Vuelta a casa

Tras unos años viviendo fuera de casa, un chico vuelve a vivir bajo el mismo techo que su madre.

Pese a que cada cierto tiempo volvía a casa para pasar unos días con su familia y amigos, esta ocasión era diferente para David: venía para quedarse. Después de unos años dando tumbos, a los veinticinco años le había surgido la oportunidad de irse a trabajar a Madrid de lo suyo y decidió aprovecharla para crecer tanto personal como profesionalmente. Allí había hecho una nueva vida, manteniendo una relación con su ahora ex-novia durante casi la totalidad de los cinco años que pasó en la capital. Llevaba casi un año en el paro y acababa de romper con ella cuando le surgió otra oportunidad de trabajo, sin embargo tendría que volver a trasladarse. La sorpresa vino cuando se enteró que su destino sería su ciudad natal.

Tras recoger sus maletas y disponerse a salir dela Terminaldel aeropuerto vio a su madre, quién le abrazó como si hiciera años que no le veía.

-Mi niño, como te he echado de menos-decía ella mientras besaba a su hijo en la mejilla al tiempo que le daba un fortísimo abrazo.

-Mamá, si nos vimos prácticamente el otro día-dijo David restando importancia, aunque también estaba emocionado ante la idea de volver a su casa.

Realmente habían estado juntos hacía poco más de un mes, cuando ella había pasado por Madrid. Pero ahora era diferente, ya que volvería a convivir con su hijo durante un tiempo. A Mari Carmen esto le hacía una ilusión especial. La casa se le echaba encima, pues ésta era bastante grande para ella sola pese a tratarse de un piso. A fin de cuentas, una casa vacía, es una casa vacía, y si encima tiene cuatro dormitorios, aunque alguno lo aproveches para otra cosa, a la larga se acaba notando.

Mari Carmen se había divorciado del padre de David cuando éste aún era un niño. La separación fue amistosa, pero eso siempre deja mella en los niños, aún cuando su padre ha sido un hombre más bien ausente en su vida. Con los años habían ido perdiendo el contacto hasta prácticamente llamarse para navidad, cumpleaños y poco más. Él tampoco echó en falta este contacto a partir de la adolescencia, por un lado se daba cuenta de que su padre nunca había estado ahí para él, y por otro, pasaba mucho tiempo con la numerosa familia materna, así que su padre acabó siendo poco más que un desconocido.

El cuadro familiar lo completa Esther, la hermana mayor de David, que hacía varios años había abandonado el hogar familiar para irse primero a vivir con su novio, y luego terminar en Alemania. Así que la familia estaba algo desperdigada, lo cual no acababa de gustarle a Mari Carmen pese alegrarse de que sus hijos encontrasen su camino.

En el trayecto hacia su casa la conversación fue un tanto animada, no tenían que ponerse al día ya que hablaban con cierta regularidad, pero se sentían muy a gusto el uno con el otro. Para cuando llegaron a casa David tuvo que reorganizar el que había sido su cuarto durante casi toda su vida, y que usaba cada vez que iba a pasar una temporada con su familia. La salvedad estaba en que en esta ocasión debía organizarlo todo de verdad, ya que iba a quedarse durante bastante más tiempo.

-Mamá, no sé si deshacer todas las maletas, a fin de cuentas no sé cuanto tiempo voy a estar aquí.

-Vamos David, no seas tonto, si te parece puedes quedarte el tiempo que quieras. Además, os hecho mucho de menos tanto a ti como a tu hermana, y no voy a desaprovechar la oportunidad de vivir un tiempo con uno de vosotros.

-Ya mamá, pero tú ya estarás acostumbrada a vivir sola, a traer amiguitos…

-Anda, anda, menuda falta de respeto hacia su madre-sentenció divertida la apetecible madura.

David sabía que pese a poder disponer de la casa con cierta regularidad, no sería lo mismo que tener su propio espacio. Por un lado le apetecía muchísimo volver a vivir durante una temporada con su madre, pero por otro ya se había acostumbrado a vivir solo o en pareja. Al menos Mari Carmen era una mujer trabajadora, y salía bastante por ahí con sus amigas y su hermana. También con hombres, está claro, aunque en su carácter había algo que hacía que se aburriese de ellos en un tiempo determinado. No sabía porqué, pero no encontraba lo buscaba. Pese a sus cincuenta y cinco años era una mujer a la que muy pocos hombres harían ascos. No era una cincuentona cañón, pero tampoco estaba mal, se mantenía delgada con un pecho de talla mediana y un culo que causaba impresión, y que había heredado su hija. Para muestra de su especial atractivo, los últimos hombres con los que había mantenido algún tipo de relación solían ser diez o quince años más jóvenes que ella.

Fue pasando el tiempo y la relación entre madre e hijo se siguió estrechando. Debido a sus obligaciones laborales y las actividades que cada uno realizaba por su lado, entre semana solían verse por la mañana y la noche. Algún día aprovechaban para almorzar juntos, pero no era lo más habitual.

Un viernes noche después de cenar se encontraban viendo la tele en el salón de la casa. Ambos estaban cansados y a ninguno de los dos le apetecía hacer nada, así que decidieron quedarse en casa. Estaban en el sofá, Mari Carmen recostada sobre su hijo mientras éste le pasaba el brazo sobre los hombros. La noche era un tanto fría. Sin venir a cuento David comenzó a sentir algunas punzadas de deseo, no es que se sintiera cachondo perdido, pero comenzaba a notar ese cosquilleo agradable previo a la excitación sin límites. Se sorprendió al comprobar que era debido a sentir el tacto de su madre, quiso quitarse pensamientos extraños de la cabeza diciéndose que piel es piel. Pareció haber capeado el temporal.

