Vuelta al hogar

Vero vuelve de la Universidad para pasar el verano y el vecino viene a pedir algo de gasolina y el vecino descubre sus gustos más ocultos

VUELTA AL HOGAR

Verónica (a partir de ahora vero) había vuelto a casa después del curso escolar en la universidad contaba con veinte años. Había sido un curso muy divertido y bien aprovechado. Había superado sus clases con muy buenas notas y además había descubierto una forma de sentir y de disfrutar que nunca pensó que existía en su interior.

Había descubierto la sumisión y cada día interiorizaba más esa sensación de obediencia y entrega. Antes de volver a su pueblo le habían tatuado en una nalga y en la mano izquierda entre el pulgar y el dedo índice el símbolo del infinito acompañado de un triskel.

Vivía en una granja con su padre que había quedado viudo hacía unos pocos años. Ese día estaba sola ya que su padre había dado permiso a los dos trabajadores que solían ayudarle en las tareas de la granja. Había ido a la ciudad a hacer unas gestiones y estaría de vuelta por la noche. Ella se había vestido con un vestido de falda larga que tenía de hace varios años y que se le había quedado un poco largo y la falda casi le llegaba a los pies, pero no le importaba.

Cogió un libro y se sentó en el porche de la edificación principal tomando un poco el aire. En esa zona de la región las granjas estaban separadas por un par de kilómetros por lo menos. En la granja de al lado mientras tanto Javier había descubierto que se había quedado sin combustible en la segadora y quería terminar de segar el césped del jardín, pero no le apetecía ir hasta la gasolinera y como solo necesitaba un par de litros pensó en ir caminando a la granja más cercana. Su dueño le caía simpático. Javier se había mudado hacía un par de meses y su vecino le había ayudado a poner en marcha todo así que seguro que le prestaría ese par de litros que le faltaban.

Bajó y cuando llegaba a la casa del vecino vio a una joven en el porche leyendo. Qué bombón, pero no la conocía, no sabía quién era.

Buenos días, soy Javier el vecino de la granja que hay más al sur. Creo que no nos conocemos.

Yo soy vero, la hija de Fernando.

Había venido para ver si tu padre podía dejarme un par de litros de combustible para la segadora.

Pues ven conmigo que voy a coger la llave del candado donde lo guarda.

Javier iba tras la chica y pudo comprobar por cómo se pegaba el vestido al cuerpo de la joven que era un auténtico bombón. Cuando entraron en el cobertizo donde Fernando tenía las herramientas vero se acercó a una pared e intentó coger unas llaves que colgaban de un gancho. Al estirar la mano para acceder a ellas Javier observó el tatuaje en su mano y se dio cuenta de lo que significaba. Lo había visto en algunas sumisas y sumisos. Estaba sorprendido y muy alucinado. Él y su mujer eran Dominantes, habían comprado la granja para adecuar una parte para construir una mazmorra y una zona de juegos para poder invitar a gente del BDSM. La construcción de su zona ya la había empezado. Quedaba unos ajustes que hacer. Lo había hecho todo subterránea y que se accediera de forma discreta desde su cobertizo.

Cuando observó el tatuaje de la chica mezclado con lo guapa de cara que era y el cuerpo que tenía se empezó a excitar y la polla comenzó a ponerse morcillona. La chica no alcanzaba la llave porque estaba algo alta y él de manera intuitiva se acercó para cogerla. La hacer este movimiento tocó con su pelvis el culo de la chica sin querer. Esta al notarlo primero lo retiró, pero luego se movió pegándose a él. El notó el movimiento y la sujetó de las caderas restregándose. Ella suspiró y se dejó hacer. El la cogió de la mano izquierda y la dijo de forma autoritaria pero desapasionadamente:

¿Y éste tatuaje?

Ella se sonrojó y agachó la mirada a la vez que giraba su cabeza. Fue como una señal. Javier rompió la falda del vestido. Luego rasgó el tanga y sacándose la polla la penetró. Vero con su culo buscaba recibir las embestidas de Javier. El con la mano no paraba de darla azotes que ella agradecía. Vero se sujetaba al banco de trabajo y Javier con su peso la impulsaba hacia delante. Cuando estaba sumamente excitado le sacó la polla y la sodomizó. No necesitó mucha fuerza. Los dos estaban excitadísimos. Dentro no estuvo muchos minutos cuando sintió ganas de eyacular. Se cogió de sus turgentes pechos cuando extrajo la polla y se corrió sobre la parte de arriba del vestido.

¿O sea que eres sumisa?  --- preguntó Javier.

