Vuelta de vacaciones ii

-Antía, así no te llevo a cenar a ningún sitio. -Papi, ¿a qué viene eso ahora? -Vamos a ver cariño, llevas un minitop, sin sujetador, se ven los pezones, medio pocho, una minifalda que ahora mismo estoy viendo media braga. -Tanga, papá, tanga, no braga.

VUELTA DE VACACIONES II

A finales de enero, Dolores tuvo que volver a viajar a Argentina. Detectado el error contable y descubierto y expulsado de la empresa el causante de meter la mano en caja, la dirección había decidido enviar un nuevo delegado desde Ribeira, pero el trabajo de preparar al nuevo responsable sobre el terreno y dado que hacía unos meses estuviera desplazada, le volvió a corresponder a mi esposa. Menos mal que Antía estaba en Coruña estudiando y salvo los tres días de carnavales, que estaría de nuevo en casa, no conviviríamos de nuevo, por lo que la posibilidad de que algo entre nosotros volviera a pasar, era improbable.

Como la vez anterior, mi esposa se fue un domingo por la tarde y a continuación llevé a Antía a su piso de Coruña, piso que compartía con otras amigas. En la despedida en el aeropuerto, mi esposa me dijo de forma enigmática para mi: “portaros bien, que todo se sabe”, me dio un beso y guiño de ojo en el momento de acceder al control de pasajeros.

Antía y yo cogimos el coche y camino de Coruña sin dejar de hablar un minuto, me dijo que el siguiente fin de semana era el cumpleaños de María, su mejor amiga y tenia pensado desplazarse a pasar el fin de semana conmigo. Vendría el viernes en el autobús que salía de Coruña a las 7,00 y mejor si la iba a recoger a la parada, porque serían sobre las 8,45 y en pleno invierno, no le apetecía ir sola y con la maleta para casa. Por supuesto le dije que la iría a recoger, pero que no me gustaba la idea, porque estábamos al inicio de trimestre y el primero lo había salvado por lo pelos y había que empezar con energías el segundo. Se sonrió, me guiñó un ojo y me dijo que por supuesto, pero había que recargar las pilas para estar en plena forma.

Toda la semana estuve nervioso, cuando hablaba con Dolores, siempre tenía la intención de preguntarle a qué venía el mensaje del aeropuerto, pero nunca me atrevía por si sabía algo de lo que había pasado entre Antía y yo. El jueves hablamos por watssap un rato desde el trabajo, yo estaba apunto de salir y ella en la jornada de la mañana.

-Antía me ha dicho que viene este fin de semana, se viene el viernes noche, porque es el cumpleaños de María.

-Ya lo se, me lo recordó a mi ayer en un mensaje que me envió. Ya lo sabía desde hace un par de semanas, creí que te lo habíamos dicho.

-No, no sabía nada, me lo dijo el domingo cuando la llevé al piso de Coruña.

-Bueno, tampoco pasa nada. No te vas a asustar de tenerla en casa dos noches, bueno más bien una, porque el sábado tienen cena y vete a saber a que hora vuelven. Aunque me dijo que no salían de Boiro.

-Ya, eso espero, pero bueno, es principio de trimestre, el pasado fue justito y yo prefería que

no viniera.

-José, viene a ponerse las pilas para el segundo empujón.

-¿Viene a qué?, ¿has dicho a ponerse la pilas?

-Jajajaja, claro, claro, viene a recargar las pilas, ¿te extraña?

-Es que esa fue la expresión que empleó Antía para justificar el viaje, bueno, dijo recargar las pilas.

-

José, ¿te has puesto nervioso por algo?, ¿hay algo que te inquieta de que tu hija vuelva a

pasar el fin de semana, a parte de que pueda descentrarse un poquito por un día o dos?

-No, que va, nada, solo lo que te comentaba del curso, de principios de trimestre, pero nada más.

-Pues no le des más importancia y el viernes, que llegará sobre las 9, llévala a cenar, que le va apetecer salir con su padre en rato, tiene papitis.

-Ya, crees que solo es papitis, la llevará e cenar, estando los dos solos, pues a lo mejor nos acercamos a Ribeira a alguno del puerto.

-Bueno cielo, nada, no te preocupes, todo va a salir bien. Ya sois adultos y padre e hija.

-Vale, tomo nota de esto último, por si se me había olvidado, jejejeje.

-Ya sé que no se te olvida que es tu hija, faltaría más.

-Dolores, ¿me llamas al salir del trabajo?.