Pensaban irse a dormir, pero en ese instante empezó una película que a ambos le interesaba ver, al estar cansados la madre sugirió que podrían verla en la cama del dormitorio, ya que allí tenían otra tele. Al poco tiempo de estar ambos en la cama matrimonial se quedaron dormidos. En medio de la noche Mari Carmen se despertó al sentirse demasiado arropada, y no tardó en darse cuenta de que David estaba pegado a ella rodeándola con su brazo, con el abdomen junto a la espalda de su madre. No tardó en darse cuenta de que no era lo único que tenía pegado, sino que notó el bulto de su hijo entre las nalgas. En un primer momento se sintió algo escandalizada, pero enseguida comprendió que David estaba profundamente dormido. Se encontraba muy bien, pero algo le decía que debía separarse, así que llevo su mano hasta la de él suavemente con la intención de liberarse un poco, pero fue incapaz. Se dio cuenta de inconscientemente había echado el culo hacía atrás, buscando un mayor contacto con lo que intuía era la dura polla de su hijo. El calor brotaba de su interior, podía sentir que sus mejillas estaban coloradas al tiempo que la mano que había llevado hasta la de su hijo se había deslizado casi hasta su propia entrepierna. Esto la hizo despertar de la lujuriosa ensoñación. No podía creer que se había excitado hasta tal punto ante el contacto de su propio hijo, la magia se cortó al instante-¿Qué clase de madre puede si quiera pensar en algo así?-se dijo para sí misma. Decidió dejarlo pasar y como pudo cayó rendida, cosa que le costó, hasta la mañana siguiente.

Al despertar comprobó que David no estaba a su lado, se sintió aliviada. Tras desperezarse se levantó y fue a la cocina. Allí estaba su hijo desayunando, para alivio de Mari Carmen no sintió vergüenza ni nada diferente a lo que una madre puede sentir al ver a su hijo por la mañana.

-Hola mamá, creí que ya no te levantabas hasta el mediodía.

-Estaba un poco cansada, pero aún no es tan tarde. Mira que te gusta burlarte de tu madre.

-No te quejes, que encima te he preparado algo para desayunar-dijo sonriendo David

-Ay, que bueno es mi niño-contestó la madre mientras daba un beso en la coronilla de su hijo. Mientras ella daba buena cuenta de las tostadas que le habían preparado, él se encargaba de limpiar los restos de su propio desayuno

-Oye mami ¿Tienes algo que hacer ahora?

-No mi niño ¿Por qué? ¿Tienes algo en mente?

-Es que necesito comprar algo de ropa, y como a mí no me va mucho ir a esos sitios, aún menos solo, y tú tienes tan buen gusto…

-Pues claro que te acompaño y así de paso damos una vuelta.

Fueron por diferentes tiendas, ambos se fueron probando varias prendas pero acababan por desecharlas casi todas. Hacía buena mañana y daba gusto pasear por aquella zona comercial. Llevaban ya bastante rato mirando y probándose cosas, pero apenas habían comprado nada, y lo poco que había caído era para Mari Carmen. Finalmente llegaron a una tienda en la que David encontró más cosas a su gusto. Miraron un poco y el muchacho se dirigió a uno de los probadores con unas cuantas prendas. Mientras se iba probando cosas le iba dando a su madre las que no les gustaban como quedaban, o aquellas que no le iban bien de talla. En una de estas a David se le atravesó un botón de unos pantalones. Entre que estaba en el espacio reducido del probador, teniendo cuidado de no estropear ninguna prenda y la desesperación que le entró al ver que no daba pie con bola con el dichoso botón decidió llamar a su madre.

-Mamá, entra un momento que se me está resistiendo un botón aquí.

-A ver, ya será menos-dijo mientras dejaba la ropa que tenía en las manos en el taburete de la esquina. Se colocó frente a David y trató de abrocharle el botón-parece que, uff, sí que han hecho pequeña la abertura.

-Me tenía desesperadito ya, si hasta estoy sudando.

-Ya veo ¡Ay, parece que ahora sí!-falsa alarma, el botón se siguió resistiendo

-Un poquito más fuerte mamá, yo sujeto por aquí a ver si…

-Aguántalo ahí un poco más, a ver si no se sale.

-Joder mamá, con lo que estamos tardando y lo que estamos diciendo, a saber que se estará imaginando la gente ahí fuera-dijo David mientras reía. Sin embargo su madre, en lugar de reírse con la broma, se limitó sonreír ligeramente. Aquello la había ruborizado, estaba en un probador con su hijo, casi pegados, con sus manos tratando de abrocharle el botón. En un instante le habían vuelto a la cabeza tanto la excitación que sintió la noche anterior, como los terribles remordimientos que le produjeron sus propios pensamientos.

Por su parte David se preguntó si su madre le había leído el pensamiento. Con todo el vaivén se había estado fijando en el escote, y no había podido separar los ojos de él mientras ella se había estado afanando en abrocharle el botón. Sin ser una familia naturista, tampoco es que fueran muy pudorosos entre ellos, así que ya había visto a su madre desnuda en varias ocasiones, sin embargo aquella situación lo había dejado un tanto descolocado, y a eso le añadió la incipiente excitación que sintió la noche anterior mientras estaban en el sofá. Acabó desconcertado, por eso trató de hacer una broma para borrar esos pensamientos, pero se dio cuenta de lo torpe que había sido al ocurrírsele una gracia un tanto picante.

