Voyeur en el autobus
Durante un viaje en autobus una viajera me permite ver un espectáculo que marcó mi vida
Hoy voy a contar algo que me pasó cuando era joven y no tenía demasiada experiencia. Contaba yo con 16 años, y esta situación se situa poco antes de la que narré en este relato . De hecho, fue en uno de esos momentos en los que me encontraba en el autobús, recorriendo la ciudad en un autobus de linea, para llegar hasta casa de los padres de mi novia y pasar un rato con ella besándonos, metiéndonos mano y disfrutando de esa pasión que tienen los novios recientes.
En aquella época yo estaba más caliente que un mono. No es una exageración. Las hormonas me revolucionaban a todas horas, las erecciones aparecián en los momentos inesperados, y las pajas se sucedían con una frecuencia alarmante. Y cuando llegaba primavera, no es que las cosas fueran mejor, sino que, al contrario, todo estaba todavía más revolucionado. Y en esas estábamos cuando llegó el autobús y me subí en él sin saber que esa experiencia me iba a marcar durante mucho tiempo.
Como ya he contado antes , la ultima etapa del viaje hasta la casa de los padres de mi novia me llevaba unos 20 minutos, más o menos. Era en este autobús donde yo me senté. Como me gusta ir tranquilo, si puedo me siento en el sitio que suele estar tras el conductor, de espaldas a todos los viajeros. El viaje no me marea, no se me sienta nadie al lado y puedo leer con tranquilidad. Además, siempre puedo ver a todos de cara, por lo que si se produce alguna conversación o situación interesante, siempre puedo ver los rostros de los participantes y como actuan. Si, lo reconozco... soy muy vouyeur, pero vamos, nada que no haya dicho antes.
Recuerdo que aquel día el autobús iba bastante vació. El conductor estaba entretenido a mi espalda mientras conducía hablando por radio con la central. Algo debía de pasarle con las vacaciones, porque no hacía más que quejarse y escuchar. En el resto del autobús se encontraba una señora mayor al fondo, que de vez en cuando miraba a una pareja de novios que no paraban de besarse (y que yo pretendía emular en un rato) y un hombre que iba leyendo el periódico. Yo no tenía ganas de leer, así que iba mirando las calles que ibamos dejando.
En la siguiente parada a la mía se subió una mujer. Tendría unos treinta años, o trentaitantos, no se decirlo bien. Se le veía cansada y con aspecto de haber estado trabajando en turno de noche en algun centro, que podría haber sido el hospital, ya que la parada en la que había subido era la que más cerca estaba de uno de ellos que se encuentran en la ciudad. Era morena, llevaba gafas de sol y un vestido de los de salir de diario, con una falta que le llegaba hasta las rodillas, un bolso y una bolsa de plástico cerrada.
Al principio no me fijé en ella, ni tan solo cuando se sentó en la primera fila que se encontraba en los asientos frente a mi. No es que no me resultara sexi, sino que yo iba pensando en mis cosas, y ella tenía pinta de estar cansada y con ganas de llegar a casa y olvidarse del mundo unas horas. Sin embargo, en estas situaciones algo pasa, que hace que cambies de opinión, y es que en ese momento ella no se dió cuenta, y al dejar el bolso que llevaba en el suelo entre los pies, tuvo que abrir las piernas para poder bajarlo. Y al abrir las piernas, la falda que llevaba hasta las rodillas y que se había subido un poco al sentarse se había separado, dejándome ver parte de los muslos por la parte interna.
No estoy seguro de si se me abrieron los ojos como platos, pero de lo que si que estoy completamente seguro es de la erección que empecé a notar y que me obligó a taparme con las manos y mirar a otra parte. No era cuestión de montar un espectáculo donde estaba, aunque no hubiera nadie fijándose en mi. Me daba apuro que se me notara y se riesen o, peor, que me llamasen la atención. El problema es que no podía dejar de mirar. El bolso mantenía las piernas entreabiertas, así que mi mirada iba de la calle a sus muslos, y de sus muslos a la calle, una y otra vez, intentando disimular pero sin querer dejar de hacerlo. Y claro, acabó notándolo.
