Voyeur

Le separé las piernas y vi por primera vez sus huevos, aquellos cojones podían terminar con el hambre en el mundo. Aquella visión era celestial.

Creo recordar qué con nueve o diez años ya empecé a sentir curiosidad por el sexo. No sé si es una edad temprana o tardía, no sé si al resto de los niños les ocurre lo mismo pero cómo la mayoría de la gente, me inicié en el sexo mirando. Eso lo recuerdo perfectamente.

Me encantaba observar a mis padres mientras hacían el amor. Me resultaba muy excitante, no porque fuesen mis padres claro está, si no por lo que estaban haciendo. Los sonidos, los olores, los movimientos, todo me resultaba realmente excitante.

Con el tiempo me di cuenta que me fijaba mas en mi padre que en mi madre. Me atraía mucho más el cuerpo de un hombre que el de una mujer.

Entonces me dediqué a observarlo solo a él.

Recuerdo que incluso hice un pequeño agujerito en la parte inferior de la puerta del baño y cuando se estaba duchando yo bajaba a hurtadillas, me arrodillaba y espiaba a mi papa mientras se enjabonaba el cuerpo. Me encantaba verlo primero desnudándose con la tranquilidad que da el saberse en intimidad, se metía en la ducha y dejaba caer el chorro de agua en su cabeza. Inmediatamente los pezones se le ponían duros como dos balas del calibre cuarenta y cinco.

El vello de su pecho se iba amansando a medida que el agua lo cubría y todo su cuerpo brillaba, mojado. Era un placer ver los dibujos que el agua pintaba con su pelo, verlo tocarse por todas partes y disfrutar de esa pequeña cascada de agua que se formaba en su miembro flácido y sus huevos que colgaban relajados como la piñata de un cumpleaños.

Disfrutaba también viéndolo secándose, pasando la toalla por sus partes intimas. Era divertido ver como se sacaba la punta de la polla para secársela bien. No tenía una gran polla, pero a mi me encantaba.

Con los demás chicos de mi edad no me pasaba lo mismo. No me atraían lo mas mínimo. Tuve algún que otro tocamiento con Jaime, un primo mió. Simplemente nos masturbábamos el uno al otro creo que en alguna ocasión le di un lametón en la polla, nada mas.

Ya con quince años me di cuenta que lo mío eran los maduros. Enamorado perdido de todos los profesores que iban apareciendo en mi vida y espiando a todos los hombres que pudieran entrar en el baño de casa, me masturbaba como un loco pensando en esos cuerpos grandes, fuertes, velludos, con esas maravillosas carnes que lucían con la naturalidad que da el saberse solos. Me encantaba espiar a la gente. Me había convertido en un voyeur.

Me encantaba mirar a los hombres en cualquier situación. Me encantaba verlos mear, desnudarse, cambiarse de ropa. Podía estar durante horas esperando que mi presa llegase. Era paciente.

Mi primera experiencia sexual la tuve tarde. Acostumbrado a espiar me excitaba de tal manera que siempre terminaba masturbándome, fuese donde fuese, no necesitaba más, al menos, eso creía.

Teníamos una pequeña casita en las afueras del pueblo rodeada de algunos terrenitos que mi padre cultivaba. Era una zona muy bonita y poco transitada.

Estaba situada en una pequeña colina y desde ella se podían ver todos los terrenos de su alrededor. En el camino de acceso, bordeando una acequia, crecían salvajes infinidad de cañas de bambú. Había diferentes árboles frutales plantados sin ton ni son. La casita no era gran cosa, solamente la utilizábamos algún fin de semana para ir de comida al campo.

Teníamos un perrito del cual me encargaba yo y todos los días iba a soltarlo un ratito y darle de comer. Justo al lado de nuestro terreno, había una pequeña casa de aperos, propiedad del Sr. Higinio, un hombre que me volvía loco.

A fuerza de ir todos los días a dar de comer a mi perro, descubrí las costumbres de mi deseado vecino. Higinio era un hombre de unos sesenta y cinco años. Conservaba intacta toda su mata de pelo gris y su cuerpo curtido por el campo era rudo y fuerte. De anchos hombros, tenia el pecho y la barriga cubiertos de vello del mismo tono grisáceo que su pelo. No era especialmente guapo. Sus facciones fuertes iban acorde con el resto del cuerpo. A mi me parecía un autentico semental. Con solo fijarse en su cuerpo se podía intuir las dimensiones de su polla y eso que para mi el tamaño no es lo mas importante, pero era imposible negar lo evidente.

Higinio viajaba en una pequeña moto y siempre llegaba a la misma hora, sobre las tres y media de la tarde. Algún día paraba a tomar un café y eso hacia que se retrasase media hora más o menos.

Paraba la moto justo enfrente de la subida que llevaba a mi casita y siempre miraba para comprobar si había algún vehiculo aparcado a la sombra de las palmeras que papa plantó algún día en la entrada. Después siempre se sacaba el rabo y meaba. El día que había algún coche no lo hacía.