-Vale, aunque no me hace gracia, porque cuando salgo es aproximadamente la una de la -mañana y está durmiendo.

-No te preocupes, ya sabes que al estar solo duermo la siesta al medio día.

No me había aclarado nada la conversación, mas bien al contrario. ¿Sabía Dolores lo que había pasado entre nosotros?. Por supuesto a la noche cuando hablamos no le dije nada, me lo callé, pero la duda me andaba por dentro. Precisamente si había decidido ir a cenar fuera el viernes el motivo era no pasar mucho tiempo por la noche juntos. No quería que se volviera a repetir lo anterior. Lo confieso, soy débil y había sido un polvo maravilloso, pero no quería repetir.

El viernes, la esperé en la parada del bus, con la intención de irnos a cenar a Ribeira o Pobra do Caramiñal. Bajó con una maleta pequeña y con un abrigo gris claro que le llegaba hasta media pantorrilla, cerrado hasta el cuello. Nos dimos un beso y le pregunté si le apetecía ir a cenar a algún sitio fuera de casa. Por supuesto, le encantó la idea y dijo que por qué no íbamos a comer un buen pescado a aquel que tanto nos gustaba en Ribeira, cerca del puerto. Bodegón no se qué, me djio. Ya sabía cual era. Le di la conformidad y subimos al coche. Cogimos ruta al restaurante, eran 23 kms de buena carretera, nada, 20 minutos y allí estaríamos.

Nada más salir y entrar en la vía rápida, Antía se sacó el abrigo, la miré de reojo y frené en seco, aparqué en el arcén, aún sabiendo que esta prohibido.

-Antía, así no te llevo a cenar a ningún sitio.

-Papi, ¿a qué viene eso ahora?

-Vamos a ver cariño, llevas un minitop, sin sujetador, se ven los pezones, medio pocho, una minifalda que ahora mismo estoy viendo media braga.

-Tanga, papá, tanga, no braga.

-Me da lo mismo, coño, si nos ven así, nos toman si o sí por una chica de alterne y un cliente. Sabes que por mi trabajo hay mucha gente que me conoce y tu madre esta fuera, los comentarios llegaría a Argentina inmediatamente. Algunos incluso le mandarían fotos a tu madre, no te olvides que vamos a cenar a dónde ella trabaja.

-¿No te gusta como voy vestida?

-Aantía, tienes un cuerpo de 10, no es preciso que vayas enseñando el culo y todas las tetas para que los chicos se fijen en ti.

_Vale, entiendo que no quieres que vayamos a cenar así. Entonces vamos para casa y pedimos una pizza y la tomamos mientras vemos un peli.

-Vale, acepto la propuesta. Le había prometido a tu madre que te llevaría a cenar.

-Lo sé. Me lo dijo este medio día, cuando hablamos por watssap.

-¿Te dijo tu madre que te iba a llevar a cenar?

-Si y me dijo que me pusiera guapa para acompañar a este hombre maravilloso.

En aquel momento la cabeza me daba mil vueltas, ¿sabía Dolores lo que había pasado?, si hablaban mucho, porque de eso estaba seguro, tal vez no era una sorpresa para ella que nos hubiéramos acostado en su primer viaje y ahora se volvía a repetir. No, lo descarté porque con lo celosa que es mi esposa, no se atrevería a compartirme con nadie y menos con su hija. Pero, ¿y si le damos la vuelta al razonamiento?, y si resulta que la idea es que tenga una mujer con la que tener sexo y de esa forma no busque fuera de casa. ¿Podía ser esa la idea de las dos mujeres de mi vida?, nuevamente a pensar y pensar. Todo esto mientras llegaba a la siguiente salida de la vía rápida para dar vuelta y volver para casa.

De camino Antía llamó a u na pizzería local para pedir una para compartir los dos. Muy picante, que es como le gusta a mi padre, fue la explicación que le dio a la chica que le tomó nota del pedido. Media hora y ya estábamos aparcando el coche en el garaje y desde allí, directos al piso.

Nada más llegar, nos fuimos cada uno a nuestra habitación para ponernos cómodos y cenar viendo la tele. Me puse un chandal con una camiseta de manga corta debajo y unas zapatillas. Puse dos cocacolas y la pizza, esperando que volviera Antía cambiada. Estaba nervioso, porque no sabía lo que pensaba hacer esta chica. Después de ver lo provocativa que estaba con la ropa del viaje, espero que viajara con el abrigo puesto, porque sino menudo espectáculo para el resto del pasaje.