Una vez pasado el pequeño episodio del probador finiquitaron las compras para dirigirse a comer por ahí. El día continuó con normalidad, ambos seguían conviviendo como siempre. Durante el día estuvieron cada uno por su lado, dedicándose a sus quehaceres y aficiones. Cuando se aproximaba la noche Mari Carmen se dio cuenta de que no tenía plan, pensó en decirle a David de ir a cenar por ahí.

-Oye David ¿Haces algo esta noche?

-Sí, he quedado para dar una vuelta por ahí.

-¿Con amigos?

-No mamá, con terroristas.

-¡David! No me vaciles que soy tu madre

-jaja, vale no te mosquees ¿Qué pasa? ¿No tienes nada que hacer? Si quieres me quedo contigo, o salimos a cenar.

-No te preocupes, llamaré a Sara a ver si le apetece ir a cenar, o al cine, o ambas cosas-Sara era la hermana menor de Mari Carmen, tenían muy buena relación. Cada cierto tiempo organizaban algo con la familia de Sara, David tenía por ese lado todo el contacto que le había faltado con la familia paterna.

Finalmente Mari Carmen se quedó en casa viendo una película, aunque no le hizo mucho caso. Recostada en el sofá del salón, comenzó a recordar las intensas sensaciones que había vivido desde que su hijo había vuelto a casa, se calentó sin remedio, pero esta vez no pensaba reprimirse en absoluto. Empezó a acariciarse lentamente los senos con una mano, mientras con la otra se iba palpando el coño por encima de las braguitas. Echó su cabeza hacía atrás para abandonarse a las sensaciones al tiempo que sus caricias iban ganando en ritmo, su camisón quedó algo desarbolado, sus bragas le molestaban pero no serían un obstáculo durante demasiado tiempo. Encogió las piernas y se las sacó de un tirón, luego hizo lo mismo con el camisón, sacándoselo por la cabeza para a continuación despatarrarse completamente desnuda sobre el sofá. Se llevaba las tetas a la boca, se metía los dedos en el coño, los sacaba para jugar con el clítoris, luego los llevaba a su boca mientras simulaba una felación. Su mente estaba vacía, solo existía cabida para el placer. Con su mano sobre sus labios vaginales, la fricción fue frenética. La madre respetable trataba de reprimir sus gemidos para que no se convirtieran en gritos de placer. El resultado era el único posible, tuvo un orgasmo como la copa de un pino. En ese momento poco le importó que gran parte de su excitación se debiese a recordar las sensaciones vividas con su propio hijo, durante su travesura había tenido la mente en blanco pensando solo en sexo, pero mientras apuraba la paja, David se le venía a la mente. Sus manos, su pecho pegado contra su espalda la noche anterior, su polla sobre sus cachetes…

-¿Qué he hecho?-se preguntaba cuando fue llegando la calma. Realmente no había hecho nada malo, estaba exhausta, sudada y desnuda en el sofá del salón, tras haberse corrido como hacía tiempo que no hacía. Desde que David había vuelto no había estado con ningún hombre, aunque se masturbaba de vez en cuando, ninguna de sus pajas había sido comparable a la que se acababa de hacer. Sin embargo después del orgasmo no pudo evitar sentir ciertos sentimientos de culpa. Se quitó esas ideas de la cabeza, se dio una ducha y se metió en la cama para tratar de conciliar el sueño.

David por su parte salió con unos pocos amigos de su época del instituto. No hicieron el loco, fueron a cenar y luego a tomarse un par de cervezas a un local tranquilo. Hacía mucho que no se veían, así que más bien les interesaba hablar, con lo que a las 3 de la mañana pensaron que se habían puesto suficientemente al día. Tras despedirse cada uno volvió a su casa. Cuando David estuvo en la suya, tras quitarse la ropa sintió el deseo de estar  con su madre, así que en calzoncillos como estaba se dirigió al cuarto de ésta, quién estaba tumbada de lado bajo las sábanas, parecía dormir. Con mucho cuidado se tumbó a su lado, pensaba que se quedaría dormido en poco tiempo. De un modo semi inconsciente abrazó a su madre por detrás, momento en el que notó el contacto piel con piel. No dormía con el camisón habitual, por el tacto se dio cuenta de que probablemente estaba totalmente desnuda. David se excitó muchísimo mientras notaba la respiración pausada de ella. Sintió un morbo indescriptible al sentir que estaba en calzoncillos, acostado junto a su madre desnuda. Pensó en quitárselos, pero le pareció demasiado. No por el gesto en sí ya que en su propia cama siempre lo hacía, sino que no quería continuar por el camino que le indicaban sus impulsos. A fin de cuentas aquella apetecible madura era su propia madre.

A la mañana siguiente Mari Carmen despertó primero, para su sorpresa comprobó que su hijo se encontraba a su lado. Una media sonrisa se dibujo en su rostro, tenía que ver con su propia experiencia de anoche y encontrarle a él en la cama al despertar, aunque esto formaba más bien parte del subconsciente de la madre, quién con más o menos éxito, estaba tratando de mantener sus impulsos a raya. Se dispuso a asearse y desayunar algo, se levantó de la cama y caminó hacia la puerta del dormitorio, al llegar a ella se giró y contempló como el hombre de su casa dormía apaciblemente. Desnuda como estaba llegó al baño.

