Vuelvo con ellas, etc.

Me planteé volver a llamar a alguna de las chicas del pasado, pero no acababa de dar el paso.

Lunes

Yo había entrado en una espiral de aislamiento, tras una vida de saltar de una pareja a otra. Ninguna me satisfacía por completo, y las iba dejando. Ninguna duraba más de dos años. Me planteé volver a llamar a alguna de las chicas del pasado, pero no acababa de dar el paso. Sin embargo, el mismo día me encontré con Izane y con Cuca, en momentos distintos. Izane seguía guapa y delgada. Llevaba de la mano a su hija, Tota, tan pequeña de talla como siempre, pero ya habían pasado cuatro años y era casi una mujercita. Izane y Tota se pusieron muy contentas de verme, y la madre me invitó a tomar un café en su casa al día siguiente.

Cuca, por su parte, seguía fresca y desenfadada. Me dijo que no tenía pareja y le informé de que yo tampoco, desde que lo dejamos. Eso bastó para que me acariciase la mejilla abriendo su boca, recordándome con ese gesto cómo se solía tragar mi polla enterita. Le agarré del mentón y entornó los ojos. Encontramos un rincón discreto donde le follé la garganta.

-Ay, Arturo. De nuevo con las rodillas hechas polvo, como en los buenos tiempos...

-Eres una chupapollas genial, Cuca. Además, tengo novedades. Mañana voy a casa de Izane a tomar un café.

-Anda, pero ésa fue tu novia antes que yo, ¿cómo ha sido?

-Me la he encontrado hoy mismo, como a ti. Iba con su hijita...

-Espera, que me acuerde: ¡Tota! Era una niña menuda, ¿verdad? Siempre decías que estaba muy encariñada contigo...

-Eso es. Pues ahora ya no es tan niña, andará por los dieciocho...

-Vaya vaya. Entonces mañana te follas a Izane, ¿no?

-Qué bestia eres. Sólo voy a tomar un café. Además estará la niña.

-Acabas de decir que ya no es tan niña, no sé, no sé, jajaja.

Las bromas de Cuca siempre eran así, directas y certeras. Me despedí de ella con un beso en los morros.

-Suerte con la mamá y la hijita mañana, Arturo. Me ha encantado verte y tragarme todo, como siempre. Ya me contarás...

Lo cierto era que la niña Tota me ponía, desde que la conocí. Su aspecto desamparado me hacía fantasear con manejarla a mi antojo, pero nunca había hecho nada con ella. Al contrario, era Tota la que siempre se comportaba conmigo con un cariño especial, abrazándome fuerte o poniéndome ojitos.

Martes

-Pasa, Arturo. Te estábamos esperando.

-Hola, Izane. Gracias por la invitación.

Izane se había puesto guapa para mí. Tenía muy buen cuerpo y cualquier cosa le quedaba bien, pero el vestido ceñido que llevaba le sentaba como un guante. Tota apareció como un rayo y saltó a mis brazos, como solía. Sería por su inocencia virginal o por instinto de seducción, pero la criatura llevaba un top y un pantaloncito que dejaban poco a la imaginación. En esa casa se respiraba aquel día un alto ambiente erótico.

Me senté en el sofá y Tota se puso junto a mí. Izane sirvió los cafés y se acomodó al otro lado.

-Cuéntamos, Arturo, qué vida llevas.

-Bueno, normal... Te has puesto muy guapa, Izane...

-Jajaja, no es nada... Teníamos un invitado...

Madre e hija, cada una a su modo, se mostraban coquetas ante mí. Izane se atusaba el pelo mientras me hablaba, avanzando su torso. Tota remoloneaba en el sofá, cambiando de postura todo el tiempo, sin dejar de rozar mi cuerpo con el suyo. Izane recogió las tazas y fue a llevarlas a la cocina. Tota, por descuido o no, abrió sus piernas en ausencia de su madre. El short elástico le marcaba perfectamente sus labios vaginales.

-Tota, ve a tu cuarto a hacer los deberes. Arturo, acompáñame a mi dormitorio. Te enseñaré unas cosas.

-Pero mami, quiero estar con vosotros...

-Anda, hazme caso. Déjanos a Arturo y a mí a solas un rato.

La cría hizo un mohín de fastidio y se marchó, no sin antes volver a abrazarme a su modo, dejando caer un beso en mi nuca a espaldas de su madre.

-Bueno, Arturo. Por fin solos. Así que te ha gustado mi vestido...

-Mucho, preciosa. ¿Qué querías enseñarme?

-Ya lo sabes, tonto.

Izane se recostó en su cama y empezó a desnudarse. Yo me quité la ropa también y entré en su culo de un golpe, aprovechando que ella ya se había puesto a cuatro patas sobre la cama. Habíamos cerrado la puerta, pero ahora estaba sólo torneada, con unos ojillos curiosos al otro lado. Acabé corriéndome en la cara de Izane, como en los buenos tiempos, y me quedé tendido en la cama mientras ella iba a asearse al baño de su dormitorio. Miré de nuevo hacia la puerta y vi cómo la niña se escabullía.

