Vuelo intercontinental mojado (2)
Nos despertamos para el desayuno en vuelo. Luego llegamos a re-desayunar en el hotel.
Me despertó la iluminación para el desayuno, a ella también. Y nos miramos, y me regaló una sonrisa. Se aproximó y mirándome a los ojos me dio un pico, y luego otro, pasó su lengua por el borde de mis labios. No introdujo la lengua de frente, jugó junto a uno de los extremos y entró cálida hasta el fondo. Fue un beso nada brusco, femenino y muy caliente.
Bajo la manta su mano avanzó jugando sobre mi muslo, acaricio mi ombligo y al igual que antes hiciera yo, jugó a introducirlo. Siguió subiendo, sus dedos pinzaron mis pezones que a estas alturas estaban marcando cima. A mí el juego con los pezones me pone muy caliente. El juego de sus besos no paraba, junto a mi oreja susurró que me tenía que corresponder, y correspondió, sus dedos recorrieron el largo de mi pene, de arriba abajo, de abajo arriba. Encontró la cremallera y encontró al bicho y encontró la forma de acariciarlo de modo que quedara oculto a las miradas indiscretas. Faltaban unas filas para que llegara el carro con los desayunos, las pelotas estaban repletas. Justo llegando a nuestra altura me vacié hasta el alma. Justo me preguntan que para beber que quería, mi garganta estaba seca y mis ojos prácticamente cerrados, creo que aún me estaba corriendo. Fue ella la que pidió zumo de uva, piña y manzana. Necesitaba algo fresco para recuperar el resuello.
No parecíamos unos desconocidos, para cualquiera que nos mirara verían una pareja de enamorados de viaje, como pareja salimos del aeropuerto en el coche de alquiler, no le pregunté a donde iba, ni su hotel o dirección. Directamente nos fuimos a mi hotel en el Microcentro, en Tucuman. El centro de Buenos Aires siempre está animado y hoy no era distinto. Tardamos una eternidad y durante esa eternidad las caricias eran continuas. No te corras, me dijo, lo quiero todo para mí. Me entró un escalofrío.
El hotel es mi habitual de trabajo, nunca llego acompañado, esta vez era la excepción. Yo no sabía cómo enfocar el tema, ella salió limpiamente al sacar su carnet. No me apetecía que pareciera que me llevaba una puta a la habitación, no es mi costumbre, ni me parecía correcto que ella se sintiera como tal.
Entramos en la habitación y le ofrecí una ducha, ella me dijo que nos hacía falta a los dos, el viaje fue largo. Dejé que se duchara sola, mi cuerpo pedía otra cosa pero yo quería estar limpio, olía a sudor y aún tenía los restos de la corrida.
Llamé al servicio de habitaciones, solicité un desayuno para dos con champán, marisco y fruta. Tardó un poco, no era lo habitual pero cumplieron.
Mientras llegaba me duché, luego de la ducha un poco de Antaeus de Chanel para mejorar mi aroma. Es un perfume que me pone.
Al salir del cuarto de baño, con albornoz, la vi sobre la cama, llevaba un camisón corto, amarillo, uff, cardiaco. Le quedaba precioso sobre su piel bronceada, cosas del verano valenciano. Con esto llamaron a la puerta, era el servicio de habitaciones.
-Ven, me dijo ella, prefiero empezar por la carne-. Y desenlazó el lazo del albornoz. Yo ya estaba empalmado, lo tomó con su mano cálida y me dejo caer sobre la cama. No empezó a mamármela, como yo creía. Se metió directamente en su boca el dedo gordo del pié, y luego le siguieron los otros, con su lengua penetraba cada entre dedos. Intentó meterse todos los dedos al tiempo, como si fuera una gran polla. Con su boca fue subiendo, me estaba ensalivando completamente. No paró, de las ingles pasó al ombligo y luego atacó mis tetas y mis sobacos. -Me encanta tu olor- me dijo. En cualquier momento me corría. Bajó al ombligo, y a las ingles. Sus manos magreaban mis nalgas. Mi mira a los ojos, pone los labios a lo Marilin y mientras un dedo acaricia mi ojete su boca se deja penetrar lentamente. Me corrí. Me corrí mientras sus labios llegaban a la base del troco. Me corrí y parecía que perdía la conciencia.
-¿desayunamos? Y a mí me temblaban las piernas.