Al principio fue algo sutil. Abrió un poco las piernas y observó mi reacción. Yo no podía dejar de mirarla. Ya casi no miraba a la calle, y mi mirada se dirigía directamente a sus muslos. No sabía si ese movimiento había sido consciente, y como no le veía los ojos tras las gafas de sol, no sabía que estaba mirándome sin tapujos. Y aunque no podía ver nada realmente, más que los muslos que se adentraban en la oscuridad de su falda, la sensación morbosa era algo que nunca había sentido con tanta fuerza. La polla me dolía debido a la erección contra los vaqueros, así que intenté mover las piernas disimuladamente para empujarla a un lado y tener algo de espacio, movimento que ella debío de ver y adivinar, porque la vi sonreir.
Y abrío mas las piernas, mientras una mano se iba al borde de la falta y se mantenía ahí, como aguantándola para bajarla en caso de que alguien más estuviera viéndola. Y la punta de la lengua asomó a los labios, pintados con un pintalabios suave y funcional. No era mucho, no llegaba a ser un gesto obsceno. Pero las piernas ya dejaban ver el final de los muslos, aunque no se adivinaba todavía el qué, y la lengua acompañaba a ese momento de una forma muy excitante. Y yo ya no pude más. O me recolocaba el paquete, o acabaría partiéndoseme la polla por la mitad. Obsevé al resto de los pasajeros, y como vi que nadie se fijaba en mí, abrí las piernas y empujé la polla hacia un lado, notando un gran alivio.
Ella me vió. Sacó mas la lengua y empezó a lamerse el borde de los labios. Yo no podía creerlo. Abrío más las piernas y con la mano acercó el borde de la falda a su entrepierna, lo que me permitió ver unas braguitas blancas. La otra mano la cruzó por su cintura, y con el dedo gordo, disimuladamente, empezó a acariciarse el pecho por debajo, en el borde del sujetador, suavemente. No creo que notase nada, así que realmente esa caricia debía de ser para que yo me excitase aún más.
Y vaya si lo estaba. Ya no era el tener una erección intesamente placentera. Al apretar los muslos, notaba como el pantalon se tensaba alrededor de mi polla, que no estaba muy lejos del orgasmo, mientras mi corazon se encontraba latiendo a toda velocidad. Ella notaba cada movimiento que hacía y lo respondía con otro suyo. Al acercar su mano a las braguitas, comenzó a acariciarse por encima de ellas, mientras con la boca se mordía el labio inferior y con el dedo de la otra mano seguía acariciandose suavemente el pecho, esta vez mas cerca de donde debía estar el pezón. Yo ya miraba fijamente, sin ningún disimulo. Y entonces ella se arregló la falda. Cogió el bolso, y rebuscó algo en la bolsa que llevaba. Cogió algo que no llegué a ver, y poniéndose de pie avanzó hacia donde yo me encontraba. Creía que iba a decirme algo, y el corazón comenzó a latir hasta tal punto que creía que se me saldría por la boca. Pero avanzó a mi lado, y se acercó al conductor. Escuché como le preguntaba por la siguiente parada, y al confirmarle que si, pulsó el botón de bajada y se dirigió hacia la puerta.
Y al pasar por mi lado hizo como que se tropezaba, y tapándose con la bolsa, dejó caer en mi regazo un pequeño trapito blanco, mientras seguía caminando. Y al ver el trapito, vi que eran unas braguitas muy parecidas a las que había visto que llevaba. Usadas. Y al mirarle mientras bajaba, a la vez que las guardaba rapidamente en mi bolsillo, ella se giró y me dedico un guiño y una sonrisa que aún no he podido olvidar y que hizo que tuviera que respirar profundamente para no correrme en ese mismo momento.
PD
En la parada siguiente bajé como pude, ocultando una erección que tardaría en desaparecer. Por el camino hasta casa de mi novia no hacía más que llevarme las braguitas a la nariz, aspirando su aroma a coño. Braguitas que tuve que tirar en el contendor de basura antes de llegar a casa de mi novia, con todo dolor de mi corazón.
Cuando mi novia abrió la puerta, le pregunté:
¿Están tus padres?
Si, al fondo viendo la tele. ¿por?
Llevo un calenton que no puedo aguantarme, y estoy a punto de correrme.
Mi novia me llevó al primer cuarto junto a la puerta, me bajó los pantalones y se metió mi polla en su boca. Tarde quizá cuatro, cinco, seis segundos en correrme, en llenarle la boca de semen, que se tragó antes de ir a saludar a su familia.
No volví a ver a esa mujer, aunque hice ese recorrido a esa hora otras veces. Y nunca jamas otra mujer, chica o señora me ha vuelto a hacer algo parecido.
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