Apareció y me llevé un alivio, un pijama de pantalón largo y parte de arriba también de manga larga. Un problema aparentemente resuelto, eso sí, debajo no había sujetador, pero bueno, tampoco había un escote por donde enseñar las tetas ni forma de ver las piernas. Bien, parece que la cena iba a ser normal.

Me dijo que para beber una Cocacola, yo me puse una Estrella 1906 y empezamos a cenar, no habíamos seleccionado nada en concreto en la tele, por lo que el programa que salió, sin darle mayor importancia. Hablamos de su curso, del viaje de Dolores en Argentina, de lo bien que se lo estaría pasando, en sentido figurado, claro, porque su jornada de trabajo no bajaba nunca de las 10 horas y además con presión porque quería dejar todo atado en un mes y estar de vuelta en casa lo antes posible. La persona elegida para el puesto de delegado, según su criterio era la adecuada, por lo que no pasaría de un mes la estancia en el país austral.

Cuando acabamos de cenar, Antía dijo que iba a aseo un momento y que eligiera un peli para ver los dos. Me dijo que mejor una comedia o algo que no hiciera pensar. Dentro de los vídeos que tenía estaba La Ardilla Roja de Julio Medem. Puse la cinta, la di a inicio mientras no llegaba mi hija para ir avanzado los créditos. Cuando llegó y vio la película seleccionada, le pareció bien, además trabajaba Nacho Novo, actor gallego y nacido en A Coruña, en donde estaba estudiando y me dijo que lo había visto un par de veces, antes de Navidad andando de juerga por la zona de los vinos. Dijo que era un buena elección y además el actor le ponía mucho. Aquello ya me hizo dudar de si la película era la adecuada.

Llevábamos como veinte minutos de película y dijo que tenía frío, iba a buscar una manta, bien, se quedaría dormida en el sofá como otras muchas veces, tapada con una manta. Vino con la manta y la extendió cubriéndonos a los dos, le dije que no tenía frío, pero me dijo que mejor así tapados, porque se iba a recostar. Lo hizo pero encima de mi pecho, le eché la mano por el hombro, encima de la manta, inmediatamente la metió debajo y la agarró con la suya, eso si, muy modosita, sobre su costado. En el desarrollo de la película hay un para de escenas un poco subidas, no me parecieron que fueran excesivas.

En la primera se acurrucó más contra mi pecho, al tiempo que bajaba mi mano hacia sus pechos, pero sin rozarlos, no le di importancia, pero su otra mano se apoyó a la mitad de mi muslo, empezando a jugar con sus dedos. Ufff, no me estaba gustando aquello. Además sabía que si ella empezaba, acabaríamos en mal. No quería que pasara nada, pero sabía que yo non tendría fuerzas para apartarla. Había sido demasiado hermoso la otra vez. No quise nunca hablar con ella del tema, pero me había masturbado varias veces pensando en ella. Sus pecho, su cuerpo, su culo, el sabor de sus besos, me recordaban mucho a mi esposa con su edad. No quería que pasara, pero tenía claro que si empezaba, yo no haría nada por pararla. Tampoco lo iba a iniciar yo.

En la segunda escena, su mano subió un poco por mi muslo y acercó la mía un poco más a sus pechos.

-Aantía, por favor, no sigas, vamos a dejar la película y vamos a dormir.

-Papá, no seas pelmazo, no ha pasado nada.

-Pues entonces deja tus manos tranquilas, tal como estamos ahora.

-Vale, yo dejo las mías tranquilas, pero ¿y las tuyas?.

-Las mías las retiro ahora mismo.

-Ni se te ocurra, déjalas como están. Yo no muevo las mías, pero tampoco las retiras.

-Trato hecho, Nos quedamos tal como estamos.

-Por cierto, papá, ¡qué polvo tiene Nacho Novo!

-No sé, no me gustan los hombres, aunque tu madre dice también que tiene un punto.

-¿Un punto?, joder, tiene un punto, una coma, un punto y coma y todos los signos ortográficos.

-Bueno, puede ser, yo me quedo con Enma Suárez.

-Ya, claro, claro, esa te pone, ¿verdad?

-Bueno,un poco, tampoco no mucho.

En ese momento, su mano subió de golpe y se puso encima de mi polla, yo estaba empalmado, tenía una erección de caballo. Entre la conversación, su mano cerca de mi ingle, mi mano rozando sus pechos y la conversación que teníamos. Mi mente que estaba recordando el polvo de la vez anterior, no podía más. Era un flan, si me tocaba, sabia que no podría deshacerme de ella, que acabaríamos otra vez en la cama., Sabía que estaba mal, sabía que como se enterara Dolores, nuestro matrimonio se iba al garete, pero podía evitarlo. Trataba de pensar en otras cosas, en trabajo, en lo mucho que echaba de menos a su madre, pero era lo mismo, la erección estaba y cada vez más grande.