A la hora de comer, y como era costumbre los fines de semana que ambos estaban en casa, almorzaban juntos. Durante toda la mañana ella había estado dándole vueltas a lo que había hecho la noche anterior. Bueno, más que en lo que había hecho, en lo que le había provocado hacerlo. Mientras comían comenzó una conversación, aunque no la llevó por donde la razón le decía.

-¿Cómo es que anoche te metiste en mi cama?

-No lo sé mamá, llegué  a casa cansado, y como la otra noche dormí tan bien contigo, quise acompañarte de nuevo. Espero que no te haya molestado.

-No, para nada. Es más, si te parece bien podrías quedarte conmigo  por las noches, a fin de cuentas la cama es grande y a mí no me molesta tu contacto, es más, me agrada-¿Qué estaba haciendo? Acababa de invitar a su hijo a pasar las noches con ella.

-Muy bien mamá, solo que a mí me gusta dormir desnudo, y cuando lo hago en tu cama pues me dejo algo puesto.

-No te preocupes, la verdad es que yo anoche dormí desnuda y me encantó la sensación, hacía bastante que no lo hacía.

Ambos quedaron callados, siguieron comiendo como si nada, pero sabían que habían estado coqueteando uno con el otro. No solo eso, sino que además a partir de esa noche dormirían ambos desnudos en la misma cama. Se decían que debían dar un paso más en esa dirección, que no podía ser, pero cada vez que querían zanjar el asunto, seguían avanzando.

Durante las semanas siguientes las cosas siguieron sin novedad aparente. Alguna que otra noche madre o hijo se excitaban por su lado, o ambos a la vez sin que el otro lo supiera. Era obvio que se deseaban aunque no quisieran reconocerlo. Mari Carmen quería cabalgar a David hasta el agotamiento, él quería volver al útero materno, ansiaba hacerlo de un modo cariñoso, pero a la vez empujarla de una manera brutal. Claro que estos pensamientos rara vez afloraban, más bien se colaban en sus cabezas mientras se encontraban enfrascados en actividades masturbatorias. Cuando la calentura subía y se masturbaban trataban de pensar en situaciones con parejas pasadas, fantasías, etc, pero al final siempre acaba viniendo a la mente de la madre el hijo, y a la del hijo la madre.

Se masturbaban, sí, porque de un tiempo a esta parte parecían haber perdido el apetito fuera del hogar. Mari Carmen tenía algunos amigos en su agenda con los que de vez en cuando pasaba un buen rato, pero hacía ya tiempo que no llamaba a ninguno, o contestaba con evasivas cuando éstos pretendían algo más que tomar una copa. Por su parte David apenas había echado un par de polvos desde su vuelta de Madrid. Fueron con Omaira, una antigua amiga suya y primera novia. Con ella había descubierto el sexo en la adolescencia y desde entonces no habían dejado de hacerlo entre ellos pese a haber tenido sus parejas por otro lado. Claro que hacía varios años lo hacían muy de tarde en tarde, especialmente con la marcha de David a Madrid, aunque alguna visita le hizo ella. Aparte de la inapetencia que sentía David por otras mujeres desde que empezaron los juegos con su madre, Omaira se había casado hacía un par de años e incluso tenía una hija, por lo que si antes follaban unas pocas veces o fines de semana al año, ahora era mucho más complicado.

Pese a dar la impresión de que las situaciones iban avanzando, acabaron por estancarse durante un tiempo, o al menos su evolución fue bastante más lenta que durante esos primeros meses. En ocasiones se miraban cuando el otro no se daba cuenta, lo que les hacía sentirse incómodos cuando cobraban conciencia de ello. Ambos sentían lo mismo, pero pensaban que si decían o hacían algo relacionado con eso, la relación se rompería para siempre, por no nombrar todo lo que supondría social y emocionalmente. Llegados a este punto Mari Carmen comenzó a llevarlo mejor que David. El muchacho de vez en cuando tenía unos calentones muy fuertes, se estaba masturbando casi tanto como cuando descubrió las pajas en su adolescencia. No llegó a esos niveles por las restricciones de tiempo, que de lo contrario lo hubiese conseguido. Le habría gustado echar un par de polvos más con Omaira, pero ella no tenía disponibilidad en esos momentos. Empezó a salir con alguna que otra chica en plan amigos, aunque él quería que fueran algo más, sin llegar a un noviazgo. A ellas o no les interesaba nada más de él, o no estaban dispuestas a ser amigas con derecho a roce. David se comenzó a frustrar, aunque debido a lo ocupado que comenzaba a estar por su trabajo, logró dejar todo eso en un segundo plano.