Era hora de irme, y entré al cuarto de Tota a despedirme, mientras su madre se quedaba en la cocina preparando la cena para las dos.

-Me voy ya, peque. Que conste que te he visto espiando.

-Ay, perdona, papi. No se lo digas a mamá. Me castigaría... Y prefiero que me castigues tú. Toma, escríbeme, porfa...

La pequeña me dio un papelito con su teléfono, mientras mordía su bolígrafo. Luego se levantó y volvió a abrazarse a mí con fuerza. La cogí del culito y se lo apreté bien con las dos manos. Un leve jadeo agudo se le escapó en mi oído.

-Hasta pronto, papi.

Acababa de follarme a Izane, pero con el abrazo de Tota volvía a estar trempado. Además, esa costumbre nueva suya de llamarme papi era muy excitante. Cogí el teléfono.

-¿Cuca? Tenías razón, como siempre. Si estás libre, voy a tu casa y te cuento.

-Claro, te espero, Arturo.

La puerta de Cuca estaba abierta cuando llegué. Al empujarla, la vi arrodillada, con las manos a la espalda y sonriéndome. Llevaba un salto de cama con sus grandes tetas fuera. Siempre tan juguetona. Me saqué la polla sin decir ni hola y se la clavé en la garganta. Era la segunda vez en dos días, después de tanto tiempo sin vernos.

Mientras Cuca hacía ese ruido gutural que tanto me gusta, le conté todo sobre mi visita a casa de Izane. Cuando acabó de tragar y limpiarme bien con su lengua, se levantó y trajo dos cervezas.

-Guau, la verdad es que me encanta que me ahogues así, hasta lo echaba de menos... Así que no sólo te has follado a la madre, sino que ahora la niña pide marcha también.

-Pues sí, ya ves. El caso es que no sé que hacer. Nos estamos enviando unos mensajes algo subidos de tono, desde que me ha dado su número.

-Ay, Arturo, no te engañes. Ya nos conocemos. Tú lo que deseas es destrozarla enterita, y parece que ella también quiere...

-Ya, pero si se entera Izane, me mata.

-Eso lo arreglo yo, ¿me dejas?

Cuca cogió mi teléfono, buscó el número de Izane y llamó.

-¿Arturo?, dime...

-No, perdone, soy Cuca, de promociones Merchán. El señor Radel se ha dejado el teléfono en nuestra oficina y usted es la primera persona que ha respondido. ¿Son familia?

-¿Cómo dice? ¿Promociones qué?

-Sí, somos una agencia de branding. Arturo Radel es un cliente nuestro, ¿usted podría localizarlo?

-El caso es que sólo tengo este teléfono... Podría ir a avisarle a su casa...

-Gracias, muy amable. Lo mismo nos pasa a nosotros, pero no tenemos su domicilio, por confidencialidad. El branding obliga a respetar la tasa de envíos in and out.

-No entiendo nada de lo que me está diciendo, pero en una hora calculo que se pondrá en contacto con ustedes.

-Se lo agradecemos, señora. Pase cuando quiera por nuestras oficinas en Díaz Sobrado 3 y le daremos un obsequio. Pregunte por Cuca.

Yo no acababa de creerme tanta soltura para mentir. Pero sí entendí la jugada. Tota estaría sola al menos dos horas. Mientras iba con Cuca a casa de Izane, le interrogué:

-Vamos a ver, Cuca. Ahora Izane verá que no estoy en casa.

-Claro, cariño. Entonces te dejará una nota y volverá. La suerte que tienes es que vivís muy lejos, y nosotros ya estamos llegando a ver a la niña... Espera, que la llamo para que abra...

-¿Hola, eres Tota?

-Sí, ¿y usted quién es? ¿Por qué me llama con el teléfono de Arturo?

-Soy una amiga de tu papi, que está conmigo. En un minuto llegamos a tu casa, ricura. Ábrenos, sabemos que estás sola.

-¿Papi?

-Dime, peque, ya estamos casi.

-Uf, menos mal. Ya creía que era una broma. Oh, el timbre. Os abro y me aclaráis todo esto.

-Hola de nuevo, Tota. Te presento a Cuca. Le he contado que quieres que te castigue y le ha hecho ilusión venir conmigo...

-¡Qué vergüenza, papi!

-Ni vergüenza ni hostias, calientapollas. Enséñanos las tetitas.

Tras años deseando manejar a esa niña, había llegado el momento. Y todo gracias a Cuca. Tota se levantó el top y mostró sus dos preciosas tetas en crecimiento. Estaba temblando, callada, asustada, mojada. En su entrepierna, una mancha de flujo evidente. Cuca se percató enseguida y empezó a masturbarla, metiéndole la mano en el short. La cría abría las piernas todo lo que podía. Me saqué la polla y empecé a follarle su boquita. Cuca la desnudó mientras, y luego se quitó también su ropa.