-Papá, ¿qué es lo que te pone, la peli o que yo este aquí entre tus brazos, caliente como una perra y ahora mismo tocando tu polla dura como una piedra?, Dime.

-Hija, vamos a dejarlo, no puede ser, lo sabemos los dos. Una vez ha pasado, pero otra no.

-Ahora que ya estamos los dos a cien, ¿quieres irte de verdad?

-Si, vámonos a cama. Te arreglas como puedas, yo ya veré lo que hago.

-Me estas diciendo que ahora cada uno a su cama y ¿hacernos una paja?, vamos Pepe, piensa, los dos adultos, los dos calientes, los dos con ganas de follar. Ya lo hemos hecho, déjate de monsergas y vamos a lo que de verdad nos gusta a los dos, follar como locos.

-No Antía, vámonos a cama. Esto se acabó.

No tuve tiempo a reaccionar, su mano se metió por debajo del pijama y agarró con fuerza mi miembro, con la otra mano, acercó mi cabeza y me dio un beso metiendo la lengua hasta el fondo de mi garganta, al tiempo que pegaba su pecho al mio. Hice un último esfuerzo, la verdad que con poca convicción para separarme, pero la verdad, el cuerpo ya pedía ir más allá. Ya estábamos los dos desbocados. Los dos ya en plena efervescencia y mis brazos la rodearon, al tiempo que le devolvía el beso con la misma pasión que ella lo iniciara. Mi mano derecha se posó en su culo apretándola contra mi cuerpo y la izquierda se posó en su nuca fijando su cabeza a la mía. Era el final de mi resistencia y la entrega total a aquello que sabía prohibido, pero que me volvía loco, Ya estaba enfangado otra vez en el incesto, en el sexo con mi hija. Fue un pensamiento corto, de repulsa, de odio hacia mí mismo, pero ya era tarde, mi cuerpo había tomado el poder de mi mente y no había vuelta atrás. Estaba sucumbiendo otra vez a los encantos de mi hija. En ese momento vino a mi mente la imagen de ella en el coche, con aquel top que dejaba ver casi todos sus pechos y aquella minifalda. La muy hija de su madre lo tenía todo previsto. Sabía perfectamente que con aquella vestimenta no la podía llevar a cenar a Ribeira porque nos íbamos a encontrar a muchos conocidos y varios compañeros de trabajo de su madre. Gente que nos conocía, sobre todo a mi y no era plan de ir con aquella vestimenta. Sabía que propondría cenar en casa los dos y ver una película. Lo tenía todo preparado y yo caí en su red. ¡Capullo que es uno!

E unos minutos los dos estábamos desnudos en el sofá, solo pensé en cerrarlas persianas por si algún vecino nos veía y se daba cuenta que éramos padre e hija. Las persianas estaban bajadas. Se guro que lo había hecho ella sin que yo me diera cuenta, por eso no nos iba a ver nadie. En la total intimidad. Además Dolores no llamaría hasta dentro de tres o cuatro horas, era lo que habíamos acordado por si íbamos a cenar y luego a tomar un café por el puerto.

Se puso a horcajadas sobre mis piernas, apoyando sus rodillas en el borde del sofá. Sus pechos a la altura de mi boca, su coño frente a mi mástil en plena elevación. Nos miramos a los ojos, los dos nos sonreímos y mi boca se fue directa a por sus pechos, sus pezones, con lamidas, chupetones y mordisquitos en la punta de los mismos. Sus manos detrás de mi cabeza, mesando mis cabellos, al tiempo que mantenía una presión controlada de mi boca sobre sus pechos, al mismo tiempo me iba diciendo si más o menos fuerte. Me daba besos en la frente y en el cuero cabelludo, mi acariciaba toda la cabeza, me la mecía de un lado a otro para que besara, chupara y mordisqueara una u otra teta. Era un juego tremendamente morboso, el seguir su ritmo, el sentir como temblaba, como gemía con mis caricias. Al mismo tiempo mis manos se fueron acoplando a su cuerpo, acariciaba su espalda, sus cadera, jugaba con su vientre y llegaba a sus nalgas. Les di unas palmadas suaves, amasé en ellas y fui metiendo una mano entre sus nalgas hasta llegar a su culito, el cual acaricié suavemente y con movimientos circulares de mis dedos índice y medio, los mojé en su boca y metí el dedo medio dentro de su culo, un suspiro grande salió de su boca, al tiempo que apretaba mi cabeza contra sus pechos y me pedía que mordiera con un poco más de fuerza los pezones.