Por su parte la madura consiguió quitarse, al menos parcialmente, esas ideas de la cabeza. Aunque en ocasiones se sentía tentada por su hijo, lograba desechar los pensamientos sin sentirse culpable. Cuando disfrutaba de su propio cuerpo en la soledad también lograba dejarle fuera de su fantasías, pero no siempre lo conseguía. La prueba de fuego eran las noches. Ella había decidido dormir sin su camisón mientras su hijo yacía a su lado desnudo. Lo sensato habría sido que volviera a su propia cama, o que ella se pusiera su camisón, pero a eso si era incapaz de renunciar, al abrazo de su hijo por las noches. Algunas habían sido difíciles para ella, ya que se había hecho más que patente la excitación de su hijo, en más de una ocasión había notado la polla de éste pujar contra su culo o meterse entre sus muslos. Sabía que no todas se debían al sueño. Esta situación no solía darse, sucedía muy de tarde en tarde. El muchacho era respetuoso con su madre y no pasaba de ahí, las veces que le había rozado las tetas en uno de esos abrazos había sido de una forma fortuita. Alguna noche iba más caliente de lo normal y llegaba a meter la polla entre los muslos de ella, desde atrás, en la posición en la que se abrazaban, pero al poco tiempo sentía remordimientos y la retiraba. Generalmente no tenía la certeza de si su madre era consciente de eso o no, sin embargo muchas de esas dudas quedaban disipadas cuando ella separaba los muslos mínimamente. Ese era de los pocos momentos eróticos que tenían durante el día, y tampoco es que se repitiera cada noche. Usualmente el abrazo era tan normal como el que se pueden dar una madre y un hijo que duermen juntos.

En una de esas noches de entre semana, Mari Carmen se despertó en mitad de la calurosa madrugada al notar que su hijo se agitaba a su lado, a fin de cuentas una madre es una madre, y el instinto protector siempre está ahí. Las sábanas estaban por debajo de la cintura de ambos, gracias a la tenue luz que entraba por la ventana y tras adaptarse sus ojos a la situación, vio como David estaba boca arriba, parecía contraerse en sueños, incluso gruñía suavemente. Quedó sorprendida al ver la polla de su hijo totalmente dura y palpitante. Una vez hubo pasado la sensación inicial de sorpresa comenzó a excitarse ante tal situación, por un momento se le pasó por la cabeza chupársela, o incluso sentarse encima y darse un homenaje con el miembro de su propio hijo. Sabía que no sería capaz de hacer nada de eso, tenía la boca totalmente seca, el corazón desbocado y sus entrañas ardiendo. Toda la libido que parecía haber perdido había vuelto a ella de golpe. De repente la polla de su hijo comenzó a expulsar leche hacía arriba cayendo en la barriga de éste, quién dio señales de despertarse lentamente. Asustada se hizo la dormida.

David se despertó sobresaltado, excitado y con cierta sensación de culpabilidad. Cuando fue consciente de lo que había sucedido miró a su lado. Vio a su madre tumbada boca abajo con el cuerpo medio destapado, podía apreciar como uno de sus senos se salía por el hueco que dejaba el brazo. Unas horas antes, probablemente se habría excitado ante esa visión, pero acababa de correrse en sueños y estaba algo compungido. Se sentía así por el que sueño que acababa de tener no era del todo normal. Se había visto en una sucesión de situaciones inconexas con su madre y su hermana Esther. En un momento determinado estaban en un coche, David en el asiento del conductor, Esther en el del copiloto y su madre fuera, hablando a través de la ventanilla con ambos. Parecía que se estaban despidiendo. En la siguiente escena del sueño estaba en su cama con su hermana, ambos desnudos mientras se besaban y acariciaban. Él comenzó a entretenerse más de la cuenta con las tetas de su hermana, ella se fue deshaciendo de él mientras iba bajando por la cama hasta meterse su polla en la boca. Comenzó a jugar suavemente con ella, dándole besitos y lametones para luego meter parte del capullo en su boca torturando a su hermano. Rodeó toda la base del glande con sus labios para posteriormente comenzar a jugar con la lengua, David sentía un placer extraordinario. Cuando llevaba así un rato Esther se incorporó y se dio la vuelta dejando su hermoso y voluptuoso culo a la vista de su hermano. Bajó en cuclillas acercando el chocho a la polla, la cogió con una mano y apuntó a la entrada. Sus labios vaginales abrazaron el mástil de su hermano. Cuando dio apenas un par de botes David se corrió como una bestia al tiempo que se despertaba.

Pensaba que iba a perder la cabeza, llevaba varios meses luchando contra la idea de su madre como objeto sexual, y de repente tenía un sueño como ese con su hermana. Cuando limpió los restos de su incesto en los brazos de Morfeo, pensó que tenía que poner fin a aquello, las cosas no podían continuar de esa manera.

Al caer la tarde del viernes de esa semana, David salió de su trabajo sin saber muy bien qué hacer. Volvió a casa dando un rodeo, no tenía prisa y necesitaba pensar un poco en todo lo que estaba sucediendo. Sabía que no podía continuar con los extraños impulsos que sentía hacía su madre, pero apenas podía quitársela de la cabeza cuando se excitaba, y en los momentos que pasaban a solas se sentía demasiado inquieto. Estaba pensando en organizar alguna escapada con unos amigos en fines de semana venideros, de esa manera podría poner el punto de mira en alguna chica, reírse y beber con sus amigos hasta el agotamiento. De esa manera tal vez se quitaría a su madre de la cabeza. Eso requeriría tiempo y él necesitaba hacer algo a muy corto plazo.