Entre Cuca y yo, aquella menuda niñita no tenía nada que hacer. Por otro lado, estaba entregada a la aventura. Mientras yo le desvirgaba el coño, ella y Cuca se besaban con ardor. Acabé corriéndome dentro del culo de la niña, que quedó tendida en el suelo chorreando semen y con carita de satisfacción, recién estrenados sus tres agujeritos. Cuca se arrodilló tras ella y puso su cabecita sobre sus piernas, acariciando el pelo de la criatura.

-Papi, ha sido genial. Y gracias también a usted, Cuca. Pero aún no he sido castigada...

-¿Aún quieres más? Eres insaciable.

-Sólo digo que cuando una niña se porta mal, como yo, su papi tiene que pegarle...

Cuca me miró encantada, mientras sostenía de los brazos a Tota. Solté mi primer bofetón en el carrillo izquierdo de la niña, que puso la otra mejilla. Segundo bofetón. Luego Tota señaló sus tetitas y las azoté también, con fuerza.

-Vaya, Arturo. Esta cría es muy resistente. Entiendo que te guste tanto. ¿Puedes hacer con mis tetas lo que has hecho con las suyas, por favor?

Lancé una somanta de hostias también a las tetazas de Cuca, ante la atenta mirada de Tota.

-Papi, ¿Cuca también se ha portado mal?

-No, mi peque. Ella es así, le gusta complacerme.

-Cuando sea más mayor, quiero ser como tú, Cuca.

-Vas por buen camino, dulce Tota. Arturo, tenemos que marcharnos ya.

-Bueno, Tota. Seguimos en contacto. Este será nuestro secreto.

-Claro, papi. Adiós.

Mi teléfono tenia varias llamadas perdidas de Izane. Cuca la volvió a llamar.

-Señora Izane, veo ahora sus llamadas.

-Sí, Cuca. He ido a casa de Arturo, pero no estaba y le he dejado una nota. Seguro que cuando la lea se pone en contacto con ustedes.

-Muchas gracias, Izane. Nos vemos pronto.

Miércoles

A la mañana siguiente pasé por la supuesta empresa donde trabajaba Cuca, en realidad un edificio de oficinas cuyo conserje era amigo suyo. Un despacho vacío fue rápidamente acondicionado como la falsa sede de promociones Merchán.

Cuando llegó Izane a por su premio, me hice el encontradizo.

-¡Izane! Te agradezco mucho tus gestiones de ayer. Ya he recuperado mi teléfono, gracias a ti.

-Hola, Arturo, no es nada. Vengo a ver a una tal Cuca, que me dijo que me iba a recompensar... Voy un poco justa de tiempo, Tota sale del instituto en media hora y he quedado en pasar a recogerla.

Acompañé a Izane al despacho, donde esperaba Cuca con un reloj barato comprado en un bazar.

-Vaya, veo que os habéis encontrado. Soy Cuca, encantada. Tome, un pequeño obsequio por las molestias de ayer.

-Muchas gracias, señora Cuca.

-Ya que está usted aquí, doña Izane, le contaré con detalle las actividades de la empresa. Quizás le interese ser nuestra cliente.

-Lo siento, no tengo tiempo ahora...

-Izane tiene que recoger a su hija en el instituto...

-Señor Arturo, si fuera usted tan amable de encargarse de eso, mientras explico a la señora Izane los detalles...

-Claro... Izane, tranquila. En un rato traigo a la niña.

-Oh, gracias, Arturo. Esperaré aquí. Me da curiosidad lo de esta empresa tan rara.

Por un lado, estaba claro que a Izane le gustaba Cuca. Cuca era así, despertaba el deseo en todo el mundo con su actitud tan positiva y su cuerpazo de diosa. Por otro lado, la salida del instituto de Tota era un hervidero de niñas con uniforme, una especie de cascada de placer primaveral. Tota emergió de ese torrente como una gotita de agua más, refrescante, deliciosa.

-¡Papi!

Ahí estaba de nuevo su gesto característico conmigo. De un salto se me abrazó como un monito, con su mochila a la espalda. Quizás por la violación múltiple del día anterior, o por los azotes, el volumen de sus tetas era mayor, y lo noté enseguida cuando las apretó contra mi pecho. Dos niñas preciosas nos miraban, apostadas junto a nosotros.

-Papi, te presento a las gemelas Cindy y Fiona. Van conmigo a clase y somos mejores amigas. Que sepas que les cuento todo de mi vida.

Tragué saliva mientras las saludaba. Me miraban con curiosidad, como embobadas. Una joven, rubia como ellas, no mucho más mayor de edad pero ya desarrollada por completo y con una tetas enormes, se acercó.

-Hola, señor. ¿Usted es el padre de Tota?

-Sí, bueno, fui el novio de su madre, Izane.

-Ah, encantada. Veo que me ha guardado a mis hermanas, gracias.

