Voyerismo mágico

Un grupo de aventureros de un mundo de fantasia epica descansa en una posada tras sus aventuras.

Llega la noche y comienza el viaje astral. Es un conjuro sencillo de realizar cuando estas tan acostumbrado a sus efectos y desde luego es muy útil para espiar los sórdidos asuntos genitales de mis compañeros.

Nos encontramos en una posada de los Valles después de haber regresado de una peligrosa aventura donde acabamos con una de esas zorras sacerdotisas drow en el bosque de Cormanzor. Gracias a las artes curativas del templo de Sune, que por otra parte se llevaron buena parte del tesoro de esos drow, nos encontrábamos en plena forma para pasar una temporada en la posada "la Cerveza sonriente", la mejor posada del Valle de las sombras. Mi nombre es Edwin y soy un mago de la orden arcana, y el resto de mi grupo son Milo, un escurridizo mediano; Gerald, un capaz explorador semielfo; Esvela, una hechicera elfa; Lía, una guerrera oriunda de Amn y Pyrae, clériga de Kossut que pertenece a la raza de los Tiflis, una especie de humanos con sangre demoníaca muy diluida.

Después de una agradable velada en la posada, con bardos, otros aventureros y las agradables gentes del pueblo llegó la hora de dormir. Entonces es cuando lanzo mi conjuro de excursión etérea y me dedico a espiar a mis compañeros, llamadme paranoico pero nunca se sabe cuando puede venir bien sabe con quien se acostó uno u otro. Comencé mi viaje, en la habitación de al lado se encontraban Gerald y Lía, pareja desde hace tiempo. En ese momento Gerald estaba en la cama, tapado completamente por las mantas, creo que dormía, lo cual no me extrañaría dado su estado de embriaguez hacia unos minutos. Desde luego eso no parecía reprimir los deseos de Lía, que estaba desnudándose junto a una silla, donde dejaba sus ropas perfectamente dobladas. La poca luz de la lámpara de aceite permitía ver sus grandes senos de piel ligeramente tostada, tan típica de la zona sureña de Amn. Pese a ser una guerrera no tenia mucha masa muscular, pues confiaba más en la rapidez de sus movimientos que en la fuerza de sus golpes. En un instante se quitó la falda y las bragas y con una picara sonrisa se acercó a la cama, podía ver como su culito respingón ondeaba seductoramente mientras se acercaba al lecho. Al parecer seguía la costumbre de su pueblo de afeitarse el vello pubico casi completamente, dejando solo un triangulito de pelo en honor a la diosa de la fertilidad. Una vez en él comenzó a desnudar al dormido Gerald, el cual despertó algo confuso.

  • Mi amor, ¿estabas dormido? – preguntó ella seductoramente

  • Creo que si, no me ha sentado muy bien la bebida. ¿Estas desnuda? ¿Me estabas desnudando? – le respondió algo aturdido por el ciego que llevaba.

  • ¿Acaso no quieres que te de places esta noche? – dicho esto alargó su mano por debajo de las sabanas agarrando su miembro y moviéndolo dulcemente.

  • Sabes que siempre estoy dispuesto a hacerte gozar princesa, pero esta noche no creo que pueda

  • Entonces déjame que aplique mis conocimientos elficos. – Inmediatamente apartó la sabana y cogió el flácido miembro de Gerald con la boca, comenzó a recorrerlo con su lengua y lo introdujo en la cavidad bucal, luego subió y bajó acariciándolo con sus carnosos labios.

