vuelo intercontinental mojado (completo)
cosas que no suelen pasar en los vuelos,sea continental o no. pero bueno, a veces pasa y es bueno.
Me tocaba mi viaje de trabajo regular al otro lado del atlántico. Otro viaje de trece horas entre Madrid y Buenos Aires. Un viaje en clase turista, deseando que el asiento junto al mío estuviera libre y poder dormir con un mínimo de espacio.
Ya en la terminal cuatro se veía que la huelga no oficial de controladores planeaba un viaje más largo de lo previsto. La previsión era volar al medio día y al final partimos pasada la media noche, un desastre.
Ya en la terminal, mientras esperábamos, me pateaba pasillo arriba y abajo pasando el tiempo. Miradas al resto de los pasajeros, cervezas, miradas cómplices. Allí la vi por primera vez, se estaba morreando con un tío y no tenían ningún pudor. Yo creo que todos nos estábamos poniendo muy calientes. No tenía ni idea de que vuelo iban a tomar, el caso es que les perdí la pista y me fui a cenar. Ya más tarde me di otro paseo y volví a verlos al final de la terminal U, ya eran más que besos, no pude evitar empalmarme. Ya me gustaría ocupar su lugar, no es que la mujer fuera un bombón, pero tenía mucho morbo. Rondaría los treinta y pico y parecía saber lo que necesitaba, sus ojos tenían luz propia. Ella tenía su mano en el bolsillo del pantalón de él, era facial adivinar lo que le estaba haciendo. Nos cruzamos la mirada, ella no se detuvo y yo me puse rojo como un tomate. Decidí cambiar de sitio y me acerqué a mi puerta de embarque.
Al fin no llaman a embarcar. Me tocaba al final del avión y por tanto entré de los primeros. Al rato vi que tenía suerte, los dos asientos a mi lado estaban desocupados, o al menos eso pensaba yo. Ya cuando estaba prácticamente terminado el embarque veo que por el pasillo viene la tía de la terminal, y venía sola. Se sentó en uno de los dos sitios libres a mi lado, dejando libre el anexo al mío. No saludamos. Me miró como si me reconociera y yo me puse colorado por segunda vez. No pude evitar pensar que ella me consideraría un mirón. Miré esperando ver llegar a su compañero. No llegó y despegamos, eran las doce y cuarenta de la madrugada.
Me daba corte mirarla y ella estaba inquieta. La miré con disimulo: faldita plisada, a media canilla. Una blusa blanca con cuello cisne. No era una belleza pero a mí me tenía cachondo.
Nos saludamos y comentamos el tema del retraso, como se trastocan los planes, que si el trabajo, que si los viajes. Ella viajaba a ver a un familiar y su compañero enlazaba con otro vuelo y se verían en una semana. -Que putada me decía ella. -Ya lo creo dije yo; no pude evitar una sonrisa y esta vez fue ella la que cambió de color. Paciencia, le dije, al final todos tenemos que poner un poco de imaginación para superar los momentos de soledad. De eso le sobraba, me dijo ella.
Total que nos pasamos unas cuantas horas hablando y tocamos todos los temas, al final el cansancio llegó y tocaba dormir, el avión ya estaba a oscuras hacía rato. Nos tapamos con las mantas y ella me preguntó si tenía inconveniente en que ocupara las dos plazas, mi gozo en un pozo. Por supuesto que no, le dije.
Se acomodo en posición fetal, de lado, con los pies hacia mi lado, sin zapatos, acurrucada. Pensé que esa noche no podría dormir. Al rato sus pies estaban en contacto con mi cadera, no me molestaba, el punto era que no se mantenía quieta. Estaba nerviosa, cansada, yo que sé. Le dije que por mí no era problema que estirara las piernas sobre mis muslos. No sé porqué se lo dije, no tenía segundas intenciones. El caso es que al ratito ella se estiró. Ella parecía más relajada, yo, para nada. Mi cabeza no paraba de darle vueltas a posibilidades.