Cada una de las gemelas le cogió de una mano. Eran muy parecidas, las tres: tenían aspecto de nórdicas. La imagen de esas rubias me dejó congelado unos segundos, con la mirada fija en el generoso escote de la mayor, por donde se perdía dichoso algún mechón de su melena.

-Papi, papi, despierta, jajaja. Astrid, vas a tener que invitarnos a papi y a mí a merendar a tu casa, ¿no crees?

-Oh, sí, por supuesto. Tota viene mucho, con las niñas. Tome, este es mi teléfono. Nos vamos ya.

Conduje de camino a la falsa oficina con la cabeza de Tota entre mis piernas y su boca bien empalada. Ya en el ascensor, la niña me dijo:

-Papi, me encanta que me hagas esas cosas. Lo de ayer con tu amiga Cuca fue genial. Pero lo mejor, de verdad, es cuando me pegas. ¿Me das una bofetada antes de que se abra el ascensor, porfi porfi?

Accedí a su capricho. Casi la tumbo, pero aguantó el equilibrio, justo a tiempo. Habíamos llegado al piso del despacho. Izane estaba sentada junto a Cuca, que la tenía agarrada del muslo.

-Ah, señor Arturo. Ya vuelve con la hija de la señora Izane. Encantada, preciosa, soy Cuca.

-Yo me llamo Tota, un placer también, jijiji. Mami, ¿nos vamos ya? Esta tarde quiero ir a casa de Cindy y Fiona.

-Lo siento, mi niña, no te puedo llevar. Tengo que volver aquí a firmar unos papeles.

-No te preocupes, Izane, yo la acompaño. Tengo la tarde libre.

¿Unos papeles? ¿Qué estaba tramando Cuca? Cuando me quedé a solas con ella, me informó.

-Tengo a Izane a punto de caramelo, Arturo. No puede ser más ingenua. Yo creo que hasta su hija se entera mejor de todo que ella misma. Si llegáis a volver cinco minutos más tarde, nos encontráis follando.

-No lo dudo. Pues buena zorra estás hecha tú.

-En eso te doy la razón. Venga, celosillo, trae esa polla, que te voy a poner los ojos en blanco...

La puta de Cuca no llevaba bragas bajo la minifalda, como de costumbre. Se tumbó frente a mí sobre la mesa, separándose los muslos con la manos. Parecía que siempre estaba lubricada, porque mi polla entró en su culo sin esfuerzo alguno. Mientras le azotaba las tetas y la cara, me pedía más. Me corrí en sus entrañas sin quitarme de la mente las tetazas de Astrid.

Por la tarde, fui a buscar a Tota a su casa. Izane aprovechó para salir al encuentro de Cuca.

-Arturo, tráeme a la niña a la hora de la cena. Gracias por tu amabilidad. ¿Estoy guapa? Quiero causarle buena impresión a Cuca, es un encanto de chica.

-Estás preciosa, no te preocupes. Vamos, Tota, al coche.

La niña entró en el coche y me despedí de Izane con un beso a tornillo, anticipo de los que ella iba a recibir en un rato por parte de Cuca. Mientras conducía, Tota me masturbaba, siguiendo mis instrucciones.

-Papi, me he dado cuenta de que aún le gustas a mami, igual que a Cuca. Pero yo te quiero más que todas juntas, y me encanta verte siempre tan contento con ellas y conmigo. Ahora le vas a hacer tus cositas a Astrid, ¿verdad?

-Eso espero, cielo. Y cuando estemos en ello, te invito a que te unas a nosotros con las gemelas.

-¡Va a ser genial!

Astrid nos abrió la puerta con un microbiquini y un pareo transparente. Al verla así, semidesnuda para mí, casi me da un infarto. Las gemelitas aparecieron después y se llevaron a Tota. Astrid me invitó a sentarme con ella en el salón.

-Bueno, señor, mientras las niñas juegan podemos conocernos mejor.

-Claro, claro. ¿Siempre vistes así de ligerita, preciosa?

-Jajaja, no, señor, me he puesto este bikini porque venía usted. Mis hermanitas ya me han informado de su carácter fogoso... Está claro que entre usted y su hijita hay una relación especial...

-Vaya, los secretos vuelan... En fin... Entonces, ¿vuestros padres?

-Ah, ya veo. No se preocupe. Las tres somos ya mayores de edad, y vivimos solas. Pero relájese... ¿No le gusta lo que ve?

Astrid no dejaba hueco a la imaginación. Acababa de liberar sus melones y me los mostraba, sujetándolos juguetona.

-¿Le gustan mis tetas? Puede morderlas si quiere, me encanta eso... Uy, qué rico, así, así. Por fin un hombre en casa... Pero métame el puño en el coño, no se corte...

No sólo le hice caso, sino que me la llevé con él dentro hasta su habitación. Ya con ella tendida en la cama, estaba dándole una buena ración de bofetones, cuando entraron las tres niñas.

-Uy, por Dios. Peques, no os preocupéis. El señor y yo estamos jugando, no es lo que parece...