Con la mano izquierda le di dos azotes un poco más fuertes, un ligero quejido salió de su boca, me separé un poco, levanté la vista y la miré a los ojos al tiempo que le preguntaba si le había dolido. Me contestó que más que dolor había sido la sorpresa. No había sentido dolor, si un pinchazo que no sabía como identificarlo, que siguiera, pero si se quejaba, lo dejara. Seguí bajando con mi mano y pasé de meter un dedo en el culo a meter dos en el coño, ala tiempo que le daba otros dos azotes con la otra mano. Su gesto fue de placer, apretó con fuerza mi cabeza al tiempo que me dijo que un poco más, pero no mucho más.

Pasados unos minutos cambiamos de juego y le dije que de rodillas entre mis piernas y se metiera en la boca mi mástil. Lo hizo sin demora. Yo sentado, ella de rodillas, un precioso 42. Ya había aprendido desde la vez anterior, no se si con otros chicos o viendo vídeos, el caso es que lo hacía muy bien. Se volvió a sentar en mis piernas y levantando el culo, se fue sentando encima, mientras se lo iba embutiendo en su coño. ¡¡Qué placer!!, estrechito, calentito, una pasada, ella se empezó a mover delante atrás. Sin levantarse, solo rozando su culo contra mis muslos, me miró a los ojos, mantuvimos las miradas y debíamos de tener una cara de salidos, de calientes tremenda, no nos dijimos nada, solo seguimos mirándonos, mientras nuestros cuerpos iban aumentando la presión, mientras la excitación se apoderaba de nosotros, por un momento cerré los ojos, aquello era un placer sublime. Empezó a temblar, se apretó con fuerza contra mi pecho y sus movimientos se hicieron más rápidos, más fuertes, acababa con golpes contra mi vientre, su pecho se aplastó contra el mío y acercando su boca a mi oreja me dijo que estaba a punto de correrse, si quería que terminara en aquella posición, por supuesto le dije que me encantaría. Su espalda empezó a sudar, sus movimientos de pronto se hicieron violentos y un temblor recorrió todo su cuerpo, mientras de su garganta salía un profundo ¡¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!.

Dejó caer la cabeza sobre mi hombro, se abrazó con fuerzo y dijo que había sido maravilloso, pero que teníamos que continuar, quería que me corriera dentro, Le dije que quería que me corriera dentro, que había sido una gran idea la de su madre, que tomara la píldora. Abrazados como estábamos nos dimos vuelta y ella se puso debajo en el sofá, con las piernas apoyadas en el suelo, el culo en la punta del cojín y yo de rodillas entre sus piernas, volvimos abrazarnos, a besarnos con pasión, con nuestras lenguas jugando dentro de la boca del otro. Fue Antía la que cogió mi miembro y lo llevó directamente hasta la entrada de su coño, mojado, húmedo, un poco dilatado ya por el polvo anterior, solo tuve que empujar un poco y con suavidad estaba dentro de ella, hasta que mis testículos tocaron su perineo, empujé una y otra vez. En un momento perdí el control y solo quería estar dentro y correrme, solo quería mi placer, solo quería disfrutar de aquella fruta prohibida y que tal vez nunca más tuviera entre mis manos. Empujaba, daba golpes, cada vez más fuertes hasta que ella me dijo que más despacio, teníamos toda la noche y además teníamos el fin de semana, teníamos mucho tiempo y el próximo fin de semana y el otro, hasta que volviera mamá y después ya veríamos, porque siempre habría momentos para nosotros. Aquello no era el fin del mundo.

Aquellas palabras llegaron al fondo de mi mente y empecé a disfrutar de aquel polvo, de aquellos momentos. Me relajé, fuimos más despacio y otra vez empezamos con los besos, las caricias, los masajes en sus pechos, que quedaban a mi alcance. Mis labios los tomaron de nuevo, mis dientes mordisquearon nuevamente sus pezones y de nuevo “el sol brillaba en el horizonte”.

La corrida fue fenomenal, mi orgasmo, seguido de su segundo fueron espléndidos. Acabamos los dos abrazados en el sofá, nos tapamos con una manta y nos quedamos dormidos hasta la mañana siguiente. No había prisas, no esperábamos visitas, la casa era solo para nosotros. La mañana prometía un desayuno especial.