Sin ver como acabé acariciando sus tobillos, ella no dijo nada. Yo tenía en mi riñonera crema para las manos, tomé un poco y empecé a darle un masaje, empecé por los dedos y la planta de los pies. Ella levantó la cabeza en la oscuridad, me miró y se acomodó boca arriba, se acomodó la manta y la almohada y cerró los ojos. Yo me sentí cómodo, seguí con las pantorrillas, aquello prometía. Bajo la manta desplacé la falda para llegar a las rodillas. Sus manos bajaron la falda y evitaron que siguiera por ese camino. Volví a sus gemelos y luego a los dedos. Masajeé con abundante crema el dedo gordo y jugué con mis dedos entre los suyos. Tenía los deditos delgados y largos, con las uñas bien recortadas. Simulé con tres de mis dedos como le estuviera haciendo una paja con su dedo del pié. Luego uniendo dos de sus dedos por los extremos introduje uno de los míos como si fuera una vagina húmeda. Noté un ligero temblor es sus piernas. Con la otra mano volví a subir hasta las rodillas, serpenteé bajo su falta hasta el borde de sus bragas. No las vi pero se me antojaban pequeñas. Ella ya no puso impedimentos y jugué con el borde de la prenda, no lo sobrepasé pero ya la yema de mis dedos tenía su humedad para facilitarme el masajito. Ella separó ligeramente sus muslos, como si fuera casual y con ella no fuera la cosa, como si durmiera y se estuviera estirando. Segui a lo mío. Bordeando por fuera de la braga llegué a su ombligo, lo penetré. Ella volvió a abrir sus muslos.
Sobre la gasa de su tanga busqué su caramelito, no me fue complicado y noté como se corría en silencio. Paseé el dedo corazón por sus labios vaginales por sobre la tela. Empujé introduciendo el dedo con la tela a forma de condón. Giré el anular del dedo para alcanzar el G. los tenía rugoso, hinchado. Agité el dedo como si me estuviera hurgando la oreja, solo la primera falange. Aquello aumentó su volumen. Introduje un segundo y con las dos falanges aceleré los movimientos. Era un río. A buen seguro que el que sentara luego en esa butaca pensaría que alguien se había meado. Se corrió sin remedio. Suavemente le esparcí sus jugos por la Pepa, y se durmió.
Y yo también.
Me despertó la iluminación para el desayuno, a ella también. Y nos miramos, y me regaló una sonrisa. Se aproximó y mirándome a los ojos me dio un pico, y luego otro, pasó su lengua por el borde de mis labios. No introdujo la lengua de frente, jugó junto a uno de los extremos y entró cálida hasta el fondo. Fue un beso nada brusco, femenino y muy caliente.
Bajo la manta su mano avanzó jugando sobre mi muslo, acaricio mi ombligo y al igual que antes hiciera yo, jugó a introducirlo. Siguió subiendo, sus dedos pinzaron mis pezones que a estas alturas estaban marcando cima. A mí el juego con los pezones me pone muy caliente. El juego de sus besos no paraba, junto a mi oreja susurró que me tenía que corresponder, y correspondió, sus dedos recorrieron el largo de mi pene, de arriba abajo, de abajo arriba. Encontró la cremallera y encontró al bicho y encontró la forma de acariciarlo de modo que quedara oculto a las miradas indiscretas. Faltaban unas filas para que llegara el carro con los desayunos, las pelotas estaban repletas. Justo llegando a nuestra altura me vacié hasta el alma. Justo me preguntan que para beber que quería, mi garganta estaba seca y mis ojos prácticamente cerrados, creo que aún me estaba corriendo. Fue ella la que pidió zumo de uva, piña y manzana. Necesitaba algo fresco para recuperar el resuello.
No parecíamos unos desconocidos, para cualquiera que nos mirara verían una pareja de enamorados de viaje, como pareja salimos del aeropuerto en el coche de alquiler, no le pregunté a donde iba, ni su hotel o dirección. Directamente nos fuimos a mi hotel en el Microcentro, en Tucuman. El centro de Buenos Aires siempre está animado y hoy no era distinto. Tardamos una eternidad y durante esa eternidad las caricias eran continuas. No te corras, me dijo, lo quiero todo para mí. Me entró un escalofrío.