Había oído hablar de esa práctica sexual elfica, la llamaban Fellatio en el idioma de los elfos y en la antigüedad era costumbre que las cortesanas elfas se lo practicasen a los nobles elfos, alcanzando así el placer del sexo sin riesgo de embarazar a esas cortesanas y no creando así hijos bastardos. Dudo que a las cortesanas les complaciese eso tanto como a los nobles, los cuales las llamaban infantas, pues como un infante bebían leche. Un noble de los más ricos en la sociedad elfica podía llegar a tener tres infantas secretas muy hábiles en la fellatio. Cuenta la leyenda que muchas infantas, cansadas de no recibir placer sexual inventaron el cunnilingus y lo practicaron entre ellas, consistiendo esta practica en estimular el sexo femenino mediante la lengua y los labios. Tras la caída de la nobleza elfica estas prácticas cayeron en desuso, pero se recuerdan aun debido a que muchas infantas viajaban a tierras humanas a dejarse hacer por humanos buscando placer, a los que practicarían la fellatio y a los que enseñarían a hacer el cunnilingus. Analizando esto probablemente fuese Esvela la que le hablase a Lía de estas prácticas y por eso ahora sabia hacerlas, me pregunto si le enseñaría como se hace el cunnilingus, pues siempre me ha dado la impresión de que Esvela se siente atraída tanto por mujeres como por hombres, y la muy espabilada no desaprovecharía tal oportunidad de gozar un cuerpo como el de Lía. En algunas culturas el cunnilingus era un ritual que implicaba buena suerte si el practicante dejaba satisfecha a la mujer, la diosa de la fertilidad mediana alenta a sus fieles a realizar esta práctica siempre que puedan para tener buena suerte en la vida; no debe ser del todo mentira porque aún recuerdo como Milo logró esquivar aquella bola de fuego sin una sola quemadura justo el día después de pasar una larga noche con una clériga de la diosa protectora de los medianos.

La cabeza de Lía seguía subiendo y bajando sin soltar el miembro de Gerald, el cual no cabía en si del gozo, ya había conseguido una erección y cualquier resto de borrachera había desaparecido milagrosamente.

  • Esta bien princesa, tu lo has querido, vas a saber lo que pasa cuando provocas a un semielfo. – dijo Gerald apartando a Lía de su pene y tumbándola en la cama boca abajo. La guerrera parecía encantada con la brusquedad de su amante y se dejó hacer. De una embestida el semielfo penetró a la humana y comenzó a bombear con furia sobre su trasero. No les llevó ni tres minutos correrse a ambos, tras lo cual Gerald se limpió el miembro con la sabana mientras Lía se tocaba su sexo buscando la dulce leche de Gerald. Para ella debe ser algún tipo de néctar sagrado, ya que siempre que se le corren bebe la leche de su amante mezclada con sus propios fluidos; no se exactamente que sentido tiene eso, pero es a la única mujer a la cual se lo he visto hacer.

Tras esta escena ambos se acurrucaron para dormir, de modo que poco mas me quedaba que hacer en esta habitación. Rápidamente atravesé el techo hasta el piso de arriba, donde se encontraba Pyrae entrando a su habitación. Me quedé quieto en una esquina observando, Pyrae siempre me ha intrigado bastante, supongo que su naturaleza cercana a lo infernal en el fondo me atrae debido a los poderes inherentes a criaturas tan poderosas. La magia llama a la magia de una forma inimaginable.

Pyrae tiene ciertas peculiaridades físicas (y psíquicas) debido a su herencia infernal que son bastante evidentes, además de una piel ligeramente cenicienta, el contacto con ella es mas cálido de lo normal, unos 4 o 5 grados más que una persona sana; sus ojos brillan con una tenue luz rojiza en la oscuridad y sus dientes son todos ligeramente mas afilados que los de un humano entero. No obstante es probable que su ancestro demoníaco fuese algún tipo de súcubo, pues su belleza era incuestionable.

La tiflin extrajo de su mochila una vela roja y la depositó encima de la mesilla de noche, la cual movió hasta colocarla debajo de la ventana abierta al cielo de la noche y los tejados de las casas de los pueblerinos (además del templo, la posada era el edificio mas alto del pueblo). Puso la silla enfrente de la mesilla de noche y frente a la ventana y se sentó en ella, utilizando su magia innata prendió la vela y apagó las demás luces de la habitación. Acto seguido se arrodilló frente a la vela y comenzó a rezar a Kossut, dios del fuego, con su símbolo sagrado entre las manos. Los rezos al dios del fuego se realizan en ignaro, el lenguaje de los elementales de fuego y uno de los mas difíciles de pronunciar, ya que su sonido es similar al ruido que el fuego hace al quemar madera seca.

Una vez terminó el rezo cogió su símbolo sagrado y lo colocó apoyado en la vela. Se levantó y, para mi sorpresa, se quitó las bragas, apartándolas con el pie hacia el rincón donde yo me encontraba etéreamente. Se sentó en la silla con toda su ropa puesta excepto las bragas y colocó sus piernas en el alfeizar de la ventana, abarcando en su apretura la mesilla de noche con la vela encendida y mostrando al aire su sexo. A diferencia del resto de mujeres, que solían tener su zona pubica con un controlado vello, ella no tenia ninguno en absoluto, como sacrificio para el dios del fuego se había quemado todo el vello y gracias a su resistencia al fuego no había sufrido mayor daño en su zona íntima.