Digamos que aparte de estudiar y salir con mis amigos fui adiestrada por un matrimonio de Dominantes que me mostraron el BDSM y me iniciaron en él.

Nosotros, mi mujer y yo, somos una pareja de Dominantes que hemos comprado la granja para poder crear un espacio en el que dar rienda suelta a nuestros juegos y llevar la vida que deseamos. Antes tuvimos un sumiso y una sumisa que formaba parte de nuestro grupo. ¿Tú eres libre o sigues perteneciendo a alguien?

Me han dado la libertad antes de las vacaciones, cuando vuelva en septiembre decidiré si les vuelvo a servir o busco otra cosa con lo que ahora Señor, en verano aceptaría ser suya y de su esposa si es lo que desean.

El hombre giró a vero, la observó y palpó, pero sobre todo la miró a la cara y cogiéndola del pelo la dijo:

Desnúdate y tráeme esa soga.

Vero se desnudó y se desprendió de las pocas ropas que le quedaban. Javier vio que estaba bien rasurada salvo un pequeño mechón en el pubis. Cogió la soga que le daba la chica e hizo un nudo corredizo. Colocó la cuerda alrededor del cuello de vero y lo ajustó a tope apretando, pero dejándola respirar. Luego caminaron entre los campos de maíz. Atravesaron la valla que delimitaba cada granja. Siguieron por el maizal de Javier hasta llegar a un claro en el cultivo. El maíz medía más de dos metros con lo que no se les veía. Javier cogió el móvil y llamó a su mujer indicando que viniera con lo que ella ya sabía. La mujer en la granja cogió todo y lo metió en el pick-up y condujo hacia el punto donde estaba su marido. Cuando llegó vio a una chica desnuda absolutamente deliciosa. Ella le sacó la cuerda. Ayudó a su marido a instalar el soporte donde la colocarían. Era una estructura metálica donde atar e inmovilizar a la chica. Luego colocaron una máquina hidráulica que era como una polla con un émbolo que follaría a la chica. Antes de instalar todo Ella había tapado los ojos de vero para que no supiera lo que la pasaría.

Luego la ayudaron a subir a la estructura. Entonces retiraron el antifaz y la chica fue consciente de lo que iba a pasar. Una mezcla de miedo y excitación recorrió su cuerpo. Predominaba la excitación porque sabiendo quienes eran y donde estaba situado sabía que sería cuidada con lo que se dedicó a disfrutar de lo que ocurriría. Fue inmovilizada, vertical, con las piernas ligeramente abiertas. La polla del émbolo situada a la entrada de su ano y la polla y su ano bien embadurnada de lubricante. Incluso su ano fue penetrado por una jeringa con más lubricante.

Sus pezones atrapados en una especie de tuerca, la cual atravesaban unos tornillos que estaban unidos a una fuente de electricidad. En su cabeza fue situada una máscara transparente para que pueda observar todo. En su coño fue introducido un dildo con puntas romas metálicas que cuando conectasen la electricidad le daba pequeñas descargas. En la máscara fue unida una manguera para llenarla de agua. La mujer se retiró a unos metros y mojó con el chorro de agua fría el cuerpo de la joven.

Javier llenó de agua la máscara, el aire le faltaba a la chica justo cuando fue sodomizada por el émbolo y las descargas fueron aplicadas en su clítoris y vagina logrando que su excitación fuera máxima. Para que bajase el nivel de líquido en la máscara tuvo que beberlo. Después de la primera vez, Javier se colocó a su lado y abría una pequeña espita en la máscara para que ahora no tuviera que beberlo, sino que el agua cayera poco a poco. Con ello regulaba la falta de aire. Con la falta de aire la excitación de la chica subía. Con tanta agua bebida sus ganas de orinar subieron al máximo y tras un tremendo orgasmo no pudo contenerlas y se orinó encima mojándose todos los muslos y quedando relajada colgada de la estructura.

La mujer cogió un látigo de dos metros y fue azotando el cuerpo mojado de vero. Javier colocó un gran vibrador en el coño de la chica para que la mezcla de dolor y placer condujera a la chica a otro orgasmo que no tardó en sobrevenirla. Mientras lo tenía le pasaron el móvil de Javier para que llamase a su padre y le dijera que volvería el lunes que se quedaba a dormir donde unos amigos.

Tras la intensa sesión fue soltada y besada por el matrimonio y acariciada para relajarla y consolarla tras el cóctel de emociones.

Este es un relato imaginario, pero me gustaría conocer vuestras opiniones: Escribirme a:

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