El hotel es mi habitual de trabajo, nunca llego acompañado, esta vez era la excepción. Yo no sabía cómo enfocar el tema, ella salió limpiamente al sacar su carnet. No me apetecía que pareciera que me llevaba una puta a la habitación, no es mi costumbre, ni me parecía correcto que ella se sintiera como tal.
Entramos en la habitación y le ofrecí una ducha, ella me dijo que nos hacía falta a los dos, el viaje fue largo. Dejé que se duchara sola, mi cuerpo pedía otra cosa pero yo quería estar limpio, olía a sudor y aún tenía los restos de la corrida.
Llamé al servicio de habitaciones, solicité un desayuno para dos con champán, marisco y fruta. Tardó un poco, no era lo habitual pero cumplieron.
Mientras llegaba me duché, luego de la ducha un poco de Antaeus de Chanel para mejorar mi aroma. Es un perfume que me pone.
Al salir del cuarto de baño, con albornoz, la vi sobre la cama, llevaba un camisón corto, amarillo, uff, cardiaco. Le quedaba precioso sobre su piel bronceada, cosas del verano valenciano. Con esto llamaron a la puerta, era el servicio de habitaciones.
-Ven, me dijo ella, prefiero empezar por la carne-. Y desenlazó el lazo del albornoz. Yo ya estaba empalmado, lo tomó con su mano cálida y me dejo caer sobre la cama. No empezó a mamármela, como yo creía. Se metió directamente en su boca el dedo gordo del pié, y luego le siguieron los otros, con su lengua penetraba cada entre dedos. Intentó meterse todos los dedos al tiempo, como si fuera una gran polla. Con su boca fue subiendo, me estaba ensalivando completamente. No paró, de las ingles pasó al ombligo y luego atacó mis tetas y mis sobacos. -Me encanta tu olor- me dijo. En cualquier momento me corría. Bajó al ombligo, y a las ingles. Sus manos magreaban mis nalgas. Mi mira a los ojos, pone los labios a lo Marilin y mientras un dedo acaricia mi ojete su boca se deja penetrar lentamente. Me corrí. Me corrí mientras sus labios llegaban a la base del troco. Me corrí y parecía que perdía la conciencia.
-¿desayunamos? Y a mí me temblaban las piernas.
Nos tomamos una ducha, fui a ponerme unos calzoncillos pero ella no me dejó. No sentamos uno frente al otro, nos mirábamos a los ojos mientras me ponía una copa con zumo de naranja. Miré sus pechos, medianos, sus pezones parecían unos pitones. Pánico tendrían los que corren en san Fermín. Oscuros.
-¿me los comerás luego de desayunar?
-sí, le dije, igual no espero a terminar.
-a mi marido le pone mucho comérmelos. Yo me pongo muy caliente cuando me los comen.
-yo creo que tú te pones caliente con cualquier cosa, te lo tienes que hacer mirar.
-ya, estoy a la búsqueda de quién me arregle. ¿lo harás tú?
-¿con quién estabas en el aeropuerto?
-Era mi marido, no debía ponerme tan caliente y no acabarme. El sabe que cuando me pasa un punto yo ya no puedo parar. No puedo detenerme hasta que el cuerpo ya no responde. El tema es que veníamos juntos a una convención que tengo de la universidad pero le llegó una llamada ya en el la zona de embarque., temas de trabajo y cuando de ello se trata todo es secundario.
-Me pusiste muy caliente en el aeropuerto.
-no esperé tu reacción en el avión. Te la jugaste, te podía haber montado un escándalo
-vi en tus ojos la calentura, la misma que tienes ahora.
Tomé una fresa, la mojé en la copa, la llevé a sus labios. La recorrí por sus labios como si fuera un capullo, un capullo de polla. Entró al trapo y la chupó. La mordió. Por la comisura de sus labios corría el jugo.