Llegó a casa, giró la llave y abrió la puerta, por el silencio que había daba la impresión de que no había nadie en casa, pero la puerta no había sido cerrada con llave. David avanzó por el pasillo, mientras se acercaba a la habitación oyó lo que parecían unos quejidos. Se quedó de piedra. La puerta del dormitorio estaba cerrada, se acercó y pudo notar unos gemidos de mujer acompasados con el peculiar chirrido de la cama mientras se está follando. El corazón le dio un vuelco, la boca se le secó. Durante unos momentos no supo donde estaba, pensó en echar un vistazo por la cerradura de la puerta como había hecho en alguna ocasión de adolescente. Sin embargo ahora se acababa de llevar un disgusto mayúsculo y aquello solo clavaría más hondo e puñal. Necesitaba salir de su casa. No sabía adonde ir ni que hacer, de lo que estaba seguro era de que necesitaba estar solo. No se encontraba en condiciones en condiciones de conducir, así que salió de casa y se limitó a pasear por la ciudad sin rumbo fijo.

La escena que se producía dentro del dormitorio era digna de mención. Mari Carmen estaba a cuatro patas, agarrada al cabecero de la cama mientras que un joven de veintipocos años la embestía salvajemente desde atrás. El chico la cogía por las caderas para que la penetración fuera más dura y profunda. Estaba muy cachonda, le estaban reventando el coño de un modo salvaje y con el vigor del que es capaz un chico joven con algo de experiencia. El muchacho frenó sus embestidas, echó su cuerpo sobre la espalda de la madura para agarrarle las tetas. Le empezó a mordisquear el cuello, ella cerró los ojos para disfrutar de aquel momento. Si la hubiesen seguido empujando como hasta un instante antes, probablemente se habría corrido en unas pocas embestidas más. También lo era que el muchacho se habría corrido de seguir a ese ritmo de no haberse refrenado un poco, y querría alargar el polvo. En ese momento de calma Mari Carmen cerró los ojos para continuar abandonándose al placer. La imagen perturbadora de que era su hijo David quién le estaba proporcionando placer la sacó del breve ensimismamiento. Necesitaba correrse ya, pero eso sí, mirando a Pablo-Que así se llamaba el amante de Mari Carmen-para quitarse a David de la cabeza. Se zafó de él para luego empujarle, Pablo captó la idea y se tumbó en la cama. La madura se puso encima para cabalgarlo salvajemente, Pablo no sabía muy bien que hacer, si agarrarle las tetas y llevárselas a la boca, cogerle el culo, acompasar el movimiento desde abajo... La duda se la producía el ímpetu que puso ella en cabalgarle, que apenas le daba opción a actuar debido al desconcierto.

-aghhh-gruñó ella al correrse, cayendo rendida sobre el pecho de su amante, quien también se encontraba muy cerca de terminar, pero Mari Carmen pareció quedar rendida, así que el muchacho dio unos cuantos golpes de pelvis hasta que por fin logró vaciarse dentro de la madura que permanecía inmóvil sobre él.

-Joder Mari, vaya polvazo, por momentos parecías estar fuera de ti-dijo Pablo un rato después, estando los dos tumbados en la cama recuperándose del esfuerzo.

-Sí, es que me has puesto como una moto cariño-Era una verdad a medias, pero tampoco podía contarle toda la verdad.

-Pues nunca te había visto de esta manera, y eso que guardaba buen recuerdo de nuestros encuentros. Me ha encantado, aunque me has dejado la polla para el arrastre.

-Yo también lo he pasado bien, espero que se te recupere pronto esta cosita-Decía mientras le acariciaba la semiflácida  polla cubierta de flujos y restos de semen. Bajó la cabeza y le dio un besito en la punta, para finalmente agasajarla con un par de lametones. El falo reaccionó cobrando cierta dureza, aunque aún lejos de una erección. Dio un pico a Pablo y salió rumbo al baño.

Pese a tener costumbre de relacionarse con hombres algo más jóvenes que ella, nunca lo hacía con chicos en torno a la veintena. Pablo había sido una excepción, hacía unos años que él había entrado a hacer prácticas en su empresa, a ella le había correspondido tutelarlo, y acabo tutelándole en prácticas de todo tipo. Mantuvieron relaciones durante varios meses, hasta que ella decidió cortar aquello. Desde entonces no habían vuelto casi ni a verse, pero Mari Carmen necesitaba carne fresca, estaba obsesionada con su hijo y buscó lo más parecido para desquitarse. Éste no había sido el único motivo, necesitaba marcar el terreno con su hijo, ella sabía que pese a que David solía irse por ahí al salir de trabajar los viernes, en bastantes ocasiones también volvía directo a casa. Una parte de ella deseaba que la hubiese pillado in fraganti, pero otra no quería ni pensarlo. Cuando iba camino al baño, su imaginación volvió a ponerse en marcha, deseaba que David la interceptara en el pasillo tal cual iba, totalmente desnuda con la vagina chorreando, y que como castigo se la follara salvajemente en el baño, mientras Pablo la esperaba en la cama. A fin de cuentas había echado un polvo para quitarse a su hijo de la cabeza y no solo no lo había conseguido, sino que se había pensado en él en el momento que más cachonda estuvo. Al salir del baño se dio cuenta de que el maletín de David estaba colocado en su sitio. Él había estado en la casa, pero se había marchado-¿Le habré hecho daño a mi niño?-pensó para sí misma. Se dirigió a la habitación algo triste y enfadada.

-Hola cielo, te echaba de menos-dijo Pablo, mientras estaba tumbado en la cama mostrando una vigorosa erección.

-Creo que será mejor que te vayas-contestó Mari Carmen sin mirarle a los ojos.

-¿Qué dices? ¿Ahora? ¿Me vas a dejar de esta manera?