El primer día que lo vi fue por casualidad y él al verme mirando como se sacaba la verga se dio la vuelta inmediatamente. Yo pasé como si no hubiera visto nada, pero por dentro estaba que reventaba. Buff, apenas si le había visto aquello que tenia entre las piernas y me quedé perplejo por el tamaño. Menudo miembro que se calzaba el señor¡¡.

Como es lógico decidí prepararle una emboscada.

El día siguiente fui hasta mi casita sobre las tres de la tarde. Deje el coche por la parte de atrás de la colina para que Higinio no lo viese y me atrincheré entre las cañas de bambú de la entrada, asegurándome que tenia el campo de visión despejado y que él no podría verme a mi.

Me dispuse a esperar y a las tres y media llegó la moto. El sonido del motor acercándose ya me hizo ponerme nervioso. Tenía un nudo en el estomago y se me secó la boca, no podía tragar y me entraron ganas de toser. Cualquier ruido hubiese desbaratado mi plan, así que hice fuerza por que mi cuerpo no me traicionara.

Bajo de la moto y miró hacía la zona donde yo me ocultaba, novio nada. Cuando sus manos se dirigieron a la bragueta de su pantalón mi corazón estaba apunto de estallar, tan rápido latía que creía que su sonido podía alertar a mi deseado Higinio, pero no fue así. Después de bajarse la bragueta con una sola mano y la habilidad que da el tiempo, se saco la chorra, joder que pollon¡¡¡¡, en mi vida había visto cosa igual.

Era absolutamente descomunal. Con la excitación que dan las ganas de mear tendría el diámetro de una lata de coca-cola y su capullo parecía un ciruelo enorme. Cuando la tenia fuera, la soltó y meo a placer sin siquiera sujetarla ¿para que?. La visión era absolutamente excitante. Ver ese pedazo de macho, ese rabo fuera del pantalón con las manos en jarra y mirando distraído alrededor, era superior a mi. De vez en cuando se miraba la polla para ver si seguía ahí, cómo si con solo notar su peso no fuese suficiente¡¡¡¡. Pero el espectáculo continuaba.

Cuando terminó de mear se volvió a guardar aquel inmenso trabuco en su sitio, como quien enfunda una escopeta y se dirigió al cuarto de aperos, allí se quito la ropa para no ensuciársela con los quehaceres del campo y paseo su cuerpo con solamente el calzoncillo. Ver ese bulto, como una fiera enjaulada gritando por ser libre fue espectacular, en mi vida como voyeur jamás vi nada más excitante.

Me corrí, me corrí sin tocarme, sólo imaginado el placer que me podría producir el cogerme de aquel bestial aparato y pasármelo por todo mi cuerpo. Decidí que tenía que comérmelo algún día.

Esta historia se repitió en un par de ocasiones, algunas con más suerte que otras puesto que Higinio cuando sospechaba que alguien pudiera estar mirando meaba en la parte de atrás y yo no podía verlo. Cansado de esta situación decidí pasar a la acción, me moría de ganas por mamar de aquella verga que no sabia si me cogería en la boca, pero ¿como hacerlo?, yo sabía que Higinio no era gay y no iba a arriesgarme entrándole cara a cara. Decidí ir un poco más allá.

El día elegido no me escondí como de costumbre. Me acurruque en un ladito del cuarto de aperos confiando en que Higinio repitiera la maniobra de hace algunos días. Mi plan era sorprenderlo con el nabo fuera y sin mediar palabra metérmelo en la boca, así , sin mas.

Cuando escuche el motor de la moto el corazón empezó a bombear sangre al cerebro, había decidido pasar a la acción, dejar a un lado mi faceta como voyeur y tener mi primera experiencia sexual de una forma tan arriesgada que no sabía como iba a salir, pero merecía la pena intentarlo. Note de nuevo la sequedad en mi boca y el pulso acelerado. El sudor frió resbalaba por mi frente y mi excitación era visible.

Higinio aparco la moto y como siempre lanzo una rápida ojeada para ver si veía algo sospechoso, después se llevo la mano hacia la bragueta y con una sola, como hacia siempre, se saco fuera del pantalón aquel enorme pollon. Espere un minuto y envuelto en nervios salte de mi escondite. Agarre el enorme miembro que aun no había terminado de mear y me lo metí en la boca.

Sentí el sabor salado del orín lo que hizo que aumentase aun mas mi excitación, note como mi boca se iba llenado al mismo tiempo que aquella verga empezaba a crecer de manera incontrolable. Higinio no hizo nada, se quedo quieto, sorprendido por lo que acababa de suceder. Me saque el rabo de mi boca, y escupí el meado que tenia y rápidamente me la volví a meter, esta vez chupando el enorme ciruelo que cada vez se iba poniendo mas morado y gordo.

Las venas de aquel aparato se iban hinchando y noté que no podía cogerlo todo con una mano. Dios, pensé, como habrá disfrutado la mujer de aquel macho con semejante juguete, pero ahora era mío. Para cuando Higinio quiso reaccionar ya estaba completamente empalmado, aquello sí era un espectáculo y no el circo del sol¡¡.