Las gemelas parecían ciertamente sorprendidas.Tota tomó la palabra.

-Cindy, Fiona, no pasa nada malo. Ya os conté que papi jugaba conmigo a estas cosas...

Las tres niñas se desnudaron y subieron a la cama con nosotros. Astrid intentó decir algo, pero le callé metiéndole la polla en la boca. Tota guiaba a sus amiguitas.

-Cindy, tú siéntate en la nariz de Astrid. Así casi no podrá respirar y tragará mejor. Fiona, ven, mete tu lengua en el culo de papi. ¿Está bien así, verdad, papi? Porfi, pégame en las tetas, me encanta...

Tota soportaba mis hostias con esmero, agarrándose del coño de Astrid. Esa niña era un volcán en erupción. Estaba siendo una tarde muy provechosa. Saqué mi polla de la garganta de Astrid, y aprovechó para hablar.

-Le pido disculpas, señor. Le aseguro que yo no he enseñado esas cosas a Tota. Parece que le encanta que le pegue, como a mí. Si no tiene inconveniente, me pongo a su disposición para lo que quiera. Le ofrezco mi vida entera.

-Esa es la actitud, mi tetuda. Claro que te adopto, y a tus hermanas también.

-Gracias, señor. Las niñas están aprendiendo todo ahora mismo. Nunca habían sabido nada del sexo y veo que les encanta.

Y era cierto. No me dejé un agujero sin violar, de los doce que se me ofrecían en aquella cama. Mientras terminaba de descargar en el último que me quedaba, el coñito de Fiona, Tota me acercó mi teléfono.

-Es mami, está llamando.

-¿Izane?

-Hola, Arturo. Sólo quería saber si va todo bien en casa de Astrid con Tota y las niñas. Como nunca la habías llevado allí...

-Todo va muy bien, cielo. Ahora terminábamos de jugar todos juntos.

-Me alegro. Has vuelto a mi vida y todo parece más sencillo, Arturo.

-¿Y tú qué tal con Cuca? ¿Te convence su empresa?

-Es un amor. Me da un poco de vergüenza decírtelo, pero creo que me he enamorado de ella, ya sé que parece una locura...

-No, mujer, lo entiendo, Cuca es muy atractiva.

-Estamos con el manos libres y te está oyendo con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Señor Radel? Espero que no le importe que su ex novia y yo hayamos congeniado...

-Claro que no, Cuca. Las dos os merecéis mutuamente.

-Gracias, señor. Izane y yo hemos pensado que se quede a cenar con nosotras y la niña esta noche, como agradecimiento por todo.

-Genial, acepto. Hasta luego a las dos, besos.

Mientras hablaba con Cuca e Izane, había terminado de rellenar a Fiona. Tota me limpiaba la polla con su lengua mientras Astrid me besaba y las gemelas aún prestaban sus pequeños cuerpos para mi relax. Pero lo mejor de la cama eran las tetas de Astrid, perfectas, gigantescas, enrojecidas por mi trato, mías ya.

-Tota, nos vamos. Un placer, las tres hermanas os habéis portado genial.

-Adiós, señor. No olvide que somos suyas.

Las gemelas también se despidieron, con lágrimas en los ojos. No soportaban la idea de verme marchar. Pero me esperaba una cena interesante.

-Cariño, enseguida está todo listo.

Cuca y yo respondimos a la vez "Gracias", y nos echamos a reír.

-¡Mami! Cuca y papi han creído que les decías a ellos...

-Jajaja, qué tontos, te lo decía a ti, hijita, claro. Pero si lo pienso bien, podría haber sido para los tres. Tenéis mi cariño todos, claro que sí.

Izane vino por un momento al salón, con los brazos abiertos en su infinita inocencia. Los tres nos levantamos a darle un abrazo reconfortante, que recibió emocionada. Tras separarnos, aproveché para introducir la primera novedad.

-Yo creo que esto de abrazarnos todos es una buena idea, Izane. Tota siempre lo hace conmigo, y tú, Cuca, ahora eres como de la familia.

-Claro, señor. Por mí está bien.

Mientras Cuca se lanzaba a mis brazos, Tota hacía lo mismo con su madre.

-Mami, ¿entonces ahora Cuca es tu novia?

-Sí, Tota. Espero que no te moleste. Las mujeres también podemos querernos entre nosotras.

-Ya lo sé, mami, me parece bien. Y a papi yo creo que también, porque ahora está abrazando mucho a mami Cuca, y eso es que está contento.

Izane se percató de que mi abrazo con Cuca iba más allá del cariño, porque teníamos las piernas entrelazadas, mis manos agarraban su culazo y mis labios se perdían en su cuello, bajo su melena. Yo sabía que mi ex no iba a protestar, estando delante su pequeña hijita.

-Sí, mi niña. Arturo y Cuca parece que se llevan muy bien también.