-Lo siento, esto no debió pasar…-Fue consciente de su error al instante, no era eso lo que quería decir. Lo lógico habría sido darle otra excusa, pero eso fue lo que salió de sus labios.

-Joder, la verdad es que no te entiendo, un día crees que no es buena idea que sigamos follando, ahora me llamas para recordar viejos tiempos ¿Y poco después de correrte como una perra te arrepientes?

-Lo siento, de verdad-Pablo no siguió escuchando, recogió su ropa y salió de la casa medio desnudo dejando a Mari Carmen con la palabra en la boca.

Se quedó sola en casa, satisfecha pero desolada. Cambió las sábanas y le estuvo dando vueltas a la cabeza. Deseaba a su hijo, y a su edad había recorrido bastante camino para darse cuenta de las señales que él le enviaba, estaba convencida de que él estaba pasando por un trance similar, pero aquello no podía ser. Encima tenía el remordimiento de sospechar que le había hecho daño a su hijo de una forma consciente. Se trataba de convencer a sí misma de que David simplemente estaba en un momento un tanto difícil, y que los roces se habían dado por la convivencia, pero que de ahí no querría pasar el muchacho.

Él por su parte se quedó dando vueltas por la calle, no quiso entrar en ningún bar a entretenerse, ni ir al cine ni nada por el estilo. No quería hacer nada, tenía un nudo en el estómago que le ahogaba poco a poco, se sentía rechazado por su propia madre, la mujer que más quería en el mundo y a la que ninguna otra podría igualar jamás. Volvió a casa muy tarde, temeroso de lo que se podría encontrar fue directamente a su habitación. Aunque había podido apreciar que la puerta estaba abierta en el dormitorio de su madre, que en los últimos meses también había sido el suyo, tampoco quería tentar la suerte. Aparte que tampoco le apetecía dormir donde otro tío se acababa de follar a su querida madre, por lo que se metió en su habitación e intentó dormir, tarea que no le resultó nada fácil.

La mañana siguiente fue algo tensa para los dos, David se había limitado a saludar a su madre, quién tenía ganas de desahogarse y hablar con él. Como quién no quiere la cosa entró al cuarto de David mientras éste parecía prepararse para salir

-¿Vas a alguna parte?

-Me apetece ir a dar una vuelta, igual como por ahí.

-David, yo quería disculparme contigo. Como te darías cuenta ayer traje a un hombre a casa, y bueno, teniendo en cuenta que mi cama ahora también es la tuya, creo que al menos debía haberte avisado-a David le dolió y le emocionó a partes iguales oír aquella de que la cama de su madre era la suya, pero en ese momento aún estaba muy dolido.

-Mamá, es tu casa, no tienes porqué disculparte-contestó tratando de fingir que le era totalmente indiferente.

-Bueno, si vuelve a pasar te avisaré. Y si quieres traer alguna vez alguna amiguita, por mí no hay problema, que a fin de cuentas vives conmigo porque yo te lo he pedido, y no veo justo cortarte tus opciones de soltero-quería compensar a su hijo, pero esa no era la compensación que él anhelaba. -Tiene cojones la cosa-pensó David-por un lado me dice que va a volver a pasar, y por otro me da vía libre para follarme chicas en la casa. Ya podía haberme dicho eso a los veinte años- Sentía curiosidad por saber quién se había follado a su madre, pero sobretodo por saber si era un amante ocasional o un novio. No se atrevió a preguntar.

Con el pasar de los días Mari Carmen parecía haber superado los impulsos incestuosos. Lo que realmente sucedía era que se sentía culpable, y en eso ella era una experta a la hora de desconectar sus emociones. No pensaba mucho en el tema, pero tampoco lo hacía en hombres ni sexo en general, era su manera de pasar página en cuestiones como ésta. A David los primeros días le costó conciliar el sueño y apenas podía comer lo mínimo. Hacía varios meses que sentía cierta excitación sexual hacia su madre, pese a que procuraba esconderla en el subconsciente, acababa saliendo a la luz. Los últimos acontecimientos le habían demostrado que la quería para él, pese a saber que era un imposible, se sentía como cuando le rechazaba una mujer, una de las que se quieren de verdad. Por fin había aceptado que deseaba a su madre, y pese a dormir con ella cada noche, la veía muy lejos.

Con el pasar de los días la situación se fue normalizando, David fue intentando pasar del asunto, cada día trataba de no pensar en su madre como objeto sexual, pero le resultaba bastante complicado. Al menos iba recuperando el apetito y volvía a dormir del tirón. Aún así tenía algún que otro bajón momentáneo, pero se iba recuperando cada vez más rápidamente. Ley de vida. La situación entre ellos era como la que debe tener una madre con su hijo, al menos aparentemente.