Tomó ella otra fresa, la llevó fuera de mi vista bajo la mesa. Entrecerró los ojos, sonrió y lo llevó a mi boca. El sabor a fresa y a los jugos de su coño me empalmó, el desayuno prometía.
Jugamos un rato con las fresas, y con las uvas. Y con los kiwis. A mi me gustan los amarillos, son mas dulces. Lo corté por la mitad, estaba madurito. Lo recorrí por sus pezones que se irguieron al momento. Su estómago se encogió y los pezones se pusieron duros, mezcla del frío y de la caricia blanda. Los limpié con mi lengua, con mi boca. Ella agradeció con un gemido la calidez de mi boca.
-shss, espera, veo que tienes hambre. Pásame las gambas. ¿te gustan con mayonesa o solas?. Están un poco sosas ¿no?.
Ya a mi vista llevó la gamba y la paseó por su almeja. Um, gambas con almejas, me encanta!. Se acarició sus labios por fuera, despacio, y despacio recorrió su pepita. Bajó y lo introdujo en su chochito pelado. Lo sacó. Me lo llevó a mi boca.
-veo que tienes hambre. No me has contestado si te gustan solas o no
Busqué la gamba de mayor calibre. La llevé a su rajita y la pajeé, la fui masturbando mientras ella empezaba a mover sus caderas como si ya estuviera follando. Lo saqué. Se lo llevé a su boca.
Me miró con sorpresa pensando que el manjar era para mí. Lo chupó como se chupa la cabeza de una gamba. Mi miró mientras la volví a mojar en la salsera de su coño. Bien mojada la volví a llevar a su boca que se la comió con una cara de calentorra. Seguimos jugando hasta terminar con todo el plato. El aroma a gambas y coño tenía embriagado el cuarto.
Le mordí la boca, las lenguas jugaban ya no con sensualidad, ya el cuerpo nos pedía más. Abrazados la llevé hasta la cama donde ella se dejó caer abriendo las piernas. Su peladito apareció mojado, mojado y abierto como un higo. Solo lo ví unos segundos, el tiempo justo de cogerla de sus piernas y jalarla hacia mí, dejando sus nalgas al borde de la cama. Segundos tardé en clavársela llegando hasta el fondo como mantequilla. Me sorprendió lo apretadito que lo tenía, como un guante.
-ohh, ya era hora. Que duuro. Menudo regalo me tenías guardado. Me llenas toda. Diooos.
-vaya, me has salido religiosa. Tu sí que me sorprendes, que apretadito!!.
-dios, no se te ocurra parar y menos lobos, mi marido nunca lo encontró apretadito. Menos lobos.
-lo tienes apretado. Agg, igual es que lo tienes acojonado.
-no pares cabrón, dame duro, agg, ahh, ya, yaaa. Dios, la hostia.
Yo me fui detrás. En cuanto sentí su corrida no pude evitar correrme.
Me deje caer sobre la cama, a su lado. Volví a sentir su boca comiéndome el pecho. Empezó por los pezones. Realizó círculos con su lengua sobre mis pechos acabando en mis sobacos. Nunca me los habían chupado. Cerró mis brazos y lamió como si fuera un chochete, primero despacio para devorarlo luego justo cuando abría mi brazo como si estuviera abriendo las piernas. Me volví a empalmar. Bajó la lengua por mi costado haciéndose legar hasta la base de la polla. Fue jugando hasta ponérmela a tope.
Busqué el sesenta y nueva. Me fui directo a su coño, estaba muy caliente. Ella se sintió agradecida y se la metió hasta la campanilla. La saliva empapaba las sábanas.
Su coño sabia a una mezcla se gambas, mi corrida y la suya. Me encantó. No paré de lamerle, me llegué hasta su frontón y mas allá, hasta su prieto. Apretó sus nalgas, las relajó y jugué a penetrarle alternando lengua y dedo.