Volvió a decir algo en ígnaro y acto seguido el fuego de la vela se duplicó en potencia mágicamente. En ese momento comenzó a masturbarse sin perder la vista del fuego, la llama oscilaba del mismo modo que ella movía sus dedos buscando placer. Me llamó la atención el hecho de que si no fuera porque la posada era el edificio mas alto del pueblo, cualquiera que hubiera mirado hacia esta ventana habría visto gracias al fuego con todo detalle la masturbación de Pyrae. Sus ojos dejaron de brillar en la semioscuridad de la habitación cuando los cerró estando cerca de alcanzar el placer máximo, las desnudas piernas acabadas en grandes botas negras de la clériga temblaban ligeramente, y pude ver que llegaba al orgasmo cuando la llama de la vela se agitó violentamente y el ritmo de su estimulación se aceleró vertiginosamente. La siempre sigilosa y callada Pyrae no pudo contener un leve gemido de placer, que sonó mas al gemido fingido de una súcubo mientras posee a una víctima de sus artes malignas que al gemido de placer de una mujer cualquiera que ha llegado a un orgasmo.

Después de eso la llama regresó a su tamaño normal, Pyrae acercó al fuego la mano empapada en sus propios fluidos vaginales con el sorprendente resultado de que el fuego, al contacto con ellos, cambió el color de su llama a un azul chispeante. Gracias a la resistencia al fuego no recibió quemadura por ese acto, y cuando el fuego regresó a su color habitual sacó la mano, que sorprendentemente seguía ligeramente húmeda. Acto seguido comenzó a lamerse la mano y a chupar sus dedos hasta que la hubo limpiado por completo.

Aun en la misma posición y tras limpiar su mano se desnudó completamente, sacó de su mochila un pequeño libro y comenzó a leerlo mientras con una mano se masajeaba uno de sus senos como quien no quiere la cosa. Viendo que nada mas vería aquí decidí cambiar de nuevo de habitación, aun me quedaba por ver que era de Milo y de Esvela.

Viajé por toda la posada buscando a Esvela. La encontré subiendo la escalera que lleva de la taberna a los aposentos privados, para mi decepción iba sola, parece que no iba a ver nada interesante. Aun así decidí seguirla por si decidía apañarse ella sola, cosa muy rara en ella, siempre gustaba de mantener relaciones tanto como podía. Debido a su sangre mágica era completamente estéril e inmune a la mayoría de las enfermedades, y ella lo aprovechaba bien.

Entró a su habitación y la cerró con llave, se dirigió directamente a su mochila y extrajo un pergamino bastante desgastado. Mi vista de mago me indicaba que era mágico, pero no muy potente. Dejó el pergamino sobre la cama y comenzó a quitarse la ropa, sorprendentemente tan solo llevaba una ligera túnica, nada de ropa interior, probablemente por comodidad si surgía sexo ocasional. Mientras contemplaba su clara piel desnuda a la llama de la vela no pude dejar de meditar acerca de la obsesión de Esvela con el sexo, gustaba tanto de hombres como de mujeres, en cualquier número de ellos y en cualquier ocasión. Eso si, tan solo aceptaba la mejor calidad, los hombres mas fornidos y apuestos y las damas mas bellas y estilizadas.

Hizo una cola con su rubio y largo cabello, pero pude ver sus firmes pechos al aire, con los pezones a punto de explotar. ¡Que mujer, y aun no había hecho nada! Inmediatamente cogió el pergamino y, colocando previamente un recipiente en el suelo, recitó en voz alta: et plenissimum robur nostrarum institutionibus accommodavimus.

Dicho esto una luz blanca surgió de sus manos y entró en el recipiente, ella se acercó a la luz y escupió dentro, luego con un pequeño cuchillo se pinchó levemente en un dedo, dejando que una diminuta gota de su sangre entrase en el recipiente. Hecho esto volvió a recitar: considerandum recepimus tam quinquaginta fecimus quam alias ad commodum propositi.

El recipiente estalló con una luz blanca silenciosa, tumbada en el suelo apareció el cuerpo de una mujer de rasgos parecidos a Esvela completamente desnuda y, aparentemente, inconsciente. La hechicera mostró una picara sonrisa de satisfacción, levantó como pudo a la dormida mujer y la tumbó en la cama boca abajo.