Unas pocas semanas después, una noche cualquiera, ambos estaban en la cama aún sobre las sábanas. Era un momento de calma previo a irse dormir, en el que el sueño y la vigilia se confunden, David tenía el brazo por la nuca de su madre, ella le hacía carantoñas en el pecho, ensimismada en sus propios pensamientos. Llevaba unas braguitas y una camiseta ajustada, él solo los calzoncillos. Pese a no haberse excitado en ese momento, David recordó que la primera vez que sintió deseo por su madre fue en una situación similar. Le dio un beso suave en el cuello, ella seguía con sus carantoñas, él atrajo a su madre un poco más para sí. Mari Carmen sentía el cosquilleo producido por los suaves besos cariñosos que le daba su hijo, incorporándose levemente le dio un par de ellos en el pecho en señal de cariño y agradecimiento. Él le acarició la cabeza, siguiendo por la melena castaña de su madre, para luego dibujar pequeños círculos sobre su espalda. Ella recostó su cabeza en el pecho de él, quedando de costado, con su pierna derecha subida un poco sobre la de David. El chico fue capaz de sentir cada poro de su piel, comenzaba a sentir un impulso muy fuerte pese a que su polla continuaba en reposo bajo el calzoncillo, aunque comenzaba a notar algún que otro latido en la zona. La cabeza de su madre seguía contra su pecho mientras él le acariciaba la espalda, su nariz quedaba muy cerca del pelo de su madre, el olor fue haciéndole perder el control poco a poco. Mari Carmen seguía ensimismada en las caricias que se estaban dando, le encantaba sentirse así, y aunque no le habría desagradado, en ese momento tampoco quería seguir avanzando.

David no se lo pensó más, o mejor dicho, dejó de pensar. Se separó un poco de su madre, ella le miró con miedo y ternura. Él acercó su cabeza y le dio un pequeño beso en los labios. Se miraron otro instante para luego seguir besándose, acariciándose, dándose cariño. Lo hicieron muy lentamente, quedando acostados de costado acariciando la espalda del otro mientras apenas se atrevían a tocar lengua con lengua. Mari Carmen comenzó a ir un poco más allá con la suya, cogiendo de sorpresa a su hijo en un primer momento, pero éste pronto se animó a poner más énfasis. Invadió la boca de su madre con más descaro, la recostó sobre la cama y se tumbó encima de ella. Sus manos comenzaron a abarcar más de la hermosa superficie de la madura. Mari Carmen ahora se mostraba más pasiva, era ella la sorprendida y necesitaba evadirse un poco, simplemente se dejaba llevar. Cuando quiso darse cuenta David se había quitado los calzoncillos y le estaba quitando la camiseta que llevaba puesta, dejando sus tetas a la vista de su hijo. Volvió recostarse mientras él le sacaba las bragas, ya no había ninguna prenda que les molestase. El muchacho se tumbó sobre el cuerpo desnudo de su madre y siguió besándola, al poco tiempo decidió llevar su boca hacia una de las tetas maternas, de las que había mamado cuando era pequeño, aunque claro que él no lo recordaba. Mari Carmen estaba completamente absorta, sabía lo que estaba pasando, deseaba que sucediera, pero se sentía petrificada. Solo quería que la dura polla que sentía en la zona baja de su vientre la penetrase de una vez, pero algo hacía que no pudiese tomar iniciativa alguna. Estaba apunto de romper uno de los tabúes más fuertes de la sociedad.

David estaba muy excitado, deseaba aquello con todo su ser. Si en aquel momento le hubiesen asegurado que al penetrar a su madre perdería la vida, lo hubiese hecho de todos modos. Y lo hizo, le separó las piernas y apunto el glande a la entrada del coño de su madre, empujó un poco hasta notar el choque de las pelvis, volvía al lugar del que había salido treinta años antes. Mari Carmen notó como cada centímetro de su hijo entraba en ella hasta el final.

David empezó a moverse poco a poco, disfrutando del momento. Notó que su madre permanecía inerte, pero en ese momento no le importó. No porque pensara que ella no lo disfrutaba, sino que de sabía que ella se estaba dejando llevar a su manera. Mari Carmen fue siendo consciente de lo que sucedía, aquello que tanto había deseado y se había negado a si misma. Sus manos fueron lentamente hacia las caderas de su hombre, que se movían acompasadamente proporcionándole un gran placer. Las acabó posando en las nalgas de su hijo, para con sus piernas terminar por completar el filial abrazo. El balanceo fue volviéndose más salvaje, madre e hijo volvieron a besarse con pasión, ella se encogía mientras apretaba las nalgas de su hijo, éste la iba penetrando cada vez con más ímpetu. Mari Carmen comenzó a sentir que se acercaba el orgasmo, así que tomó la iniciativa por completo, hizo que su hijo se quitara de encima para así poder cabalgarlo ella, tal como ansió hacer aquella noche en la que había visto a David correrse en sueños.

Se puso encima de él y se dejó caer, estaba desesperada y cabalgó muy deprisa. David trataba de jugar con sus tetas pero le resultaba muy difícil por los movimientos de ella, así que se incorporó para poderle saborear los senos. Los movimientos de cadera de Mari Carmen fuero menos salvajes, pero más pronunciados, ahora era su hijo quién podía manosear sus nalgas. En este momento volvían a disfrutar de las sensaciones, de cada roce. El sexo entre madre e hijo retornaba a la parte más cariñosa, volvían a besarse de un modo pausado mientras la madura, ahora a horcajadas, movía las caderas buscando exprimir a su pequeño. Así, poco a poco, con todo el tiempo del mundo David acabó por correrse dentro de su madre, solo unos instantes después de que ella hubiese hecho lo propio.

Se quedaron tumbados en la cama haciéndose carantoñas. Ese instante era de ellos y solo para ellos. No se preocupaban de qué manera iban a llevarlo, de la que podría liarse si alguien se enteraba o de los posibles remordimientos posteriores. Lo único que tenían claro es que David y Mari Carmen vivirían juntos más tiempo del que tenían previsto.