Temiéndome lo peor, miré para arriba y le vi mirándome con cara mezcla de sorpresa, mezcla de placer y con la duda del no saber que hacer. Yo seguía mamando sin parar, quería aprovechar el tiempo no fuera que reaccionase empujándome y apartándome del objeto de mi deseo, su polla.

No fue así.

Mas tranquilo, me levante. Noté que no podía acercarme mucho a Higinio, aquel paso a nivel me lo impedía. Le cogí de la mano y lo lleve a mi casita. Su polla iba goteando mi saliva y brillaba como un espejo al sol. Él no hablaba, se dejaba hacer.

Una vez dentro le desnudé, se tumbo encima de una manta que alguien utilizó alguna tarde noche para abrigarse y quedo allí tendido, como un muñeco hinchable que yo hubiese diseñado para mi satisfacción personal.

Le separé las piernas y vi por primera vez sus huevos, aquellos cojones podían terminar con el hambre en el mundo. Aquella visión era celestial. Ese cuerpo cubierto de ese vello grisáceo, esa polla descomunal y aquellos cojones como dos macetas y eran míos, todo mió durante un tiempo. No lo pensé más y me decidí a gozarlos.

Me arrodille y me intenté tragar el enorme falo pero me fue imposible, lo lamía, sí, pero metérmelo todo en la boca era como una odisea que ni Ulises hubiera podido realizar. Lamí sin cesar polla y huevos hasta que Higinio hablo por primera vez. – Métetela por el culo, me dijo – me estremecí solo de imaginar aquel enorme miembro intentando abrirse camino entre mis muslos.

Estábamos en medio del campo y no había nada con que lubricarlo…pero me hice el animo. Lo llene de saliva y me di un masaje en el culo para relajarlo. Me senté encima de aquella polla y deje que resbalase dentro mió.

Un dolor me desgarro las entrañas cuando apenas había entrado el capullo, pero no era momento de remilgos, di un salto y toda su inmensa picha entro dentro de mí. Sentía cada vena de aquella enorme verga latiendo en mi interior y cada vez que Higinio bombeaba pensaba que me iba a estallar el culo.

La follada no duró mucho, no podía soportarlo, el dolor se fue haciendo mas intenso a medida que crecían las embestidas. En una de ellas se salio del culo y al mirarla vi, que tenia sangre. Decidí no continuar con aquello. Era la primera vez que me penetraban y querría que hubiese más

En compensación, le dije que iba hacerle la mejor mamada que le habían hecho nunca y así fue. Higinio se puso de pie y yo me arrodille delante de él. Empecé a mamar y a menear aquel rabo inmenso mientras miraba como todo el cuerpo de mi semental se iba retorciendo de placer. Lo veía respirar cada vez más rápido y más fuerte. Sentía sus gotas de sudor correr por la piel. El olor a sexo era embriagador.

El dolor de mi culo no había desaparecido, pero el placer de mamar lo atenuaba. Ahora mi único objetivo era sacar la leche de aquel trabuco, ver como se corría ese aparto seria alucinante. Aumente el ritmo de mi mamada. Me enloquecía mirar aquel ciruelo maduro apunto de dar su jugo. Me ponía a mil oír jadear a ese macho que me había permitido agarrarle la polla y jugar con ella a mi placer. Entonces el se fue de golpe, sin avisar, simplemente note que el miembro se iba poniendo duro y los cojones se le iban pegando al culo, era todo un espectáculo.

Notando que la corrida era inminente, aceleré el ritmo de la paja y puse mi boca delante del capullo, abierta, bien abierta, no quería perderme ni una sola gota de lo que aquella enorme polla tenía para regalarme. Fue espectacular, el primer estallido de leche salio disparado por encima de mi cabeza y fue a impactar a un espejo que había detrás nuestro, como a cuatro metros de distancia, el resto fue todo mió. No deje de masturbar a mi Dios, quería que disfrutara como nunca, como sólo otro macho es capaz de hacerte disfrutar, quería exprimirlo y beberme su jugo.

Empezó a salir leche como por encanto, yo jamás había visto tal cantidad de leche en una sola corrida, no me daba tiempo a tragármela y tenía que dejarla chorrear por mi cara. Bebí y bebí sin freno todo el semen que caía en mi boca, y me enjuague el cuerpo con el que tenia sobre él. El olor, la situación. La imagen mental de aquella aventura hizo que yo también me corriese, sin tocarme, tan solo imaginando la escena que estaba viviendo.

Han pasado nueve años de aquello. Ahora no vivo en el pueblo y no sé que habrá sido de Higinio, espero que este bien. En este tiempo he vuelto a la casita en alguna ocasión, pero él ya no va por allí. Terminó vendiendo en terrenito. Solamente espero volver algún día para ver si el nuevo propietario esta tan bueno como Higinio y quien sabe si alguna vez…puede repetirse la historia...