Cogió una silla y se sentó junto a la cama, frente a la mujer. Con sus manos comenzó a masajearse los senos, mientras, con la lengua, humedecía sus labios lascivamente. Cuando pareció estar lo suficientemente excitada, se acercó a la chica inconsciente y comenzó a acariciar todo su cuerpo, recreándose en su trasero, prieto y firme como el de la hechicera. Se agachó y comenzó a besar sus glúteos, conforme la excitación aumentaba los tiernos besos pasaron a ser lametones y mordiscos. Cuando se casó de aquel juego le dio la vuelta y repitió el proceso en sus senos durante unos minutos. Al final de los cuales introdujo su lengua en la boca de la mujer dormida y se fundieron en un lascivo beso que duró casi un minuto, al cabo del cual una luz blanca estalló en el rostro de ambas muchachas. Con un gran suspiro, la chica inconsciente despertó bruscamente, respiraba agitada y miraba a su alrededor; hasta que Esvela agarró su rostro con sus manos y la obligó a mirarla, ella, inmediatamente, se tranquilizó y sonrió. Ambas se abrazaron cariñosamente mientras la mujer recién despertada no paraba de susurrar:

  • Oh mi amor.

Un conjuro de ilusionismo si mi cabeza no me falla, la chica no era real y gracias a la sangre y la saliva de la hechicera compartían rasgos similares. Es un método fiable pero bastante poco profesional de crear una ilusión sin esfuerzo. Pero para qué arriesgarse siendo su función meramente sexual.

Las dos mujeres comenzaron a besare y acariciarse lujuriosamente, los suspiros y gemidos de la ilusión eran tan intensos que parecía evidente que no eran reales, no obstante, Esvela parecía animarse con ellos. Durante unos minutos siguieron con su juego, pero entonces llamaron a la puerta. Esvela sacó su lengua de la boca de la ilusión y se dirigió hacia la puerta desnuda.

La abrió, dos hombre jóvenes de rasgos occidentales, posiblemente semielfos, aparecieron en la puerta. Inmediatamente sonrieron al contemplar aquella belleza tal y como vino al mundo y se metieron en la habitación.

Esvela los llevó de la mano hasta la cama y entregó uno de ellos a la ilusión. Las dos parejas comenzaron a besarse mientras las manos de los hombres recorrían senos y trasero de las chicas. Tras unos momentos Esvela se puso de rodillas frente a su hombre y comenzó a desabrocharle el cinturón mientras se relamía los labios, la ilusión la imitó y juntas sacaron al aire los miembros viriles, completamente erectos, de los dos hombres. Con sus manos comenzaron a bombearlos mientras ambas se volvían a besar y a jugar con sus lenguas.

La hechicera introdujo el miembro del hombre en su boca y, al igual que hizo Lía con Gerald, con sus labios y su lengua lo acarició con ansia. La ilusión volvió a imitar a su dueña.

Los dos hombre parecía extasiados, probablemente hubiesen oído hablar de esas artes élficas, pero nunca las habrían llegado a practicar. Cuando parecían punto de eyacular en sus bocas, ambas dejaron su trabajo y se volvieron a poner de pié.

-¿Os gusta? –preguntó picadamente Esvela sentándose en la cama.

-Claro que si – respondió uno de los hombres desvistiéndose del todo.

-Pues aún no hemos hecho más que empezar – dijo la hechicera separando las piernas dejando ver en todo su esplendor sus partes íntimas. El hombre no tutibeó e introdujo su miembro en el agujero que se le ofrecía. La ilusión, en un amago de voluntad propia, eligió ser penetrada boca abajo.

Un instante más tarde, la cama parecía a punto de romperse por los botes que estaba dando. Esvela gemía como loca:

  • ¡¡Oh si… si, si, mas fuerte, mas fuerte… dámela toda, toda… mas rápido, oh dioses que gusto!!

No pasaron ni tres minutos cuando los dos hombres no pudieron aguantar más. Entonces Esvela detuvo la cópula y se volvió a arrodillar rápidamente. Volvió a introducir el miembro del hombre en la boca y lo chupó con gran velocidad hasta que, finalmente, el hombre no pudo más y descargó toda su leche en la boca de Esvela, la cual apresaba el miembro para que no escapase ni una gota. Rápidamente se introdujo en la boca el miembro del otro hombre y repitió el proceso mientras la ilusión le lamía la bolsa escrotal.