En cuanto Izane volvió a la cocina, un tanto confundida, Tota se unió a Cuca y a mí, para ser merendada por los dos a espaldas de la inocente madre. Nos recompusimos justo a tiempo.

-La cena está lista.

Cada uno en su silla, nos pusimos a comer. Decidí pasar a la segunda novedad, tratando a Izane como si siguiéramos siendo novios.

-Ven, bonita, dame un beso...

Izane se dejaba llevar por mis palabras, mientras veía a Cuca sonreírle sin mostrar contrariedad.

-Yo creo, mami, que papi y tú también sois novios. Ahora tengo dos mamis y un papi, ¡bien!

-No, mi amor, lo que pasa es...

-Cállate, Izane, yo se lo explico a la niña. Lo que pasa es que los mayores a veces estamos en parejas de dos, otras veces somos tres, como ahora... Izane, dale un beso a tu novia, para que lo entienda bien Tota.

Izane se levantó de su silla y fue a besar a Cuca, que la agarró de las tetas sin contemplaciones mientras se metían las lenguas en la boca. Tota se sentó sobre mis piernas a mirar la escena lésbica. Su madre, que ya estaba siendo masturbada por Cuca, la vio en mis brazos, sonriente.

-Hija, esto que hacemos Cuca y yo son cosas de mayores. Será mejor que vayas a tu cuarto...

-Pero mami, me gusta veros jugar así. Sigue, Cuca, me encanta ver la cara que pone mami cuando le haces eso. Papi, porfi, tócame aquí a mí también...

-Tota, aún eres una niña. A tu madre no le gustaría ver eso.

-Señor Arturo, creo que a su madre le gustará lo que le digamos usted y yo. Para eso somos sus novios. Izane, no seas mojigata, deja a la niña que disfrute, que ya ha cumplido los 18...

La pobre Izane no tenía salida. Estaba a punto de orgasmar en manos de la pérfida Cuca, que la tenía agarrada del coño y del cuello, y se fijó en que Tota llevaba mi mano a su coñito.

-Izane, mira a tu hija aprendiendo a ser mayor. El señor le está masturbando y ella pone los ojos en blanco...

-Eso está mal... Eso está mal...

Cuca empezó a abofetear a Izane mientras agitaba su mano en su coño. Tota me besaba con lujuria, cabalgando mi mano. Al fin, madre e hija se corrieron simultáneamente. Cuca y yo bajamos un poco la tensión, volviendo a nuestros sitios mientras Izane y Tota se recolocaban la ropa. Izane se atrevió a hablar, reanudada la cena.

-Esto que ha pasado ha sido un error, Tota. Eres casi una niña y no deberías haber vivido una escena así.

Tuve que intervenir:

-Izane, acabas de empezar tu relación con Cuca y ya estás quejándote. No me extraña que estés siempre sola. Debes relajarte, dejarte llevar, y sobre todo ser más obediente.

-Papi tiene razón, mami. Ahora tienes la suerte de que Cuca te quiere y papi también. No lo estropees, como sueles. A mí me ha gustado mucho lo que me ha hecho papi, así que si es por mí, no tengas tantas quejas.

-Me rindo. Veo que aquí la rara he sido yo. Me amoldaré a vuestras cosas, las de los tres. Al fin y al cabo ya ha pasado: Tota me ha visto disfrutar cuando me pegaba Cuca, y parece que a la niña le encanta que le masturbes, Arturo. Una locura, pero es así.

-Por fin entras en razón, Izane. Acércate a tu hijita, mira qué grandes se le están poniendo las tetas, y pídele perdón.

Era verdad: las tetas de la niña parecían crecer a un ritmo inaudito. Cada vez que le pegaba, la penetraba o se corría, aumentaban a ojos vista, sin que hubiera explicación científica. Izane se arrodilló ante ella, maravillada del fenómeno como todos.

-Ay, mi Tota. Arturo tiene razón. Tus tetas son ya magníficas. El tiempo pasa rápido. Te pido disculpas por intentar mantenerte inocente.

-Te perdono, mami.

Izane se incorporó hacia su hijita y la abrazó. Ahora estaba también a merced de la niña. Cuca se puso tras Izane y le cogió del pelo para hacerle besar a Tota. Madre e hija traspasaron por fin los límites de su relación familiar. Me acerqué a azotar en el culo a la niña, que besaba así con más fuerza a su madre. Cuca no dudó en meterse mi polla en la garganta, e Izane empezó a pegar a Tota al vernos, para descargar sus celos.

-Sí, mami, más fuerte, en mis tetas, me encanta...

Acerqué las cabezas de las tres a mi polla y me corrí en sus caras. Era mi marca para dejar claro quién mandaba en la casa. Se limpiaron a lametazos.

-Y a ver si aprendéis, tanto Tota como Izane, a tratarme como Cuca. Soy vuestro amo y señor.

Tota, Cuca e Izane, por ese orden, me dijeron:

-Claro, papi, ahora es usted mi amo papi...

-Por supuesto, señor, soy su perra Cuca, para lo que guste.