Bajó hasta lo huevos, chupó uno y luego el otro. Intentó comerse los dos juntos. Cuando la saliva corría hacia el G, su lengua siguió el riachuelo chupando e intentando morder desde la base de mis huevos hasta mi culo. Metió su lengua, era mi primera vez. Y me gustó.
Seguí jugando con mi lengua y mi dedo en su agujerito. Se lo metí entero.
-cabrón, me gusta, me gusta mucho.
Ella siguió jugando con el mío con su lengua y con su dedo. Me lo metió entero.
-joder, no pares, a mí también me gusta.
Era mi primera vez, me estaba desvirgando el culo, no lo vi como un síntoma de homosexualidad. Es que era puro deseo por esa mujer.
La volteé, ya de a cuatro le seguí chupando el culo y ya le metí un par y luego tres. Puse un almohadón para levantarle el culo, se lo miré ya dilatado mientras la enfilaba.
-para, para. No va a entrar, sácala cabrón. Me duele.
Me quedé quieto, cambié un poco de posición pero sin moverla del inicio del negro. Busqué la posición para acercar mi cara a su nuca. Besitos y muerdos en la base de la nuca. La lengua en sus orejas buscando luego la comisura de sus labios. Su lengua busca la mía. -Ya es mía, pienso. Mi mano juega sobre su clítoris y sigo empujando.
-Solo un poco, me dice.
-La puntita, nada mas , le digo.
Y sigo con los besitos, los jugos de lengua y el dedo jugando al otro lado.
-solo un poco, me dice.
-La puntita, nada más , le digo.
Sigo jugando mientras le susurro al oído a la condesa que ahora no tiene las tetas sobre la mesa. Mi dedo aceleraba sus movimientos en su sexo mojado.
-Aggg, no pares, me corro, ahh.
Y mientras se corría se la llevé hasta el fondo, hasta que los huevos se estrellaron en sus mojadas nalgas.
-Hijo de puta, me has partido en dos. Sácala.
Me separé sin sacarla del todo y volví al fondo.
-Cabrón, sácala.
Me volví a separar y volví a entrar. Repetí unas cuantas veces.
-Para, para y sácala.
Y ya no dijo nada, ya no deje de hacerle caso, su voz decía sácala y mi mente decía métela. Y al sacar meter no aceleramos y nos corrimos los dos.
Quedé rendido, adormilado. Ella en silencio se levantó. Oí el ruido de la ducha. Me quedé dormido.
Me despertaron sus besos y caricias. Me alegré de que no estuviera enfadada. Siguió con sus besos en la espalda. Me mordió la nuca y metió su lengua en mi oído. Buscó la comisura de mis labios y jugamos con las lenguas. Bajó rápido pasando la lengua por mis vertebras. Mordió mis nalgas y chupó mis huevos. Mi polla ya estaba otra vez en forma. Se la metió en la boca mientras comenzó a jugar otra vez con un dedo en mi culo. La dejé hacer, antes me gustó.
Volvió con su boca e intento follarme con la lengua. Estaba como una moto.
Puso el cojín debajo, levantando mis nalgas. Y siguió ensalivando mi culo, me metió el dedo corazón hasta el fondo. Se metió sus dedos en su coño y con ellos mojados me metió dos dedos. Me estaba poniendo burro.
Subió hasta mi nuca con besitos. Me puso a cuatro, se posicionó como si fuera a follarme, la miré de lado y vi como pelaba una banana. Me sonrió, me acojoné. Pero no me moví.
Noté como el empezaba a meterla, hasta el fondo.
-No, para, sácala.
La sacó hasta la mitad y la volvió a clavar.
Ya no dije nada. Ella metía y sacaba mientras jugaba con mi polla.
-me coorro, me corro.
Ella buscó mi polla con su boca, parte le calló dentro y parte fuera. Nos besamos y luego nos comimos el plátano, la mitad para cada uno, compartiéndolo todo.
Después de volverse a duchar se fue, nos dimos nuestros correos y pasamos página. Luego vendrían otras.