigo y su maletín.

-Podríamos ir a celebrar su nueva incorporación en uno de mis locales, dónde por trabajar conmigo –le extiende una tarjeta a Samantha- le harán un buen descuento en las copas, ¿qué le parece? –con un gesto sutil, John colocó su mano sobre la cintura de Samantha para guiarla hacia el exterior.

-Eh… Bien… gracias… -Samantha coge la tarjeta que le entrega y la guarda en el bolsillo de su pantalón, para después mirar su reloj- Aún no es muy tarde… así que una copa no vendrá mal. Aunque mañana he de madrugar… tengo una trabajo al que acudir y no creo que a mi nuevo jefe le guste que llegue tarde –bromea.

-Será mejor que se olvide de sus anteriores obligaciones. Ahora mismo va a ser mi abogado personal. Tan sólo llevará los informes y los problemas que mi empresa o yo mismo acarreemos con la ley, y francamente espero que no sean mucho –ríe- Henry me ha puesto muy al corriente de cómo era su vida laboral aquí, y creo que va a notar cambios. Por lo pronto, se acabó el levantarse a las siete. Mañana se levantará a eso de las diez y diez y media, tomará un expresso, y verá lo bonita que es la vida. Sobre las doce llegará a este mismo edificio, y me tendrá listo un traje nuevo –la joven lo miró extrañada con la petición. ¿Un traje? ¿Desde cuándo entraba en las labores de un abogado elegir el vestuario de su jefe?- No se asuste, señorita James; se perfectamente que eso no entra dentro de sus competencias, pero el empleado que tengo designado para esto no se encuentra disponible, y me haría un gran favor. Trabajo de noche y me es muy complicado encargarme yo mismo de ir a recogerlo. Una vez terminado con eso, tiene toda la mañana y la tarde libre. Pero a la noche deberá volver aquí, para que le de un horario completo con su trabajo.

  • ¿Tiene alguna predilección por la marca o el diseño del traje?

La cabeza rubia de Hardestat se movió en gesto negativo.

-Solo que sea oscuro.

-De acuerdo. Mañana a las doce tendrá en este mismo despacho el traje.

-Eres muy amable, James –una mueca de satisfacción se dibujo en sus labios

Samantha no sabía muy bien cómo había ocurrido todo, pero cuándo se quiso dar cuenta, se encontraba entrando en el aparcamiento junto con su nuevo jefe, y siguiéndole hacia ese coche que no le había sonado nada cuándo llegó. Ni si quiera se había despedido en condiciones de Oxford. ¿Tan absorta había estado cómo para no darse cuenta de nada?

Fue el sonido de la voz de John, invitándola a subir a su coche lo que la hizo reaccionar.

-Tengo mi coche ahí… si me da la dirección… Prometo estar allí para cuándo llegue.

  • ¿Conoce el

American Idol

?

-Claro. Es el club de moda.

-Es mío –John caminó hacia la puerta del piloto y la abrió para entrar en el coche- Vaya hacia allí.