-Sí, señor, ahora es usted mi amo Arturo, como el de mi hija y mi novia...

Izane se dio cuenta de que había llegado la última a mi grupo de perras, y a partir de ese momento intentó ser la mejor de todas.

-Amo, voy a recoger la mesa y luego le sirvo en lo que quiera.

-Muy bien, Izane. Las tres, las tetas fuera permanentemente. Así es más fácil azotarlas cuando me venga en gana. Ven aquí, mi niña, siéntate en mi regazo, me gusta tenerte cerca.

-Amo papi, no se olvide de azotarme las tetas como me gusta.

-Zalamera, claro que sí. Y la cara también. Se te ponen las mejillas sonrojadas que da gusto verte. Izane, ven ya con nosotros. Ya recogerás el resto luego. Cuca, preciosa, arrodíllate junto a tu nueva novia. Quería dejar claro a todas este proceso. Su pasado, que conocéis algunas mejor que otras, su presente y su futuro.

Izane me miraba con curiosidad, mientras Cuca jugaba con sus pezones. Tota perfeccionaba su abrazo habitual acercando el coñito a mi glande, lo que no dejó de alarmar a su protectora madre.

-Amo, mi hija está rozando peligrosamente su miembro...

-No hay problema, perra Izane. Ahora lo comprenderás. Para que no te preocupes más de la cuenta, te anticipo que la perrita Tota ya ha dejado atrás su virginidad, ¿verdad, tesoro?

-Sí, amo papi. Y es genial, perra mami. Desde ayer, amo papi y yo hemos jugado muchas veces a esas cosas, y todos mis agujeritos están entrenados. Soy súper feliz.

Izane empezó a sollozar mientras veía mi polla perderse en la vagina de su pequeña. Le di un par de sopapos para que espabilara.

-Gracias, mi amo. Se me estaban nublando los ojos. Ha sido por escuchar a mi hija decir que es feliz. Pero continúe su explicación, por favor.

-Desde que te conocí hace cuatro años, perra Izane, me fijé en tu hija. Ella no es más que una niña, entonces incluso sin tetas, pero su cariño me excitaba siempre. No le puse nunca la mano encima porque sabía que eso no te gustaría. Eso fue también la causa de mi ruptura contigo. No podría soportar más los abrazos de Tota sin poder usarla a mi gusto. Luego conocí a Cuca y todo iba bien, pero echaba de menos a la niña.

-¡Amo papi, yo también le echaba de menos!

-Así que me quedé solo, hasta que el lunes me encontré contigo y la niña por un lado, y con Cuca por otro, casualmente.

-Sólo hace dos días y parece que ha pasado un siglo, amo Arturo. Me llevó a un rincón para violarme la garganta y le deseé suerte con Izane y su hijita...

-Entonces, amo, Cuca no es una empleada de esa empresa, sino su ex novia después de mí...

-Eso he dicho, sí, perra Izane. ¿Algún problema?

-No, amo, es que soy tan ingenua... He llegado a creer que Cuca me quiere...

-Pues claro que te quiero, Izane. Todo era un plan para que nuestro amo se follara a tu hija, pero también me he enamorado de ti, preciosa.

-Bueno, ya tendréis tiempo para vuestras galanterías. La cosa es que cuando estuve ayer aquí para tomar café, Tota nos vio follando y luego me pidió que la castigase.

-Vaya, y yo mientras intentado protegerla de esas cosas, si ya digo que soy una ingenua...

-Lo eres y por eso nos gustas a todos, mi perra Izane. No cambies nunca. Mientras me dejabas aquella nota en casa, Cuca y yo vinimos aquí...

-¡Fue genial, mami! Papi me metió su cosa en todos mis agujeros y me pegó muy fuerte, casi me muero de gusto...

-Ay, hija, se ve que has salido a mí...

-Y hoy he ido a buscar a la niña al cole y he conocido a las tres hermanas rubias, Astrid y las gemelas.

-Y por eso luego ha llevado a Tota a su casa a merendar...

-Sí, y eso ha facilitado que Cuca y tú os enamoraseis.

-Gracias de nuevo, mi amo.

-Cuando hablábamos antes por teléfono, los doce agujeritos ya habían sido rellenados. Es ver las tetas de Astrid y no poder contenerme.

-¿Doce agujeritos? ¿Eso incluye a las gemelas, amo Arturo?

-Sí, Cuca. Hoy llevo un día completo. El caso es que las he adoptado a las tres, igual que a vosotras. Ahora tengo seis perras.

-Pero yo soy su favorita, ¿verdad, amo papi?

-Claro que sí, mi perrita Tota, sin olvidar a otras dos que me privan...

-¿Quiénes son, amo papi? ¿Mis mamis? ¿O las gemelas?

-No, perrita. Me refiero a las tetas de Astrid.