Esvela y los dos hombres se tumbaron extasiados en la cama, pero la ilusión decidió, impulsada por la voluntad de Esvela, que era hora de desaparecer de escena y dejar a la elfa con sus dos amantes. Con un destello de luz, la ilusión de la muchacha desapareció para la sorpresa de los hombres.

-¡Pero que coño…! – exclamaron ambos dando un respingo.

  • Os lo puedo explicar – dijo Esvela con su falsa mirada de vergüenza – No tengo ninguna amiga para completar el cuarteto, de modo que use mis poderes mágicos para crear una ilusión.

  • ¿Entonces acabo de copular con una ilusión? – preguntó enfadado uno de los hombres.

  • Si, creeme que lo siento. – Siguió diciendo Esvela con la falsa voz- pero puedo compensarte por ello si quieres.

Dicho eso se colocó entre los dos con las piernas separadas. Con una mano se acariciaba su sexo, mientras con la otra masturbaba al otro hombre.

  • Si quieres puedes hacerme el amor a mí, si puedes claro.

El hombre, empalmado de nuevo, no dudó en penetrar a Esvela y bombear con toda su ansia. Al ver la elfa que el otro hombre no podía participar, cambió de posición, poniéndose ella encima. Al hombre parecía darle igual la posición, pues su única preocupación era copular más y más rápido.

  • ¿Alguna vez has sodomizado a una hechicera cariño? – le preguntó al hombre inactivo poniendo el trasero en pompa y guiñándole un ojo.

Sin pensárselo mucho, el hombre se colocó encima de ella y penetró su ano, despertando un gemido de placer de la Elfa. En un instante los dos hombres bombeaban sobre Esvela con furia, mientras esta gemía loca de placer.

Aquello no duró mucho, al cabo de un par de minutos ambos hombres alcanzaron el clímax dentro de la elfa, acabando completamente exhaustos.

  • Mmmm, me ha encantado como me habéis montado – dijo Esvela lamiéndose los dedos. – tengo el culito reventado por tu enorme miembro, pero quiero mas, quiero que me volváis a poseer como salvajes.

Dicho eso se colocó a cuatro patas, uno de los hombres comenzó a masturbarse para alcanzar una erección cada vez mas difícil, el otro se rindió completamente y decidió descansar.

Ni un minuto pasó y el muchacho ya había acabado la faena, quedando rendido. Viendo la elfa que ya no podía pedirle más a ninguno de los dos optó por tumbarse a dormir.

-Si alguno cree que durante la noche podría copular otra vez que no dude en despertarme ¿vale? Si no mañana por la mañana seguiremos.

Desconcertado por la insaciabilidad de la hechicera opté por visitar al último miembro de mi grupo, ese repelente mediano.

No tardé en encontrarlo, subía por la escalera cogido de la mano con una muchacha mediana que lucia el símbolo de la diosa de los medianos. Juntos entraron en una habitación y comenzaron a besarse. Apoyada la chica contra una pared, Milo comenzó a recorrer su cuerpo hacia abajo hasta que llegó a la cintura. Introduciendo sus manos por debajo del vestido, le bajó las bragas hasta los tobillos y él mismo se metió debajo de su falda buscando el fruto del pecado.

La mediana comenzó a gemir, aferrándose a las paredes con los ojos en blanco para no sucumbir al temblor de piernas y caer al suelo.

Al cabo de unos minutos la mediana llegó al orgasmo, cayendo al suelo y respirando agitadamente. Milo se puso de pié y se limpió la boca con la manga de la camisa. Inmediatamente después se arrodilló ante la mediana que, aun respirando agitadamente y recuperándose, impuso sus manos en la frente del mediano y dijo:

-La diosa te bendiga con la suerte y la fortuna.

-Gracias sacerdotisa –le dijo Milo levantándose del suelo.

-¿Vais a estar mucho tiempo por aquí? – preguntó la mediana levantándose también y poniéndose las bragas de nuevo.

-No mucho me temo, probablemente en un par de días partamos de nuevo a la aventura.

-No dudes en buscar la bendición de la diosa de nuevo antes de que te vayas. – le dijo la clériga guiñándole un ojo. – Será mejor que bajemos de nuevo.

Por hoy creo que ya he visto suficiente, vuelvo a mi cuerpo. Me acuesto a dormir, hoy ya ha acabado y mañana será otro interesante día.