Las tres perras rieron con ganas. Al verlas con la boca abierta, me entraron ganas de mear. Pensé que lo mejor era hacer tragar a Izane, que al fin y al cabo era la menos emputecida. Saqué mi polla del coño de Tota y empecé a regar de orina la boca de su madre. Cuca me cogía la polla para apuntar bien, y agarré a Tota de las tetas. Antes de acabar de mear, me di cuenta de que le habían crecido de nuevo. Tras limpiar Izane y Cuca con la lengua la meada que se había caído al suelo, les mostré el fenómeno.

-Amo, no he visto nunca las tetas de Astrid sin cubrir, pero creo que las de mi hija son ya de campeonato. Tota, ponte entre tus mamis. ¿Lo ve, amo?

Era cierto. Cuca e Izane tenían un buen par de melones cada una, pero Tota les había superado ya. Quedaba claro que le aumentaban cuando la usaba, como había pensado. Una idea me vino a la mente. Agarré a su madre Izane del cuello y la penetré de un golpe, mientras observaba sus tetas. Efectivamente, a cada empujón de mi polla, crecían admirablemente, y más rápido si la follaba con saña. Un fenómeno que confirmaba que la madre y la hija compartían genes de esclavas masoquistas, que les activaban el desarrollo de las ubres.

-Mirad, perras. Pegadle fuerte mientras la empalo.

Izane gritaba de gusto, en su primera vez disfrutando al cien por cien. Ser azotada por seis manos, golpeada, recibiendo puñetazos y patadas, mientras yo seguía bombeando su coño, torneó su cuerpo admirablemente. Su hijita se emocionó tanto que le escupió en la cara y le lanzó un directo en el mentón, que la dejó noqueada y muy tetuda.

-Huy, perdón, amo papi. He dejado a mami inconsciente.

-Cuca, arrea a la cría.

Mi perra Cuca hizo lo propio con la niña y en un momento teníamos a madre e hija sin conocimiento. Acabé corriéndome en la garganta de Cuca y le dije:

-Llama a urgencias, usa tus contactos.

Jueves

El día anterior había sido intenso, pero no debía descuidar a las nórdicas. Mientras las gemelas estaban en clase, fui a su casa. Al abrir la puerta, Astrid se mostró entusiasmada de verme de nuevo.

-Amo, no sabe cuánto le hemos echado de menos esta noche. Las niñas están también ansiosas por servirle. Las tres morimos de amor por usted.

-Tengo una vida algo ajetreada últimamente, mi preciosa tetuda. Y me han sucedido cosas inexplicables.

Astrid me masajeaba ya la polla con sus melones extraordinarios. Entre bofetón y bofetón, me contó algo increíble.

-Amo, en esta casa han cambiado las costumbres. Esta noche hemos dormido juntas las tres hermanas, porque cuando usted se fue necesitábamos seguir sintiendo el recuerdo de su presencia, y estuvimos enredándonos entre caricias y golpes hasta que caímos rendidas de placer, tras experimentar incontables orgasmos. Y luego he tenido un sueño muy vívido, en el que usted hacía crecer mágicamente las tetas de Tota e Izane, en presencia de otra mujer, que se llamaba Cuca.

-Pero eso es exactamente lo que pasó ayer, mi cerda.

-Creo que su influjo sobre mí ha activado en mi mente un don visionario. Sé que usted ha vuelto recientemente a relacionarse con dos de sus ex parejas, que una de ellas es Izane y la otra es Cuca, y que Tota está también a sus pies, como mis hermanas y yo.

-Así es. ¿Y tienes alguna explicación a todo esto?

-Ninguna, señor. Pero creo que usted se merece todo lo que le está sucediendo, y administrará con sabiduría su poder ilimitado sobre nuestros seis cerebros, nuestras doce tetas y nuestros dieciocho agujeros.

Las palabras de esa nórdica perfecta me afectaron profundamente. Los números se agolparon en mi mente, en una borrachera matemática. Quizás estaba viviendo un sueño dentro de un sueño. Pero me daba igual. Yo era el poseedor de todo ese grupo de féminas encantadas de servirme.

-También sé, mi amo, que Izane y Tota están en el hospital. Cuca las atiende y saldrán en unas horas. Le propongo que, mientras, pasemos a recoger a mis hermanas Cindy y Fiona y nos juntemos los siete en casa de Izane.

Viernes

Según lo previsto por mi tetuda Astrid, me encuentro rodeado por mis seis perras en casa de Izane. Ella y su hija están ya completamente restablecidas, increíblemente dotadas con sus crecidos melonazos gigantescos, e infinitamente agradecidas y entregadas a su función de esclavas sin límite. Lo mismo que sucede con Cuca, que disfruta ahora también de su condición de novia y ama de Izane, así como de ser mi cerda para todo.

Y Cindy, Fiona y Astrid resplandecen como los tres bellezones rubios que son, felices de poder estar a mi lado bajo el mismo techo. Fue una gran suerte encontrarme con mis dos ex novias, sólo hace cinco días. De la soledad he pasado a la compañía de un nutrido harén, en un abrir y cerrar de coños.